EN LA QUERIDA BIBLIOTECA
Hace bastante que frecuento P! y por primera vez me animo a escribir un relato… Después de leer muchos acá va mi primero…
No se si es relevante describirme como soy, además me resulta un tanto complicado. Solo diré que tengo 27 años y según dice mi Nick esa es mi profesión… Esto me ocurrió en mi época de estudiante (tendría creo que 20 o 21 años). Para ser honesto las historias en la biblioteca que frecuentaba casi a diario no son muy interesantes, excepto esta, claro.
En el comienzo del día mi cabeza solo pensaba en la mierda de mañana que me esperaba en la biblioteca estudiando. Pero la época de exámenes y entrega de trabajos se acercaba y no quedaba otra alternativa.
Después de caminar lentamente las 8 cuadras que me separaban de la biblioteca llegué a destino.
La biblioteca es un edificio bastante antiguo con las refacciones típica de los tiempos que vivimos (no me destaco mucho en describir edificios, je.)
Como siempre me dirigí al primer piso. Me senté en el sitio de siempre, en la mesa de siempre. En ese horario, la biblioteca está casi vacía, es más durante la mañana casi no hay nadie.
Como de costumbre, en la mesa enfrente de mí estaba Mariana. Una atractiva mujer que me llamaba poderosamente la atención.
Debía rondar los 30 o 32 años, tenía el pelo largo y lacio, castaño oscuro que ese día lo llevaba suelto. Tenía también unos ojos verdes preciosos, los cuales hacía que su cara fuese angelical. Pero lo que más llamaba la atención de ella era su cuerpo. Era bastante alta, tenía unas piernas y una cola perfecta, y sus pechos eran del tamaño justo, ni muy grandes, ni muy pequeños. También me gustaba mucho su forma de vestir. Solía llevar faldas largas con botas y camisas lisas de distintos colores. Muy sobria en su forma de vestir. Pero más que su atractivo lo que más me gustaba era esa excitante situación de estar a un par de metros de ella y verla allí sentada, estudiando, y observar como se levantaba de vez en cuando y pasaba a escasos centímetros de mí dejándome embobado mientras la miraba. En mi interior sabía que nunca pasaría nada con ella porque es de esa clase de mujer que se ve formal y recatada. Además (pequeño detalle) está casada, como así lo indicaba su anillo
Al sentarme la saludé como siempre.
-Buenos días.- Le dije.
-Hola, buenos días.- Me respondió ella con una sonrisa en su cara.
-¿Me podrías ayudar un momentito?- Me preguntó.
Se ve que estaba esperando a que yo llegue para consultarme, ya que no me dio tiempo casi ni para sentarme.
-¿Qué duda tenés?- Le pregunté.
Ahí me contó la duda que tenía (no viene al caso contar de que se trataba). Me senté al lado, casi tocando pierna con pierna y comencé a leer su libro. El olor de su perfume era hermoso. Notaba su aliento fresco en mi cara. Mordía la birome de una forma muy sensual mientras leía al lado mío. La verdad es que me estaba excitando muchísimo aquella situación.
Cuando terminé, le expliqué lo que había entendido y le marqué los puntos más relevantes. No dejaba de mirarme mientras lo hacía pero su cara demostraba que no entendía nada.
-¿Entendés?- Le pregunté.
-La verdad es que no.- Dijo.- Dios…soy un desastre, perdona por hacerte perder el tiempo-. Me dijo con voz desesperada.
-No importa, puedo explicártelo las veces que sea necesario (típica frase docente, ja).No es muy complicado… Y retomé la explicación.
-Creo que esta bien. Voy a anotar algunas cosas que me dijiste.
Comenzó a escribir y ahora era yo quién la observaba. Tenía las piernas cruzadas, su cara pensativa era la de un ángel. Me dieron unas ganas bárbaras de besarla, de acariciarla.
Al cabo de unos minutos terminó con sus escritos.
-¡Bien! Por fin…-. Me dijo al tiempo que me daba un abrazo y ponía su cabeza sobre mi hombro en forma de agradecimiento.
-Muchísimas gracias, de verdad, gracias… Sos muy amable, no se cómo agradecerte. Me dijo en broma.
