Vale la pena tomarse el tiempo de leerla toda..
Muy buen relato...
Muy buen relato...
Era una tarde de primavera, alrededor de las 3pm. El calor comenzaba a asomarse en aquella época del año, aunque tímido. Ya se veía por la calle a la gente caminar más suelta de ropa, camisas, polleras, etc. Yo vivía en un 4to piso de un departamento en Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires.
Este relato es absolutamente real, salvo los nombres y algún detalle relacionado con lugares y fechas, para proteger mi privacidad. Les voy a contar una de las historias más reservadas de mi vida, pero que aun hoy me produce tanto morbo que me decidí a volcarla en un relato erótico, incluso a riesgo de que alguien pueda leerlo y sentirse. Por aquellos días tenía 27 años, soy argentina, y para este relato me llamaré Sofía.
Soy de piel blanca, tengo el cabello negro, lacio, y muy extenso (llegando casi hasta mi cola), ojos marrones, mido 1.64m. Soy delgada, trato de mantenerme muy en forma a fuerza de gimnasio, y salgo a correr regularmente con un grupo de amigas, 2 veces por semana. Mis pechos son bastante grandes, dado que hace algunos años, tomé la decisión de operarme con el consentimiento de mi marido, y hacerme unos implantes, que afortunadamente quedaron muy bien, y sin complicaciones. Mi cola es grande también, firme, aunque proporcionada con mi cuerpo. En medidas ordinarias, sería algo como 105-63-95, lo que me da una figura muy llamativa, aunque nunca he sido provocativa con mi forma de vestirme, ni con mis actitudes. Suelo vestirme muy bien, aunque no llamativamente.
En el momento de este relato, llevaba 3 años de casada (aun lo estoy), y con mi esposo Carlos llevaba y llevo una relación muy especial, llena de afecto y compresión. El es contador, tiene una carrera profesional muy fructífera, toma su trabajo muy en serio, y siempre ha sido un esposo y amante excelente. Económicamente estamos muy bien, y sabemos administrarnos. En el sexo, aún hoy nos llevamos muy bien, nos entendemos, y si bien no somos liberales, se puede decir que tratamos de ser creativos. Yendo al grano, como para describirlo, me gusta experimentar, me gusta el sexo intenso, me gusta jugar con mis pechos, me gusta provocar en la cama, y demás cosas que quizá a otras mujeres les resulta “extraño”.
En aquella tarde, estaba nerviosa, sentada en una banqueta de un pequeño bar en el living de nuestro departamento. Realmente no sabía bien como había podido llegar hasta ese momento. Mis manos transpiraban un poco, y nerviosamente tomaba un trago del vaso de whiskey que tenia sobre la barra. Trataba fuertemente de no pensar, de no repasar lo que había pasado, de no buscarle explicaciones a lo que había sucedido, y lo que quizá estaba por suceder. Sin embargo, todo estaba preparado, dado que era algo que venía ideando sin quererlo, y había tomado los recaudos para que esto sucediera.
Mi marido Carlos estaba de viaje en la provincia de Santa Fe desde esa mañana, y no volvería a la capital hasta dentro de 3 días. Yo estaba producida, había estado en la peluquería por la mañana, el cabello suelto, aunque arreglado, mis uñas trabajadas, y un maquillaje muy tenue y sutil, apenas un poco de labial rosado (de los que no salen fácilmente), un poco de base, y algo de delineador. Llevaba aros, una cadenita dorada al cuello con una pequeña cruz, una pulsera del mismo color en el brazo derecho, y mi anillo de matrimonio en la mano izquierda. Tenía puesta una pollera mini azul, ajustada, que llegaba hasta un poco pasada mi cola, una camisa blanca con mangas 3/4 y pequeños apliques de encaje con un par de botones sueltos, y un conjunto de ropa interior blanco, muy sugestivo y que delineaba mis curvas muy bien. Para completar, unas sandalias blancas (aunque sin brillo) relativamente altas.
El departamento estaba arreglado, limpio, y con el típico perfume a rosas que suele haber en él, dado que soy fanática del aroma a rosas naturales, y tengo fragancias en varios lugares de la casa. Tenemos varios sillones blancos, y una decoración relativamente moderna. En el living se escuchaba música suave que puse con un CD, y en el resto del departamento, mucho silencio y tranquilidad. No había chicos. Llevábamos prácticamente los 3 años de matrimonio buscando hijos, sin lograrlo. Mi marido padece de un desorden reproductivo, que hace que la tarea de dejarme embarazada sea realmente difícil, aunque venimos intentándolo constantemente. Y sin querer asumirlo en ese momento, ese fue el motivo por el cual había hecho todo lo que había hecho hasta ese momento. Si bien mi matrimonio era excelente, yo no podía soportar más la ausencia de hijos, y de la posibilidad de ser madre. Sentía que si no tomaba una determinación, moriría de angustia, o arruinaría mi vida de casada.
