Voy a contarles lo que le pasó a una amiga mía en su primer encuentro íntimo con su novio.
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Un sentimiento profundo e inexplicablemente intenso había surgido entre nosotros hace un tiempo, y el amor del uno por el otro parecía fortalecerse día a día. Sus labios siempre me habían gustado. Desde el día en que pude verlos con más detenimiento, deseé posar mi boca sobre ellos y devorarlos lentamente, por eso el día en que logramos reunirnos, me entregué desenfrenadamente a explorar todas las posibilidades que su boca me ofrecía. Su lengua era un deleite, adoraba succionarla y dejarla recorrer mi rostro, mi cuello, mis pechos, mi cuerpo entero.
Perdiéndonos en nuestros brazos y quitándonos todas nuestras ropas, nos derrumbamos sobre un sofá, sin parar de besarnos. El sólo aroma de su piel me excitaba increíblemente, y la cercanía de su cuerpo me hacía desearlo como jamás pensé que se podía desear a alguien. Lentamente sus manos fueron tocándome: me acarició las tetas, que se estremecieron al contacto de sus manos. Me enloquecía sentir cómo me las apretaba mientras sus dedos jugaban con mis puntitas erectas, ansiosas de sentir su boca devorándolas. Con su lengua fue lamiendo dulcemente mis pezones, haciéndome lanzar un fuerte quejido de placer, mientras mi espalda se arqueaba entregada totalmente al fuego de sus labios… Era un deleite sentir cómo sus dientes, con la suavidad de un gatito, mordían mis excitados pechos, mientras sus manos jugaban con ambos, apretándolos, juntándolos, moviéndolos dentro de su deliciosa boca.
Su lengua fue recorriendo mi cuerpo por la senda de la felicidad, besando con profundo ardor mi estómago, mi ombligo, siempre bajando y lanzándome de vez en cuando una mirada que me estremecía ante la promesa de que un placer divino se aproximaba.
Se alejó de mí un poco, sosteniendo mis piernas entre sus ardientes brazos. Comenzó a besarlas partiendo desde los dedos y la planta de mis pies, lo que provocaba que mi ansiedad creciera, deseando cada vez más sentir su boca perdiéndose entre mis piernas… Por unos minutos no dejó de lamer y acariciar mis muslos, que temblaban de placer con cada uno de los roces de su lengua y sus manos. Su boca fue acercándose fogosamente a mi concha, que latía al ritmo de mi acelerado corazón, mientras el calor de mi cuerpo me humedecía completamente desde las entrañas. Su mano tocó mis labios interiores: sentí cómo me acariciaba el sexo completamente, haciéndome gemir como una trastornada. Me penetró con los dedos, revolviendo los jugos que mi vagina derramaba hacia fuera, y con su otra mano abrió toda mi entrepierna mojada, dejando expuesto ante su golosa boca mi clítoris, que en el silencio de sus latidos contraídos gritaba su nombre. Sentí de pronto su lengua lamiéndome completamente mi concha, de arriba hacia abajo. Su rostro estaba enteramente enterrado entre mis piernas, y comenzó a juguetear haciendo figuritas sobre mi clítoris excitado. Los jugos de su boca y de mi cuerpo se fundían en una humedad ardiente. Me sentía calientísima, y se lo hacía saber liberando todos los quejidos que esa explosión de placer provocaba en mí. Con sus dedos me masturbaba, y con su lengua me enloquecía, dándome mordisquitos en el clítoris, lamiéndolo, chupándolo en una succión deliciosa.
