Lo vuelvo a publicar porque me lo eliminaron, no se, espero haberlo corregido bien...
Hola, en otra ocasión les voy a contar como fue mi primera vez, ahora quiero compartir algo más reciente, como cuándo me cogí a mi profesor de matemática. Fue antes de las vacaciones de invierno. Con un grupo de amigos habíamos preparado una salida a las sierras de Córdoba, pero mi integración al mismo dependía de que tan buenas notas sacara en los últimos exámenes de ese semestre. Matemática siempre me costó un montón, la verdad que no entiendo un pomo de nada, por lo que la nota estuvo acorde a mis magros conocimientos. O sea que reprobé olímpicamente. Si llegaba con esa calificación a mi casa era más que obvio que mis viejos no me dejarían ir al viaje, y encima me tendrían encerrada las dos semanas de vacaciones estudiando eso que para mí eran jeroglíficos chinos. Además, me decía a mí misma, para que quiero saber matemática si voy a ser actriz porno. ¿Para saber las medidas de una poronga? Eso lo puedo saber perfectamente midiéndola con la mano o con mi boca.
Así que como se darán cuenta estaba desesperada. Tenía que conseguir que el profesor me cambiara la nota por un aceptable y moderado 7, de lo contrario la guillotina me estaría esperando en casa. Ese día, después de recibir la nota, y cuándo terminó la hora, espere a que todas mis compañeras salieran del aula, y me acerque al profe. Tengo suerte en tener un profesor baboso, por lo que cuándo le dije que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguir una buena nota esa tarde, abrió bien los ojos y me prestó la debida atención. Le explique los motivos de mi preocupación, sobre el viaje, mis padres, y cuánto más le hablaba más carita preocupada ponía.
-¿Qué podemos hacer profe? Le aseguro que estoy dispuesta a hacer todo lo que usted me diga- le dije haciendo pucheritos.
-Cerrá la puerta- me dijo.
Fui, la cerré y volví a su escritorio.
-Lo que me estás proponiendo me puede costar no solo mi trabajo, sino también mi matrimonio-
-Nadie se va a enterar profe, yo no pienso decir nada y me imagino que usted menos- le hice notar.
-Y si acepto… ¿Qué estás dispuesta a hacer?- se interesó.
-Y… creo que un pete por un siete estaría bien… ¿a usted que le parece?-
-Me parece bárbaro, además no tengo donde llevarte así que eso lo podríamos hacer en mi auto- sugirió.
-Entonces, ¿arreglado?-
-Si, solo quiero saber… el pete es hasta el final, ¿no?-
-Y si profe, hasta que acabe, sino que gracia tiene- me sonreí, tras lo cuál agregué: -Lo único, es que no me gusta tragarla, si quiere puedo tenerla un ratito en la boca y escupirla, o me puede acabar en las tetas…-
-Si no te molesta me gustaría acabarte en la cara- me dijo entonces.
-Bueno, eso si me gusta… jajaja… es usted un puerquito, profe…-
Quedamos en que nos encontraríamos después de clases en una esquina determinada. No pudimos seguir hablando porque me vinieron a buscar mis amigas para ir a fumar al baño.
-¿Qué tanto hablabas con el viejo?- me preguntó una de las chicas –Te bocho, ¿no?-
-Si, pero me va a dar otra oportunidad, la última, así que esta tarde me tengo que ir corriendo a casa a estudiar- les dije, librándome ya de ellas por el resto de la tarde.
A la hora acordada estuve en la esquina que había arreglado con el profe. El llegó a los pocos minutos. Podía reconocer su auto destartalado a varios kilómetros. Se detuvo el tiempo suficiente para que yo subiera y nos pusimos en marcha. Ni siquiera nos dimos un beso, fuimos directamente a un garaje subterráneo que él parecía conocer muy bien. Le dio un billete al cuidador cuándo entramos y tras varias vueltas nos detuvimos en un rincón bastante oscuro, delante de dos gruesas columnas que nos protegían adecuadamente de cualquier presencia inoportuna. El profe miro por el espejo retrovisor, a los costados y apagó el motor, recién entonces pareció tranquilizarse. Se acomodó en su asiento, dejo los brazos a los costados de su cuerpo y me dijo:
-Bueno, ya estamos acá-
Esa era la señal de largada. Dispuesta entonces a ganarme mi nota, tiré la mochila al asiento trasero, y con una mano me puse a acariciarle el bulto por encima del pantalón. Ya estaba bien formado, deliciosamente gomoso, debo ser sincera en esto y decir que me encanta la verga… me gusta… me gusta mucho, por lo que aquello no resultaba ningún sacrificio para mí. Así que enseguida, le desabroché el botón del pantalón, le baje el cierre y con el mayor de los cuidados, como si se tratara de una fina pieza de artesanía, metí una mano adentro y se la saque afuera, haciendo que se parara en su máximo esplendor. Se la apreté suavecito y empecé a hacerle una suave paja, sintiendo como iba creciendo agrandando el contorno de mis dedos.
