Esto ya lo poste en otro protal de relatos pero me parece una picardía no compartirlo con los poringueros como aspiro a ser
MORTICIA Y LOS LOCOS ADAMS
9 de Noviembre de 2006 por Anónimo
Esta historia que escribo ocurrió hace ya más de 15 años, cuando estaba en la facultad. En su momento no le dí mucha trascendencia ya que el ritmo de vida de ese tiempo no me permitió apreciar lo especial de la situación. Hoy quiero escribirlo y compartirlo para intentar vivir una vez más esa experiencia.
Durante mi segundo año en la facultad habíamos conformado un grupo de conocidos con los que compartíamos seis noches de las siete que tiene la semana, variando alguno de los integrante siempre estábamos juntos. Yo, particularmente nunca fui el codiciado de las mujeres, pero como todos los demás del grupo tenían algún atractivo yo siempre me beneficiaba con alguna de las mujeres que sobraban en el revoleo.
Así fue que mi compañera de sexo de ese momento no era de las más bellas del grupo, tenía un cuerpo magnífico normal para su joven edad, pero compara con las demás que rebozaban sensualidad era la menos agraciada. Una de las más bellas, de piel blanca, cabello negro, ojos claros (que ya no recuerdo el color), labios carnosos y muy apasionada – la llamábamos Morticia – era la compañera de uno de mis compañeros cuya fama estaba en el diámetro de su miembro. Aclaro que, en general nadie era pareja ni exclusivo de nadie, cada uno hacia su vida como quería y con quien quería, solo que al “ir a la cama” las cartas e repartían más o menos siempre igual, es decir, casi siempre se armaban las parejas de la misma forma.
Eso si, nunca me tocó Morticia, y era una materia pendiente, me volvía loco. Siempre tuve la obsesión por el sexo anal, y la cola de Morticia parecía pedir a gritos que la llenen de leche. Cuando mi amigo me contó que a ella le encantaba “hacer la cola”, que siempre le pedía para hacerlo, la idea se gravó a fuego… Pero por más que yo no dejaba de insistirle para ir a la cama, ella estaba convencida (o al menos eso me decía a mi) que era la novia de mi amigo y me amenazaba con contarle. Lo que ella no sabía era que su supuesto novio era el que me sugería cuando “tirarle los perros” y acomodaba la situación para que sea más propicia.
Un fin de semana, que teníamos una casa sin adultos organizamos una “reunión” entre varios. Ya no recuerdo cuantos éramos al comienzo de la misma, pero si recuerdo que mientras jugábamos al póquer y tomábamos vodka, whisky o algún champagne, los besos iban y venían, y las caricias se volvían más intensas. Llegado el momento, cuando los invitados se habían reducido y el alcohol había superado todas las inhibiciones algunas ya daban sexo oral a los hombres en sus lugares de juego.
Si bien no era la primera vez que veía en vivo a otros teniendo sexo, la situación me excitó y llevé a mi compañerita a una de las habitaciones. Si mal no recuerdo cuando llegamos a la cama ella ya estaba denuda, la empujé dejándola boja abajo y comencé a comerle su vagina y su delicada colita, no le di tiempo siquiera a una mamada, cuando noté que estaba todo bien lubricado me encaminé a penetrar ese ano aún rozado de juventud pero me reservé para más tarde por que ya explotaba… me clavé en su concha pero en pocos minutos quería terminar y a la petiza le encantaba (es lo que ella decía) tomarse la leche, entonces me salí, la giré y me clavé en su boca. Solo al sentir la punta de su lengua rozándome bastó para hacerme estallar. El primer polvo de una noche muy caliente así que los espasmos del orgasmo los sentí en todo el cuerpo, parecía que era ella quien succionaba y más de lo que tenía. Todo esto, y la imagen de ella maniobrando para tragar todo lo que se derramaba, me produjo otra calentura que no se diferenció de la primera. No quedaba en mi cuerpo una sola gota de leche, pero mi pene era una piedra que dolía clamando atención. La petiza se dio cu
enta de esta situación y se puso como perrito pero apoyando el pecho en la cama y utilizando sus manos para abrir esas nalgas como duraznos que tenía. Allí mis dos amores, la conchita chorreando y el culito fruncido, hasta me hizo dudar si parte de mi leche no había ido a parar en su cuevita por la cantidad de flujos que corrían por sus piernas.
