Dió la casualidad que ese casamiento era el mismo día que mi cumpleaños. La novedad era la kombi que nos pasaría a buscar. Otro invitado que vivía por mi barrio, me avivó que quedaban dos lugares en un transporte, y nos pareció divertido salvarnos de manejar y poder dormir al regreso. Un llamado a un celular y quedó la camioneta completa.
Algo hace que el día de mi cumple, este un poco alzadita, es una mezcla de excitación propia del día, las atenciones extraordinarias que recibo, sumadas al estado natural de mis deseos últimamente. Nos preparamos las dos desde temprano, planeamos los vestidos, la desplumada, que aunque sea mala suerte, siempre esta preparada para la gran ocasión. Nos bañamos y entre las dos nos encremamos, las pantorrillas pasaron bien, los pies también, la espalda y las piernas ya me condicionaron el resto de la jornada. No tanto cuando recibí la crema, más aun fue cuando me tocó el turno de encremarla a ella. Recorrerla fue sentirme plena, como si fuéramos las dos a un cumple de quince.
Mi vestido hacia rebalzar mis lolas de su escote, parecían re grandes y se las veía contentas en el espejo. A ella, con la belleza de la juventud, todo le caía bien, el vestidito le hacia el culo mas redondo y las piernas mas largas.
Le recomendé que intente ponerse la tanga bien en el culo, la ayudé a calzarla. Después de un forcejeo, nos dimos cuenta que se arrugaba, que debería ser una mas chica, para que el vestido no la delate. Intenté apretar la arruga en la pelvis, pero no hizo más que encendernos, la arruga seguía y nosotras nos poníamos loquitas.
Baje corriendo las escaleras para distraerme, pero fui directo al gin, no fue una buena idea. El gin no tiene una efecto precisamente calmante en mi. Ella también se tentó, nos tomamos dos cada una.
Así ya tomaditas, nos terminamos de acomodar y sonó el celular. Estaban en la esquina, algo perdidos. Caminamos como pudimos con nuestros tacos hasta la puerta corrediza que se abrió sin preguntas. Los hombres tenían el pelo mojado aun, la mezcla de perfumes era rara, las mujeres nos mirábamos curiosas unas a otras. Nos saludaron con un seco hola pero simpático. Solo conocíamos al que nos paso el dato.
Nos dirigimos al asiento de atrás, le refregamos la humanidad al pibe que estaba justo delante de la puerta. No terminamos de sentarnos y nos preguntaron por nuestro aliento a gin, a lo que respondimos con una carcajada explosiva. Todos se tentaron, parece que no éramos las únicas que habíamos tomado algo.
En el último asiento había una mujer en la ventana a mi lado y del otro un hombre la apretaba a mi acompañante. Las dos no podíamos parar de reírnos y mirarnos nuestro look. Nos desconocíamos así producidas. La apreté de nervios en su pierna y ella me apretó a mí. La pareja que nos acompañaba en ese último asiento, nos vio como nos tocamos y nos miraban nerviosos.
La de mi lado, era morocha, y se había planchado con mucho cuidado, no quería arruinarse el peinado, pero el traqueteo, la adormeció. Al rato de tomar la panamericana, me doy cuenta que estábamos casi acurrucadas, note que la pierna de ella que tenia medias iguales a las mías, me tocaba sin tener necesidad. La miro a mi bebe a mi lado, y le hago una seña con los ojos. Ella se ríe y levanta los hombros en señal de que importa. Cuando vuelvo a mirar, la mano de ella estaba sobre mi pierna, a lo que conteste haciendo lo mismo con sobre la de ella. Ya estaba bien oscuro, fuera de las luces de la autopista. Ahora era la ruta franca.
Mi bebe me dijo algo en el oído, que no entendí, calculo del mini pedo que tenia. Pero creo que el señor que tenia a su lado, se había dormido y ella se recostó en su hombro. Nadie se quejó. La morocha se entusiasmo con mi pierna y venia subiendo por el muslo en mi dirección. Yo tenía la gran ayuda del gin, lo que me permitió contestarle con idéntico movimiento. El juego parecía imitarnos, lo que me hacia, se lo hacia. Y eso nos daba confianza mutua. Hasta que me di cuenta que ella no tenia tanga y yo si. Ella me dijo al oído algo. Estaba medio sorda o que, pero nada entendía esa noche. Ella tenía la cola súper peladita, y el culo estaba muy a mi mano, que bueno que no tenga tanga, pensé.
Entonces le indique que me la saque, y la tironeó entre la oscuridad y se la guardo ella de recuerdo. Costo pasar los tacos, el resto fue fácil.
Pensé que mi bebe dormía, pero me preguntó inclinando la cabeza, que eran esos ruidos, y como no podía contarle, porque todos escucharían, se me ocurrió mostrarle. Le agarre la mano y se la lleve hasta las piernas de la morocha. Ella sola subió hasta la descubrir toda la desnudez. Tuve que taparle la sorpresa con la mano en la boca.
Lo que mi bebe me había dicho antes y que no le entendí, era que ella tenia la entrepierna del pibe en sus manos y que ahora el palo era mas que obvio, pero el pibe seguía pretendiendo estar dormido.
Le pregunté si se animaba a sacársela afuera de la bragueta. No termine de cuchichearla que le hurgaba con la lengua en la bragueta y verla ahí a ella muy caliente me puso peor a mi. La morocha miraba lo que podía, y no tuvo mejor idea que pasar la mano delante mío
Y tocarle el culo mientras ella chupaba.
