1
Soy puta, de eso no hay duda, y como dicen por ahí: "y mi coño lo disfruta". A qué negarlo, nunca me gustó mucho estudiar, llegué a la universidad y necesitaba dinero, pues con la asignación que me daban mis padres no me llegaba para mis juergas, así que me introduje en este mundillo a través de una amiga que ya lo practicaba.
Como en todo, los inicios fueron duros, pero no me puedo quejar, comencé haciéndolo con viejos, empresarios con unos cochazos impresionantes, pero viejos al fin y al cabo, gordos, peludos y feos. Aunque luego llegaron algunos que eran más guapos y más apuestos, pero en fin, yo me lo tomaba como un trabajo y así accedí a un nivel económico nunca antes soñado por mi. Ni que decir tiene que yo era cara, carísima, vamos lo que se suele llamar una puta de lujo, mi joven y esbelto cuerpo, de carnes prietas y curvas perfectas y así lo merecía a juzgar por cómo me iba en el negocio.
Me mudé a un barrio residencial a la altura de mi nuevo estatus y me instalé en un apartamento pequeño pero con todas las comodidades que deseaba, para qué quería más espacio.
Trabajaba durante las noches, sobre todo los fines de semana, aunque entre semana nunca faltaban clientes que ávidos de sexo y experiencias fuertes con una jovencita como yo. Aprendí bien el ofició y los ponía a mil con mis insinuaciones, mi lengua traviesa y mis atrevimientos. A veces me invitaban a cenar a los mejores restaurantes y en un momento dado de la cena tiraba la servilleta al suelo para que mi comensal me la recogiese galantemente, entonces me abría de piernas y le enseñaba mi chochito desnudo, libre de ataduras de bragas. Esto siempre funcionaba, el agradecido cliente se levantaba con una espléndida sonrisa entre los labios, que yo, picaronamente sabía corresponder con otra mía.
Pero como no todo en la vida es perfecto, un día me llegó la hora y uno de esos ricos asquerosos me propinó una tremenda paliza... el tío se encaprichó conmigo, me seguía a todas partas y se ponía super celoso cuando me acostaba con otros. Una noche al volver del trabajo me esperó en mi portal y la emprendió a golpes con mi preciado cuerpo. Me encontraron tirada en la entreplanta de la escalera, estuve semanas en el hospital, de forma que cuando salí, decidí mudarme de ciudad.
Ni que decir tiene que la policía no lo encontró, yo fui incapaz de darles datos pues prácticamente sólo tenía un nº de móvil que resultó ser de prepago.
Para no llamar la atención me busqué un apartamento más discreto y volvía a comenzar de nuevo. Aunque ahora era más discreta y seleccionaba mejor a mis clientes. Lo ocurrido me hizo recapacitar y ya nada fue como antes, hasta pensé en dejarlo pero una vez que te acostumbras al dinero fácil resulta prácticamente imposible dejarlo, es como una droga.
Una mañana de primavera, cuando salía de mi apartamento, iba caminando por la acera cercana y olí a césped recién cortado, el olor me embriagó. Me encanta ese olor, había un chico con la cortadora de césped, llevaba gorra y estaba sacando el césped de la bolsa cuando me vio pasar. Al verme me sonrió.
Buenos días señorita -me dijo galantemente.
Buenos días chico -contesté yo devolviéndole la mejor de mis sonrisas.
Al verlo más de cerca me di cuenta de que el muchacho padecía el llamado síndrome de Down, automáticamente no pude evitar sentir algo de lástima por él. Lo cierto es que le cayó simpático y se detuvo y decidió charlar un poco con él.
¿Estás cortando el césped? -se me ocurrió preguntarle un tanto ingenuamente pues era obvio lo que hacía.
Si señorita, me gusta cortar el césped -contestó campechanamente.
A mi me gusta mucho el olor del césped recién cortado.
A mi también, ¿cómo te llamas? -me preguntó el muchacho.
Me llamo... -pensó en darle su nombre de ・gguerra・h, pero luego creyó que era mejor decirle su nombre real-. Lucía, me llamo Lucía, ¿y tú?
Yo me llamo Francisco, aunque mis amigos me llaman Fran.
¡Oh pues encantada de conocerte Fran! -exclamó Lucía sonriéndole.
El muchacho se limitó a sonreírle inocentemente. La verdad es que despertaba mucha ternura con su mirada inocente y su sonrisa, a Lucía le gustó especialmente este hecho, despertando en ella un sentimiento de afinidad hacia el chico.
Bueno Fran, ¿y trabajas por aquí todos los días? -se le ocurrió preguntarle para alargar la conversación.
Si, estamos por este parque, yo mi mis compañeros -le dijo señalando a otro grupo que estaba desperdigado por el parque.
Un hombre joven se acercó a ellos mientras charlaban y cuando llegó a su altura le preguntó a Fran por su nueva amiga.
¡Hombre Fran qué amiga más guapa tienes! ¿Me la presentas? -dijo el hombre acercándose al muchacho y echándole el brazo por el hombro.
Si, se llama Lucía. Este es Antonio, nuestro monitor... -comentó finalmente.
Encantada Antonio, estaba charlando con Fran sobre el césped, me parece muy simpático, ¿estáis haciendo un curso con chicos como él por aquí, no?
Si, es una obra social patrocinada por una caja de ahorros, así ellos aprenden un ofició y están activos.
¡Oh si, claro! Para ellos es como un trabajo, ¿no?
Si, de hecho se les paga como a trabajadores de jardines.
¡Está muy bien, Fran es muy simpático! -exclamó ella con su estupenda sonrisa.
¿Es guapa, verdad Antonio? -preguntó de repente Fran a su monitor.
¡Oh ya lo creo Fran, es guapísima! -exclamó galantemente el monitor.
Vaya, gracias, ¡es que es para comérselo! -replicó Lucía dándole un golpecito en el hombro.
