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Mi suegra tímida o valiente…

Relatos eróticos Marqueze. El Sexo que te gusta leer.


Mi suegra es una mujer gordita de curvas voluptuosas y pechos generosos. Siempre vestida modosita, clásica, yo diría que hasta un punto hortera, pero que le da un aire que despierta en mi las más bajas pasiones. Me sugiere que a esta mujer no le han echado un buen polvo en la vida, y sinceramente, no me importaría ser quien la hiciera traspasar el umbral que conduce a la lujuria y el desenfreno.

Cuando la veo con esas horribles batas y zapatillas caseras, no tengo pensamientos nada más que para ella. Durante las cenas familiares me quedo absorto pensando como tendrá esas tetazas, lo que podría yo hacer con su trasero y cual será el sabor de su sexo y el sonido de sus jadeos. Verdaderamente, me tiene muy obsesionado.

En una ocasión en que le hice una visita para hacerle una chapucilla en la cocina, la conversación se tornó interesante cuando ponía en duda que su fregadero estuviese definitivamente arreglado, ya que no era la primera vez que volvía para vérselo porque volvía a gotear y gotear. Allí estaba ella, en pie en la cocina, con esa bata nuevecita que apenas podía cerrársele ya que sus grandes senos presionaban con una fuerza contraria a la que ejercía el cinturón. Estaba enfadada, no se si porque era consciente de que siempre estoy pendiente de su trasero y tetazas, o por el contrario, porque no ve el modo de arreglar la gotera:

Carmen: “A ver si de una vez atinas con la avería porque ya estoy harta de que me gotee”

Yo: (risa) “Se referirá usted al fregadero, ¿no es así?”

Carmen: “Vaya, claro que me refiero al fregadero, ¿a que me voy a referir si no?”

Yo: “Yo solo digo que esta es la última vez que el fregadero le va a gotear, al menos en lo que al fregadero se refiere” (dije pícaramente).

Carmen:” Pues no se yo, no se yo si ya serás capaz de evitar que siga goteando el fregadero, la fregadera o lo que sea”

Yo:”Soy hombre de palabra, y si le digo que el fregadero ya va a dejar de gotear, es que va a dejar de gotear”, “el fregadero o lo que sea, como dice usted” (rio jocosamente).

Carmen:”Que ganas de cachondeo, y yo no me rio. Si vuelve a gotear el fregadero te prometo que llamo a un fontanero de verdad”

Yo:”Y yo le prometo que eso no va a pasar, ¿que se apuesta usted a que ya no me tiene que volver a llamar para esto en concreto?. Le desafié, “quizás me llame para otras cosas pero para esto le aseguro que no va a ser”.

Carmen:”Pues te recojo el guante nene, apostado queda lo que quieras, que me estoy hartando del fregadero y de quien arregla el fregadero”.

Yo:”Le cojo la palabra, me ha dicho que me apueste lo que quiera y eso haré. Si en el plazo de quince días esto no ha goteado nada, seré yo quien se cobre la apuesta, y si es al revés me podrá pedir usted lo que desee. Eso sí, las apuestas son las apuestas, y cuando me refiero a lo que sea, es lo que sea. ¿Me ha entendido bien?”

Ella quedó un rato perpleja ante mis desafiantes palabras. Pareció intuir que tras ellas se escondía la posibilidad de hacer realidad las sensaciones que tenía en su cabeza, y eran que a mi me ponía, que me gustaba verle las tetas, pero tan segura estaba de que la reparación no llegaría a buen puerto, que tras un leve titubeo, decidió aceptar la apuesta con ira y con todas sus consecuencias, creyéndose vencedora de nuestra secreta batalla”

Carmen: “De acuerdo. En quince días te digo algo”

Yo: “Se lo vuelvo a recordar, las apuestas son las apuestas y no vale ni poner límites ni echarse atrás. Ese fregador no goteará, se lo aseguro”

Tras marcharme de la casa, las piernas me temblaban. Algo me decía que iba a pasar algo grande pronto.

A los quince días, mi mujer me dijo:” Por cierto, me ha dicho mi madre que el fregador está perfecto, que no ha caído ni una gota de agua, que te mereces un regalo, y yo le he dicho que te compre lo que quiera, que te lo has merecido”.

