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En el deposito

No es la primera vez que me pasa. Eso de ver a un tipo y aunque no lo conozca ni sepa su nombre, sentir unos terribles deseos de que me coja. No es la primera vez, aunque igualmente no es algo que se me de muy seguido, no me gusta la cosa promiscua, por lo que prefiero mil veces hacerlo con alguien que conozca, como con un amigo o compañero de trabajo, por ejemplo, antes que con un perfecto extraño, ya que en este ultimo caso no sabés como puede terminar todo. Podés pasarla tan bien como mal, así que siempre es mejor ir a lo seguro, aunque a veces lo inesperado, lo casual, aquello que surge en el momento menos pensado es lo que más satisfacciones te trae… como en este caso.
A veces pasa eso de ver a un tipo y ¡Guau!, es como un flash, no porque se trate de alguien especialmente lindo o atractivo, sino porque tiene ese “algo”, ese “sex appeal” que hace que te fijés en él aunque las demás mujeres no le den ni cinco de pelota. Me paso ahora. Y yo fui una de esas que ni siquiera supo apreciarlo en su momento. La verdad es que pasé muchas veces por ese lugar. Desde hace unos cuántos meses que vengo haciendo ese recorrido, pero recién hace unos pocos días comencé a fijarme en ese sujeto. Alto, morocho, desgarbado, de gruesos bigotes, cuarenta y pico de años. Fue algo repentino, venía como siempre de regreso del trabajo, pensando en Raúl cuándo casi me lo llevo por delante.
-Disculpe- le dije al darme cuenta.
-No hay problema muñeca, cuándo quieras volver a atropellarme con esa delantera acá voy a estar gustoso esperándote- me dice con una voz gruesa y potente, deliciosamente viril.
Levanto la vista, lo miro y le sonrió. Eso fue todo, aunque me di cuenta que mientras yo seguía mi camino, como si nada hubiera pasado, él se entretenía mirándome el culo. Fueron apenas unos pocos segundos, aunque los suficientes para que mi tanguita se me humedeciera en una forma por demás inusual para un contacto tan breve. A partir de ese momento me olvidé de Raúl (por unos días, tampoco la pavada) y empecé a pensar en ese tipo.
¿Cuál era la razón para que hubiera impactado tan fuerte en mí?, me preguntaba. No lo sabía ni podía darme cuenta de la razón, porque no se trataba en lo absoluto de un galán maduro, ni siquiera me parecía lindo… pero había algo en él que me atraía irresistiblemente. Esa noche me masturbé pensando en él, fantaseando las mil y un variantes sexuales que realizábamos juntos. Desde entonces ya no estuve tranquila, sabía que la única manera de sacármelo de la cabeza era cogiendo con él, no es que quisiera entablar una relación o algo así, para nada, lo único que quería era sacarme las ganas y listo, a volver a pensar en Raúl, el faro que ilumina mi vida… aunque últimamente ese faro esta apagado, claro.
Luego de pensarlo por un par de días y hacer cierto trabajo de inteligencia, llegué a la conclusión de que el mejor momento para acercarme a él sería un día domingo. Por lo que había podido averiguar trabajaba todos los días, aunque suponía que algún franco en la semana debía tener, su función es la de custodiar un depósito en el cuál, durante el día y parte de la tarde, entran y salen infinidad de camiones con todo tipo de carga, especialmente electrodomésticos, los fines de semana el movimiento es casi nulo, aunque igual él suele estar ahí para cumplir su función de vigilancia. Así que si me decidía a hacerlo tenía que ser el domingo por la tarde. No quedaba otra opción.