Entonces, si bien me moría por su culo, le di algunos besos más, metí mi lengua lo más adentro posible, noté como el ano cedía y sus suspiros se hacían más profundos, pero la volví a ensarta por la concha… me encanta la imagen de una mujer en cuatro, recibiendo pija, ver como el pene les entra y sale empapado en flujo, y lo máximo es cuando comienzan a aferrar las sabanas con sus manos y me regalan un orgasmo con muchas exclamaciones, el orgasmo de ella produce unos espasmos vaginales que me llevan a terminar a mi y sus exclamaciones alimentan mi ego.
En eso estábamos, ambos mirando hacia la puerta, que había quedado abierta, y vimos llegar a mi amigo con Morticia. Pidieron perdón por interrumpir y permiso para utilizar el jacuzzi. Mientras esperaban que se llenara de agua se franeleaban y miraban como cogíamos nosotros. Si ya estaba excitado antes, no puedo explicar la calentura que se me sumó al ver el cuerpo escultural de Morticia desnuda, que se contorsionaba para poder chupar la verga de mi amigo, pero a la vez recibía sus dedos por cuanto orificio el encontraba. Ya chupaba los dedos de él, luego volvía a su palo mientras el se lo introducía en sus orificios delantero y trasero, de a uno, uno en cada agujero, dos dedos en uno y luego dos en cada uno. Ella se arrodillaba en el piso, se recostaba por la pared y volvía de rodillas a mamar e mi amigo. Cada tanto ambos miraban hacia donde estábamos nosotros y seguían con lo suyo.
Con todo esto, mi siguiente lechazo no llegó a la boca de la petiza, apenas puede salirme y derramar todo sobre su espalda y nalgas, chorreando una gota hasta su ano. Ella juntaba lo de su espalda con la mano y lo llevaba a la boca, yo utilicé lo del ano para empezar a acariciar con un dedo, haciendo cada vez más presión hasta que pareció que era engullido por el orificio rosa, con la firmeza del sexo anal, pero jalando hacia dentro.
Hoy con el pasar de los años me sorprende y añoro la recuperación de esa época… mi pija estaba “al palo”, era la segunda acabada y no se bajaba. Creo que a esta altura ya dolía un poco, pero esa cola requería atención. Así que, sin cambiar de posición, apoyé el glande en el orificio que me dejó avanzar algo más de un centímetro. En ese momento escuché que le Peti me decía “dale por favor” y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no pegar un brusco empujón hacia delante. Poco a poco, otra vez con las manos de ella separando sus nalgas, pude ver como mi miembro se introducía en esa colita y oír comos sus suspiros se transformaban en gemidos.
Mientras todo esto ocurría, y como si hiciese falta mayor estimulación, mi amigo y Morticia lo hacía en el hidromasajes, creo que a esta altura, si mi memoria no me engaña él se la daba por atrás, ambos de rodillas y perfil hacia nosotros, lo que nos permitía ver el pedazo de él introduciéndose en ella que más que gemir bufaba.
Ya mi pene había entrado totalmente en el recto de la peti y no hacía falta más miramientos, empezamos una fornicada salvaje, con movimientos bruscos e intensos, tratando de llegar lo más hondo en sus entrañas y sintiendo todos sus órganos rozando mi pija que era un amplificador de sensaciones.
Como regla general, siempre veo que las que tiene buena cola, viene de tetas moderadas – que era el caso de mi petiza – y viceversa, tetones y cola discreta.
Morticia, aparte de una cola de ensueño, tenía muy buenas tetas. Mi amigo la dio vuelta y comenzó de derramar su leche cubriendo los pezones de Morticia. Allí volví a estallar dentro de la Peti que, por los movimientos de su culo me pareció que había tenido otro orgasmo por como se contraía y sentía que mis bolas se mojaban. Pero se desprendió y se fue a lamer la leche del pecho de Morticia que se quiso sorprender y resistir a lo que mi amigo le dijo que se deje hacer.
Yo también fui a la bañera y seguí metiéndole dedo a la cola de mi petiza que se dedicaba a las tetas de nuestra compañera de juegos. Mi amigo, pardo, tenía su verga a la altura de la cara de las dos, por lo que se i
ntercalaban entre ellas en la mamada.
La guerra debía seguir. Nos sentamos los dos hombres uno al lado del otro y las mujeres nos montaron y empezaron la cabalgata. Yo sentía la piel de Morticia rozándome. Estiré la mano y sentí que llegaba para sobar su nalga y lo hice. Deslicé mi mano un poco más y llegué a su ano. Cuando comencé a hacer presión para meterle el dedo ella le dijo “tu amigo me esta tocando” y él le dijo “callate y cogé”.
La petiza se dio cuenta de lo que pasaba por que con su mano siguió la mía y éramos dos los que jugábamos en el orto de Morticia. La Peti se acerco a mi oído y me dijo “rompele el orto, quiero vero como se le abre el ojete sin que le saque la otra verga de adentro” y se levantó.