Eran las 3:10pm, y suena el portero eléctrico. Por la cámara del aparato veo a Ezequiel, a su amigo Jaime. Los atiendo, y con vos nerviosa les digo que pueden subir al 4to piso. Ezequiel es un viejo compañero de facultad, con el cual tenía una relación de amigos (bastante normal hasta ese momento), y que conozco desde que tenía 17 años. Jaime, en cambio, es un viejo amigo suyo, aunque conmigo apenas nos hemos cruzado un par de veces en cumpleaños o reuniones sociales.
En el intervalo de tiempo en el que ambos hombres subían el ascensor, por mi cabeza pasaron las ráfagas de recuerdos. Hacia 4 semanas que con Ezequiel comenzamos a chatear por las tardes, antes que mi marido llegara del trabajo. Las charlas por Internet se hicieron rutina, y llegamos a armar una muy buena relación, incluso algunas veces hablando por teléfono por varias horas. Casi inadvertidamente, con el transcurrir de las charlas, comenzamos hablar de sexo. Lo que comenzó como una charla desinteresada, fue incrementando el nivel de osadía, y hablamos de cosas más calientes, de qué cosas nos gusta más, de nuestras relaciones actuales y pasadas. Un día, casi como un juego, comenzamos a tener “cyber sexo”. Él jugaba con que ambos lo necesitábamos, porque él hacia algunas semanas que no tenía relaciones, y que yo podía aprovechar para descargarme. Más allá del chiste, la verdad es que comencé a calentarme muchísimo con esas conversaciones por chat. Pasaron varias tardes en donde ambos acabábamos contándonos historias, o fantaseando con una escena caliente entre ambos.
El perfil que trataba de demostrarle era el de una mujer que sabía lo que quería, y daba a entender que yo ya le había metido los cuernos a mi esposo. En ese juego peligroso, estaba tomando una iniciativa que sabia como iba a terminar. De las charlas y sexo virtual, comenzamos a las conversaciones telefónicas calientes. Hasta que una tarde me dijo:
- Cuando te vas a animar?. Cuando vas a decir “veni Eze, que quiero que me cojas acá mismo”.
- Cuando vos te decidas – le dije.
- Mmmm, mañana mismo!, jajaja… te puedo llegar a coger por horas, con lo caliente que me tenés.
- Pero, para por fin hacerlo, me tendrían que coger de a dos.
- No hay problema, yo consigo un amigo – me dijo.
Todo sonaba a chiste, y él lo tomaba de esa forma. Hasta que comencé a insistir, a provocarlo, y a hacerle entender que realmente quería que viniera con un amigo suyo a cogerme entre dos. Yo realmente no sabía adónde me estaba metiendo, simplemente seguía el juego, me gustaba provocarlo, y escuchar cómo reaccionaba.
- Sofi, de verdad me estás diciendo todo esto?, es en serio?
- Si Eze, es muy en serio, quiero cumplir esta fantasía, y este es el momento.
El muchacho se quedó mudo. Cuando reacciono, comenzamos a hablar sobre quien sería el otro afortunado, y terminamos “eligiendo” a Jaime. Un hombre muy apuesto que yo apenas conocía, como dije antes, casi de nuestra misma edad.
Y ahí estaba yo. Escuché el timbre, y abrí la puerta. Ambos hombres entraron, y los saludé a ambos con un beso en la mejilla. Eze es un poco más alto que yo, y Jaime es bastante más alto que ambos. Corpulentos, con el típico pecho de quienes hacen pesas. Estaban muy bien vestidos, ambos con camisa un poco desabrochada (cada uno con su color), pantalón de vestir y zapatos.
Estábamos los 3 bastante tímidos, los invité a sentarse en las banquetas del bar, justo hay 3 de ellas, yo al medio de ambos. Tenía preparados los vasos, y les serví una medida de whiskey.
Jaime se veía mas inquieto, como mas desinhibido y a la espera. Aún un poco tímidos, hablamos del clima, y otros temas de conversación para el relleno. Hasta que Eze me dice:
- Sofi, estás segura de esto?
