Lugar: la costa. Me fui de vacaciones con mis mejores amigas: Ana y Victoria. Todas solteritas, con ganas de mucho sol, mucha arena, muchas olas… ¡y mucha fiesta!
Para presentarlas mejor: Victoria es una chica morocha, grandota de espalda y de pechos más grandes que los míos. Una cara hermosa, ojos oscuros, provocadores. Tiene los labios prominentes y una cola parada, firme.
Ana es más delgada, de pelo castaño oscuro y corto hasta los hombros. Liso. También tiene pechos vistosos, redondos. La cola es bien curva.
Antes de viajar nos fuimos las tres de compras, cada una compró diferentes cosas, pero coincidimos en el tipo de bikini: ¡micro bikinis! Un colaless con triangulito, y otros dos triangulitos para los pechos. A las tres nos quedan bien ese tipo de conjunto, porque tenemos tetas grandes.
Ni hay que decir la atención que atraíamos en la playa… pero a nadie le dábamos cabida. Por más bueno que estuviera.
Eso sí, las tres juntas nos recostábamos en la esterilla y veíamos pasar cada bulto…¡papito! Había uno en particular con el que creo que me obsesioné: una sunga celeste con el dibujito de un tigre en uno de los costados. No me la olvido todavía… ¡¡qué pedazo!! Las tres estábamos de acuerdo en lo grande que debía ser. No estaba muy lejos, primero jugaba a la pelota y hacía saltar lo suyo con tal… sensualidad. Todavía lo revivo en cámara lenta cuando me toco…
Después lo vimos recostarse, y empezamos a mirar con atención su forma: flácida y todo era enorme, y se distinguía muy bien el tronco, curvado hacia abajo, como una serpiente esperando ser despertada. ¡¡Y cómo deseábamos que se despierte!!
Eso dijimos, cuando Ana se levantó de entre nosotras y fue a pararse justo al lado de nuestra sunga celeste. Ni nos imaginábamos lo que haría. Él estaba tomando sol, y parece que despierto, porque dirigió una mirada disimulada sobre las nalgas de Ana. Ella sabía mejor que nosotras lo que pasaba, y empezó a hacer como si buscara a alguien, con una mano como visera, cubriéndose del sol.. y la otra… ¡la otra la usaba para acomodarse la bikini! Empezó a descorrer un poco el corpiño y se frotó suavemente, bien disimulada, aunque creo que más de uno se percataba de esto. Nuestra serpiente empezó a erectarse. Ana le echó una mirada al bulto y viendo que su tarea estaba cumplida, volvió a sentarse con nosotras.
¡Era inmensa! Su dueño nos miraba con anhelo, y nosotras más que nada mirábamos su paquete, a través de nuestros lentes negros.
Creo que pasaron 10 minutos, hasta que se levantó y caminó hasta nosotras con un termo de mate en la mano. Tal vez esperó a que se le caiga el bicho, para no pasar alguna vergüenza en el camino. “¿Tomamos unos mates, chicas?. Soy Martín. ¿Ustedes?”. Nos presentamos y aceptamos su mate… Nos dio algo de charla superficial y pronto se ofreció a traer algunos amigos… pero tomé la iniciativa y me negué. Le dije que con él era suficiente. Estaba segura que si pasaba algo, las tres queríamos tomar de la misma leche (literalmente).
Mis amigas parecían contentas con mi decisión. Martín nos invitó a salir con él a la noche, pero por las mismas causas le dijimos que no. Pareció frustrarse y no tener más nada que decir, ni forma de convencernos. Creo que le tenía ganas a Victoria más que a nosotras dos. De cualquier manera, ya estaba dispuesto a irse, y nos empezó a saludar, no sin antes pedir nuestro número de celular. Se lo dimos, y Victoria me miró de reojo. Moviendo los labios le dije “Dale.. decile” y ella entendió al instante: “Pará, Martín… Si querés sí hacemos algo esta noche, ¿no, chicas?”, ahí vi mi pie y agregué “Si te parece, nos encontramos en nuestro hotel a las 23…”. “Puedo llevar a…” no terminó de preguntar que Victoria respondió “Venite solo…¿querés?”. Aceptó al instante y no dejó de mirarnos mientras levantaba sus cosas y se iba, usando una toalla para taparse el bulto; se ve que se había agrandado de nuevo.
