Rosa, arrodillada delante de Pedro, lo miraba. Feliz. Contenta.
-¿Qué se te ha ocurrido?
-¿Recuerdas por qué nos conocimos?
-Te habían dado una patada jugando al fútbol....
La cara de Rosa, brillante ya por la corrida de Pedro, se iluminó.
-¿Estás pensando lo mismo que yo? - le preguntó, con la polla dura en al mano.
-Creo que sí. Podría arreglar una visita tuya la vestuario después de un entrenamiento.
Rosa llevó la mano libre a su coño y se empezó a frotar con fuerza.
-Ummmm ¿Cuántos sois? Joder...que cachonda estoy.
-Pues...En el equipo somos 15 más el entrenador. Aunque siempre suele faltar alguno.
Rosa se imaginó arrodillada delante de todos aquellos muchachos y recibiendo una catarata se caliente semen sobre ella. Se corrió con fuertes espasmos de placer. Tenía que experimentarlo, aunque sólo fuese una vez.
-¿Harás...eso...por mi?
La ayudó a levantar y la besó. La abrazó. Ella notó que Pedro estaba tenso.
-¿Lo harás, Pedro?
-Si tú quieres...
-¿A ti no te gustaría verme así?
-La idea me excita, sí...pero..
-¿Pero qué?
-Es que...te quiero sólo para mí.
Lo miró. Era tan dulce y a la vez tan hombre. La quería sólo para ella.
-Pedro, soy tuya. En cuerpo y alma. Eres tú quien me ha hecho sentir cosas que nunca había sentido. Eres el mejor amante que he tenido. Eso sólo sería...sexo. ¿Me quieres?
-Creo que sí, Rosa
-Y yo a ti. Eso no cambiará haya los hombre que haya. Lo necesito. Tengo que sentirlo. Por favor, hazlo por mi.
-Está bien. Lo haré.
-Gracias... mi amor
Lo cogió de la mano y lo llevó a su dormitorio. Se desnudaron el uno al otro y se acariciaron largo rato.
-Rosa...quiero hacerte el amor.
-Ummmm te deseo Pedro...yo también deseo que me ames.
Le penetró lentamente, besándola, acariciando su cuerpo. Rosa rodeó su cintura con sus piernas. Cara contra cara se acariciaban. El semen que ella tenía pronto fue esparcido entre los dos rostros, probado por las dos bocas.
Rosa tuvo un suave y placentero orgasmo. En ese momento no pensaba en nada más que en el hombre que la penetraba tan maravillosamente. No pensaba en semen cayendo sobre su cara. Sólo sentía aquella dura polla dándole placer.
-Aggggg Pedro....que bien lo haces....eres..
La besó sin dejarla terminar. Entrelazaron sus manos y Pedro aumentó el ritmo de la penetración, haciéndola gemir cada vez más fuerte. El orgasmo de Pedro se aproximaba. En ese momento no quería sacársela para ir hasta su cara. Deseaba hacerle el amor plenamente. Deseaba correrse dentro de ella.
-Rosa....te quiero...
-Y yo a ti Pedro..Aggggggggg que placer.
-Me...correré......dentro de...ti.
-Siiiiiiiiiiiiiii mi amor...lléname de ti. Lléname de ti.
Cuando Rosa sintió como Pedro se tensaba y el fondo de su vagina se llenó de calor, estalló también, uniéndose ambos en un orgasmo que los dejó después unidos por varios minutos. Se miraban, se besaban. Se sonreían.
-Me ha gustado que te corrieras dentro de mí.
-A mí también. Así podré hacer una cosa que llevaba tiempo deseando.
-¿Sí? ¿Qué es?
-Esto...
Bajó lentamente por el cuerpo de Rosa hasta enterrar su cara entre sus piernas. Le empezó a comer el coño.
-Aggg Pedro...estoy llena de ti.
-Lo sé. Y ahora te voy a comer hasta dejarte vacía.
Fue una comida de coño muy especial. Rosa notaba como la mezcla de flujo y semen iba saliendo poco a poco, y como Pedro la lamía sin cesar. Con cada orgasmo que le regalaba , la mezcla se iba aclarando, hasta que ya sólo salió flujo. Después de incontables orgasmos, lo tuvo que apartar, pues su coño había quedado demasiado sensible.
-Ven aquí mi amor.
Rosa apoyó su cabeza en el pecho de Pedro, mientras él acariciaba su cabello.
-¿Estaba rico mi coñito?
-Ummm riquísimo.
-¿Si hubiese sido el semen de otro hombre lo hubieses hecho?
-Joder. Pues...No sé. Creo que no.
-¿Y si yo te lo pidiese?
-Bueno..no lo sé, la verdad. Si tu me lo pidiese...a lo mejor.
Pedro se marchó un poco cabizbajo. Por una parte quería hacer lo que ella deseaba. Darle esa satisfacción. Pero por otra, temía que algo saliera mal. Perder lo que tenía con ella. Esa noche le costó dormir, pensando, cavilando. Se lo había prometido. La veía tan excitada por la idea. Lo haría. Por ella.
Al día siguiente Pedro habló con Ignacio, el amigo que le había dado la patada gracias a la cual había conocido a Rosa. No pensaba contarle todo, sólo lo imprescindible.
-Oye, Ignacio. ¿Sabes lo que es un bukake?
-¿Bukake? Pues ..¿Un...dulce?
-No. Es esto
Le enseño un foto en donde una chica estaba arrodillada, con los ojos cerrados y cubierta de semen. Los ojos de Ignacio se abrieron como platos
-Joder. Vaya lechada, tío.
-Tengo una amiga que quiere hacerlo.
-¿Uhh?