El domingo después del almuerzo me encerré en mi cuarto, le dije a mi mamá que me iba a dormir la siesta, aunque en vez de eso me puse a darle vueltas y más vueltas al asunto. ¡Tenía una calentura de no creer! Pero cuánto más lo pensaba más loco y sin sentido me parecía. ¿Cómo me iba a entregar así nomás a un tipo que ni siquiera conocía? ¿Y si era un enfermo, un depravado?... bueno, sí lo era mejor todavía… jajaja… no, hablando en serio, podía llegar a ser un demente y yo ahí, regalándome con moño y todo. Desestimé la idea y trate de dormir un poco pero no pude. La llamé a Maru (la conocen, es la que tiene la camiseta argentina en las fotos que postié del jueves santo) para ver de hacer algo, pero fue en un mal momento, la guacha estaba cogiendo… pero, ¿con quién?, si no tiene novio, ya lo averiguaría después, la cosa es que entre jadeos me dijo que estaba ocupada, que la llamara más tarde. Corté y entre la excitación que me provocaba el tipo aquel y haber escuchado a mi amiga gimiendo de placer, empecé a tocarme… ¡para qué!... me puse más caliente todavía. No aguantaba más. “Yo me mando”, me dijo en cierto momento. Así que me levanté y me cambié. Me saque unas fotitos para dar testimonio de cómo me fui y tras avisarle a mi mamá que me iba a lo de Yiyi (la otra chica de las fotos, que vive a un par de cuadras de mi casa) salí. Estaba un poquito fresco pero con la calentura que tenía encima ni me di cuenta de eso sino hasta varias cuadras más tarde, cuándo ya no podía echarme para atrás. Sabía que si volvía a buscar una campera o un saquito, ya no iba a salir de nuevo. Tenía que aprovechar el envión que traía, de lo contrario todo aquello quedaría como una simple calentura postergada.
Estaba que me salía de la vaina, con un entusiasmo poco frecuente, aunque también me sentía bastante nerviosa, tanto es así que al llegar a la esquina del depósito, me desvié dos veces, la primera porque no lo vi, y la segunda porque lo vi, precisamente. Había salido a la vereda a fumar un cigarrillo. Y aunque eso era lo que deseaba, verlo, no me animé, y emprendí el regreso a casa. Di unas cuantas vueltas, volviendo a evaluar toda la situación, hasta que me di cuenta de la hora. Ya era más de las cinco y media, dentro de poco empezaría a oscurecer, por lo que si me decidía a hacerlo, tenía que ser en ese mismo instante. Como se dice habitualmente: “Ahora o nunca”, sobre todo porque sabía que no podría aguantarme las ganas hasta la semana siguiente. Y así, sin estar convencida del todo, volví a enfilar hacia el depósito.
Llegué a la esquina, lo vi ahí parado y avancé hacia él, seguía fumando, mirando para el otro lado, echándole miradas lascivas a cualquier mujer que pasara, estuviera o no acompañada. Sintiendo como me temblaba todo el cuerpo me voy acercando a él, a los pocos metros, cuándo ya estoy llegando, se vuelve hacia donde yo estoy y me mira. Sus ojos se clavan en los míos, y los míos en los suyos. Aunque debo decir que su mirada bajo enseguida de mis ojos a mis pechos, quedándose un momento ahí mientras me sonreía libidinosamente. Se ve que se acordó enseguida del breve y casual encuentro del otro día, porque enseguida se paró frente a mí, y con los brazos levantados me dijo:
-Atropellame divina, pasame por arriba con esa hermosa carrocería que tenés-
No pude evitar reírme ante su gracia. Y a diferencia del otro día, que seguí mi camino como si nada, esta vez me detuve, y lo enfrenté. No sé como me salió la voz, pero le dije:
-No, esta vez no vengo distraída-
-Por mí podés distraerte todo lo que quieras, que el choque estuvo buenísimo- repuso con esa voz de trueno que me hacía estremecer y… mojar, obviamente.
No sabía como seguir, que otra cosa decirle, cuando, como si fuera alguna señal del destino, escucho desde el interior del depósito que comienza el partido entre Boca y Huracán. Me asomo levemente por la puerta, y veo un pequeño televisor en un rincón, de esos que tienen antena de aire, apoyado sobre una silla.
-¿Vas a ver el partido?- le pregunté entonces.
-Si, aunque no puedo ir a verlo por el laburo al Globo lo sigo siempre- me dice.
-Yo también soy quemera- le digo como si se tratara de una revelación sorprendente.
-¿Querés… que lo veamos juntos?- me pregunta entonces –No hay nada mejor para un quemero que otro quemero, o mejor dicho, una quemera- agrega.
Esa era la señal que tanto había estado esperando, ahí estaba la oportunidad, frente a mi cara.
-Bueno, un ratito, porque tengo que hacer- le digo sin detenerme a evaluar demasiado la invitación que me estaba haciendo.
-Entonces veni- me dice, abriendo bien la puerta del depósito para que pudiera entrar.
No lo dudé, entré, después de todo para eso estaba ahí. Él entró tras de mí, cerrando la puerta con un fuerte golpe que resonó en aquel ambiente frío y desolado. Me tomó de un brazo y me hizo avanzar hacia donde estaba el televisor.
-Como verás no tengo mucha comodidad acá, pero no te preocupes que ya voy a armar algo- dijo.