-Bueno, no suelo cobrar por estas cosas, pero si querés podés invitarme a tomar algo así nos vemos alguna vez en otro ámbito-. Le dije.
Ella se me quedó mirando un poco extrañada por lo que acababa de decir. Pero acto seguido me sonrió como si lo que le hubiese dicho fuese de broma.
-Si se entera mi marido que ando saliendo con jóvenes por ahí, me mata a mí y luego a vos. Además, ¿qué mejor lugar que una biblioteca?
-Así que tenés un marido celoso. Tranquila que yo no pensaba hacer nada más que charlar y conocernos más.
Ella se quedó un poco dura y se puso algo colorada. No se imaginaba que lo de la invitación se lo decía en serio. Así que intentó arreglarla.
-No es que mi marido sea celoso, la verdad es que por las tardes no tengo mucho tiempo para salir.
-Que mal! Me caés muy bien y me gustaría tener una relación un poco más íntima con vos, en el buen sentido de la palabra claro-. Le dije bromeando.
-Claro, vos también me caés muy bien. Me agrada que un chico como vos se interese tanto por mí y me ayude. Seguro que si le pido ayuda a otro no me da ni bolilla.
-No lo creo. Es difícil rechazar a una mujer tan linda y simpática como vos.
La estaba piropeando descaradamente para que se diera cuenta que me gustaba de verdad.
-Muchas gracias, pero sé que lo dices para quedar bien.
-Nooo!. De todas las mujeres de acá vos sos la más linda. El que yo sea más joven no quiere decir nada.
Por si no le había quedado claro que me quería encamar con ella. Ahí tenía la confirmación.
-Epa!, no sabía que te gustaba tanto. Vos también sos un chico muy lindo y simpático. Y te agradezco todas las cosas lindas que me decís.
-Si no estuvieras casada ya te hubiera encarado a la semana de conocerte. Le dije bromeando.
Ella forzó una sonrisa y se puso aún más colorada. Noté en mi pierna que su muslo temblaba. Se estaba poniendo nerviosa. Tenía que aprovechar esta oportunidad. Tenía que dar un paso más.
-Decime, si no estuvieras casada ¿me darías una oportunidad aunque fuese más joven que vos?
Su cara reflejaba cierta sorpresa por la pregunta, pero supo disimular y tomarla con naturalidad.
-No se qué decirte…
-Ya se que la pregunta es un poco indiscreta, pero es que me interesa lo que piensan las mujeres sobre mí. Ya sé que con vos no tengo posibilidades, así que por eso te lo pregunto de esta.
Después de mi aclaración pareció que se quedó más tranquila.
-No te preocupes, no me molesta. La verdad es que estás muy bien, si yo estuviera libre y tuviese unos años menos, seguramente te seguiría la corriente y me dejaría llevar.
-No digo si tuvieras unos años menos. Te digo ahora, a tu edad. Si ahora mismo no tuvieses ese anillo en tu dedo ¿Qué harías?
-Ami edad con un chico tan joven seguramente solo estaría dispuesta a algunos encuentros y nada más.
Después de esto su pierna temblaba más, y ella notaba que yo lo sabía. Se la veía algo sofocada.
-Así que algunos encuentros nomás. Bueno, si algún día te separás avísame-. Le dije sonriente.
-Ja ja, lo voy a tener en cuenta.
-O aunque no te separés, si quieres tener algo clandestino también estoy dispuesto, yo soy muy discreto-. Dije intentado estirar la broma un poco más.
Esto no le causó nada de gracia. Simplemente esbozó una sonrisa. Entonces cortó por lo sano.
- Bueno, ya no tengo más dudas, muchas gracias por todo. Luego seguimos hablando. Me dijo con una sonrisa.
Yo no quería dejarlo ahí. Me gustaba tenerla tan cerca de mí. Decidí dar otro paso aunque la termine de cagar.
-¿Te incomoda la conversación?, siento que soy sincero con vos. No tendría ningún inconveniente en ser tu amante. Sos una mujer preciosa.
