Ella había enviudado hacía un par de meses y como su situación económica no la ayudaba mucho, decidió mudarse lejos de su pueblo, a una casita abandonada en las montañas.
Tenía por aquel entonces unos 24 años muy bien llevados. Su larga cabellera color azabache le llegaba cerca de la cintura y le servía para enmarcar su bello rostro alargado y que remataba en una sensual barbilla. Dos ojasos grises enormes resaltaban por su belleza en esa soberbia faz. Una fina nariz aguileña y unos labios prominentes y rellenos completaban el retrato. Su esbelto cuello no hacia más que anticipar las bellezas que vendrían a continuación; dos prominentes senos resaltaban inmediatamente por encima de un prolongado escote. Su cintura era estrecha lo que permitía resaltar mejor la anchura de sus caderas, como así también las poderosas piernas en las que remataba aquel sensual cuerpo. Su trasero, perfecto, turgente y macizo, era el remate perfecto para su sensual espalda...Su piel, blanca a más no poder y sumamente tersa, invitaban a la caricia sin límites.
Lo cierto es que Ella, que así se llamaba, no sabía como resolver el tema de su nueva vivienda. No sólo estaba lejos de las comodidades de otros tiempos sino que tampoco sabía como enfrentarse a esta nueva situación. Con muy poca plata y sola, debería hacer frente a las reparaciones de su reciente hogar.
Uno de esos días, cuando ya no sabía que hacer, escucha unos golpes en la puerta. Se sorprende, ¿quien podría ser? ¿Amigos?, ¿Parientes tal vez? la insistencia de los golpes la traen a la realidad y decide abrir, sin mas vueltas.
¡Qué gusto! eran tres ex-compañeros de su marido. Habían seguido su dirección y, finalmente, habían dado con ella. La mujer los hizo pasar, les convidó con lo que tenía. Luego recordaron viejos tiempos y, finalmente, se preocuparon por la situación de la joven viuda. Ella les contó su problema sin rodeos, eran los únicos que podían entenderla. Casi no pudo creer cuando los tres varones se ofrecieron gratuitamente a ayudarla con el arreglo. "Por los viejos tiempos", le dijeron. A pesar de sus protestas se mantuvieron firmes y, cuando volvieron al día siguiente, se pusieron manos a la obra. Demás está decir que ella se desvivía por atenderlos. No sólo eran sus salvadores, prácticamente eran las únicas personas que veía.
Los días pasaban, siempre iguales, pero no en la mente de la joven. Tal vez fuera el ver esos hombres forzudos y sudorosos, tal vez fueraverlos traspirados, tal vez fuera su obligada abstinencia sexual... lo que fuera. Lo cierto es que el deseo crecía con una fuerza incontrolable en su interior. Pero parecía aumentar más al caer la noche, cuando sus tres amigos ya no estaban y ella se quedaba sola.
Aguardaba con impaciencia la llegada del nuevo día y contaba los minutos aguardando que ellos llegaran. Recurrió al autoerotismo para ver si podía mitigar en algo su ardor... pero no fue así. Podía pasarse la noche entera masturbándose; pero su deseo no disminuía, al contrario, tomaba nueva fuerza.
Al final, luego de una de esas afiebradas noches, se decidió. Era joven, tenía un muy buen cuerpo...y era libre. ¡Qué impedía recibir un poco de placer? ¿Porqué, de paso, no ser agradecida con sus tres amigos qué tanto le habían dado y nada habían pedido a cambio?
Se decidió. Su cuerpo y su mente le pedía sexo a gritos. Sus bellas piernas temblaban de la ansiedad. No perdió más tiempo: voló más que corrió al baño. Se ducho rápidamente. Casi no sintió el contacto del agua sobre su desnudo y caliente cuerpo. Se envolvió en el toallón y corrió hacia el dormitorio. Rápidamente se secó y buscó ansiosamente una prenda íntima. Encontró una diminutas tanga y un corpiño de encaje negro, que, al ponérselas, le daban un aire salvajemente sexual. Sabía lo que quería y esa ropa iba a ayudarla a conseguirlo.
