El verano daba sus últimos coletazos y la tristeza y pereza me invadían. No me importaba que el curso en la universidad comenzara en pocos días, lo que realmente me atormentaba era pensar que, en los meses que faltaban hasta las vacaciones de Navidad, apenas me vería con mi chico, con Pablo, salvo los fines de semana.
Pronto se cumplirían dos años saliendo con él y estábamos muy enamorados. Por lo que respecta a mí estaba como loca. Todo el día estaba en mi boca, bien fuera hablando con mis amigas o en casa con mis padres. Nuestra vida sexual era cada mes que pasaba más intensa. Cualquier oportunidad que tuviéramos era aprovechada para lo que pudiéramos: sexo oral, manoseo, acostarnos. Pero todavía teníamos una asignatura pendiente: el sexo anal. No podía pedir más a la vida, pues además en los estudios me iba muy bien hasta la fecha.
La relación con mis padres estaba un poquito tensa, pues entre ellos faltaba algo de entendimiento por temas laborales: a mi padre le habían ofrecido un buen puesto para progresar, de forma muy importante, en su profesión. Se debatían entre sí lo aceptaría y marcharíamos los tres o nos quedábamos. El problema era mi madre pues no quería dejar su trabajo y empezar de nuevo en otro lugar. También por mi parte, no quería dejar mi cuidad, amigos y sobre todo a Pablo.
Para despedirnos del verano, Pablo y yo habíamos comprado un paquete de viaje para ir un fin de semana a Leeds, Inglaterra. El motivo era ver en vivo el concierto que Robbie Williams daría allí el día 8 de septiembre de ese año. Como no pudimos conseguir entradas para los conciertos de Paris y Ámsterdam, que en principio nos parecían más interesantes por las ciudades, nos conformamos con la seguramente fea, fría y aburrida ciudad inglesa. Pero después de todo estábamos contentos, cerca tendríamos Manchester y Liverpool para poder visitar. El concierto caía en viernes noche y dormiríamos en Leeds. El sábado nos buscaríamos la vida en las otras ciudades, que a buen seguro serían más interesantes, sobre todo Liverpool por lo que todos sabemos… los Beatles.
Por supuesto que yo tenía el permiso de mis padres o al menos se lo comuniqué y no pusieron pega alguna. A pesar de tener ya mis 18 añitos, me gustaba contar con su aprobación. Para mí, la opinión y confianza de ellos era algo sagrado.
Tomamos el AVE en Córdoba el jueves por la tarde. Dormiríamos en Madrid esa noche, en casa de los tíos de Pablo y el viernes por la mañana viajaríamos a Manchester donde tomaríamos un tren a Leeds. Llegamos a esta ciudad sobre las cuatro de la tarde, con el tiempo casi justo para ir al hotel, echar un polvo rápido, ducharnos y cambiarnos de ropa.
Decidimos hacérnoslo en la ducha y así perder el menor tiempo posible. Cuando ya estábamos desnudos y por entrar a la ducha sonó el teléfono. Pablo lo cogió pues dominaba mejor el inglés que yo. Era el recepcionista para avisarnos de que el último autobús para el parque donde se celebraba el concierto, saldría en media hora. Al colgar me dio la información y el corazón se me puso a cien.
-. ¡¡ME CAGO EN LA LECHE!! - Exclamé – no me lo puedo creer, ahora que estaba super caliente no nos da tiempo salvo para vestirnos y arreglarnos – continué diciendo entre el cabreo y la excitación.
-. No importa cariño – dijo Pablo – ya nos desfogaremos cuando volvamos a la noche – intentó consolarme.
No me dio tiempo a seguir quejándome pues me puse aceleradamente a maquillarme y vestirme. El hizo lo propio también con celeridad. Cinco minutos antes de la hora límite bajamos a recepción a entregar la llave. La cara de enojo que dibujaba mi cara no pasó desapercibida para el recepcionista. Con malos modos y un mediocre inglés le pregunté que por qué salía tan temprano el último autobús. El se excusó manteniendo las formas y alegando que era por culpa del tráfico. Si los autobuses se demoraban más, pararían lejos y tendríamos que ir el resto del camino a pie.
Salimos del hotel sin dejar de mirarle mal: me había cortado el calentón y se la tenía jurada. Al salir a la calle y ver el ajetreo de chicos y chicas que iban hacia el concierto, se me pasó el enojo. Subimos al autobús y ya no encontramos asiento. Íbamos de pie, apretados por la manada de corderos que llevaban el mismo destino: el matadero donde Robbie nos “mataría de gusto con su música”. Notaba como unos y otras me apretaban el culo y las tetas al estar tan juntos. De nuevo me venían los calores que perdí en la habitación. Informé a Pablo de esta situación.
-. Pablo, me están aplastando el culo y las tetas. Como dure esto mucho más me corro aquí mismo. – le dije poniendo ojitos.
-. Jajajajajaja, me matas de la risa – contestó sin dejar de reír y mirarme con paciencia - ¿No será que lo que te pone es pensar que vas al concierto de tu amado Robbie? – prosiguió retándome.
No quise contestarlo por no ponerlo patas arriba y pisarle el cuello… jajajaja. Cuando llegó el autobús nos dejó como a medio km del recinto donde sería el concierto. Mientras caminábamos, Pablo se separaba un poco de mí y no dejaba de mirarme de arriba abajo. Me había puesto unos zapatos sin apenas tacón, una minifalda de cuero negro muy ajustada y un tanga granate debajo, un top del mismo material y color que la minifalda y sin sujetador. Una pequeña mochila a la espalda con mis cositas. El pelo mantenía los tirabuzones que me hice una semana atrás. Sin duda iba vestida para la guerra musical. Por un momento pensé si el resto de chicos y puede que chicas, me miraban del mismo modo. UFFFFFFFF ¡Qué calores recorrían mi cuerpo hasta la entrepierna! Él apenas se había puesto unos vaqueros y una camiseta muy macarra. Una ligera cazadora y mi jersey atado a su cintura, unas deportivas y el pelo muy alborotado.
Cuando llegamos al lugar del concierto accedimos tras esperar un rato en la cola. Al entrar en el recinto el bello de los brazos se me puso erecto, no daba crédito a lo que veían mis ojos: aquello estaba a reventar, solo quedaban lugares libres al final, en una especie de gradas a modo de escaleras, justo enfrente del escenario. Yo miraba hacia él y lo veía tan lejos que parecía que estaba a kilómetros de distancia. Pero bueno, yo ya contaba con que no nos pondrían en la zona VIP… jajajaja.
Todos en nuestra zona estábamos sentados en el suelo. La bebida corría de mano en mano sin parar. Unas chicas cantaban canciones del artista. Otros chicos hacían el gamberro. El ambiente estaba muy animado y yo no dejaba de mirar en todas direcciones. Pablo hacía lo mismo pero mirando a las chicas, los ojos se le salían de las órbitas. No me importaba pues realmente había chicas monísimas, jóvenes y sexys, era inevitable para él.
De vez en cuando le pillaba mirando el culo de esas ardientes y deseables jovencitas. Imagino que en ese momento, de tener oportunidad, a más de una se la follaba por ese orificio. Realmente era algo que le ponía loco y que deseaba practicar conmigo. Pero yo tenía un regalo para él esa noche: por fin me había decidido a entregarle mi virginidad anal. No sabía la sorpresa que le esperaba al llegar al hotel.
Por fin se anunció el inicio del concierto, cuando las últimas luces rojizas de la tarde desaparecieron. Sonaron las notas musicales de la película “Encuentros en la tercera fase”… ♫ ni, no, ni, no ♪… ♪ ti, to, ti, to ♫… (Algo parecido) esas con las que pretenden comunicarse con los extraterrestres. La gente se volvía loca: las chicas gritábamos, los chicos nos miraban con cara de incrédulos, no podían concebir tanta devoción por un artista. ¡Pero las chicas somos así!
Durante el concierto no paré de cantar, a coro con las chicas y algún que otro chico, todas las canciones de nuestro ídolo. El ambiente era realmente excitante y emotivo. Al terminar la canción que escuchábamos, todas sabíamos cual era la siguiente: “Angels”, la preferida por la mayoría entre las que me incluía yo.
Me cuesta, incluso ahora mismo, expresar lo que sentía sin que afloren lágrimas de mis ojos. El cuerpo parecía pegado al suelo, el corazón me latía como el de una leona después de una cacería. El aliento escapaba de mi boca al ritmo de los latidos, sin freno, desbocado y muy caliente, tanto que mis labios se tornaban muy tibios, demasiado, a pesar del fresco de la noche. Miraba a Pablo que permanecía impasible, con la misma mirada altiva e inalterable de siempre. Le tomé de la mano, lo llamé con los ojos, él me miró y sin pensarlo le di un largo y apasionado beso en los labios, en un intento de sofocar el fuego que los derretía. Él me correspondió con la misma pasión, estrujándome todo lo que pudo. Me oprimía los pechos con el suyo y me agarraba del culo, como marcando a su hembra frente a los demás machos hambrientos de carne joven y libidinosa. Realmente me sentía muy emocionada: para mí “Angels” es la canción más emotiva y hermosa que he escuchado nunca y eso se plasmaba en mi rostro y en mis sentimientos.