-Que tengo una amiga que quiere hacerlo. He pensado en el equipo.
-Déjame que lo entienda. ¿Me estás diciendo que una amiga tuya quiere que el equipo se corra sobre ella?
-Exactamente eso.
Ignacio se puso a mirar a todas partes.
-¿Qué haces?
-Buscando la cámara oculta.
-Esto va en serio.
-No me lo creo.
-¿Por qué no?
-Es demasiado bueno como para ser verdad.
-Pues es verdad, tío.
-¿Quién es? ¿La conozco?
-No la conoces. ¿Qué piensas? ¿Lo harías?
-¿Correrme en la cara de esa chica? Por supuesto.
-Sería correrte sobre la cara de esa chica delante de todo el equipo, uno tras otro.
-También.
-¿Crees que se lo debería decir a los demás o que sea de sorpresa?
-Pedro. ¿Esto va en serio, no?
-Sí.
-Joder. Se me está poniendo dura sólo de pensarlo. No se lo digas a nadie. Será una sorpresa. ¿Cuando piensas hacerlo?
-Pues..mañana mismo, después del entrenamiento.
-Wow! Va a ser algo grande. ¿Quién es ese zorrón?
Eso era una de las cosas que Pedro temía. Que se tomaran a Rosa por lo que no era.
-No es ningún zorrón. Las razones no importan. Es algo que ella desea. Pondré reglas. Y el que no las cumpla se la carga.
-Tranqui tío.
-Pues entonces, todo arreglado. Mañana, después del entrenamiento lo hacemos.
Ya estaba hecho. Fue al hospital, se dirigió directamente al almacén de sus encuentros con Rosa y le mandó un mensaje al móvil. En menos de cinco minutos ella estaba arrodillada delante de él pasándose la polla por la cara.
Ninguno hablaba. Sólo se miraban. Ella era feliz acariciándose con la polla de Pedro. Lo miraba, sonriendo. Su cara se iba mojando con el líquido pre seminal que destilaba aquella dura estaca. Pedro estaba muy cachondo, pensando en lo que pasaría al día siguiente. Y asustado. Pero la excitación era mayor. La hizo levantar y se besaron con pasión. La mano de Rosa cogió su polla y la meneó mientras sus lenguas se entrelazaban.
Pedro metió su mano por debajo de su falda y la llevó a su coño. Las bragas estaban empapadas. Introdujo sus dedos por dentro de la prenda y acarició la rajita. Le encantaba sentir su calor, sobre todo cuando la excitación empezaba, cuando estaba babosita. Al pasar las yemas sobre el clítoris ella gimió en su boca. Pedro fue besándola desde allí hasta su orejita. Le susurró.
-Rosa, mañana por la tarde mi equipo entero se va a correr en tu cara.
Cuando ella oyó aquellas palabras se corrió en el acto. Cerró sus piernas, atrapando la mano que la acariciaba y llenando los dedos de Pedro con su flujos. Se agarró al muchacho para no caerse. Las piernas le temblaban. Tenía los ojos fuertemente cerrados mientras su cuerpo estallaba de placer.
Abrió lentamente los ojos. Los de él la miraban.
-Eres maravilloso, Pedro. Te quiero.
-He hablado con un amigo. Precisamente el que me dio la patada. El culpable de que nos conociéramos.
-¿Qué le has dicho?
-Sólo que eres una amiga con un deseo especial. No quiero que sepan quien eres. Los demás no sabrán nada hasta que llegue el momento. También le dije que pondré reglas y que tienen que cumplirlas.
-¿Qué reglas?
Se las dijo. Ella se emocionó. Eran reglas para protegerla. Estuvo de acuerdo con todas. Lo besó con pasión. En su mano, la dura polla.
-Bueno, y ahora lléname la cara con una buena corrida.
Mirándolo a los ojos se fue arrodillando lentamente, hasta que su cara estuvo a la altura del mástil.
-Córrete en mi cara, Pedro. Córrete en mi cara. Imagina que ya la tengo llena de la leche de tus amigos. Que eres el último, el más importante.
Pedro se cogió la polla y se la empezó a menear con fuerza. La excitación era muy grande. Empezó a gemir. Rosa se rozaba la cara con la punta de la polla. Ya lo conocía muy bien. Sabía el momento justo en el que él se iba a correr. Cerró los ojos, se quedó quieta.
Un golpe en su cara. Calor. Otro. Uno más. Cada uno seguido de un espasmo de placer. Cada vez sentía la piel de su rostro más caliente, más mojada. Oía los gemidos de Pedro. Abrió la boca, sacó la lengua y notó otro golpe más sobre ésta. Saboreó el cálido néctar, y estalló. Aún sentía los últimos chorros de la corrida de Pedro cuando su cuerpo fue atravesado por el placer. Pensar que sentía todo eso con un solo hombre y que al día siguiente sentiría lo mismo una y otra vez, una y otra vez, le provocó un intenso orgasmo.
Después de que los dos terminaran con los espasmos, los estremecimientos, se quedaron quietos. Sólo sus agitados pechos se movían al ritmo de las respiraciones. Pedro miraba a aquella mujer, con una sonrisa en la cara y cubierta por su semen. ¿Resistiría verla rodeada por sus amigos, bufando como animales, corriéndose sobre ella?
Se arrodilló junto a Rosa. Ella abrió los ojos y se miraron. Acercaron sus bocas y se besaron. Pedro sintió su amargo y saldado sabor.
-Mi amor. dámela.
Otras veces él usaba su polla para acercar el semen que cubría su cara a su boca. Esa vez lo hizo con la lengua. Recogía un poco y se besaban, y volvía a por más. Al poco su cara estaba sin rastro de su esencia.
