Fue mi amante quien me lo propuso. Ya llevabamos un buen tiempo viendonos, cuando bien enterado de mi adiccion por las pijas, me hizo tal propuesta. Ni Inas ni menos que una orgia. Un grupo de tipos, amigos suyos, por supuesto, repartiondose mi cuerpo en forma equitativa, cual trofeo de guerra. Claro que siendo tan puta como soy, tal idea no me desagrado en lo absoluto. La verdad es que habia tenido esa fantasia desde siempre, aunque, claro, la posibilidad de hacerla realidad se vela cada vez mas lejana e inexorable. Sobre todo si para eso dependia del anticuado demi marido.
Por mas contianza qo hubiera entre ambos, dudo que hubiese admitido algo semejante. En cambio Jose Luis, si. El es mi amante. Mi macho. El que n1 coge coMo a mi me gusta. El que meda la salsa mas del iciosa de todas. Con el todo esta pennitido. Tanto es asi que cugeraos sin forro y hasta me trago su 'eche, hasta la Ultima gota, relamiendOrne como una gatita lujuriosa cada VCz que me aeaba en la boca. Solo a sabe darme lo que necesito, lu que me resulta imprescindible y 'ahora, ademas, se disponia a haeer :realidad mi suerio mas anhelado. Un poly° entre varios. Yo no tenia quo hacer nada, como
siempre el se ocuparia de todo. Por supuesto que los dias previos me puse re-ansiosa. Me mojaba toda de solo pensar en lo que pasaria dentro de muy poco tiempo. Yo y varios tipos mési,Cuantos serian? Esperaba, por supuesto, que fueran mas de dos, porque ya lo habia hecho con dos chicos siendo mas pendeja. Podrian ser tres, cuatro o cinco, quizas hasta seis. Cuanto mas mejor, pensaba. La cantidad era lo de menos, aunque si tenian que ser muchos. Despues de todo eso es lo divertido de una orgia. Asi que cuando me dijo que todo estaba preparado el corazon me dio un vuelco Ya no me aguantaba de la ansiedad, y por más que le preguntaba cuántos eran, no me soltaba prenda. Me decía que sería una sorpresa. Un verdadero sueño hecho realidad no solo para mí, sino para él también. Así que el día en cuestión, me puse un conjunto de ropa interior que compré muy especialmente para la ocasión, no sé para que si de seguro no me iba a durar mucho puesto, pero bueno, para ciertos eventos una debe estar bien preparada. Cuando llamé a la puerta de su departamento a la hora convenida, en realidad cinco minutos antes, ya que no aguantaba la ansiedad, me recibió, pero no me dejó entrar sin antes cubrirme los ojos con un pañuelo. Según me dijo quería darme una sorpresa. Por supuesto que acepte sus condiciones. Después de todo esa clase de sorpresas resultan por demás gratificantes. Me cubrió entonces los ojos, y me levó a ciegas hacia la sala. Hizo que me parara en el medio de la misma, contó hasta tres y..., ¡Surprise! Me arrancó la venda. Lo que vi entonces superaba cualquier fantasía previa que hubiese tenido al respecto. No eran tres, ni cuatro, ni cinco, sino seis espléndidos y vigorosos machos, con lo cual, si sumábamos a José Luis a la lista, hacían un totatyy ,siete ¡Sí! ¡Siete tipos para mí soWa! Téñdría suerte si salía entera 411 que me , agarraran. Sin demasiada cercniónia, José Luis me presentól„a sus secuaces como "La mina qué me est4garchando" A la vez que Inc agarraba Por detrás y me frotaba Syi ya voldmjnosa poronga por todo ebtrastezY como si esta fuera alguna clase de seña, los demás se lanzaronsobre mí, conformando una verdaderámultitud a mí alrededor. Ya podía sentir maños por todo mi cuerpo, recOrriéndoffie arriba y abajo, por atrás y poñadelánte, sin reservas ni renuencias. Alguien me les de prepo, con lengua y todo, len kanto que otros se encargaban del saOrtrie la ropa, o mejor dicho de 4rráncármela, tanto es así que ni siquiera consideraron la
ropa interior que muy especialmente estrenaba para ellos. En apenas un abrir y cerrar de ojos quedé completamente desnuda entre medio de todos ellos, lo cual provocó más de una exclamación jubilosa. Así que teniéndome así, desnuda y dispuesta, mis especiales comensales empezaron a sacarse los pantalones y los calzoncillos, exhibiendo en cada caso unas erecciones por demás trepidantes e imponentes. Por supuesto que teniendo aquel manojo de vergas a mí entera disposición, no me quedó otra que postrarme de rodillas ante ellos y empezar a menearlas como me fuera posible, tratando de abarcar con mis manos a todas y a cada una. Lo que tenía ante mí era un verdadero catálogo de tamaños, formas, volúmenes y dimensiones, y de aromas también, ya que el olor a huevo se volvía de a ratos por demás sofocantes. Claro que así me gustaba. Por eso olía y me extasiaba con semejante abundancia. Tenía tanto a mi disposición que no .sabía para dónde apuntar primero. Todas estaban duras y calientes, rebosantes de vigor, soberbias y esplendorosas, unos pedazos enhiestos y gloriosos que me resultaban sumamente