Como se puede cambiar de ánimo y de estado de un momento a otro, es increíble. Después de la tremenda y apoteótica cogida que me pegó Pablo como parte del trato al cuál habíamos llegado, el cuál involucraba que él se iría de casa si aceptaba que nos echáramos un polvo, mi visión cambió completamente. Toda esa repulsión y desidia que sentía hacia él se fue esfumando al ritmo de los ensartes con que me cogía. No sé que pasó, no sé como fue, no me pregunten, solo se que luego del último de los tantos polvos que nos echamos esa noche, mis sentimientos ya eran otros. Tanto es así que cuándo me dijo que ahora le tocaba a él cumplir con su palabra, se me hizo un nudo en la garganta… y un vacío en la concha, debo admitir.
-No hace falta que te apures- le dije más comprensiva que lo habitual.
-Ok, quizás no sea mañana, pero a más tardar pasado estoy fuera de tu casa-
No dije nada, después de todo eso era lo que quería, ¿o no? Volvimos a casa en momentos diferentes. Primero yo, y como una hora después él. Mi mamá ya estaba en casa, con la cena preparada. Comí rápido y me fui a la cama. Me sentía mal, pero no por haber cogido con el hombre que dormía con mi mamá, sino por que ese mismo hombre ya no iba a estar cerca. No entendía como podía haber cambiado todo en apenas un par de horas. Después del telo mi perspectiva era otra y ya desde ese mismo momento comenzaba a sentir su ausencia.
Al otro día, ni bien salí del estudio, volví lo más rápido que pude a casa. Hasta me tomé un taxi, e incluso llegué a eludir a Raúl para que no me dijera de ir a coger. Quería llegar antes de que Pablo se fuera, a mi modo, y sin darle demasiadas evidencias al respecto, quería convencerlo de que se quedara. Cuándo llegue estaba en la cocina calentando el agua para el mate.
-Hola- lo saludé.
-Hola negrita, llegás justo para unos mates, los últimos que me tomo acá- me dijo.
-De eso quería hablarte, no me gustaría que te fueras por mi culpa- empecé a decirle.
-Pero hicimos un trato- me recordó –Vos cumpliste con tu parte y yo tengo que cumplir con la mía-
-Si, pero…- traté de buscar las palabras adecuadas.
-No me digas que te gustó lo de anoche- me interrumpió.
-No… no es eso…- traté de negar sin demasiado énfasis.
-¡Ajá… con que te gustó ésta!- exclamó agarrándose el bulto de la entrepierna.
-No empecés con las misma forradas de siempre- le pedí –Te estoy hablando en serio-
-Yo también te hablo en serio- me dijo y acercándose a mí me aferró por la cintura.
No me pude resistir. Esta vez no me opuse como tantas otras veces y deje que me besara.
-¿Te gustó putita?- me preguntó mientras me comía la boca y me franeleaba el culo.
-Si… me gustó… me gustó mucho- asentí en medio de un suspiro.
Sin darme tiempo a reaccionar me levantó la blusa, me bajó de un tirón el travesaño del corpiño y desnudando mis pechos comenzó a chupármelos con frenesí y avidez.
-Pará… pará… acá no podemos… puede llegar mamá o entrar la abuela…- traté de decirle.
No me hizo caso, cerró la puerta de la cocina de un portazo y volviéndome a agarrar de la cintura, me levantó como si no pesara nada y me sentó sobre la mesa. Me separó entonces las piernas y se situó entre ellas.
-No me puedo aguantar pendeja…- me dijo con la voz exaltada, pelándose precipitadamente la pija, mientras yo me hacia a un lado la bombacha y le ofrecía así el espacio justo y necesario para que entrara.
Me la metió de una, nada de previa ni ambientación, a la carga Barracas, directo a las fuentes, iniciando entonces un vaivén demoledor. La mesa se movía al ritmo de sus acometidas, las que me llegaban hasta lo más profundo, arrastrándome con él cada vez que me la sacaba. Lo estábamos haciendo sin forro, ya lo sé, pero estábamos tan calientes que ni nos habíamos dado cuenta de ello.
-¡Como me cogés hijo de puta…!- le decía yo, abrazándolo con todas mis fuerzas y arañándole la espalda a través de la camisa.
-¿Te gusta guacha?-
-¡Me encanta!-
Me la dejo bien clavada adentro y me volvió a cargar como una nena, me trasladó en upa unos pocos pasos y se sentó en una silla, conmigo encima, de piernas abiertas, montándolo, y con toda su carne en mi interior. Ahí mismo empecé a subir y bajar, derritiéndome en torno a esa supremacía viril que trastornaba todos mis sentidos.
