La historia es de esas fantasías que se hacen realidad. Me sucedió esta semana. El lunes a la noche yo salí de mi trabajo a las 21 y caminé una cuadra a esperar el colectivo. EL frío era muy intenso y era necesario estar muy abrigado. Cuando llegué a la parada del colectivo había una chica allí, jovencita de unos 23 o 25 años, morocha, de pelo largo y una carita muy sensual. Obviamente la miré, pero nada más que eso, una mirada normal, nada fuera de lo común.
En Rosario, la frecuencia de los colectivos de noche no es muy buena y el que yo esperaba (y ella también) demoró un buen rato en llegar. En ese rato de espera en el que éramos dos absolutos desconocidos llegó a la parada un hombre (de unos 45 años) que tenía un aspecto y una mirada que, sin duda, incomodaron a la chica. El tipo tenía toda la pinta de psicópata, de hecho llegó a la parada y le lanzó una mirada que hubiera incomodado a cualquiera. La chica, disimuladamente caminó hacia la calle como quien se fija si viene el colectivo y luego se puso delante de mí como para separarse del tipo.
Sin decir ni una palabra yo sentía que ella buscaba protección en mí y yo, hasta ese momento sin ninguna intención, me ofrecí a protegerla porque entendí lo difícil que era para ella esa situación. El tipo no paraba de mirarla. Cuando llegó el colectivo, le cedí mi lugar para que suba primero, luego subí yo y por último el tipo. Ella se sentó en uno de los primeros asientos, que tienen otros enfrentados y yo me senté en el asiento de atrás. El tipo, para nuestra sorpresa, no tuvo escrúpulos y se sentó en el asiento enfrentado a ella donde la miraba con ganas de comérsela.
Debe haber sido el peor viaje en colectivo de la pobre chica. El colectivo hizo unas 20 cuadras y ella se levantó como para bajarse. A mí todavía me quedaba un recorrido antes de llegar a mi casa. Otra vez me sorprendí cuando el tipo se levantó y se dirigió a la otra puerta del colectivo como para bajarse en la misma esquina que ella, sin dejar de mirarla. Entonces ella se dio vuelta, me miró y me hizo una seña cómplice como pidiéndome (casi rogándome) que la protegiera. Entonces, y aunque como dije todavía faltaba para que me tuviera que bajar, me dirigí a la puerta junto a ella y me bajé del colectivo.
Yo caminaba a su lado sin hablarnos y el tipo, que también se había bajado, caminaba unos 20 metros atrás nuestro. Llegamos a la puerta del edificio donde ella vive y me hizo pasar. Nos quedamos ahí esperando a ver qué hacía el tipo. Finalmente lo vimos que pasó y se quedó sentado en la entrada de la casa de al lado. Recién en ese momento intercambiamos las primeras palabras.
Ella: Muchas gracias, de verdad, no sabes lo que te agradezco que hayas hecho esto por mí.
Yo: por nada, está todo bien. ¿Cómo te llamás?
Ella: Camila. Vos?
Yo: Sebastián.
En ese momento me percaté de que no tenía cambio para tomarme un taxi ni monedas para el colectivo así que le expliqué la situación, con un poco de morbo dándome vuelta en la cabeza. Ella me dijo que la acompañara hasta el departamento que me daba cambio y yo acepté gustoso. Subimos hasta el quinto piso y ella suspiraba rápido todavía agitada por el mal momento que el tipo ese le había hecho vivir. Ya en el ascensor me animé a acariciarle el pelo y ella se sintió muy a gusto. Salimos del ascensor y en el pallier la abracé y empecé a besarla. Fuimos besándonos hasta la puerta de su departamento y ella abrió rápidamente y nos mandamos para adentro.