Al día siguiente, fui a su casa decidido a hablar con ella y ver hasta donde sería capaz de llegar con lo que acordamos de boquilla. Esperaba que las palabras no se las hubiera llevado el viento.

Carmen:”Ah, eres tú. Pasa, pasa” (dijo con voz preocupada).

Yo: “Ya me ha dicho su hija que todo va viento en popa con su fregadero, que quedó usted contenta. Le recuerdo que hicimos una apuesta al respecto. ¿La recuerda?”

Carmen: “Pues sí, la recuerdo”

Yo:”¿Y supongo que también recordará las condiciones de la apuesta?”

Carmen: “Sí”

Yo:”Le dije que podría pedirle a usted todo lo que desease. Y es lo que quiero hacer. Porque una apuesta es una apuesta. Usted me puso en duda y perdió”.

Carmen:”Ya, lo recuerdo” (dijo con voz temblorosa). ¿Y cual va a ser el pago de la deuda caballero?.

Yo: “Carmen (le dije). Quiero que te quites delante de mí esa bata” (le respondí muerto de los nervios y con voz entrecortada).

Mi suegra quedó paralizada con mi petición. Se puso roja como un tomate y pasaron unos segundos hasta que suspiró, tomó aire y me dijo: “Pues… una apuesta es una apuesta. Espérame aquí que tengo que ir al baño antes”.

Mi suegra empezó a caminar hacia el baño, algo aturdida, no se si de la excitación o de los nervios por haber realizado una apuesta tan arriesgada, pero el caso es que de sus palabras deduje que había aceptado mi pretensión. Solo era cuestión de esperar acontecimientos. Pero algo dentro de mí me sobresaltó… no pude evitar seguir andando tras ella y cuando entró en el baño, a los poquitos segundos entre yo a continuación”.

Carmen:”¿Donde vas loco?. Sal de aquí y espérame fuera.

Yo: “No. Estoy loco por tí, por verte esas tetazas. De aquí no me muevo por nada del mundo.

Ella quedo petrificada ante mí. Puse mis manos en su cintura y a continuación las dirigí hacia el nudo de su bata, deshaciéndolo y abriendo su bata frente a mí. Lo que ví me dejó verdaderamente petrificado. Al abrir su bata, observé que mi suegra no llevaba sostén, sus pechos botaron libres frente a mi, buscando su perfecta ubicación para lucirse de esa manera tan altanera. Unas tetas paradas, inmensas, que se movían al unísono antes cualquier leve movimiento que ella hiciera para evadir mis manos. y coronadas por una aureola rosa y hermosa.

Aún petrificada, no supo reaccionar cuando me abalancé sobre ella para besarla en la boca y amasar sus ubres en mis manos. Al rato, noté que posaba sus manos en mi espalda, sabiendo que estaba disfrutando de la apuesta en el mismo grado que yo lo hacía. Poseso por el morbo, levanté la tapa del inodoro y la senté allí, con bata abierta y esas bragas de color carne que lo guardaban todo en una urna.

Perdí la noción del tiempo saboreando, chupando y mordiendo esas tetazas. Los rosetones de las mordidas me excitaban, y la polla se me puso como un cirio pidiendo que la liberara de su prisión. Solté las tremendas bregas, que en el inodoro le llegaban por el ombligo, y me dirigí a su entrepierna, ladeando las braguitas como pude y empezando a chupar su coño con auténtico delirio. Me embarré la boca de sus flujos, mientras la veía deslizarse poco a poco y gemir como una loca. Si en ese momento alguien hubiera estado en la casa, sin duda alguna abría dicho que Carmen se masturbaba en el baño.

Saque la polla y apuntado a su coño, le dije:”Estoy loco por echarte un polvo, voy a estar dándote pollazos hasta mañana”. Tenía la cabeza ida y la polla embravecida, así que cuando Carmen me dijo “follame hijo puta”, no pude evitarlo, y de un solo pollazo enterré todo mi capullo en su coño.

El mete y saca era embravecido, yo creía correrme en cada embestida. A Carmen se le pusieron los pezones duros y empezó a sudar como si acabara de salir de la ducha. Se corrió un par de veces, yo seguía con la polla loca dándole porrazos en su coño, hasta que la locura me llevó más lejos y arranqué sus bragas entre pollazo y pollazo. Ella gritaba mucho. Creo que nunca había vivido semejante despendole, locura o como queramos llamarla, y la excitación la estaba llevando a un nivel donde la tenía a mi entera disposición.

