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Mis vacaciones con Viviana 3ra parte

Mis vacaciones con Viviana 3ra parte


El día amaneció nublado y pesado, mucho calor una pesadez molesta inundaba el aire. De todos modos pude observar como todas las mañanas el culo destapado de Viviana. No se había cambiado la ropa, la noche anterior no se había bañado.
Estuve diez minutos hipnotizado mirando esa obra de arte de la naturaleza, tan cerca y cada vez mas cercana a la vez. Ella movió una pierna, sabía que la estaba observando, solo quería mostrar el objeto tan deseado por mí para que no me olvide, como si en algún momento pudiera hacerlo.
Nos levantamos, desayunamos y saludamos a los tíos. Al parecer había caído un diluvio, tuvimos que dar varios saltos para llegar a la casa esquivando charcos. El campo parecía una laguna.
Cada movimiento que Viviana hacía durante el desayuno era atentamente captado por mi cerebro como un impulso erótico imposible de pasar por alto. El movimiento de su boca al morder el pan, el dulce de leche que quedaba fuera de su boca. Parecía que todo remitía al día anterior. A su boca rebalsando de mi semen.
Ese día no se podía trabajar, charlamos con mis tíos sobre cosas del pasado, almorzamos y nos dijeron que hagamos lo que quisiéramos ya que con la lluvia que había empezado a caer nuevamente no se podía hacer otra cosa.
Pueden dormir siesta si quieren dijeron. Momento en que Viviana me miró y se asomaron las paletas amagando una sonrisa. Sabía que detrás de esas actuaban como puertas escondiendo gemidos que esperaban ser liberados a fuerza de recorrer y entrar en ese cuerpo de mujer que deseaba ser explorado hasta lo más profundo.
Los tíos se acostaron a dormir la siesta mientras nosotros lavamos los platos, nos dieron esa tarea antes cambio de las manzanas que no recolectaríamos por la lluvia.
Terminamos y nos fuimos a la pieza. Viviana olvidó un mazo de naipes con el que pasaríamos la tarde jugando. No volvía más, el tiempo pasaba y no regresaba. Me levanté y fui a buscarla. Solo me quedaba revisar la habitación de mis tíos. Se oían voces. Me asomo y los veo haciendo un 69 frenético. Podía observar como la cabeza de la tía desaparecía entre las piernas del tío.
Solo oía gemidos, exclamaciones de placer y pedidos de no parar.
Ella decía:
-Vamos, que tu lengua entre lo más posible.
A lo que el tío respondía:
-Llename la boca con tu jugo, vamos, quiero saborearlo.
-Por el culo, pasame la lengua por mi culo-.
-Los huevos me están por reventar.
-Que ganas de apretártelos y exprimirlos todos.
-Seguí así, no pares por favor.
De repente se oyó un grito, era el dedo del tío introduciéndose en el ano que estaba devorando.
Su calentura ya excedía la habitación.
Asombrado me dí vuelta y veo a Viviana mirándome fijamente en silencio. Observé su cuerpo queriéndolo devorar en ese mismo instante. Ella me hizo señas con la cabeza de irnos.

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La seguí, casi corría y sino conocía el camino la hubiese perdido de vista. Entré a la pieza y recibí un empujón, caí en la cama y Viviana cual tigresa hambrienta se abalanzo sobre mi comiéndome la boca con todas sus ansías. Su mano bajo a mi short, masajeaba mi aparato por fuera, no tuvo que demorarse mucho para sentirlo duro. Mis manos apenas podían contenerla, ni siquiera había intentado manosearla dada mi sorpresa. Dejé de lado la sorpresa y ahí nomás abrí mis palmas de la mano y palpando simétricamente sus nalgas procedí a apretarlas y sentirlas tan reales y carnosas como lo había soñado la noche anterior. Su pantalón estaba húmedo, su entrepierna era una laguna. Por favor, era un sueño, ella abalanzada sobre mí, mojada, excitada y la lluvia que había vuelto a caer como intentando apagar tanto fuego. Su mano dentro de mi pantalón ya acariciaba mi glande resbaloso listo para la guerra del amor.
Mi mano apretujaba su entrepierna también, su pantalón y su culote ya eran una sola cosa, la vela de un velero naufragado en el río de su calentura.

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Ahí nomás con ella aún arriba mío le baje hasta donde pude su ropa y ahora era mi mano entrando en la cueva que se escondía detrás de su catarata de flujo. No podía creer que ella estaba acabando antes que yo. Mis dedos no paraban de entrar y salir de su vagina. Saqué un dedo y me lo metí en la boca, era pura miel, nada sabía mas sabroso. La dí vuelta boca arriba y empecé a devorarle la vulva, penetrando cada tanto con mi lengua. La metía hasta lo más que podía, Viviana no paraba de apretujar la sabana con sus manos. Miraba hacia arriba y solo podía ver su pelvis, su panza y sus senos que culminaban con dos perfectos pezones erectos. Sus piernas envolviéndome, pidiendo más y más.
Sentía que jamás iba a dejar de chuparle esa concha jugosa que era el mismísimo oasis en medio del Sahara. Viviana no paraba de pedirme que por favor se la chupe, que le meta la lengua hasta el fondo y que la haga acabar.
-Dale, chupame bien la concha, por favor, estoy re caliente.
Yo no podía responder nada, sentía que quería seguir bebiendo y que nada calmaría mi sed.
Hasta que una erupción de su flujo inundo mi cara y mi boca. Bebía con tanta ansiedad que casi me atraganté y tuve que toser.
Me quede contemplándola, viéndola retorcerse de placer.

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Sorbí sus últimos líquidos y me acosté al lado abrazándola. Nos fundimos en un beso mientras afuera la llovía había calmado su furia.

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