Para terminar bien el año y empezar mejor el 2011, les dejo mi última historia. Espero que les agrade. Son varias partes así que espero que me acompañen y tengan paciencia.
¡ Que distruten el 2011 acompañados!
La emboscada (1)
Un barrio de clase media acomodada en los suburbios de la gran ciudad. Casas modernas, en general, aunque quedaban algunas viejas mansiones de cuando este sector constituía la escapada de fin de semana o del verano de las familias ricas de la ciudad. Con el tiempo estas grandes propiedades que disponían de hectáreas y hectáreas se habían ido loteando y las nuevas urbanizaciones rodearon a las viejas casonas, hasta dejarlas como un detalle pintoresco del pasado. Y con el tiempo, las nuevas ampliaciones también se fueron llevando estas casonas que sin sus amplios parque habían perdido su razón de ser.
Carlos y Eva vivían desde hacía muchos años en el mismo barrio. Un lugar tranquilo, familiar, de clase media acomodada, donde todo transcurría pacíficamente. El tenia 50 años, era alto, delgado y atractivo. Su cabellos entrecano no hacía más que darle una mayor sensualidad. Eva con 45 años, era muy sensual. Piernas largas, un trasero repingado y durito, una estampa, en fin, que daba menos edad que la del almanaque.
Carlos era gerente de una importante Compañía de Seguros, con oficinas en el centro a ½ hora o a lo sumo 45 minutos de su casa, dependiendo del tránsito y el horario. Era muy responsable y su horario de trabajo no tenía límites, aunque en general podemos decir que se iniciaba a las ocho de la mañana y terminaba a las 19 hs, con una pausa para almorzar que aprovechaba para reunirse con colegas, empleados o potenciales clientes, en algún restaurante cercano a su oficina. Su educación y simpatía le valía el aprecio de todos quienes tenían oportunidad de tratarlo.
Eva, quien había ejercido alguna vez como docente de primaria, abandonó el trabajo a medida que los ingresos mejoraron y sus dos hijos requirieron mas tiempo. Ahora los dos estaban en la Universidad en otra ciudad, y raramente volvían durante el ciclo lectivo. Finalizado el mismo o en épocas de receso regresaban al hogar, para luego emprendeer algun viaje con amigos.
La vida en ese lugar transcurría tranquila. Conocían a los vecinos hacía mucho tiempo. Se habían radicado allí apenas casados, hacía 25 años, y con el tiempo por lógica se había ido produciendo una renovación de los habitantes del barrio, pasando a ser ellos uno de los matrimonios más antigüos en el lugar.
En la esquina, una de aquellas viejas casonas se resistía a la urbanización. Sus dueños nunca quisieron vender, hasta que llegados a los 80 años lo hicieron, y de pronto, un ejército de obreros y de máquinas comenzaron la demolición y la construcción de lo que sería, sin lugar a dudas una verdadera mansión. Día tras día veían crecer ese monstruo, sin que nadie supiera nada de los propietarios. Los obreros que circulaban por el barrio y que habían terminado por hacerse conocidos, confesaban que nunca los habían visto. El único que tenía contacto con ellos era el arquitecto, pero éste no era del lugar. Llegaba, inspeccionaba, daba instrucciones y se iba, y así varias veces por día, sin alternar para nada con los curiosos vecinos.
Carlos comentaba, alguna vez, con su esposa la forma en que progresaba la construcción, pero sin poder enterarse de nada sobre los que la habían encargado.
Hasta que por fin, luego de cerca de un año de trabajo, la casa estuvo lista.
Un sabado a la mañana, un enorme camión de mudanzas se detuvo frente a la casa y comenzó a descargar muebles y enseres diversos. A la tardecita, terminada la tarea se retiraron como habían venido, quedando en el lugar dos o tres personas encargadas de acomodar y limpiar.
El domingo, un auto importado con vidrios polarizados, se detuvo en el acceso, abrió el garage con control remoto e ingresó, cerrando las puertas tras de sí. Los pocos vecinos que estaban en la calle miraron tratando de observar algún detalle que comentar.
Las ventanas se abrieron y pudo verse al personal de limpieza repasando todo. Los dormitorios en planta alta que daban al frente por ambas calles tenían vidrios espejados que impedían ver el interior.
Todo el entorno estaba protegido con cámaras de video.