Lucía se acercó al muchacho y le estampó dos besos en las mejillas, lo que provocó que el chico sonriera aún más y hasta se pusiera rojo.
Vaya Fran, ¡qué suerte tienes de haber conocido a una amiga así! -continuó felicitándolo su monitor, al tiempo que le daba una palmada en la espalda.
Bueno me tengo que marchar, ¡espero que nos sigamos viendo por aquí chicos!
Y de esta forma conoció al muchacho, más tarde recordaría con cariño este momento, pues el chico le había caído muy simpático.
Cuando volvía a la hora del almuerzo a casa, para su sorpresa, vio que Fran estaba sentado en su portal. Así que volvieron a saludarse.
¡Hola Fran, cómo estás! ¿Ya terminaste el trabajo?.
Si, estoy esperando a mi madre -contestó el muchacho.
¿Es que vives aquí?
Si, en el 2ºA -acertó a decir.
¡Vaya, pues yo vivo justo encima vuestro, en el 3ºA. No tenía idea que fuéramos vecinos.
El chico sonrió con su habitual e inocente sonrisa. Justo en ese momento Lucía vio acercarse a una mujer de unos cincuenta años al portal, el chico giró su cabeza para verla y cuando lo hizo se le iluminó la cara. Sin duda era su mamá.
¿Cómo está mi niño? -le preguntó dándole dos besos.
Muy bien mamá, ya he terminado del trabajo. Mira, ella es Lucía, es la vecina.
Ambas mujeres se presentaron, su madre se llamaba Ángeles y venía cargada con bolsas de la compra. De forma que tras una charla informal, Lucía se ofreció a ayudarla con las bolsas y subieron juntos en el ascensor. Le dijo que era estudiante y que efectivamente vivía encima justo de su piso, con esto siguió con su tapadera habitual de chica estudiante universitaria.
En la segunda planta se despidieron y ella subió hasta su apartamento, se preparó algo de almuerzo y se echó una siesta.
2
Esa noche quedó con un cliente, éste la había llamado a una agencia de modelos que se anunciaba en internet y en los principales periódicos con el eslogan ・gseñoritas de compañía・h, en la que Lucía ofrecía sus servicios al efecto. Con sus reservas habituales concertó una cita en un restaurante de la ciudad, por supuesto la cena correría por su cuenta y luego llegaría el polvo, que podría prolongarse como mucho una hora, tras el cual le cobraría sus honorarios habituales en estos casos.
Cuando se acercó al restaurante, previamente se sentó en la barra y se pidió un cóctel. Diez minutos después llegó su cliente, vestido con traje negro y corbata. Se lo veía nervioso, cuando le preguntó al camarero por su reserva apenas consiguió explicarse. Finalmente éste le confirmó que tenía la mesa preparada y lo condujo hasta ella.
Lucía dedicó unos minutos a estudiarlo desde su posición estratégica en la barra del bar contiguo a la sala donde estaban las mesas. Ella estaba impecable, también llevaba un vestido ajustado y negro, con abrigo del mismo color y bufanda de piel de zorro, collar de perlas blancas con diamantes a juego y reloj de oro.
El hombre no hacía más que mirar a uno y otro lado, buscando su acompañante de esa noche. A Lucía le divirtió observarlo y prolongó la espera unos minutos más mientras se terminaba su coctel. Finalmente como una estrella de cine, bajó de su taburete y despacio fue caminando hasta donde estaba el camarero que recibía a los comensales, le dio el nombre de su cliente y éste la condujo hasta su mesa.
Al acercarse vio cómo el pobre incauto tragaba saliva, cuando estuvo frente a la mesa éste se levantó nervioso, ella se deshizo del su abrigo, que fue recogido por el camarero y se acercó a él soltándole sendos besos con sus rojos labios.
¡Hola cariño! -le dijo en un tono familiar.
Hola -balbuceó su cliente.
Finalmente se sentó en la silla que previamente habían separado de la mesa para ella. Sin duda toda una señora. El caballero hizo lo mismo y se sentó frente a ella, cruzando sus manos sobre la mesa. Otro camarero se acercó al instante y les preguntó qué deseaban para beber. En ese momento Lucía se adelantó y pidió una botella de vino.
Como siempre al principio la situación era tensa y ella detectó al instante que su cliente no estaba precisamente experimentado en estos temas, casi no hablaba, de forma que ella tuvo que soltarse la lengua y hablar por los dos, tratando a sí de crear un ambiente relajado y tranquilo, sonriéndole todo el rato.
La charla fue un poco intrascendente al principio, ya mientras comían el hombre comenzó ha hablar de su vida y le confesó que estaba en trámites de divorcio de su mujer y que desde hacía mucho tiempo no mantenía ningún tipo de relación con su ya casi ex. Finalmente su cliente se fue tranquilizando a medida que el vino y la comida corrían y la velada se hizo hasta cierto punto agradable. Por cierto, el hombre dijo llamarse Juan.
Finalmente Lucía le propuso marcharse y ya en la puerta, se subieron a su BMW X5 que les estaba esperando, traído por el aparca coches del restaurante justo a tiempo. Se montaron en el vehículo y se marcharon. A Lucía le volvían loca estos coches, con tapicería de cuero blanco, sus acabados cromados y en madera pulida, sin duda aquel tío tenía pasta y se podía permitir su compañía toda la noche si hacía falta.
El hombre se dirigió al hotel de cinco estrellas en el que previamente había reservado habitación, entró en el parking y al estacionar para su sorpresa Lucía se le aproximó y echando mano a su paquete descubrió que no estaba precisamente excitado.
¿Oh cariño, quieres que comencemos aquí antes de subir a la habitación? -le dijo mientras le manoseaba su flácido miembro encima de su bragueta.
¡No, espera, aquí no! ¡Mejor subamos a la habitación! -exclamó nervioso su acompañante zafándose de sus caricias y saliendo del vehículo.
¡Está bien, tranquilo! Haremos lo que tu quieras... -contestó Lucía bajándose también del coche.