Apenas tuve tiempo para darle un empujón a la puerta y la abracé fuerte, la di vuelta y le apoyé el culo sobre mi pija que ya estaba bastante dura. Ella lanzó un gemidito que me hizo volver loco y bajó su mano hasta ese lugar. La seguí besando y puse mis manos en su culito, que estaba durito y era hermoso. De a poco llevé la mano derecha a su entrepierna y noté que ya se había empezado a mojar.
Nos desvestimos rápidamente los dos y a mí me volvió loco su tanguita violeta. Nos tiramos en la cama y ella se abalanzó sobre mi pija y me la empezó a chupar de una manera que me volvía loco. Mientras tanto yo frotaba mis dedos en su concha, totalmente húmeda.
Ella: Quiero que me la metas toda, qué pija más linda que tenes!
Como sus deseos eran órdenes para mí, hice lo que me pidió. La puse en cuatro patas y ella levantó su culo y abrió bien las piernas, dejando en claro que tenía experiencia. La empecé a penetrar de a poco y el flujo era un torrente a esa altura. Ella empezó a gritar cada vez más fuerte, pegaba unos gemidos hermosos que me excitaban cada vez más.
Después me tiró en la cama y se sentó sobre mi pija y empezó a cabalgar. Ufff, hacía mucho que no veía una cosa parecida. El frío de afuera había quedado en un olvido total y las temperaturas de nuestros cuerpos eran altísimas. Cuando estaba por acabar, intenté hacerlo en su boca pero me dijo que le daba asco y que le acabara en las tetas, que no son grandes pero tampoco chiquitas. Un tamaño ideal para mi gusto. Le llené las tetas de semen y entonces ella le puso la frutilla al postre. Ante mi insistencia accedió a probar la leche y juntó un poquito con uno de sus dedos y se lo pasó por la lengua. Después se puso mi pija en la boca y me la "limpió".
Nos bañamos juntos y me quedé a dormir en su departamento porque el tipo con pinta de psicópata seguía increiblemente en la puerta del edificio cuando nos asomamos por el balcón. Al otro día nos levantamos y me fui a mi casa. Ambos reconocimos que lo de la noche anterior fue espectacular, intercambiamos teléfonos y este fin de semana vamos a salir juntos. Al final, le terminamos dando las gracias, aunque no personalmente, al tipo ese gracias al cual nos conocimos y vivimos esa hermosa noche.
En Rosario, la frecuencia de los colectivos de noche no es muy buena y el que yo esperaba (y ella también) demoró un buen rato en llegar. En ese rato de espera en el que éramos dos absolutos desconocidos llegó a la parada un hombre (de unos 45 años) que tenía un aspecto y una mirada que, sin duda, incomodaron a la chica. El tipo tenía toda la pinta de psicópata, de hecho llegó a la parada y le lanzó una mirada que hubiera incomodado a cualquiera. La chica, disimuladamente caminó hacia la calle como quien se fija si viene el colectivo y luego se puso delante de mí como para separarse del tipo.
Sin decir ni una palabra yo sentía que ella buscaba protección en mí y yo, hasta ese momento sin ninguna intención, me ofrecí a protegerla porque entendí lo difícil que era para ella esa situación. El tipo no paraba de mirarla. Cuando llegó el colectivo, le cedí mi lugar para que suba primero, luego subí yo y por último el tipo. Ella se sentó en uno de los primeros asientos, que tienen otros enfrentados y yo me senté en el asiento de atrás. El tipo, para nuestra sorpresa, no tuvo escrúpulos y se sentó en el asiento enfrentado a ella donde la miraba con ganas de comérsela.
Debe haber sido el peor viaje en colectivo de la pobre chica. El colectivo hizo unas 20 cuadras y ella se levantó como para bajarse. A mí todavía me quedaba un recorrido antes de llegar a mi casa. Otra vez me sorprendí cuando el tipo se levantó y se dirigió a la otra puerta del colectivo como para bajarse en la misma esquina que ella, sin dejar de mirarla. Entonces ella se dio vuelta, me miró y me hizo una seña cómplice como pidiéndome (casi rogándome) que la protegiera. Entonces, y aunque como dije todavía faltaba para que me tuviera que bajar, me dirigí a la puerta junto a ella y me bajé del colectivo.
