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El accidente

Antes que nada, las correspondientes disculpas por no haber estado presente en todo este tiempo, pero mi ausencia se debió exclusivamente a un grave problema familiar del cual los pondre al tanto inmediatamente. Ahora que ya todo paso y que la experiencia va a quedar como un mal recuerdo puedo contarles lo sucedido de la mejor forma que se hacerlo, mediante un relato. Besos para todos, y ya me estare poniendo al dia con los mensajes, comentarios y recomendaciones. Hasta la proxima.

La noticia me golpeó como si me hubiera arrollado un camión con acoplado. Fue mi mamá la que me llamó y con apenas unas pocas palabras provoco que el mundo a mí alrededor se derrumbara.
-Mary, internaron a tu tío, parece que es grave- me dijo.
Un sudor frío comenzó a recorrer mi cuerpo, creí que me desmayaba, pero hice lo imposible por mantener la vertical y no demostrar lo que semejante noticia significaba realmente para mí.
Se refería por supuesto a mi tío Carlos, parecía increíble pero hacía tan solo un par de días que había estado con él. Fue la primera persona en la que pensé cuándo tuve problemas con mi marido. Lo llamé y le conté lo que me pasaba. Quedamos en vernos para hablar con mayor tranquilidad. Nos encontramos en el lugar de siempre, tomamos algo y charlamos, charlamos mucho y luego fuimos al telo de siempre, hicimos el amor y entonces todo pareció distinto, resulta increíble lo que puede lograr un polvo, pero después de echarme uno con mi tío veía todo con otros ojos, ya nada me parecía tan grave, y hasta me sorprendía no haberme dado cuenta antes de cuán cerca estaban todas esas repuestas. Y ahora pasaba esto.
Le pregunte a mi mamá en donde estaba internado, guardé el celular y me puse a llorar. Estaba preocupada por mi tío. Significa mucho para mí, fue el primer hombre de mi vida, el que me enseñó todo lo que sé respecto al sexo. Fue el primero que vio en mí a una potencial putita, por lo que supo agarrarme justo a tiempo y moldearme a su gusto. Él fue quién me enseñó a chupar. Tenía 17 años cuándo me brindó toda una clase práctica sobre como debía atender oralmente a un hombre.
-Esto es algo que te van a pedir siempre los tipos que salgan con vos, los que ya me imagino que van a ser muchos, así que tenes que estar preparada- supo advertirme entonces.
Se sentó en el sillón, peló su pija ya a media erección, y como si se tratara de un profesor tomándole lección a su alumna me dijo:
-Dale, veni, mostrame lo que sabes hacer-
Me acomodé en el suelo, entre sus piernas, y agarrándosela por la base, envolviéndole los huevos con mis manos, empecé lamiéndosela por los lados.
-¡Si… muy bien… ese es un buen comienzo… claro que si!- suspiró complacido, visiblemente halagado por mis entusiastas lamidas.
-Ahora escupime en la cabeza y chupámela, solo la cabeza- me instruyó luego.
-¿Qué te la escupa?- me sorprendí.
-Si, es bueno para lubricar y hacer más fluida la mamada- me explicó instructivamente.
Así lo hice entonces, le escupí en el glande.
-Más… escupíme un poco más- me dijo.
Le escupí más, como me dijo, y me reí, no lo pude evitar, me causaba mucha gracia estar escupiéndole la pija a mi propio tío. Esparcí la saliva por sobre el glande y metiéndomelo en la boca se lo chupé con entusiasta fruición.
-¡Ahhhhhh… Mary, creo que no tengo nada que enseñarte, lo haces más que bien, vas a volver locos a los hombres con esa boquita- me dijo en medio de un suspiro.
Aquella fue la primera vez que me acabo en la boca, y aunque en algún momento creyó que no me animaría, me tragué toda su leche, relamiéndome gustosa mientras saboreaba en mi paladar ese licor de huevos con el que desde entonces me gusta embriagarme, y es que a diferencia de muchas otras mujeres, a mí el semen me gustó de entrada
Iba recordando esa experiencia mientras me dirigía a la clínica. Cuándo llegué estaba mi tía Edith en el pasillo. Tenía los ojos enrojecidos. Al verme se levantó, corrió hacía mí y me abrazó. Yo también me largué a llorar, pidiéndole por favor que me dijera que le había pasado a mi tío. Como pudo me lo contó entre lágrimas y moqueos.