-¡Ahhhhhhh… ahhhhhhh… ahhhhhhhh…!- gemía yo.
-¡Ahhhhhhh… ahhhhhhh… ahhhhhhhh…!- gemía él.
Hasta que sentí la explosión en mi interior, y ambos nos fundimos en un orgasmo de connotaciones fabulosas.
-¡Como te gusta la verga, negrita!- me susurró al oído mientras terminaba de vaciarse dentro de mí.
-¡Me gusta tu verga!- le respondí entre plácidos suspiros, frotándome contra su pelvis, sintiendo como se disolvía en mis entrañas.
Entonces me di cuenta de la hora y de donde estábamos, en la cocina de mi casa. Me levanté lo más rápido que pude, me acomodé la bombacha, y con la leche de Pablo chorreándome por las piernas me fui corriendo al baño. Por suerte mi mamá llegó como una hora después, cuándo ya todo estaba más tranquilo y el olor a sexo ya se había disipado. Al otro día Pablo se fue. Por ultima vez le volví a repetir que no hacía falta que se fuera, si era por mí que se quedara, que no me importaba que se cogiera a mi vieja si seguía cogiéndome a mí.
-Esta bien negrita, pero tengo que irme, perdoname pero… ya tenía arreglado esto desde hace rato, solo se me ocurrió sacarle provecho con esto del trato que hicimos- me contó riéndose.
-Sos un guacho- le dije.
-¿Sabés que pasa? Con mi prontuario es muy difícil que pueda conseguir un laburo normal, y si voy a volver a lo de… antes, no quiero perjudicarlas a ustedes, así que lo mejor es que me vaya a vivir a otro lado, pero no te preocupés que vamos a seguir en contacto, no creas que voy a dejar a tu viejita sin este pedazo- me dijo agarrándose la entrepierna, en ese típico gesto suyo que ya le había visto hacer tantas veces.
-¿Y a mí?- le pregunté.
-Tampoco negrita, ese culo se merece mi atención personalizada- bromeó.
-Te paso mi celu- le dije.
-Dale-
Agendó mi número, me dio un beso y se fue. Esa misma noche mi mamá me dijo que se había instalado por la zona de Constitución. Antes de dormirme le mandé un mensaje: “¡Cuidate, te quiero!”. No me respondió.
-No hace falta que te apures- le dije más comprensiva que lo habitual.
-Ok, quizás no sea mañana, pero a más tardar pasado estoy fuera de tu casa-
No dije nada, después de todo eso era lo que quería, ¿o no? Volvimos a casa en momentos diferentes. Primero yo, y como una hora después él. Mi mamá ya estaba en casa, con la cena preparada. Comí rápido y me fui a la cama. Me sentía mal, pero no por haber cogido con el hombre que dormía con mi mamá, sino por que ese mismo hombre ya no iba a estar cerca. No entendía como podía haber cambiado todo en apenas un par de horas. Después del telo mi perspectiva era otra y ya desde ese mismo momento comenzaba a sentir su ausencia.
Al otro día, ni bien salí del estudio, volví lo más rápido que pude a casa. Hasta me tomé un taxi, e incluso llegué a eludir a Raúl para que no me dijera de ir a coger. Quería llegar antes de que Pablo se fuera, a mi modo, y sin darle demasiadas evidencias al respecto, quería convencerlo de que se quedara. Cuándo llegue estaba en la cocina calentando el agua para el mate.
-Hola- lo saludé.
-Hola negrita, llegás justo para unos mates, los últimos que me tomo acá- me dijo.
-De eso quería hablarte, no me gustaría que te fueras por mi culpa- empecé a decirle.
-Pero hicimos un trato- me recordó –Vos cumpliste con tu parte y yo tengo que cumplir con la mía-
-Si, pero…- traté de buscar las palabras adecuadas.
-No me digas que te gustó lo de anoche- me interrumpió.
-No… no es eso…- traté de negar sin demasiado énfasis.
-¡Ajá… con que te gustó ésta!- exclamó agarrándose el bulto de la entrepierna.
-No empecés con las misma forradas de siempre- le pedí –Te estoy hablando en serio-
-Yo también te hablo en serio- me dijo y acercándose a mí me aferró por la cintura.
No me pude resistir. Esta vez no me opuse como tantas otras veces y deje que me besara.
-¿Te gustó putita?- me preguntó mientras me comía la boca y me franeleaba el culo.
-Si… me gustó… me gustó mucho- asentí en medio de un suspiro.
