Otro buen relato
Estaba sentada en una terraza en Castellana, en el Espejo. Eran las ocho de la tarde y no podía volver a casa todavía. Mi compañera de piso, Cecilia estaba follando con su amante y me había pedido que no llegara hasta la hora de la cena. Así que a la salida del trabajo, había pensado ir al cine, pero mi jefe, desde Buenos Aires, me había entretenido con unas llamadas y se me hizo tarde.
No sé por qué me había apetecido un gin- tonic, mientras leía una novela de Isabel Allende. Noté que me miraban intensamente, no separaban los ojos de mí. Es esa sensación de notarse espiada. Giré la cabeza para descubrir al mirón. Era un hombre de unos cuarenta años, con un traje blanco de lino, y camisa azul. No estaba muy bueno, pero era interesante. Al ver que miraba, me sonrió. Y ni corto ni perezoso, se levantó para venir a mi mesa.
“Señorita, permite que me siente con usted, y la invite a lo que está tomando. “- tenía un acento sudamericano que yo no sabía de que país era.
No me dio tiempo a responder, pues se sentó en la mesa. Pensé en que un poco de conversación no me vendría mal y mucho mejor que no tener que pagar la consumición. El sueldo de secretaria no es muy alto.
“Me llamó Rubén y ¿Usted?” “María Isabel, pero me llaman Maribel”
Me contó que era chileno, que estaba en España de viaje de negocios, que acababa de llegar y no conocía a nadie. Le hizo gracia que estuviera leyendo un libro de una compatriota suya. Su conversación era amena, y yo le hablé de mi vida de chica de pueblo que había venido a estudiar y trabajar en Madrid.
Yo llevaba dos gin- tonics, él dos whiskies con soda. Fue entonces cuando me hizo la propuesta:
“¿Te quieres acostar conmigo? Te pagaría 150 €. Una hora en mi hotel. Si lo paso bien, te daría 50 € más”
Así, directo, sin florituras, pensé en mandarle a la mierda, pero algo se encendió en mi cabeza. 1500 era mi sueldo, en una hora tendría una extraordinaria.
“¿En qué hotel estás alojado?”- si el hotel era bueno, por un lado tenía dinero y por otro más importante yo estaba segura.
“En el Villa Magna. Si quieres ahora mismo vamos, y te doy los cientocincuenta. Me tienes caliente desde que te he visto”
Hay decisiones que cambian la vida de una persona, aquella fue la mía.
“Vamos”- cuando pagó, nos levantamos, me cogí de su brazo y fuimos caminando hacia el hotel. Sin detenernos, subimos en el ascensor a su habitación. El hotel es lujoso, y aquella suite, una maravilla que yo no imaginaba. No sabía que hacer, aunque no era virgen, mi experiencia sexual tampoco era muy grande, así que me quedé de pie ante el hombre.
“Perdona, pero no lo he hecho nunca, ¿qué hago?”"Desnúdate, Maribel”- me pidió.
Me quité la chaqueta que llevaba y dándole la espalda le dije:” ¿Me puedes ayudar con la cremallera?” Yo llevaba un vestido, con mangas ¾, gris perla, de escote redondo, que me llegaba sólo un poco más alto de las rodillas. Era ropa de trabajo, de secretaria elegante, pero discreta. Bajó la cremallera que iba del cuello al final de la espalda, y acto seguido me desabrochó el sujetador. Me sujeté la ropa con las manos para que no cayera mientras me giraba. Le miré a los ojos mientras soltaba el vestido que quedó a mis pies. Estaba desnuda, solo con las braguitas de algodón blanco con un pequeño corazón rojo dibujado. Estaba parada ante Rubén. Me miraba lujurioso. Se quitó la chaqueta y se descalzó los mocasines.
“¡Que yegua! Eres un bombón para comérselo”
A mi lado había un espejo de cuerpo entero, y al verme comprendí lo que decía el chileno. El pelo negro ondulado me caía por los hombros. Mis pechos erguidos desafiaban la gravedad, la cintura estrecha, plana, la braguita y las piernas largas, bien torneadas que se veían aun más esbeltas por los tacones de mis zapatos.