-. ¡Te quiero! Te quiero más de lo que soy capaz de soportar – le dije al oído casi gritando para esquivar el de los miles de gargantas que jaleaban a su ídolo.
-. Yo también amor. Te quiero mucho – respondió sin dejar de abrazarme.
Nos separamos justo en el momento en el que Robbie presentaba la canción y nos alentaba a acompañarlo. El griterío se hizo más insoportable aun. Comenzó a cantar y miles de brazos se levantaron por todas partes. Según supe días después, asistieron más de 60.000 personas. Sin duda eso ponía la carne de gallina a cualquiera.
♫♪♫ -. “I sit and wait. ♪♫♪ Does an angel contemplate my fate? ♫♪♪... - comenzó a cantar y todas gritamos histéricas. A medida que la canción avanzaba el corazón latía con más fuerza y costaba contener el aliento y las lágrimas que luchaban por escapar de los ojos, emocionadas. Por todas partes se veían chicas subidas sobre los hombros de los chicos. Algunas de ellas con los pechos descubiertos. Otras, con los pies en el suelo, las imitaban y también desnudaban sus “corazones”, con los pezones firmes y erguidos, como si quisieran que su ídolo se fijara en ellas y las llevara a un éxtasis de amor sensual.
Realmente me sentía muy excitada por la canción y por la escena más propia de una Bacanal Romana. Sin pensarlo me dejé caer los delgados tirantes del top, por los hombros. Se deslizaron por los brazos y finalmente tiré del top hacía abajo, hasta la cintura. Mis menuditos pechos quedaron al aire, bañados en sudor. Los pezones casi me dolían por lo duros que estaban. Me los miraba mientras no dejaba de cantar a coro con miles de chicas y con él, mi adorado Robbie. Los tenía apuntando hacia el escenario, como dos pequeñas flechas de deseo.
Por detrás no dejaba de sentir todo tipo de empujones, de saltos y de manoseos ¿Inconscientes? En ese momento Pablo me miró quedando alucinado: no podía creer lo que veía. No me dijo nada, solo me miraba perplejo. Me giré hacía él y me abracé más fuerte que antes.
-. ¡Mastúrbame! – le supliqué ansiosa mientras dirigía su mano con la mía hasta mi coñito húmedo y deseoso.
Me miró y sin poder decir nada, comenzó a frotarlo con varios dedos sin cesar, sin dejar de destrozarlo por encima del tanguita. Abrazada a mi amante no dejaba de corear la canción con el resto. Sentía que las fuerzas me abandonaban cuando, separando mi prenda íntima, me metió dos dedos en forma de garfio por la rajita.
-. ¡¡UMMMMMMMMM! – un fuerte gemido se escapó de mis labios sin que nadie se percatara o escuchara. El ruido de la música y de las miles de gargantas era ensordecedor.
Me giré hacía el escenario sin que los dedos se salieran. Mi espalda se fundió con su pecho, empujando mi culito contra su dura verga. También estaba muy excitado y me lo hacía saber con su dureza y tamaño. No dejaba de hurgar en mis entrañas aun después de terminar la canción. Yo aplaudía como podía y aprovechaba los gritos del público para lanzar y camuflar los míos que eran de placer, de lujuria. Apenas comenzaba la siguiente canción y aproveche para gritar de nuevo con la multitud, el orgasmo me mojaba el tanga y chorreaba por la parte interna de las piernas, casi hasta las rodillas. Durante unos segundos mi cuerpo era incapaz de moverse. La vagina oprimía los dedos de Pablo y le costaba un poco obligarme a terminar el orgasmo.
Ya no coreaba con el resto de enloquecidas fans. Mi coño seguía ocupado por dos dedos maestros y mágicos. Pedí a Pablo que los sacara y me giré para besarlo con dulzura y pasión.
-. Pablo, por favor, sácame de la mochila una toallita perfumada. Tengo el coño que parece un pantano y las piernas las surcan dos ríos – le grité para que me escuchara a la primera.
Después de sacarlo y dármelo, me limpié como pude. Sentía que miles de ojos habían contemplado la escena. Nada de eso, nadie se había percatado… ¡¡Quién iba a mirarme en medio de un enloquecedor concierto!! Pensaba al tiempo que acudía también a la mente una pregunta ¿Cuántas se habrán corrido en el mismo momento que yo? imaginé que muchas y eso me hizo sentir más satisfecha.
-. Pablo, ¿Quieres que te desfogue, amor? – le pregunté acercando mucho mis labios a su oreja.
-. No Luz, todo está OK. No te preocupes. Me conformo con que tú hayas gozado – me respondió resignado y complacido en cierto modo.
-. No te preocupes, cuando lleguemos al hotel te voy a compensar generosamente – le consolé y volví a besar y comer la boca.
Terminó el concierto y me sentía muy agotada, pero las ganas de seguir de fiesta me proporcionaban renovadas fuerzas. Decidimos ir al centro de la ciudad, a beber cerveza negra en algún típico PUB. No puedes ir a Inglaterra y no pedirte una buena pinta de cerveza Guinness. Las hay más consumidas, pero a casi todos los españoles nos atrae esta en particular cuando vamos a Inglaterra.
Cerca de la una de la madrugada sonó una estridente campana. Pablo me indicó que era el aviso para pedir la última copa pues, después de ese momento, ya no se servía nada más. Decidimos irnos y no esperar a la estampida. Como casi todo estaba cerrado y apenas quedaba ambiente, nos fuimos a pasear por la ciudad. A pesar de que no había llovido las calles estaban mojadas, seguramente las habían regado. Me encantaba pasear por esas calles que me resultaban tan pintorescas.
Callejeando llegamos al rio y allí nos sentamos en un banco de madera con un armazón que parecía de bronce. Pasamos un buen rato sentados, hablando sin parar del concierto y de las sensaciones tan dispares. Pablo no se aburrió, pero tampoco lo disfrutó a no ser… por la cantidad de culos estupendos y tetas rosaditas que vio. Aun tenia la mirada picarona y esa expresión de felicidad que tienen los chicos solo con ver e imaginar.
Dejamos de hablar para pasar a darnos muestras de cariño. Como nos íbamos acelerando y no sabíamos que podría pasar en ese país tan peculiar respecto a la moralidad, no quisimos ponernos muy apasionados, por si dormíamos en un calabozo. Peor aun, que lo hiciéramos separados y no poderle dar mi sorpresa.
Como el hotel estaba cerca fuimos caminando de la mano. Sin reparar demasiado en la curiosa arquitectura de los edificios. Teníamos algo de prisa y no había tiempo que perder.
Llegamos al hotel y estaba cerrado. Al vernos el recepcionista, a través de la puerta de cristal, salió de su mostrador y nos abrió. Nos dio la llave y subimos por las escaleras, tan solo era un piso. Al entrar en la habitación me acerqué al balcón y corrí las cortinas. Las vistas daban a un parque y por encima de él, se veían algunos edificios que debían ser oficiales o de interés turístico, pues estaban iluminados de forma preciosa.
Tras un par de minutos, Pablo se acercó a mí y me abrazo por la espalda. Apoyando la barbilla en mi hombro y pegando la cabeza a la mía. Me sentía romántica más que excitada contemplando esas bellas vistas. Pensaba que aun nos quedaba día y medio antes de regresar a la rutina diaria y que no me quería perder nada.
Los brazos de mi chico me abrazaban por el estómago y cubrí sus manos con las mías. Las apreté bien fuerte como queriendo retener ese momento de forma simbólica. Él comenzó a besarme el cuello, el lóbulo de la oreja… el cabello rubio y rizado. Yo dejaba sus manos para tomarle de los antebrazos, me estaba excitando de forma muy dulce. Me sentía tan protegida que el resto del mundo no me importaba en ese momento.
-. Pablo, apaga las luces por favor, quiero que nos bañe la luz que entra por la ventana – le ordené muy mimosa.
Me obedeció y segundos después lo tenía en la misma posición, repitiendo lo que había dejado de hacer. Mi cuerpo se balanceaba de un lado a otro, muy despacito, como si bailara una balada. Una de sus manos abandonó mi estómago para deslizarse sobre el top, acariciando mis pechos de cuero negro. La sensación que producía el tacto del cuero sobre ellos, presionado por su mano, era divina.
Mientras me dejaba hacer no cesaba de suspirar, de girar levemente mi cabeza acomodando sus labios en mi cuello. Levantaba la barbilla para que llegara más adelante. Un hormiguero de juguetonas hormigas recorría todo mi cuerpo.
-. ¡Desnúdame lentamente Pablo! - Le supliqué – quiero sentir que tus manos me recorren entera como si fueran de seda.
-. Como quieras amor, estas preciosa a media luz. Tu pelo tiene infinidad de reflejos mágicos. – me respondió dulcemente.