Los tres llegaron a la hora de siempre: el chirrido de los neumáticos de un viejo Peugeot delataba su llegada. Llamaron a la puerta y al no recibir respuesta, decidieron entrar, temiendo le hubiera pasado algo a su amiga. Recorrieron uno por uno los cuartos de la casa hasta que, de repente ella se les apareció, saliendo de su dormitorio.
Quedaron boquiabiertos al contemplar ese soberbio cuerpo. Sus cabellos negros enmarcando su bello rostro, sus ojos grises que los miraban con ardor, sus rojos y sensuales labios. La escueta ropa que no hacía más que revelar la belleza de su cuerpo. El embriagador perfume que enloquecía sus sentidos. Todo contribuía a hacer único ese momento.
Ella sabía que tendría que tomar la iniciativa. Así, sonriendo se acercó a ellos, y los invitó a entrar a su dormitorio. Ellos la siguieron como autómatas. No podían creer lo que estaba pasando. Pero al ver el juvenil contoneo de las nalgas de la chica que iba delante de ellos, se dieron cuenta que no estaban soñando. Se miraban entre sí, ellos también habían empezado a desearla. Subrepticiamente la habían observado al marcharse ella, habían vislumbrado sus firmes formas de mujer por entre sus ajustados vaqueros, que les permitían inferir que su dueña era poseedora de un soberbio trasero. O sus blancos y enormes pechos que se podían atisbar por sus escotes cada vez que ella se inclinaba para ofrecerles algo de tomar. O sus blancas y bien torneadas piernas que ella exhibía orgullosa cuando usasba esas encantadoras bermudas... Pero esto era distinto.
Los invitó a sentarse en su cama. La luz era tenue, pero permitía ver bien el colosal cuerpo de la chica. Esta comenzó a contonearse lentamente delante de sus hombres. A pocos centímetros de sus caras les colocó sus enormes senos que se zarandeaban de un lado a otro, desafiando la ley de gravedad. Luego se dio vuelta...y lo que puso delante de sus espectadores ahora, fue su soberbia cola. Ella se divertía pensando en las caras que ellos pondrían...y tenía razón. El hilo dental de la tanga se perdía en las profundidades carnosas de sus nalgas. Era como si no tuviese puesto prácticamente nada. Los hombres empezaron a sentir cada vez más calor.
El voluptuoso culo estaba tan cerca de sus caras que podían oler su acre aroma... el aroma del perfume impregnado por la transpiración. Si, ellos no eran los únicos que estaban calientes en ese recinto. Se sentían tentados a arrojarse encima de ese trasero. Les costaba un esfuerzo sobrehumano controlarse. Sus mentes desvariaban imaginando todo lo que podrían hacerle a esa preciosa cola que se mecía tan sensualmente delante de sus narices.
Aquel era un baile caliente, excitante..., y los bultos en los pantalones de los hombres demostraban que estaba dando resultado. Pero ellos no eran los únicos calientes en esa habitación. La joven no daba más. Hacía rato que había comenzado a mojarse toda. Podía sentir como sus jugos se deslizaban a lo largo de su entrepierna para perderse más abajo.
No daba más, así que antes de perder del todo la conciencia, atinó a terminar con su sexy número. Con la destreza de una profesional se sacó su corpiño, revelando sus blancos y perfectos pechos que remataban en dos erectos pezones rojos. Sus amigos estaban a punto de enloquecer: aquello era el comienzo del delirio total. Pero no terminó todo allí.
Con igual presteza, Ella se dio vuelta, dándoles la espalda, y delicadamente, se bajó la brevísima,escasa, tanga. Al inclinarse, ella les mostró todo: la redondez perfecta de sus nalgas, el lugar exacto de su ano, el comienzo de sus labios.... Se quedaron sin palabras. Ellos también habían comenzado a desearla durante todo ese tiempo. Era imposible no fijarse en semejante mujer. Pero el recuerdo del amigo extinto, la indefensión de la joven viuda...ellos no se hubieran animado nunca.
