You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Juventud, divino tesoro ( parte 1)

Vuelvo a publicarlo porque no lo encuentro en los archivos

Una madre que acompaña a su hija a la disco para hacerle un favor y dos jóvenes que le hacen un favor a ella.
Mi nombre es Mónica, tengo 45 años, soy casada y con una hija de 18 años.
Desde hace tiempo tenemos con mi esposo un departamento en la costa que utilizamos para vacacionar.
Los primeros días de enero viaja mi hija con algunas amigas y sobre mitad de mes viajamos con mi esposo cuando ellas regresa.
Pero este año fue diferente. Por cuestiones laborales mi esposo no podía viajar hasta unos días después, así que me fui sola, y mi hija se quedó luego que se fueron sus amigas para hacerme compañía.
Ibamos a la playa, salíamos a ver vidrieras, platicábamos, hasta que una noche mi hija me dijo que tenía ganas de ir a una disco pero no quería ir sola, a lo que me ofrecí a acompañarla, aunque con mis 45 años hacía rato que había dejado esa clase de diversiones.
Esa noche, me vestí con una camisa de seda blanca, dejando los últimos botones sin abrochar y por donde se veía el nacimiento de mis pechos, y una calza negra ajustada, que marcaba mi cuerpo, que se mantiene atractivo a pesar de los años, sin kilos de más y con buenas curvas, destacando especialmente mis caderas y mis piernas largas. Junto a mi hija, que heredó mi cuerpo y favorecida por la juventud, dabamos una imagen temible.
Llegamos a la disco y era enorme. Nunca había visto algo así. En mi época eran muy diferentes. Tenía diversas pistas con ritmos diferentes. Mi hija fanática del tecno, enseguida se acercó a esa pista. Yo, mas antigua prefería la música tropical, y hacia esa pista me dirigí. Era muy fácil perderse y al rato no pude volver a encontrar a mi hija, con lo que quedé sola y sentada en un sillón viendo como los demás bailaban.
Dos jovencitos de no más de 20 ó 21 años se acercaron hasta donde yo estaba, y muy amablemente comenzaron a hablar conmigo, a preguntarme de donde era, donde estaba parando, en fin, los temas triviales que se dan en estos lugares donde el ruido obliga a acercarse mucho para poder dialogar.
Uno de ellos me trajo una copa, yo le agradecí pero me negué a tomar, porque no acostumbro a beber, pero hacía calor y mientras hablábamos, sin darme cuenta fui consumiendo esa bebida y otra que me trajo luego.
Uno de ellos, rubio, muy atractivo de 1,80 metros de estatura que superaba largamente mi metro 65, se llamaba Miguel. El otro castaño, algo más bajo se llamaba Julián. Se sentaron a ambos lados y hablaban conmigo alternándose.
En un momento Miguel me invita a bailar, lo que rechacé diciendo que hacía rato que no bailaba y ya ni me acordaba pero tanto insistió que al final accedí.
Ya en la pista, el ritmo tropical y las bebidas me fueron soltando y al rato estaba moviéndome desenfrenadamente.
− Eres muy sensual bailando, dijo Miguel acercando su boca a mi oído. Por toda respuesta sonreí.
El cambio de ritmo obligó a que cambiáramos el paso y mientras me movía le di la espalda, circunstancia que aprovechó para acercarse a mi cuerpo y rozarme con el suyo. Sentí en mi trasero un bulto duro que me acariciaba, pero me alejé sin decir nada mientras bailaba. Al instante otra vez la misma sensación y que seguí repitiéndose. Me alejaba y él se acercaba, hasta que al final me quedé quieta y lo dejé que me apoyara. Podía notar como su bulto crecía contra mi cuerpo.
Debo reconocer que esta situación me excitaba. Hacía mucho tiempo que solo tenía relaciones con mi esposo, y sentirme deseada por un jovencito que podía ser mi hijo, me resultaba muy satisfactorio.
Seguimos bailando un rato más, hasta que se hizo evidente que mi joven pareja no aguantaba más. Estaba a punto de acabar. En ese momento le dije que tenía que ir al baño, y me fui viendo como regresaba al sillón donde estaba su amigo. En lugar de alejarme me quedé observándolos. Miguel hablaba con ademanes y se lo veía fuera de sí. Trataba de convencer a su amigo para que se fuera, lo que el otro no estaba dispuesto a hacer, hasta que al final asintió y se alejó dejándolo solo.
