- Me había ido con toda la flía a PEste. Un depto en Bikini era más de lo que esperaba para ese verano. Los amigos de mis hijos omnipresentes durante todas las vacaciones, no hicieron más que inquietarme. Una, particularmente, predisponía a todos a su alrededor en un estado a mitad de camino entre excitación y vergüenza. Vergüenza propia de no poder disimular la excitación. Todos nos sentíamos cómplices, todos nos sabíamos excitados, pero nada podíamos hacer para evitarlo, ni siquiera para hacer como que nada pasaba.
- Y no se salvaba nadie, creo que hasta los más chiquitos, que jugaban con la arena, sentían algo, que ni ellos comprendían. Los teenagers, estaban al borde de lo humanamente soportable. Los que tenían dudas sobre su preferencia sexual, se encontraban en la urgencia de tomar una decisión.
- Yo hacia esfuerzos por quitar mí vista de su bikini, que mis hijos no me sorprendan, mirándole los pezones gigantes o el bello empujando la tanga hacia adelante. Que nadie adivinara que en realidad no observaba una arruga en la malla de mi hijo. Que en un rápido inventario, todas las vergas a mi alrededor estaban de pie. Esta chica no conocía de limites familiares, arrollaba con su atracción todo a su paso, y creo que de manera inconsciente, al menos eso parecía.
- En un intento por sacarme este estado del cuerpo, y con un resfrío acorralándome en medio de mis vacaciones, me tome mi medicina acostumbrada, aunque sabia los efectos colaterales, pensé que un estado de somnolencia ayudaría a distraerme del asunto.
- Me aleje del grupo de jóvenes que parecían festejar alrededor de mi nueva amiguita.
- Lejos y acostada boca abajo, encontré una buena oportunidad de broncear mi entrepierna, que después de la depilada inicial de todas la vacaciones, parecía mas pálida que de costumbre. Estaba cruzada de brazos, con mi cara sobre mi antebrazo, mi cola artificialmente colocada de manera de arrinconar el calor del sol. Mis remedios ya hacían efecto, los festejantes se oían a lo lejos y yo ya no sabía si estaba durmiendo.
- Solo escuchaba cada tanto el impacto del pie desnudo sobre una pelota de rugby. Retumbaba en mi cabeza, ya mareada por el calor. Mire, sin levantar mi cabeza de mi hombro y me sentí muy sola y aturdida. El calor de sol me entraba muy fuerte sobre mi tanga negra, que estaba muy caliente, y me di cuenta que era el calor con el que venia luchando últimamente. Mi culo estaba muy sensible, y apenas tocaba la tela negra, parecía hervir mi humedad. No tuve mucha suerte en sacar a mi amiguita de mis pensamientos, mi cola se bronceaba, pero en lugar de tranquilizarme en una siesta reparadora, me encontraba más alzada que nunca en esas vacaciones. Peor aun ahora, porque ese estado me dejaba indefensa ante mis instintos.
- Como un boxeador grogui, que espía entre sus ojos hinchados en medio del combate, reconozco que las patadas descalzas que jugaban rugby, eran de unos chicos que me resultaban familiares. O los vi en algún partido, o estuvieron en casa, o algo. Difícil adivinarlo en este estado, con mi cola caliente del sol, mojada por muchos motivos, mi pubis disfrutando una leve montañita de arena, que había fabricado para descansar mi posición de cola parada.
- Mi estado cercano al knock-out, la distancia, y la calentura, me convencieron que no debía tener ningún cuidado en mis pensamientos, ni en mis movimientos, aunque eran muy pocos los que estaba en condiciones de hacer.
- Mi mano ya había bajado hasta un pezón, y hacia rato que lo torturaba. Mi cola se movía al ritmo de una música que solo estaba en mi memoria. El sol se sentía tan fuerte que aunque nadie me empujaba de atrás, igualmente sentía el calor de alguien haciéndolo. Las gotas se escurrían rítmicamente por entre mis pliegues.
- Una pelota de rugby me sorprende a menos de un metro de mi cara, y sin dejarme tiempo a detener mis movimientos, se agachan a levantarla y pegarle con toda la fuerza en dirección al sol. En menos de lo que pensé, ya estaba sola nuevamente, pensando, - ¿Este pibe no pudo dejar de verme? de sentir lo que yo estaba haciendo. No me dio tiempo a nada, intente espiar entre mis brazos, pero mucho no veía, el sol me encandilaba, y no quería perder la impunidad que me daba mi aparente siesta.