Sin decir más comenzó a ejecutar mi ruego. Dejó caer los tirantes por los brazos. Deslizó las manos por los pechos, bajo el cuero. Los acarició unos segundos para terminar por bajarme la prenda hasta la cintura, quedando las tetitas a su merced y con ellas los pezones que reclamaban algo de atención. Le informé de la súplica de los pequeños y excitados montecitos y sin hacerse rogar, los pellizcó con suavidad, recreándose.
-. ¡UMMMMM! - El primer gemido escapó de mi boca jadeante, como un pájaro de su jaula al abrirle la puertecita.
-. Me encanta cuando lo haces tan suave, cuando tus sentidos son solo para mí – le susurré sin dejar de balancear el cuerpo.
Alcé los brazos y le pedí que me sacara el top por encima de la cabeza. Obedeció y mi torso quedó desnudo del todo. Deslizó las manos por las caderas y fue bajando hasta llegar a palpar la piel de los mulsos. Las hormiguitas cambiaron de zona y vinieron a ellos, a darme pequeños mordisquitos de placer. Con ambas manos Pablo fue levantando la minifalda hasta la cintura, dejando los muslos y las caderas completamente a merced de sus manos.
-. ¡¡DIOSSSS!! ¡Cómo me pones amor! – mi boca tenía autonomía propia y las palabras salían sin pensarlas.
El seguía acariciándome sin parar de besarme el cuello y media cara. Por fin llegó el momento que me liberaría de esa faldita de cuero que parecía asfixiarme la entrepierna. Bajó la cremallera hasta la mitad de la prenda y cuando esta quedó suelta la dejó caer a mis pies, dejando el culito pegado a su pantalón y el pequeño triangulo frente al balcón, iluminado por las luces de la calle.
Disimuladamente retiré una toallita que me había puesto en el coñito, a modo de compresa, después de correrme en el concierto, para evitar mojar el tanguita con los restos de orgasmo. No quería que algo tan tonto rompiera la magia del momento. Me incliné hacia adelante un poquito, dejando mi culito algo expuesto para que hiciera lo que quisiera con él.
Posó ambas manos en los cachetes y exploró su redondez. De vez en cuando los apretaba algo fuerte, como queriendo cogerlos. Agarrada de las cortinas, con los ojos cerrados, deseaba que tuviera un arrebato y lo estrenara. Mis deseos no fueron cumplidos, aunque lo deseara más que nada, no se atrevía pues conocía mis reiteradas negativas pasadas.
Mi excitación había subido tanto que me giré hacía él, abracé su cuello y lo bese con desesperación. Dejé su boca para dirigir mis labios a su oreja derecha. Susurrando le dije al oído:
-. Amor, no puedo más, quiero que me hagas el amor, quiero que me folles, quiero que hagas de mí lo que quieras.
Nos separamos, me tomó de la mano y juntos nos acercamos a la cama. Al llegar me senté en el borde, con él frente a mí. Con cierta prisa le desabroché el tejano y lo bajé hasta las rodillas. El bulto que se marcaba debajo de su prenda íntima me hacía presagiar una noche esperanzadora.
Él mientras se había sacado la camiseta, tenía cierta prisa. Besé el pene por encima de la prenda que lo encarcelaba. Sus primeros gemidos de gozo comenzaron a surgir. Lo deseaba tanto como yo pero yo quería ir despacio, no quería alterar ese momento tan especial y romántico. Si no me folló por detrás cuando tuvo oportunidad y yo lo deseaba, ese momento de locura había pasado.
Lo despojé finalmente de la prenda que le quedaba y tomé su tieso y poderoso falo con las manos. Lo acaricié y besé con calma, disfrutando de cada centímetro. Finalmente lo metí dentro de mi boca y comencé a comerlo complaciente. Subía y bajaba acelerando cada vez más, de la puntita hasta casi rozar con los labios los testículos, Al salir jugaba con la lengua un segundo para volver a tragarla. Durante un rato le practiqué una buena y merecida felación.
-. Pablo – le dije llamando su atención – esta noche tan especial quiero que hagamos algo que deseas hace tiempo y que hoy estoy dispuesta a entregarte. – continué.
-. ¿Qué quieres que hagamos cielo? – me contestó mostrándose receptivo.
-. Quiero que lo hagamos por detrás, por el culito – dije mirándolo fijamente a los sobrios ojos.
-. ¿Estás segura? – Preguntó - ¿Por qué te ha dado hoy por eso? – siguió preguntando.
-. Por varias razones – comencé a explicarle – hace tiempo que lo vengo pensando y creo que estoy preparada. Pensé, cuando tuvimos seguras las entradas del concierto, que al venir y estar en un lugar especial, en un día que seguramente recuerde siempre, me gustaría añadir a mis recuerdos haberme entregado sin reparos y sin temores. – terminé de confesarme.
-. Como quieras amor, iremos con calma, hay tiempo de sobra. Lo importante es que te duela lo menos posible y lo disfrutemos. – respondió complaciente y seguro.
Añadí que esa noche solo la dedicáramos a eso, que no practicáramos sexo de ninguna otra manera. Si quería que fuera lo menos traumático posible debía ser con mucha calma y tacto. Tenía un plan para ello y precisaba de tiempo y ayuda.
Me acerqué a mi maleta y de ella saque una cajita que contenía lo necesario para hacerlo como yo quería. El me ayudaría, pero sería yo quien dirigiera para saber cómo y cuándo actuar. Le pedí que se sentara conmigo en la cama y comencé a mostrarle lo que contenía la cajita y qué hacer con ello.
-. Mira – comencé a explicar– esto es una especie de tubo de látex, de unos 10 cm, con uno de los extremos cerrado. Sirve para meterlo por el ano, hasta que el anillo de la parte que queda fuera haga tope. Como ves es fino y entrará bien con tu ayuda…
Él atendía mi explicación y tomaba buena nota. No tenía muy clara la función que tenía aquello pero escuchaba con interés.
-. Esto otro es un cilindro, también de látex y sirve para introducir lo que te he mostrado anteriormente. Tiene la misma longitud y se usa a modo de émbolo ¿Ves? – le mostré como hacerlo.
Pablo seguía escuchando perplejo, pero intrigado y atento. Debía estar pensando que su miembro era mucho más grueso que aquello y no parecía verlo claro. Yo mientras saqué el siguiente objeto.
-. Ahora viene la parte casi más importante. Bueno, casi tanto como las demás. – se lo mostré y quedo aun más desconcertado.
Era una especie de cilindro unido a un cono, todo formaba una pieza compacta. Le expliqué que una vez metido el tubito de látex por el ano, empujado por el émbolo, se metía esa pieza lentamente, con la idea de que el ano fuera dilatando hasta un diámetro requerido, debido a que se iba haciendo más grueso a medida que se introducía.
Después de esta explicación respiró aliviado pues me debía haber tomado por loca. Muy satisfecho por la propuesta me manifestó una total colaboración.
-. Perdona Pablo, se me olvidaba. Además hay un tubito de crema lubricante. Tienes que impregnarme abundantemente el ano con un dedo, para que no sufra demasiado al dilatar. Después metes el tubito hasta el tope y una vez dentro vas metiendo la pieza cónica despacio. Yo te indicaré cuando parar o continuar. La idea es que, cuando el ano vaya dilatando, no sufra rozamiento pues este lo sufrirá el tubito que es elástico.
Finalmente terminó por entenderlo del todo y me lo confirmó asintiendo con la cabeza. Me levanté de la cama y me quite el tanguita. El me abrazó por la cintura y me besó el vientre. Realmente estaba más tierno de lo habitual.
Resignada pero decidida me coloqué en la cama, en la posición del perrito, abriendo las piernas todo lo que pude. Cuando me sentí preparada le pedí que me impregnara la entrada con la crema. Tras hacerlo ya sabía cuál era el siguiente paso. Introdujo el tubo un poco y con el émbolo lo hizo profundizar hasta el fondo, hasta que hizo tope con el anillo en la entrada.
Mirando hacia atrás como podía, pude ver que tenía el miembro totalmente erecto de nuevo: durante la charla le había quedado algo flácido. En un arrebato de duda le pedí que me follara antes el coño, durante unos minutos. De esa forma pudiera ser que me relajara un poco más y con ello lo hiciera el ano, ya que lo notaba muy tenso.
Así lo hizo, me la metió hasta el fondo y comenzó a poseerme, acelerando a medida que entraba y salía de la rajita. Podía sentir como el cilindro que me llenaba el recto se movía un poquito. Pasados unos minutos le indiqué que se detuviera, no quería que con la emoción se corriera. Lo hizo y la sacó del todo. Yo me sentía además de relajada muy excitada.
-. Es el momento Pablo – le indiqué con voz temblorosa – ve con cuidado y paciencia. Antes lubrica también esa pieza para que entre mejor – terminé de instruirle.
Aplicó la crema y fue metiendo la punta hasta donde le ordené que parase.
-. Ha dilatado un poco, ahora lo sacas y metes unas cuantas veces, sin profundizar más. – le indiqué con decisión y sin dejar de temblar.
Así lo hizo unas cuantas veces antes de meter un poquito más.
-. ¡¡Agggggg!! - Lancé un pequeño grito de dolor
-. ¿Te duele amor? Si quieres lo dejamos – me dijo tratando de consolarme.