Ya desnuda, ella deslizó su magnífico cuerpo por entre sus azorados amigos y se recostó sobre la amplia cama matrimonial. Ellos se dieron vuelta y vieron como ella se abría completamente de piernas. Con sus largos dedos se abrió los rosado labios externos y, cual una rosa, se exhibió toda. El botón de su clítoris parecía a punto de estallar. Mientras que el interior de aquella profunda vagina estaba totalmente mojada.
Ella gimió, y los miró con ojos velados por el deseo. El ardor enrojecía la piel de su bello rostro y sus pezones se erguían imponentes.
Ellos no pudieron contenerse ya más. Uno se arrojó sobre la boca de la mujer, otro sobre sus pechos y un tercero, sobre su vagina. ¡Por fin!, gimió la bella para sus adentros. ¡Por fin! ¡tres hombres para ella sola!
¡Por fin tendría placer tanto tiempo negado!
Los elásticos de la cama crujieron por el peso de tantos cuerpos. Pero ninguno de sus ocupantes lo notó-
Los hombres se turnaban para amarla: el que la había estado besando, ahora lamía sus pechos, El que había comido sus senos, ahora le partía la boca de un apasionado beso. las lenguas de sus tres hombres la estaban volviendo loca de placer: lenguas que se metían en su boca, que se entrelazaban con la suya. Lenguas que jugaban con sus erectos pezones. Lenguas que se metían en lo profundo de su vagina o acariciaban su duro clítoris. Lenguas que se metían en sus orificios más íntimos y le arrancaban placer y más placer.
De la garganta de sus amantes brotaron cientos de expresiones amorosas. Eran muestras viriles, varoniles, del enorme deseo que sentían por ella. Trataban de controlar su vocabulario, temiendo ofenderla, pero la verdad es que estaban descontrolados por la pasión que esa mujer les inspiraba. La mayoría eran palabrotas de grueso calibre, palabrotas que habrían hecho sonrojar a una prostituta, pero a nuestra heroína no hicieron otra cosa que encenderla todavía más
Ella estaba tan caliente, como mojada, así que no se molestó para nada cuando el primero de sus amigos la penetró. Ell había logrado ponerse en cuatro patas y comenzar a jugar con los erectos miembros de sus amantes, cuando uno de ellos que estaba justo detrás de la sensual hembra, no pudo más al ver ese glorioso cuerpo desde esa posición. Así que sin más ceremonias la penetró. Ella gimió, pero de gusto. ¡su primera pija en tanto tiempo!
Se dejó hacer, mientras se entretenía succionando los penes que tenía delante.
El otro estaba como poseído: la cogía con feroces embestidas, como si fuera el fin del mundo. Las hermosas tetas de la mujer se balanceaban sensualmente de un lado para otro, con un ritmo hipnótico. En cuestión de minutos, poderosos corros de semen fueron lanzados en las entrañas de la chica. Ella se relamió de gusto. Además, si uno terminaba, otro tomaría su lugar entretanto..., había hombre para rato.
Con el miembro todavía palpitante, el que había terminado se retiró para dejarle lugar a otro de sus amigos. Ahora ella se acostó cara arriba, es que quería ver el rostro de su nuevo amante cuando la tomara... ya había olvidado lo que era mirar a los ojos a un hombre durante la cópula. Así que el nuevo la tomó en esa posición, otro seguía dándole su verga para que ella se lo fumara, mientras que un tercero prácticamente se arrojaba sobre sus enormes pechos para devorarlos. La bella gimió cuando sintió que el nuevo y duro pene se hundía hasta el fondo de su útero. Cuando se recuperó, entrelazó la lengua con la de su formidable amante. ¡Aquello era la gloria!
Poderosos y ardientes chorros de semen volvieron a inundar su interior. Ella estaba extasiada, ¡quería más! Y, por suerte, todavía faltaba uno más. Este decidió probar algo nuevo y ella se lo permitió. Lengua, saliva y dedos lubricaron el diminuto orificio anal preparándolo para una larga y placentera penetración. Mientras nuestro héroe se dedicaba a tan grata tarea, no podía dejar de pensar en todo lo que se había imaginado pensando en esa soberbia cola. Durante semanas, y siempre en la soledad de su mente, había fantaseado con esa cola. Había soñado con ella desde prácticamente la primera vez que se vieron. Y ahora estaba allí delante suyo: redonda, hermosa, preparada para que él la poseyera.