“Ven “Me acerqué y me di cuenta que era más alta que él. “Quítame la ropa”
Le desabroché la camisa y rozándole le saqué las mangas, tirándola al suelo. Tenía el pecho cubierto de vello, y aunque un poco grueso, se le marcaban los músculos del estomago. Me dejó frente a él, y con los pulgares comenzó a acariciarme los pezones. Estos respondieron en unos segundos al estímulo y pusieron erectos. Mis pezones, cuando estoy excitada me delatan, son como fresitas duras y se marcan en la ropa que lleve.
Agachó la cabeza acercando su boca a mis tetas. Las lamió, y luego moviendo la cara horizontalmente recorrió el camino de un pezón al otro, unas veces lento y otras más rápido. Yo aproveché para soltarle el cinturón y desabrocharle la bragueta. El bulto de su verga empalmada sujetaba las prendas.
“Arrodíllate y bájame los pantalones”
Obedecí sus órdenes, quitándole también los calzoncillos. Su miembro era grueso, muy grueso, pero no era largo. Estaba erguido y fue el primer rabo que vi circunciso. El glande, oscuro parecía una pelota de golf.
“¿Te gusta? Chupa un poco.”
Al metérmelo en la boca, me tuve que arrimar de modo que mis pechos rozaban sus piernas. Al no ser muy largo, no me fue difícil llegar casi hasta el principio de aquella verga. Yo no tenía mucha experiencia en mamadas, pero recordé a mi primer novio, Juan que cuando se la chupaba me daba arcadas de lo larga que la tenía, cuando quería que la comiera toda. Nunca pude. Aquello era más agradable. Agarrándome del pelo hizo que me levantara. Me volvió a mirar y resopló.
“Eres perfecta. ¿Cuantos años tienes?”"21″-mentía, sólo tenía 20, pero cumplía cuatro meses después. “Quítate eso”- dijo, señalando mis bragas.
Al desnudarme del todo, volvía pararme frente a Rubén.
“¡Qué matojo tienes!”Todavía no me había puesto en bikini, y no salía con nadie, así que había descuidado la depilación íntima y el vello rizado, negro cubría mi monte de Venus. Me cogió de la mano y me llevó a la cama. Era enorme, una king-size. Se tumbó y me dijo:
“Móntate y sácame toda la leche, ahora cuando me ponga el preservativo”
De la mesilla sacó un condón en el que enfundó su miembro endurecido.
“Déjame ver como estás”
Llevó sus dedos a mi sexo, y sin miramientos lo introdujo en mi vagina.
“Estás un poco seca. Tócate para calentarte un poco más.”
Comencé a tocarme el sexo, estaba asustada, pero algo cambió en mi. No supe si fue el lujo, el poder que emanaba de aquel hombre y que él estuviera tan excitado por mi cuerpo, el darme cuenta que yo era una belleza que despertaba aquellos deseos libidinosos, el hecho cierto es que de pronto estaba caliente, con unas ganas locas de follar.
“Ven”- no llegó a meter el dedo, estaba mojada. “Móntate que quiero ver como coges.”
Me puse de pie sobre él, la cama era dura y me podía mantener y fui bajando despacio, me arrodillé y dejé que el mástil chileno me fuera penetrando. Me llenó por completo, me quedé empotrada en el hombre.
“Qué buena estás. Ahora sube y baja despacio, ya te diré lo que debes hacer”
Le obedecí, nunca había tenido una polla tan gorda dentro de mí. Me movía con cuidado, mi lubricación cada vez mayor hacía que la primera impresión de estar empalada se fuera cambiando en un placer que iba en incremento.
“Déjala casi fuera, y ahí muévete adelante y atrás. Acaríciate los pechos”
Al hacerlo aumentó el placer, ahora sé que estaba jugando con la parte más erótica de mi vagina, algo que entonces desconocía. Estaba no sólo mojada, rezumaba líquido. Y me iba yendo hacía la estratosfera. Tanto, tanto que gemía como una gatita en celo, pero que pronto el gemido se transformó en chillidos y con un, Aaaahhhh, me fui, cayendo contra el vientre del hombre.
Su risa fue el primer sonido tras mi orgasmo.
“Eres una joya. Te gusta el sexo, rara vez se corre la mujer en un polvo pago”"Me ha gustado, para mi cuando lo hago, lo hago. Y piensa que nunca lo había hecho cobrando. Es mi primera vez. Era virgen en esto”
Seguía empalada en su grueso miembro. Rubén todavía no se había corrido.