-¿Vendrás esta tarde a mi casa?
-Claro que iré.
-Gracias Pedro. Por todo.
Esa tarde hicieron el amor. Despacito, con ternura. Se corrió dentro de ella,y como la vez anterior, después la hizo gozar una y otra vez con su lengua. Terminaron los dos abrazados.
-¿Estás segura de que quieres hacerlo?
-No dejo de pensar en eso, Pedro. Lo...necesito. Necesito sentirlo. Si no, me pasaré la vida pensando en como me sentiría.
Pedro no dijo nada. Si ella lo deseaba, lo haría. Aunque él se dio cuenta de que no quería que ella lo hiciera. Por muy excitado que se sintiera ante la idea, no quería que ella lo hiciera. Pero lo haría, por ella.
Quedaron a las siete del día siguiente en en estadio en donde ellos entrenaban. A esa hora terminaba el entrenamiento. Un poco antes, el se escabulló y la metió en el vestuario sin que nadie se diese cuenta. Nadie excepto Ignacio, que no le quitaba ojo. Ese día eran 14 chicos y el entrenador.
Rosa esperaba escondida en una especie de almacén, lleno de balones y otras cosas. El corazón le latía con fuerza. Estuvo a punto de arrepentirse y salir corriendo, pero oyó voces. El vestuario se empezó a llenar de gente. Oía risas, bromas. Oyó como los chicos se empezaban a duchar. Se imaginó que detrás de la puerta que la separaba de ellos estarían todos desnudos. El coño se le empezó a mojar.
Pedro le dijo a Ignacio que cerrara la puerta con llave. No quería que nadie entrara. Todos estaban en pelotas, algunos debajo de las duchas, otros ya secándose. Se acercó a la puerta del almacén y la abrió. Rosa salió. Miró a todos aquellos jovenzuelos. Unos desnudos, otros con toallas alrededor de la cintura. Y otro vestido, algo mayor. El entrenador, sin duda.
Una de los chicos fue el primero que la vio. Dio un grito y se tapó con las manos. Los demás pronto se dieron cuenta de la presencia de la mujer. La mayoría se tapó sus partes. Unos pocos, menos pudorosos, se exhibieron ante la hembra.
Como había quedado con Pedro, Rosa caminó hasta el centro del vestuario y se arrodilló. Miró a aquellos muchachos, sonriendo. Ellos no entendía que pasaba. Pedro empezó a explicar.
-Bueno, muchachos, esta es una amiga mía, que tiene un deseo, y he pensado que seguramente estaréis encantados de complacerla.
Algunos se imaginaron de que iba todo aquello. Otros estaban más perdidos que un pulpo en un garaje. Pedro prosiguió.
-Bien, mi amiga quiere que todos os corráis sobre su cara.
Hubo un murmullo general. Incredulidad, excitación. Algunas pollas empezaron a levantarse. Rosa casi temblaba.
-Pero hay una serie de normas. El que no las cumpla, se las verá conmigo. Lo machacaré, sea quien sea. Primero. Nada de insultos. Es una dama con un deseo. Así que pórtense como caballeros con ella. Segundo, nada de tocarla. Ella, si lo desea, os tocará y hasta os chupará las pollas, pero ustedes no le tocarán ni un pelo. Una vez que todos hayan terminado, se van y nos dejan tranquilos. El que no esté de acuerdo, que se vaya ahora.
Nadie se movió ni un milímetro. Algunos ya se estaban tocando, mostrando unas más que respetables erecciones. Rosa sentía como su coño estaba cada vez más mojado. Hasta el entrenador se tocaba la polla sobre el pantalón.
-Bueno, chicos - dijo Rosa - ¿Quién va a ser el primero en correrse en mi cara?
Estaban un poco reticentes. Pedro lanzó una mirada a Ignacio y le hizo un gesto. Ignacio se acercó a Rosa. Su polla aún estaba morcillona, pero cuando Estuvo a escasos centímetros de su cara, se puso dura del todo.
-Ummm así que tú serás el primero.
-Eso parece.
Se equivocaron. Uno de los chicos no aguantó más y se acercó corriendo. Estando a un metro ya se empezó a correr. Aún así, consiguió que tres espesos chorros cayeran sobre la cara de Rosa, que los recibió con los ojos cerrados.
Ella sintió escalofríos. Y placer. Llevó su mano izquierda a su coño. Llevaba una falda, sin bragas. Se empezó a frotar mientras que con la mano derecha agarró la polla de Ignacio y lo masturbó frente a su cara. En pocos minutos la segunda corrida se sumó a la primera.
Los demás fueron perdiendo la vergüenza. Todos lucían ya sus pollas bien duras. El entrenador se había sacado la suya. Se fueron acercando poco a poco a la chica, rodeándola.
Pedro vigilaba que nadie hiciera nada indebido. Pero parecía que habían entendido a la perfección las normas.
El tercero en correrse dio un paso hacia rosa y la roció con una impresionante catarata de semen, bastante liquido. Al mezclarse con el anterior, empezó a gotear sobe su pecho. El olor a semen empezó a ser muy fuerte, y Rosa tuvo su primer orgasmo.
Los chicos con menos aguante se fueron corriendo los primeros. Uno de ellos, el más tímido del grupo, después de correrse, hasta le dio a Rosa las gracias. Ella, sorprendida y agradecida por su amabilidad, le dio un beso en la punta de la polla, pasándole la lengua por la punta y recogiendo la última gota de semen. Lo saboreó con placer.