Me incliné sobre ella y la besé. Por un segundo ella me correspondió. Pero después me separó y me empujó hacia atrás. Se levantó y se fue hacia las escaleras. Yo la seguí intentando frenarla para pedirle disculpas, pero ella bajó rápido y se metió en los baños de mujeres.
Me quedé parado sin saber qué hacer. Miré hacia un lado y vi a las bibliotecarias. Se las veía ocupadas y no se habían dado cuenta de nada. Así que sin pensarlo abrí la puerta y me metí.
El baño estaba vacío, salvo por ella que estaba inclinada sobre el lavatorio mojándose la cara. La verdad que la imagen era espectacular. Esa postal hizo que mi excitación creciera. Sin hacer ruido me acerqué a ella y la tomé de la cintura. Pegó un grito de susto al sentir mis manos y se dio vuela en un segundo.
-Perdoname Mariana. Me gustás muchísimo y sé que yo también te gusto a vos.
La acerqué a mí y volví a besarla. Esta vez el besó duró más, pero su reacción fue la misma.
-Pero qué te crees que sos pendejo. Estoy casada y vos sos un pendejo.
Sus palabras eran claras, pero el modo en que las decía no. Su voz dejaba entrever sus dudas y su nerviosismo por la situación. Así que continué intentándolo.
-No soy ningún pendejo. Me da igual que estés casada. Por mi parte no se va a enterar nadie.
Intenté besarla de nuevo, pero apartaba su cara. La tenía agarrada de la cintura, pero no intentaba separarse, solo me giraba la cara cuando quería besarla, así que opté por comenzar a besar su cuello.
-Te digo que pares por favor. Esto no está bien.
Ya no era tan tajante como antes. Se estaba comenzando a ablandar. Mi siguiente paso fue empezar a acariciar su espalda, sus brazos. Mis besos en su cuello eran prolongados.
-Para, para por favor-. Me decía.
Puse mis manos en sus muslos y fui subiendo poco a poco. Recorría cada centímetro de esa belleza, a medida que iba levantando su pollera. Con mi mano llegué a su entrepierna, la sentí caliente y algo mojada. Por encima de la hermosa tanta color vino tinto comencé a acariciarla con mayor intensidad.
-Dios, no. Que no se entere mi marido por favor-.
Ya estaba hecho. La tenía toda para mí. Paré de besar su cuello y volví a intentar besarla. Esta vez fue un beso escandaloso.
Tomé conciencia de la situación en la que nos encontrábamos, podíamos ser descubiertos en cualquier momento.
-Aca nos pueden ver. Puede entrar alguien en cualquier momento.- Le dije a Mariana.
-Es mejor meterse en un bañito, tienen seguro. Dijo ella.
En el baño había tres “bañitos” (me encantó como lo dijo), dos normales y otro adaptado para personas con discapacidad que es mucho más grande. Nos metimos en este y pusimos la traba.
Me acerqué a ella, le subí la pollera hasta la cintura, la senté en el inodoro, me arrodillé y comencé a sacarle lentamente la tanga. Le pasé las manos por la cintura, apreté su hermoso culito. Estaba entre sus piernas, acaricié sus hermosos muslos, suaves y lisos hasta llegar a su entrepierna. Ella comenzaba a gemir. Me acerqué y ya sentía su rico aroma, tenía el vello prolijamente depilado, solo con un tenue camino de de pelos en el centro. Comencé a recorrerla con mi lengua de punta a punta, subía y bajaba muy despacio. Introducía mi lengua lo más que podía y procuraba hacerlo cada vez con más intensidad. Alternaba estos movimientos con suaves mordiscos en su clítoris. Ella dio un salto soltando un grito placentero.
-Dios mío, que caliente me estás poniendo. Necesitaba esto desde hace ya mucho tiempo-. Me dijo con voz lujuriosa.
Continué así por un tiempo más y agregué mis dedos al juego. Ahora un dedo entraba y salía mientras mi lengua continuaba con su labor incansable. Ella gemía aún más. De su interior emanaba los jugos más ricos que exiten en la tierra. Comenzó a desabrocharse los botones de la camisa quedando ante mí su corpiño del mismo color que su tanga.