Con el correr de los días, comenzaron a conocer un poco más a los nuevos habitantes.
Eva le contó que veía por las mañanas salir a la vecina a trotar hasta el parque que estaba allí cerca. Era rubia, de unos 30, 35 años.
- ¿Que te pareció? Preguntó Carlos
- ¿ En que sentido?
- No se, tu la viste. ¿ Es simpática, bonita, fea?
- Mira, no la he tratado. Seguramente para los hombres debe ser bonita pues tienen debilidad por las rubias trabajadas en el gimnasio y operadas, dijo con cierto resentimiento muy normal entre las mujeres frente a las demás.
- ¿ Y a él lo viste? Preguntó para cambiar de tema, aunque recordando que tenía que tratar de verla.
- No. Sale muy temprano en su auto y vuelve a la tardecita.
- En fin, ya nos conoceremos, dije para cerrar la conversación.
Una tarde al volver del trabajo, su esposa lo esperaba con novedades.
- No sabés lo que pasó hoy, dijo entusiasmada.
- Cuéntame, que parece interesante.
- Pues que vino la sirvienta de Clara, a invitarme a que fuera a su casa.
- ¿ Clara? ¿ Quién es Clara?
- La nueva vecina tonto, ¿ de qué estamos hablando?
- Perdón, es que no sabía el nombre, ¿ fuiste?
- Por supuesto, no me iba a perder la oportunidad de conocer la casa y a la dueña, por eso te digo que se llama Clara
- Bueno, dale, te escucho
- Apenas llegar me recibió muy amablemente y me hizo pasar al living. Es un lugar precioso. Comenzamos a conversar, me preguntó por nuestra familia, le dije que teníamos dos hijos que estaban en la facultad y le hablé de tí. Se mostró muy interesada. Después yo le pregunté por ella y me comentó que hacía 5 años que estaba casada, que aún no tenían hijos y que su esposo dirige una empresa productora de espectáculos internacionales.
- Seguramente debe ganar muy bien porque esa casa no se hace con un sueldito, comenté
- Ni te imaginas lo que es la casa y como está amueblada. Me llevó a conocerla, salvo el área de trabajo de su esposo que estaba cerrada, fundamentalmente porque allí tiene información reservada de clientes que no quiere que trasciendan , y veda el acceso fundamentalmente para el personal del servicio. En la planta alta hay tres dormitorios, cada uno con un gigantesco televisor LED ubicado estratégicamente de manera que no molesta para moverse en ellos. Pasamos la tarde charlando y tomamos unas copas. Realmente me cayó muy bien. Me dijo que apenas su esposo tuviera un día libre nos invitaría a cenar, y me pidió que fuera a visitarla cuando quisiera que ella estaba siempre sola en la casa.
- Bueno, me alegro que hayas cambiado tu opinión sobre ella, le dije con sorna.
- La verdad, es muy agradable.
Lo que Eva no dijo es que en la casa vio algunas fotos del esposo de Clara, Raúl. Era todo un semental. Su físico, su estampa y esa sensación de seguridad que irradiaba realmente la impactó. Se cuidó bien de que se notara como la afectaba, pero cuando en un momento Clara la dejó sola, se acercó a la fotografía y estuvo un rato mirándola con detenimiento. Sintió que se excitaba como nunca, con solo ver esa foto. Nunca le había pasado.
Unos días después, Eva se cruzó hasta la casa de Clara. Fue bien recibida y esta vez, además de conversar, Clara le mostró algunos videos de viajes que había hecho. Todos lugares maravillosos que solo se ven por televisión y que parecen inventados. En un momento la mucama le avisó a Clara que tenía una llamada. Al saber de quien era, hizo un gesto de fastidio.
- Ay Eva, espero que no te molestes, pero voy a demorar un rato. Necesito hablar con esta persona pero es tremendamente habladora y me va a tener un buen rato. ¿ No te molesta si te dejo sola? ¿ Te entretendrás?
- Si, atiende, no hay problema
- Bueno, mira los videos que quieras que yo tardaré un rato, y diciendo esto salió.
Terminó el video que estaba mirando y se acercó a colocar otro. Buscó entre los que Clara había traído, y le llamó la atención uno que decía privado. Lo tuvo un rato en la mano, dudando en verlo. Clara lo había traído y ella podía decir que lo había tomado al azar. Estaba en esta duda, cuando entró la mucama para avisarle que la dueña de casa había salido un rato, y que volvería en una hora, que hiciera de cuenta que era su casa. Clara le agradeció y se quedó allí sola.