- Al rato, yo no podía tener mis manos, y poco me importaba si lograba disimularlas debajo de la arena. Mi montañita debajo de mi pubis, estaba mas dura, porque se había mojado y endurecido, y entibiado, cada tanto la reforzaba un poco como una ingeniera celosa.
- Ni un segundo duraron en mi cabeza las reflexiones… -¿Y si ese pibe que me vio en este estado, me conocía? ¿Y si estuvo en casa? ¿Y si conozco a sus papás? Por alguna razón el calor evaporó esos pensamientos, por algo me importó muy poco, y mi calentura tomó el control de la situación.
- Ya sin sorpresa, la pelota cayó muy cerca, y rodando lentamente, hizo un recorrido pendular, hasta apoyar contra mi cadera. Esta vez, aunque estaba preparada, me temblaba todo el cuerpo, aunque no hubo asombro, estaba tiritando. Sabia que en cualquier momento llegaba un señor a reclamar la pelota, pero si estoy dormida, no se que hará. Probablemente la tome sin permiso.
- La apreté como pude contra la arena, para que le sea difícil.
-No sabia si era mi corazón empujando rítmicamente la arena, o los pasos se sentían por el suelo mismo. Mi vergüenza hacia rato que me había abandonado, La guinda contra mi cuerpo temblaba a mi ritmo, el visitante se agachó casi sin doblar las rodillas y con las dos manos paralelas intentó remover la pelota sin molestar.
Ya en la anterior oportunidad, había notado algo que parecía un estado de excitación, tal vez estaba en medio de un sueño húmedo, que de ninguna manera pensaba interrumpir, solo esa situación era mas que sexy.
El rugbier demoró lo más que pudo ese instante. - Yo sentía su respiración y la presencia inminente me impedía controlar mis movimientos, lo único que pude hacer, fue moderarlos, levemente. Creo que esa moderación solo logró excitar mas aun al muchacho.
Las ultimas salidas en la noche esteña, no habían dejado otra cosa que calentura en este pibe, y cualquier pavada era interpretada como una invitación. El mismo no creía lo que estaba viendo, un hermoso culo, húmedo se meneaba frente a el, parado, como invitándolo. En el primer acercamiento creyó que era él quien no podía lidiar con su calentura, que veía a todas la s mujeres acosándolo, pero esto era muy real, y esa mujer estaba alzada, aunque aparentemente lo estaba en su sueño.
Nada podía intentar, lo razonable era hacerse el pelotudo. Peor aun, le pareció conocerla, la había visto en algún partido o en la casa de alguien. Tomó fuerzas y llevado por el estado de obnubilación en que se encontraba, improviso una maniobra.
-Yo estaba lista sobre la arena para lo que sea. Estaba para todo, desde el más insignificante roce, hasta la penetración más grosera. En mi mente sucedió algo que ya me había pasado anteriormente, sentí como que estaba fuera de mi cuerpo, que podía observarme desde una distancia. Supongo que esos remedios eran mas fuertes que de costumbre.
- Lo veía al pibe, con sus manos extendidas, casi tocándome mis muslos, pude sentirlo acercándose, y hamaqué mis ancas sobre sus manos casi al mismo tiempo que exhale un suspiro pretendidamente dormida. Yo creo que ahí el hombre sospechó, pero a nadie le importaba ponerse a discutir si los gemidos provenían de un sueño o de un conciente.
El chico de edad y grande de cuerpo, vio la ventana de oportunidad y sin mas reflexión que la inmediatez, atrapo la pelota con una mano y la pierna con la otra, como quien quisiera levantar una gran pelota. Su mano derecha estaba en la mitad del muslo y la izquierda en la guinda, ambas apretaban con fuerza. Aun estaba a tiempo de excusarse en un malentendido, si alguien reaccionaba airadamente.
Pero en lugar de una protesta airada, vio como la tanga negra ya seca del sol, volvía a humedecerse generosamente mientras subía su mano en dirección a la entrepierna. Miro a sus compañeros desde esa posición inexplicable en que se encontraba, y los vio a lo lejos, charlando entre ellos, distraídos de lo que sucedía.