Cuando me puse detrás de Morticia esta hizo como un amague a resistirse pero mi amigo la abrazó por los hombros, reclinándola hacia él y dejando el ojete bien expuesto.
Apunté mi pija hacia allí y la peti me dijo, “pará, dejame sacarme el gusto” y sin miramientos y de un solo golpe le metió el dedo mayor, con lo que la otra pegó un respingo que se diluyó cuando le revolvía el dedo, en círculos, hacia fuera y adentro. No fue mucho tiempo, pero hizo que Morticia se entregue completamente, por que a esta altura y no las sostenía nadie y retrocedía su culo en busca de algo que le entre.
Entonces la Peti dijo “ya está lista, culeala”. Era como ella dijo, solo apoyé el glande en la entrada y fue tragado. No lo podía creer, por fin me la estaba cogiendo a Morticia, y más aún por el culo, y más aún, la estábamos haciendo sandwichito.
Esto, más sentir el culo apretado por la pija que tenía dentro de la concha y ver como la peti trataba de callar los alaridos de Morticia con besándola en la boca, hizo que, a pesar de ser ya el cuarto polvo de la noche, estallara en cuanto escuché que mi amigo también bramaba y les decía “que bueno, lo que se tenían guardado, que bueno”.
Lo siguiente que recuerdo es la empleada de la casa que me preguntaba que debía hacer con los cuerpos. Yo no entendía de qué me hablaba, me dolían las cabezas y cuando abrí los ojos entendí. Había cuerpos desnudos desparramados por toda la casa, durmiendo donde habían quedado, en los sillones, en el piso, en los pasillos, en las camas y dentro del hidromasaje. Cuando reaccioné me avergoncé y le dije que se vaya, que nosotros nos arreglábamos. Antes de irnos todos tuvimos un toque más con otra de las chicas que aún no mencioné, pero lo dejo para otro relato, este es el primero que envío, de acuerdo a como me va, veo si mando otro.
Espero que les haya gustado, a mi me hizo bien recordar algo que de todas formas es inolvidable. Quiero volver a repetir mi fantasía de estar con dos mujeres que disfruten del sexo sin pudor, ojalá alguna vez se me vuelva a dar.
MORTICIA Y LOS LOCOS ADAMS
9 de Noviembre de 2006 por Anónimo
Esta historia que escribo ocurrió hace ya más de 15 años, cuando estaba en la facultad. En su momento no le dí mucha trascendencia ya que el ritmo de vida de ese tiempo no me permitió apreciar lo especial de la situación. Hoy quiero escribirlo y compartirlo para intentar vivir una vez más esa experiencia.
Durante mi segundo año en la facultad habíamos conformado un grupo de conocidos con los que compartíamos seis noches de las siete que tiene la semana, variando alguno de los integrante siempre estábamos juntos. Yo, particularmente nunca fui el codiciado de las mujeres, pero como todos los demás del grupo tenían algún atractivo yo siempre me beneficiaba con alguna de las mujeres que sobraban en el revoleo.
Así fue que mi compañera de sexo de ese momento no era de las más bellas del grupo, tenía un cuerpo magnífico normal para su joven edad, pero compara con las demás que rebozaban sensualidad era la menos agraciada. Una de las más bellas, de piel blanca, cabello negro, ojos claros (que ya no recuerdo el color), labios carnosos y muy apasionada – la llamábamos Morticia – era la compañera de uno de mis compañeros cuya fama estaba en el diámetro de su miembro. Aclaro que, en general nadie era pareja ni exclusivo de nadie, cada uno hacia su vida como quería y con quien quería, solo que al “ir a la cama” las cartas e repartían más o menos siempre igual, es decir, casi siempre se armaban las parejas de la misma forma.
Eso si, nunca me tocó Morticia, y era una materia pendiente, me volvía loco. Siempre tuve la obsesión por el sexo anal, y la cola de Morticia parecía pedir a gritos que la llenen de leche. Cuando mi amigo me contó que a ella le encantaba “hacer la cola”, que siempre le pedía para hacerlo, la idea se gravó a fuego… Pero por más que yo no dejaba de insistirle para ir a la cama, ella estaba convencida (o al menos eso me decía a mi) que era la novia de mi amigo y me amenazaba con contarle. Lo que ella no sabía era que su supuesto novio era el que me sugería cuando “tirarle los perros” y acomodaba la situación para que sea más propicia.