-. No Pablo, sigue despacito, tarde o temprano tengo que pasar por esto. – le pedí resuelta a no ceder y soportar lo que viniera.
Durante quince minutos fue repitiendo los avances. En ese rato no dejé de lanzar pequeños gritos contenidos de dolor. Me ardía pero podía soportarlo. Finalmente consiguió introducirlo hasta llegar a la zona cilíndrica, la más ancha. Sentía como las paredes del ano se habían dilatado y la piel me tiraba.
-. Ponme un poco más de crema en el anillo del ano por favor – le ordené cariñosamente buscando alivio. – ahora déjalo en esa posición durante un rato. Mientras fóllame de nuevo el coño unos minutos para terminar de relajarme y que el recto se habitúe a tenerlo dentro.
Sin rechistar obedeció y la metió muy excitado por la escena, sin duda estaba muy ansioso por que llegara el momento de follarme por detrás. Esto produjo el efecto que no había buscado: me folló con unas ganas y fuerza inusuales en él. Durante unos cinco minutos no cesó en su empeño de darme placer y sentirlo él también.
-. ¡¡Haaaaaaaa!! ¡Qué gustoooo! – exclame intentando no provocar demasiado escándalo y que algún huésped llamase quejándose a recepción.
El orgasmo me inundó por completo el acalorado coñito. Durante un par de minutos no dejé de gemir y jadear por el placer. Él no cesaba en sus acometidas. Notaba como lo que me obstruía el ano ejercía una gran presión sobre las paredes.
-. Ahora Pablo – dije una vez concluido el orgasmo – entra y saca eso que tengo en el culito, pero suave y sin parar. Después de un ratito, cuando te lo pida, sacas todo y me la metes bien untada de crema para que resbale bien… ¡¡Que sea lo que Dios quiera! – ya estaba resignada y con ganas de saber si saldría tan bien como se presumía en el folleto que traía la caja.
Así lo hizo. Pasado un rato corto sacó todo de mi interior, se untó la dura polla con crema y la fue metiendo muy despacito pero sin parar. Ahora si notaba el rozamiento y como la piel del anillo anal se metía ligeramente hacía dentro empujada por la fricción.
Cuando llegó más o menos a introducir la mitad de su miembro, le pedí que me follara despacio para ir acoplándonos y que mi zona dolorida se fuera acostumbrando. El dolor iba disminuyendo a medida que me follaba.
-. Pablo, ahora la puedes meter del todo, lo siento bastante relajado y el dolor va desapareciendo – le pedí bastante tranquila.
Siguió avanzando hasta que noté como me golpeaba con su vientre las nalgas. Estaba completamente dentro de mí y el dolor era casi imperceptible. Fue saliendo y entrando cada vez más aprisa. Notaba como aquel cilindro hinchado y duro me presionaba las paredes del recto, tratando de expandirlas más aun.
Al cabo de unos minutos, aquella polla entraba y salía con una ligereza que no podía haberme imaginado. Mis temores a sufrir dolor y las ansias de entregarle lo que le había negado tantos meses habían pasado, por fin se habían terminado. Sin duda ardía en deseos de que apreciase y gozase mi regalo.
-. ¿Todo bien amor? – me preguntó temeroso de hacerme sufrir.
-. Si cielo, todo bien. Ya estoy empezando a sentir placer. Al menos el dolor ha desaparecido del todo – respondí satisfecha y cada vez más excitada.
Llegó un momento en que entraba y salía de mí como si lo hubiéramos hecho cientos de veces. El placer afloraba con cada envestida de su ariete. Mis gritos y jadeos eran más frecuentes. Con la mano derecha me masturbaba el clítoris buscando un orgasmo, una segunda oleada de placer.
No podía imaginar como Pablo podría aguantar tanto tiempo sin que le estallarla la polla y me llenara de leche. Pensando esto me vino a la mente:
-. Cielo, cuando te quieras correr puedes hacerlo dentro, de esta forma no hay problemas de embarazo. – le dije dándole permiso y en el fondo deseando que lo hiciera y así sentirme llenada por él, por mi AMOR.
-. Si Luz, no te preocupes que no me falta mucho. ¡¡Ummmm!! ¡¡Haaaa!! – me respondió con la voz entrecortada y gimiendo de placer.
Terminó corriéndose dentro de mí. No podría precisar qué cantidad de semen soltó pero debió ser abundante. Respiraba muy fuerte entre jadeos de satisfacción.
-. Eres excepcional amor. Nunca pude imaginar tener una novia tan especial como tú. Nunca dejas de sorpréndeme – afirmó notablemente exaltado y fuera de sí.
Estas palabras me llenaron de alegría y provocaron que me corriera de una forma brutal.
-. ¡No te detengas ahora Pablo, por favor! ¡Me corrooooo! ¡Me corroooo! – supliqué sin dejar de moverme de forma acelerada y sin control.
De nuevo mi coñito volvió a encharcarse, goteando sobre la cama. Era una guarrada pero en ese momento no pensaba en ello, solo en gozar los últimos coletazos de mi merecido orgasmo.
Por fin me quedé super relajada, muy satisfecha y feliz, INMENSAMENTE FELIZ. Al fin sabía lo que se sentía al ser penetrada por el ano y me gustó mucho. Mientras, Pablo seguía penetrándome pero ya de forma muy pausada. El pobre estaba esperando una orden por mi parte para detenerse.
-. Ya puedes sacarla amor, he terminado. – le pedí con voz dulce y de satisfacción.
Lo hizo, y yo, poniendo la mano en el ano, traté de que goteara lo menos posible el semen que Pablo había descargado dentro. Corriendo como puede me fui al baño y allí me limpié a conciencia, tratando de evacuar los dos orificios. Mientras lo hacía entró el y se metió en la ducha. Sin duda no debía ser agradable tener el pene sucio.
Terminé duchándome con él, los dos juntos, entre risas, besos y palabras cariñosas. Lo que había empezado de forma romántica y sensual delante del balcón, había terminado de forma muy distinta.
-. Ahora Pablo ya puedo decir que soy totalmente tuya. No queda ninguna parte de mi cuerpo que no conozcas o hayas explorado – dije antes de fundirnos en un beso largo y apasionado.
-. Gracias amor. Eres increíble Luz, eres la mejor – respondió después del beso.
Durante un buen rato nos duchamos mientras jugueteábamos entre bromas. Su miembro había bajado y menguado considerablemente. Con las manos, mientras jugábamos, lo acariciaba intentando que subiera, a modo de reto personal. Cuando lo conseguí lo enjaboné abundantemente.
-. Pablo, intenta metérmela de nuevo, a ver si sigue dispuesto o se ha cerrado en banda – le pedí con cara risueña y picarona, sin ocultar mi felicidad.
-. Seguro que sí, voy a probar – respondió a mi reto.
Me incliné hacia delante dejando mi culito expuesto para él. Efectivamente volvió a entrar con facilidad.
-. ¡¡Siiiiiii, entróoo!! ¡Premio para el caballero! Jajajajaja – yo no dejaba de jugar – ahora sácala que lo cierto es que estoy tan satisfecha que no tengo ganas para nada más.
Terminamos de ducharnos y cada uno se dedicó a su ritual de higiene personal antes de dormir. Y así terminó la noche.
A la mañana siguiente madrugamos para ir a visitar la cuidad y sus lugares de interés, para marchar después de comer hacia Manchester. No es que Leeds sea la ciudad más bonita de Inglaterra pero es preciosa y muy grande, a mi me gustó. Además presumen de ser la primera ciudad del mundo donde se instalaron semáforos. ¡La recomiendo!
La tarde la pasamos en Manchester y el domingo en Liverpool. Realmente fue uno de mis mejores fines de semana. Finalmente volvimos a casa con el recuerdo de este inolvidable viaje.
Desde ese viernes noche nuestra vida sexual dio un paso de gigante. Yo perdí la virginidad anal de forma segura y placentera descubriendo un nuevo mundo de posibilidades para la relación de pareja. Pablo consiguió cumplir su sueño de que me entregara por completo a él. Pero lo más importante fue que también nuestros sentimientos se incrementaron y la relación fue más intensa y fuerte. Con el tiempo he llegado a sentir que el sexo anal es lo que más me gusta y mayor placer me produce.
De esta forma tan romántica, placentera y poco traumática es como vencí la barrera que me faltaba por derribar. Todo gracias a un poco de valor, entrega y dominio de la situación. ¡Cómo no! También gracias a las mentes privilegiadas que inventan estos artilugios sexuales. Yo nunca imaginé que existiera tan práctico modo de solventar tal situación. Al menos mis conocidas, por lo que sé, lo han pasado muy mal esa primera vez. Gracias a Alicia, mi sexóloga de confianza lo pude tener. Me había dicho que no era fácil de conseguir pero que, a través de Internet, lo pudo comprar para mí en una tienda de Ámsterdam.