Esto lo animó a seguir su recorrido por la parte interna de la pierna, la cola mas húmeda y mas inquieta se erguía ofreciéndose generosa, sin abandonar la supuesta ensoñación.
- Yo sentí como mis contoneos habían desplazado mi tanga, y mis labios mojados hacía unos segundos estaban sintiendo el aire de mar. Yo con mis ojos apretados, esperando ansiosamente que esa mano firme siga subiendo y se deje tentar por mi ansiedad. Aunque no sabia exactamente quien era, ya tenía mis sospechas, y en ese segundo, no se porque creí tener la certeza de que se trataba de un compañero de mi hijo, que me miró con insistencia varias veces en mi casa.
Un último vistazo a sus compañeros rugbiers, a ver que hacían a la distancia; otra rápida mirada a los que supuestamente eran los acompañantes de la rubia, y todo indicaba que era el momento de avanzar o perder la oportunidad que siempre soñó y que obviamente nunca nadie tiene tanta suerte.
- La cola me había quedado en una posición claramente artificial, era obvio que nadie dormida deja sus cuartos traseros en esa contorsión, pero ya poco me importó y la deje así colocada, latiendo, con la tanga corrida, a la espera de la decisión de este chico que debería atreverse a disfrutar o exponerse al cachetazo y el escándalo si resultaba todo un mal entendido.
- El hecho que sea un seguro amigo de mi familia, o de mi hijo, mas que controlarme, me empujó mas aun a ofrecerme, esa mezcla de vértigo y culpa, y la posibilidad de responsabilizar a mi siesta de todo, me daba la suficiente impunidad para intentar cualquier aventura.
La mano callosa de tanto fierro en el gimnasio del club, seguía subiendo ahora muy rápido y se detuvo sobre un labio, y el movimiento de la cola, húmeda, hizo que sin quererlo, el dedo índice se instalara en donde ambos esperaban. Los siguientes movimientos incorporaban más falanges, dedos, nudillos, el pulgar ya estaba instalado como un pilote en lo profundo del cimiento.
Ya no podía doblar las rodillas, no podía ponerse más cómodo, quedo con los brazos estirados, y sus manos atrapadas en esa dulce posición, solo tenia para unos segundos mas, sus amigos inquietos gritaban sus apuros, y debajo de el, la rubia también lidiaba con sus urgencias. La exhalación femenina le dio la posibilidad de salir del apriete, y disimular la incomoda pero placentera situación.
-Deje pasar unos segundos, y exhausta de tanta intensidad en tan breves instantes, me animé a espiar en dirección al sol. Solo una figura masculina, una sombra alejándose, lentamente. Mis ojos recién abiertos y el sol encandilando, no me permitieron reconocerlo, ni si hubiera sido mi hijo, lo hubiera reconocido. Miro hacia mi familia, y nadie había notado nada, aparentemente. Resuelvo levantarme con cuidado y meterme al agua con mis nuevas amiguitas de verano.
La corriente del mar, nos fue llevando hacia los rugbiers, y casi podía verles las caras. Me doy vuelta y con las olas contra cola, trataba de adivinar quien era el bandido que se atrevió a tanto… Miraba a unos y a otros, todos podían ser y a la vez ninguno, ya que estaban muy concentrados. Intenté adivinar si alguno miraba, pero obviamente todos miraban con insistencia, tenia al lado mío entre otras a la magnética tetona.
Hoy en casa, preparando las valijas para volvernos, pasaron a saludar a las chicas, todo el grupo de rugbiers, estoy segura que es uno de ellos. Varios me miran con esos ojos que ya reconozco, no me sirven esas señales para identificar al atrevido. Me ayudan con las valijas, a cargarlas en el auto, yo los recorro con la mirada, las manos, los tobillos, mucho más no vi, es imposible con esos datos tratar de identificarlo.
El rugbier volvía intranquilo en el Buquebus, el pasaje mas barato a las tres de la mañana desde Colonia, muy cansado pero sin poder dormir se dedicó a recorrer los pocos flashes que acudían a su memoria. Ese momento estaba guardado como dos o tres imágenes del culo muy claras pero insuficientes para reconocer a su dueña. Imaginaba que podría ser la novia de un amigo, que el físico era similar, pero no la había visto en tanga negra, podía ser la hermana de … o hasta la mamá de.. pero finalmente el cansancio le ganó y se durmió en medio del río, sin poder saber quien era la dueña de esa tanga negra.