apetecibles. La primera que me metí en la boca me lleno hasta la garganta. No sé de quién sería, pero se trataba de una pija inmensa, colosal en todo sentido. Y así fui pasando de una en una, chupándolas a todas, mamando por doquier, pasándoles la lengua a lo largo y a lo ancho, al derecho y al revés, extasiándome con esos sabores a la vez tan iguales y tan distintos. Sin mucho complejo me colgaba de las bolas de cada uno de ellos, chupando desesperadamente esos peludos baluartes de vigor y virilidad. A partir de ese crucial momento, las imágenes se confunden en mi cabeza. Solo sé que alguien me volteó de espalda en el suelo y me la metió. No sé quién fue. Todos eran desconocidos para mí, pero la tenía tan larga, que parecía no metérmela nunca del todo. Entraba y salía de mi candente interior, sin llegar a empalármela por entero, así de grande la tenía. Y tras éste vino otro, y luego otro, y otro. Todos pasaban por mi cuerpo, llenándome la concha hasta en el último resquicio. Yo ya no era dueña de mis actos ni de mis sentidos. Ellos decidían y actuaban por mí. Así que agarrándome entre varios, me pusieron en cuatro y empezaron a darme por atrás, frenética e incansablemente. Y mientras me cogían por detrás, por turnos, se las iba chupando también por turnos, primeros a unos, luego a otros, saboreando por delante y por detrás tales manjares. Luego de darme casi hasta el reviente, uno de ellos me la sacó de la concha y me la dio por el culo, partiéndome las cachas en una forma por demás brutal y salvaje. De esa forma mientras éste me culeaba, otro se metió por debajo de mi cuerpo y me calzó la pija en la concha, llenándome entre ambos los dos agujeros, proporcionándome el inigualable placer de sentirme cogida y culeada al mismo tiempo. Y para hacerlo todavía mejor, los dos se movían al unísono, conformando un solo vaivén, por adelante y por atrás, ensartándome hasta los huevos por uno y otro lado. Después de ellos vinieron otros dos, y luego los otros dos, dándome todos con sincronizada cadencia, cogiéndome y culeándome a lo bestia. Luego me dejaron ahí tirada y me acabaron encima, todos ellos, regando mi cuerpo con unos deleitables y espumosos guascazos. Los chorros de leche de unos y otros se vertían sobre mí espesa y densamente, empapándome con tan agradable viscosidad. Luego, para terminar, se las chupé de nuevo a todos, relamiendo gustosa los últimos restos de leche que todavía impregnaban aquellos formidables volúmenes. ¡Estaban de rechupete! Por supuesto que al estar con José Luis y sus amigos quedé hecha de goma. Aunque plenamente satisfecha, eso sí.
fuente:revista atraccion
Por mas contianza qo hubiera entre ambos, dudo que hubiese admitido algo semejante. En cambio Jose Luis, si. El es mi amante. Mi macho. El que n1 coge coMo a mi me gusta. El que meda la salsa mas del iciosa de todas. Con el todo esta pennitido. Tanto es asi que cugeraos sin forro y hasta me trago su 'eche, hasta la Ultima gota, relamiendOrne como una gatita lujuriosa cada VCz que me aeaba en la boca. Solo a sabe darme lo que necesito, lu que me resulta imprescindible y 'ahora, ademas, se disponia a haeer :realidad mi suerio mas anhelado. Un poly° entre varios. Yo no tenia quo hacer nada, como
siempre el se ocuparia de todo. Por supuesto que los dias previos me puse re-ansiosa. Me mojaba toda de solo pensar en lo que pasaria dentro de muy poco tiempo. Yo y varios tipos mési,Cuantos serian? Esperaba, por supuesto, que fueran mas de dos, porque ya lo habia hecho con dos chicos siendo mas pendeja. Podrian ser tres, cuatro o cinco, quizas hasta seis. Cuanto mas mejor, pensaba. La cantidad era lo de menos, aunque si tenian que ser muchos. Despues de todo eso es lo divertido de una orgia. Asi que cuando me dijo que todo estaba preparado el corazon me dio un vuelco Ya no me aguantaba de la ansiedad, y por más que le preguntaba cuántos eran, no me soltaba prenda. Me decía que sería una sorpresa. Un verdadero sueño hecho realidad no solo para mí, sino para él también. Así que el día en cuestión, me puse un conjunto de ropa interior que compré muy especialmente para la ocasión, no sé para que si de seguro no me iba a durar mucho puesto, pero bueno, para ciertos eventos una debe estar bien preparada. Cuando llamé a la puerta de su departamento a la hora convenida, en realidad cinco minutos antes, ya que no aguantaba la ansiedad, me recibió, pero no me dejó entrar sin antes cubrirme los ojos con un pañuelo. Según me dijo quería darme una sorpresa. Por supuesto que acepte sus condiciones. Después de todo esa clase de sorpresas resultan por demás gratificantes. Me cubrió entonces los ojos, y me levó a ciegas hacia la sala. Hizo que me parara en el medio de la misma, contó hasta tres y..., ¡Surprise! Me arrancó la venda. Lo