Eso hizo que otros dos no pudiesen más y se corrieran a la vez sobre ella. La cara de Rosa estaba ya totalmente cubierta. 8 chicos se habían ya corrido sobre ella. Ya no podía abrir los ojos. Estaban llenitos de leche de macho. Así que sacó un pañuelo que tenía preparado y se los limpió. Quería verlo todo. No perderse detalle alguno.
Quedaban seis chicos y el entrenador. Todos, menos Pedro, que sólo miraba, rodeaban a Rosa. Uno de ellos se acercó más, casi rozando con la punta de su polla los labios de la chica. Ella lo miró, abrió la boca y se metió la dura verga hasta la mitad. Él estalló de inmediato. Los dos primeros chorros bajaron por la garganta de Rosa. El resto los hizo estrellar contra su cara al tiempo que estallaba por enésima vez en un fuerte orgasmo.
La parte superior de su blusa estaba cubierta del semen que goteaba de su cara. Sus tetas llenas. El semen que caía por su escote bajaba por entre sus pechos y llegaba incluso hasta el borde de la falda.
Los 4 restantes fueron recompensados con la boca de Rosa, que les chupó las pollas hasta hacerlas correr dentro de, para rápidamente, aún en pleno orgasmo, sacarlas y hacerlas terminar de correr sobre ella. Con las pollas aún goteantes, se retiraban para dejar paso al siguiente.
El último en descargar sobre Rosa fue el entrenador. Todos miraban la estupenda mamada que le hizo. Cuando notó que se iba a correr, Rosa se sacó la polla de la boca, la mantuvo abierta y recibió la copiosa corrida sobre la lengua. El entrenador gemía de placer. Mirándolos a todos, se lo tragó y se relamió.
Ni Rosa, ni Pedro, habían contado con la juventud del equipo. Los primeros que se habían corrido tenían las pollas otra vez duras. Cuando uno quiso repetir, acercándose a Rosa, Pedro fue a detenerlo, pero al ver como Rosa abría la boca y empezaba a chupar, lo dejó.
Todos repitieron. Y a todos les chupó la polla. Ahora aguantaron más. Rosa empezó a cansare. No de recibir placer, no de recibir en la boca y en la cara sus calientes jugos. Se cansó de la postura. Iba cambiando, pero no estaba ya cómoda.
Cuando el entrenador se corrió por segunda vez, Pedro dio por terminada la fiesta.
-Bueno chicos. Creo que os lo habeis pasado muy bien todos. Ahora, sed buenos y dejadnos.
Fueron buenos. Se vistieron. Miraban aquella mujer que seguía allí, ahora sentada en el suelo. La cara totalmente cubierta de semen. Parte en el pelo. La camisa echa un desastre. Los ojos, cerrados.
Se fueron marchando. Cuando el último hubo salido, Pedro cerró la puerta. Miró a Rosa, que se limpiaba los ojos. Se acercó a ella.
-¿Qué tal?
-Gracias Pedro, por haber hecho esto por mi. No lo voy a olvidad en la vida.
Pedro le iba a decir que no lo haría más. Que no lo ayudaría más en esto. Que si ella quería volver a hacerlo se las arreglase sola. Que había sufrido al ver a sus compañeros correrse una y otra vez sobre ella. Pero ella se le adelantó.
-Me ha gustado, no lo voy a negar. No sé las veces que me he corrido. Pero...no lo haré más. Ya sé lo que se siente. Como experiencia ha estado bien. Pero....cuando lo hago contigo me siento mejor. Tú me llenas más. Contigo gozo más. No me hace falta más.
Aquellas palabras emocionaron a Pedro. Le tendió sus manos para ayudarla a levantar. La cantidad de semen que Rosa tenía encima era impresionante. La acercó a una de las duchas y abrió el agua. Sus ropas se mojaron. El semen empezó a desaparecer.
La desnudó, quitándole la blusa y luego la falda. Luego se desnudó él. Bajo la cálida ducha se abrazaron y se besaron. La apoyó contra la pared cubierta de azulejos, calentados por el agua. Fue bajando por su cuerpo, lentamente, hasta quedar arrodillado delante de ella. Besó su pubis. Rosa abrió sus piernas para permitirle que pasara su lengua a lo largo de su rica rajita. El agua le quitaba bastante de su rico sabor. Aún así, Pedro disfrutó e hizo disfrutar a Rosa, que estalló sobre su cara, gritando de placer.
El orgasmo hizo que sus piernas flaquearan y se arrodilló junto a aquel maravilloso hombre. Se besaron y terminaron tumbados en el suelo.
Hicieron el amor muy lentamente, con penetraciones profundas pero lentas. El agua caía sobre ellos. No dejaban de mirarse, de besarse.
Después de muchos minutos, los dos se quedaron sin respiración. Los dos estaban siendo atravesados por un arrollador orgasmo. La vagina de Rosa se llenó del cálido semen de Pedro. La polla de Pedro fue apretada una y otra vez por los espasmos del coño de Rosa. Y durante todo el tiempo que duró, no dejaron de mirase..
El agua seguía cayendo mientras se besaban con dulzura.
Más tarde se secaron. Rosa se puso ropa de repuesto que había traído. Cogidos de la mano, abandonaron el estadio camino de la casa de Rosa.
Los chicos estuvieron largo tiempo preguntándole por ella. Querían repetir la aventura. Pedro nunca les dijo nada. Con el tiempo desistieron.
Pedro y Rosa siguieron viéndose. Se amaban. Él le daba todo lo que ella necesitaba. No había placer más grande para Rosa que arrodillarse delante de su hombre y que él le cubriera su rostro con su cálido semen. Muchas veces se corría sin tocarse. Bastaba sólo la sensación. Ella también le daba a él todo lo que le pedía, sin negarle nada. Pedro era feliz simplemente complaciéndola.