Ella se lo sacó de inmediato y por fin pude ver aquellos maravillosos pechos. Eran perfectos y tenían unos pezones rosáceos que llamaban a chuparlos. Toqué con suavidad uno de ellos pero ella me detuvo.
-Seguí ahí por favor-. Dijo. Mientras ella misma comenzó a tocarse las tetas. Las apretaba, jugaba con ellas, pellizcaba sus pezones.
-Mmm. No aguanto más. Cogeme, por favor, cogeme ya-. Me decía suplicante.
Entonces abandone mi trabajo, desabroché el pantalón liberando mi verga y antes de seguir la contemple de pie por unos segundos. Que imagen por favor. Todavía tengo esa pintura en mis retinas.
Apunté mi verga a su vagina y coloqué la punta en la entrada. Jugué un instante con la punta y comencé a penetrarla muy lentamente. Cuando entró la cabeza volví a detenerme otro poco. Ella quería que entrara toda y así lo hice. Otros segundos estuve quieto cuando la tenía toda adentro. Ahí empecé con el vaivén sin prisas. Su cara era de extremo placer. El ritmo de mis envestidas iba en aumento, mi verga entraba y salía una y otra vez.
-Ahh, ah, ah, sí, sí…así, no pares. Sí, sí, cogeme pendejo-. Me decía.
Continué con una penetración más rápida, ella comenzó a temblar y estalló es un existante aunque contenido orgasmo.
-Mmmmmm, que hijo de puta!-. Dijo. Mientras me acariciaba el rostro y me miraba extasiada.
Cuando noté que recuperaba sus fuerzas la levante del inodoro, la bese con glotonería, con mucha calentura y la di vuelta. Apoyó sus manos en el ya imprescindible inodoro y me puse atrás suyo.
Es imposible describir esa obra de arte, no lo podía creer. La tomé de la cintura y volví a apuntar mi verga hacia su concha. Esta vez no hubo muchos rodeos y se la metí de una y con fuerzas
La cogía con fuerzas, entraba y salía con rapidez. Se escuchaban nuestros cuerpos golpear. Sus gemidos hacían mis embestidas irrefrenables. Quería tocarla toda al mismo tiempo, su culo, sus tetas, su espalda. El baño olía a sexo.
- Dale, dale más… No pares hijo de puta-. Me decia
Su segundo orgasmos no tardó en llegar. Fue más intenso que el primero y no lo disimuló.
- Aaaaaahhhh, siiiiiiiiiiiiiii… Me volvés loca pendejo.
Tiraba su culo contra mí. Ante esto me encontraba por estallar y se lo hice saber.
- No doy más hija de puta! No doy más...
Entonces ella con cara golosa se separó de mí y se sentó en nuestro amigo el inodoro. Quedando mi verga delante de su cara. La agarró y se la metió en la boca de una.
No me esperaba que pase lo que estaba a punto de pasar. Se ve que le gustaba hacerlo. Su lengua se movía alrededor de mi verga como si tratara de un pico dulce. Al tiempo que me pajeaba con intensidad. Sentí un placer inmenso y sin avisarle le acabé de lleno en su boca. Ella succionó hasta la última gota de semen y luego se levantó y lo escupió. Volvió a mi verga para seguir chupándomela hasta dejarla brillosa.
En ese momento sentí que tocaba el cielo con las manos. Nos besamos apasionadamente y nos dijimos lo bien que la habíamos pasado.
Comenzamos a vestirnos. Mientras lo hacia no podía dejar de mirarla, la contemplaba, se acomodaba su ropa y su pelo.
-¿Estoy bien así?- Me preguntó.
- Hermosa.- Le dije
Cuando salimos del baño nos dirigimos de nuevo al piso de arriba. Ella comenzó a guardar sus cosas.
-¿Ya te vas?- Le pregunté.
-Sí, estoy toda transpiradar, voy a mi casa a darme una ducha. Aunque sea media mañana el día de estudio se terminó-. Me dijo.
-Bueno, si querés te acompaño - Le dije.
-Me encantaría.- Me dijo.
Y así fue… Nos fuimos juntos para su casa. 😉
SI LLEGARON HASTA ACA, ESTOY MÁS QUE AGRADECIDO.