Sin darme tiempo a reaccionar me levantó la blusa, me bajó de un tirón el travesaño del corpiño y desnudando mis pechos comenzó a chupármelos con frenesí y avidez.
-Pará… pará… acá no podemos… puede llegar mamá o entrar la abuela…- traté de decirle.
No me hizo caso, cerró la puerta de la cocina de un portazo y volviéndome a agarrar de la cintura, me levantó como si no pesara nada y me sentó sobre la mesa. Me separó entonces las piernas y se situó entre ellas.
-No me puedo aguantar pendeja…- me dijo con la voz exaltada, pelándose precipitadamente la pija, mientras yo me hacia a un lado la bombacha y le ofrecía así el espacio justo y necesario para que entrara.
Me la metió de una, nada de previa ni ambientación, a la carga Barracas, directo a las fuentes, iniciando entonces un vaivén demoledor. La mesa se movía al ritmo de sus acometidas, las que me llegaban hasta lo más profundo, arrastrándome con él cada vez que me la sacaba. Lo estábamos haciendo sin forro, ya lo sé, pero estábamos tan calientes que ni nos habíamos dado cuenta de ello.
-¡Como me cogés hijo de puta…!- le decía yo, abrazándolo con todas mis fuerzas y arañándole la espalda a través de la camisa.
-¿Te gusta guacha?-
-¡Me encanta!-
Me la dejo bien clavada adentro y me volvió a cargar como una nena, me trasladó en upa unos pocos pasos y se sentó en una silla, conmigo encima, de piernas abiertas, montándolo, y con toda su carne en mi interior. Ahí mismo empecé a subir y bajar, derritiéndome en torno a esa supremacía viril que trastornaba todos mis sentidos.
-¡Ahhhhhhh… ahhhhhhh… ahhhhhhhh…!- gemía yo.
-¡Ahhhhhhh… ahhhhhhh… ahhhhhhhh…!- gemía él.
Hasta que sentí la explosión en mi interior, y ambos nos fundimos en un orgasmo de connotaciones fabulosas.
-¡Como te gusta la verga, negrita!- me susurró al oído mientras terminaba de vaciarse dentro de mí.
-¡Me gusta tu verga!- le respondí entre plácidos suspiros, frotándome contra su pelvis, sintiendo como se disolvía en mis entrañas.
Entonces me di cuenta de la hora y de donde estábamos, en la cocina de mi casa. Me levanté lo más rápido que pude, me acomodé la bombacha, y con la leche de Pablo chorreándome por las piernas me fui corriendo al baño. Por suerte mi mamá llegó como una hora después, cuándo ya todo estaba más tranquilo y el olor a sexo ya se había disipado. Al otro día Pablo se fue. Por ultima vez le volví a repetir que no hacía falta que se fuera, si era por mí que se quedara, que no me importaba que se cogiera a mi vieja si seguía cogiéndome a mí.
-Esta bien negrita, pero tengo que irme, perdoname pero… ya tenía arreglado esto desde hace rato, solo se me ocurrió sacarle provecho con esto del trato que hicimos- me contó riéndose.
-Sos un guacho- le dije.
-¿Sabés que pasa? Con mi prontuario es muy difícil que pueda conseguir un laburo normal, y si voy a volver a lo de… antes, no quiero perjudicarlas a ustedes, así que lo mejor es que me vaya a vivir a otro lado, pero no te preocupés que vamos a seguir en contacto, no creas que voy a dejar a tu viejita sin este pedazo- me dijo agarrándose la entrepierna, en ese típico gesto suyo que ya le había visto hacer tantas veces.
-¿Y a mí?- le pregunté.
-Tampoco negrita, ese culo se merece mi atención personalizada- bromeó.
-Te paso mi celu- le dije.
-Dale-
Agendó mi número, me dio un beso y se fue. Esa misma noche mi mamá me dijo que se había instalado por la zona de Constitución. Antes de dormirme le mandé un mensaje: “¡Cuidate, te quiero!”. No me respondió.
12 comentarios - Fui suya...
En fin, entiendo igual lo que te pasa porque tengo muchas historias parecidas. Si un dia queres hablar mandame tu mail por MP. Besos!!
gracias por compartir!! ojala vuelvan las fotos estas muy buena!!
buena historia aunque cambiaste todo el giro de la trama... hubiese sido más lógico que te lo cojas y te calientes pero que no le pierdas el desprecio... pero te salió así... jaja
quiero más nena... montate otra orgía y contala
gracias
y ahora gise? lo vas a extrañar!