Queridos lectores de P!. como lo prometido es deuda, aquí les traigo otro relato que escribí hace poco. Espero les guste y comenten.
¡Hasta la próxima!
Postdata: el dibujito también es mío!
1
“¡Qué vida de mierda!” Pensaba aquella hermosa mujer de treinta y tantos años de edad tan bien llevados. Ni una sola arruga, estría o lo que fuere, marchitaba aquella suave y perfecta piel blanca. Su delicado rostro era ligeramente alargado. Su frente amplia, coronada con una cabellera platinada que usaba recogida formando una espléndida cola de caballo, le daba un aire aún más juvenil y fresco. Volviendo a ese bello rostro que parecía de niña, nuestra damisela tenía cejas muy finas, que contrastaban con unas sensuales y prominentes pestañas arqueadas las cuales enmarcaban unos enormes y bellos ojos celestes. Su boca era pequeña, pero tenía unos sensuales labios carnosos que invitaban al beso total. El rostro terminaba en una fina barbilla que acentuaba aún más su aire juvenil.
El esbelto cuello comunicaba con el resto del cuerpo, que era tan hermoso como el rostro que acabamos de contemplar. Sus brazos largos y gráciles, hechos para acariciar, terminaban en unas manos pequeñas, casi de niña, con largos dedos y uñas en consonancia. Solía usar vestiditos cortos, lo que resaltaba aún más la belleza de sus esbeltas piernas y de unos pequeños pero perfectos pie que siempre calzaban tacos altos, preferentemente de aguja, lo cual le estilizaba aún más la figura. Pero no era lo único que resaltaba aquel vestidito rosado. En efecto, el escote, más que prominente, dejaba ver el comienzo de unos turgentes y gráciles pechos que, a juzgar por lo que se veía a simple vista, no eran nada pequeños…
Allí se encontraba Vivian, que así se llamaba nuestra heroína, treinta y tantos años, casada y dos hijos. Bueno, lo de casada era un decir. Su marido era vendedor de seguros y la mayoría de su clientela se encontraba en otras provincias, por lo que no estaba nunca en casa. Y cuando estaba…, bueno, no hacía más que dormir y si “pasaba algo” con su mujer…, bueno, digamos que era como si nunca hubiera pasado nada.
Sus dos hijos, los mellizos Marcos y Junior (lo de Junior era otra muestra de originalidad de su marido), habían alcanzado recientemente la mayoría de edad. Habían invertido fortunas en esos dos: los mejores colegios, la mejor preparación física y artística. Eran mellizos, no gemelos. Marcos era un poco más alto, llevaba el pelo corto y tenía un cuerpo de fisico culturista tremendo. Junior era lo mismo… pero en versión más pequeña. Además, usaba melena y se vestía distinto, más informal que su hermano.
Eran el orgullo de su madre… cuando no se encontraba aburrida, como ahora. Escasa vida social y en cuanto a la sexual… ni hablar.
Vivian no entendía que pasaba con los hombres de ese pueblo. Ninguno se le había lanzado nunca. Tampoco eran piropeadotes. Un embole, solía decir ella. Y, sin embargo, sabía que despertaba pasiones en los hombres. Se daban vuelta para verla caminar cuando ella paseaba por la exigua peatonal de aquel pueblito. ¡Si hasta una amiga suya, que era viuda, tenía mejor vida sexual que ella…!
“¡Se la comieron tres tipos! ¡Qué suerte la muy guacha!¡Y yo no tengo ni un perro que me ladre!”, solía rezongar.
Ni modo. Otro día desperdiciado. Se encontraba en el comedor, sentada en un cómodo sofá junto a la ventana, Resignada, apuró el último trago de bebida que le quedaba en su copa. En su cuarto, la esperaba sus amantes: unos DVD porno que había comprado recientemente y un vibrador.
“¡Qué desperdicio!”, pensaba, “¡Si solo hubiera un hombre cerca!”, pero su marido tardaría un mes en regresar y lo único más parecido a un hombre que tenía cerca, eran sus hijos que, para colmo, estaban discutiendo acaloradamente. Hasta el comedor llegaban sus gritos y su madre sintió un repentino dolor de cabeza.