Hace bastante que frecuento P! y por primera vez me animo a escribir un relato… Después de leer muchos acá va mi primero…
No se si es relevante describirme como soy, además me resulta un tanto complicado. Solo diré que tengo 27 años y según dice mi Nick esa es mi profesión… Esto me ocurrió en mi época de estudiante (tendría creo que 20 o 21 años). Para ser honesto las historias en la biblioteca que frecuentaba casi a diario no son muy interesantes, excepto esta, claro.
En el comienzo del día mi cabeza solo pensaba en la mierda de mañana que me esperaba en la biblioteca estudiando. Pero la época de exámenes y entrega de trabajos se acercaba y no quedaba otra alternativa.
Después de caminar lentamente las 8 cuadras que me separaban de la biblioteca llegué a destino.
La biblioteca es un edificio bastante antiguo con las refacciones típica de los tiempos que vivimos (no me destaco mucho en describir edificios, je.)
Como siempre me dirigí al primer piso. Me senté en el sitio de siempre, en la mesa de siempre. En ese horario, la biblioteca está casi vacía, es más durante la mañana casi no hay nadie.
Como de costumbre, en la mesa enfrente de mí estaba Mariana. Una atractiva mujer que me llamaba poderosamente la atención.
Debía rondar los 30 o 32 años, tenía el pelo largo y lacio, castaño oscuro que ese día lo llevaba suelto. Tenía también unos ojos verdes preciosos, los cuales hacía que su cara fuese angelical. Pero lo que más llamaba la atención de ella era su cuerpo. Era bastante alta, tenía unas piernas y una cola perfecta, y sus pechos eran del tamaño justo, ni muy grandes, ni muy pequeños. También me gustaba mucho su forma de vestir. Solía llevar faldas largas con botas y camisas lisas de distintos colores. Muy sobria en su forma de vestir. Pero más que su atractivo lo que más me gustaba era esa excitante situación de estar a un par de metros de ella y verla allí sentada, estudiando, y observar como se levantaba de vez en cuando y pasaba a escasos centímetros de mí dejándome embobado mientras la miraba. En mi interior sabía que nunca pasaría nada con ella porque es de esa clase de mujer que se ve formal y recatada. Además (pequeño detalle) está casada, como así lo indicaba su anillo
Al sentarme la saludé como siempre.
-Buenos días.- Le dije.
-Hola, buenos días.- Me respondió ella con una sonrisa en su cara.
-¿Me podrías ayudar un momentito?- Me preguntó.
Se ve que estaba esperando a que yo llegue para consultarme, ya que no me dio tiempo casi ni para sentarme.
-¿Qué duda tenés?- Le pregunté.
Ahí me contó la duda que tenía (no viene al caso contar de que se trataba). Me senté al lado, casi tocando pierna con pierna y comencé a leer su libro. El olor de su perfume era hermoso. Notaba su aliento fresco en mi cara. Mordía la birome de una forma muy sensual mientras leía al lado mío. La verdad es que me estaba excitando muchísimo aquella situación.
Cuando terminé, le expliqué lo que había entendido y le marqué los puntos más relevantes. No dejaba de mirarme mientras lo hacía pero su cara demostraba que no entendía nada.
-¿Entendés?- Le pregunté.
-La verdad es que no.- Dijo.- Dios…soy un desastre, perdona por hacerte perder el tiempo-. Me dijo con voz desesperada.
-No importa, puedo explicártelo las veces que sea necesario (típica frase docente, ja).No es muy complicado… Y retomé la explicación.
-Creo que esta bien. Voy a anotar algunas cosas que me dijiste.
Comenzó a escribir y ahora era yo quién la observaba. Tenía las piernas cruzadas, su cara pensativa era la de un ángel. Me dieron unas ganas bárbaras de besarla, de acariciarla.
Al cabo de unos minutos terminó con sus escritos.
-¡Bien! Por fin…-. Me dijo al tiempo que me daba un abrazo y ponía su cabeza sobre mi hombro en forma de agradecimiento.
-Muchísimas gracias, de verdad, gracias… Sos muy amable, no se cómo agradecerte. Me dijo en broma.