Accedieron al ascensor y para su sorpresa vio como pulsaba directamente la quinta planta, eso quería decir que el muy pillo ya había recogido la llave de la habitación, antes de cenar, así evitaría la incómoda situación de pedirla con ella a su lado a esas horas de la noche.
El Hotel era todo un cinco estrellas, estaba super bien, al entrar en la habitación Lucía descubrió con agrado que era toda una suite con una cama enorme un centro de mesa repleto de frutas y una botella de champán francés al lado. Sin duda pensaban en todo.
Se acomodaron, Lucía pasó primero al servicio y se alivió la vejiga, después procedió a lavar su sexo en el bidé, dejándolo listo para la acción. Se secó y se puso de nuevo un tanga transparente de color rosa con piedrecitas brillantes en sus caderas. Se desvistió y salió únicamente ataviada con el citado tanga, lo cual le confería un aspecto poco menos que impactante. El incauto partenaire estaba sirviendo el champán cuando la vio e inmediatamente comenzó a regar la mesa con el espumoso y dorado líquido. Ella al ver su torpeza no pudo por menos que sonreír.
Tranquilo, cariño, no te pongas nervioso, en vez de tirarlo en la mesa me lo podrías echar a mi por el cuerpo -le dijo mientras se acercaba a el con su cuerpo esplendorosamente semi desnudo.
Lucía se acercó como una gata en celo y restregó todo su cuerpo desnudo sobre el caro traje de ejecutivo que lucía aquel hombre. Su perfume lo embriagó y no pudo por más que echar mano a su culo descubierto, suave y sedoso, al tiempo que saboreaba su cuello con sus labios, abrazando a la preciosa chica que tan dulcemente se le ofrecía.
Ella se pego a conciencia contra sus ingles, pegando su monte de venus allí donde dormía el monstruo de su amiguito, monstruo o más bien monstruito, el caso es que el durmiente despertó. Entonces ella echó mano a él y continuó desperezándolo. Tras el calentón inicial, él la interrumpió.
Tengo que ir al lavabo.
Adelante cariño, haz lo que tengas que hacer pero aséate bien al final, ¿vale? Quiero que estés bien limpito para que yo pueda hacerte un regalito -le advirtió señalando el mostruito que había nacido en su entrepierna.
Esperó un tiempo prudencial y cuando oyó el agua del bidé correr decidió entrar a ver que tal iba su acompañante. Este de nuevo se sobresaltó al verla.
Tranquilo -le dijo de nuevo-, sólo quería ayudarte en el aseo.
Tras lo cual se arrodilló junto al tipo, que estaba ya completamente desnudo y sentado en el bidé y procedió a lavar su polla, enjabonándola primero aprovechando para darle un buen masaje de jabón y aclarándola después con abundante agua tibia, hasta que el monstruito quedó brillante. Entonces lo hizo levantarse y en cuclillas comenzó a chupársela, secando las gotas de agua que aún la envolvían con su ardiente boca, sacándole brillo a su glande con su lengua que se enroscaba una y otra vez sobre su punta.
El hombre quedó absorto y puso sus ojos en blanco antes de cerrar sus párpados y mirar al cielo, como acordándose que tales placeres de la naturaleza aún existían para él. Tras unos segundos Lucía cogió un condón que previamente había ocultado en su mano y sin que él se diese cuenta lo introdujo en su boca y vistió al monstruito con él, en un juego ya bien aprendido para enfundar los falos sin que el cliente protestase por dicha acción.
La chupada a pelo, es un detalle de la casa con su cliente en la primera vez, si quieres que siga tienes que demostrarme que eres un tío sano -le dijo dando por finalizada la mamada.
A continuación pasaron a la cama, ella lo tumbó de espaldas y se subió a su cuerpo como una tigresa, de un salto. Frotándose el coño antes de metérsela, se abrió sus labios y poco a poco la introdujo dentro de si.
¡Qué bonita eres! -exclamó Juan en el momento en que su polla entraba en el ardiente interior de su coño, a lo que siguió un ・gohhhh・h exhalado con el mayor de los placeres.
¿Te gusto, verdad que soy bonita? Pues esta noche descubrirás las cositas que sé hacer además.
Házmelo despacio -le rogó.
Está bien cariño, lo haremos como tú quieras -contestó Lucía mientras colocaba suavemente su falo bajo su rajita y se lo restregaba suavemente.
La punta de la verga desapareció en su interior y suavemente comenzó a subir y bajar haciendo que poco a poco ésta entrase hasta el fondo, cuando la tuvo bien dentro apretó un poco más con su culo encima del cliente y este exhaló de placer.
¡Jo, qué bueno! -exclamó el sumiso cliente bajo aquella gatita encelada.
¡Oh si!, te va gustando, ¿eh? Pero si sólo acabamos de comenzar...
Lucía, que conocía ya el oficio a la perfección, se echó sobre el pecho del individuo y con rítmicos movimientos de su cintura de avispa lo fue follando, despacito como le había pedido. Mientras tanto el hombre disfrutaba de sus dulces pechos sobre su boca, así que no pudo resistirse a chupárselos suavemente mientras palpaba su culo prieto y redondo con ambas manos. Sin duda todos sus sentidos estaban puestos en aquella hermosa chica que se lo estaba follando con el arte de quien sabe ejercer su profesión.
A estas alturas Lucía era capaz de abstraerse mientras follaba a aquellos hombres, la mayoría de veces no le gustaban mucho, por eso recurría a la imaginación, bien para cambiarles el aspecto, bien para verse en una playa caribeña de blanca y fina arena, tumbada sobre una hamaca disfrutando de un delicioso y fresquito cóctel.
Esta ocasión era distinta, pues era su primer cliente en bastante tiempo, desde su incidente y lo cierto es que hasta cierto punto echaba de menos el sexo, el sentir una verga en su interior, el sentir su poder encima de un hombre, con aquel cuerpecito pequeño y fibroso que tanto gustaba a ellos.