Los gritos fueron subiendo de volumen y hasta escuchó que la llamaban
Vivian soltó un soplido al tiempo que se levantaba de su cómodo sillón, diciendo:
- ¡Más vale que valga la pena, pendejitos! ¡Si no van a ver lo que les espera!
Prácticamente voló hacia el lugar donde provenía el bochinche: el cuarto de los mellizos.
2
-¿Se puede saber que carajos les pasa? -tronó la bella. las respuestas no se hicieron esperar.
-¡Es que tu hijo dice que la tiene más grande que yo y yo le digo que no es así!
-¡Pero si vos tenés un chicito ahí abajo!
- ¡Mirá quien habla! Si acá el del manicito sos vos!
Ella los miró con aire aburrido. Habían cumplido 18 recientemente, pero mentalmente eran los mismos…, de pronto algo atrajo su atención, al tiempo que cortaba el curso de sus pensamientos. Fugazmente le había parecido ver algo.
Haciéndose la disimulada, decidió cerciorarse y volvió a mirar. Aquello no había sido una ilusión óptica, ¡era en serio! ¡Cómo habían crecido los chicos! ¡Y no sólo de altura, precisamente! En efecto, mientras sus fornidos retoños discutían delante de ella, la mujer, bastante agobiada por la escena, se había puesto a mirar distraídamente hacia otros sectores de aquella habitación hasta que, sin querer, su mirada se había posado sobre los boxer de sus hijos. No le llamaba la atención el color espantoso de esas prendas, sino lo que cubrían.
En un primer momento, había notado como las telas calzaban perfectamente los traseros firmes y musculosos de sus muchachos…¡ni su marido en sus viejos tiempos había exhibido algo así! Pero lo que definitivamente terminó por ganarla fue verlos de frente. Y así fue como notó los sendos bultos que calzaban sus hijos. ¡Y ahí no había trucos! Allí estaban, a la vista. Dobladitos, apretaditos a más no poder. Y, sin embargo, la tela no alcanzaba a cubrir todo. Había partes que pugnaban por escapar de su cárcel de tela. No hacía falta mucha imaginación para ver donde estaban esos penes. La forma delatora los vendía descaradamente. Lo que más le llamaba la atención era el tamaño de esos miembros…¡Y eso que estaban en reposo! ¡Cómo serían estando erectos!
“Estos pibes salen así a mi familia!”, se dijo ella para sus adentros,”porque si fuera por el padre…”. Ahogó la risa. Aquello era un desperdicio. Dos sementales jóvenes, con todo el vigor de su edad y las ansias de sexo, y ella, toda una diosa dispuesta a lo que sea, allí en ese dormitorio, perdiendo el tiempo.
“Pero esto no se va a quedar así. No señor.”, pensó ella para sus adentros, al tiempo que un nuevo cosquilleo de sus ya erectos pezones la ponían en estado de alerta sexual.
- Si quieren saber mi opinión. - Interrumpió ella, adoptando un aire de señora importante- Así no van a ganar nada
-¿Perdón?
- Si, ¿a qué te referís?
Sonrió maliciosamente para sus adentros. ¡Había logrado captar su atención!
- Les diré. La ropa interior engaña mucho…
-¡Viste? ¿No te había dicho yo?
-¡Shhht! Dejá que hable madre.
-Gracias Marquitos. Lo que Uds. Necesitan es que una mujer, digamos, con experiencia al respecto los vea desnuditos, y opine. Es lo más objetivo que hay…¿no les parece?
Se hizo un silencio profundo en la habitación. La bella disfrutaba ese momento, sabía que ya los tenía comiendo de su mano. Así que se limitó a esperara la respuesta que no tardó en llegar y lo hizo a dúo.
-¿Y donde podremos encontrar esa mujer que decís?