Miraba ese estuche con curiosidad. Se dijo que era ahora o nunca, y sacándolo del estuche lo colocó en el reproductor. Imagenes de una playa de noche, con toda la claridad de una luna llena. Clara, vestída con un pareo transparente, caminaba mientras su esposo, seguramente, la filmaba.
- Que hermosa noche, se escuchó decir a él.
- Si mi amor, una noche de ensueño.
- Y la playa está desierta. ¿ Quieres que nos sentemos un rato?
- Bueno
- Vamos hasta esas palmeras, comentó él apuntando con la cámara hacia el lugar. Se veían 4 ó 5 palmeras, algunas practicamente horizontales que formaban una isla en plena playa.
Llegaron allí y ella se sentó sobre el tronco de una palmera que tocaba el piso.
- Estás muy linda en este paisaje.
- Gracias, dijo ella sonriendo
- Lo único que me parece que estás muy vestida, dijo él con una voz que denotaba algo de excitación.
Ella sonrió y levantando su pareo de costado mostró que no tenía nada debajo.
- No puedo sacarme nada pues quedaré desnuda, dijo siguiendo el juego.
- A eso me refería, insistió él sin dejar de filmar.
Ella mojándose los labios con la lengua, se puso de pie, desató su pareo y lentamente lo dejó correr por su cuerpo, hasta caer al suelo y quedó allí de pie y totalmente desnuda. Mostraba un cuerpo realmente escultural. Eva notaba como la escena la estaba excitando.
- No voy a ser la única que quede desnuda, dijo Clara, dame la cámara. La imagen de Clara se fue agrandando hasta que el equipo cambió de mano y al darse vuelta pudo ver a Raúl, vestido con una camisa de lino muy fina y un pantalón del mismo material.
- ¿ Estás segura que esto es lo que quieres? Preguntó el sonriendo.
- Por supuesto mi amor.
- Sabes que si me desnudo, antes de volver a vestirme me voy a correr dentro tuyo, dijo él, mientras un prominente bulto comenzaba a inflar sus pantalones.
- No tengo problemas con eso, dale, empezá, insistió ella
Eva, sin darse cuenta estaba sentada en la punta del sillón, con su cuerpo tirado hacia adelante como si quisiera meterse dentro de la pantalla. Su boca estaba reseca. Sus pezones le dolían contra su remera, y una humedad pegajosa fluía de su sexo.
Raúl, despacio, más despacio de lo que Eva podía soportar, desabrochó su camisa y se la quitó. Un cuerpo bronceado y musculoso quedó a la vista y la lente de la cámara lo recorría con detalle. Acercó su rostro que se veía excitado. Sus ojos parecían brillar en la semi oscuridad de la playa. Bajó por su cuello y su pecho, sus abdominales sin nada de grasa y se detuvo en su entrepierna. Un bulto era notorio en ese lugar, y Eva por poco se corre al verlo. Tuvo que cruzar sus piernas para contenerse.
Siempre mirando a la cámara, desabrochó su cinturón, el botón y bajó el cierre, para luego darse vuelta, mientras comenzaba a bajar su pantalón. Un trasero duro y musculoso quedó a la vista cuando el pantalón cayó y él salió agilmente de adentro. La cámara trepó por su espalda hasta sus hombros y lo filmó cuando se dió vuelta. Su rostro denotaba excitación. La camara descendía lentamente ante la prisa de Eva que no aguantaba más tanto suspenso. Cuando la imagen de la pantalla le mostró el equipo de Raúl, alcanzó un orgasmo imposible de controlar. Allí, frente a ella, una verga totalmente depilada, de no menos de 25 cms., gruesa y con dos enormes bolsas duras, hacía realidad su fantasía. Siempre había querido algo así. Se tiró hacia atrás en el sillón mientras las oleadas de placer se extendían por su sistema nervioso como ráfagas eléctricas.