- Y no se salvaba nadie, creo que hasta los más chiquitos, que jugaban con la arena, sentían algo, que ni ellos comprendían. Los teenagers, estaban al borde de lo humanamente soportable. Los que tenían dudas sobre su preferencia sexual, se encontraban en la urgencia de tomar una decisión.
- Yo hacia esfuerzos por quitar mí vista de su bikini, que mis hijos no me sorprendan, mirándole los pezones gigantes o el bello empujando la tanga hacia adelante. Que nadie adivinara que en realidad no observaba una arruga en la malla de mi hijo. Que en un rápido inventario, todas las vergas a mi alrededor estaban de pie. Esta chica no conocía de limites familiares, arrollaba con su atracción todo a su paso, y creo que de manera inconsciente, al menos eso parecía.
- En un intento por sacarme este estado del cuerpo, y con un resfrío acorralándome en medio de mis vacaciones, me tome mi medicina acostumbrada, aunque sabia los efectos colaterales, pensé que un estado de somnolencia ayudaría a distraerme del asunto.
- Me aleje del grupo de jóvenes que parecían festejar alrededor de mi nueva amiguita.
- Lejos y acostada boca abajo, encontré una buena oportunidad de broncear mi entrepierna, que después de la depilada inicial de todas la vacaciones, parecía mas pálida que de costumbre. Estaba cruzada de brazos, con mi cara sobre mi antebrazo, mi cola artificialmente colocada de manera de arrinconar el calor del sol. Mis remedios ya hacían efecto, los festejantes se oían a lo lejos y yo ya no sabía si estaba durmiendo.
- Solo escuchaba cada tanto el impacto del pie desnudo sobre una pelota de rugby. Retumbaba en mi cabeza, ya mareada por el calor. Mire, sin levantar mi cabeza de mi hombro y me sentí muy sola y aturdida. El calor de sol me entraba muy fuerte sobre mi tanga negra, que estaba muy caliente, y me di cuenta que era el calor con el que venia luchando últimamente. Mi culo estaba muy sensible, y apenas tocaba la tela negra, parecía hervir mi humedad. No tuve mucha suerte en sacar a mi amiguita de mis pensamientos, mi cola se bronceaba, pero en lugar de tranquilizarme en una siesta reparadora, me encontraba más alzada que nunca en esas vacaciones. Peor aun ahora, porque ese estado me dejaba indefensa ante mis instintos.
- Como un boxeador grogui, que espía entre sus ojos hinchados en medio del combate, reconozco que las patadas descalzas que jugaban rugby, eran de unos chicos que me resultaban familiares. O los vi en algún partido, o estuvieron en casa, o algo. Difícil adivinarlo en este estado, con mi cola caliente del sol, mojada por muchos motivos, mi pubis disfrutando una leve montañita de arena, que había fabricado para descansar mi posición de cola parada.
- Mi estado cercano al knock-out, la distancia, y la calentura, me convencieron que no debía tener ningún cuidado en mis pensamientos, ni en mis movimientos, aunque eran muy pocos los que estaba en condiciones de hacer.
- Mi mano ya había bajado hasta un pezón, y hacia rato que lo torturaba. Mi cola se movía al ritmo de una música que solo estaba en mi memoria. El sol se sentía tan fuerte que aunque nadie me empujaba de atrás, igualmente sentía el calor de alguien haciéndolo. Las gotas se escurrían rítmicamente por entre mis pliegues.
- Una pelota de rugby me sorprende a menos de un metro de mi cara, y sin dejarme tiempo a detener mis movimientos, se agachan a levantarla y pegarle con toda la fuerza en dirección al sol. En menos de lo que pensé, ya estaba sola nuevamente, pensando, - ¿Este pibe no pudo dejar de verme? de sentir lo que yo estaba haciendo. No me dio tiempo a nada, intente espiar entre mis brazos, pero mucho no veía, el sol me encandilaba, y no quería perder la impunidad que me daba mi aparente siesta.