¡Listo! ¡cayeron en el lazo! Con aire desinteresado pasó por entre ellos, haciéndose como quien mira algo. Fingiendo apatía respondió:
-Bueno… no sé. Tendría que ser alguien de confianza, digo. No pueden dejar que cualquier tontita opine. Además, está el factor experiencia. No puede ser una novata, que sólo ha visto una o dos vergas en su vida. ¿Entienden lo que les estoy diciendo?
La miraban absortos. Parecían beber cada una de sus palabras. ¡Ni que fuera el Dalai Lama!, se dijo la mujer con satisfacción.
-¿Y donde podremos encontrar alguien con esas características que decís?
Se dio vuelta, quedando cara a cara con sus hijos. Se llevó una mano a la cara, en actitud pensativa. Y cuando habló, lo hizo de la manera más descuidada que pudo:
-Déjenme pensar… Bueno, si sólo se trata de eso… podría encargarme yo.
Los jóvenes quedaron estupefactos. Era un golpe directo a la mandíbula (o quizá mas abajo) Pero ella no se iba a rendir así nomas.
-¿A qué otra mujer conocen con tanta confianza como yo? ¿Acaso no los conozco de bebés? ¿Quién otra los conoce mejor que yo?
Ahora la mujer notó un cambio en las caras de los muchachos. ¡Estaban dudando! Sólo faltaba un empujoncito.
- Bueno: yo les dí la mejor solución que podía haber. Digo, si quieren salir ahora mismo de dudas. De lo contrario, ¡vaya a saber cuándo se enterarán la verdad! Así que, cuando se decidan, llámenme porque tengo otras cosas que hacer.
En la mejor actuación de su vida, la mujer se dirigió rumbo a la puerta. Los hermanos se miraron rápidamente: el razonamiento era lógico. ¡Su madre tenía razón! No podían dejar pasar esa oportunidad de resolver tan importante misterio!
Así que Junior se interpuso y cerró el paso. Marcos rodeó son su brazo los hombros de la madre y le dijo en tono conciliador
-No te ofendás, mami. No quisimos hacerlo. Tenés razón. Sos la más indicada para nosotros!¡Haremos lo que nos digas!
Ella no supo que la excitó mas, si oir esa última frase o sentir el cálido contacto con el cuerpo de su hijo.
Suspirando lo mejor que pudo y adoptando el mejor estilo idishe máme que pudo, los abrazó a los dos, diciendo:
-Vengan con mami, que no los va a defraudar.
Los guió hasta su cuarto. El pasillo era algo angosto, así que ellos se limitaron a seguirla. La mujer aprovechó para contonear sus caderas lo mejor que pudo, ¡había que crear el ambiente!
Los muchachos no dijeron palabra, pero no tardaron en notar lo bien que a su madre le quedaban los vestiditos cortos. ¡Y este era uno de los más cortos que tenía! También repararon el embriagante aroma del perfume que se había puesto. Se sorprendieron al ver como caminaba, esas soberbias caderas y ese hermoso para de piernas que---
La voz de su madre los sacó de aquel estado de embelesamiento.
-Entren tranquilos, chicos-Y luego añadió con aire sugestivo- Papi no está…
3
Los mellizos entraron lentamente. Hacía años que no estaban allí. La mujer se sentó al borde de la cama, y luego cruzó las piernas de la manera mas sexi que pudo.
- Bueno, desvístanse cuando gusten. No se apuren ni nada. Yo tengo todo el tiempo del mundo.
Los muchachos se encogieron de hombros y empezaron a bajarse los bóxer. Ella los miraba extasiada, aunque trataba de no delatarse…
Cuando terminaron se pararon bien delante de ella. Estaban un poco tensos, pero confiaban en lo que le había dicho su madre.
-¿Y? ¿Qué tul?
No se había equivocado. ¡Qué flor de pedazo, tenían esos pibes por favor!
-¿Y ahora que opinás?
-Si, ¿cual la tiene más grande?
Se tomó su tiempo para responder. ¡tenía que tomar un poco de aire!
- Hum…, no sé. Miren, a simple vista están bastante parejos
-¡Mierda, eso me temía!