No sé si sería porque era fin de semana, pero el depósito estaba casi vacío, apenas unas pocas cajas desperdigadas por los rincones, lo que le confería a aquel lugar un aspecto lúgubre y siniestro.
Sacó de un armario una manta y la extendió en el suelo, invitándome a sentarme con él sobre la misma. Así lo hice. Nos pusimos a ver el partido, comentando jugadas y demás, aunque la verdad mi atención estaba en otra parte.
En algún momento como que empecé a sentirme intimidada por toda esa situación, estar con un desconocido, en un lugar extraño, los dos solos, alejados de cualquier otra persona, empecé a maquinar tanto que volví a arrepentirme de lo que estaba haciendo. Para decirlo en forma simple, me entro miedo, pánico. Entonces me levanté y le dije que me tenía que ir. Que mejor seguía viendo el partido en mi casa.
-Pero estamos jugando bien, ¿acaso vas a romper la cábala?- me dijo levantándose tras de mí.
-Es que tengo que hacer, en serio- le dije enfilando hacia la puerta, aunque antes de llegar me detuvo.
Me agarró fuerte de las muñecas y me arrinconó contra la puerta.
-Dale guachita, no te hagas la estrecha, ¿o acaso pensás que me tragué el cuento de que querías ver el partido? Vos estás acá por otra cosa- expresó con su cara muy cerca de la mía, olfateando en mí el temor que me incitaba.
-Por favor, dejame, fue un error, ni siquiera nos conocemos- le pedí.
-Yo me llamo Miguel, ¿vos?- me preguntó.
-Gi… Giselle…- le respondí tartamudeando.
-¿Ves que fácil? Ya nos conocemos, así que podés decirme con total confianza a que viniste- me insistió.
No respondí.
-¿Viniste por esto?- me preguntó entonces a la vez que agarraba una de mis manos y la deslizaba por su entrepierna, haciéndome palpar el tremendo bultazo que ya se le había armado ahí abajo.
En realidad no tenía intención de hacerlo, lo único que quería era decirle que no e irme de ahí, volver a mi casa y dormir la siesta, que era lo que debía estar haciendo, estar en mi casa y no ahí, a punto de dejarme coger por un desconocido, pero algún costado de mi personalidad asintió por mí. Fue algo leve, apenas un gesto de asentimiento, aunque lo suficiente para darle la razón.
-¡Ya sabía!- exclamó triunfante –Veni- me llevó entonces hacia donde estábamos antes, bajó el televisor de la silla en donde estaba para dejarlo en el suelo y haciéndome sentar a mí en ella, comenzó a desabrocharse el pantalón.
En ese momento el temor que sentía se multiplicó. Hasta empecé a sudar frío, me imaginaba a mí misma destrozada, con las marcas de una violación estigmatizando mi cuerpo, no quería, no quería, pero… cuándo vi lo que aquel sujeto desplegó ante mí… entonces la oscuridad se iluminó de repente.
Creo que ya les dije que se trata de un tipo morocho, bueno, su pija era más morocha aún, casi negra, con las venas bien marcadas y una cabeza de un color rojo subido, casi morado. En el medio una comba hacia que la misma apuntara hacia arriba, peligrosa e insidiosamente. Sin que yo atinara a hacer nada… por el momento… me la empezó a refregar por toda la cara.
-¿Esto buscabas pendeja? ¿Esto es lo que querías? Acá la tenés, dale, chupala guachita, si se nota que te morís por comértela-
Yo me mantenía con la boca cerrada, apretando los labios mientras él insistía en hacerme sentir la dureza de su pija en mis mejillas.
-Dale que no te va a morder- me decía –Es más, mordeme vos a mí si querés-
Entonces abrí la boca… levemente, aunque lo necesario como para que me metiera la pija adentro de un solo empujón. Me la comí casi hasta la mitad, y debo decir que me ahogué ya que no la esperaba así tan de repente. Por un momento me faltó el aire, por lo que la sacó, aunque no del todo, ya que cuándo el glande llegó a mis labios volvió a arremeter con todo, haciéndome comer ahora un pedazo más, ahora sí, la sentía llegándome hasta la garganta.
-¡Ahhhhhh… siiiiiiii… así pendeja… siiiiiiii…!- exclamaba mientras comenzaba a deslizarse entre mis labios, dentro y fuera, haciendo que se la chupara en toda su extensión. En realidad yo no se la chupaba, sino que él la metía y sacaba de mi boca.