Durante toda la tarde estuvimos hablando las tres de lo que se venía a la noche. Nunca habíamos planeado estar juntas con un solo hombre, salvo a Victoria, que confesó que quería estar conmigo y otro hombre, ni se nos había cruzado por la cabeza. Y sonaba bien, sonaba a que iba a ser divertido y excitante.
En el hotel no había que preparar mucho: juntamos las camas y bajamos las luces.
No habíamos llevado mucha ropa, teníamos las prendas para salir, pero como ropa íntima, lo más sensual eran nuestras bikinis, así que nos las dejamos puestas bajo una linda prenda cada una: la de Victoria era una blusita blanca y un pantalón de jean bien cortito. La de Ana era un vestidito negro, muy corto. Y la mía era un top negro con una pollerita escocesa por arriba de las rodillas y unas medias rayadas, de dos colores: rojo y negro.
Martín llegó, golpeó la puerta. Yo y Ana estábamos en la cama. Improvisamos abrazarnos con miradas provocadoras. Él estaba muy bien vestido, quizá pensó en serio que íbamos a salir. Victoria lo hizo entrar y le ofreció algo de tomar. No aceptó.
Con sus manos en los bolsillos, miraba hacia todos los costados del cuarto y, cada tanto, preguntaba cómo andábamos, qué hacíamos… y esas cosas.
“Martín… callate” le dijo Ana, y pareció ofuscarse un poco. “¿Cuánto te mide el pene?” le pregunté. Victoria exclamó una carcajada y Martín prefirió no responder. “Dale… nunca la mediste, me vas a decir?”.
Se sentó en la cama, todavía sin saber mucho qué decir. Ana le tocaba la pierna con la punta de sus pies y Victoria se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas, frente a él. “¿Estás bien?” le preguntó. Respondió que sí y antes de darse cuenta tenía la mano de Victoria acariciándole la parte interna de los muslos. A la vez que Ana le acariciaba la cola con los dedos de los pies. Yo decidí pararme y salir de la habitación un momento. Desde el otro cuarto, podía ver a Martín mirando cómo lo tocaban. Su bulto todavía no asomaba, las ropas eran menos insinuadoras. Decidí entrar de nuevo, pero en bikini.
Atraje su atención al instante, y mis dos amigas me imitaron.
No teníamos aceite de ningún tipo, así que aproveché que estaba parada y agarré un recipiente con agua y mucho jabón y una esponja del baño.
Cuando volví al cuarto las chicas estaban sentadas en el suelo, acariciándose el pelo y mirándose con cariño. Martín me miró y ya no traía esa cara de desconcierto y ofuscación. Mas bien era de picardía. Esa actitud estaba mucho mejor… pasé la esponja bien enjabonada por los pechos de mis amigas, aun tapados por los pequeños triángulos de sus bikinis. Ellas empezaron a frotarse mutuamente, tetas contra tetas. Martín sacó nuestro trofeo: era enorme, realmente más grande de lo que parecía con la sunga celeste. Me miró y me dijo “Ésta mide 23 centímetros” y se la señaló con la mirada. Fui directo a chuparla, no había ninguna otra cosa que hacer, era el momento.
Además de larga, era gruesa. Apenas me entraba en la boca… la saboreé, estaba salada, muy húmeda también. Creo que mis amigas hicieron un buen trabajo. Ellas seguían tocándose, se besaban. Yo tenía toda mi cabeza enfocada en ese pedazo gigante, pero igual tuve lugar para pensar en lo extraño que era lo de aquellas dos. Jamás hubiera pensado que quisieran tener sexo juntas, pero mucho menos que se quisieran besar con tanta furia. Ya no estaban fingiendo para excitar a Martín, estaban bien calientes y se empapaban una y otra vez con el agua enjabonada.
Quise meterme esa poronga hasta el fondo de mi boca, la quería por entero adentro…pero no podía, no llegaba. Era demasiado grande para mí. Empecé a juguetear con sus bolas, abrí los ojos y vi el miembro elevado junto a mi sien. Se me ocurrió compararla con mi cara y… ¡Uff..! ¡es casi tan grande como mi cabeza!.