Sin decir nada, me baje de la banqueta, me acerqué a él y le di un beso en la boca, con apenas un poco de lengua. Fue la señal que desató el huracán. Jaime se levantó, y se me pegó al cuerpo desde atrás, apoyando su paquete en mi culo, sobre la ropa, mientras seguía besándome con Ezequiel. Ambos chicos comenzaron a recorrer mi cuerpo con las manos, yo no podía creer lo que estaba haciendo, pero a la vez, mis mejillas explotaban de calor, y por dentro tenia fuego que me quemaba el cuerpo.
Las manos de Jaime se apoderaron de mis tetas, por sobre la blusa, mientras sentía que su pija crecía rápidamente debajo de su pantalón. Me besaba el cuello, mientras mis manos acariciaban el pecho de Eze, y esporádicamente tocaba las manos de Jaime sosteniéndome las tetas.
Eze comenzó a desabrocharme los botones, y asistiéndolo, terminé sacándome la camisa, y tirándola al suelo. Siguió mi corpiño, también al suelo, y cuando mis tetas estaban libres, me volví a sentar en la banqueta, cuando ambos hombres saltaron sobre ellas, besándolas, y chupando mis pezones. Casi no tenia control de mi cuerpo, no sabía lo que hacía, y que me muerdan los pezones es algo que liberalmente me vuelve loca. Mis dos manos fueron a parar a ambos penes por sobre los pantalones. Ellos entendieron el gesto, y ahí mismo nos quitamos los 3 la ropa.
Cuando vi a ambos chicos desnudos, con sus pijas duras en frente mío, me saltó el corazón. Fue un shock de miedo, morbo y placer. Jaime hizo que me sentara en la banqueta, se arrodilló, y comenzó a darme sexo oral. Me lamia la concha como desesperado. Sin ser bruto, movía su lengua fuertemente en mi clítoris, me separaba los labios de la concha con la lengua, y jugaba intensamente con ellos. Mientras tanto, Eze se me acercó, tomé su pija con mi mano, y nos besamos profundamente. Con la otra mano jugaba con los cabellos de Jaime.
Mis gemidos subían, y la humedad de mi concha aumentaba. Jaime no resistió mas, se incorporó, y su verga salto en frente de mis piernas abiertas. Me tomó entre los brazos, y me llevó al sillón. Me recosté sobre el mismo, con los pies en la alfombra, mientras observaba detenidamente la pija de Jaime. Era gorda, de unos 16cm, bastante curvada hacia arriba, y con el glande mucho más ancho que el tronco, y que ya brillaba con gotas de fluido pre seminal en la punta.
- En la caja de metal hay preservativos – Dije yo, apuntando a una caja de adorno en la mesa del living.
Jaime entendió el mensaje, se dio vuelta, abrió la caja, y descubrió una gran cantidad de preservativos que yo había dejado hacia unas horas. Tomó uno, y en menos de 10 segundos, su pija ya estaba enfundada. Hice un gesto para que Eze se acercara, dado que a todo esto parecía tímido en medio de tanto franeleo. Le dije que se arrodillara en el sillón, y comencé a chuparle la pija, primero con besos suaves, y luego más profundamente. De nuevo, no tenía control de mi cuerpo. Estaba chupando el pene de un hombre, y estaba a punto de ser penetrada por otro. Esto último no tardó en suceder. Jaime ya arrodillado entre mis piernas, encaminó su pene a la entrada de mi vagina, y con un movimiento fuerte pero preciso, logró penetrarme. Cerré los ojos, y solté un gemido fuerte, mientras seria con el pene de Eze en la boca.
En pocos segundos, Jaime se movía, sus manos estaban apoyadas en mis tetas, y su verga estaba entrando y saliendo de mi concha sin ninguna resistencia. Era la primera vez que otro hombre me penetraba, luego de mi casamiento. Sentía como su enorme glande recorría mi cueva como si fuese una pelota en un bastón, y sus testículos golpeaban mi cola rítmicamente. La mamada que le estaba dando a Eze comenzaba a surtir efecto, ya que su pija estaba largando fluidos, y me tomaba la cabeza con ambas manos.