Yo no me resistía, obvio, después de aquella primera sensación de temor, ahora dominaba la excitación más intensa y extrema. Entonces dejó de moverse y yo comencé con lo mío, con lo que mejor sé hacer, así que mientras yo se la chupaba con todas mis ganas, él llevaba sus manos hacia abajo, las metía dentro de la blusa y me acariciaba las tetas. Yo no me oponía a sus caricias, estaba muy ocupada chupando, saboreando ese delicioso pedazo de pija que parecía aumentar cada vez más de tamaño. Y entre tanto que chupaba, se formaba un espeso caldito, la mezcla de mi saliva y de sus propios fluidos viriles, el que juntaba en mi paladar, lo maceraba con más saliva y entonces lo escupía sobre su pija, embadurnándola con esa resbalosa sustancia que servía de lubricante, para que la mamada fuera todavía más fluida. Yo me agarraba bien con las dos manos de su vigoroso tronco, comiéndomelo una y otra vez, disfrutándolo en toda su enormidad.
¡Como le crecía la pija al hijo de puta! Se le puso como la de un burro, y me la mandaba toda para dentro de la boca, o casi toda, porque un buen trozo quedaba afuera. Igual lo que no podía comerme, se lo chupaba por los lados, o se lo lamía o se lo mordía también, sin dejar de disfrutar ni un solo pedazo de tan hermosa y gratificante poronga. Era una de esas porongas ideal para el sexo oral, para chuparla y re chuparla, aunque después de un buen rato ya empezó a dolerme la quijada de tanto mamar. Por suerte pareció que para entonces él también comenzó a sentir otras necesidades, ya que me peló las gomas y poniendo la pija entre ellas comenzó a hacerse una turca divina, dándole así un necesario descanso a mi ya acalambrada boquita. En ese momento se produce el primer gol de Boca, pero nosotros ya estábamos en otra, dispuestos a jugar nuestro propio partido.
Luego de pajearse con mis tetas, me hizo levantar y comenzó a meterme mano por todos lados.
-¡Como te voy a coger guachita… te voy a reventar todos los agujeros…!- me amenazaba, o mejor dicho me prometía mientras que con una mano me acariciaba la concha por sobre el pantalón.
Entonces hizo que me agachara y se la volviera a chupar de rodillas, no me negué, me encanta chuparla así, en posición de reverencia, no sé, aparte del morbo, siento que me llega más adentro, hasta la faringe casi.
La tenía bien dura y caliente, tensa en extremo, por lo que me levanté y mordiéndome el labio inferior empecé a desvestirme, sin perderme detalle de esa erección tan impresionante, primero me saque el pantalón y luego la tanguita, quedando completamente en bolas delante de aquel macho alzado dispuesto a boletearme a pijazos.
Su mirada delataba un morbo impresionante, pero antes de hacer nada, hurgó en el bolsillo de su pantalón y sacó un preservativo. Se lo puso, alisando el látex sobre la lustrosa piel de su verga. Era impresionante pero el forro le cubría hasta un poco menos de la mitad, la tenía tan grande que no le alcanzaba, aún así era más que suficiente. Ni lerda ni perezosa, me eché en cuatro sobre la manta y lo espere entre ansiosa y expectante, con la colita bien levantada, toda abierta y humedecida. Ya sin pantalón y con la verga más parada que nunca, el tipo se me puso atrás y comenzó a frotarme la verga por toda la retaguardia… mmmmmm… que manera de mojarme, de solo sentirla se me salían unos chorritos que parecían pis… pero no era pis… era calentura… excitación… ganas… ganas de que me coja… de que me rompa bien el orto.
-¡Ahhhhhhhhhhh…!- exclamé cuándo me la puso… ¡Y como me la puso! ¡¡Como los Dioses!!
Me la mandó hasta el fondo de un solo empujón, y aferrándose bien de mi cintura, comenzó a embestirme cada vez más fuerte, haciéndome saltar cada vez que me llegaba al fondo. Era delicioso, lo sentía retumbar en mis entrañas, llenándome con su carne, regalándome un disfrute por demás espectacular… no esperaba menos de su parte, debo decir. Desde el primer momento supe que debía coger como el mejor… y me lo estaba demostrando.
Lo tenía encima, embistiéndome con todo, jadeando como un perro alzado, metiéndome toda esa pija bien hasta los pelos, una y otra vez, colmándome a porongazos… vibrantes, profundos, demoledores.
-¡Puta… putita, como te gusta la pija!- me decía al oído, sin dejar de cogerme, dándome como si no tuviera fondo.