Y así hice. Consciente de que estaba ida, le dije:

Yo: “Carmen, echaté para adelante, que te voy a dar por el culo”

Carmen:”¿Como?. Calla loco”

Yo:”Que te eches palante coño”

Carmen obedeció y con el simple movimiento de subirle algo más las piernas, quedó ante mí ese culazo digno de ser clavado. Sus tetazas, su chochazo y su esfinter estaban justo delante de mí como tantas veces había deseado en comidas familiares. La excitación me estaba matando, no sabía cuanto tiempo podría durar sin lanzar los chorros de esperma. Pensar las veces que había culeado a su hija, y que ahora iba a follarla por el culo a ella, era una sensación terriblemente excitante.

Puse la cabeza de la polla en la entrada de su agujerito, y no me andé con miramientos. De un solo pollazo metí medio nabo en su culo. Ella chillaba como una loca. No era consciente de las explicaciones que tendría que dar al día siguiente a los vecinos que oían salir chillidos de sexo de la casa de la cincuentona viuda. Seguí apretando sin miramientos y pronto tenía todo el nabo dentro de su culo. Ella se aferraba a mi cuello mientra yo empezaba una follada impresionante y salvaje, hasta el punto que quedó mi suegra y amante exhausta por su tercer orgasmo. El capullo atravesaba el culo como el cuchillo en la mantequilla, no ofrecía resistencia, estaba rendido a mis pies y a mi capricho.

Y allí estaba yo, comiendo tetas y dando fuertes pollazos en el culo de mi suegra, a la que ya le empezaban a fallar hasta las fuerzas para chillar. Mi suegra estaba cedida, reventada a follar y con el culo medio roto. La pequeña humedad que notaba mientras perforaba el trasero de la madre mi mujer, no era mas que un pequeño hilo de sangre, que no tuvo más remedio que ceder ante las acometidas que le estaba dando.

Carmen: “Para ya cabrón. Estoy reventada. No puedo más”

Yo:”Claro que paro cariño. Dejame, que en poquito tiempo te voy a llenar el culo de leche.”

Carmen”Para ya cabrón” (gimiendo)

Yo: “¿Sabes carño?. Anoche estuve follando por el culo a tu hija, y mira… hoy te he roto el culo a tí” “No sabes lo que me gusta follarme a la madre y a la hija”.

La polla se me puso dura como un garrote. Notaba que al aumentar las embestidas en el culazo de mi suegra, pronto echaría el mejor polvo de mi vida… y no pensaba desperdiciarlo. Así que agarré fuertemente las tetas como para no caerme y empecé un mete saca endiablado, donde solo los golpes de mi pubis en su culo, podrían alertar a todo el edificio. El ritmo era infernal, mi suegra yacía en silencio y yo mordía fuertemente sus tetas mientras mi leche empezaba a pedir paso hasta su trasero.

Carmen:”Ay, ay… estoy destrozada. Correté ya cabrón. Me estás matando” (dijo en voz muy tenue).

Yo: “Ya me corro ya… aaaaaaahhhhhhhh”

Perdí la noción del tiempo, no se cuando estuve eyaculando en su culo. Quedé muerto con la polla dentro de tu trasero. Cuando me retiré para sacarla, la leche empezó a gotear hasta el suelo en abundancia. La postura en la que la dejé, apenas le permitía mover las piernas y así pude contemplar por última vez ese día, ese cuerpo serrano que había destrozado a polvos.

Me costó ponerla en pie. La leche le seguía goteando del culo, y con voz muy cansada me dijo: “Voy a la habitación un momento”. Cuando la ví caminar nuevamente hacia la habitación, no pude más que mirarla y mirarla. Menudo polvo tenía, y no lo pensaba desperdiciar. Así que aún no había llegado al salón, cuando la llamé:”Carmen,… espera”. Giró su cabeza, mi miró y le dije:”Ven al sofá”.

En el sofá, ella sabedora de mis intenciones, clavó sus rodillas, apalancó sus codos sobre el respaldo, y a cuatro patas quedó ante mí nuevamente. Ni corto ni perezoso, me puse tras ella y volví a darle por el culo. Llamaron al timbre, pero no se me ocurrió abrirle la puerta a la que seguramente sería mi mujer, hasta haberle follado bien el culo. Pero eso es otra historia.

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