-¡jovencito, nada de palabrotas delante mío!
-Sorry, ma.
- Está bien. Decía que hay otra forma de saber cual la tiene más grande
La mirada ansiosa de sus hijos lo decía todo.
-Un pene fláccido no dice mucho. Un pene erecto,si.
-¿Erecto? ¿Y eso que coño quiere decir?
-Junior, ¿qué te dije de las palabrotas?
-Perdón, ma.
-Erecto, duro, parado, tieso. ¿Sigo?
-N-no. Está reclaro lo que decís.
-¿Y quien nos va a dar una mano al respecto?
-¿Y para qué estoy yo, tontito?
-¿Vos?- dijeron a dúo los hermanos.
-Bueno, si tienen alguna idea mejor, ya saben-Dijo ella, fingiéndose herida al tiempo que les volvía la espalda.
-No nos mal interpretés
-Te entiendo, papi-dijo ella compradora.- Esto lo hago por ustedes. ¿Acaso creen que a mi me va pasra algo por verlos en bolas? ¡Nada que ver!
“¡Nada que ver!”, repitió para sus adentros, “¡si supieran lo caliente que estoy…!”
Les dio la espalda y se dirigió caminado sensualmente hasta su cama matrimonial. Una vez allí, y sin volverse, apoyó sus delicadas manos en el borde del colchón. Felinamente arqueó su espalda levantando aún mas su hermoso trasero.
-¿Ven bien desde allí, chicos?-preguntó haciéndose la ingenua.
-¡Cómo para no verlo!-le respondieron casi a coro.
Lentamente, y con una de sus manos, comenzó a subirse la faldita.
Se dio gracias mentalmente por haber aprovechado la promo de lencería que le ofreciera su amiga la revendedora de cosméticos.
Cuando la falda subió, dejó al aire una generosa extensión del soberbio culo de mujer. El hilo dental prácticamente desaparecía entre las abundantes nalgas de Vivian. Los cachetes lucían firmes, macizos, perfectos. No había lugar para la celulitis allí. Realmente… era un trasero perfecto, de película. De película porno, claro.
Los mellizos contuvieron el aliento. Habían visto pocos traseros en su corta vida. Muchos menos, en vivo y directo como el que ahora tenían delante. Pero jamás una cola como aquella.
Ella los miraba divertida por sobre el hombro pero no le hacía falta mucha imaginación para saber lo que estaba ocurriendo en las cabezas de esos dos… ¡y no sólo en sus cabezas!
Ahora le faltaba un acto más en el sexy numerito que estaba montando.
Sus largos dedos se apoderaron del fino hilo dental y mórbida y lentamente comenzaron a correrlo un poco hacia el costado, permitiendo dejar al descubierto algo más que sus encantos. En efecto, se podía ver algo más que el lugar donde las nalgas se unían. El orificio anal ahora era bien visible. Diminuto, sexy, se exhibía ante los sorprendidos jóvenes. Perversamente, ella se dobló aún mas, de modo que no sólo el esfínter anal era visible, sino también buena parte de los labios vaginales…
Todo ello lo hacía meneando sensualmente su bello trasero de un lado a otro, a un ritmo hipnótico y enloquecedor.
Aquella sensual exhibición duró unos instantes, que a los excitados muchachos les pareció siglos. Para ella fue el tiempo suficiente para que sus muchachos sintieran aún más hondo el ardiente aguijón del deseo carnal.
-¿Y? ¿Cómo va? ¿Ya tienen algo para mi?
Los hermanos se miraron entre ellos. La vieja lo estaba logrando. Ambos estaban sonrojados y transpirando copiosamente: no podían creer lo que les estaba pasando. Rechinaban sus dientes por el esfuerzo: no querían tener una erección… por su madre. Respiraban dificultosamente por el esfuerzo, pero la naturaleza terminó por imponerse. Lentamente, al principio. De modo casi imperceptible, empezó la reacción. Un leve hormigueo, un ligero estremecimiento del miembro. Y el proceso comenzó. La sangre fluía a raudales por los cuellos cavernosos. Lentamente, sección por sección, la irrigación sanguínea comenzó a dar sus frutos… aunque los muchachos se odiaban por ello. Los troncos se estiraron horizontalmente cuan largos eran, para luego erguirse orgullosos cual robustas columnas de carne. Finalmente, los prepucios se corrieron, dejando asomar las enormes cabezotas del glande, de un rojo intenso, como el fuego que los devoraba.
