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Le hice un pete... pero porque quise.

Mi relación con Raúl marcha viento en popa. Realmente no se si estoy enamorada de él, porque pensaba estarlo de mi “gordo”, pero ahora solo pienso en Raúl y tengo ganas de estar con él todo el tiempo que me sea posible, lo único en lo que puedo pensar cuándo me levantó (y cuándo me acuesto también) es en lo mucho que me gustaría tenerlo en mi cama para que me coja durante toda la noche, sin descanso, amanecer bañados en sudor, agotados de tanto garchar, sin poder movernos siquiera. Eso si que sería un sueño hecho realidad. Sin embargo, pese a las limitaciones que cada uno tiene, no nos privamos de estar juntos, aunque solo sea por un rato.
Después de “oficializar” nuestra relación aquella tarde en la oficina, acordamos que cada vez que quisiéramos vernos nos mandaríamos mensajitos, aunque claro, adicta como soy al celular, lo estoy mensajeando todo el santo día, desde que me levantó hasta que me acuesto. Que lo quiero mucho, que lo extraño, que me gusta mucho estar con él, que lo deseo, y él me contesta, me dice que soy su caramelito, su putita preferida, que le gustó mucho como le chupe la pija.
“Cuándo quieras te la chupo de nuevo”, le contestó yo.
Los mensajes hot van y vienen, hasta que ya no podemos más y arreglamos para vernos. Esa tarde me dice que va a tener que ser rápido, porque es el cumpleaños de uno de sus hijos. Con diez minutos me alcanza, le aseguro. Nos encontramos a la salida de la oficina. Me espera en su camioneta en una esquina previamente acordada. No hay tiempo para ir a un telo, así que tendremos que arreglárnosla ahí mismo. Por mí no hay problema, cualquier lugar me viene bien para coger, le digo. Se sonríe.
-¿Querés que vayamos presos?- me dice.
-Bueno, por lo menos dejame chupártela- le pido en tono de súplica, como una nena pidiéndole a su papi el regalito que tanto quiere.
Por suerte se apiada de mí, y detiene la camioneta en una zona poco transitada, por detrás del hospital británico. Los vidrios de la camioneta están polarizados, así que disponemos de la suficiente intimidad como para besarnos sin tener que preocuparnos por miradas indiscretas. Nos envolvemos con los brazos y nos comemos mutuamente la boca, la saliva se derrama por las comisuras de nuestros labios, no solo nos besamos, también, nos chupamos, nos mordemos, nos saboreamos sin concesión alguna, sintiéndonos en plenitud. Entonces, una de mis manos resbala por su entrepierna apoyándose en ese abultamiento que ejerce sobre mí una atracción irresistible. Sin dejar de besarlo, consigo bajarle el cierre del pantalón y pelar esa verga que ya ha dado muestras de sobrada eficiencia. Mientras nuestras lenguas se enredan y disfrutan, lo pajeo, dejándome cautivar por esa dureza que crece como si nunca fuera a detenerse. Lo mantengo bien sujeto, no lo suelto, no va a escaparse de mí tan fácilmente. Del agujerito de la punta sale una agüita que utilizo para lubricársela y hacer así más fluida la pajeada.
-¡Como me ponés, negrita… me calentás muchísimo…!- me dice Raúl en un susurro cuándo me desprendo de sus labios, solo para besar otra parte de su cuerpo.
Me agacho y mis besos se reparten ahora por toda esa superficie venosa y endurecida que palpita a mil por hora. Le paso la lengua por arriba de la cabeza, por los lados, por abajo, por las bolas, saboreo aquella exquisitez por doquier, sin privarme de ningún rincón. El sabor de su sexo termina abarcando todo mi paladar. Mi boca se abre sola, no tengo que decirle que lo haga, en tales circunstancias actúa por sí misma, se abre y se devora aquel impresionante pedazo casi hasta la mitad. Se la chupo como el manjar que es, utilizando la suficiente saliva como para que la carne resbale cómodamente entre mis labios. Casi de inmediato siento las manos de Raúl sobre mi cabeza, ejerciendo una leve presión hacia abajo. Me como entonces un trozo más grande. Me deslizo a lo largo y ancho de su consistencia, tragándome todo ese jugo que parece hacerse cada vez más espeso y suntuoso. Los suspiros de Raúl, mi amante, comienzan a hacerse más intensos, más emotivos, como si estuviera ebrio me dice que la chupo como nadie, que tengo una boca deliciosa. Lo delicioso es tu poronga, pienso, pero no puedo decírselo, no puedo hablar, tengo la boca llena y me propongo tenerla así por un largo rato. Mientras que con una mano sigue empujando mi cabeza hacia abajo, manteniendo el ritmo de mi mamada, con la otra se desliza por debajo de mi cuerpo y me aprieta las tetas, me las amasa por encima de la ropa. Eso no esta bien, pienso, por lo que me levanto por un instante, me desabrocho el corpiño y le ofrezco la chance de sentir mi piel al desnudo, ahora sí, su mano se apodera de mis tetas, me las vuelve a apretar con firmeza, haciendo que se me hinchen los pezones casi como por inercia. Entonces vuelvo a tirarme de cabeza sobre su entrepierna, prosiguiendo con lo que había dejado brevemente interrumpido. Vuelvo a chuparle la pija, tratando de tragarme una y otra vez todo ese consistente volumen que me dispensa las mejores sensaciones… las más intensas. Con una mano le acaricio los huevos, sintiéndolos hervir de excitación. Entonces… le suena el celular. Como puede lo manotea y lee la pantalla del mismo.