Martín se empezó a levantar y sacármela de entre las manos. ¡No quería que se levante!, se la agarré con fuerza y la quise alcanzar con la boca, pero se levantó decidido y me dejó arrodillada.
Fue a pararse junto a mis amigas y la puso entre las tetas enjabonadas. Las 4 tetas le estaban dando un masaje inolvidable.. y yo quería seguir chupándola, así que me puse entre mis amigas y empecé a deslizar mi lengua con fuerza sobre el glande. Las chicas me animaban “¡¡Dale Vero…!! ¡chupá esa pija poderosa, Verito!”. Martín gimió con fuerza y las chicas se agolparon entre sí, peleando por quién recibía más leche. Yo no podía ser menos, así que empecé a competir, pero por suerte hubo para todas. Pocas veces vi tanta leche de una sola acabada. A Ana le había llenado la boca, y Victoria y yo teníamos suficiente para divertirnos haciendo globitos. Ellas se empezaron a besar y se pasaron el semen por todos lados. Después Ana me agarró y me dio un beso lechoso. Lo acepté con gusto.
Todavía traíamos las bikinis puestas, algo manchadas. Martín se había tirado en la cama, y era el momento que esperábamos: sabíamos que después de la primera, en la segunda iba a estar mucho más resistente. Le dimos un tiempo, mientras nos pegamos un baño cada una.
Cerca de una hora después, estábamos los 4 en la cama. Yo me tocaba la argolla, todavía pensando en esa pijota dentro mío. Ana me empezó a besar, y Victoria estaba con Martín. Le dije que viniera conmigo, que me chupara las tetas, y así lo hizo. Eran las dos chupándome los pezones por encima de la malla, mientras yo me tocaba el clítoris.
Por detrás de la cabeza de Ana, asomó Martín, y poco después el pedazo más rico de todas las vacaciones. Él no se había bañado, con lo que todavía la traía medio pegajosa. Dijo que necesitaba algo de lubricación, y las tres, como rebaño, fuimos a chupársela… todas queríamos el glande, pero la que más lo tuvo fue Ana, que parecía fuera de sí y lo pedía a gritos “¡¡Es mío!!, ¡Ahm!, ¡Si…papito, por Dios!”. Victoria estaba medio celosa, así que entró en el juego gritando “¡¡Perra!!, ¡dámela a mí, no seas egoísta…! ¡Ay, que te la como entera, si me entra!”. Yo preferí no hacer bulla, pero me metí por entre las dos bocas y, finalmente, logré hacerla entrar hasta mi garganta!. Me la saqué rápido, tosiendo. A Martín pareció gustarle eso y en seguida me agarró, me puso en cuatro y me penetró la argolla de una, hasta el fondo, sin preguntar ni pedir permiso. ¡Yo encantada!. Las chicas me tocaban las tetas por mis costados, y alguna de las manos se metió en mi culo. Primero con dos dedos, después con tres, y ahí entró una segunda mano, metiendo tres más.
Gemía poseída por un placer único. Creo que fue Martín el que lanzó un hilo de saliva caliente que cayó en la abertura de mi ano. Se sintió delicioso… manoteé de la mesa de luz mi consolador (siempre a mano) y se lo di a Ana. Me lo metió por la cola tantas veces como pudo hasta que me hizo acabar.
Martín de verdad se había vuelto resistente y estaba re caliente. La sacó y me tiró a un lado como si ya no le sirviera. Sentía que me temblaba de placer la pelvis. Mi cola se veía temblequear, apuntando a la escena: Martín se estaba garchando a Ana. Ella le había dado la cola, sin más, y gritaba como una loca. Todavía no sé cómo nadie vino a tocar la puerta. Victoria se tocaba los pezones, apenas asomados por los triángulos de la malla. Yo estaba exhausta, pero me acerqué a Victoria y reemplacé sus manos por las mías. Ella se dejó llevar hasta que escuchó que Martín gemía y todas supimos que iba a eyacular. Vicki se apresuró y le sacó la pija del culo a Ana. No se quería quedar sin su parte.