- Al rato, yo no podía tener mis manos, y poco me importaba si lograba disimularlas debajo de la arena. Mi montañita debajo de mi pubis, estaba mas dura, porque se había mojado y endurecido, y entibiado, cada tanto la reforzaba un poco como una ingeniera celosa.
- Ni un segundo duraron en mi cabeza las reflexiones… -¿Y si ese pibe que me vio en este estado, me conocía? ¿Y si estuvo en casa? ¿Y si conozco a sus papás? Por alguna razón el calor evaporó esos pensamientos, por algo me importó muy poco, y mi calentura tomó el control de la situación.
- Ya sin sorpresa, la pelota cayó muy cerca, y rodando lentamente, hizo un recorrido pendular, hasta apoyar contra mi cadera. Esta vez, aunque estaba preparada, me temblaba todo el cuerpo, aunque no hubo asombro, estaba tiritando. Sabia que en cualquier momento llegaba un señor a reclamar la pelota, pero si estoy dormida, no se que hará. Probablemente la tome sin permiso.
- La apreté como pude contra la arena, para que le sea difícil.
-No sabia si era mi corazón empujando rítmicamente la arena, o los pasos se sentían por el suelo mismo. Mi vergüenza hacia rato que me había abandonado, La guinda contra mi cuerpo temblaba a mi ritmo, el visitante se agachó casi sin doblar las rodillas y con las dos manos paralelas intentó remover la pelota sin molestar.
Ya en la anterior oportunidad, había notado algo que parecía un estado de excitación, tal vez estaba en medio de un sueño húmedo, que de ninguna manera pensaba interrumpir, solo esa situación era mas que sexy.
El rugbier demoró lo más que pudo ese instante. - Yo sentía su respiración y la presencia inminente me impedía controlar mis movimientos, lo único que pude hacer, fue moderarlos, levemente. Creo que esa moderación solo logró excitar mas aun al muchacho.
Las ultimas salidas en la noche esteña, no habían dejado otra cosa que calentura en este pibe, y cualquier pavada era interpretada como una invitación. El mismo no creía lo que estaba viendo, un hermoso culo, húmedo se meneaba frente a el, parado, como invitándolo. En el primer acercamiento creyó que era él quien no podía lidiar con su calentura, que veía a todas la s mujeres acosándolo, pero esto era muy real, y esa mujer estaba alzada, aunque aparentemente lo estaba en su sueño.
Nada podía intentar, lo razonable era hacerse el pelotudo. Peor aun, le pareció conocerla, la había visto en algún partido o en la casa de alguien. Tomó fuerzas y llevado por el estado de obnubilación en que se encontraba, improviso una maniobra.
-Yo estaba lista sobre la arena para lo que sea. Estaba para todo, desde el más insignificante roce, hasta la penetración más grosera. En mi mente sucedió algo que ya me había pasado anteriormente, sentí como que estaba fuera de mi cuerpo, que podía observarme desde una distancia. Supongo que esos remedios eran mas fuertes que de costumbre.
- Lo veía al pibe, con sus manos extendidas, casi tocándome mis muslos, pude sentirlo acercándose, y hamaqué mis ancas sobre sus manos casi al mismo tiempo que exhale un suspiro pretendidamente dormida. Yo creo que ahí el hombre sospechó, pero a nadie le importaba ponerse a discutir si los gemidos provenían de un sueño o de un conciente.
El chico de edad y grande de cuerpo, vio la ventana de oportunidad y sin mas reflexión que la inmediatez, atrapo la pelota con una mano y la pierna con la otra, como quien quisiera levantar una gran pelota. Su mano derecha estaba en la mitad del muslo y la izquierda en la guinda, ambas apretaban con fuerza. Aun estaba a tiempo de excusarse en un malentendido, si alguien reaccionaba airadamente.
Pero en lugar de una protesta airada, vio como la tanga negra ya seca del sol, volvía a humedecerse generosamente mientras subía su mano en dirección a la entrepierna. Miro a sus compañeros desde esa posición inexplicable en que se encontraba, y los vio a lo lejos, charlando entre ellos, distraídos de lo que sucedía.
Esto lo animó a seguir su recorrido por la parte interna de la pierna, la cola mas húmeda y mas inquieta se erguía ofreciéndose generosa, sin abandonar la supuesta ensoñación.