Yo caminaba a su lado sin hablarnos y el tipo, que también se había bajado, caminaba unos 20 metros atrás nuestro. Llegamos a la puerta del edificio donde ella vive y me hizo pasar. Nos quedamos ahí esperando a ver qué hacía el tipo. Finalmente lo vimos que pasó y se quedó sentado en la entrada de la casa de al lado. Recién en ese momento intercambiamos las primeras palabras.
Ella: Muchas gracias, de verdad, no sabes lo que te agradezco que hayas hecho esto por mí.
Yo: por nada, está todo bien. ¿Cómo te llamás?
Ella: Camila. Vos?
Yo: Sebastián.
En ese momento me percaté de que no tenía cambio para tomarme un taxi ni monedas para el colectivo así que le expliqué la situación, con un poco de morbo dándome vuelta en la cabeza. Ella me dijo que la acompañara hasta el departamento que me daba cambio y yo acepté gustoso. Subimos hasta el quinto piso y ella suspiraba rápido todavía agitada por el mal momento que el tipo ese le había hecho vivir. Ya en el ascensor me animé a acariciarle el pelo y ella se sintió muy a gusto. Salimos del ascensor y en el pallier la abracé y empecé a besarla. Fuimos besándonos hasta la puerta de su departamento y ella abrió rápidamente y nos mandamos para adentro.
Apenas tuve tiempo para darle un empujón a la puerta y la abracé fuerte, la di vuelta y le apoyé el culo sobre mi pija que ya estaba bastante dura. Ella lanzó un gemidito que me hizo volver loco y bajó su mano hasta ese lugar. La seguí besando y puse mis manos en su culito, que estaba durito y era hermoso. De a poco llevé la mano derecha a su entrepierna y noté que ya se había empezado a mojar.
Nos desvestimos rápidamente los dos y a mí me volvió loco su tanguita violeta. Nos tiramos en la cama y ella se abalanzó sobre mi pija y me la empezó a chupar de una manera que me volvía loco. Mientras tanto yo frotaba mis dedos en su concha, totalmente húmeda.
Ella: Quiero que me la metas toda, qué pija más linda que tenes!
Como sus deseos eran órdenes para mí, hice lo que me pidió. La puse en cuatro patas y ella levantó su culo y abrió bien las piernas, dejando en claro que tenía experiencia. La empecé a penetrar de a poco y el flujo era un torrente a esa altura. Ella empezó a gritar cada vez más fuerte, pegaba unos gemidos hermosos que me excitaban cada vez más.
Después me tiró en la cama y se sentó sobre mi pija y empezó a cabalgar. Ufff, hacía mucho que no veía una cosa parecida. El frío de afuera había quedado en un olvido total y las temperaturas de nuestros cuerpos eran altísimas. Cuando estaba por acabar, intenté hacerlo en su boca pero me dijo que le daba asco y que le acabara en las tetas, que no son grandes pero tampoco chiquitas. Un tamaño ideal para mi gusto. Le llené las tetas de semen y entonces ella le puso la frutilla al postre. Ante mi insistencia accedió a probar la leche y juntó un poquito con uno de sus dedos y se lo pasó por la lengua. Después se puso mi pija en la boca y me la "limpió".
Nos bañamos juntos y me quedé a dormir en su departamento porque el tipo con pinta de psicópata seguía increiblemente en la puerta del edificio cuando nos asomamos por el balcón. Al otro día nos levantamos y me fui a mi casa. Ambos reconocimos que lo de la noche anterior fue espectacular, intercambiamos teléfonos y este fin de semana vamos a salir juntos. Al final, le terminamos dando las gracias, aunque no personalmente, al tipo ese gracias al cual nos conocimos y vivimos esa hermosa noche.
1 comentarios - La chica de la parada