Le pegó unas cachetadas a Martín y éste se dejó un rato, riéndose. Después pareció dolerle y le agarró la muñeca con fuerza. La tiró en la cama y se la clavó, de frente. Ana no había acabado, pero se tocó un poco más con el consolador. A Victoria le faltaba bastante, así que la ayudé, chupándole las tetas, besándola y lamiéndole el cuello. Después empecé a chuparles la argolla y el pene, mientras éste la penetraba brutalmente. Les escupí y les pasé la lengua una y otra vez.
Martín ya no podía más, y Victoria dijo estar satisfecha. “Dónde querés que acabe” le preguntó agitado, y ella le respondió “En la cola.. arriba de la cola”. Martín la dio vuelta de un tirón y empezó a pajearse. Ana se aproximó, sin sacarse el consolador de la cola, y las dos empezamos a chupar con la punta de la lengua la cola de nuestra amiga y a nuestras propias bocas. La cama temblaba por la agitación de la paja de Martín. Ahí se veía ese glande de reojo, grande y fuerte, y todo brillante, mojado… Ahí venía… ahí venía… si….¡¡Siii!! ¡¡Otra de esas descargas salpicándonos todas!! La colita de mi amiga tenía un canal de leche y todavía le goteaba más del glande de Martín. Y nosotras con todas las mejillas salpicadas. Nos seguimos besando y nos restregamos los rostros contra la colita llena de semen de Victoria. Ella se pasó la mano, todavía teníamos las bikinis puestas, sólo que ella la traía corrida. Se llevo lo que pudo a la boca. Viendo eso, Martín agarró un vasito de vidrio y nos lo dio sin decir nada. Yo misma empecé a juntar todo ese semen caliente en el vaso. Ana se mojó los dedos y se los frotó en la concha, mirándolo a Martín con provocación. Victoria se dio vuelta y me sacó el vaso de las manos, haciéndose unas gárgaras y soltando un poco en una teta de Ana y en una mía. Las dos nos las empezamos a chupar con la punta de le lengua.
Lo que quedaba del vaso se volcó en la cama, porque Victoria lo apoyó sin fijarse. Yo misma me incliné y la succioné de entre las sábanas. Les mostré a todos que la tenía en la boca, me la tragué y les mostré la lengua limpita.
Martín se fue después de eso, pero tenemos su teléfono…
fuente: relatos us
Para presentarlas mejor: Victoria es una chica morocha, grandota de espalda y de pechos más grandes que los míos. Una cara hermosa, ojos oscuros, provocadores. Tiene los labios prominentes y una cola parada, firme.
Ana es más delgada, de pelo castaño oscuro y corto hasta los hombros. Liso. También tiene pechos vistosos, redondos. La cola es bien curva.
Antes de viajar nos fuimos las tres de compras, cada una compró diferentes cosas, pero coincidimos en el tipo de bikini: ¡micro bikinis! Un colaless con triangulito, y otros dos triangulitos para los pechos. A las tres nos quedan bien ese tipo de conjunto, porque tenemos tetas grandes.
Ni hay que decir la atención que atraíamos en la playa… pero a nadie le dábamos cabida. Por más bueno que estuviera.
Eso sí, las tres juntas nos recostábamos en la esterilla y veíamos pasar cada bulto…¡papito! Había uno en particular con el que creo que me obsesioné: una sunga celeste con el dibujito de un tigre en uno de los costados. No me la olvido todavía… ¡¡qué pedazo!! Las tres estábamos de acuerdo en lo grande que debía ser. No estaba muy lejos, primero jugaba a la pelota y hacía saltar lo suyo con tal… sensualidad. Todavía lo revivo en cámara lenta cuando me toco…
Después lo vimos recostarse, y empezamos a mirar con atención su forma: flácida y todo era enorme, y se distinguía muy bien el tronco, curvado hacia abajo, como una serpiente esperando ser despertada. ¡¡Y cómo deseábamos que se despierte!!
Eso dijimos, cuando Ana se levantó de entre nosotras y fue a pararse justo al lado de nuestra sunga celeste. Ni nos imaginábamos lo que haría. Él estaba tomando sol, y parece que despierto, porque dirigió una mirada disimulada sobre las nalgas de Ana. Ella sabía mejor que nosotras lo que pasaba, y empezó a hacer como si buscara a alguien, con una mano como visera, cubriéndose del sol.. y la otra… ¡la otra la usaba para acomodarse la bikini! Empezó a descorrer un poco el corpiño y se frotó suavemente, bien disimulada, aunque creo que más de uno se percataba de esto. Nuestra serpiente empezó a erectarse. Ana le echó una mirada al bulto y viendo que su tarea estaba cumplida, volvió a sentarse con nosotras.