Amigas que me leéis, si queréis disfrutar de una experiencia así, la primera vez, de forma que no os marque negativamente durante mucho tiempo hacedlo sin miedo, con decisión pero también con cabeza. No dejéis que vuestra pareja os imponga o incite… a quien no le duele es a ellos. Besos y ánimo.
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Pronto se cumplirían dos años saliendo con él y estábamos muy enamorados. Por lo que respecta a mí estaba como loca. Todo el día estaba en mi boca, bien fuera hablando con mis amigas o en casa con mis padres. Nuestra vida sexual era cada mes que pasaba más intensa. Cualquier oportunidad que tuviéramos era aprovechada para lo que pudiéramos: sexo oral, manoseo, acostarnos. Pero todavía teníamos una asignatura pendiente: el sexo anal. No podía pedir más a la vida, pues además en los estudios me iba muy bien hasta la fecha.
La relación con mis padres estaba un poquito tensa, pues entre ellos faltaba algo de entendimiento por temas laborales: a mi padre le habían ofrecido un buen puesto para progresar, de forma muy importante, en su profesión. Se debatían entre sí lo aceptaría y marcharíamos los tres o nos quedábamos. El problema era mi madre pues no quería dejar su trabajo y empezar de nuevo en otro lugar. También por mi parte, no quería dejar mi cuidad, amigos y sobre todo a Pablo.
Para despedirnos del verano, Pablo y yo habíamos comprado un paquete de viaje para ir un fin de semana a Leeds, Inglaterra. El motivo era ver en vivo el concierto que Robbie Williams daría allí el día 8 de septiembre de ese año. Como no pudimos conseguir entradas para los conciertos de Paris y Ámsterdam, que en principio nos parecían más interesantes por las ciudades, nos conformamos con la seguramente fea, fría y aburrida ciudad inglesa. Pero después de todo estábamos contentos, cerca tendríamos Manchester y Liverpool para poder visitar. El concierto caía en viernes noche y dormiríamos en Leeds. El sábado nos buscaríamos la vida en las otras ciudades, que a buen seguro serían más interesantes, sobre todo Liverpool por lo que todos sabemos… los Beatles.
Por supuesto que yo tenía el permiso de mis padres o al menos se lo comuniqué y no pusieron pega alguna. A pesar de tener ya mis 18 añitos, me gustaba contar con su aprobación. Para mí, la opinión y confianza de ellos era algo sagrado.
Tomamos el AVE en Córdoba el jueves por la tarde. Dormiríamos en Madrid esa noche, en casa de los tíos de Pablo y el viernes por la mañana viajaríamos a Manchester donde tomaríamos un tren a Leeds. Llegamos a esta ciudad sobre las cuatro de la tarde, con el tiempo casi justo para ir al hotel, echar un polvo rápido, ducharnos y cambiarnos de ropa.
Decidimos hacérnoslo en la ducha y así perder el menor tiempo posible. Cuando ya estábamos desnudos y por entrar a la ducha sonó el teléfono. Pablo lo cogió pues dominaba mejor el inglés que yo. Era el recepcionista para avisarnos de que el último autobús para el parque donde se celebraba el concierto, saldría en media hora. Al colgar me dio la información y el corazón se me puso a cien.
-. ¡¡ME CAGO EN LA LECHE!! - Exclamé – no me lo puedo creer, ahora que estaba super caliente no nos da tiempo salvo para vestirnos y arreglarnos – continué diciendo entre el cabreo y la excitación.
-. No importa cariño – dijo Pablo – ya nos desfogaremos cuando volvamos a la noche – intentó consolarme.
No me dio tiempo a seguir quejándome pues me puse aceleradamente a maquillarme y vestirme. El hizo lo propio también con celeridad. Cinco minutos antes de la hora límite bajamos a recepción a entregar la llave. La cara de enojo que dibujaba mi cara no pasó desapercibida para el recepcionista. Con malos modos y un mediocre inglés le pregunté que por qué salía tan temprano el último autobús. El se excusó manteniendo las formas y alegando que era por culpa del tráfico. Si los autobuses se demoraban más, pararían lejos y tendríamos que ir el resto del camino a pie.
Salimos del hotel sin dejar de mirarle mal: me había cortado el calentón y se la tenía jurada. Al salir a la calle y ver el ajetreo de chicos y chicas que iban hacia el concierto, se me pasó el enojo. Subimos al autobús y ya no encontramos asiento. Íbamos de pie, apretados por la manada de corderos que llevaban el mismo destino: el matadero donde Robbie nos “mataría de gusto con su música”. Notaba como unos y otras me apretaban el culo y las tetas al estar tan juntos. De nuevo me venían los calores que perdí en la habitación. Informé a Pablo de esta situación.
-. Pablo, me están aplastando el culo y las tetas. Como dure esto mucho más me corro aquí mismo. – le dije poniendo ojitos.
-. Jajajajajaja, me matas de la risa – contestó sin dejar de reír y mirarme con paciencia - ¿No será que lo que te pone es pensar que vas al concierto de tu amado Robbie? – prosiguió retándome.
No quise contestarlo por no ponerlo patas arriba y pisarle el cuello… jajajaja. Cuando llegó el autobús nos dejó como a medio km del recinto donde sería el concierto. Mientras caminábamos, Pablo se separaba un poco de mí y no dejaba de mirarme de arriba abajo. Me había puesto unos zapatos sin apenas tacón, una minifalda de cuero negro muy ajustada y un tanga granate debajo, un top del mismo material y color que la minifalda y sin sujetador. Una pequeña mochila a la espalda con mis cositas. El pelo mantenía los tirabuzones que me hice una semana atrás. Sin duda iba vestida para la guerra musical. Por un momento pensé si el resto de chicos y puede que chicas, me miraban del mismo modo. UFFFFFFFF ¡Qué calores recorrían mi cuerpo hasta la entrepierna! Él apenas se había puesto unos vaqueros y una camiseta muy macarra. Una ligera cazadora y mi jersey atado a su cintura, unas deportivas y el pelo muy alborotado.
Cuando llegamos al lugar del concierto accedimos tras esperar un rato en la cola. Al entrar en el recinto el bello de los brazos se me puso erecto, no daba crédito a lo que veían mis ojos: aquello estaba a reventar, solo quedaban lugares libres al final, en una especie de gradas a modo de escaleras, justo enfrente del escenario. Yo miraba hacia él y lo veía tan lejos que parecía que estaba a kilómetros de distancia. Pero bueno, yo ya contaba con que no nos pondrían en la zona VIP… jajajaja.
Todos en nuestra zona estábamos sentados en el suelo. La bebida corría de mano en mano sin parar. Unas chicas cantaban canciones del artista. Otros chicos hacían el gamberro. El ambiente estaba muy animado y yo no dejaba de mirar en todas direcciones. Pablo hacía lo mismo pero mirando a las chicas, los ojos se le salían de las órbitas. No me importaba pues realmente había chicas monísimas, jóvenes y sexys, era inevitable para él.
De vez en cuando le pillaba mirando el culo de esas ardientes y deseables jovencitas. Imagino que en ese momento, de tener oportunidad, a más de una se la follaba por ese orificio. Realmente era algo que le ponía loco y que deseaba practicar conmigo. Pero yo tenía un regalo para él esa noche: por fin me había decidido a entregarle mi virginidad anal. No sabía la sorpresa que le esperaba al llegar al hotel.
Por fin se anunció el inicio del concierto, cuando las últimas luces rojizas de la tarde desaparecieron. Sonaron las notas musicales de la película “Encuentros en la tercera fase”… ♫ ni, no, ni, no ♪… ♪ ti, to, ti, to ♫… (Algo parecido) esas con las que pretenden comunicarse con los extraterrestres. La gente se volvía loca: las chicas gritábamos, los chicos nos miraban con cara de incrédulos, no podían concebir tanta devoción por un artista. ¡Pero las chicas somos así!
Durante el concierto no paré de cantar, a coro con las chicas y algún que otro chico, todas las canciones de nuestro ídolo. El ambiente era realmente excitante y emotivo. Al terminar la canción que escuchábamos, todas sabíamos cual era la siguiente: “Angels”, la preferida por la mayoría entre las que me incluía yo.
Me cuesta, incluso ahora mismo, expresar lo que sentía sin que afloren lágrimas de mis ojos. El cuerpo parecía pegado al suelo, el corazón me latía como el de una leona después de una cacería. El aliento escapaba de mi boca al ritmo de los latidos, sin freno, desbocado y muy caliente, tanto que mis labios se tornaban muy tibios, demasiado, a pesar del fresco de la noche. Miraba a Pablo que permanecía impasible, con la misma mirada altiva e inalterable de siempre. Le tomé de la mano, lo llamé con los ojos, él me miró y sin pensarlo le di un largo y apasionado beso en los labios, en un intento de sofocar el fuego que los derretía. Él me correspondió con la misma pasión, estrujándome todo lo que pudo. Me oprimía los pechos con el suyo y me agarraba del culo, como marcando a su hembra frente a los demás machos hambrientos de carne joven y libidinosa. Realmente me sentía muy emocionada: para mí “Angels” es la canción más emotiva y hermosa que he escuchado nunca y eso se plasmaba en mi rostro y en mis sentimientos.