Por eso le sorprendió que apenas llevasen unos minutos cuando el tipo comenzó a gemir airadamente, apretando sus dientes, sus manos en su culo y tensando todo su cuerpo levantándola con él.
¿Ya cariño? -le preguntó extrañada.
¡Oh si! ¡No he podido evitarlo! -confesó el cliente entre dientes.
Bueno, no había más que hacer, se limitó a echarse sobre su cuerpo y hacerle arrumacos en el oído mientras apuraba los últimos espasmos de su corrida. Cuando hubo terminado, desmontó y se tumbó a su lado.
Me gustaría ver cómo te masturbas -le propuso su cliente.
Dado el poco tiempo que había durado la penetración a Lucía no le pareció mal seguir jugando, después de todo era su primer cliente desde que lo dejó y quería fidelizarlo. Así que se bajó de la cama y se acomodó en una butaca que había a los pies de la misma. Levantando una rodilla por encima del reposamanos apoyó su talón en él, dejando su coño exageradamente al descubierto. Luego lamió con fruición sus dedos y procedió a posarlos sobre su afeitada flor, deleitándose con caricias sensuales y atrevidas.
Métete los dedos, quiero ver cómo lo haces -le pidió, casi exigiéndoselo.
Lucía lo complació y se introdujo dos y hasta tres de sus dedos. Jugaba con su almeja como una experta y como sabía lo que ponía a los hombres se deleitaba estirándose los pliegues de su coño, mostrándolo abierto, ese oscuro agujero de deseo por el que se perdían sus dedos sin piedad. Lo cierto es que estaba desentrenada y también se tenía personalmente abandonada, porque descubrió lo caliente que se estaba poniendo y hasta le apeteció correrse, esta sola idea la excitó todavía más.
¿Te atreverías a follarme otra vez? -le propuso cachonda como no se recordaba con ningún cliente.
Podemos intentarlo aunque no te prometo nada -respondió sinceramente el cliente.
Bueno, por probar no pierdes nada -asintió Lucía levantándose y acercándose a la cama.
Como una gata en celo se arrastró por las sábanas hasta el hombre, que estaba sentado, apoyando su espalda en el cabecero. Recogió otro condón de la mesilla de noche con disimulo y lo extrajo de su envoltura con el mismo disimulo.
El pene del cliente estaba verdaderamente echo una pena, pequeño y flácido, así que comenzó por masagearlo mientras le propinaba sensuales besos por su base y alrededores. Pero no había manera, así que optó por introducírselo en la boca. Aún sabía a semen, dada la reciente corrida, mezclado con lubricantes del condón, por su mente pasó el miedo al SIDA, pero qué iba ha hacer, el tío no parecía estar muy puesto con las putas así que confiaba en que estuviese sano. Le dio esa impresión desde el principio así que se arriesgó.
Este gesto gustó mucho al cliente que gimió y le agarró la cabeza con suavidad, retirándole su largo y ondulado pelo rubio. El truco produjo el efecto deseado y en cuanto notó el comienzo de su erección le colocó el condón con la boca sin que se diese cuenta.
Como una posesa se incorporó y clavóse el pene en su incipiente erección. El tipo enmudeció a la vista del cuerpazo escultural de la puta y hundió su cara entre sus tetas chupándole los pezones y todos los centímetros de su piel que se ponían por delante. El pene, ya en el interior de tan precioso chochito, no tardó en arrancar de nuevo con los suaves ya compasados movimientos de su experta cabalgadora.
A Lucía le apetecía que la cubriera por atrás así que se lo pidió y el hombre no tardó en complacerla. De pie junto a la cama, le ofreció su culo arrodillada sobre ella y el tipo acertó a la primera en su caliente y húmedo chochazo. Le gritó que la embistiera con ganas, el tipo pareció dudar unos segundos, pero en seguida notó como se aferraba con fuerza a su culo y la embestía con todas sus fuerzas. A Lucía le encantaba esta postura y que se lo hicieran con ganas, así que disfrutó de la follada como en los buenos tiempos y aprovechando las circunstancias se acarició el clítoris con una mano bajo las sábanas hasta que se corrió, aferrándose a la cama con fuerza con la mano que se apoyaba.
¡Qué bueno, joder! -se dijo para sus adentros.
Cuando estaba apurando los últimos espasmos de placer, el hombre volvió a correrse, sorprendiéndola de nuevo y provocando nuevos espasmos de placer en su maltrecho chochito tras la corrida.
Finalmente se desacopló y se marchó al cuarto de baño, dejando que el hombre se acomodara en la cama, para descansar tras la sesión de sexo desenfrenado.
Lucía cerró la puerta y buscó un poco de intimidad, se sentó en la taza del váter y el pipí cayó con su chorrito característico. Respiró hondo y se relajó unos instantes. En su mente se sintió liberada, volvía al trabajo y esta noche se sacaría una buena tajada. Se aseó el coño en el bidé y luego se lavó la cara.
Mientras se secaba con la toalla se estuvo mirando en el espejo, viendo su cuerpo desnudo, sin duda era narcisista y le gustaba verse reflejada en todo su esplendor y desnudez.
Al salir sorprendió al hombre dormido, este se sobresaltó un poco y ella se disculpó. Le dijo que se tenía que marchar y le pidió su honorarios profesionales. Él hombre pagó religiosamente, ella terminó de vestirse, recogió el dinero y salió de la habitación mientras el hombre seguía desnudo, de pie junto a la cama.
Volveré a llamarte, ha sido genial -le dijo el hombre antes de que saliese por la puerta.
Cuando quieras estoy a tu disposición ・gguapetón・h -respondió ella girándose y devolviéndole la mejor de sus sonrisas mientras le tiraba un besito al aire.
Se vio un poco cursi, pero sabía que aquel tipo lo había pasado bien y que sin duda volvería a picar en sus redes. Su primer cliente fiel.
este relato no es mio si deseas mas visitar el blog de zorro-blanco2003.blogspot.com allí descubrirán más cosas sobre el...