¡Era inmensa! Su dueño nos miraba con anhelo, y nosotras más que nada mirábamos su paquete, a través de nuestros lentes negros.
Creo que pasaron 10 minutos, hasta que se levantó y caminó hasta nosotras con un termo de mate en la mano. Tal vez esperó a que se le caiga el bicho, para no pasar alguna vergüenza en el camino. “¿Tomamos unos mates, chicas?. Soy Martín. ¿Ustedes?”. Nos presentamos y aceptamos su mate… Nos dio algo de charla superficial y pronto se ofreció a traer algunos amigos… pero tomé la iniciativa y me negué. Le dije que con él era suficiente. Estaba segura que si pasaba algo, las tres queríamos tomar de la misma leche (literalmente).
Mis amigas parecían contentas con mi decisión. Martín nos invitó a salir con él a la noche, pero por las mismas causas le dijimos que no. Pareció frustrarse y no tener más nada que decir, ni forma de convencernos. Creo que le tenía ganas a Victoria más que a nosotras dos. De cualquier manera, ya estaba dispuesto a irse, y nos empezó a saludar, no sin antes pedir nuestro número de celular. Se lo dimos, y Victoria me miró de reojo. Moviendo los labios le dije “Dale.. decile” y ella entendió al instante: “Pará, Martín… Si querés sí hacemos algo esta noche, ¿no, chicas?”, ahí vi mi pie y agregué “Si te parece, nos encontramos en nuestro hotel a las 23…”. “Puedo llevar a…” no terminó de preguntar que Victoria respondió “Venite solo…¿querés?”. Aceptó al instante y no dejó de mirarnos mientras levantaba sus cosas y se iba, usando una toalla para taparse el bulto; se ve que se había agrandado de nuevo.
Durante toda la tarde estuvimos hablando las tres de lo que se venía a la noche. Nunca habíamos planeado estar juntas con un solo hombre, salvo a Victoria, que confesó que quería estar conmigo y otro hombre, ni se nos había cruzado por la cabeza. Y sonaba bien, sonaba a que iba a ser divertido y excitante.
En el hotel no había que preparar mucho: juntamos las camas y bajamos las luces.
No habíamos llevado mucha ropa, teníamos las prendas para salir, pero como ropa íntima, lo más sensual eran nuestras bikinis, así que nos las dejamos puestas bajo una linda prenda cada una: la de Victoria era una blusita blanca y un pantalón de jean bien cortito. La de Ana era un vestidito negro, muy corto. Y la mía era un top negro con una pollerita escocesa por arriba de las rodillas y unas medias rayadas, de dos colores: rojo y negro.
Martín llegó, golpeó la puerta. Yo y Ana estábamos en la cama. Improvisamos abrazarnos con miradas provocadoras. Él estaba muy bien vestido, quizá pensó en serio que íbamos a salir. Victoria lo hizo entrar y le ofreció algo de tomar. No aceptó.
Con sus manos en los bolsillos, miraba hacia todos los costados del cuarto y, cada tanto, preguntaba cómo andábamos, qué hacíamos… y esas cosas.
“Martín… callate” le dijo Ana, y pareció ofuscarse un poco. “¿Cuánto te mide el pene?” le pregunté. Victoria exclamó una carcajada y Martín prefirió no responder. “Dale… nunca la mediste, me vas a decir?”.
Se sentó en la cama, todavía sin saber mucho qué decir. Ana le tocaba la pierna con la punta de sus pies y Victoria se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas, frente a él. “¿Estás bien?” le preguntó. Respondió que sí y antes de darse cuenta tenía la mano de Victoria acariciándole la parte interna de los muslos. A la vez que Ana le acariciaba la cola con los dedos de los pies. Yo decidí pararme y salir de la habitación un momento. Desde el otro cuarto, podía ver a Martín mirando cómo lo tocaban. Su bulto todavía no asomaba, las ropas eran menos insinuadoras. Decidí entrar de nuevo, pero en bikini.