Fui al baño, y mientras me refrescaba, pensé que iba a hacer con este nene. ¿ Hasta dónde estaba dispuesta a llegar?
Pensé en tontear un rato con él dejar que me acariciara, toquetearlo un poco y dejarlo listo para que se hiciera unas cuantas pajas en mi honor. Con mi experiencia no iba a ser dificil. Evidentemente el alcohol no es buen consejero. No tuve en cuenta ni la virilidad de estos muchachos, ni mi propia naturaleza.
Cuando volví al sillón había nuevas bebidas esperando. Miguel me sugirió irnos a otro lugar de la
disco donde el ruido no era tan fuerte y se podía hablar mejor, lo que acepté.
Me tomó de la mano y me condujo hasta unos reservados que estaban en otra planta al fondo, donde la oscuridad era total. A pesar de eso, cuando la vista se acostumbró el espectáculo era increíble.
Pude ver que en los sillones había parejitas enredadas en las situaciones mas lascivas. Jovencitas chupando vergas con total dedicación. Otras cabalgando sobre sus parejas, penetradas hasta el fondo como resultaba evidente. En uno de los reservados a una hermosa rubiecita la estaban sometiendo entre dos muchachos, por delante y por detrás. Ella montaba a uno y el otro detrás suyo la bombeaba sin compasión.
Esta sucesión de imágenes en la penumbra terminó por mojarme del todo.
Encontramos un asiento libre y ni bien nos acomodamos. Miguel empezó a decirme lo linda que era, lo atractiva, como lo excitaba y cuanto hacía que quería tener relaciones con una mujer mayor.
− Miguel, no te aceleres. La estamos pasando bien pero soy una mujer casada y no quiero tener problemas
− Al contrario mamita, yo quiero disfrutar y hacerte feliz, y este es el lugar donde vamos a conocermos más intimamente, y diciendo esto acercó sus labios a los míos y comenzó a besarme suavemente.
Su actitud me sorprendió, pero como estaba dentro de mis límites respondí a sus besos. Cuando sus manos buscaron mi cuerpo tampoco lo detuve, y dejé que sus manos torpes me acariciaran.
Evidentemente no tenía demasiada experiencia con mujeres, pero le ponía ganas. Deslizó su mano por mi pierna y llegó a mi entrepierna usando mucha fuerza. Le tiré del pelo y lo aparté.
− Suave, nene, suave, con ternura, sin violencia, le dije mientras lo besaba.
El entendío, y su mano comenzó a acariciar mi vagina a través de la ropa con suavidad lo que me
excitaba aún mas.
− Tocame, por favor, me pedía entre suspiros, y yo acariciaba su rostro y su pecho sin pasar de allí, aunque sabía lo que quería.
Su otra mano, que estaba detrás de mi nuca bajó hasta mis pechos y entrando por mi blusa comenzó a juguetear con mis pezones que estaban duros y parados.
Cuando tomó posesión de mis pechos, perdí el poco control que me quedaba, y bajando mi mano
tome su pedazo, a través del pantalón. Estaba duro como una piedra. No era nada extraordinario, pero si lo suficiente para satisfacer a cualquier hembra.
Al sentir mi mano sobándole la verga, desabrochó su pantalón y sacó su tranca, haciendo que mi
mano la apretara, y luego metió la suya dentro de mi calza y mi tanga y enseguida un dedo suyo estaba dentro de mi concha. Su pija era regular, unos 16 cms., no muy gruesa y suave al tacto. Muy parecida a la de mi esposo aunque debo reconocer, mucho más dura.
− Bueno, nene, hasta acá llegamos. Mi hija esta en la disco y no quiero que me vea así, le dije separándolo de mi cuerpo, aunque con bastante esfuerzo y muy pocas ganas.
− Por favor, no me dejes así, suplicó con su carita de bebé.
− Ya es bastante por hoy, insistí.
Se sentó en el sillón enojado, mientras recuperábamos el aire. De pronto una idea iluminó su rostro.
− En esta disco podemos salir a la playa. ¿ te gustaría tomar un poco de aire?
− Me parece bien, dije y de inmediato me tomó de la mano y me llevó hasta la puerta que conducía a la playa.