Cuando pudo recuperarse, pudo ver como la cámara estratégicamente colocada mostraba a su amiga haciendo una fellatio de campeonato a esa tremenda verga, y la envidió por el hecho de poder tenerla a su disposición todas las noches. Luego de un rato, él la puso en cuatro sobre la arena y la montó despacio, dandole tiempo a acostumbrarse al tamaño para luego comenzar una cabalgata que los llevó a ambos a un climax fabuloso. Se quedaron allí uno sobre el otro hasta que la verga se ablandó y salió, y pudo ver el semen del macho saliendo del sexo de Clara y chorreando por sus piernas. La acabada debio ser muy abundante. Como pudo se levantó y sacó el video, colocando otro de las montañas, y despacio se fue tranquilizando. Cuado al rato Clara volvió parecía que nada hubiera pasado, pero todo era diferente. Eva necesitaba que Raúl la montara, sino jamás volvería a ser feliz.
Esa noche, como nunca había pasado, buscó el cuerpo de su esposo para que la penetrara y calmara aunque sea por un rato su excitación. Una vez acostados, apagó la luz y se hizo la ilusión que era Raúl quien estaba a su lado y comenzó a acariciar la verga de su esposo. Este sorprendido, la dejó hacer, y recibió con sorpresa que ella se la lamiera para luego tragársela completa y succionárse con unas ganas nunca vistas. Nunca había sido una devota del sexo oral pero ahora lo estaba haciendo de maravilla. Por primera vez Carlos tomó una actitud pasiva. Ella hizo todo el gasto. Cuando luego de un rato la sintió bien dura, se montó a horcajadas sobre él y sin demoras se empaló hasta las cachas, comenzando a rebotar sobre él como una loca.
Carlos con sus brazos detrás de su cabeza, veía como las tetas de Eva rebotaban sin pausa, y gozaba de la situación. Estaba muy excitado pero sin darle tiempo su mujer le ganó de mano. Se corrió y gritando y sollozando, se aferró de sus hombros para luego caer sobre su pecho. En ese momento Carlos, ante lo caliente del momento la clavó hasta el fondo, levántando su cuerpo de la cama y se vació dentro de ella, quedando totalmente seco. Quedaron allí tratando de recuperar el aire luego de una sesión tan violenta y desesperada, como hacía mucho que no tenían, si es que la habían tenido alguna vez. Luego ella rodó y cerrando los ojos de durmió. El se quedó unos minutos más despierto pero al final el cansancio también lo venció.
La Emboscada por pulga53 se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0
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La emboscada (1)
Un barrio de clase media acomodada en los suburbios de la gran ciudad. Casas modernas, en general, aunque quedaban algunas viejas mansiones de cuando este sector constituía la escapada de fin de semana o del verano de las familias ricas de la ciudad. Con el tiempo estas grandes propiedades que disponían de hectáreas y hectáreas se habían ido loteando y las nuevas urbanizaciones rodearon a las viejas casonas, hasta dejarlas como un detalle pintoresco del pasado. Y con el tiempo, las nuevas ampliaciones también se fueron llevando estas casonas que sin sus amplios parque habían perdido su razón de ser.
Carlos y Eva vivían desde hacía muchos años en el mismo barrio. Un lugar tranquilo, familiar, de clase media acomodada, donde todo transcurría pacíficamente. El tenia 50 años, era alto, delgado y atractivo. Su cabellos entrecano no hacía más que darle una mayor sensualidad. Eva con 45 años, era muy sensual. Piernas largas, un trasero repingado y durito, una estampa, en fin, que daba menos edad que la del almanaque.
Carlos era gerente de una importante Compañía de Seguros, con oficinas en el centro a ½ hora o a lo sumo 45 minutos de su casa, dependiendo del tránsito y el horario. Era muy responsable y su horario de trabajo no tenía límites, aunque en general podemos decir que se iniciaba a las ocho de la mañana y terminaba a las 19 hs, con una pausa para almorzar que aprovechaba para reunirse con colegas, empleados o potenciales clientes, en algún restaurante cercano a su oficina. Su educación y simpatía le valía el aprecio de todos quienes tenían oportunidad de tratarlo.
Eva, quien había ejercido alguna vez como docente de primaria, abandonó el trabajo a medida que los ingresos mejoraron y sus dos hijos requirieron mas tiempo. Ahora los dos estaban en la Universidad en otra ciudad, y raramente volvían durante el ciclo lectivo. Finalizado el mismo o en épocas de receso regresaban al hogar, para luego emprendeer algun viaje con amigos.