-Bueno, no suelo cobrar por estas cosas, pero si querés podés invitarme a tomar algo así nos vemos alguna vez en otro ámbito-. Le dije.
Ella se me quedó mirando un poco extrañada por lo que acababa de decir. Pero acto seguido me sonrió como si lo que le hubiese dicho fuese de broma.
-Si se entera mi marido que ando saliendo con jóvenes por ahí, me mata a mí y luego a vos. Además, ¿qué mejor lugar que una biblioteca?
-Así que tenés un marido celoso. Tranquila que yo no pensaba hacer nada más que charlar y conocernos más.
Ella se quedó un poco dura y se puso algo colorada. No se imaginaba que lo de la invitación se lo decía en serio. Así que intentó arreglarla.
-No es que mi marido sea celoso, la verdad es que por las tardes no tengo mucho tiempo para salir.
-Que mal! Me caés muy bien y me gustaría tener una relación un poco más íntima con vos, en el buen sentido de la palabra claro-. Le dije bromeando.
-Claro, vos también me caés muy bien. Me agrada que un chico como vos se interese tanto por mí y me ayude. Seguro que si le pido ayuda a otro no me da ni bolilla.
-No lo creo. Es difícil rechazar a una mujer tan linda y simpática como vos.
La estaba piropeando descaradamente para que se diera cuenta que me gustaba de verdad.
-Muchas gracias, pero sé que lo dices para quedar bien.
-Nooo!. De todas las mujeres de acá vos sos la más linda. El que yo sea más joven no quiere decir nada.
Por si no le había quedado claro que me quería encamar con ella. Ahí tenía la confirmación.
-Epa!, no sabía que te gustaba tanto. Vos también sos un chico muy lindo y simpático. Y te agradezco todas las cosas lindas que me decís.
-Si no estuvieras casada ya te hubiera encarado a la semana de conocerte. Le dije bromeando.
Ella forzó una sonrisa y se puso aún más colorada. Noté en mi pierna que su muslo temblaba. Se estaba poniendo nerviosa. Tenía que aprovechar esta oportunidad. Tenía que dar un paso más.
-Decime, si no estuvieras casada ¿me darías una oportunidad aunque fuese más joven que vos?
Su cara reflejaba cierta sorpresa por la pregunta, pero supo disimular y tomarla con naturalidad.
-No se qué decirte…
-Ya se que la pregunta es un poco indiscreta, pero es que me interesa lo que piensan las mujeres sobre mí. Ya sé que con vos no tengo posibilidades, así que por eso te lo pregunto de esta.
Después de mi aclaración pareció que se quedó más tranquila.
-No te preocupes, no me molesta. La verdad es que estás muy bien, si yo estuviera libre y tuviese unos años menos, seguramente te seguiría la corriente y me dejaría llevar.
-No digo si tuvieras unos años menos. Te digo ahora, a tu edad. Si ahora mismo no tuvieses ese anillo en tu dedo ¿Qué harías?
-Ami edad con un chico tan joven seguramente solo estaría dispuesta a algunos encuentros y nada más.
Después de esto su pierna temblaba más, y ella notaba que yo lo sabía. Se la veía algo sofocada.
-Así que algunos encuentros nomás. Bueno, si algún día te separás avísame-. Le dije sonriente.
-Ja ja, lo voy a tener en cuenta.
-O aunque no te separés, si quieres tener algo clandestino también estoy dispuesto, yo soy muy discreto-. Dije intentado estirar la broma un poco más.
Esto no le causó nada de gracia. Simplemente esbozó una sonrisa. Entonces cortó por lo sano.
- Bueno, ya no tengo más dudas, muchas gracias por todo. Luego seguimos hablando. Me dijo con una sonrisa.
Yo no quería dejarlo ahí. Me gustaba tenerla tan cerca de mí. Decidí dar otro paso aunque la termine de cagar.
-¿Te incomoda la conversación?, siento que soy sincero con vos. No tendría ningún inconveniente en ser tu amante. Sos una mujer preciosa.