Cambiamos de posición y me preparé para gozar de su verga erecta, dura y poderosa que se levantaba goteando ante mis ojos. Con las manos separé bien sus piernas y comenzó mi incursión en sus rincones ocultos: no quería perderme ningún detalle de su delicioso cuerpo, que sudaba de deseo. Puse mi boca entre sus piernas y busqué su ano, dejé caer un hilito de saliva sobre él y se lo lamí como trastornada, formando circulitos alrededor, que lo hicieron quejarse como animal en celo, mientras mis manos apretaban sus muslos y la base de su virilidad. Podía sentir que estaba excitadísimo, y yo demoraba un poco el momento en que me devoraría esa delicia grande y dura que bombeaba sangre a mil por hora. Con la lengua tracé un recorrido que iba desde su ano hasta sus testículos, hinchados de placer, y sin dejar de lamerlo presioné con mis dedos entre ambas partes para llevarlo más arriba de los límites del placer. Mientras él se quejaba, enloquecido ya, yo podía sentir que los flujos de mi cuerpo escurrían por entre mis piernas. Entonces me dediqué a buscar su gloria: comencé a besar su exquisita pija desde la base. Se la lamí como si fuera un caramelo inmenso, jugando con la lengua detrás de su cabeza que goteaba el néctar del deseo. No aguanté más, y con los labios apretándola, abrí la boca y me devoré toda esa riquísima verga, que apenas cabía entera en mi boca debido a su gran tamaño. Era el éxtasis: él gemía como salvaje y yo me lo comía completo, chupando aquel delicioso manjar que él me ofrecía vencido ante mi desenfreno. Mi boca subía y bajaba por su pija, deleitándome con su piel suave y ese sabor indescriptible que, por increíble que parezca, me calentaba todavía más. Su verga entraba y salía de mi boca, que devoraba, lamía, chupaba como si el mundo fuera a acabar en unos minutos.
Ardiendo de deseo, quería sentir toda esa enorme pija por todos los lugares donde me fuera posible, así es que sin mediar palabras me senté sobre él, que se incorporó frente a mi para besarme con locura, mientras agarraba mis caderas dispuesto a no dejarme escapar ya. Abracé su cabeza, acariciando sus cabellos, mientras su boca chupaba mis pezones que ardían de placer. Me estrechó contra su cuerpo con fuerza y comenzó a embestirme casi salvajemente: estaba completamente dentro de mí, y yo sentía que en cualquier momento me partiría en dos. Era exquisito. Su verga entraba y salía de mi cuerpo en completo dominio, cogiéndome con frenesí, mientras yo ya casi gritaba por el placer que me estaba dando. Perdí la noción del tiempo, y creo que él también, porque no sé por cuánto rato estuve recibiendo esos espadazos de su pija, que a cada penetración me transportaban hacia el paraíso del placer, cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Nuestros sudores se fundían con nuestros flujos, y nuestros gemidos se perdían entre los latidos de nuestros corazones.
De pronto sucedió. Sin mediar acuerdo ni palabras. La explosión de su leche llenó todo mi cuerpo por dentro, mientras una corriente eléctrica recorría mi espalda, haciendo que me faltara el aire, a la vez que sentía como si el cerebro me fuese a explotar. Sentí unas deliciosas convulsiones en mi clítoris, al tiempo que mi vagina punzaba contrayéndose en un orgasmo interno y externo, mientras su verga dejaba escapar su rico néctar fuera de mi cuerpo… Habíamos alcanzado la gloria del placer y el deleite al mismo tiempo.
Como aún nos sobraban energías y deseo, cambiamos de posición: me puse de espalda a él y me agaché, ofreciéndole todo mi culo, el cual latía de excitación. Comenzó a lamerme, acariciarme y mordisquearme las nalgas, lo que me hizo desear con todo mi cuerpo esa penetración que todavía no llegaba. Luego de un rato interminable, empezó a lamerme y meterme sus dedos en el orificio de mi culo, y lo hizo de una forma que me volvió completamente loca: ya no deseaba otra cosa que su pija dura y enorme ahí adentro, revolviéndome las entrañas. Luego de otro momento que no parecía tener fin, llegó eso tan ansiado por ambos: sentí que alejaba su boca y, apoyándome la cabeza de su verga en el orto, la fue metiendo más y más, lo que nos proyecto al último nivel de placer. Sentí esa enorme pija entrar y salir, entrar y salir, cada vez con mayor fuerza y velocidad y mi cabeza daba vueltas, a punto de estallar. Cuando ya no sabíamos cuanto más íbamos a aguantar, sobrevino su acabada: su leche rellenó todo mi culo y nos sentimos desfallecer.
Rendidos, nos recostamos abrazados, besándonos con ardor y ternura, haciéndonos sentir la diferencia entre el mero sexo y lo que es realmente hacer el amor. Nunca en mi vida pensé que podría vivir ese torbellino de sensaciones tan exquisitas y placenteras, mezcladas con la dulzura de sus caricias, y un deseo de perderme para siempre en sus ojos de miel.
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Bueno, espero que les haya gustado y nos vemos en mi siguiente post. Comenten que no cuesta nada y siempre viene bien. Si tienen un tiempito, no se vayan sin ver mis otras publicaciones y shouts. Les mando muchos besos, lamidas y chupadas.