El mar estaba sereno. No había viento. Los 100 metros de playa hasta la línea del agua estaban
desiertos. Tomados de la mano caminamos alrededor de la disco, y cuando llegamos a unos arbustos me abrazó y me besó ferozmente, metiéndome la lengua hasta el fondo de la garganta, mientras se apretaba contra mi cuerpo haciéndome sentir el rigor de su vara contra mi estómago.
Seguidamente comenzó a desabrocharme la blusa y el corpiño y tomó posesión de mis pechos,
primero con sus manos y luego con su boca. Succionaba mis pezones uno tras otro y volvía a mi boca. Yo estaba totalmente perdida.
Me empujó detrás del arbusto sobre la arena. Quedé allí apoyada en mis codos mientras veía con
sorpresa y sin poder reaccionar como el jovencito se despojaba de sus pantalones y su boxer y una vara de carne dura apuntaba hacia adelante y latía al compás de su excitación.
Yo estaba paralizada. Nunca me había expuesto de esa manera. Ni siquiera con mi esposo nos
besábamos en lugares públicos, y allí estaba en la playa a punto de ser cogida como la más vulgar de las putas.
Se arrodilló entre mis piernas. Tomó mis calzas y levantando mis piernas me las sacó junto con mi tanga de un tirón. Había quedado totalmente desnuda de la cintura para abajo, y tenía la blusa desabrochada con mis tetas al aire. Allí recién tomé conciencia de lo que estaba pasando, pero era tarde.
Cuando mis calzas salieron, mis piernas quedaron a los costados de su cuerpo, y en esa posición, se acomodó, y puso la punta de su verga en la entrada de mi concha. Y me miró.
Aquí tu hija no podrá verte, dijo, y despacio se hundió en mi cuerpo.
Hubiera protestado pero su boca selló la mía, y de inmediato empezó un bombeo que me sometió
totalmente. Fue raro, y para mi gusto corto. Alcancé a envolverlo con mis piernas. En cuestión de un minuto sentí como se vaciaba dentro mío. Su leche me quemaba y mi excitación era terrible. Me había dejado recaliente.
− Hijo de puta no te atrevas a acabar, alcancé a decir, al sentir como se iba dentro mío.
− Tomate mi leche, puta que esto recién empieza, me contesto entre bufidos y bombeos mientras me llenaba.
Lo que no tuve en cuenta es que era un muchacho y que su nivel de reacción era distinta de mi esposo ya maduro. Luego que hubo acabado a placer, desmontó me puso de costado y ubicándose detrás mio, separó mis piernas y volvió a penetrarme con la pija mas dura que la primera vez. Cuando lo sentí otra vez adentro mío comencé a acabar como una puta, mientras el me besaba en el cuello y me trataba de zorra, calienta pollas, putona, yegua, y otras lindezas por el estilo que mas que ofenderme me calentaban a morir. Cada empujón me hacía llegar al climax, y esta segunda vez duró como quince minutos. En un momento le pedí por favor que terminara y haciéndome caso me penetró con fuerza y volvió a quemarme con su leche.
La dejó morir adentro y luego salió. Quedé acostada en la arena en la posición que estaba, y agotada por la seguidilla de orgasmos. Estaba a punto de dormirme de agotamiento y placer, cuando noto detrás mío que mi joven macho vuelve a tomar su posición, levanta mi pierna derecha y una verga dura vuelve a penetrarme. No lo podía creer. Nadie puede tener tanto aguante.
Tarde unos momentos en notar que ahora su verga me llenaba más que antes, y que a pesar de lo dilatada que tenía mi vagina la sentía llena hasta el tope. Me dí vuelta para decirle algo y con sorpresa veo que quien me esta penetrando era Julián mientras Miguel se masturbaba sonriendo. − Son dos hijos de puta, dije, entre bombeo y bombeo.
− Seguramente no mas puta que vos, dijo Juliań sin dejar de empujar.
− Hay voy mamita, te voy a echar un buen polvo, suspiró Julián y comenzó a eyacular. Cada chorro pegaba en el fondo de mi vagina. Era impresionante. Un orgasmo me llegaba con cada impacto.
− ¿ Estás cansada?, me preguntó mientras me besaba el cuello.
− Hacen falta mas que dos mocosos para cansarme, dije altanera.
− Eso quería escuchar dijo Julián, y tomándome de las caderas me puso en cuatro patas y colocándose detrás mio me volvió a penetrar con todas las ganas.