-. ¡Te quiero! Te quiero más de lo que soy capaz de soportar – le dije al oído casi gritando para esquivar el de los miles de gargantas que jaleaban a su ídolo.
-. Yo también amor. Te quiero mucho – respondió sin dejar de abrazarme.
Nos separamos justo en el momento en el que Robbie presentaba la canción y nos alentaba a acompañarlo. El griterío se hizo más insoportable aun. Comenzó a cantar y miles de brazos se levantaron por todas partes. Según supe días después, asistieron más de 60.000 personas. Sin duda eso ponía la carne de gallina a cualquiera.
♫♪♫ -. “I sit and wait. ♪♫♪ Does an angel contemplate my fate? ♫♪♪... - comenzó a cantar y todas gritamos histéricas. A medida que la canción avanzaba el corazón latía con más fuerza y costaba contener el aliento y las lágrimas que luchaban por escapar de los ojos, emocionadas. Por todas partes se veían chicas subidas sobre los hombros de los chicos. Algunas de ellas con los pechos descubiertos. Otras, con los pies en el suelo, las imitaban y también desnudaban sus “corazones”, con los pezones firmes y erguidos, como si quisieran que su ídolo se fijara en ellas y las llevara a un éxtasis de amor sensual.
Realmente me sentía muy excitada por la canción y por la escena más propia de una Bacanal Romana. Sin pensarlo me dejé caer los delgados tirantes del top, por los hombros. Se deslizaron por los brazos y finalmente tiré del top hacía abajo, hasta la cintura. Mis menuditos pechos quedaron al aire, bañados en sudor. Los pezones casi me dolían por lo duros que estaban. Me los miraba mientras no dejaba de cantar a coro con miles de chicas y con él, mi adorado Robbie. Los tenía apuntando hacia el escenario, como dos pequeñas flechas de deseo.
Por detrás no dejaba de sentir todo tipo de empujones, de saltos y de manoseos ¿Inconscientes? En ese momento Pablo me miró quedando alucinado: no podía creer lo que veía. No me dijo nada, solo me miraba perplejo. Me giré hacía él y me abracé más fuerte que antes.
-. ¡Mastúrbame! – le supliqué ansiosa mientras dirigía su mano con la mía hasta mi coñito húmedo y deseoso.
Me miró y sin poder decir nada, comenzó a frotarlo con varios dedos sin cesar, sin dejar de destrozarlo por encima del tanguita. Abrazada a mi amante no dejaba de corear la canción con el resto. Sentía que las fuerzas me abandonaban cuando, separando mi prenda íntima, me metió dos dedos en forma de garfio por la rajita.
-. ¡¡UMMMMMMMMM! – un fuerte gemido se escapó de mis labios sin que nadie se percatara o escuchara. El ruido de la música y de las miles de gargantas era ensordecedor.
Me giré hacía el escenario sin que los dedos se salieran. Mi espalda se fundió con su pecho, empujando mi culito contra su dura verga. También estaba muy excitado y me lo hacía saber con su dureza y tamaño. No dejaba de hurgar en mis entrañas aun después de terminar la canción. Yo aplaudía como podía y aprovechaba los gritos del público para lanzar y camuflar los míos que eran de placer, de lujuria. Apenas comenzaba la siguiente canción y aproveche para gritar de nuevo con la multitud, el orgasmo me mojaba el tanga y chorreaba por la parte interna de las piernas, casi hasta las rodillas. Durante unos segundos mi cuerpo era incapaz de moverse. La vagina oprimía los dedos de Pablo y le costaba un poco obligarme a terminar el orgasmo.
Ya no coreaba con el resto de enloquecidas fans. Mi coño seguía ocupado por dos dedos maestros y mágicos. Pedí a Pablo que los sacara y me giré para besarlo con dulzura y pasión.
-. Pablo, por favor, sácame de la mochila una toallita perfumada. Tengo el coño que parece un pantano y las piernas las surcan dos ríos – le grité para que me escuchara a la primera.
Después de sacarlo y dármelo, me limpié como pude. Sentía que miles de ojos habían contemplado la escena. Nada de eso, nadie se había percatado… ¡¡Quién iba a mirarme en medio de un enloquecedor concierto!! Pensaba al tiempo que acudía también a la mente una pregunta ¿Cuántas se habrán corrido en el mismo momento que yo? imaginé que muchas y eso me hizo sentir más satisfecha.
-. Pablo, ¿Quieres que te desfogue, amor? – le pregunté acercando mucho mis labios a su oreja.
-. No Luz, todo está OK. No te preocupes. Me conformo con que tú hayas gozado – me respondió resignado y complacido en cierto modo.
-. No te preocupes, cuando lleguemos al hotel te voy a compensar generosamente – le consolé y volví a besar y comer la boca.
Terminó el concierto y me sentía muy agotada, pero las ganas de seguir de fiesta me proporcionaban renovadas fuerzas. Decidimos ir al centro de la ciudad, a beber cerveza negra en algún típico PUB. No puedes ir a Inglaterra y no pedirte una buena pinta de cerveza Guinness. Las hay más consumidas, pero a casi todos los españoles nos atrae esta en particular cuando vamos a Inglaterra.
Cerca de la una de la madrugada sonó una estridente campana. Pablo me indicó que era el aviso para pedir la última copa pues, después de ese momento, ya no se servía nada más. Decidimos irnos y no esperar a la estampida. Como casi todo estaba cerrado y apenas quedaba ambiente, nos fuimos a pasear por la ciudad. A pesar de que no había llovido las calles estaban mojadas, seguramente las habían regado. Me encantaba pasear por esas calles que me resultaban tan pintorescas.
Callejeando llegamos al rio y allí nos sentamos en un banco de madera con un armazón que parecía de bronce. Pasamos un buen rato sentados, hablando sin parar del concierto y de las sensaciones tan dispares. Pablo no se aburrió, pero tampoco lo disfrutó a no ser… por la cantidad de culos estupendos y tetas rosaditas que vio. Aun tenia la mirada picarona y esa expresión de felicidad que tienen los chicos solo con ver e imaginar.
Dejamos de hablar para pasar a darnos muestras de cariño. Como nos íbamos acelerando y no sabíamos que podría pasar en ese país tan peculiar respecto a la moralidad, no quisimos ponernos muy apasionados, por si dormíamos en un calabozo. Peor aun, que lo hiciéramos separados y no poderle dar mi sorpresa.
Como el hotel estaba cerca fuimos caminando de la mano. Sin reparar demasiado en la curiosa arquitectura de los edificios. Teníamos algo de prisa y no había tiempo que perder.
Llegamos al hotel y estaba cerrado. Al vernos el recepcionista, a través de la puerta de cristal, salió de su mostrador y nos abrió. Nos dio la llave y subimos por las escaleras, tan solo era un piso. Al entrar en la habitación me acerqué al balcón y corrí las cortinas. Las vistas daban a un parque y por encima de él, se veían algunos edificios que debían ser oficiales o de interés turístico, pues estaban iluminados de forma preciosa.
Tras un par de minutos, Pablo se acercó a mí y me abrazo por la espalda. Apoyando la barbilla en mi hombro y pegando la cabeza a la mía. Me sentía romántica más que excitada contemplando esas bellas vistas. Pensaba que aun nos quedaba día y medio antes de regresar a la rutina diaria y que no me quería perder nada.
Los brazos de mi chico me abrazaban por el estómago y cubrí sus manos con las mías. Las apreté bien fuerte como queriendo retener ese momento de forma simbólica. Él comenzó a besarme el cuello, el lóbulo de la oreja… el cabello rubio y rizado. Yo dejaba sus manos para tomarle de los antebrazos, me estaba excitando de forma muy dulce. Me sentía tan protegida que el resto del mundo no me importaba en ese momento.
-. Pablo, apaga las luces por favor, quiero que nos bañe la luz que entra por la ventana – le ordené muy mimosa.
Me obedeció y segundos después lo tenía en la misma posición, repitiendo lo que había dejado de hacer. Mi cuerpo se balanceaba de un lado a otro, muy despacito, como si bailara una balada. Una de sus manos abandonó mi estómago para deslizarse sobre el top, acariciando mis pechos de cuero negro. La sensación que producía el tacto del cuero sobre ellos, presionado por su mano, era divina.
Mientras me dejaba hacer no cesaba de suspirar, de girar levemente mi cabeza acomodando sus labios en mi cuello. Levantaba la barbilla para que llegara más adelante. Un hormiguero de juguetonas hormigas recorría todo mi cuerpo.
-. ¡Desnúdame lentamente Pablo! - Le supliqué – quiero sentir que tus manos me recorren entera como si fueran de seda.
-. Como quieras amor, estas preciosa a media luz. Tu pelo tiene infinidad de reflejos mágicos. – me respondió dulcemente.
Sin decir más comenzó a ejecutar mi ruego. Dejó caer los tirantes por los brazos. Deslizó las manos por los pechos, bajo el cuero. Los acarició unos segundos para terminar por bajarme la prenda hasta la cintura, quedando las tetitas a su merced y con ellas los pezones que reclamaban algo de atención. Le informé de la súplica de los pequeños y excitados montecitos y sin hacerse rogar, los pellizcó con suavidad, recreándose.