Fue un accidente, un auto se lo llevo por delante y lo arrastró varios metros. Estaba vivo de milagro, y aunque llegó conciente al hospital ahora estaba sedado, esperando para una cirugía. Entre con ella a la habitación y lo vi ahí yaciente, con moretones en la cara, un ojo en compota, y un montón de tubos y mangueras conectados a su cuerpo. Me partía el alma. Alguien que haya pasado por una situación semejante sabrá como me sentí en ese momento, y el dolor se intensificaba al saber que quién lo había atropellado se escapó de la escena del accidente dejándolo ahí tirado, casi moribundo, como si de un perro se tratara. Me acerque a la cama y aunque no podía escucharme, le agarre una mano, se la bese y le dije que lo quería mucho. Mi tía se enterneció con mi gesto.
Otro recuerdo de los tantos que tengo con él me asaltó en ese momento. Salía del colegio, como siempre, al mediodía, aunque era diferente. Me sentía distinta, hacía apenas una semana que mi tío me había hecho mujer por lo que todo tenía otro color, me sentía, no sé… como enamorada. Al llegar a la esquina lo veo esperándome.
-¡Tío!- grito y corro a su encuentro.
Lo abrazo y le doy un beso, en la mejilla, claro.
-Veni, quiero llevarte a un lugar- me dice.
Subimos a su auto, aquel inolvidable Dodge 1500 color anaranjado, y nos ponemos en marcha.
-Un amigo se fue de viaje y me dejo las llaves de su departamento, no creo que vaya a tener problema en que se lo usemos un rato, ¿no te parece?- me dijo.
-Yo digo que no- asentí toda entusiasmada, delirando por anticipado por un nuevo encuentro sexual con mi querido tío Carlos.
El departamento quedaba por Caballito, a la vuelta del parque Rivadavia. Un coqueto dos ambientes de un hombre soltero. Apenas entramos mi tío me avanzó por detrás y apretándome las nalgas con sus manos, me susurró al oído:
-No sabes como me calentás con ese uniforme-
Esa tarde garchamos a morir. No nos dimos respiro. Nos echábamos un polvo y yo ya le estaba pidiendo otro. No sé, creo que se habrá terminado una dotación completa de preservativos, jajaja.
Me gustaba cuándo se echaba en la cama, desnudo, separaba las piernas, y poniendo las manos detrás de la cabeza, me decía con la más perversa sonrisa:
-¡Vení putita… chupámela!-
De ahí me quedó el “Putita”, me encantaba que me llamara así, que me lo dijera con ese tono lascivo que usaba cuándo estábamos a solas, y que todavía sigue usando cada vez que nos encontramos. “Putita”, de solo escucharlo todo mi cuerpo se estremece.
Haciéndome la loba yo me subía a la cama y gateando me acercaba a esa sublime erección que hacía las delicias no solo de mi boca sino también de mi cuerpo. Por lo que me decía había mejorado mi técnica en esos pocos días, tanto que hasta lo hice acabar solo con el uso de mis labios. Tras una buena chupada, la pija se le puso rígida en exceso y empezó a pulsar soltando borbotones de semen que yo trataba de contener con mi paladar, me fue imposible tragar todo, ya que era demasiado, pero me ocupe de saborear una gran parte, relamiéndome con la lengua los labios para no dejar escapar aquello que se me derramaba.
-¡Siiiiiiiiii… así… tragate todo… hasta la última gota… siiiiiiiii… ahhhhhhhh… es toda para vos… siiiiiiiiiii… a ver… ¿Cómo se toma la lechita la nena?...- me decía y yo abría la boca para mostrarle como me tragaba su semen, relamiéndome con ganas de más.
-Esta noche me quedo a cuidarlo- me dijo entonces mi tía, interrumpiendo abruptamente aquel grato recuerdo.
-Tía no podes, mirá como estás, se te ve agotadísima- le hice notar.
-Pero, ¿quién se va a aquedar si no soy yo?- expreso resignada.
-Yo puedo quedarme tía, es más me gustaría quedarme- le dije.
La tía Edith me miró y se sonrió.
-Siempre fuiste su sobrina preferida, ¿sabías?- comentó.
-No, pero es bueno saberlo- asentí devolviéndole la sonrisa.