Cuando ella sintió que las respiraciones eran cada vez más entrecortadas, se dio cuenta que el trabajo ya estaba hecho, así que se dio vuelta con aire displiscente y los enfrentó.
¡No podía creer lo que estaba viendo! ¡Aquellos penes eran enormes! Sin dificultad cada uno superaba los 25 centímetros de largo holgadamente. Y ni hablar del ancho: el diámetro fácilmente excedía los 5 centímetros. ¡Esas si eran vergas, que tanto!
Ya se imaginaba las “cositas” que podrían hacerle sus jóvenes sementales con semejantes miembros. Una nueva oleada de calor le recorrió el cuerpo, al tiempo que su corazón comenzaba a latirle más de prisa. La que ahora transpiraba y respiraba entrecortado era ella.
Tuvo que hacer un esfuerzo para que no se le notara el placer en el rostro. Aunque sus azules ojos relampaguearon por un momento, llenos de lujuria.
Pero no pudo contener lo que estaba pensando,
-¡Chicos! ¡Cómo pueden tener semejantes pedazos de…! Se paró en seco. Todavía no era tiempo de perder el control. Faltaba tan poco…
Faltaba hacer algo más, todavía.
4
-Acá hace mucho calor. Espero no les moleste me aligere un poco de ropas…
Claro que no les molestó del todo. Pero los puso más nerviosos. Cuando su progenitora se sacó su diminuto vestidito… apareció el cuerpazo de una hembra en toda su plenitud.
En efecto, como ya dijimos, llevaba sus treinta y tantos añitos estupendamente. Su piel, marfileña, parecía encandilar bajo la luz. Un ajustado corpiño sujetaba apenas dos prominentes senos que parecían a punto de estallar la tela de lo apretados que estaban. Unos pezones duros se marcaban furiosamente también por la tela. Ellos siguieron contemplándola extasiados…¡ninguna de sus compañeras de curso tenía semejante cuerpo!
Debajo de aquellos monumentales senos, le seguí en importancia un trabajado abdomen, liso, perfecto, sin un gramo de mas. Hasta el ombligo de la mujer parecía tallado en la estatua de una diosa pagana…
La vista siguió su recorrido. Ella tenía una muy breve y fina cintura que terminaba en unas amplias caderas. Ni que decir que la diminuta, casi exigua tanga, dejaba muy poco lugar para la imaginación. En efecto, se notaba un monte de Venus exquisitamente depilado. Además, la tanga prácticamense se perdía entre los rosado cachetes de los labios mayores…; si era bien poco lo que ocultaba.
Finalmente, esa escultural mujer descansaba sobre dos esbeltas y bien torneadas piernas. Se notaban los años de musculación en aquellas fuertes y sanas piernas que se erguían orgullosas cual blancas y formidables columnas
La erección no disminuía. Lo cual mortificaba más a los jóvenes, pero enloquecía de gusto a la hembra.
-¿Saben una cosa? Todavía hay algo que puede hacerles crecer un poco más el pene. Digo, si quieren llegar a saber cuanto miden realmente…
-¿A v-vos te parece?
-¡N-no está bien así?
-¿Quieren saber cual la tiene más grande, sí o no?
Los mellizos suspiraron al responder:
-Si.
- Me refiero al acto sexual. Los estudios dicen que el pene, cuando está dentro de la vagina, crece un poco más. Igual que cuando está por eyacular.
-¿Eyacular?
-Si. Eyacular, terminar, acabar…¿me entendés, no?
-S-sí claro- a esta altura, junior y su hermano tenía unos ratones del tamaño de unas comadrejas, más o menos.
