Mi secretaria es simplemente hermosa.
Su nombre es Silvana.
Es morocha, cabellos hasta los hombros, es alta, delgadita. Sus lolas realmente dejan bastante por desear, pero de todas maneras no son despreciables.
Sin embargo, lo que en ella resalta y es digno de admirar, ponderar y disfrutar, es esa hermosa, redondita, durita y paradita cola, que tan bien luce.
Ella bien sabe de este atributo deseable, y por eso es que le da un uso excelente, luciéndola invariablemente con pantalones ajustados (si bien no al extremo, porque recordemos que trabaja en una oficina), pero de todas maneras lo suficientemente ajustados para enmarcar su cola como en un cuadro.
Es imposible caminar tars ela, sin detenerse a disfrutar de ese panorama tan, pero tan deseable.
Su nombre es Silvana.
Es morocha, cabellos hasta los hombros, es alta, delgadita. Sus lolas realmente dejan bastante por desear, pero de todas maneras no son despreciables.
Sin embargo, lo que en ella resalta y es digno de admirar, ponderar y disfrutar, es esa hermosa, redondita, durita y paradita cola, que tan bien luce.
Ella bien sabe de este atributo deseable, y por eso es que le da un uso excelente, luciéndola invariablemente con pantalones ajustados (si bien no al extremo, porque recordemos que trabaja en una oficina), pero de todas maneras lo suficientemente ajustados para enmarcar su cola como en un cuadro.
Es imposible caminar tars ela, sin detenerse a disfrutar de ese panorama tan, pero tan deseable.
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