La vida en ese lugar transcurría tranquila. Conocían a los vecinos hacía mucho tiempo. Se habían radicado allí apenas casados, hacía 25 años, y con el tiempo por lógica se había ido produciendo una renovación de los habitantes del barrio, pasando a ser ellos uno de los matrimonios más antigüos en el lugar.
En la esquina, una de aquellas viejas casonas se resistía a la urbanización. Sus dueños nunca quisieron vender, hasta que llegados a los 80 años lo hicieron, y de pronto, un ejército de obreros y de máquinas comenzaron la demolición y la construcción de lo que sería, sin lugar a dudas una verdadera mansión. Día tras día veían crecer ese monstruo, sin que nadie supiera nada de los propietarios. Los obreros que circulaban por el barrio y que habían terminado por hacerse conocidos, confesaban que nunca los habían visto. El único que tenía contacto con ellos era el arquitecto, pero éste no era del lugar. Llegaba, inspeccionaba, daba instrucciones y se iba, y así varias veces por día, sin alternar para nada con los curiosos vecinos.
Carlos comentaba, alguna vez, con su esposa la forma en que progresaba la construcción, pero sin poder enterarse de nada sobre los que la habían encargado.
Hasta que por fin, luego de cerca de un año de trabajo, la casa estuvo lista.
Un sabado a la mañana, un enorme camión de mudanzas se detuvo frente a la casa y comenzó a descargar muebles y enseres diversos. A la tardecita, terminada la tarea se retiraron como habían venido, quedando en el lugar dos o tres personas encargadas de acomodar y limpiar.
El domingo, un auto importado con vidrios polarizados, se detuvo en el acceso, abrió el garage con control remoto e ingresó, cerrando las puertas tras de sí. Los pocos vecinos que estaban en la calle miraron tratando de observar algún detalle que comentar.
Las ventanas se abrieron y pudo verse al personal de limpieza repasando todo. Los dormitorios en planta alta que daban al frente por ambas calles tenían vidrios espejados que impedían ver el interior.
Todo el entorno estaba protegido con cámaras de video.
Con el correr de los días, comenzaron a conocer un poco más a los nuevos habitantes.
Eva le contó que veía por las mañanas salir a la vecina a trotar hasta el parque que estaba allí cerca. Era rubia, de unos 30, 35 años.
- ¿Que te pareció? Preguntó Carlos
- ¿ En que sentido?
- No se, tu la viste. ¿ Es simpática, bonita, fea?
- Mira, no la he tratado. Seguramente para los hombres debe ser bonita pues tienen debilidad por las rubias trabajadas en el gimnasio y operadas, dijo con cierto resentimiento muy normal entre las mujeres frente a las demás.
- ¿ Y a él lo viste? Preguntó para cambiar de tema, aunque recordando que tenía que tratar de verla.
- No. Sale muy temprano en su auto y vuelve a la tardecita.
- En fin, ya nos conoceremos, dije para cerrar la conversación.
Una tarde al volver del trabajo, su esposa lo esperaba con novedades.
- No sabés lo que pasó hoy, dijo entusiasmada.
- Cuéntame, que parece interesante.
- Pues que vino la sirvienta de Clara, a invitarme a que fuera a su casa.
- ¿ Clara? ¿ Quién es Clara?
- La nueva vecina tonto, ¿ de qué estamos hablando?
- Perdón, es que no sabía el nombre, ¿ fuiste?
- Por supuesto, no me iba a perder la oportunidad de conocer la casa y a la dueña, por eso te digo que se llama Clara
- Bueno, dale, te escucho
- Apenas llegar me recibió muy amablemente y me hizo pasar al living. Es un lugar precioso. Comenzamos a conversar, me preguntó por nuestra familia, le dije que teníamos dos hijos que estaban en la facultad y le hablé de tí. Se mostró muy interesada. Después yo le pregunté por ella y me comentó que hacía 5 años que estaba casada, que aún no tenían hijos y que su esposo dirige una empresa productora de espectáculos internacionales.