Un fin de semana, que teníamos una casa sin adultos organizamos una “reunión” entre varios. Ya no recuerdo cuantos éramos al comienzo de la misma, pero si recuerdo que mientras jugábamos al póquer y tomábamos vodka, whisky o algún champagne, los besos iban y venían, y las caricias se volvían más intensas. Llegado el momento, cuando los invitados se habían reducido y el alcohol había superado todas las inhibiciones algunas ya daban sexo oral a los hombres en sus lugares de juego.
Si bien no era la primera vez que veía en vivo a otros teniendo sexo, la situación me excitó y llevé a mi compañerita a una de las habitaciones. Si mal no recuerdo cuando llegamos a la cama ella ya estaba denuda, la empujé dejándola boja abajo y comencé a comerle su vagina y su delicada colita, no le di tiempo siquiera a una mamada, cuando noté que estaba todo bien lubricado me encaminé a penetrar ese ano aún rozado de juventud pero me reservé para más tarde por que ya explotaba… me clavé en su concha pero en pocos minutos quería terminar y a la petiza le encantaba (es lo que ella decía) tomarse la leche, entonces me salí, la giré y me clavé en su boca. Solo al sentir la punta de su lengua rozándome bastó para hacerme estallar. El primer polvo de una noche muy caliente así que los espasmos del orgasmo los sentí en todo el cuerpo, parecía que era ella quien succionaba y más de lo que tenía. Todo esto, y la imagen de ella maniobrando para tragar todo lo que se derramaba, me produjo otra calentura que no se diferenció de la primera. No quedaba en mi cuerpo una sola gota de leche, pero mi pene era una piedra que dolía clamando atención. La petiza se dio cu
enta de esta situación y se puso como perrito pero apoyando el pecho en la cama y utilizando sus manos para abrir esas nalgas como duraznos que tenía. Allí mis dos amores, la conchita chorreando y el culito fruncido, hasta me hizo dudar si parte de mi leche no había ido a parar en su cuevita por la cantidad de flujos que corrían por sus piernas.
Entonces, si bien me moría por su culo, le di algunos besos más, metí mi lengua lo más adentro posible, noté como el ano cedía y sus suspiros se hacían más profundos, pero la volví a ensarta por la concha… me encanta la imagen de una mujer en cuatro, recibiendo pija, ver como el pene les entra y sale empapado en flujo, y lo máximo es cuando comienzan a aferrar las sabanas con sus manos y me regalan un orgasmo con muchas exclamaciones, el orgasmo de ella produce unos espasmos vaginales que me llevan a terminar a mi y sus exclamaciones alimentan mi ego.
En eso estábamos, ambos mirando hacia la puerta, que había quedado abierta, y vimos llegar a mi amigo con Morticia. Pidieron perdón por interrumpir y permiso para utilizar el jacuzzi. Mientras esperaban que se llenara de agua se franeleaban y miraban como cogíamos nosotros. Si ya estaba excitado antes, no puedo explicar la calentura que se me sumó al ver el cuerpo escultural de Morticia desnuda, que se contorsionaba para poder chupar la verga de mi amigo, pero a la vez recibía sus dedos por cuanto orificio el encontraba. Ya chupaba los dedos de él, luego volvía a su palo mientras el se lo introducía en sus orificios delantero y trasero, de a uno, uno en cada agujero, dos dedos en uno y luego dos en cada uno. Ella se arrodillaba en el piso, se recostaba por la pared y volvía de rodillas a mamar e mi amigo. Cada tanto ambos miraban hacia donde estábamos nosotros y seguían con lo suyo.
Con todo esto, mi siguiente lechazo no llegó a la boca de la petiza, apenas puede salirme y derramar todo sobre su espalda y nalgas, chorreando una gota hasta su ano. Ella juntaba lo de su espalda con la mano y lo llevaba a la boca, yo utilicé lo del ano para empezar a acariciar con un dedo, haciendo cada vez más presión hasta que pareció que era engullido por el orificio rosa, con la firmeza del sexo anal, pero jalando hacia dentro.
Hoy con el pasar de los años me sorprende y añoro la recuperación de esa época… mi pija estaba “al palo”, era la segunda acabada y no se bajaba. Creo que a esta altura ya dolía un poco, pero esa cola requería atención. Así que, sin cambiar de posición, apoyé el glande en el orificio que me dejó avanzar algo más de un centímetro. En ese momento escuché que le Peti me decía “dale por favor” y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no pegar un brusco empujón hacia delante. Poco a poco, otra vez con las manos de ella separando sus nalgas, pude ver como mi miembro se introducía en esa colita y oír comos sus suspiros se transformaban en gemidos.