Soy puta, de eso no hay duda, y como dicen por ahí: "y mi coño lo disfruta". A qué negarlo, nunca me gustó mucho estudiar, llegué a la universidad y necesitaba dinero, pues con la asignación que me daban mis padres no me llegaba para mis juergas, así que me introduje en este mundillo a través de una amiga que ya lo practicaba.
Como en todo, los inicios fueron duros, pero no me puedo quejar, comencé haciéndolo con viejos, empresarios con unos cochazos impresionantes, pero viejos al fin y al cabo, gordos, peludos y feos. Aunque luego llegaron algunos que eran más guapos y más apuestos, pero en fin, yo me lo tomaba como un trabajo y así accedí a un nivel económico nunca antes soñado por mi. Ni que decir tiene que yo era cara, carísima, vamos lo que se suele llamar una puta de lujo, mi joven y esbelto cuerpo, de carnes prietas y curvas perfectas y así lo merecía a juzgar por cómo me iba en el negocio.
Me mudé a un barrio residencial a la altura de mi nuevo estatus y me instalé en un apartamento pequeño pero con todas las comodidades que deseaba, para qué quería más espacio.
Trabajaba durante las noches, sobre todo los fines de semana, aunque entre semana nunca faltaban clientes que ávidos de sexo y experiencias fuertes con una jovencita como yo. Aprendí bien el ofició y los ponía a mil con mis insinuaciones, mi lengua traviesa y mis atrevimientos. A veces me invitaban a cenar a los mejores restaurantes y en un momento dado de la cena tiraba la servilleta al suelo para que mi comensal me la recogiese galantemente, entonces me abría de piernas y le enseñaba mi chochito desnudo, libre de ataduras de bragas. Esto siempre funcionaba, el agradecido cliente se levantaba con una espléndida sonrisa entre los labios, que yo, picaronamente sabía corresponder con otra mía.
Pero como no todo en la vida es perfecto, un día me llegó la hora y uno de esos ricos asquerosos me propinó una tremenda paliza... el tío se encaprichó conmigo, me seguía a todas partas y se ponía super celoso cuando me acostaba con otros. Una noche al volver del trabajo me esperó en mi portal y la emprendió a golpes con mi preciado cuerpo. Me encontraron tirada en la entreplanta de la escalera, estuve semanas en el hospital, de forma que cuando salí, decidí mudarme de ciudad.
Ni que decir tiene que la policía no lo encontró, yo fui incapaz de darles datos pues prácticamente sólo tenía un nº de móvil que resultó ser de prepago.
Para no llamar la atención me busqué un apartamento más discreto y volvía a comenzar de nuevo. Aunque ahora era más discreta y seleccionaba mejor a mis clientes. Lo ocurrido me hizo recapacitar y ya nada fue como antes, hasta pensé en dejarlo pero una vez que te acostumbras al dinero fácil resulta prácticamente imposible dejarlo, es como una droga.
Una mañana de primavera, cuando salía de mi apartamento, iba caminando por la acera cercana y olí a césped recién cortado, el olor me embriagó. Me encanta ese olor, había un chico con la cortadora de césped, llevaba gorra y estaba sacando el césped de la bolsa cuando me vio pasar. Al verme me sonrió.
Buenos días señorita -me dijo galantemente.
Buenos días chico -contesté yo devolviéndole la mejor de mis sonrisas.
Al verlo más de cerca me di cuenta de que el muchacho padecía el llamado síndrome de Down, automáticamente no pude evitar sentir algo de lástima por él. Lo cierto es que le cayó simpático y se detuvo y decidió charlar un poco con él.
¿Estás cortando el césped? -se me ocurrió preguntarle un tanto ingenuamente pues era obvio lo que hacía.
Si señorita, me gusta cortar el césped -contestó campechanamente.
A mi me gusta mucho el olor del césped recién cortado.
A mi también, ¿cómo te llamas? -me preguntó el muchacho.
Me llamo... -pensó en darle su nombre de ・gguerra・h, pero luego creyó que era mejor decirle su nombre real-. Lucía, me llamo Lucía, ¿y tú?
Yo me llamo Francisco, aunque mis amigos me llaman Fran.
¡Oh pues encantada de conocerte Fran! -exclamó Lucía sonriéndole.
El muchacho se limitó a sonreírle inocentemente. La verdad es que despertaba mucha ternura con su mirada inocente y su sonrisa, a Lucía le gustó especialmente este hecho, despertando en ella un sentimiento de afinidad hacia el chico.
Bueno Fran, ¿y trabajas por aquí todos los días? -se le ocurrió preguntarle para alargar la conversación.
Si, estamos por este parque, yo mi mis compañeros -le dijo señalando a otro grupo que estaba desperdigado por el parque.
Un hombre joven se acercó a ellos mientras charlaban y cuando llegó a su altura le preguntó a Fran por su nueva amiga.
¡Hombre Fran qué amiga más guapa tienes! ¿Me la presentas? -dijo el hombre acercándose al muchacho y echándole el brazo por el hombro.
Si, se llama Lucía. Este es Antonio, nuestro monitor... -comentó finalmente.
Encantada Antonio, estaba charlando con Fran sobre el césped, me parece muy simpático, ¿estáis haciendo un curso con chicos como él por aquí, no?
Si, es una obra social patrocinada por una caja de ahorros, así ellos aprenden un ofició y están activos.
¡Oh si, claro! Para ellos es como un trabajo, ¿no?
Si, de hecho se les paga como a trabajadores de jardines.
¡Está muy bien, Fran es muy simpático! -exclamó ella con su estupenda sonrisa.
¿Es guapa, verdad Antonio? -preguntó de repente Fran a su monitor.
¡Oh ya lo creo Fran, es guapísima! -exclamó galantemente el monitor.
Vaya, gracias, ¡es que es para comérselo! -replicó Lucía dándole un golpecito en el hombro.