− Ughh, dije al sentirme totalmente llena, y es que en esa posición toda su verga entraba y sus pelotas golpeaban contra mis muslos.
− Te voy a dar algo para que no grites, dijo Miguel y arrodillándose delante mío me ofreció su pija para chupar, cosa que hice sin quejarme. Apoyé mis manos en sus piernas y hundí mi cabeza en su entrepierna hasta tragarme su verga completa. Así, inclinada para sorber su lanza, mi culito quedaba elevado y la penetración de Julián era total. Su verga llegaba hasta lo más profundo de mi cuerpo.
− Esta putita es un espectáculo, comentaban los muchachos
− Desde que la vi supe que era una puta calentona. Te dije que si teníamos paciencia la ibamos a cepillar los dos, pero de a uno por vez, decía Miguel mientras sostenía mi nuca para que su pija entrara hasta el fondo en mi boca.
− Tenías razón, con los dos juntos se hubiera limitado a calentarnos y dejarnos para que nos hicieramos varias pajas. En cambio con uno solo se entregó sin problemas, y ahora está para cualquier cosa. Si fueŕamos diez sería lo mismo, dijo Julián mientras me bombeaba.
Julián, fue tranquilizándose y sus arremetidas se hicieron lentas y profundas, recorriendo con su verga toda mi vagina, la que parecía una funda hecha a la medida de su pedazo.
Con los ojos cerrados me concentraba en chupar esa hermosa pija que tenía en la boca y en sentir como mi conchita estaba llena a reventar. Sentía como el semen de las sesiones anteriores corría por mis muslos, y el placer me llevaba casi a la inconsciencia. Agotada, decidí apurar el final, y por entre mis piernas una de mis manos busco sus pelotas y comencé a jugar con ellas. Eran grandes y duras, impresionantes. Mi otra mano hacía lo mismo con las de Miguel.
− No aguanto mas, esta puta me sacó, dijo Julián y con tres o cuatro bombeos salvajes cayó sobre mi cuerpo mientras su pija explotaba liberando un semen caliente y pegajoso que me inundaba. Su presión sobre mi cuerpo, que estaba sin apoyo hizo que mi cabeza cayera sobre Miguel y su pija se hundiera hasta mi garganta, momento en que llegó al orgasmo, Por suerte, de su pija salieron apenas unas gotas. Su acabada fue más mental que física. Pobrecito, lo había dejado seco, de lo contrario el muy hijo de puta me hubiera ahogado con su leche.
Terminé de limpiar su pija, y Julián saliendo de mi cuerpo me ofreció la suya para que también la chupara cosa que hice con dedicación. Esta si era una verga importante. No menos de 18 cms. gruesa y con una cabeza protuberante que si no me hubiera agarrado cuando ya estaba dilatada me hubiera hecho gritar para comermela. Tuve que abrir bien mi boca para meterla y dejarsela lustrosa.
Los tres quedamos exhaustos. Me ayudaron a vestirme y me acompañaron adentro, para luego despedirse, no sin antes dejarme la dirección donde se estaban hospedando “ por si algún día me sentía sola” dijo Miguel con una sonrisa. Los besé en los labios y me fui.
En la puerta me esperaba mi hija.
− Mamá, ¿ donde te metiste que no te podía encontrar?
− Perdón hija, estuve en la pista tropical y como hacía calor me fui a caminar por la playa un rato. ¿ Te divertiste?
− Si, aunque los chicos eran todos muy jóvenes para mí y no me interesan. Prefiero muchachos más maduros.
− Si hija, tenés razón. Estos adolescentes no saben lo que quieren, contesté. Y pensé en mis dos amantes que, en cambio la tenían bien clara.
− Se te ve cansada, dijo mi hija preocupada
− No hay problemas, lo que pasa que ya no tengo edad para ciertas cosas, contesté ocultando una maliciosa sonrisa.

2 comentarios - Juventud, divino tesoro ( parte 1)

AlexHack
este añocumplo 24 y no me he podido culiar ni a una pendeja 😬
ximena69
muy lindos tus relatos te dejo 10 los vengo siguiendo desde la enboscada
tambien me gustaron estos videitos
http://www.poringa.net/posts/videos/1870505/orgasmos-forzados-howard-stern-lo-mejor.html