- Seguramente debe ganar muy bien porque esa casa no se hace con un sueldito, comenté
- Ni te imaginas lo que es la casa y como está amueblada. Me llevó a conocerla, salvo el área de trabajo de su esposo que estaba cerrada, fundamentalmente porque allí tiene información reservada de clientes que no quiere que trasciendan , y veda el acceso fundamentalmente para el personal del servicio. En la planta alta hay tres dormitorios, cada uno con un gigantesco televisor LED ubicado estratégicamente de manera que no molesta para moverse en ellos. Pasamos la tarde charlando y tomamos unas copas. Realmente me cayó muy bien. Me dijo que apenas su esposo tuviera un día libre nos invitaría a cenar, y me pidió que fuera a visitarla cuando quisiera que ella estaba siempre sola en la casa.
- Bueno, me alegro que hayas cambiado tu opinión sobre ella, le dije con sorna.
- La verdad, es muy agradable.
Lo que Eva no dijo es que en la casa vio algunas fotos del esposo de Clara, Raúl. Era todo un semental. Su físico, su estampa y esa sensación de seguridad que irradiaba realmente la impactó. Se cuidó bien de que se notara como la afectaba, pero cuando en un momento Clara la dejó sola, se acercó a la fotografía y estuvo un rato mirándola con detenimiento. Sintió que se excitaba como nunca, con solo ver esa foto. Nunca le había pasado.
Unos días después, Eva se cruzó hasta la casa de Clara. Fue bien recibida y esta vez, además de conversar, Clara le mostró algunos videos de viajes que había hecho. Todos lugares maravillosos que solo se ven por televisión y que parecen inventados. En un momento la mucama le avisó a Clara que tenía una llamada. Al saber de quien era, hizo un gesto de fastidio.
- Ay Eva, espero que no te molestes, pero voy a demorar un rato. Necesito hablar con esta persona pero es tremendamente habladora y me va a tener un buen rato. ¿ No te molesta si te dejo sola? ¿ Te entretendrás?
- Si, atiende, no hay problema
- Bueno, mira los videos que quieras que yo tardaré un rato, y diciendo esto salió.
Terminó el video que estaba mirando y se acercó a colocar otro. Buscó entre los que Clara había traído, y le llamó la atención uno que decía privado. Lo tuvo un rato en la mano, dudando en verlo. Clara lo había traído y ella podía decir que lo había tomado al azar. Estaba en esta duda, cuando entró la mucama para avisarle que la dueña de casa había salido un rato, y que volvería en una hora, que hiciera de cuenta que era su casa. Clara le agradeció y se quedó allí sola.
Miraba ese estuche con curiosidad. Se dijo que era ahora o nunca, y sacándolo del estuche lo colocó en el reproductor. Imagenes de una playa de noche, con toda la claridad de una luna llena. Clara, vestída con un pareo transparente, caminaba mientras su esposo, seguramente, la filmaba.
- Que hermosa noche, se escuchó decir a él.
- Si mi amor, una noche de ensueño.
- Y la playa está desierta. ¿ Quieres que nos sentemos un rato?
- Bueno
- Vamos hasta esas palmeras, comentó él apuntando con la cámara hacia el lugar. Se veían 4 ó 5 palmeras, algunas practicamente horizontales que formaban una isla en plena playa.
Llegaron allí y ella se sentó sobre el tronco de una palmera que tocaba el piso.
- Estás muy linda en este paisaje.
- Gracias, dijo ella sonriendo
- Lo único que me parece que estás muy vestida, dijo él con una voz que denotaba algo de excitación.
Ella sonrió y levantando su pareo de costado mostró que no tenía nada debajo.
- No puedo sacarme nada pues quedaré desnuda, dijo siguiendo el juego.
- A eso me refería, insistió él sin dejar de filmar.
Ella mojándose los labios con la lengua, se puso de pie, desató su pareo y lentamente lo dejó correr por su cuerpo, hasta caer al suelo y quedó allí de pie y totalmente desnuda. Mostraba un cuerpo realmente escultural. Eva notaba como la escena la estaba excitando.
- No voy a ser la única que quede desnuda, dijo Clara, dame la cámara. La imagen de Clara se fue agrandando hasta que el equipo cambió de mano y al darse vuelta pudo ver a Raúl, vestido con una camisa de lino muy fina y un pantalón del mismo material.
- ¿ Estás segura que esto es lo que quieres? Preguntó el sonriendo.
- Por supuesto mi amor.
- Sabes que si me desnudo, antes de volver a vestirme me voy a correr dentro tuyo, dijo él, mientras un prominente bulto comenzaba a inflar sus pantalones.