Estaba dura, caliente y maciza. Lista para lo que pretendíamos, así que me agache y empecé por darle jugosos besitos en la cabeza… algo me humedeció los labios al apoyarme… no lo evité, es más, con la lengua lo esparcí por todo el contorno, arriba y abajo, y seguí besando dulcemente toda esa férrea superficie.
Se la fui comiendo de a poco, alternando chupaditas, con besos y lamiditas, también con suaves mordiscos aquí y allá, tonificando en todo momento esas gruesas y sinuosas venas que latían cada vez más fuerte. Me saque el ambo del uniforme y me quede en camisa para estar más cómoda. Volví a agacharme sobre esa agradable turgencia comiéndomela de un solo bocado esta vez. Me la comí casi hasta la mitad, iniciando entonces una mamada por demás gustosa y complaciente. Con una mano le envolvía los huevos, sintiendo ya una frenética ebullición y eso que recién había empezado.
-¡Mmmmm… mmmmmm… mmmmmm…!- se la chupé ya sin distracción alguna, metiendo todo lo que podía en mi boca, saboreando cada pedazo, mientras que con la mano apretaba sus huevos, suave y cálidamente.
Me gustaba estar ahí en el auto con mi profesor de matemáticas, un tipo de unos 40 y pico de años, casi 50, chupándole la pija para ganarme una buena nota. La verdad que así resulta interesante el colegio, estoy segura que si de eso dependieran los exámenes aprobaría sin problemas todas las materias.
Con la lengua le daba vueltas y vueltas por el glande saboreando el denso líquido que le fluía por el agujero de la punta, esparciéndolo por toda su superficie. Me gustaba escucharlo gemir y suspirar por esa mamada que le estaba haciendo. Se sentía rico y agradable… muy agradable. Intensifiqué entonces los movimientos de mis labios, decidida a ir por toda la carga de sus huevos, chupando, succionando, mordiendo cada pedazo de tan delicioso trozo. Parecía que la pija de mi profe se deshacía en mi paladar, pero era el líquido que le salía, el cuál mezclado con mi propia saliva formaba un riquísimo juguito que yo me tragaba sin protesto alguno… hasta había comenzado a reconsiderar eso de no tragarme su leche… si me sorprendía no pensaba hacer nada por evitarlo. Pero él mismo me anunció que se venía y que quería acabarme en la cara. Así que se la solté y me quede sentada en mi lugar. El se levantó un poquito, puso una rodilla en el asiento, y apuntándome con su verga empezó a pajearse fuertemente. Yo veía frente a mí la cabeza hinchada y colorada con el orificio del centro que se dilataba cada vez más… se la sacudía fuerte… haciendo que la piel de su pija chasqueara entre sus dedos… yo abría la boca y sacaba la lengua… incitándola.
-¡La lechita profe… quiero la lechita!- le pedía… y eso fue justo lo que me dio.
Uno, dos, tres… no se cuántos lechazos me dieron de lleno en la cara, sentía la guasca derramándose por mis mejillas, impregnándome los labios, el mentón, el cuello, mientras yo me quedaba ahí quietita dejando que él disfrutara del espectáculo.
Cuándo terminó de eyacular, me frotó la poronga por toda la cara, esparciendo hasta por el último rincón toda la esencia de su virilidad. Recién entonces se derrumbó en el asiento del conductor y soltó un estruendo suspiro.
-¡Esto merece un 10!- exclamó.
-Con 7 me conformó, un 10 sería muy sospechoso- le dije mientras trataba de limpiarme la leche que ya amenazaba con empaparme la camisa del uniforme.
Muy gentilmente me tendió un pañuelo, con el cuál me limpié, devolviéndoselo a modo de “souvenir” tal como él mismo me pidió. Nos arreglamos, esperamos un tiempo prudencial para recuperar la compostura y salimos del garaje. Al salir vi como el cuidador le hacia una seña con el pulgar en alto, como si hubiera sabido lo que habíamos hecho y le hacía entender que todo estaba bien. Me dio vergüenza que me viera.
Al dejarme en la esquina de mi casa el profe me aseguro que me había ganado la nota.
-Es mejor que estudiar, ¿no?- le dije con una sonrisa cómplice, despidiéndome de él y volviendo a mi casa con el aroma del semen de mi profesor impregnado en mi piel.
Bueno chicos, este es mi primer relato... comenten y dejen puntitos si quieren... no dejo fotos acá porque no puedo. Besitos, chupaditas y todo lo lindo que se les ocurra...