La kombi se detuvo frente a una tranquera, los últimos metros de tierra desprolija nos avisaron que llegamos y nos acomodamos como pudimos para salir incómodos por la puerta corrediza.
………………………..
Algo hace que el día de mi cumple, este un poco alzadita, es una mezcla de excitación propia del día, las atenciones extraordinarias que recibo, sumadas al estado natural de mis deseos últimamente. Nos preparamos las dos desde temprano, planeamos los vestidos, la desplumada, que aunque sea mala suerte, siempre esta preparada para la gran ocasión. Nos bañamos y entre las dos nos encremamos, las pantorrillas pasaron bien, los pies también, la espalda y las piernas ya me condicionaron el resto de la jornada. No tanto cuando recibí la crema, más aun fue cuando me tocó el turno de encremarla a ella. Recorrerla fue sentirme plena, como si fuéramos las dos a un cumple de quince.
Mi vestido hacia rebalzar mis lolas de su escote, parecían re grandes y se las veía contentas en el espejo. A ella, con la belleza de la juventud, todo le caía bien, el vestidito le hacia el culo mas redondo y las piernas mas largas.
Le recomendé que intente ponerse la tanga bien en el culo, la ayudé a calzarla. Después de un forcejeo, nos dimos cuenta que se arrugaba, que debería ser una mas chica, para que el vestido no la delate. Intenté apretar la arruga en la pelvis, pero no hizo más que encendernos, la arruga seguía y nosotras nos poníamos loquitas.
Baje corriendo las escaleras para distraerme, pero fui directo al gin, no fue una buena idea. El gin no tiene una efecto precisamente calmante en mi. Ella también se tentó, nos tomamos dos cada una.
Así ya tomaditas, nos terminamos de acomodar y sonó el celular. Estaban en la esquina, algo perdidos. Caminamos como pudimos con nuestros tacos hasta la puerta corrediza que se abrió sin preguntas. Los hombres tenían el pelo mojado aun, la mezcla de perfumes era rara, las mujeres nos mirábamos curiosas unas a otras. Nos saludaron con un seco hola pero simpático. Solo conocíamos al que nos paso el dato.
Nos dirigimos al asiento de atrás, le refregamos la humanidad al pibe que estaba justo delante de la puerta. No terminamos de sentarnos y nos preguntaron por nuestro aliento a gin, a lo que respondimos con una carcajada explosiva. Todos se tentaron, parece que no éramos las únicas que habíamos tomado algo.
En el último asiento había una mujer en la ventana a mi lado y del otro un hombre la apretaba a mi acompañante. Las dos no podíamos parar de reírnos y mirarnos nuestro look. Nos desconocíamos así producidas. La apreté de nervios en su pierna y ella me apretó a mí. La pareja que nos acompañaba en ese último asiento, nos vio como nos tocamos y nos miraban nerviosos.
La de mi lado, era morocha, y se había planchado con mucho cuidado, no quería arruinarse el peinado, pero el traqueteo, la adormeció. Al rato de tomar la panamericana, me doy cuenta que estábamos casi acurrucadas, note que la pierna de ella que tenia medias iguales a las mías, me tocaba sin tener necesidad. La miro a mi bebe a mi lado, y le hago una seña con los ojos. Ella se ríe y levanta los hombros en señal de que importa. Cuando vuelvo a mirar, la mano de ella estaba sobre mi pierna, a lo que conteste haciendo lo mismo con sobre la de ella. Ya estaba bien oscuro, fuera de las luces de la autopista. Ahora era la ruta franca.
Mi bebe me dijo algo en el oído, que no entendí, calculo del mini pedo que tenia. Pero creo que el señor que tenia a su lado, se había dormido y ella se recostó en su hombro. Nadie se quejó. La morocha se entusiasmo con mi pierna y venia subiendo por el muslo en mi dirección. Yo tenía la gran ayuda del gin, lo que me permitió contestarle con idéntico movimiento. El juego parecía imitarnos, lo que me hacia, se lo hacia. Y eso nos daba confianza mutua. Hasta que me di cuenta que ella no tenia tanga y yo si. Ella me dijo al oído algo. Estaba medio sorda o que, pero nada entendía esa noche. Ella tenía la cola súper peladita, y el culo estaba muy a mi mano, que bueno que no tenga tanga, pensé.
Entonces le indique que me la saque, y la tironeó entre la oscuridad y se la guardo ella de recuerdo. Costo pasar los tacos, el resto fue fácil.
Pensé que mi bebe dormía, pero me preguntó inclinando la cabeza, que eran esos ruidos, y como no podía contarle, porque todos escucharían, se me ocurrió mostrarle. Le agarre la mano y se la lleve hasta las piernas de la morocha. Ella sola subió hasta la descubrir toda la desnudez. Tuve que taparle la sorpresa con la mano en la boca.
Lo que mi bebe me había dicho antes y que no le entendí, era que ella tenia la entrepierna del pibe en sus manos y que ahora el palo era mas que obvio, pero el pibe seguía pretendiendo estar dormido.
Le pregunté si se animaba a sacársela afuera de la bragueta. No termine de cuchichearla que le hurgaba con la lengua en la bragueta y verla ahí a ella muy caliente me puso peor a mi. La morocha miraba lo que podía, y no tuvo mejor idea que pasar la mano delante mío
Y tocarle el culo mientras ella chupaba.
La kombi se detuvo frente a una tranquera, los últimos metros de tierra desprolija nos avisaron que llegamos y nos acomodamos como pudimos para salir incómodos por la puerta corrediza.
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