-¡Siiiiiii… me gusta… me gusta tu pija… dámela… dámela toda… ahhhhhhh…!- le respondía yo entre exaltados suspiros, entregándome por completo a tan gustosa aniquilación.
Como estaba en cuatro, soportando todo su peso, que aunque flaco y desgarbado es bastante, se me empezaron a acalambrar las piernas, aguanté lo que pude, pero cuándo ya me fue imposible terminé acostada en el suelo, toda despatarrada, él vino conmigo, sin dejar de bombear, martillando duro y parejo, tras lo cuál se echó a un lado, y poniéndome a mí también de costado, con una pierna bien levantada y abierta, siguió dándome como si estuviera buscando petróleo en mi interior. Yo estaba que deliraba, mojándome sin parar, disfrutando de aquello que había ido a buscar.
-¡Mamita, espero que tengas muletas en tu casa porque te voy a dejar inválida de tanto cogerte!- me dijo mientras le daba a mi concha una breve tregua, aunque no a mi culo, ya que enseguida empezó a meterme los dedos, primero uno, pero cuándo llegó a comprobar que lo recibía sin dificultad alguna, probó con dos y hasta con tres.
Me dilató bien el ojete, y entonces reemplazó sus dedos con su pija, la cuál seguía a su máximo potencial. Aunque ya me había abierto bien el culo, acusé el impacto cuándo me la metió por ahí. La sentía tan gorda y dura, tan caliente que pegué un grito de dolor al sentirla. Así y todo no me tuvo piedad, por el contrario, ahí mismo me empezó a bombear con todo, metiéndomela hasta los pelos, haciéndome vibrar con cada ensarte, a la vez que me apretaba las tetas y me retorcía bruscamente los pezones. Al mismo tiempo que él me culeaba, yo me acariciaba la concha, me pellizcaba el clítoris, me lo frotaba, me lo tironeaba, me lo sacudía violentamente, acompañando con mis dedos los movimientos que él realizaba desde atrás. Obvio que mientras me tocaba de esa manera, el flujo que me salía de adentro salpicaba para todos lados, derramándose incluso hacia la parte baja de mis nalgas, lo que contribuía a hacer aún más fluida la penetración.
Luego de haberme dado a quemarropa, me la sacó y se echó a un lado, de espalda, resoplando plácidamente mientras se frotaba la verga para mantener la erección. No me lo dijo, aunque apenas un gesto fue suficiente para comprender lo que deseaba. Así que como pude me levanté, me ubiqué sobre él, de espalda y de piernas abiertas, y orientando mi colita hacia su verga pletóricamente erecta, fui bajando lentamente. Cuándo la punta de su verga alcanzó a tocar mi culito, me detuve, me moví un poquito para que se me encajara en el lugar adecuado y seguí bajando. Mi culito se abrió sin problemas al sentir aquella dureza exquisita. Entonces no tuve más que dejarme caer y la verga se enterró en mi culo como un fruto en busca de tierra fértil.
Parecía increíble, pero aunque ya la había tenido adentro, todavía la seguía sintiendo bien dura y caliente y todavía me seguía doliendo. Aún así empecé a subir y bajar por las mías, deslizándome en torno a esa gruesa barra de carne que palpitaba con una energía demoledora. Mientras yo subía y bajaba, él con una mano me tocaba las tetas y con la otra me frotaba el clítoris y hasta me metía los dedos bien adentro de la concha, haciendo una minuciosa exploración de todo mi interior.
-¡Así pendeja… que bien cabalgás… si… guachita linda… que pedazo de tujes te mandás… te lo voy a romper todo…!- me decía en ese tono amenazante que sostuvo durante toda la garchada.
Entre tanta subida y bajada, la pija se sale de su agujero y se encaja en el otro, o sea en mi conchita, metiéndoseme hasta lo más profundo, igual sigo con mi montada, disfrutándola en toda su extensión, tras lo cuál vuelvo a provocar el cambio, para seguir sintiéndola en el culo… y de nuevo en la concha… y otra vez en el culo… y así varias veces, cogiendo y culeando en forma casi simultánea. En eso me retiene contra su cuerpo, abrazándome como si fuera un oso, y en medio de incitantes exclamaciones de placer, se deja ir, acabando en una forma por demás escandalosa. Puedo sentir como el forro se infla en mi interior a causa de la leche que descarga.
-¡Uffffff… como me exprimiste turrita… a esto le llamo coger!- me dice entre apasionados suspiros.