Lucía se acercó al muchacho y le estampó dos besos en las mejillas, lo que provocó que el chico sonriera aún más y hasta se pusiera rojo.
Vaya Fran, ¡qué suerte tienes de haber conocido a una amiga así! -continuó felicitándolo su monitor, al tiempo que le daba una palmada en la espalda.
Bueno me tengo que marchar, ¡espero que nos sigamos viendo por aquí chicos!
Y de esta forma conoció al muchacho, más tarde recordaría con cariño este momento, pues el chico le había caído muy simpático.
Cuando volvía a la hora del almuerzo a casa, para su sorpresa, vio que Fran estaba sentado en su portal. Así que volvieron a saludarse.
¡Hola Fran, cómo estás! ¿Ya terminaste el trabajo?.
Si, estoy esperando a mi madre -contestó el muchacho.
¿Es que vives aquí?
Si, en el 2ºA -acertó a decir.
¡Vaya, pues yo vivo justo encima vuestro, en el 3ºA. No tenía idea que fuéramos vecinos.
El chico sonrió con su habitual e inocente sonrisa. Justo en ese momento Lucía vio acercarse a una mujer de unos cincuenta años al portal, el chico giró su cabeza para verla y cuando lo hizo se le iluminó la cara. Sin duda era su mamá.
¿Cómo está mi niño? -le preguntó dándole dos besos.
Muy bien mamá, ya he terminado del trabajo. Mira, ella es Lucía, es la vecina.
Ambas mujeres se presentaron, su madre se llamaba Ángeles y venía cargada con bolsas de la compra. De forma que tras una charla informal, Lucía se ofreció a ayudarla con las bolsas y subieron juntos en el ascensor. Le dijo que era estudiante y que efectivamente vivía encima justo de su piso, con esto siguió con su tapadera habitual de chica estudiante universitaria.
En la segunda planta se despidieron y ella subió hasta su apartamento, se preparó algo de almuerzo y se echó una siesta.
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Esa noche quedó con un cliente, éste la había llamado a una agencia de modelos que se anunciaba en internet y en los principales periódicos con el eslogan ・gseñoritas de compañía・h, en la que Lucía ofrecía sus servicios al efecto. Con sus reservas habituales concertó una cita en un restaurante de la ciudad, por supuesto la cena correría por su cuenta y luego llegaría el polvo, que podría prolongarse como mucho una hora, tras el cual le cobraría sus honorarios habituales en estos casos.
Cuando se acercó al restaurante, previamente se sentó en la barra y se pidió un cóctel. Diez minutos después llegó su cliente, vestido con traje negro y corbata. Se lo veía nervioso, cuando le preguntó al camarero por su reserva apenas consiguió explicarse. Finalmente éste le confirmó que tenía la mesa preparada y lo condujo hasta ella.
Lucía dedicó unos minutos a estudiarlo desde su posición estratégica en la barra del bar contiguo a la sala donde estaban las mesas. Ella estaba impecable, también llevaba un vestido ajustado y negro, con abrigo del mismo color y bufanda de piel de zorro, collar de perlas blancas con diamantes a juego y reloj de oro.
El hombre no hacía más que mirar a uno y otro lado, buscando su acompañante de esa noche. A Lucía le divirtió observarlo y prolongó la espera unos minutos más mientras se terminaba su coctel. Finalmente como una estrella de cine, bajó de su taburete y despacio fue caminando hasta donde estaba el camarero que recibía a los comensales, le dio el nombre de su cliente y éste la condujo hasta su mesa.
Al acercarse vio cómo el pobre incauto tragaba saliva, cuando estuvo frente a la mesa éste se levantó nervioso, ella se deshizo del su abrigo, que fue recogido por el camarero y se acercó a él soltándole sendos besos con sus rojos labios.
¡Hola cariño! -le dijo en un tono familiar.
Hola -balbuceó su cliente.
Finalmente se sentó en la silla que previamente habían separado de la mesa para ella. Sin duda toda una señora. El caballero hizo lo mismo y se sentó frente a ella, cruzando sus manos sobre la mesa. Otro camarero se acercó al instante y les preguntó qué deseaban para beber. En ese momento Lucía se adelantó y pidió una botella de vino.
Como siempre al principio la situación era tensa y ella detectó al instante que su cliente no estaba precisamente experimentado en estos temas, casi no hablaba, de forma que ella tuvo que soltarse la lengua y hablar por los dos, tratando a sí de crear un ambiente relajado y tranquilo, sonriéndole todo el rato.
La charla fue un poco intrascendente al principio, ya mientras comían el hombre comenzó ha hablar de su vida y le confesó que estaba en trámites de divorcio de su mujer y que desde hacía mucho tiempo no mantenía ningún tipo de relación con su ya casi ex. Finalmente su cliente se fue tranquilizando a medida que el vino y la comida corrían y la velada se hizo hasta cierto punto agradable. Por cierto, el hombre dijo llamarse Juan.
Finalmente Lucía le propuso marcharse y ya en la puerta, se subieron a su BMW X5 que les estaba esperando, traído por el aparca coches del restaurante justo a tiempo. Se montaron en el vehículo y se marcharon. A Lucía le volvían loca estos coches, con tapicería de cuero blanco, sus acabados cromados y en madera pulida, sin duda aquel tío tenía pasta y se podía permitir su compañía toda la noche si hacía falta.
El hombre se dirigió al hotel de cinco estrellas en el que previamente había reservado habitación, entró en el parking y al estacionar para su sorpresa Lucía se le aproximó y echando mano a su paquete descubrió que no estaba precisamente excitado.
¿Oh cariño, quieres que comencemos aquí antes de subir a la habitación? -le dijo mientras le manoseaba su flácido miembro encima de su bragueta.
¡No, espera, aquí no! ¡Mejor subamos a la habitación! -exclamó nervioso su acompañante zafándose de sus caricias y saliendo del vehículo.