Atraje su atención al instante, y mis dos amigas me imitaron.
No teníamos aceite de ningún tipo, así que aproveché que estaba parada y agarré un recipiente con agua y mucho jabón y una esponja del baño.
Cuando volví al cuarto las chicas estaban sentadas en el suelo, acariciándose el pelo y mirándose con cariño. Martín me miró y ya no traía esa cara de desconcierto y ofuscación. Mas bien era de picardía. Esa actitud estaba mucho mejor… pasé la esponja bien enjabonada por los pechos de mis amigas, aun tapados por los pequeños triángulos de sus bikinis. Ellas empezaron a frotarse mutuamente, tetas contra tetas. Martín sacó nuestro trofeo: era enorme, realmente más grande de lo que parecía con la sunga celeste. Me miró y me dijo “Ésta mide 23 centímetros” y se la señaló con la mirada. Fui directo a chuparla, no había ninguna otra cosa que hacer, era el momento.
Además de larga, era gruesa. Apenas me entraba en la boca… la saboreé, estaba salada, muy húmeda también. Creo que mis amigas hicieron un buen trabajo. Ellas seguían tocándose, se besaban. Yo tenía toda mi cabeza enfocada en ese pedazo gigante, pero igual tuve lugar para pensar en lo extraño que era lo de aquellas dos. Jamás hubiera pensado que quisieran tener sexo juntas, pero mucho menos que se quisieran besar con tanta furia. Ya no estaban fingiendo para excitar a Martín, estaban bien calientes y se empapaban una y otra vez con el agua enjabonada.
Quise meterme esa poronga hasta el fondo de mi boca, la quería por entero adentro…pero no podía, no llegaba. Era demasiado grande para mí. Empecé a juguetear con sus bolas, abrí los ojos y vi el miembro elevado junto a mi sien. Se me ocurrió compararla con mi cara y… ¡Uff..! ¡es casi tan grande como mi cabeza!.
Martín se empezó a levantar y sacármela de entre las manos. ¡No quería que se levante!, se la agarré con fuerza y la quise alcanzar con la boca, pero se levantó decidido y me dejó arrodillada.
Fue a pararse junto a mis amigas y la puso entre las tetas enjabonadas. Las 4 tetas le estaban dando un masaje inolvidable.. y yo quería seguir chupándola, así que me puse entre mis amigas y empecé a deslizar mi lengua con fuerza sobre el glande. Las chicas me animaban “¡¡Dale Vero…!! ¡chupá esa pija poderosa, Verito!”. Martín gimió con fuerza y las chicas se agolparon entre sí, peleando por quién recibía más leche. Yo no podía ser menos, así que empecé a competir, pero por suerte hubo para todas. Pocas veces vi tanta leche de una sola acabada. A Ana le había llenado la boca, y Victoria y yo teníamos suficiente para divertirnos haciendo globitos. Ellas se empezaron a besar y se pasaron el semen por todos lados. Después Ana me agarró y me dio un beso lechoso. Lo acepté con gusto.
Todavía traíamos las bikinis puestas, algo manchadas. Martín se había tirado en la cama, y era el momento que esperábamos: sabíamos que después de la primera, en la segunda iba a estar mucho más resistente. Le dimos un tiempo, mientras nos pegamos un baño cada una.
Cerca de una hora después, estábamos los 4 en la cama. Yo me tocaba la argolla, todavía pensando en esa pijota dentro mío. Ana me empezó a besar, y Victoria estaba con Martín. Le dije que viniera conmigo, que me chupara las tetas, y así lo hizo. Eran las dos chupándome los pezones por encima de la malla, mientras yo me tocaba el clítoris.