-. ¡UMMMMM! - El primer gemido escapó de mi boca jadeante, como un pájaro de su jaula al abrirle la puertecita.
-. Me encanta cuando lo haces tan suave, cuando tus sentidos son solo para mí – le susurré sin dejar de balancear el cuerpo.
Alcé los brazos y le pedí que me sacara el top por encima de la cabeza. Obedeció y mi torso quedó desnudo del todo. Deslizó las manos por las caderas y fue bajando hasta llegar a palpar la piel de los mulsos. Las hormiguitas cambiaron de zona y vinieron a ellos, a darme pequeños mordisquitos de placer. Con ambas manos Pablo fue levantando la minifalda hasta la cintura, dejando los muslos y las caderas completamente a merced de sus manos.
-. ¡¡DIOSSSS!! ¡Cómo me pones amor! – mi boca tenía autonomía propia y las palabras salían sin pensarlas.
El seguía acariciándome sin parar de besarme el cuello y media cara. Por fin llegó el momento que me liberaría de esa faldita de cuero que parecía asfixiarme la entrepierna. Bajó la cremallera hasta la mitad de la prenda y cuando esta quedó suelta la dejó caer a mis pies, dejando el culito pegado a su pantalón y el pequeño triangulo frente al balcón, iluminado por las luces de la calle.
Disimuladamente retiré una toallita que me había puesto en el coñito, a modo de compresa, después de correrme en el concierto, para evitar mojar el tanguita con los restos de orgasmo. No quería que algo tan tonto rompiera la magia del momento. Me incliné hacia adelante un poquito, dejando mi culito algo expuesto para que hiciera lo que quisiera con él.
Posó ambas manos en los cachetes y exploró su redondez. De vez en cuando los apretaba algo fuerte, como queriendo cogerlos. Agarrada de las cortinas, con los ojos cerrados, deseaba que tuviera un arrebato y lo estrenara. Mis deseos no fueron cumplidos, aunque lo deseara más que nada, no se atrevía pues conocía mis reiteradas negativas pasadas.
Mi excitación había subido tanto que me giré hacía él, abracé su cuello y lo bese con desesperación. Dejé su boca para dirigir mis labios a su oreja derecha. Susurrando le dije al oído:
-. Amor, no puedo más, quiero que me hagas el amor, quiero que me folles, quiero que hagas de mí lo que quieras.
Nos separamos, me tomó de la mano y juntos nos acercamos a la cama. Al llegar me senté en el borde, con él frente a mí. Con cierta prisa le desabroché el tejano y lo bajé hasta las rodillas. El bulto que se marcaba debajo de su prenda íntima me hacía presagiar una noche esperanzadora.
Él mientras se había sacado la camiseta, tenía cierta prisa. Besé el pene por encima de la prenda que lo encarcelaba. Sus primeros gemidos de gozo comenzaron a surgir. Lo deseaba tanto como yo pero yo quería ir despacio, no quería alterar ese momento tan especial y romántico. Si no me folló por detrás cuando tuvo oportunidad y yo lo deseaba, ese momento de locura había pasado.
Lo despojé finalmente de la prenda que le quedaba y tomé su tieso y poderoso falo con las manos. Lo acaricié y besé con calma, disfrutando de cada centímetro. Finalmente lo metí dentro de mi boca y comencé a comerlo complaciente. Subía y bajaba acelerando cada vez más, de la puntita hasta casi rozar con los labios los testículos, Al salir jugaba con la lengua un segundo para volver a tragarla. Durante un rato le practiqué una buena y merecida felación.
-. Pablo – le dije llamando su atención – esta noche tan especial quiero que hagamos algo que deseas hace tiempo y que hoy estoy dispuesta a entregarte. – continué.
-. ¿Qué quieres que hagamos cielo? – me contestó mostrándose receptivo.
-. Quiero que lo hagamos por detrás, por el culito – dije mirándolo fijamente a los sobrios ojos.
-. ¿Estás segura? – Preguntó - ¿Por qué te ha dado hoy por eso? – siguió preguntando.
-. Por varias razones – comencé a explicarle – hace tiempo que lo vengo pensando y creo que estoy preparada. Pensé, cuando tuvimos seguras las entradas del concierto, que al venir y estar en un lugar especial, en un día que seguramente recuerde siempre, me gustaría añadir a mis recuerdos haberme entregado sin reparos y sin temores. – terminé de confesarme.
-. Como quieras amor, iremos con calma, hay tiempo de sobra. Lo importante es que te duela lo menos posible y lo disfrutemos. – respondió complaciente y seguro.
Añadí que esa noche solo la dedicáramos a eso, que no practicáramos sexo de ninguna otra manera. Si quería que fuera lo menos traumático posible debía ser con mucha calma y tacto. Tenía un plan para ello y precisaba de tiempo y ayuda.
Me acerqué a mi maleta y de ella saque una cajita que contenía lo necesario para hacerlo como yo quería. El me ayudaría, pero sería yo quien dirigiera para saber cómo y cuándo actuar. Le pedí que se sentara conmigo en la cama y comencé a mostrarle lo que contenía la cajita y qué hacer con ello.
-. Mira – comencé a explicar– esto es una especie de tubo de látex, de unos 10 cm, con uno de los extremos cerrado. Sirve para meterlo por el ano, hasta que el anillo de la parte que queda fuera haga tope. Como ves es fino y entrará bien con tu ayuda…
Él atendía mi explicación y tomaba buena nota. No tenía muy clara la función que tenía aquello pero escuchaba con interés.
-. Esto otro es un cilindro, también de látex y sirve para introducir lo que te he mostrado anteriormente. Tiene la misma longitud y se usa a modo de émbolo ¿Ves? – le mostré como hacerlo.
Pablo seguía escuchando perplejo, pero intrigado y atento. Debía estar pensando que su miembro era mucho más grueso que aquello y no parecía verlo claro. Yo mientras saqué el siguiente objeto.
-. Ahora viene la parte casi más importante. Bueno, casi tanto como las demás. – se lo mostré y quedo aun más desconcertado.
Era una especie de cilindro unido a un cono, todo formaba una pieza compacta. Le expliqué que una vez metido el tubito de látex por el ano, empujado por el émbolo, se metía esa pieza lentamente, con la idea de que el ano fuera dilatando hasta un diámetro requerido, debido a que se iba haciendo más grueso a medida que se introducía.
Después de esta explicación respiró aliviado pues me debía haber tomado por loca. Muy satisfecho por la propuesta me manifestó una total colaboración.
-. Perdona Pablo, se me olvidaba. Además hay un tubito de crema lubricante. Tienes que impregnarme abundantemente el ano con un dedo, para que no sufra demasiado al dilatar. Después metes el tubito hasta el tope y una vez dentro vas metiendo la pieza cónica despacio. Yo te indicaré cuando parar o continuar. La idea es que, cuando el ano vaya dilatando, no sufra rozamiento pues este lo sufrirá el tubito que es elástico.
Finalmente terminó por entenderlo del todo y me lo confirmó asintiendo con la cabeza. Me levanté de la cama y me quite el tanguita. El me abrazó por la cintura y me besó el vientre. Realmente estaba más tierno de lo habitual.
Resignada pero decidida me coloqué en la cama, en la posición del perrito, abriendo las piernas todo lo que pude. Cuando me sentí preparada le pedí que me impregnara la entrada con la crema. Tras hacerlo ya sabía cuál era el siguiente paso. Introdujo el tubo un poco y con el émbolo lo hizo profundizar hasta el fondo, hasta que hizo tope con el anillo en la entrada.
Mirando hacia atrás como podía, pude ver que tenía el miembro totalmente erecto de nuevo: durante la charla le había quedado algo flácido. En un arrebato de duda le pedí que me follara antes el coño, durante unos minutos. De esa forma pudiera ser que me relajara un poco más y con ello lo hiciera el ano, ya que lo notaba muy tenso.
Así lo hizo, me la metió hasta el fondo y comenzó a poseerme, acelerando a medida que entraba y salía de la rajita. Podía sentir como el cilindro que me llenaba el recto se movía un poquito. Pasados unos minutos le indiqué que se detuviera, no quería que con la emoción se corriera. Lo hizo y la sacó del todo. Yo me sentía además de relajada muy excitada.
-. Es el momento Pablo – le indiqué con voz temblorosa – ve con cuidado y paciencia. Antes lubrica también esa pieza para que entre mejor – terminé de instruirle.
Aplicó la crema y fue metiendo la punta hasta donde le ordené que parase.
-. Ha dilatado un poco, ahora lo sacas y metes unas cuantas veces, sin profundizar más. – le indiqué con decisión y sin dejar de temblar.
Así lo hizo unas cuantas veces antes de meter un poquito más.
-. ¡¡Agggggg!! - Lancé un pequeño grito de dolor
-. ¿Te duele amor? Si quieres lo dejamos – me dijo tratando de consolarme.
-. No Pablo, sigue despacito, tarde o temprano tengo que pasar por esto. – le pedí resuelta a no ceder y soportar lo que viniera.