“Ahora ¿qué hago?”"Ahora me toca a mí. Así que cabalga rápido, obedece a lo que te diga y si quieres volver al cielo, tócate el clítoris”
Empecé a subir y bajar con un ritmo más rápido, y de nuevo me fui calentando. Sin darme cuenta mi mano descendió al monte de venus para masturbarme a la vez que hacía el amor. Duró apenas unos pocos minutos, cuando poniendo las manos en mi cintura se salió de mí y se quitó el preservativo. Yo estaba fuera de mí, le agarré la verga e intenté masturbarle, mientras llevaba los labios hacia ella para chuparla. No me dio tiempo un chorro de semen me dio en la cara, y mi otra mano que seguía en mi sexo me llevó otra vez al éxtasis.
“Te has ganado el extra, anda quédate a mi lado un rato antes de ir a lavarte.” “Si no te importa, lo hago al revés”
Así que me levanté, me lavé la cara y de un salto me acurruqué en sus brazos. Era algo extraño, estaba cómoda y contenta. Hablamos largo y tendido, se me confesó lector asiduo de Neruda, me recitó algunos de sus poemas de amor. Nunca había pensado que ejercer de puta era tan agradable.
“Maribel, te voy a hacer una propuesta para mañana. Yo he venido a cerrar un negocio en Madrid. Y tengo una reunión temprano, después iremos a almorzar y a los toros, y a cenar. ¿Por qué no te vienes conmigo? Como si fueras mi novia, si me dices que no, seguro que el español me busca una chica que no me va a gustar como tú. Lo puedes pasar muy bien, y además te daría entre 300 y 600 euros, en función de las horas y del éxito de la operación”
Me brillaron los ojos, sé que debía hacerme de rogar, pero mi contestación fue rápida.
“¿Cómo debo ir vestida?”Estaba segura de poderme tomar el día libre al estar mi jefe fuera, y además volando de un sitio a otro por América.
“Prefiero que estés elegante, sin ir provocativa. Eso sí no te depiles ese coñito. Seguro que quieres ir a casa.”
Mientras me vestía, me dio 400 €. Cuando iba para casa estaba feliz.
Estaba sentada en una terraza en Castellana, en el Espejo. Eran las ocho de la tarde y no podía volver a casa todavía. Mi compañera de piso, Cecilia estaba follando con su amante y me había pedido que no llegara hasta la hora de la cena. Así que a la salida del trabajo, había pensado ir al cine, pero mi jefe, desde Buenos Aires, me había entretenido con unas llamadas y se me hizo tarde.
No sé por qué me había apetecido un gin- tonic, mientras leía una novela de Isabel Allende. Noté que me miraban intensamente, no separaban los ojos de mí. Es esa sensación de notarse espiada. Giré la cabeza para descubrir al mirón. Era un hombre de unos cuarenta años, con un traje blanco de lino, y camisa azul. No estaba muy bueno, pero era interesante. Al ver que miraba, me sonrió. Y ni corto ni perezoso, se levantó para venir a mi mesa.
“Señorita, permite que me siente con usted, y la invite a lo que está tomando. “- tenía un acento sudamericano que yo no sabía de que país era.
No me dio tiempo a responder, pues se sentó en la mesa. Pensé en que un poco de conversación no me vendría mal y mucho mejor que no tener que pagar la consumición. El sueldo de secretaria no es muy alto.
“Me llamó Rubén y ¿Usted?” “María Isabel, pero me llaman Maribel”
Me contó que era chileno, que estaba en España de viaje de negocios, que acababa de llegar y no conocía a nadie. Le hizo gracia que estuviera leyendo un libro de una compatriota suya. Su conversación era amena, y yo le hablé de mi vida de chica de pueblo que había venido a estudiar y trabajar en Madrid.
Yo llevaba dos gin- tonics, él dos whiskies con soda. Fue entonces cuando me hizo la propuesta:
“¿Te quieres acostar conmigo? Te pagaría 150 €. Una hora en mi hotel. Si lo paso bien, te daría 50 € más”
Así, directo, sin florituras, pensé en mandarle a la mierda, pero algo se encendió en mi cabeza. 1500 era mi sueldo, en una hora tendría una extraordinaria.
“¿En qué hotel estás alojado?”- si el hotel era bueno, por un lado tenía dinero y por otro más importante yo estaba segura.