¡Está bien, tranquilo! Haremos lo que tu quieras... -contestó Lucía bajándose también del coche.
Accedieron al ascensor y para su sorpresa vio como pulsaba directamente la quinta planta, eso quería decir que el muy pillo ya había recogido la llave de la habitación, antes de cenar, así evitaría la incómoda situación de pedirla con ella a su lado a esas horas de la noche.
El Hotel era todo un cinco estrellas, estaba super bien, al entrar en la habitación Lucía descubrió con agrado que era toda una suite con una cama enorme un centro de mesa repleto de frutas y una botella de champán francés al lado. Sin duda pensaban en todo.
Se acomodaron, Lucía pasó primero al servicio y se alivió la vejiga, después procedió a lavar su sexo en el bidé, dejándolo listo para la acción. Se secó y se puso de nuevo un tanga transparente de color rosa con piedrecitas brillantes en sus caderas. Se desvistió y salió únicamente ataviada con el citado tanga, lo cual le confería un aspecto poco menos que impactante. El incauto partenaire estaba sirviendo el champán cuando la vio e inmediatamente comenzó a regar la mesa con el espumoso y dorado líquido. Ella al ver su torpeza no pudo por menos que sonreír.
Tranquilo, cariño, no te pongas nervioso, en vez de tirarlo en la mesa me lo podrías echar a mi por el cuerpo -le dijo mientras se acercaba a el con su cuerpo esplendorosamente semi desnudo.
Lucía se acercó como una gata en celo y restregó todo su cuerpo desnudo sobre el caro traje de ejecutivo que lucía aquel hombre. Su perfume lo embriagó y no pudo por más que echar mano a su culo descubierto, suave y sedoso, al tiempo que saboreaba su cuello con sus labios, abrazando a la preciosa chica que tan dulcemente se le ofrecía.
Ella se pego a conciencia contra sus ingles, pegando su monte de venus allí donde dormía el monstruo de su amiguito, monstruo o más bien monstruito, el caso es que el durmiente despertó. Entonces ella echó mano a él y continuó desperezándolo. Tras el calentón inicial, él la interrumpió.
Tengo que ir al lavabo.
Adelante cariño, haz lo que tengas que hacer pero aséate bien al final, ¿vale? Quiero que estés bien limpito para que yo pueda hacerte un regalito -le advirtió señalando el mostruito que había nacido en su entrepierna.
Esperó un tiempo prudencial y cuando oyó el agua del bidé correr decidió entrar a ver que tal iba su acompañante. Este de nuevo se sobresaltó al verla.
Tranquilo -le dijo de nuevo-, sólo quería ayudarte en el aseo.
Tras lo cual se arrodilló junto al tipo, que estaba ya completamente desnudo y sentado en el bidé y procedió a lavar su polla, enjabonándola primero aprovechando para darle un buen masaje de jabón y aclarándola después con abundante agua tibia, hasta que el monstruito quedó brillante. Entonces lo hizo levantarse y en cuclillas comenzó a chupársela, secando las gotas de agua que aún la envolvían con su ardiente boca, sacándole brillo a su glande con su lengua que se enroscaba una y otra vez sobre su punta.
El hombre quedó absorto y puso sus ojos en blanco antes de cerrar sus párpados y mirar al cielo, como acordándose que tales placeres de la naturaleza aún existían para él. Tras unos segundos Lucía cogió un condón que previamente había ocultado en su mano y sin que él se diese cuenta lo introdujo en su boca y vistió al monstruito con él, en un juego ya bien aprendido para enfundar los falos sin que el cliente protestase por dicha acción.
La chupada a pelo, es un detalle de la casa con su cliente en la primera vez, si quieres que siga tienes que demostrarme que eres un tío sano -le dijo dando por finalizada la mamada.
A continuación pasaron a la cama, ella lo tumbó de espaldas y se subió a su cuerpo como una tigresa, de un salto. Frotándose el coño antes de metérsela, se abrió sus labios y poco a poco la introdujo dentro de si.
¡Qué bonita eres! -exclamó Juan en el momento en que su polla entraba en el ardiente interior de su coño, a lo que siguió un ・gohhhh・h exhalado con el mayor de los placeres.
¿Te gusto, verdad que soy bonita? Pues esta noche descubrirás las cositas que sé hacer además.
Házmelo despacio -le rogó.
Está bien cariño, lo haremos como tú quieras -contestó Lucía mientras colocaba suavemente su falo bajo su rajita y se lo restregaba suavemente.
La punta de la verga desapareció en su interior y suavemente comenzó a subir y bajar haciendo que poco a poco ésta entrase hasta el fondo, cuando la tuvo bien dentro apretó un poco más con su culo encima del cliente y este exhaló de placer.
¡Jo, qué bueno! -exclamó el sumiso cliente bajo aquella gatita encelada.
¡Oh si!, te va gustando, ¿eh? Pero si sólo acabamos de comenzar...
Lucía, que conocía ya el oficio a la perfección, se echó sobre el pecho del individuo y con rítmicos movimientos de su cintura de avispa lo fue follando, despacito como le había pedido. Mientras tanto el hombre disfrutaba de sus dulces pechos sobre su boca, así que no pudo resistirse a chupárselos suavemente mientras palpaba su culo prieto y redondo con ambas manos. Sin duda todos sus sentidos estaban puestos en aquella hermosa chica que se lo estaba follando con el arte de quien sabe ejercer su profesión.
A estas alturas Lucía era capaz de abstraerse mientras follaba a aquellos hombres, la mayoría de veces no le gustaban mucho, por eso recurría a la imaginación, bien para cambiarles el aspecto, bien para verse en una playa caribeña de blanca y fina arena, tumbada sobre una hamaca disfrutando de un delicioso y fresquito cóctel.
Esta ocasión era distinta, pues era su primer cliente en bastante tiempo, desde su incidente y lo cierto es que hasta cierto punto echaba de menos el sexo, el sentir una verga en su interior, el sentir su poder encima de un hombre, con aquel cuerpecito pequeño y fibroso que tanto gustaba a ellos.