- Además, queridos míos, seria una mala madre si los dejara ir asi, ¿no¡Y yo soy una buena madre!
Ceremoniosamente, Vivian se desprendió el corpiño. Ni una stripper lo hubiera hecho mejor. Al verse liberados, los pechos prácticamente saltaron hacia adelante, mostrándose en todo su esplendor. Sus formas eran perfectas: bien redondos y grandes. No había siliconas allí: eran firmes y turgentes. Las blancas tetas presentaban unos rojizos pezones bien paraditos. La roja aureola rodeaba aquellos tiernos pezones completando la visión.
Los muchachos abrieron la boca y literalmente comenzaron a babear.
Ella les sonrió lujuriosamente. Se levantó y arrojó el corpiño bien lejos. Luego se colocó delante de sus muchachos, se dio la vuelta y se sacó la breve tanga. Ahora ese radiante culo apareció ante sus ojos en todo su esplendor. Era una cola grande, pero bien formada. Las nalgas se veían muy redondeadas y firmes. Era una colita paradita, como el de una pendeja. No había desperdicio. Y esas caderas…ni hablar. Un poema
Los chicos estaban más que extasiados ante aquella visión, Y cuando ella giró y pudieron verla de frente, completamente desnuda, perdieron la poca cordura que les quedaba.
Los pechos oscilaban con cada movimiento, de manera hipnótica. cuando los muchachos pudieron salir un rato de su absorta contemplación, pudieron apreciar el resto de ese glorioso cuerpo de mujer.
Ella se acercó y les dio un suave piquito a cada uno, que pudieron aspirar el dulce aroma a menta que sus labios expelían. Luego frotó su cuerpo con el de ellos, dando a entender claramente lo que quería. Luego se recostó en la cama y abrió bien sus piernas.
Los mellizos se aproximaron lentamente a la cama.
Ella sonrió lascivamente, sus ojos brillaron perversamente. Quedaba el último ritual antes del apareamiento. Con las piernas bien separadas, vivian se llevó las manos y se abrió entera, allí, ante los ávidos ojos de sus hijos. Los labios mayores se abrieron, dando paso a los menores que eran de un color rosado intenso. Luego, los hábiles dedos de la mujer los separaron también, dejándoles ver sus rojas profundidades, sus huecos más íntimos y, finalmente, les mostró su hinchado clítoris, que se erguía vigoroso entre las suaves carnes.
Mientras con una de sus manos hacía esto, con la otra se dirigía hacia su cola. Su largo dedo entraba y salía del ano, simulando una penetración. A renglón seguido, y sin apartar la vista de los mellizos, comenzó a masturbarse. Lo hizo muy obscenamente, Se tocaba los pechos, jugaba con sus endurecidos pezones, para luego meterse los dedos en la vagina y el culo,o terminar estimulándose el clítoris. Pero el sexual acto no lo hacía en silencio. No. Una cantidad de expresiones amorosas se escapaban, descontroladas , por su garganta. Por un momento, los muchachos se ruborizaron del tenor de aquellas palabras
Aquello era una sinfonía sexual. Una hembra en celo llamando a gritos a su macho para que la posea. Era instinto puro. Sin razón ni tabúes. El triunfo simple y claro del sexo. La fuerza de la vida. Cuando terminó su numerito, les mostró sus dedos sumamente húmedos, mojados con tanta saliva y fluídos sexuales. Ya no había más nada por hacer, así que la diosa miró a sus dos jóvenes amantes con ojos velados por el deseo, para luego alcanzar a decir, con voz ronca por la pasión:
-¡Chicos, vengan con mami!
5
Le hicieron caso. Literalmente se arrojaron sobre ella. La mujer los recibió gustosa, con brazos y piernas abiertas.