La cogida duró algo de 5 minutos, cuando abruptamente Jaime se abalanzó sobre mis tetas, mordiéndolas suavemente, y comenzó a gemir. Sentí como su pene se agrandaba dentro de mí y comenzó a acabar. Yo gemía junto a él, estaba realmente disfrutándolo. Cuando finalmente terminó, sacó la verga de dentro de mí, y se levantó. Pude ver la punta del preservativo completamente blanca, llena de leche. Jaime me acarició la concha con una mano, como agradeciéndome, incluso metiendo un par de dedos.
Rápidamente miré a los ojos de Eze, y él entendió que quería que siguiese. Sin embargo, traté de controlar un poco la situación. Dejé de mamarle la pija, me levanté y sonreí. Ambos hombres quedaron mirándome, como regocijándose de estar cogiéndose a una mujer casada, y disfrutándolo. Les dije que me acompañaran, y fui caminando hasta la habitación principal. Ambos me siguieron rápidamente. Al llegar al borde de la cama, me senté y continué la chupada de pija a Eze.
- Cogeme Eze – le dije.
- Ufff, si por favor. Dejame traer un forro.
- No, vos no necesitas preservativo. A vos te dejo cogerme sin nada, no te preocupes, me cuido.
El chico se quedó helado, noté como se le erizaron los pelos de las piernas, y su pene dio un salto cerca de mi cara. Le di una última chupada de pija, me levanté, y usando el borde de la sabana, sequé un poco de la humedad de mi vagina. Me subí a la cama, poniéndome en cuatro patas. Levanté el culo las que pude, arqueando mi espalda, y dejando que mis tetas rozaran las sabanas.
- Veni por atrás, cogeme la concha así en cuatro – le dije, como si fuese una verdadera puta.
El se subió a la cama, con su herramienta lista, y apoyó sus dos manos en mi cintura. Su pene era largo, como de 18cm aproximadamente, y bastante ancho, con la cabeza del mismo tamaña que el tronco. Era estéticamente mucho más llamativo que el de su amigo, recto, sin venas marcadas, con la piel perfecta, parecía salido de un film porno, era un incentivo visual para cualquier mujer. Apenas la cabeza del pene tocó mis labios vaginales, solté otro gemido fuerte, sentí como volví a mojarme. Sin tocar el pene con las manos, hizo un poco de presión, hasta que la cabeza del pene, que no estaba mojada, rompió la resistencia de mis labios vaginales, también un poco secos por la sabana.
Cuando esa resistencia se rompió, la penetración fue instantánea. Más de la mitad del pene, sin preservativo, se perdió dentro de mi concha, en una fracción de segundo, lo cual era una prueba de que internamente, tenía la vagina inundada de jugos, y muy caliente.
En unos segundos más, la totalidad de ese gran pene ya estaba dentro mío, rodeándolo de calor y de humedad. Primero lento, y luego con fuerza, me penetró constantemente, durante más de 15 minutos, sin parar, sin cambiar de posición, fue una de las cogidas más intensas de mi vida. Jamás había estado con un hombre que pudiera coger durante tanto tiempo, sin frenar, sin cambiar de pose, y sin perder absolutamente nada de erección. Seguía siendo una piedra.
Mientras tanto, Jaime se sacó el forro, se limpio la verga con las sabanas, y acercándose a mi cara, hizo que se la chupara. La pija de Jaime recobró vida, y comencé a darle una fuerte mamada, logrando una garganta profunda intensa. Dado que Jaime era el más activo, sentí la necesidad de provocarlo, y me esmeré en darle una intensa chupada. Mientras Eze seguía cogiéndome como un poseído, Jaime no soportó más, y comenzó a eyacular en mi boca. Hábilmente dejé la cabeza del pene sobre la lengua, apenas cerca de la garganta. Sin ejercer fuerza, el muchacho dijo “arrjjj no aguanto, voy a acabar!”, y comenzó la explosión de leche. Los 2 primeros chorros fueron enormes, y fuertes, pese a que era su segunda acabada en menos de 20 minutos. Ambos chorros fueron directo a mi garganta, que tuve que tragar rápidamente. La acabada fue rápida y constante, mi intensión era dejar caer un poco por la lengua, pero notablemente la mayoría de los chorros fueron profundos, y no tuve opción que tragar ese semen caliente y espeso. El chico gemía mientras le lamia fuertemente la cabeza, y un poco de semen terminó por salirse por la comisura de mis labios.
Continúe lamiéndole el pene, pasándole la lengua por la cabeza mientras apretaba el tronco, logrando que alguna última gota de semen saliera por la cabeza, y lamiéndola como si se tratara de crema en un pastel. El hombre aun gemía, temblaba, y me acariciaba la cabeza con una mano y una de sus tetas con la otra.