-¡Es mi esposa!- exclama.
Atiende. Yo igual sigo con lo mío, chupándosela mientras él habla con su esposa.
-Si… ya estoy llegando… ¿están todos?... en 15 minutos estoy ahí… no te preocupes… beso-
Cierra el celular y lo tira en el asiento.
-Mi amor… vamos a tener que seguirla otro día- me dice.
¡¡¡Estás loco!!! No se lo digo, pero es lo que pienso. De ninguna manera estoy dispuesta a dejarlo ir así, con toda esa calentura encima. Así que con esa mano con la que antes le acariciaba los huevos, ahora le agarro la pija y se la sacudo mientras con mis labios sigo apretando la cabeza, sintiéndola llenándose de sangre y leche. Sigo apretando y chupando, poniendo toda mi habilidad en tan deleitable tarea, sintiendo ya los estremecimientos típicos de la tan anunciada explosión.
-¡Ya viene papito… ya viene…!- me separo un momento de ese caramelo en barra para decírselo, aunque él ya lo sabe, por supuesto, así que me vuelvo a comer la palpitante cabeza y sin dejar de pajearlo lo llevo de la mano hacia un estallido monumental… impactante.
Toda la leche, absolutamente toda, se derrama en mi boca, una caudalosa descarga que me dedico a saborear con el mayor de los deleites. Me la trago toda, claro, gota a gota, y ya hacia el final me quedo con un poquito, apenas lo que representa un sorbo, lo paladeo brevemente y lo escupo sobre la pija, para volver a chupársela y volver a tragarme eso que por segunda vez deleita mis sentidos.
-¡Mmmmm… que delicia…!- le digo luego, al levantarme, relamiéndome dulcemente y mirándolo con ojos de enamorada. Sí, de enamorada.
Raúl se queda echado por un momento en el asiento, recuperándose, mientras yo me vuelvo a poner el corpiño y me limpio la boca con un pañuelo.
-Gise… eso estuvo… impresionante…- me dice, halagándome de alguna forma.
-El mérito no es solo mío- le digo.
Se ríe a la vez que se guarda la pija y me da un beso en la boca. Eso me dice mucho, ya que un hombre te de un beso en la boca después de que le chupaste la pija y te tragaste su leche, no es algo como para pasar por alto. Enseguida se pone en marcha. Como esta sobre la hora y los mensajes de su mujer siguen llegando, no me puede alcanzar hasta mi casa, por lo que me deja en la parada del colectivo. Nos despedimos con otro beso, largo, ávido, jugoso, sabemos por supuesto que la vamos a seguir otro día, otra tarde, siempre a escondidas, claro, a espaldas de los demás, furtivamente, aunque quizás sea eso lo que hace más intensa y emotiva nuestra relación. No lo sé, nunca lo sabré. Por el momento me quedo con esa última imagen. Yo en la parada, esperando el colectivo y él alejándose por la avenida, rumbo al cumpleaños de su hijo. Ni siquiera pasaron cinco minutos desde que nos despedimos cuándo le escribo. “Te amo”.
La respuesta tarda en llegar, lo cuál me despierta cierto temor. El colectivo llega, lo paro y subo. Mientras pongo las monedas siento el celular vibrando en mi bolsillo. Me siento y lo saco.
“Yo también”… después de habérsela mamado y de haberme tragado toda su leche es lo menos que puede decirme. Igual no me quejo, ya sabré darme cuenta si él siente por mí, lo mismo que yo siento por él.

14 comentarios - Le hice un pete... pero porque quise.

poringargenta
que buenas historias.
el Sexo de oficina es genial
viciomujeres
me encantan tus relatos!!!!!! nunca pensaste hacer una fiestita???? te sigo siempre, me calentas un monton super putaaaaaaaaaaaa!!!!!! van puntitos
fer_z
grosa, me encanta leerte....capaz, me hace acordar cosas 🙂 van puntines obvio!
antraxz360
Me encantó!! mis +10! Seguí con más relatos por favor!! 🤤
thecau
que copado, el liquido ese sirve para lubricar, yo me estaba asustando, pense q era precoz....excelente relato!
JohnMcClaine
Impecable!!!
Me encanto! A favs, mañana los 10!
Excelente!!!
alliens66
IMPRESIONANTE APORTE !!!!

FELICITACIONES

GRACIAS POR COMPARTIR !!

chicassexo
mu_a2
muy bueno el relato , gracias por compartir 😉 😉 😉
Le hice un pete... pero porque quise. peterelato
pro55
COMO LA DEBES CHUPAR CON ESA BOQUITA
cone111
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