Luego de tan tremenda acabada, me hace a un lado bruscamente y se va al baño. Desde donde estoy puedo escuchar el ruido de la meada. Aunque me duele hasta el huesito dulce, me levanto como puedo y empiezo a buscar mi ropa que esta desperdigada por todos lados, mi bombachita hasta esta colgada de la antena del televisor.
-¿Qué, ya te vas?- me pregunta al volver del baño.
Agachada como estoy, juntando mi ropa del suelo, levanto la cabeza y lo miró como diciendo: “¿Qué, todavía querés más?”. En eso me doy cuenta que tiene la pija todavía al palo. Parece un gancho, con esa curvatura en el medio que le otorga un aspecto mucho más intimidante.
-De acá no te vas sin la yapa- me dice mientras se la agarra y se la sacude amenazante.
No me lo tiene que pedir de nuevo, dejo mi ropa echa un montoncito sobre la manta y avanzó hacia él. Me inclino de rodillas ante su impactante presencia y agarrándosela con las dos manos me pongo a chupársela con frenesí. Igual que antes, trato de comérmela toda, o lo más que puedo, recorriendo el resto con mi lengua, llegando incluso a lamerle los huevos, sintiendo en ellos la ebullición misma de la vida y el placer.
Entre evidentes gestos de complacencia, el tipo me acaricia la cabeza, me alisa el pelo, me lo acomoda por sobre las orejas, diciéndome en todo momento que se la chupo mejor que nadie, que tengo una boca riquísima, que mis labios son de seda, y mil cosas más hasta que su verga comienza a soltar efusivos chorros de leche bien caliente y espesa. El semen me salpica la cara y las tetas, empapándome con esa deliciosa pegajosidad que me resulta tan satisfactoria y regocijante. Unas últimas lamidas y se la dejo bien limpita, prácticamente lustrada, cumpliendo así con la yapa antes reclamada. Entonces si, agarro mis ropas y comienzo a vestirme. No digo nada, tampoco hace falta.
Antes de salir, me palmea fuerte la cola y me dice que vuelva cuándo quiera, que siempre va a haber un polvo esperando por mí. Le agradezco por anticipado la invitación y salgo del depósito justo cuándo pasa una pareja junto a la puerta. No puedo evitar que me vean salir de ese lugar toda despeinada y descompuesta, oliendo a sexo y con el rostro enrojecido, huellas más que visibles de lo que acaba de sucederme. Murmuran algo entre ellos. Seguramente se refieren a lo que me hizo aquel sujeto. Me muero de vergüenza. Así que agacho la cabeza y empiezo a caminar sintiendo sus miradas condenatorias sobre mí. Encima al tipo no se le ocurre mejor idea que gritarme a medida que me alejo:
-Hasta la próxima piba… no me acuerdo tu nombre, pero igual, venite cuándo quieras-
Llegó a casa y me voy corriendo a mi pieza antes que mi mamá pueda verme u olerme siquiera. Mi cama me espera mullida aunque solitaria. Le digo que no voy a cenar y me duermo enseguida. Al despertarme siento una punzada en la parte baja, entonces recuerdo a que se debe. Me sonrío y pienso que el próximo domingo quizás deba hacerle alguna otra visita a aquel sujeto.

16 comentarios - En el deposito

Locosxlascalzas +4
Quisiera ser aviador para andar en aeroplano y aterrizar en tus tetas con mi poronga en la mano 🤤 🤤
ALEJANDRO1533 +1
si lo que queres es quemarme la cabeza con tus relatos, te aseguro que lo estas logrando
gracias por compartir
En el deposito
mati110
brutal... van mis 10...
maluchii10
puta de mierda me dejaste al palo estas buenisima si tendria te doy mis 1000 y toda mi leche. por ahroa van +10
xxx_3
me encanta como escribis, me despierta un bocha de morbos...genia!
licantropo18
Estas terrible mami, tenes un re talento, igualmente faltan fotos en ropa interior 😉 la prox puntos
darioxene
la verdad que sos unica relatando, me llenas la cabeza no solo de calentura y morbo
tus relatos cada vez son mejores, sos increible GI
debes garchar muy rico
te dejo mis puntos bebe +10
frannqito
+10 todos queremos fotitos sin esa remerita 😀
yosoyelflaco
tremendo relato!!! y vos tenes tremendas gomas!!!
jhr2000
por favor¡¡¡¡¡ como me quedo la pijaaaaaaaaaaaa