Ella no era ajena a lo que su culo generaba en los hombres: varias veces había notado las furtivas miradas que le dirigían. Parecía flechas ardientes que se clavaban en esa parte de su anatomía. Sonrió lascivamente y levantó un poco más su cola, arqueando para ello su bella espalda. Al ver su amante aquel traste tan parado y de carnes firmes, terminó por perder el escaso control que le quedaba.
En cuestión de instantes, un grueso y largo miembro viril pugnaba por entrar en el reducido orificio. La gorda cabeza del pene fue lo primero que desapareció a la vista, para luego entrar en esas ardientes profundidades. La mujer se agitó al sentir como, y de a poco, el interior de su cólon era invadido por semejante pedazo de carne. La hembra arqueó su espalda al sentir la penetración anal. Algunas lágrimas brotaron inconscientemente de sus bellos ojos. Pero ella lo quería probar todo esa noche, así que dirigió sus dedos a su clítoris y comenzó a masturbarse con energía. Un nuevo orgasmo no tardó en invadirla, y poco después, su amante también se uniría en el placer.
A todo esto, sus otros amantes ya se habían recuperado: las poderosas erecciones de sus miembros así lo demostraban. Ella todavía quería más: así que no tardó mucho en subirse a la primera pija que encontró a mano. Se lo montó ferozmente, sin ceremonias, el tipo dio un respingo. Ella sonrió con lascivia, dejando caer saliva por la comisura de sus labios. Era un volcán desbordado, un río salido de su cauce, que ya no puede ser controlado. Se movía como poseída: el pene entraba y salía ferozmente de aquella húmeda vagina. Los huevos golpeteaban rítmica y fuertemente ambos lados de la vagina. El otro contemplaba la lujuriosa escena desde un ángulo privilegiado: las perfectas carnes de las nalgas femeninas se movían acompasadamente con cada embestida masculina. Y así, cada vez que el pene se introducía dentro de la fémina, esta levantaba más y más su bello culo, mostrándolo todo.
La mujer sonrió con lujuria y miró por sobre su hombro; sabía que su nuevo espectador babeaba contemplando como fornicaba. Con un hilo de voz le invitó a unírseles a la fiesta. Literalmente se arrojó sobre la chica. Sin ceremonias, el tipo enterró su dura verga en el apetecible culo de la chica. Durante largo rato sólo se escuchaba el sonido de las vergas entrando y saliendo de las sensuales carnes de la mujer. aquellos poderosos miembros tapaban totalmente aquellos sendos agujeros femeninos, enloqueciendo más de placer a su dueña.
El tercero que quedaba no daba crédito a lo que estaba pasando: ¡aquelllo era una descontrolada fiesta de sexo y lujuria! Enseguida y aunque recién había terminado, comenzó a sentir una poderosa erección. La joven lo notó y, pese al estado en que se encontraba, no quería perderse aquella terrible erección así que le pidió se acercara también. Y así, con un pene tapando cada uno de sus tres agujeros principales, la hembra se lanzó a la búsqueda de un nuevo y explosivo orgasmo.
Mientras los testículos varoniles castigaban duramente las carnes de la chica, una mano temblorosa, se dirigió hacia la mesita de noche y, a tientas y a los manotazos, dio vuelta el retrato del extinto marido. Es que a partir de aquel encuentro sexual, los cuatro jamás se separarían, y demás está decir que Ella nunca mas volvió a sentirse sola ni desamparada...
Espero les haya gustado mi primer post y relato en Poringa! Espero sus comentarios
29 comentarios - una viuda, sus tres amigos y una salvaje noche de pasión
estas ahi de ser new
y como te lei que dijiste que los relatos no eran
tomados como una parte importante de la pagina
te dejo este voto de confianza y recomiendo a ver
que pasa.. Suerte!! y muy buen post 😉
Gracias por compartir.