Por el momento, no necesitaban más.
FIN
-¿Qué se te ha ocurrido?
-¿Recuerdas por qué nos conocimos?
-Te habían dado una patada jugando al fútbol....
La cara de Rosa, brillante ya por la corrida de Pedro, se iluminó.
-¿Estás pensando lo mismo que yo? - le preguntó, con la polla dura en al mano.
-Creo que sí. Podría arreglar una visita tuya la vestuario después de un entrenamiento.
Rosa llevó la mano libre a su coño y se empezó a frotar con fuerza.
-Ummmm ¿Cuántos sois? Joder...que cachonda estoy.
-Pues...En el equipo somos 15 más el entrenador. Aunque siempre suele faltar alguno.
Rosa se imaginó arrodillada delante de todos aquellos muchachos y recibiendo una catarata se caliente semen sobre ella. Se corrió con fuertes espasmos de placer. Tenía que experimentarlo, aunque sólo fuese una vez.
-¿Harás...eso...por mi?
La ayudó a levantar y la besó. La abrazó. Ella notó que Pedro estaba tenso.
-¿Lo harás, Pedro?
-Si tú quieres...
-¿A ti no te gustaría verme así?
-La idea me excita, sí...pero..
-¿Pero qué?
-Es que...te quiero sólo para mí.
Lo miró. Era tan dulce y a la vez tan hombre. La quería sólo para ella.
-Pedro, soy tuya. En cuerpo y alma. Eres tú quien me ha hecho sentir cosas que nunca había sentido. Eres el mejor amante que he tenido. Eso sólo sería...sexo. ¿Me quieres?
-Creo que sí, Rosa
-Y yo a ti. Eso no cambiará haya los hombre que haya. Lo necesito. Tengo que sentirlo. Por favor, hazlo por mi.
-Está bien. Lo haré.
-Gracias... mi amor
Lo cogió de la mano y lo llevó a su dormitorio. Se desnudaron el uno al otro y se acariciaron largo rato.
-Rosa...quiero hacerte el amor.
-Ummmm te deseo Pedro...yo también deseo que me ames.
Le penetró lentamente, besándola, acariciando su cuerpo. Rosa rodeó su cintura con sus piernas. Cara contra cara se acariciaban. El semen que ella tenía pronto fue esparcido entre los dos rostros, probado por las dos bocas.
Rosa tuvo un suave y placentero orgasmo. En ese momento no pensaba en nada más que en el hombre que la penetraba tan maravillosamente. No pensaba en semen cayendo sobre su cara. Sólo sentía aquella dura polla dándole placer.
-Aggggg Pedro....que bien lo haces....eres..
La besó sin dejarla terminar. Entrelazaron sus manos y Pedro aumentó el ritmo de la penetración, haciéndola gemir cada vez más fuerte. El orgasmo de Pedro se aproximaba. En ese momento no quería sacársela para ir hasta su cara. Deseaba hacerle el amor plenamente. Deseaba correrse dentro de ella.
-Rosa....te quiero...
-Y yo a ti Pedro..Aggggggggg que placer.
-Me...correré......dentro de...ti.
-Siiiiiiiiiiiiiii mi amor...lléname de ti. Lléname de ti.
Cuando Rosa sintió como Pedro se tensaba y el fondo de su vagina se llenó de calor, estalló también, uniéndose ambos en un orgasmo que los dejó después unidos por varios minutos. Se miraban, se besaban. Se sonreían.
-Me ha gustado que te corrieras dentro de mí.
-A mí también. Así podré hacer una cosa que llevaba tiempo deseando.
-¿Sí? ¿Qué es?
-Esto...
Bajó lentamente por el cuerpo de Rosa hasta enterrar su cara entre sus piernas. Le empezó a comer el coño.
-Aggg Pedro...estoy llena de ti.
-Lo sé. Y ahora te voy a comer hasta dejarte vacía.
Fue una comida de coño muy especial. Rosa notaba como la mezcla de flujo y semen iba saliendo poco a poco, y como Pedro la lamía sin cesar. Con cada orgasmo que le regalaba , la mezcla se iba aclarando, hasta que ya sólo salió flujo. Después de incontables orgasmos, lo tuvo que apartar, pues su coño había quedado demasiado sensible.
-Ven aquí mi amor.
Rosa apoyó su cabeza en el pecho de Pedro, mientras él acariciaba su cabello.
-¿Estaba rico mi coñito?
-Ummm riquísimo.
-¿Si hubiese sido el semen de otro hombre lo hubieses hecho?
-Joder. Pues...No sé. Creo que no.
-¿Y si yo te lo pidiese?
-Bueno..no lo sé, la verdad. Si tu me lo pidiese...a lo mejor.
Pedro se marchó un poco cabizbajo. Por una parte quería hacer lo que ella deseaba. Darle esa satisfacción. Pero por otra, temía que algo saliera mal. Perder lo que tenía con ella. Esa noche le costó dormir, pensando, cavilando. Se lo había prometido. La veía tan excitada por la idea. Lo haría. Por ella.
Al día siguiente Pedro habló con Ignacio, el amigo que le había dado la patada gracias a la cual había conocido a Rosa. No pensaba contarle todo, sólo lo imprescindible.
-Oye, Ignacio. ¿Sabes lo que es un bukake?
-¿Bukake? Pues ..¿Un...dulce?
-No. Es esto
Le enseño un foto en donde una chica estaba arrodillada, con los ojos cerrados y cubierta de semen. Los ojos de Ignacio se abrieron como platos
-Joder. Vaya lechada, tío.
-Tengo una amiga que quiere hacerlo.