Mientras tanto, Eze en mi concha, luego del espectáculo, al fin decidió tomar una determinación. Retiró su pene, que seguía duro como en el primer segundo de sexo, e hizo que me acostara sobre mis espaldas, boca arriba. El bajó de la cama, que al ser tan alta, permitía una altura perfecta entre nosotros.
Todo sucedía muy rápido. Mi vagina empapada, y relativamente abierta por la intensa acción de ambos machos. Me levantó las piernas con ambas manos, y en una rápida movida, bajó de rodillas, y pasó su lengua por mis labios vaginales… a lo que le respondí con un intenso gemido. Como respuesta del dialogo, el se detuvo un rato, y por un minuto estuvo dándome sexo oral, con pequeñas mordidas de clítoris, y jugando con la lengua.
Pero como estaba concentrado en otra cosa, se volvió a levantar, y sin soltarme ambas piernas, su pene erecto volvió a penetrarme, en un abrir y cerrar de ojos. Las estocadas ahora eran fuertes, el pene salía casi por completo y volvía a entrar, produciendo ruidos húmedos de gran volumen. El movimiento hacia que mis tetas (redondas y firmes, vistas desde arriba) entraran en un vaivén, que era atenuado por sus manos, y las mías.
Jaime sentado en el respaldar de la cama, con el pene en la mano (que increíblemente estaba retomando algo de erección), miraba como su amigo me cogia, y dijo: “que hermosa concha tiene, no Eze?”.
Eze comenzó a temblar, aun no había acabado, llevaba casi una hora de erección, y yo sabía que sería un momento intenso. Cerró los ojos, apretó los dientes, y de nuevo como si se tratara de una película tiple-x, dejó el pene a mitad de camino en su concha. Cuando lo noté, no pude permitirlo. Quizá en ese día podría quedar finalmente embarazada. Eran mis días fértiles, no estaba tomando pastillas, y tenía adentro de la vagina a un hombre con una inmensa cantidad de semen a punto de explotar dentro de mí. Todo había sucedido rápido, pero increíblemente era lo que estaba buscando.
Le tomé las manos y la cintura, y presionándolo logré que me penetrara completamente, sin soltarlo. Eze comenzó a gemir y a gritar. Estaba eyaculando borbotones de semen, caliente, espeso, dentro de mi vagina, sin protección, y a una profundidad importante debido a la pose, y al tamaño de ese pene. No pude contarlos, pero fueron muchos chorros de semen, en los cuales los primeros fueron realmente grandes e intensos. Cerré los ojos, y me dejé llevar, solo sentía ese tronco enorme y duro dentro de mí y trataba de imaginar como esos chorros de semen me inundaban por dentro, y luchaban por lograr mi deseo.
Transpirados, pasaron 2 minutos más y él seguía con el pene dentro de mí, aun con algo de erección. Los nervios y la locura, habían hecho que yo aun no pudiese acabar. Sin embargo, estaba distendida, y trataba de pensar que quizá ese podría ser mi gran día. Eze me besó en la boca, y sacó su pene lentamente de mi cueva. Me toqué la vagina con una mano, estaba hirviendo, sensible, y empapada de mis jugos y algo de su leche. En ese momento pensé en Carlos, y en cuanto lo amo.
En lo que restaba de la tarde, ambos chicos me volvieron a coger muchas veces, en distintas poses, en distintos lugares de la casa (en la mesada de la cocina, el comedor sobre la mesa, en los sillones, etc). Tuve 3 orgasmos enormes, y logré que Ezequiel me volviera a llenar de semen la vagina otras 2 veces más. Comimos algo los 3, nos duchamos juntos (en donde me penetraron ambos por última vez), y abandonaron mi casa alrededor de las 10pm.
Desde ese día, no permití que nos volviéramos a comunicar conmigo, ni Eze, ni Jaime. A los 20 días de esa tarde, ya con un atraso menstrual de algunos días, me enteré con un test casero de que al fin estaba embarazada. Hoy tengo 31 años, sigo casada con Carlos, y nuestro pequeño hijo tiene 4 años.
Por supuesto, ni Carlos sabe nada de mi verdad, ni siquiera Eze sabe que mi hijo es suyo. Solo ustedes lo saben ahora. Este es mi pequeño gran secreto.
Autora del Relato: mllia
http://relatos.marqueze.net/finalmente-embarazada-por-otro/
6 comentarios - Finalmente embarazada… por otro