que vi entonces superaba cualquier fantasía previa que hubiese tenido al respecto. No eran tres, ni cuatro, ni cinco, sino seis espléndidos y vigorosos machos, con lo cual, si sumábamos a José Luis a la lista, hacían un totatyy ,siete ¡Sí! ¡Siete tipos para mí soWa! Téñdría suerte si salía entera 411 que me , agarraran. Sin demasiada cercniónia, José Luis me presentól„a sus secuaces como "La mina qué me est4garchando" A la vez que Inc agarraba Por detrás y me frotaba Syi ya voldmjnosa poronga por todo ebtrastezY como si esta fuera alguna clase de seña, los demás se lanzaronsobre mí, conformando una verdaderámultitud a mí alrededor. Ya podía sentir maños por todo mi cuerpo, recOrriéndoffie arriba y abajo, por atrás y poñadelánte, sin reservas ni renuencias. Alguien me les de prepo, con lengua y todo, len kanto que otros se encargaban del saOrtrie la ropa, o mejor dicho de 4rráncármela, tanto es así que ni siquiera consideraron la
ropa interior que muy especialmente estrenaba para ellos. En apenas un abrir y cerrar de ojos quedé completamente desnuda entre medio de todos ellos, lo cual provocó más de una exclamación jubilosa. Así que teniéndome así, desnuda y dispuesta, mis especiales comensales empezaron a sacarse los pantalones y los calzoncillos, exhibiendo en cada caso unas erecciones por demás trepidantes e imponentes. Por supuesto que teniendo aquel manojo de vergas a mí entera disposición, no me quedó otra que postrarme de rodillas ante ellos y empezar a menearlas como me fuera posible, tratando de abarcar con mis manos a todas y a cada una. Lo que tenía ante mí era un verdadero catálogo de tamaños, formas, volúmenes y dimensiones, y de aromas también, ya que el olor a huevo se volvía de a ratos por demás sofocantes. Claro que así me gustaba. Por eso olía y me extasiaba con semejante abundancia. Tenía tanto a mi disposición que no .sabía para dónde apuntar primero. Todas estaban duras y calientes, rebosantes de vigor, soberbias y esplendorosas, unos pedazos enhiestos y gloriosos que me resultaban sumamente apetecibles. La primera que me metí en la boca me lleno hasta la garganta. No sé de quién sería, pero se trataba de una pija inmensa, colosal en todo sentido. Y así fui pasando de una en una, chupándolas a todas, mamando por doquier, pasándoles la lengua a lo largo y a lo ancho, al derecho y al revés, extasiándome con esos sabores a la vez tan iguales y tan distintos. Sin mucho complejo me colgaba de las bolas de cada uno de ellos, chupando desesperadamente esos peludos baluartes de vigor y virilidad. A partir de ese crucial momento, las imágenes se confunden en mi cabeza. Solo sé que alguien me volteó de espalda en el suelo y me la metió. No sé quién fue. Todos eran desconocidos para mí, pero la tenía tan larga, que parecía no metérmela nunca del todo. Entraba y salía de mi candente interior, sin llegar a empalármela por entero, así de grande la tenía. Y tras éste vino otro, y luego otro, y otro. Todos pasaban por mi cuerpo, llenándome la concha hasta en el último resquicio. Yo ya no era dueña de mis actos ni de mis sentidos. Ellos decidían y actuaban por mí. Así que agarrándome entre varios, me pusieron en cuatro y empezaron a darme por atrás, frenética e incansablemente. Y mientras me cogían por detrás, por turnos, se las iba chupando también por turnos, primeros a unos, luego a otros, saboreando por delante y por detrás tales manjares. Luego de darme casi hasta el reviente, uno de ellos me la sacó de la concha y me la dio por el culo, partiéndome las cachas en una forma por demás brutal y salvaje. De esa forma mientras éste me culeaba, otro se metió por debajo de mi cuerpo y me calzó la pija en la concha, llenándome entre ambos los dos agujeros, proporcionándome el inigualable placer de sentirme cogida y culeada al mismo tiempo. Y para hacerlo todavía mejor, los dos se movían al unísono, conformando un solo vaivén, por adelante y por atrás, ensartándome hasta los huevos por uno y otro lado. Después de ellos vinieron otros dos, y luego los otros dos, dándome todos con sincronizada cadencia, cogiéndome y culeándome a lo bestia. Luego me dejaron ahí tirada y me acabaron encima, todos ellos, regando mi cuerpo con unos deleitables y espumosos guascazos. Los chorros de leche de unos y otros se vertían sobre mí espesa y densamente, empapándome con tan agradable viscosidad. Luego, para terminar, se las chupé de nuevo a todos, relamiendo gustosa los últimos restos de leche que todavía impregnaban aquellos formidables volúmenes. ¡Estaban de rechupete! Por supuesto que al estar con José Luis y sus amigos quedé hecha de goma. Aunque plenamente satisfecha, eso sí.
fuente:revista atraccion
12 comentarios - los amigos de mi macho
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