-¿Uhh?
-Que tengo una amiga que quiere hacerlo. He pensado en el equipo.
-Déjame que lo entienda. ¿Me estás diciendo que una amiga tuya quiere que el equipo se corra sobre ella?
-Exactamente eso.
Ignacio se puso a mirar a todas partes.
-¿Qué haces?
-Buscando la cámara oculta.
-Esto va en serio.
-No me lo creo.
-¿Por qué no?
-Es demasiado bueno como para ser verdad.
-Pues es verdad, tío.
-¿Quién es? ¿La conozco?
-No la conoces. ¿Qué piensas? ¿Lo harías?
-¿Correrme en la cara de esa chica? Por supuesto.
-Sería correrte sobre la cara de esa chica delante de todo el equipo, uno tras otro.
-También.
-¿Crees que se lo debería decir a los demás o que sea de sorpresa?
-Pedro. ¿Esto va en serio, no?
-Sí.
-Joder. Se me está poniendo dura sólo de pensarlo. No se lo digas a nadie. Será una sorpresa. ¿Cuando piensas hacerlo?
-Pues..mañana mismo, después del entrenamiento.
-Wow! Va a ser algo grande. ¿Quién es ese zorrón?
Eso era una de las cosas que Pedro temía. Que se tomaran a Rosa por lo que no era.
-No es ningún zorrón. Las razones no importan. Es algo que ella desea. Pondré reglas. Y el que no las cumpla se la carga.
-Tranqui tío.
-Pues entonces, todo arreglado. Mañana, después del entrenamiento lo hacemos.
Ya estaba hecho. Fue al hospital, se dirigió directamente al almacén de sus encuentros con Rosa y le mandó un mensaje al móvil. En menos de cinco minutos ella estaba arrodillada delante de él pasándose la polla por la cara.
Ninguno hablaba. Sólo se miraban. Ella era feliz acariciándose con la polla de Pedro. Lo miraba, sonriendo. Su cara se iba mojando con el líquido pre seminal que destilaba aquella dura estaca. Pedro estaba muy cachondo, pensando en lo que pasaría al día siguiente. Y asustado. Pero la excitación era mayor. La hizo levantar y se besaron con pasión. La mano de Rosa cogió su polla y la meneó mientras sus lenguas se entrelazaban.
Pedro metió su mano por debajo de su falda y la llevó a su coño. Las bragas estaban empapadas. Introdujo sus dedos por dentro de la prenda y acarició la rajita. Le encantaba sentir su calor, sobre todo cuando la excitación empezaba, cuando estaba babosita. Al pasar las yemas sobre el clítoris ella gimió en su boca. Pedro fue besándola desde allí hasta su orejita. Le susurró.
-Rosa, mañana por la tarde mi equipo entero se va a correr en tu cara.
Cuando ella oyó aquellas palabras se corrió en el acto. Cerró sus piernas, atrapando la mano que la acariciaba y llenando los dedos de Pedro con su flujos. Se agarró al muchacho para no caerse. Las piernas le temblaban. Tenía los ojos fuertemente cerrados mientras su cuerpo estallaba de placer.
Abrió lentamente los ojos. Los de él la miraban.
-Eres maravilloso, Pedro. Te quiero.
-He hablado con un amigo. Precisamente el que me dio la patada. El culpable de que nos conociéramos.
-¿Qué le has dicho?
-Sólo que eres una amiga con un deseo especial. No quiero que sepan quien eres. Los demás no sabrán nada hasta que llegue el momento. También le dije que pondré reglas y que tienen que cumplirlas.
-¿Qué reglas?
Se las dijo. Ella se emocionó. Eran reglas para protegerla. Estuvo de acuerdo con todas. Lo besó con pasión. En su mano, la dura polla.
-Bueno, y ahora lléname la cara con una buena corrida.
Mirándolo a los ojos se fue arrodillando lentamente, hasta que su cara estuvo a la altura del mástil.
-Córrete en mi cara, Pedro. Córrete en mi cara. Imagina que ya la tengo llena de la leche de tus amigos. Que eres el último, el más importante.
Pedro se cogió la polla y se la empezó a menear con fuerza. La excitación era muy grande. Empezó a gemir. Rosa se rozaba la cara con la punta de la polla. Ya lo conocía muy bien. Sabía el momento justo en el que él se iba a correr. Cerró los ojos, se quedó quieta.
Un golpe en su cara. Calor. Otro. Uno más. Cada uno seguido de un espasmo de placer. Cada vez sentía la piel de su rostro más caliente, más mojada. Oía los gemidos de Pedro. Abrió la boca, sacó la lengua y notó otro golpe más sobre ésta. Saboreó el cálido néctar, y estalló. Aún sentía los últimos chorros de la corrida de Pedro cuando su cuerpo fue atravesado por el placer. Pensar que sentía todo eso con un solo hombre y que al día siguiente sentiría lo mismo una y otra vez, una y otra vez, le provocó un intenso orgasmo.
Después de que los dos terminaran con los espasmos, los estremecimientos, se quedaron quietos. Sólo sus agitados pechos se movían al ritmo de las respiraciones. Pedro miraba a aquella mujer, con una sonrisa en la cara y cubierta por su semen. ¿Resistiría verla rodeada por sus amigos, bufando como animales, corriéndose sobre ella?
Se arrodilló junto a Rosa. Ella abrió los ojos y se miraron. Acercaron sus bocas y se besaron. Pedro sintió su amargo y saldado sabor.
-Mi amor. dámela.
Otras veces él usaba su polla para acercar el semen que cubría su cara a su boca. Esa vez lo hizo con la lengua. Recogía un poco y se besaban, y volvía a por más. Al poco su cara estaba sin rastro de su esencia.