Las bocas juveniles se dirigieron primero hacia la de la hembra. Entrelazaron sus lenguas con la de ella. Estuvieron así casi hasta perder el aliento…
En un momento de cordura,que no tuvo muchos a lo largo de esa salvaje noche y como para ir “rompiendo el hielo”, la mujer se apoderó de esos enormes penes y empezó a lamerlos desde los testículos, pasando por el tronco, para luego rematar en el glande, al cual se lo metía íntegro en la boca hasta que le tocaba las amígdalas. Eran su sueño. Lo que más había deseado durante toda esa caliente noche. Quería coger, si, pero ser cogida por esos verdaderos pedazos de carne, quería ser fornicada toda la noche por los penes de sus dos sementales.
La imaginación de Vivian estaba disparada, no podía controlarla. Era como una fiebre caliente que la devoraba por entero, no dejándole otra opción mas que buscar la satisfacción sexual. Sentía como fluían desvergonzadamente sus fluídos sexuaesl, como corrína a lo largo de su entrepierna, sin control. Así que su boca apresaba, durante un momento un grueso pene, luego de dejarlo prácticamente a punto de explotar se apoderaba del otro, pero sin dejar de masturbar enérgicamente al primero. Los jóvenes chillaban de placer: ¡su madre los estaba volviendo locos con su boca! Era enloquecedor lo que les hacía en las vergas: la caricia más húmeda y profunda que podría haber.
Cuando sus manos no estaban ocupadas, la mujer aprovechaba para masturbarse el clítoris o pellizcarse los pezones, era una manera de calentarse aún más de lo que estaba y de preparar su cuerpo para la colosal sesión de sexo que vendría en cualquier momento.
Durante un largo, largo rato, en el cuarto se escuchó no sólo el grito de sus hijos, sino también el rítmico sonido que producía aquella húmeda boca cada vez que entraba y salía de la boca de los erectos miembros.
Poco a poco, los jóvenes fueron ganando confianza y se fueron aventurando a más. La mujer no les decía nada: se había entregado toda para ellos: no podía pensar en nadie más en ese momento.
Mordían, lamían, chupaban sus pezones. Con la lengua y los dedos, los muchachos hacían delirar de placer a Vivian
No le costó gran trabajo hacerle la cola: con lo lubricada que estaba, la hinchada cabezota del pene entró muy fácilmente
El pene castigaba con fuerza los cachetes de la mujer
Las tetas se balanceaban de un lado para otro ingobernables
Ninguno de los tres supo como, pero cuando acordaron , ya estaban haciendo el amor. Los jóvenes se turnaban para coger a Vivian. Mientras uno la fornicaba, el otro le ponía el pene para que ella se lo succionara, y viceversa.
A veces, ella se ponía en cuatro patas, levantando bien en alto el culo y la concha, lo cual enardecía a los jóvenes que terminaban penetrándola. Ella no sabía discernir cual de las dos vergas estaba más dura: si aquella que la penetraba o a la que ella le hacía sexo oral.
También solía cambiar de posición: ella se recostaba y abría bien las piernas, mostrándole todo a sus hijos. La vista de aquella vagina, abierta y lubricada a más no poder, ejercía el mismo efecto sobre los muchachos que cuando estaba en cuatro patas. Uno de ellos la penetraba así como estaba y el otro se le trepaba arriba para que ella se la chupara.
Los cuerpos sudorosos estaban en acción contínua, en ningún momento disminuyó la energía con la cual cogían a la lujuriosa hembra. Los tres gritaban como poseídos, llevados totalmente por el deseo y la pasión.
Finalmente, Vivian se subió encima de Junior. Marco vio como la húmeda vagina se devoraba prácticamente el largo y grueso miembro de su hermano. El muchacho chilló un poco por la violencia del impactó. El pene se hundió hasta el útero de la mujer, que se relamía de gusto. Marco observó como desaparecía prácticamente la verga de sus hermano y la vagina se hundía hasta llegar a los testículos del chico. Luego, nuestra heroína comenzó a cabalgar sobre la enorme chota. Despacio al comienzo, luego fue incrementando la velocidad, hasta que prácticamente sólo podían verse las bolas del amante subiendo y bajando. El muchacho no podía creer la manera como se lo estaban cogiendo.