Por eso le sorprendió que apenas llevasen unos minutos cuando el tipo comenzó a gemir airadamente, apretando sus dientes, sus manos en su culo y tensando todo su cuerpo levantándola con él.
¿Ya cariño? -le preguntó extrañada.
¡Oh si! ¡No he podido evitarlo! -confesó el cliente entre dientes.
Bueno, no había más que hacer, se limitó a echarse sobre su cuerpo y hacerle arrumacos en el oído mientras apuraba los últimos espasmos de su corrida. Cuando hubo terminado, desmontó y se tumbó a su lado.
Me gustaría ver cómo te masturbas -le propuso su cliente.
Dado el poco tiempo que había durado la penetración a Lucía no le pareció mal seguir jugando, después de todo era su primer cliente desde que lo dejó y quería fidelizarlo. Así que se bajó de la cama y se acomodó en una butaca que había a los pies de la misma. Levantando una rodilla por encima del reposamanos apoyó su talón en él, dejando su coño exageradamente al descubierto. Luego lamió con fruición sus dedos y procedió a posarlos sobre su afeitada flor, deleitándose con caricias sensuales y atrevidas.
Métete los dedos, quiero ver cómo lo haces -le pidió, casi exigiéndoselo.
Lucía lo complació y se introdujo dos y hasta tres de sus dedos. Jugaba con su almeja como una experta y como sabía lo que ponía a los hombres se deleitaba estirándose los pliegues de su coño, mostrándolo abierto, ese oscuro agujero de deseo por el que se perdían sus dedos sin piedad. Lo cierto es que estaba desentrenada y también se tenía personalmente abandonada, porque descubrió lo caliente que se estaba poniendo y hasta le apeteció correrse, esta sola idea la excitó todavía más.
¿Te atreverías a follarme otra vez? -le propuso cachonda como no se recordaba con ningún cliente.
Podemos intentarlo aunque no te prometo nada -respondió sinceramente el cliente.
Bueno, por probar no pierdes nada -asintió Lucía levantándose y acercándose a la cama.
Como una gata en celo se arrastró por las sábanas hasta el hombre, que estaba sentado, apoyando su espalda en el cabecero. Recogió otro condón de la mesilla de noche con disimulo y lo extrajo de su envoltura con el mismo disimulo.
El pene del cliente estaba verdaderamente echo una pena, pequeño y flácido, así que comenzó por masagearlo mientras le propinaba sensuales besos por su base y alrededores. Pero no había manera, así que optó por introducírselo en la boca. Aún sabía a semen, dada la reciente corrida, mezclado con lubricantes del condón, por su mente pasó el miedo al SIDA, pero qué iba ha hacer, el tío no parecía estar muy puesto con las putas así que confiaba en que estuviese sano. Le dio esa impresión desde el principio así que se arriesgó.
Este gesto gustó mucho al cliente que gimió y le agarró la cabeza con suavidad, retirándole su largo y ondulado pelo rubio. El truco produjo el efecto deseado y en cuanto notó el comienzo de su erección le colocó el condón con la boca sin que se diese cuenta.
Como una posesa se incorporó y clavóse el pene en su incipiente erección. El tipo enmudeció a la vista del cuerpazo escultural de la puta y hundió su cara entre sus tetas chupándole los pezones y todos los centímetros de su piel que se ponían por delante. El pene, ya en el interior de tan precioso chochito, no tardó en arrancar de nuevo con los suaves ya compasados movimientos de su experta cabalgadora.
A Lucía le apetecía que la cubriera por atrás así que se lo pidió y el hombre no tardó en complacerla. De pie junto a la cama, le ofreció su culo arrodillada sobre ella y el tipo acertó a la primera en su caliente y húmedo chochazo. Le gritó que la embistiera con ganas, el tipo pareció dudar unos segundos, pero en seguida notó como se aferraba con fuerza a su culo y la embestía con todas sus fuerzas. A Lucía le encantaba esta postura y que se lo hicieran con ganas, así que disfrutó de la follada como en los buenos tiempos y aprovechando las circunstancias se acarició el clítoris con una mano bajo las sábanas hasta que se corrió, aferrándose a la cama con fuerza con la mano que se apoyaba.
¡Qué bueno, joder! -se dijo para sus adentros.
Cuando estaba apurando los últimos espasmos de placer, el hombre volvió a correrse, sorprendiéndola de nuevo y provocando nuevos espasmos de placer en su maltrecho chochito tras la corrida.
Finalmente se desacopló y se marchó al cuarto de baño, dejando que el hombre se acomodara en la cama, para descansar tras la sesión de sexo desenfrenado.
Lucía cerró la puerta y buscó un poco de intimidad, se sentó en la taza del váter y el pipí cayó con su chorrito característico. Respiró hondo y se relajó unos instantes. En su mente se sintió liberada, volvía al trabajo y esta noche se sacaría una buena tajada. Se aseó el coño en el bidé y luego se lavó la cara.
Mientras se secaba con la toalla se estuvo mirando en el espejo, viendo su cuerpo desnudo, sin duda era narcisista y le gustaba verse reflejada en todo su esplendor y desnudez.
Al salir sorprendió al hombre dormido, este se sobresaltó un poco y ella se disculpó. Le dijo que se tenía que marchar y le pidió su honorarios profesionales. Él hombre pagó religiosamente, ella terminó de vestirse, recogió el dinero y salió de la habitación mientras el hombre seguía desnudo, de pie junto a la cama.
Volveré a llamarte, ha sido genial -le dijo el hombre antes de que saliese por la puerta.
Cuando quieras estoy a tu disposición ・gguapetón・h -respondió ella girándose y devolviéndole la mejor de sus sonrisas mientras le tiraba un besito al aire.
Se vio un poco cursi, pero sabía que aquel tipo lo había pasado bien y que sin duda volvería a picar en sus redes. Su primer cliente fiel.
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