Más allá de la relación que tengo con mi tío, jamás tuve animosidad alguna para con mi tía, la quiero muchísimo también, y nunca me sentí como si fuera la otra o algo así. Sé muy bien que se trata de una relación bastante peculiar, o mejor dicho, “pa culiar” y muchos me pueden considerar una hija de puta por ser la amante de mi tío durante tanto tiempo, pero así se dieron las cosas. Además, aparte de mi marido, él es el único con quién me gusta repetir el menú. No digo que esté enamorada, pero si que siento por él algo muy especial.
En definitiva esa noche me quedaría a acompañarlo. Me despedí de mi tía y fui a casa a cambiarme y a comer algo liviano. Metí en la cartera un libro, el Ipod y volví al hospital. Mi tía todavía estaba. Volvió a agradecerme y se fue a su casa, no sin antes prometerme que estaría de vuelta a la mañana muy temprano.
Mi tío seguía sedado así que acerque una silla junto a su cama y me puse a leer el libro, cuándo quise darme cuenta ya estaba cabeceando. Miré la hora en mi reloj, era casi la medianoche. Escuche algo de música en el Ipod y ya cansada de la posición en la que estaba sentada me levante. Mi tío parecía tranquilo, así que salí al pasillo a estirar las piernas. Iba y venía hasta la puerta de la sala, hasta que descubrí en un rincón una máquina expendedora de café. Regresé a la habitación a buscar unas monedas en mi cartera y me serví un capuccino. Me senté a tomarlo en el mismo pasillo, que a esa hora estaba silencioso y desolado, y de nuevo los recuerdos de aquella época dorada de mi juventud volvieron a mi mente.
Recuerdo aquellas garchadas con mi tío como quién se acuerda de esos momentos felices que le gustaría vivir una y otra vez, y quizás sea por eso que soy tan puta, tal vez busco en los hombres lo que experimenté con mi tío en aquellos no tan lejanos años. Pese a que después tuve varios novios y hasta un marido, siempre volvía a él. No sé cuándo fue que arreglamos que seriamos amantes de por vida, creo que simplemente se dio. Ni siquiera cuándo le conté que me casaba dejamos de vernos. Ya por entonces teníamos por costumbre encontrarnos en el mismo lugar de siempre. Primero en la confitería, para tomar algo y charlar un rato, y luego íbamos al telo que solo esta a media cuadra. Cogíamos hasta matarnos y después cada uno a lo suyo. Cuándo le anuncié mi inminente boda creí que eso significaría el final de nuestros furtivos encuentros.
-Tío me caso- le conté una tarde llamándolo al celular.
-Te felicito sobrina, tu novio es un buen hombre, estoy seguro que te va a hacer muy feliz- me dijo.
En ese momento nadie dijo nada, creí que se caía de maduro que ya no nos veríamos más, ya que una cosa era engañar a mis novios encamándome con él, pero otra muy distinto era engañar a mi flamante marido.
Me casé, me fui de luna de miel, y aunque ya creí que no volvería a reincidir en las infidelidades, tal como había hecho con algunos novios anteriores, no pude evitarlo. Necesitaba ponerle los cuernos a mi marido, pese a mi renuencia inicial a seguir haciendo de mi vida un constante engaño, aquella necesidad extrema gano la batalla. La primera vez fue en mi propia luna de miel, después sería con mi tío. Lo llame al poco tiempo de casada.
-Necesito verte- le dije.
Creo que él supo entender.
Nos encontramos al día siguiente, en la confitería de siempre, y mientras tomábamos algo, hablamos como siempre lo hacemos, como auténticos confidentes. Le conté por supuesto de mi reciente infidelidad.
-¿Te gusto?- quiso saber.
Dude por un instante.
-Si… me gustó- asentí finalmente, ya sin titubeo alguno.
-Bueno, eso es lo importante sobrina, que te haya gustado, lo demás son solo detalles- me dijo.
Me reí, siempre con unas pocas palabras mi tío sabía como quitarle dramatismo a lo que yo suponía como una verdadera tragedia. ¿Le había sido infiel a mi esposo? Y qué, lo importante es que en verdad lo haya disfrutado. Y así había sido.
-Entonces… ¿Vamos?- me pregunto luego de un rato, en obvia alusión al telo que estaba a unos pocos metros.