Los fluidos de la mujer descendían a lo largo del enhiesto pene, mojándolo cada vez más. Ella seguía imperturbable sabiendo que tenía un espectador: junior, cuya erección parecía aumentar cada vez más. Sonriéndole, le miró perversamente por encima de su hombro. Arqueó la espalda y levantó aún más su bello culo. Con voz ronca por el deseo, gritó más que decir:
-¡Quiero que me hagás la cola ya, pendejo!
El chico no se hizo rogar: se encaramó como pudo arriba de su madre. Ella le ayudo , separando con sus manos ambas nalgas
-¡Rompémelo!-Fue lo último que Marco alcanzó a oir. Lo que siguió fue delirante: llevado por el deso que le producía semejante traste, Marco empujó fuertemente la cabezota de su pene y se la enterró de una en aquel anhelado trasero. La bella no se inmutó: simplemente se dedicó a disfrutar el momento. Era como tener dos enormes y calientes pedazos de carne alojados en sus agujeros más sensibles.
Durante largo rato solo se oían quejidos y gemidos de placer,o también el sonido de los cuerpos al entrechocarse,
Ella sintió crecer aún más las vergas en su interior. Las bolas rebotaban furiosamente contra sus cachetes. Entonces Vivian supo que el final estaba por llegar...y que algo más debía hacer.
Al mejor estilo película porno, la mujer se arodilló encima de la cama, obligando a sus hijos a levantarse. Una vez lo hubieron hecho, ella tomo cada pija con una de sus respectivas manos y comenzó a masturbarlos groseramente. ¡No se quería perder el momento de la gran explosión, cuando toda aquella leche contenida fuera lanzada al exterior.
-Vamos chicos...dénle toda su lechita a mami. Quiero toda la leche que salga de sus vergas...hasta la última gota. No se guarden nada. ¡La quiero toda!
Al tiempo que decía esta y otras cosas irreproducibles, aplicó más energía a la paja. de, pronto los chicos no dieron más. Ella lo supo instantáneamente. Junio y Marco arquearon sus espaldas casi al mismo tiempo. Los cordones espermáticos se acortaron y su madre vió como se levantaban unos milímetros más las gruesas bolas de sus hijos. también vio como comenzaba a aparecer líquido en los orificios del glande. Las venas se dilataron aún mas y los muchacho sintieron como una descarga caliente que subía de sus testículos y proseguía su cálido recorrido a lo largo del tronco. Todo ocurrió en un apasionado instante: Los jovenes sintieron que no podía contenerse más y gritaron con fuerza al tiempo que sendos chorros de semen saltaba de las cabezas de sus miembros. Vivian estaba extasiada: ella, una mujer mayor, una veterana, estaba haciendo terminar a esos dos potros que tenía delante suyo. Observó, casi como en cámara lenta, los poderosos chorros de leche que expelían sus hombres. No podía creer que fuera tanta: parecía no acabar más. Lo cierto es que todo aquel semen cayó sobre su cabello, cara, boca, pechos, descaradamente abrió su boca, sacó la lengua y pudo probar un poco de aquel manjar masculino. Por un instante se sintió en otro lugar, feliz y totalmente satisfecha como mujer...
Se relamió de gusto
Al rato, mientras sus hijos permanecía tendido uno a cada lado suyo, Vivian aprovechó para secarse con su sensual vestidito rosa. Junior miró a Marco y le hizo una seña, que este captó de inmediato. Se volvió hacia su madre y le preguntó:
_¿Y ahora nos podés decir cual de los dos la tiene más grande?
Ella se inclinó un poco en la cama. Todavía estaba transpirada y algo agitada. Tomó un poco de aire, los miró pícaramente y les dijo:
- La verdad es que con tanto sexo me olvidé de fijarme.-se sacudió la cabeza y agregó- Si quieren saber cuanto miden, entonces me parece que vamos a tener que volver a hacerlo. Espero que esta vez me pueda acordar de tomarles las medidas... ¿No les parece?
22 comentarios - Una cuestión de tamaño.
q morbo !!!!!!