“En el Villa Magna. Si quieres ahora mismo vamos, y te doy los cientocincuenta. Me tienes caliente desde que te he visto”
Hay decisiones que cambian la vida de una persona, aquella fue la mía.
“Vamos”- cuando pagó, nos levantamos, me cogí de su brazo y fuimos caminando hacia el hotel. Sin detenernos, subimos en el ascensor a su habitación. El hotel es lujoso, y aquella suite, una maravilla que yo no imaginaba. No sabía que hacer, aunque no era virgen, mi experiencia sexual tampoco era muy grande, así que me quedé de pie ante el hombre.
“Perdona, pero no lo he hecho nunca, ¿qué hago?”"Desnúdate, Maribel”- me pidió.
Me quité la chaqueta que llevaba y dándole la espalda le dije:” ¿Me puedes ayudar con la cremallera?” Yo llevaba un vestido, con mangas ¾, gris perla, de escote redondo, que me llegaba sólo un poco más alto de las rodillas. Era ropa de trabajo, de secretaria elegante, pero discreta. Bajó la cremallera que iba del cuello al final de la espalda, y acto seguido me desabrochó el sujetador. Me sujeté la ropa con las manos para que no cayera mientras me giraba. Le miré a los ojos mientras soltaba el vestido que quedó a mis pies. Estaba desnuda, solo con las braguitas de algodón blanco con un pequeño corazón rojo dibujado. Estaba parada ante Rubén. Me miraba lujurioso. Se quitó la chaqueta y se descalzó los mocasines.
“¡Que yegua! Eres un bombón para comérselo”
A mi lado había un espejo de cuerpo entero, y al verme comprendí lo que decía el chileno. El pelo negro ondulado me caía por los hombros. Mis pechos erguidos desafiaban la gravedad, la cintura estrecha, plana, la braguita y las piernas largas, bien torneadas que se veían aun más esbeltas por los tacones de mis zapatos.
“Ven “Me acerqué y me di cuenta que era más alta que él. “Quítame la ropa”
Le desabroché la camisa y rozándole le saqué las mangas, tirándola al suelo. Tenía el pecho cubierto de vello, y aunque un poco grueso, se le marcaban los músculos del estomago. Me dejó frente a él, y con los pulgares comenzó a acariciarme los pezones. Estos respondieron en unos segundos al estímulo y pusieron erectos. Mis pezones, cuando estoy excitada me delatan, son como fresitas duras y se marcan en la ropa que lleve.
Agachó la cabeza acercando su boca a mis tetas. Las lamió, y luego moviendo la cara horizontalmente recorrió el camino de un pezón al otro, unas veces lento y otras más rápido. Yo aproveché para soltarle el cinturón y desabrocharle la bragueta. El bulto de su verga empalmada sujetaba las prendas.
“Arrodíllate y bájame los pantalones”
Obedecí sus órdenes, quitándole también los calzoncillos. Su miembro era grueso, muy grueso, pero no era largo. Estaba erguido y fue el primer rabo que vi circunciso. El glande, oscuro parecía una pelota de golf.
“¿Te gusta? Chupa un poco.”
Al metérmelo en la boca, me tuve que arrimar de modo que mis pechos rozaban sus piernas. Al no ser muy largo, no me fue difícil llegar casi hasta el principio de aquella verga. Yo no tenía mucha experiencia en mamadas, pero recordé a mi primer novio, Juan que cuando se la chupaba me daba arcadas de lo larga que la tenía, cuando quería que la comiera toda. Nunca pude. Aquello era más agradable. Agarrándome del pelo hizo que me levantara. Me volvió a mirar y resopló.
“Eres perfecta. ¿Cuantos años tienes?”"21″-mentía, sólo tenía 20, pero cumplía cuatro meses después. “Quítate eso”- dijo, señalando mis bragas.
Al desnudarme del todo, volvía pararme frente a Rubén.
“¡Qué matojo tienes!”Todavía no me había puesto en bikini, y no salía con nadie, así que había descuidado la depilación íntima y el vello rizado, negro cubría mi monte de Venus. Me cogió de la mano y me llevó a la cama. Era enorme, una king-size. Se tumbó y me dijo:
“Móntate y sácame toda la leche, ahora cuando me ponga el preservativo”
De la mesilla sacó un condón en el que enfundó su miembro endurecido.