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Un sentimiento profundo e inexplicablemente intenso había surgido entre nosotros hace un tiempo, y el amor del uno por el otro parecía fortalecerse día a día. Sus labios siempre me habían gustado. Desde el día en que pude verlos con más detenimiento, deseé posar mi boca sobre ellos y devorarlos lentamente, por eso el día en que logramos reunirnos, me entregué desenfrenadamente a explorar todas las posibilidades que su boca me ofrecía. Su lengua era un deleite, adoraba succionarla y dejarla recorrer mi rostro, mi cuello, mis pechos, mi cuerpo entero.
Perdiéndonos en nuestros brazos y quitándonos todas nuestras ropas, nos derrumbamos sobre un sofá, sin parar de besarnos. El sólo aroma de su piel me excitaba increíblemente, y la cercanía de su cuerpo me hacía desearlo como jamás pensé que se podía desear a alguien. Lentamente sus manos fueron tocándome: me acarició las tetas, que se estremecieron al contacto de sus manos. Me enloquecía sentir cómo me las apretaba mientras sus dedos jugaban con mis puntitas erectas, ansiosas de sentir su boca devorándolas. Con su lengua fue lamiendo dulcemente mis pezones, haciéndome lanzar un fuerte quejido de placer, mientras mi espalda se arqueaba entregada totalmente al fuego de sus labios… Era un deleite sentir cómo sus dientes, con la suavidad de un gatito, mordían mis excitados pechos, mientras sus manos jugaban con ambos, apretándolos, juntándolos, moviéndolos dentro de su deliciosa boca.
Su lengua fue recorriendo mi cuerpo por la senda de la felicidad, besando con profundo ardor mi estómago, mi ombligo, siempre bajando y lanzándome de vez en cuando una mirada que me estremecía ante la promesa de que un placer divino se aproximaba.
Se alejó de mí un poco, sosteniendo mis piernas entre sus ardientes brazos. Comenzó a besarlas partiendo desde los dedos y la planta de mis pies, lo que provocaba que mi ansiedad creciera, deseando cada vez más sentir su boca perdiéndose entre mis piernas… Por unos minutos no dejó de lamer y acariciar mis muslos, que temblaban de placer con cada uno de los roces de su lengua y sus manos. Su boca fue acercándose fogosamente a mi concha, que latía al ritmo de mi acelerado corazón, mientras el calor de mi cuerpo me humedecía completamente desde las entrañas. Su mano tocó mis labios interiores: sentí cómo me acariciaba el sexo completamente, haciéndome gemir como una trastornada. Me penetró con los dedos, revolviendo los jugos que mi vagina derramaba hacia fuera, y con su otra mano abrió toda mi entrepierna mojada, dejando expuesto ante su golosa boca mi clítoris, que en el silencio de sus latidos contraídos gritaba su nombre. Sentí de pronto su lengua lamiéndome completamente mi concha, de arriba hacia abajo. Su rostro estaba enteramente enterrado entre mis piernas, y comenzó a juguetear haciendo figuritas sobre mi clítoris excitado. Los jugos de su boca y de mi cuerpo se fundían en una humedad ardiente. Me sentía calientísima, y se lo hacía saber liberando todos los quejidos que esa explosión de placer provocaba en mí. Con sus dedos me masturbaba, y con su lengua me enloquecía, dándome mordisquitos en el clítoris, lamiéndolo, chupándolo en una succión deliciosa.