-¿Vendrás esta tarde a mi casa?
-Claro que iré.
-Gracias Pedro. Por todo.
Esa tarde hicieron el amor. Despacito, con ternura. Se corrió dentro de ella,y como la vez anterior, después la hizo gozar una y otra vez con su lengua. Terminaron los dos abrazados.
-¿Estás segura de que quieres hacerlo?
-No dejo de pensar en eso, Pedro. Lo...necesito. Necesito sentirlo. Si no, me pasaré la vida pensando en como me sentiría.
Pedro no dijo nada. Si ella lo deseaba, lo haría. Aunque él se dio cuenta de que no quería que ella lo hiciera. Por muy excitado que se sintiera ante la idea, no quería que ella lo hiciera. Pero lo haría, por ella.
Quedaron a las siete del día siguiente en en estadio en donde ellos entrenaban. A esa hora terminaba el entrenamiento. Un poco antes, el se escabulló y la metió en el vestuario sin que nadie se diese cuenta. Nadie excepto Ignacio, que no le quitaba ojo. Ese día eran 14 chicos y el entrenador.
Rosa esperaba escondida en una especie de almacén, lleno de balones y otras cosas. El corazón le latía con fuerza. Estuvo a punto de arrepentirse y salir corriendo, pero oyó voces. El vestuario se empezó a llenar de gente. Oía risas, bromas. Oyó como los chicos se empezaban a duchar. Se imaginó que detrás de la puerta que la separaba de ellos estarían todos desnudos. El coño se le empezó a mojar.
Pedro le dijo a Ignacio que cerrara la puerta con llave. No quería que nadie entrara. Todos estaban en pelotas, algunos debajo de las duchas, otros ya secándose. Se acercó a la puerta del almacén y la abrió. Rosa salió. Miró a todos aquellos jovenzuelos. Unos desnudos, otros con toallas alrededor de la cintura. Y otro vestido, algo mayor. El entrenador, sin duda.
Una de los chicos fue el primero que la vio. Dio un grito y se tapó con las manos. Los demás pronto se dieron cuenta de la presencia de la mujer. La mayoría se tapó sus partes. Unos pocos, menos pudorosos, se exhibieron ante la hembra.
Como había quedado con Pedro, Rosa caminó hasta el centro del vestuario y se arrodilló. Miró a aquellos muchachos, sonriendo. Ellos no entendía que pasaba. Pedro empezó a explicar.
-Bueno, muchachos, esta es una amiga mía, que tiene un deseo, y he pensado que seguramente estaréis encantados de complacerla.
Algunos se imaginaron de que iba todo aquello. Otros estaban más perdidos que un pulpo en un garaje. Pedro prosiguió.
-Bien, mi amiga quiere que todos os corráis sobre su cara.
Hubo un murmullo general. Incredulidad, excitación. Algunas pollas empezaron a levantarse. Rosa casi temblaba.
-Pero hay una serie de normas. El que no las cumpla, se las verá conmigo. Lo machacaré, sea quien sea. Primero. Nada de insultos. Es una dama con un deseo. Así que pórtense como caballeros con ella. Segundo, nada de tocarla. Ella, si lo desea, os tocará y hasta os chupará las pollas, pero ustedes no le tocarán ni un pelo. Una vez que todos hayan terminado, se van y nos dejan tranquilos. El que no esté de acuerdo, que se vaya ahora.
Nadie se movió ni un milímetro. Algunos ya se estaban tocando, mostrando unas más que respetables erecciones. Rosa sentía como su coño estaba cada vez más mojado. Hasta el entrenador se tocaba la polla sobre el pantalón.
-Bueno, chicos - dijo Rosa - ¿Quién va a ser el primero en correrse en mi cara?
Estaban un poco reticentes. Pedro lanzó una mirada a Ignacio y le hizo un gesto. Ignacio se acercó a Rosa. Su polla aún estaba morcillona, pero cuando Estuvo a escasos centímetros de su cara, se puso dura del todo.
-Ummm así que tú serás el primero.
-Eso parece.
Se equivocaron. Uno de los chicos no aguantó más y se acercó corriendo. Estando a un metro ya se empezó a correr. Aún así, consiguió que tres espesos chorros cayeran sobre la cara de Rosa, que los recibió con los ojos cerrados.
Ella sintió escalofríos. Y placer. Llevó su mano izquierda a su coño. Llevaba una falda, sin bragas. Se empezó a frotar mientras que con la mano derecha agarró la polla de Ignacio y lo masturbó frente a su cara. En pocos minutos la segunda corrida se sumó a la primera.
Los demás fueron perdiendo la vergüenza. Todos lucían ya sus pollas bien duras. El entrenador se había sacado la suya. Se fueron acercando poco a poco a la chica, rodeándola.
Pedro vigilaba que nadie hiciera nada indebido. Pero parecía que habían entendido a la perfección las normas.
El tercero en correrse dio un paso hacia rosa y la roció con una impresionante catarata de semen, bastante liquido. Al mezclarse con el anterior, empezó a gotear sobe su pecho. El olor a semen empezó a ser muy fuerte, y Rosa tuvo su primer orgasmo.
Los chicos con menos aguante se fueron corriendo los primeros. Uno de ellos, el más tímido del grupo, después de correrse, hasta le dio a Rosa las gracias. Ella, sorprendida y agradecida por su amabilidad, le dio un beso en la punta de la polla, pasándole la lengua por la punta y recogiendo la última gota de semen. Lo saboreó con placer.