Hola, en otra ocasión les voy a contar como fue mi primera vez, ahora quiero compartir algo más reciente, como cuándo me cogí a mi profesor de matemática. Fue antes de las vacaciones de invierno. Con un grupo de amigos habíamos preparado una salida a las sierras de Córdoba, pero mi integración al mismo dependía de que tan buenas notas sacara en los últimos exámenes de ese semestre. Matemática siempre me costó un montón, la verdad que no entiendo un pomo de nada, por lo que la nota estuvo acorde a mis magros conocimientos. O sea que reprobé olímpicamente. Si llegaba con esa calificación a mi casa era más que obvio que mis viejos no me dejarían ir al viaje, y encima me tendrían encerrada las dos semanas de vacaciones estudiando eso que para mí eran jeroglíficos chinos. Además, me decía a mí misma, para que quiero saber matemática si voy a ser actriz porno. ¿Para saber las medidas de una poronga? Eso lo puedo saber perfectamente midiéndola con la mano o con mi boca.
Así que como se darán cuenta estaba desesperada. Tenía que conseguir que el profesor me cambiara la nota por un aceptable y moderado 7, de lo contrario la guillotina me estaría esperando en casa. Ese día, después de recibir la nota, y cuándo terminó la hora, espere a que todas mis compañeras salieran del aula, y me acerque al profe. Tengo suerte en tener un profesor baboso, por lo que cuándo le dije que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguir una buena nota esa tarde, abrió bien los ojos y me prestó la debida atención. Le explique los motivos de mi preocupación, sobre el viaje, mis padres, y cuánto más le hablaba más carita preocupada ponía.
-¿Qué podemos hacer profe? Le aseguro que estoy dispuesta a hacer todo lo que usted me diga- le dije haciendo pucheritos.
-Cerrá la puerta- me dijo.
Fui, la cerré y volví a su escritorio.
-Lo que me estás proponiendo me puede costar no solo mi trabajo, sino también mi matrimonio-
-Nadie se va a enterar profe, yo no pienso decir nada y me imagino que usted menos- le hice notar.
-Y si acepto… ¿Qué estás dispuesta a hacer?- se interesó.
-Y… creo que un pete por un siete estaría bien… ¿a usted que le parece?-
-Me parece bárbaro, además no tengo donde llevarte así que eso lo podríamos hacer en mi auto- sugirió.
-Entonces, ¿arreglado?-
-Si, solo quiero saber… el pete es hasta el final, ¿no?-
-Y si profe, hasta que acabe, sino que gracia tiene- me sonreí, tras lo cuál agregué: -Lo único, es que no me gusta tragarla, si quiere puedo tenerla un ratito en la boca y escupirla, o me puede acabar en las tetas…-
-Si no te molesta me gustaría acabarte en la cara- me dijo entonces.
-Bueno, eso si me gusta… jajaja… es usted un puerquito, profe…-
Quedamos en que nos encontraríamos después de clases en una esquina determinada. No pudimos seguir hablando porque me vinieron a buscar mis amigas para ir a fumar al baño.
-¿Qué tanto hablabas con el viejo?- me preguntó una de las chicas –Te bocho, ¿no?-
-Si, pero me va a dar otra oportunidad, la última, así que esta tarde me tengo que ir corriendo a casa a estudiar- les dije, librándome ya de ellas por el resto de la tarde.
A la hora acordada estuve en la esquina que había arreglado con el profe. El llegó a los pocos minutos. Podía reconocer su auto destartalado a varios kilómetros. Se detuvo el tiempo suficiente para que yo subiera y nos pusimos en marcha. Ni siquiera nos dimos un beso, fuimos directamente a un garaje subterráneo que él parecía conocer muy bien. Le dio un billete al cuidador cuándo entramos y tras varias vueltas nos detuvimos en un rincón bastante oscuro, delante de dos gruesas columnas que nos protegían adecuadamente de cualquier presencia inoportuna. El profe miro por el espejo retrovisor, a los costados y apagó el motor, recién entonces pareció tranquilizarse. Se acomodó en su asiento, dejo los brazos a los costados de su cuerpo y me dijo:
-Bueno, ya estamos acá-
Esa era la señal de largada. Dispuesta entonces a ganarme mi nota, tiré la mochila al asiento trasero, y con una mano me puse a acariciarle el bulto por encima del pantalón. Ya estaba bien formado, deliciosamente gomoso, debo ser sincera en esto y decir que me encanta la verga… me gusta… me gusta mucho, por lo que aquello no resultaba ningún sacrificio para mí. Así que enseguida, le desabroché el botón del pantalón, le baje el cierre y con el mayor de los cuidados, como si se tratara de una fina pieza de artesanía, metí una mano adentro y se la saque afuera, haciendo que se parara en su máximo esplendor. Se la apreté suavecito y empecé a hacerle una suave paja, sintiendo como iba creciendo agrandando el contorno de mis dedos.