Por detrás de la cabeza de Ana, asomó Martín, y poco después el pedazo más rico de todas las vacaciones. Él no se había bañado, con lo que todavía la traía medio pegajosa. Dijo que necesitaba algo de lubricación, y las tres, como rebaño, fuimos a chupársela… todas queríamos el glande, pero la que más lo tuvo fue Ana, que parecía fuera de sí y lo pedía a gritos “¡¡Es mío!!, ¡Ahm!, ¡Si…papito, por Dios!”. Victoria estaba medio celosa, así que entró en el juego gritando “¡¡Perra!!, ¡dámela a mí, no seas egoísta…! ¡Ay, que te la como entera, si me entra!”. Yo preferí no hacer bulla, pero me metí por entre las dos bocas y, finalmente, logré hacerla entrar hasta mi garganta!. Me la saqué rápido, tosiendo. A Martín pareció gustarle eso y en seguida me agarró, me puso en cuatro y me penetró la argolla de una, hasta el fondo, sin preguntar ni pedir permiso. ¡Yo encantada!. Las chicas me tocaban las tetas por mis costados, y alguna de las manos se metió en mi culo. Primero con dos dedos, después con tres, y ahí entró una segunda mano, metiendo tres más.
Gemía poseída por un placer único. Creo que fue Martín el que lanzó un hilo de saliva caliente que cayó en la abertura de mi ano. Se sintió delicioso… manoteé de la mesa de luz mi consolador (siempre a mano) y se lo di a Ana. Me lo metió por la cola tantas veces como pudo hasta que me hizo acabar.
Martín de verdad se había vuelto resistente y estaba re caliente. La sacó y me tiró a un lado como si ya no le sirviera. Sentía que me temblaba de placer la pelvis. Mi cola se veía temblequear, apuntando a la escena: Martín se estaba garchando a Ana. Ella le había dado la cola, sin más, y gritaba como una loca. Todavía no sé cómo nadie vino a tocar la puerta. Victoria se tocaba los pezones, apenas asomados por los triángulos de la malla. Yo estaba exhausta, pero me acerqué a Victoria y reemplacé sus manos por las mías. Ella se dejó llevar hasta que escuchó que Martín gemía y todas supimos que iba a eyacular. Vicki se apresuró y le sacó la pija del culo a Ana. No se quería quedar sin su parte.
Le pegó unas cachetadas a Martín y éste se dejó un rato, riéndose. Después pareció dolerle y le agarró la muñeca con fuerza. La tiró en la cama y se la clavó, de frente. Ana no había acabado, pero se tocó un poco más con el consolador. A Victoria le faltaba bastante, así que la ayudé, chupándole las tetas, besándola y lamiéndole el cuello. Después empecé a chuparles la argolla y el pene, mientras éste la penetraba brutalmente. Les escupí y les pasé la lengua una y otra vez.
Martín ya no podía más, y Victoria dijo estar satisfecha. “Dónde querés que acabe” le preguntó agitado, y ella le respondió “En la cola.. arriba de la cola”. Martín la dio vuelta de un tirón y empezó a pajearse. Ana se aproximó, sin sacarse el consolador de la cola, y las dos empezamos a chupar con la punta de la lengua la cola de nuestra amiga y a nuestras propias bocas. La cama temblaba por la agitación de la paja de Martín. Ahí se veía ese glande de reojo, grande y fuerte, y todo brillante, mojado… Ahí venía… ahí venía… si….¡¡Siii!! ¡¡Otra de esas descargas salpicándonos todas!! La colita de mi amiga tenía un canal de leche y todavía le goteaba más del glande de Martín. Y nosotras con todas las mejillas salpicadas. Nos seguimos besando y nos restregamos los rostros contra la colita llena de semen de Victoria. Ella se pasó la mano, todavía teníamos las bikinis puestas, sólo que ella la traía corrida. Se llevo lo que pudo a la boca. Viendo eso, Martín agarró un vasito de vidrio y nos lo dio sin decir nada. Yo misma empecé a juntar todo ese semen caliente en el vaso. Ana se mojó los dedos y se los frotó en la concha, mirándolo a Martín con provocación. Victoria se dio vuelta y me sacó el vaso de las manos, haciéndose unas gárgaras y soltando un poco en una teta de Ana y en una mía. Las dos nos las empezamos a chupar con la punta de le lengua.
Lo que quedaba del vaso se volcó en la cama, porque Victoria lo apoyó sin fijarse. Yo misma me incliné y la succioné de entre las sábanas. Les mostré a todos que la tenía en la boca, me la tragué y les mostré la lengua limpita.
Martín se fue después de eso, pero tenemos su teléfono…
fuente: relatos us
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