Gracias a todos mis lectores, ya estoy dentro de los primeros 8 autores más leídos de Poringa, si seguimos así pronto estaremos en lo más alto, agradezco sus comentarios, puntos y admiradores sobre todo de mi Tía, ella manda un gran saludo a la comunidad Poringuera y pronto saldrán relatos dedicados a los que lo pidan, sus nombres estarán incluídos de alguna forma en sus historias...)
Mientras me contaba esto, permanecía sentada encima de mi verga semi hinchada, que poco a poco se iba poniendo firme, no podía creer lo que me estaba contando.
Cada mañana quedaba con la boca llena de jugo de verga, ansiosa y caliente. El padre conseguía justo lo contrario a lo que perseguía, su hija cada vez era más putita aunque seguía siendo virgen.
Así fue como de jovencita, a partir de los 18 años había adquirido la costumbre de andar por la cocina en tanguita de hilo dental y tacos altos, como una yegua puta.
En el campo trabajaban algunos empleados, peones, hombres duros de campo, recios.
Por la mañana a veces ellos se acercaban a la casa a buscar alguna cosa. Un día Carlos el más bestia de todos golpeó para pedir unas herramientas. Cuál fue su sorpresa al ver esa criatura, con cuerpo de zorra tetona, con una pinta de puta barata que lo hizo empalmar al instante. Ella que sabía como levantar una verga, lo hizo pasar y delante de él fue enseñándole su orto moreno que se balanceaba en cada paso con ese hilito como única vestimenta.
Mi tía una vez más me estaba volviendo loco, con cada frase de su historia empecé a masajearle el anillo del orto, dilatándolo apenas sin que se diera cuenta…o haciendo que no se daba cuenta siguió:
Una vez en la cocina, lo hizo sentarse en una silla, mientras ella buscaba debajo de la mesada la dichosa herramienta en cuatro patas y bien abierta…, como invitando a una embestida.
Después de unos segundos, sintió la humedad de una lengua ardiente en su concha, en su orto, que babeaba, chupaba, saboreaba como loco, el macho estaba desesperado y su lengua era grande y firme, gorda, carnosa…
(continuará)
Mientras me contaba esto, permanecía sentada encima de mi verga semi hinchada, que poco a poco se iba poniendo firme, no podía creer lo que me estaba contando.
Cada mañana quedaba con la boca llena de jugo de verga, ansiosa y caliente. El padre conseguía justo lo contrario a lo que perseguía, su hija cada vez era más putita aunque seguía siendo virgen.
Así fue como de jovencita, a partir de los 18 años había adquirido la costumbre de andar por la cocina en tanguita de hilo dental y tacos altos, como una yegua puta.
En el campo trabajaban algunos empleados, peones, hombres duros de campo, recios.
Por la mañana a veces ellos se acercaban a la casa a buscar alguna cosa. Un día Carlos el más bestia de todos golpeó para pedir unas herramientas. Cuál fue su sorpresa al ver esa criatura, con cuerpo de zorra tetona, con una pinta de puta barata que lo hizo empalmar al instante. Ella que sabía como levantar una verga, lo hizo pasar y delante de él fue enseñándole su orto moreno que se balanceaba en cada paso con ese hilito como única vestimenta.
Mi tía una vez más me estaba volviendo loco, con cada frase de su historia empecé a masajearle el anillo del orto, dilatándolo apenas sin que se diera cuenta…o haciendo que no se daba cuenta siguió:
Una vez en la cocina, lo hizo sentarse en una silla, mientras ella buscaba debajo de la mesada la dichosa herramienta en cuatro patas y bien abierta…, como invitando a una embestida.
Después de unos segundos, sintió la humedad de una lengua ardiente en su concha, en su orto, que babeaba, chupaba, saboreaba como loco, el macho estaba desesperado y su lengua era grande y firme, gorda, carnosa…
(continuará)
4 comentarios - Mi Tía se confiesa (festejando ser Autor Top) (Episodio 3)