Estaba dura, caliente y maciza. Lista para lo que pretendíamos, así que me agache y empecé por darle jugosos besitos en la cabeza… algo me humedeció los labios al apoyarme… no lo evité, es más, con la lengua lo esparcí por todo el contorno, arriba y abajo, y seguí besando dulcemente toda esa férrea superficie.
Se la fui comiendo de a poco, alternando chupaditas, con besos y lamiditas, también con suaves mordiscos aquí y allá, tonificando en todo momento esas gruesas y sinuosas venas que latían cada vez más fuerte. Me saque el ambo del uniforme y me quede en camisa para estar más cómoda. Volví a agacharme sobre esa agradable turgencia comiéndomela de un solo bocado esta vez. Me la comí casi hasta la mitad, iniciando entonces una mamada por demás gustosa y complaciente. Con una mano le envolvía los huevos, sintiendo ya una frenética ebullición y eso que recién había empezado.
-¡Mmmmm… mmmmmm… mmmmmm…!- se la chupé ya sin distracción alguna, metiendo todo lo que podía en mi boca, saboreando cada pedazo, mientras que con la mano apretaba sus huevos, suave y cálidamente.
Me gustaba estar ahí en el auto con mi profesor de matemáticas, un tipo de unos 40 y pico de años, casi 50, chupándole la pija para ganarme una buena nota. La verdad que así resulta interesante el colegio, estoy segura que si de eso dependieran los exámenes aprobaría sin problemas todas las materias.
Con la lengua le daba vueltas y vueltas por el glande saboreando el denso líquido que le fluía por el agujero de la punta, esparciéndolo por toda su superficie. Me gustaba escucharlo gemir y suspirar por esa mamada que le estaba haciendo. Se sentía rico y agradable… muy agradable. Intensifiqué entonces los movimientos de mis labios, decidida a ir por toda la carga de sus huevos, chupando, succionando, mordiendo cada pedazo de tan delicioso trozo. Parecía que la pija de mi profe se deshacía en mi paladar, pero era el líquido que le salía, el cuál mezclado con mi propia saliva formaba un riquísimo juguito que yo me tragaba sin protesto alguno… hasta había comenzado a reconsiderar eso de no tragarme su leche… si me sorprendía no pensaba hacer nada por evitarlo. Pero él mismo me anunció que se venía y que quería acabarme en la cara. Así que se la solté y me quede sentada en mi lugar. El se levantó un poquito, puso una rodilla en el asiento, y apuntándome con su verga empezó a pajearse fuertemente. Yo veía frente a mí la cabeza hinchada y colorada con el orificio del centro que se dilataba cada vez más… se la sacudía fuerte… haciendo que la piel de su pija chasqueara entre sus dedos… yo abría la boca y sacaba la lengua… incitándola.
-¡La lechita profe… quiero la lechita!- le pedía… y eso fue justo lo que me dio.
Uno, dos, tres… no se cuántos lechazos me dieron de lleno en la cara, sentía la guasca derramándose por mis mejillas, impregnándome los labios, el mentón, el cuello, mientras yo me quedaba ahí quietita dejando que él disfrutara del espectáculo.
Cuándo terminó de eyacular, me frotó la poronga por toda la cara, esparciendo hasta por el último rincón toda la esencia de su virilidad. Recién entonces se derrumbó en el asiento del conductor y soltó un estruendo suspiro.
-¡Esto merece un 10!- exclamó.
-Con 7 me conformó, un 10 sería muy sospechoso- le dije mientras trataba de limpiarme la leche que ya amenazaba con empaparme la camisa del uniforme.
Muy gentilmente me tendió un pañuelo, con el cuál me limpié, devolviéndoselo a modo de “souvenir” tal como él mismo me pidió. Nos arreglamos, esperamos un tiempo prudencial para recuperar la compostura y salimos del garaje. Al salir vi como el cuidador le hacia una seña con el pulgar en alto, como si hubiera sabido lo que habíamos hecho y le hacía entender que todo estaba bien. Me dio vergüenza que me viera.
Al dejarme en la esquina de mi casa el profe me aseguro que me había ganado la nota.
-Es mejor que estudiar, ¿no?- le dije con una sonrisa cómplice, despidiéndome de él y volviendo a mi casa con el aroma del semen de mi profesor impregnado en mi piel.
Bueno chicos, este es mi primer relato... comenten y dejen puntitos si quieren... no dejo fotos acá porque no puedo. Besitos, chupaditas y todo lo lindo que se les ocurra...
16 comentarios - Mi profe de matematica
Tengo pero no puedo publicarlas aca, pasame por mp tu dire y te agrego al Face... Besos
Alta relato yo tambien quiero esas fotos 🙎♂️ 🙎♂️ 🙎♂️
SALUD!
DocGaleno, poringologo.