Mientras todo esto ocurría, y como si hiciese falta mayor estimulación, mi amigo y Morticia lo hacía en el hidromasajes, creo que a esta altura, si mi memoria no me engaña él se la daba por atrás, ambos de rodillas y perfil hacia nosotros, lo que nos permitía ver el pedazo de él introduciéndose en ella que más que gemir bufaba.
Ya mi pene había entrado totalmente en el recto de la peti y no hacía falta más miramientos, empezamos una fornicada salvaje, con movimientos bruscos e intensos, tratando de llegar lo más hondo en sus entrañas y sintiendo todos sus órganos rozando mi pija que era un amplificador de sensaciones.
Como regla general, siempre veo que las que tiene buena cola, viene de tetas moderadas – que era el caso de mi petiza – y viceversa, tetones y cola discreta.
Morticia, aparte de una cola de ensueño, tenía muy buenas tetas. Mi amigo la dio vuelta y comenzó de derramar su leche cubriendo los pezones de Morticia. Allí volví a estallar dentro de la Peti que, por los movimientos de su culo me pareció que había tenido otro orgasmo por como se contraía y sentía que mis bolas se mojaban. Pero se desprendió y se fue a lamer la leche del pecho de Morticia que se quiso sorprender y resistir a lo que mi amigo le dijo que se deje hacer.
Yo también fui a la bañera y seguí metiéndole dedo a la cola de mi petiza que se dedicaba a las tetas de nuestra compañera de juegos. Mi amigo, pardo, tenía su verga a la altura de la cara de las dos, por lo que se i
ntercalaban entre ellas en la mamada.
La guerra debía seguir. Nos sentamos los dos hombres uno al lado del otro y las mujeres nos montaron y empezaron la cabalgata. Yo sentía la piel de Morticia rozándome. Estiré la mano y sentí que llegaba para sobar su nalga y lo hice. Deslicé mi mano un poco más y llegué a su ano. Cuando comencé a hacer presión para meterle el dedo ella le dijo “tu amigo me esta tocando” y él le dijo “callate y cogé”.
La petiza se dio cuenta de lo que pasaba por que con su mano siguió la mía y éramos dos los que jugábamos en el orto de Morticia. La Peti se acerco a mi oído y me dijo “rompele el orto, quiero vero como se le abre el ojete sin que le saque la otra verga de adentro” y se levantó.
Cuando me puse detrás de Morticia esta hizo como un amague a resistirse pero mi amigo la abrazó por los hombros, reclinándola hacia él y dejando el ojete bien expuesto.
Apunté mi pija hacia allí y la peti me dijo, “pará, dejame sacarme el gusto” y sin miramientos y de un solo golpe le metió el dedo mayor, con lo que la otra pegó un respingo que se diluyó cuando le revolvía el dedo, en círculos, hacia fuera y adentro. No fue mucho tiempo, pero hizo que Morticia se entregue completamente, por que a esta altura y no las sostenía nadie y retrocedía su culo en busca de algo que le entre.
Entonces la Peti dijo “ya está lista, culeala”. Era como ella dijo, solo apoyé el glande en la entrada y fue tragado. No lo podía creer, por fin me la estaba cogiendo a Morticia, y más aún por el culo, y más aún, la estábamos haciendo sandwichito.
Esto, más sentir el culo apretado por la pija que tenía dentro de la concha y ver como la peti trataba de callar los alaridos de Morticia con besándola en la boca, hizo que, a pesar de ser ya el cuarto polvo de la noche, estallara en cuanto escuché que mi amigo también bramaba y les decía “que bueno, lo que se tenían guardado, que bueno”.
Lo siguiente que recuerdo es la empleada de la casa que me preguntaba que debía hacer con los cuerpos. Yo no entendía de qué me hablaba, me dolían las cabezas y cuando abrí los ojos entendí. Había cuerpos desnudos desparramados por toda la casa, durmiendo donde habían quedado, en los sillones, en el piso, en los pasillos, en las camas y dentro del hidromasaje. Cuando reaccioné me avergoncé y le dije que se vaya, que nosotros nos arreglábamos. Antes de irnos todos tuvimos un toque más con otra de las chicas que aún no mencioné, pero lo dejo para otro relato, este es el primero que envío, de acuerdo a como me va, veo si mando otro.
Espero que les haya gustado, a mi me hizo bien recordar algo que de todas formas es inolvidable. Quiero volver a repetir mi fantasía de estar con dos mujeres que disfruten del sexo sin pudor, ojalá alguna vez se me vuelva a dar.
3 comentarios - Morticia y los locos adamas
Hermano Poker no se escribe haci xD