- Yo sentí como mis contoneos habían desplazado mi tanga, y mis labios mojados hacía unos segundos estaban sintiendo el aire de mar. Yo con mis ojos apretados, esperando ansiosamente que esa mano firme siga subiendo y se deje tentar por mi ansiedad. Aunque no sabia exactamente quien era, ya tenía mis sospechas, y en ese segundo, no se porque creí tener la certeza de que se trataba de un compañero de mi hijo, que me miró con insistencia varias veces en mi casa.
Un último vistazo a sus compañeros rugbiers, a ver que hacían a la distancia; otra rápida mirada a los que supuestamente eran los acompañantes de la rubia, y todo indicaba que era el momento de avanzar o perder la oportunidad que siempre soñó y que obviamente nunca nadie tiene tanta suerte.
- La cola me había quedado en una posición claramente artificial, era obvio que nadie dormida deja sus cuartos traseros en esa contorsión, pero ya poco me importó y la deje así colocada, latiendo, con la tanga corrida, a la espera de la decisión de este chico que debería atreverse a disfrutar o exponerse al cachetazo y el escándalo si resultaba todo un mal entendido.
- El hecho que sea un seguro amigo de mi familia, o de mi hijo, mas que controlarme, me empujó mas aun a ofrecerme, esa mezcla de vértigo y culpa, y la posibilidad de responsabilizar a mi siesta de todo, me daba la suficiente impunidad para intentar cualquier aventura.
La mano callosa de tanto fierro en el gimnasio del club, seguía subiendo ahora muy rápido y se detuvo sobre un labio, y el movimiento de la cola, húmeda, hizo que sin quererlo, el dedo índice se instalara en donde ambos esperaban. Los siguientes movimientos incorporaban más falanges, dedos, nudillos, el pulgar ya estaba instalado como un pilote en lo profundo del cimiento.
Ya no podía doblar las rodillas, no podía ponerse más cómodo, quedo con los brazos estirados, y sus manos atrapadas en esa dulce posición, solo tenia para unos segundos mas, sus amigos inquietos gritaban sus apuros, y debajo de el, la rubia también lidiaba con sus urgencias. La exhalación femenina le dio la posibilidad de salir del apriete, y disimular la incomoda pero placentera situación.
-Deje pasar unos segundos, y exhausta de tanta intensidad en tan breves instantes, me animé a espiar en dirección al sol. Solo una figura masculina, una sombra alejándose, lentamente. Mis ojos recién abiertos y el sol encandilando, no me permitieron reconocerlo, ni si hubiera sido mi hijo, lo hubiera reconocido. Miro hacia mi familia, y nadie había notado nada, aparentemente. Resuelvo levantarme con cuidado y meterme al agua con mis nuevas amiguitas de verano.
La corriente del mar, nos fue llevando hacia los rugbiers, y casi podía verles las caras. Me doy vuelta y con las olas contra cola, trataba de adivinar quien era el bandido que se atrevió a tanto… Miraba a unos y a otros, todos podían ser y a la vez ninguno, ya que estaban muy concentrados. Intenté adivinar si alguno miraba, pero obviamente todos miraban con insistencia, tenia al lado mío entre otras a la magnética tetona.
Hoy en casa, preparando las valijas para volvernos, pasaron a saludar a las chicas, todo el grupo de rugbiers, estoy segura que es uno de ellos. Varios me miran con esos ojos que ya reconozco, no me sirven esas señales para identificar al atrevido. Me ayudan con las valijas, a cargarlas en el auto, yo los recorro con la mirada, las manos, los tobillos, mucho más no vi, es imposible con esos datos tratar de identificarlo.
El rugbier volvía intranquilo en el Buquebus, el pasaje mas barato a las tres de la mañana desde Colonia, muy cansado pero sin poder dormir se dedicó a recorrer los pocos flashes que acudían a su memoria. Ese momento estaba guardado como dos o tres imágenes del culo muy claras pero insuficientes para reconocer a su dueña. Imaginaba que podría ser la novia de un amigo, que el físico era similar, pero no la había visto en tanga negra, podía ser la hermana de … o hasta la mamá de.. pero finalmente el cansancio le ganó y se durmió en medio del río, sin poder saber quien era la dueña de esa tanga negra.
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