-Si, vamos- asentí sin siquiera titubear.
Aquella sería nuestra primera vez juntos después de haberme casado.
-¿Te gusta así?- le pregunte luego en el telo, poniéndome en cuatro y levantando bien la colita hacia él, moviéndola de un lado a otro, esperando ansiosa por su verga.
-¡Perfecto!- exclamó, mientras me acomodaba la cabeza justo en la entrada y me la metía de a poco, haciéndomela sentir por pedazos, sin apurarse, manejando siempre el ritmo, acelerando cuándo debía acelerar y aminorando cuándo la situación así lo requería.
Sentir la pija de mi tío deslizándose por mi interior, llenándome progresivamente, es como una experiencia religiosa para mí, una sensación única e incomparable, y es hasta el día de hoy que sigue impactándome como el primer día. Como aquella noche de año nuevo.
Sin embargo tenía una sorpresa reservada para él, ya que en una de esas tantas metidas y sacadas con las que me deleitaba, y aprovechando que la verga se salió de su receptora original, se la agarre con una mano y por mí misma la enfile hacia el otro orificio, el más pequeño, el que hasta entonces solo había sido usado una vez, por el desconocido del subte.
-¡Guauuuu sobrina, no me esperaba esto!- exclamo complacido cuándo acomodé la cabeza de su pija en la ceñida entrada de mi culo.
Pese al reviente que me había provocado aquel sujeto, el orificio anal había recuperado prontamente su estrechez natural, por lo que cuándo empezó a metérmela se sintió como si me lo estuviera desvirgando por primera vez. Por suerte los fluidos de mi conchita son bastante profusos como para lubricar todo en derredor, me acuerdo cuándo todavía no sabía que eso era acabar.
-Tío… me estoy meando- le decía en aquellos primeros polvos cuándo sentía que me brotaba de adentro una cantidad de líquido que no podía contener.
Él se reía y me tranquilizaba diciéndome que eso era absolutamente normal, incluso cuándo en ocasiones esos mismos fluidos salían disparados como si de una fuente se tratara.
Ese mismo fluido ayudo en esa ocasión para que la verga de mi tío se encajara en mi culito, permitiendo de esa forma que todo el resto se deslizara en la forma esperada, llenándome de repente, abriéndome bien la colita, partiéndome al medio, prodigándome sin pausas ni restricciones una culeada de ensueño.
Termine el capuccino y volví a su lado, no quería estar demasiado tiempo alejada. Se lo veía tranquilo y apacible, si no fuera por todos esos aparatos que lo rodeaban y por el suero y otras sustancias intravenosas, podría decirse que estaba durmiendo. Lo tomé de la mano y casi sin darme cuenta me puse a rezar. Hacía mucho que no lo hacía, pero en ese momento sentí que ambos lo necesitábamos. No es que estuviera alejada de Dios, es más lo veo casi a diario, pero si es cierto que ya no rezo tanto como antes, y en ciertas circunstancias hacerlo te brinda algo de respiro entre tanta angustia. Dije Amén y le bese la mano.
-Te quiero tío- le susurré al oído.
Y a diferencia de otras veces esta era la primera en que mis sentimientos estaban más que claros.

8 comentarios - El accidente

CarlitoxBA
Excelente relato Marita, como siempre. Y no tenes que disculparte por la ausencia, aca siempre te espero para leer tus nuevoa relatos. Un beso.
dbotta +1
Y como esta tu tio ahora?
quitokiki
Marita, más que un relato esto es una charla entre amigos, espero que todo esté bién y no te preocupes que tus seguidores estaremos siempre esperándote.
Y si necesitás algo... nada mejor que un hombro poringuero ¿no?
Besos.
Fachelo
Bueno Marita...espero que haya sido solo un sustito nada mas...que lo sigas disfrutando...muchos besotes en tu ano...y no te pierdas bb!!! 😉
jorge18avell
excelente. se extrañaban estas historias.
Alanq
muy bien marita! fuerza! mis 10
badboy
creí q no volverías... realmente te extrañe.... hay cosas en la vida q nos mueven el piso y hay q superarlas.... que tu tío se mejore y pronto....fuerza Marita

saludos desde Perú
victorpua
Muy bueno! hasta en los momentos tensos ponès algo de sensualidad y sexo, sos ùnica!...