Cambiamos de posición y me preparé para gozar de su verga erecta, dura y poderosa que se levantaba goteando ante mis ojos. Con las manos separé bien sus piernas y comenzó mi incursión en sus rincones ocultos: no quería perderme ningún detalle de su delicioso cuerpo, que sudaba de deseo. Puse mi boca entre sus piernas y busqué su ano, dejé caer un hilito de saliva sobre él y se lo lamí como trastornada, formando circulitos alrededor, que lo hicieron quejarse como animal en celo, mientras mis manos apretaban sus muslos y la base de su virilidad. Podía sentir que estaba excitadísimo, y yo demoraba un poco el momento en que me devoraría esa delicia grande y dura que bombeaba sangre a mil por hora. Con la lengua tracé un recorrido que iba desde su ano hasta sus testículos, hinchados de placer, y sin dejar de lamerlo presioné con mis dedos entre ambas partes para llevarlo más arriba de los límites del placer. Mientras él se quejaba, enloquecido ya, yo podía sentir que los flujos de mi cuerpo escurrían por entre mis piernas. Entonces me dediqué a buscar su gloria: comencé a besar su exquisita pija desde la base. Se la lamí como si fuera un caramelo inmenso, jugando con la lengua detrás de su cabeza que goteaba el néctar del deseo. No aguanté más, y con los labios apretándola, abrí la boca y me devoré toda esa riquísima verga, que apenas cabía entera en mi boca debido a su gran tamaño. Era el éxtasis: él gemía como salvaje y yo me lo comía completo, chupando aquel delicioso manjar que él me ofrecía vencido ante mi desenfreno. Mi boca subía y bajaba por su pija, deleitándome con su piel suave y ese sabor indescriptible que, por increíble que parezca, me calentaba todavía más. Su verga entraba y salía de mi boca, que devoraba, lamía, chupaba como si el mundo fuera a acabar en unos minutos.
Ardiendo de deseo, quería sentir toda esa enorme pija por todos los lugares donde me fuera posible, así es que sin mediar palabras me senté sobre él, que se incorporó frente a mi para besarme con locura, mientras agarraba mis caderas dispuesto a no dejarme escapar ya. Abracé su cabeza, acariciando sus cabellos, mientras su boca chupaba mis pezones que ardían de placer. Me estrechó contra su cuerpo con fuerza y comenzó a embestirme casi salvajemente: estaba completamente dentro de mí, y yo sentía que en cualquier momento me partiría en dos. Era exquisito. Su verga entraba y salía de mi cuerpo en completo dominio, cogiéndome con frenesí, mientras yo ya casi gritaba por el placer que me estaba dando. Perdí la noción del tiempo, y creo que él también, porque no sé por cuánto rato estuve recibiendo esos espadazos de su pija, que a cada penetración me transportaban hacia el paraíso del placer, cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Nuestros sudores se fundían con nuestros flujos, y nuestros gemidos se perdían entre los latidos de nuestros corazones.
De pronto sucedió. Sin mediar acuerdo ni palabras. La explosión de su leche llenó todo mi cuerpo por dentro, mientras una corriente eléctrica recorría mi espalda, haciendo que me faltara el aire, a la vez que sentía como si el cerebro me fuese a explotar. Sentí unas deliciosas convulsiones en mi clítoris, al tiempo que mi vagina punzaba contrayéndose en un orgasmo interno y externo, mientras su verga dejaba escapar su rico néctar fuera de mi cuerpo… Habíamos alcanzado la gloria del placer y el deleite al mismo tiempo.
Como aún nos sobraban energías y deseo, cambiamos de posición: me puse de espalda a él y me agaché, ofreciéndole todo mi culo, el cual latía de excitación. Comenzó a lamerme, acariciarme y mordisquearme las nalgas, lo que me hizo desear con todo mi cuerpo esa penetración que todavía no llegaba. Luego de un rato interminable, empezó a lamerme y meterme sus dedos en el orificio de mi culo, y lo hizo de una forma que me volvió completamente loca: ya no deseaba otra cosa que su pija dura y enorme ahí adentro, revolviéndome las entrañas. Luego de otro momento que no parecía tener fin, llegó eso tan ansiado por ambos: sentí que alejaba su boca y, apoyándome la cabeza de su verga en el orto, la fue metiendo más y más, lo que nos proyecto al último nivel de placer. Sentí esa enorme pija entrar y salir, entrar y salir, cada vez con mayor fuerza y velocidad y mi cabeza daba vueltas, a punto de estallar. Cuando ya no sabíamos cuanto más íbamos a aguantar, sobrevino su acabada: su leche rellenó todo mi culo y nos sentimos desfallecer.
Rendidos, nos recostamos abrazados, besándonos con ardor y ternura, haciéndonos sentir la diferencia entre el mero sexo y lo que es realmente hacer el amor. Nunca en mi vida pensé que podría vivir ese torbellino de sensaciones tan exquisitas y placenteras, mezcladas con la dulzura de sus caricias, y un deseo de perderme para siempre en sus ojos de miel.
Fin
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Bueno, espero que les haya gustado y nos vemos en mi siguiente post. Comenten que no cuesta nada y siempre viene bien. Si tienen un tiempito, no se vayan sin ver mis otras publicaciones y shouts. Les mando muchos besos, lamidas y chupadas.
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