“Déjame ver como estás”
Llevó sus dedos a mi sexo, y sin miramientos lo introdujo en mi vagina.
“Estás un poco seca. Tócate para calentarte un poco más.”
Comencé a tocarme el sexo, estaba asustada, pero algo cambió en mi. No supe si fue el lujo, el poder que emanaba de aquel hombre y que él estuviera tan excitado por mi cuerpo, el darme cuenta que yo era una belleza que despertaba aquellos deseos libidinosos, el hecho cierto es que de pronto estaba caliente, con unas ganas locas de follar.
“Ven”- no llegó a meter el dedo, estaba mojada. “Móntate que quiero ver como coges.”
Me puse de pie sobre él, la cama era dura y me podía mantener y fui bajando despacio, me arrodillé y dejé que el mástil chileno me fuera penetrando. Me llenó por completo, me quedé empotrada en el hombre.
“Qué buena estás. Ahora sube y baja despacio, ya te diré lo que debes hacer”
Le obedecí, nunca había tenido una polla tan gorda dentro de mí. Me movía con cuidado, mi lubricación cada vez mayor hacía que la primera impresión de estar empalada se fuera cambiando en un placer que iba en incremento.
“Déjala casi fuera, y ahí muévete adelante y atrás. Acaríciate los pechos”
Al hacerlo aumentó el placer, ahora sé que estaba jugando con la parte más erótica de mi vagina, algo que entonces desconocía. Estaba no sólo mojada, rezumaba líquido. Y me iba yendo hacía la estratosfera. Tanto, tanto que gemía como una gatita en celo, pero que pronto el gemido se transformó en chillidos y con un, Aaaahhhh, me fui, cayendo contra el vientre del hombre.
Su risa fue el primer sonido tras mi orgasmo.
“Eres una joya. Te gusta el sexo, rara vez se corre la mujer en un polvo pago”"Me ha gustado, para mi cuando lo hago, lo hago. Y piensa que nunca lo había hecho cobrando. Es mi primera vez. Era virgen en esto”
Seguía empalada en su grueso miembro. Rubén todavía no se había corrido.
“Ahora ¿qué hago?”"Ahora me toca a mí. Así que cabalga rápido, obedece a lo que te diga y si quieres volver al cielo, tócate el clítoris”
Empecé a subir y bajar con un ritmo más rápido, y de nuevo me fui calentando. Sin darme cuenta mi mano descendió al monte de venus para masturbarme a la vez que hacía el amor. Duró apenas unos pocos minutos, cuando poniendo las manos en mi cintura se salió de mí y se quitó el preservativo. Yo estaba fuera de mí, le agarré la verga e intenté masturbarle, mientras llevaba los labios hacia ella para chuparla. No me dio tiempo un chorro de semen me dio en la cara, y mi otra mano que seguía en mi sexo me llevó otra vez al éxtasis.
“Te has ganado el extra, anda quédate a mi lado un rato antes de ir a lavarte.” “Si no te importa, lo hago al revés”
Así que me levanté, me lavé la cara y de un salto me acurruqué en sus brazos. Era algo extraño, estaba cómoda y contenta. Hablamos largo y tendido, se me confesó lector asiduo de Neruda, me recitó algunos de sus poemas de amor. Nunca había pensado que ejercer de puta era tan agradable.
“Maribel, te voy a hacer una propuesta para mañana. Yo he venido a cerrar un negocio en Madrid. Y tengo una reunión temprano, después iremos a almorzar y a los toros, y a cenar. ¿Por qué no te vienes conmigo? Como si fueras mi novia, si me dices que no, seguro que el español me busca una chica que no me va a gustar como tú. Lo puedes pasar muy bien, y además te daría entre 300 y 600 euros, en función de las horas y del éxito de la operación”
Me brillaron los ojos, sé que debía hacerme de rogar, pero mi contestación fue rápida.
“¿Cómo debo ir vestida?”Estaba segura de poderme tomar el día libre al estar mi jefe fuera, y además volando de un sitio a otro por América.
“Prefiero que estés elegante, sin ir provocativa. Eso sí no te depiles ese coñito. Seguro que quieres ir a casa.”
Mientras me vestía, me dio 400 €. Cuando iba para casa estaba feliz.
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