- No tengo problemas con eso, dale, empezá, insistió ella
Eva, sin darse cuenta estaba sentada en la punta del sillón, con su cuerpo tirado hacia adelante como si quisiera meterse dentro de la pantalla. Su boca estaba reseca. Sus pezones le dolían contra su remera, y una humedad pegajosa fluía de su sexo.
Raúl, despacio, más despacio de lo que Eva podía soportar, desabrochó su camisa y se la quitó. Un cuerpo bronceado y musculoso quedó a la vista y la lente de la cámara lo recorría con detalle. Acercó su rostro que se veía excitado. Sus ojos parecían brillar en la semi oscuridad de la playa. Bajó por su cuello y su pecho, sus abdominales sin nada de grasa y se detuvo en su entrepierna. Un bulto era notorio en ese lugar, y Eva por poco se corre al verlo. Tuvo que cruzar sus piernas para contenerse.
Siempre mirando a la cámara, desabrochó su cinturón, el botón y bajó el cierre, para luego darse vuelta, mientras comenzaba a bajar su pantalón. Un trasero duro y musculoso quedó a la vista cuando el pantalón cayó y él salió agilmente de adentro. La cámara trepó por su espalda hasta sus hombros y lo filmó cuando se dió vuelta. Su rostro denotaba excitación. La camara descendía lentamente ante la prisa de Eva que no aguantaba más tanto suspenso. Cuando la imagen de la pantalla le mostró el equipo de Raúl, alcanzó un orgasmo imposible de controlar. Allí, frente a ella, una verga totalmente depilada, de no menos de 25 cms., gruesa y con dos enormes bolsas duras, hacía realidad su fantasía. Siempre había querido algo así. Se tiró hacia atrás en el sillón mientras las oleadas de placer se extendían por su sistema nervioso como ráfagas eléctricas.
Cuando pudo recuperarse, pudo ver como la cámara estratégicamente colocada mostraba a su amiga haciendo una fellatio de campeonato a esa tremenda verga, y la envidió por el hecho de poder tenerla a su disposición todas las noches. Luego de un rato, él la puso en cuatro sobre la arena y la montó despacio, dandole tiempo a acostumbrarse al tamaño para luego comenzar una cabalgata que los llevó a ambos a un climax fabuloso. Se quedaron allí uno sobre el otro hasta que la verga se ablandó y salió, y pudo ver el semen del macho saliendo del sexo de Clara y chorreando por sus piernas. La acabada debio ser muy abundante. Como pudo se levantó y sacó el video, colocando otro de las montañas, y despacio se fue tranquilizando. Cuado al rato Clara volvió parecía que nada hubiera pasado, pero todo era diferente. Eva necesitaba que Raúl la montara, sino jamás volvería a ser feliz.
Esa noche, como nunca había pasado, buscó el cuerpo de su esposo para que la penetrara y calmara aunque sea por un rato su excitación. Una vez acostados, apagó la luz y se hizo la ilusión que era Raúl quien estaba a su lado y comenzó a acariciar la verga de su esposo. Este sorprendido, la dejó hacer, y recibió con sorpresa que ella se la lamiera para luego tragársela completa y succionárse con unas ganas nunca vistas. Nunca había sido una devota del sexo oral pero ahora lo estaba haciendo de maravilla. Por primera vez Carlos tomó una actitud pasiva. Ella hizo todo el gasto. Cuando luego de un rato la sintió bien dura, se montó a horcajadas sobre él y sin demoras se empaló hasta las cachas, comenzando a rebotar sobre él como una loca.
Carlos con sus brazos detrás de su cabeza, veía como las tetas de Eva rebotaban sin pausa, y gozaba de la situación. Estaba muy excitado pero sin darle tiempo su mujer le ganó de mano. Se corrió y gritando y sollozando, se aferró de sus hombros para luego caer sobre su pecho. En ese momento Carlos, ante lo caliente del momento la clavó hasta el fondo, levántando su cuerpo de la cama y se vació dentro de ella, quedando totalmente seco. Quedaron allí tratando de recuperar el aire luego de una sesión tan violenta y desesperada, como hacía mucho que no tenían, si es que la habían tenido alguna vez. Luego ella rodó y cerrando los ojos de durmió. El se quedó unos minutos más despierto pero al final el cansancio también lo venció.
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