Durante quince minutos fue repitiendo los avances. En ese rato no dejé de lanzar pequeños gritos contenidos de dolor. Me ardía pero podía soportarlo. Finalmente consiguió introducirlo hasta llegar a la zona cilíndrica, la más ancha. Sentía como las paredes del ano se habían dilatado y la piel me tiraba.
-. Ponme un poco más de crema en el anillo del ano por favor – le ordené cariñosamente buscando alivio. – ahora déjalo en esa posición durante un rato. Mientras fóllame de nuevo el coño unos minutos para terminar de relajarme y que el recto se habitúe a tenerlo dentro.
Sin rechistar obedeció y la metió muy excitado por la escena, sin duda estaba muy ansioso por que llegara el momento de follarme por detrás. Esto produjo el efecto que no había buscado: me folló con unas ganas y fuerza inusuales en él. Durante unos cinco minutos no cesó en su empeño de darme placer y sentirlo él también.
-. ¡¡Haaaaaaaa!! ¡Qué gustoooo! – exclame intentando no provocar demasiado escándalo y que algún huésped llamase quejándose a recepción.
El orgasmo me inundó por completo el acalorado coñito. Durante un par de minutos no dejé de gemir y jadear por el placer. Él no cesaba en sus acometidas. Notaba como lo que me obstruía el ano ejercía una gran presión sobre las paredes.
-. Ahora Pablo – dije una vez concluido el orgasmo – entra y saca eso que tengo en el culito, pero suave y sin parar. Después de un ratito, cuando te lo pida, sacas todo y me la metes bien untada de crema para que resbale bien… ¡¡Que sea lo que Dios quiera! – ya estaba resignada y con ganas de saber si saldría tan bien como se presumía en el folleto que traía la caja.
Así lo hizo. Pasado un rato corto sacó todo de mi interior, se untó la dura polla con crema y la fue metiendo muy despacito pero sin parar. Ahora si notaba el rozamiento y como la piel del anillo anal se metía ligeramente hacía dentro empujada por la fricción.
Cuando llegó más o menos a introducir la mitad de su miembro, le pedí que me follara despacio para ir acoplándonos y que mi zona dolorida se fuera acostumbrando. El dolor iba disminuyendo a medida que me follaba.
-. Pablo, ahora la puedes meter del todo, lo siento bastante relajado y el dolor va desapareciendo – le pedí bastante tranquila.
Siguió avanzando hasta que noté como me golpeaba con su vientre las nalgas. Estaba completamente dentro de mí y el dolor era casi imperceptible. Fue saliendo y entrando cada vez más aprisa. Notaba como aquel cilindro hinchado y duro me presionaba las paredes del recto, tratando de expandirlas más aun.
Al cabo de unos minutos, aquella polla entraba y salía con una ligereza que no podía haberme imaginado. Mis temores a sufrir dolor y las ansias de entregarle lo que le había negado tantos meses habían pasado, por fin se habían terminado. Sin duda ardía en deseos de que apreciase y gozase mi regalo.
-. ¿Todo bien amor? – me preguntó temeroso de hacerme sufrir.
-. Si cielo, todo bien. Ya estoy empezando a sentir placer. Al menos el dolor ha desaparecido del todo – respondí satisfecha y cada vez más excitada.
Llegó un momento en que entraba y salía de mí como si lo hubiéramos hecho cientos de veces. El placer afloraba con cada envestida de su ariete. Mis gritos y jadeos eran más frecuentes. Con la mano derecha me masturbaba el clítoris buscando un orgasmo, una segunda oleada de placer.
No podía imaginar como Pablo podría aguantar tanto tiempo sin que le estallarla la polla y me llenara de leche. Pensando esto me vino a la mente:
-. Cielo, cuando te quieras correr puedes hacerlo dentro, de esta forma no hay problemas de embarazo. – le dije dándole permiso y en el fondo deseando que lo hiciera y así sentirme llenada por él, por mi AMOR.
-. Si Luz, no te preocupes que no me falta mucho. ¡¡Ummmm!! ¡¡Haaaa!! – me respondió con la voz entrecortada y gimiendo de placer.
Terminó corriéndose dentro de mí. No podría precisar qué cantidad de semen soltó pero debió ser abundante. Respiraba muy fuerte entre jadeos de satisfacción.
-. Eres excepcional amor. Nunca pude imaginar tener una novia tan especial como tú. Nunca dejas de sorpréndeme – afirmó notablemente exaltado y fuera de sí.
Estas palabras me llenaron de alegría y provocaron que me corriera de una forma brutal.
-. ¡No te detengas ahora Pablo, por favor! ¡Me corrooooo! ¡Me corroooo! – supliqué sin dejar de moverme de forma acelerada y sin control.
De nuevo mi coñito volvió a encharcarse, goteando sobre la cama. Era una guarrada pero en ese momento no pensaba en ello, solo en gozar los últimos coletazos de mi merecido orgasmo.
Por fin me quedé super relajada, muy satisfecha y feliz, INMENSAMENTE FELIZ. Al fin sabía lo que se sentía al ser penetrada por el ano y me gustó mucho. Mientras, Pablo seguía penetrándome pero ya de forma muy pausada. El pobre estaba esperando una orden por mi parte para detenerse.
-. Ya puedes sacarla amor, he terminado. – le pedí con voz dulce y de satisfacción.
Lo hizo, y yo, poniendo la mano en el ano, traté de que goteara lo menos posible el semen que Pablo había descargado dentro. Corriendo como puede me fui al baño y allí me limpié a conciencia, tratando de evacuar los dos orificios. Mientras lo hacía entró el y se metió en la ducha. Sin duda no debía ser agradable tener el pene sucio.
Terminé duchándome con él, los dos juntos, entre risas, besos y palabras cariñosas. Lo que había empezado de forma romántica y sensual delante del balcón, había terminado de forma muy distinta.
-. Ahora Pablo ya puedo decir que soy totalmente tuya. No queda ninguna parte de mi cuerpo que no conozcas o hayas explorado – dije antes de fundirnos en un beso largo y apasionado.
-. Gracias amor. Eres increíble Luz, eres la mejor – respondió después del beso.
Durante un buen rato nos duchamos mientras jugueteábamos entre bromas. Su miembro había bajado y menguado considerablemente. Con las manos, mientras jugábamos, lo acariciaba intentando que subiera, a modo de reto personal. Cuando lo conseguí lo enjaboné abundantemente.
-. Pablo, intenta metérmela de nuevo, a ver si sigue dispuesto o se ha cerrado en banda – le pedí con cara risueña y picarona, sin ocultar mi felicidad.
-. Seguro que sí, voy a probar – respondió a mi reto.
Me incliné hacia delante dejando mi culito expuesto para él. Efectivamente volvió a entrar con facilidad.
-. ¡¡Siiiiiii, entróoo!! ¡Premio para el caballero! Jajajajaja – yo no dejaba de jugar – ahora sácala que lo cierto es que estoy tan satisfecha que no tengo ganas para nada más.
Terminamos de ducharnos y cada uno se dedicó a su ritual de higiene personal antes de dormir. Y así terminó la noche.
A la mañana siguiente madrugamos para ir a visitar la cuidad y sus lugares de interés, para marchar después de comer hacia Manchester. No es que Leeds sea la ciudad más bonita de Inglaterra pero es preciosa y muy grande, a mi me gustó. Además presumen de ser la primera ciudad del mundo donde se instalaron semáforos. ¡La recomiendo!
La tarde la pasamos en Manchester y el domingo en Liverpool. Realmente fue uno de mis mejores fines de semana. Finalmente volvimos a casa con el recuerdo de este inolvidable viaje.
Desde ese viernes noche nuestra vida sexual dio un paso de gigante. Yo perdí la virginidad anal de forma segura y placentera descubriendo un nuevo mundo de posibilidades para la relación de pareja. Pablo consiguió cumplir su sueño de que me entregara por completo a él. Pero lo más importante fue que también nuestros sentimientos se incrementaron y la relación fue más intensa y fuerte. Con el tiempo he llegado a sentir que el sexo anal es lo que más me gusta y mayor placer me produce.
De esta forma tan romántica, placentera y poco traumática es como vencí la barrera que me faltaba por derribar. Todo gracias a un poco de valor, entrega y dominio de la situación. ¡Cómo no! También gracias a las mentes privilegiadas que inventan estos artilugios sexuales. Yo nunca imaginé que existiera tan práctico modo de solventar tal situación. Al menos mis conocidas, por lo que sé, lo han pasado muy mal esa primera vez. Gracias a Alicia, mi sexóloga de confianza lo pude tener. Me había dicho que no era fácil de conseguir pero que, a través de Internet, lo pudo comprar para mí en una tienda de Ámsterdam.
Amigas que me leéis, si queréis disfrutar de una experiencia así, la primera vez, de forma que no os marque negativamente durante mucho tiempo hacedlo sin miedo, con decisión pero también con cabeza. No dejéis que vuestra pareja os imponga o incite… a quien no le duele es a ellos. Besos y ánimo.
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