Me incliné sobre ella y la besé. Por un segundo ella me correspondió. Pero después me separó y me empujó hacia atrás. Se levantó y se fue hacia las escaleras. Yo la seguí intentando frenarla para pedirle disculpas, pero ella bajó rápido y se metió en los baños de mujeres.
Me quedé parado sin saber qué hacer. Miré hacia un lado y vi a las bibliotecarias. Se las veía ocupadas y no se habían dado cuenta de nada. Así que sin pensarlo abrí la puerta y me metí.
El baño estaba vacío, salvo por ella que estaba inclinada sobre el lavatorio mojándose la cara. La verdad que la imagen era espectacular. Esa postal hizo que mi excitación creciera. Sin hacer ruido me acerqué a ella y la tomé de la cintura. Pegó un grito de susto al sentir mis manos y se dio vuela en un segundo.
-Perdoname Mariana. Me gustás muchísimo y sé que yo también te gusto a vos.
La acerqué a mí y volví a besarla. Esta vez el besó duró más, pero su reacción fue la misma.
-Pero qué te crees que sos pendejo. Estoy casada y vos sos un pendejo.
Sus palabras eran claras, pero el modo en que las decía no. Su voz dejaba entrever sus dudas y su nerviosismo por la situación. Así que continué intentándolo.
-No soy ningún pendejo. Me da igual que estés casada. Por mi parte no se va a enterar nadie.
Intenté besarla de nuevo, pero apartaba su cara. La tenía agarrada de la cintura, pero no intentaba separarse, solo me giraba la cara cuando quería besarla, así que opté por comenzar a besar su cuello.
-Te digo que pares por favor. Esto no está bien.
Ya no era tan tajante como antes. Se estaba comenzando a ablandar. Mi siguiente paso fue empezar a acariciar su espalda, sus brazos. Mis besos en su cuello eran prolongados.
-Para, para por favor-. Me decía.
Puse mis manos en sus muslos y fui subiendo poco a poco. Recorría cada centímetro de esa belleza, a medida que iba levantando su pollera. Con mi mano llegué a su entrepierna, la sentí caliente y algo mojada. Por encima de la hermosa tanta color vino tinto comencé a acariciarla con mayor intensidad.
-Dios, no. Que no se entere mi marido por favor-.
Ya estaba hecho. La tenía toda para mí. Paré de besar su cuello y volví a intentar besarla. Esta vez fue un beso escandaloso.
Tomé conciencia de la situación en la que nos encontrábamos, podíamos ser descubiertos en cualquier momento.
-Aca nos pueden ver. Puede entrar alguien en cualquier momento.- Le dije a Mariana.
-Es mejor meterse en un bañito, tienen seguro. Dijo ella.
En el baño había tres “bañitos” (me encantó como lo dijo), dos normales y otro adaptado para personas con discapacidad que es mucho más grande. Nos metimos en este y pusimos la traba.
Me acerqué a ella, le subí la pollera hasta la cintura, la senté en el inodoro, me arrodillé y comencé a sacarle lentamente la tanga. Le pasé las manos por la cintura, apreté su hermoso culito. Estaba entre sus piernas, acaricié sus hermosos muslos, suaves y lisos hasta llegar a su entrepierna. Ella comenzaba a gemir. Me acerqué y ya sentía su rico aroma, tenía el vello prolijamente depilado, solo con un tenue camino de de pelos en el centro. Comencé a recorrerla con mi lengua de punta a punta, subía y bajaba muy despacio. Introducía mi lengua lo más que podía y procuraba hacerlo cada vez con más intensidad. Alternaba estos movimientos con suaves mordiscos en su clítoris. Ella dio un salto soltando un grito placentero.
-Dios mío, que caliente me estás poniendo. Necesitaba esto desde hace ya mucho tiempo-. Me dijo con voz lujuriosa.
Continué así por un tiempo más y agregué mis dedos al juego. Ahora un dedo entraba y salía mientras mi lengua continuaba con su labor incansable. Ella gemía aún más. De su interior emanaba los jugos más ricos que exiten en la tierra. Comenzó a desabrocharse los botones de la camisa quedando ante mí su corpiño del mismo color que su tanga.
Ella se lo sacó de inmediato y por fin pude ver aquellos maravillosos pechos. Eran perfectos y tenían unos pezones rosáceos que llamaban a chuparlos. Toqué con suavidad uno de ellos pero ella me detuvo.
-Seguí ahí por favor-. Dijo. Mientras ella misma comenzó a tocarse las tetas. Las apretaba, jugaba con ellas, pellizcaba sus pezones.
-Mmm. No aguanto más. Cogeme, por favor, cogeme ya-. Me decía suplicante.
Entonces abandone mi trabajo, desabroché el pantalón liberando mi verga y antes de seguir la contemple de pie por unos segundos. Que imagen por favor. Todavía tengo esa pintura en mis retinas.
Apunté mi verga a su vagina y coloqué la punta en la entrada. Jugué un instante con la punta y comencé a penetrarla muy lentamente. Cuando entró la cabeza volví a detenerme otro poco. Ella quería que entrara toda y así lo hice. Otros segundos estuve quieto cuando la tenía toda adentro. Ahí empecé con el vaivén sin prisas. Su cara era de extremo placer. El ritmo de mis envestidas iba en aumento, mi verga entraba y salía una y otra vez.
-Ahh, ah, ah, sí, sí…así, no pares. Sí, sí, cogeme pendejo-. Me decía.
Continué con una penetración más rápida, ella comenzó a temblar y estalló es un existante aunque contenido orgasmo.
-Mmmmmm, que hijo de puta!-. Dijo. Mientras me acariciaba el rostro y me miraba extasiada.
Cuando noté que recuperaba sus fuerzas la levante del inodoro, la bese con glotonería, con mucha calentura y la di vuelta. Apoyó sus manos en el ya imprescindible inodoro y me puse atrás suyo.
Es imposible describir esa obra de arte, no lo podía creer. La tomé de la cintura y volví a apuntar mi verga hacia su concha. Esta vez no hubo muchos rodeos y se la metí de una y con fuerzas
La cogía con fuerzas, entraba y salía con rapidez. Se escuchaban nuestros cuerpos golpear. Sus gemidos hacían mis embestidas irrefrenables. Quería tocarla toda al mismo tiempo, su culo, sus tetas, su espalda. El baño olía a sexo.
- Dale, dale más… No pares hijo de puta-. Me decia
Su segundo orgasmos no tardó en llegar. Fue más intenso que el primero y no lo disimuló.
- Aaaaaahhhh, siiiiiiiiiiiiiii… Me volvés loca pendejo.
Tiraba su culo contra mí. Ante esto me encontraba por estallar y se lo hice saber.
- No doy más hija de puta! No doy más...
Entonces ella con cara golosa se separó de mí y se sentó en nuestro amigo el inodoro. Quedando mi verga delante de su cara. La agarró y se la metió en la boca de una.
No me esperaba que pase lo que estaba a punto de pasar. Se ve que le gustaba hacerlo. Su lengua se movía alrededor de mi verga como si tratara de un pico dulce. Al tiempo que me pajeaba con intensidad. Sentí un placer inmenso y sin avisarle le acabé de lleno en su boca. Ella succionó hasta la última gota de semen y luego se levantó y lo escupió. Volvió a mi verga para seguir chupándomela hasta dejarla brillosa.
En ese momento sentí que tocaba el cielo con las manos. Nos besamos apasionadamente y nos dijimos lo bien que la habíamos pasado.
Comenzamos a vestirnos. Mientras lo hacia no podía dejar de mirarla, la contemplaba, se acomodaba su ropa y su pelo.
-¿Estoy bien así?- Me preguntó.
- Hermosa.- Le dije
Cuando salimos del baño nos dirigimos de nuevo al piso de arriba. Ella comenzó a guardar sus cosas.
-¿Ya te vas?- Le pregunté.
-Sí, estoy toda transpiradar, voy a mi casa a darme una ducha. Aunque sea media mañana el día de estudio se terminó-. Me dijo.
-Bueno, si querés te acompaño - Le dije.
-Me encantaría.- Me dijo.
Y así fue… Nos fuimos juntos para su casa. 😉
SI LLEGARON HASTA ACA, ESTOY MÁS QUE AGRADECIDO.
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