Eso hizo que otros dos no pudiesen más y se corrieran a la vez sobre ella. La cara de Rosa estaba ya totalmente cubierta. 8 chicos se habían ya corrido sobre ella. Ya no podía abrir los ojos. Estaban llenitos de leche de macho. Así que sacó un pañuelo que tenía preparado y se los limpió. Quería verlo todo. No perderse detalle alguno.
Quedaban seis chicos y el entrenador. Todos, menos Pedro, que sólo miraba, rodeaban a Rosa. Uno de ellos se acercó más, casi rozando con la punta de su polla los labios de la chica. Ella lo miró, abrió la boca y se metió la dura verga hasta la mitad. Él estalló de inmediato. Los dos primeros chorros bajaron por la garganta de Rosa. El resto los hizo estrellar contra su cara al tiempo que estallaba por enésima vez en un fuerte orgasmo.
La parte superior de su blusa estaba cubierta del semen que goteaba de su cara. Sus tetas llenas. El semen que caía por su escote bajaba por entre sus pechos y llegaba incluso hasta el borde de la falda.
Los 4 restantes fueron recompensados con la boca de Rosa, que les chupó las pollas hasta hacerlas correr dentro de, para rápidamente, aún en pleno orgasmo, sacarlas y hacerlas terminar de correr sobre ella. Con las pollas aún goteantes, se retiraban para dejar paso al siguiente.
El último en descargar sobre Rosa fue el entrenador. Todos miraban la estupenda mamada que le hizo. Cuando notó que se iba a correr, Rosa se sacó la polla de la boca, la mantuvo abierta y recibió la copiosa corrida sobre la lengua. El entrenador gemía de placer. Mirándolos a todos, se lo tragó y se relamió.
Ni Rosa, ni Pedro, habían contado con la juventud del equipo. Los primeros que se habían corrido tenían las pollas otra vez duras. Cuando uno quiso repetir, acercándose a Rosa, Pedro fue a detenerlo, pero al ver como Rosa abría la boca y empezaba a chupar, lo dejó.
Todos repitieron. Y a todos les chupó la polla. Ahora aguantaron más. Rosa empezó a cansare. No de recibir placer, no de recibir en la boca y en la cara sus calientes jugos. Se cansó de la postura. Iba cambiando, pero no estaba ya cómoda.
Cuando el entrenador se corrió por segunda vez, Pedro dio por terminada la fiesta.
-Bueno chicos. Creo que os lo habeis pasado muy bien todos. Ahora, sed buenos y dejadnos.
Fueron buenos. Se vistieron. Miraban aquella mujer que seguía allí, ahora sentada en el suelo. La cara totalmente cubierta de semen. Parte en el pelo. La camisa echa un desastre. Los ojos, cerrados.
Se fueron marchando. Cuando el último hubo salido, Pedro cerró la puerta. Miró a Rosa, que se limpiaba los ojos. Se acercó a ella.
-¿Qué tal?
-Gracias Pedro, por haber hecho esto por mi. No lo voy a olvidad en la vida.
Pedro le iba a decir que no lo haría más. Que no lo ayudaría más en esto. Que si ella quería volver a hacerlo se las arreglase sola. Que había sufrido al ver a sus compañeros correrse una y otra vez sobre ella. Pero ella se le adelantó.
-Me ha gustado, no lo voy a negar. No sé las veces que me he corrido. Pero...no lo haré más. Ya sé lo que se siente. Como experiencia ha estado bien. Pero....cuando lo hago contigo me siento mejor. Tú me llenas más. Contigo gozo más. No me hace falta más.
Aquellas palabras emocionaron a Pedro. Le tendió sus manos para ayudarla a levantar. La cantidad de semen que Rosa tenía encima era impresionante. La acercó a una de las duchas y abrió el agua. Sus ropas se mojaron. El semen empezó a desaparecer.
La desnudó, quitándole la blusa y luego la falda. Luego se desnudó él. Bajo la cálida ducha se abrazaron y se besaron. La apoyó contra la pared cubierta de azulejos, calentados por el agua. Fue bajando por su cuerpo, lentamente, hasta quedar arrodillado delante de ella. Besó su pubis. Rosa abrió sus piernas para permitirle que pasara su lengua a lo largo de su rica rajita. El agua le quitaba bastante de su rico sabor. Aún así, Pedro disfrutó e hizo disfrutar a Rosa, que estalló sobre su cara, gritando de placer.
El orgasmo hizo que sus piernas flaquearan y se arrodilló junto a aquel maravilloso hombre. Se besaron y terminaron tumbados en el suelo.
Hicieron el amor muy lentamente, con penetraciones profundas pero lentas. El agua caía sobre ellos. No dejaban de mirarse, de besarse.
Después de muchos minutos, los dos se quedaron sin respiración. Los dos estaban siendo atravesados por un arrollador orgasmo. La vagina de Rosa se llenó del cálido semen de Pedro. La polla de Pedro fue apretada una y otra vez por los espasmos del coño de Rosa. Y durante todo el tiempo que duró, no dejaron de mirase..
El agua seguía cayendo mientras se besaban con dulzura.
Más tarde se secaron. Rosa se puso ropa de repuesto que había traído. Cogidos de la mano, abandonaron el estadio camino de la casa de Rosa.
Los chicos estuvieron largo tiempo preguntándole por ella. Querían repetir la aventura. Pedro nunca les dijo nada. Con el tiempo desistieron.
Pedro y Rosa siguieron viéndose. Se amaban. Él le daba todo lo que ella necesitaba. No había placer más grande para Rosa que arrodillarse delante de su hombre y que él le cubriera su rostro con su cálido semen. Muchas veces se corría sin tocarse. Bastaba sólo la sensación. Ella también le daba a él todo lo que le pedía, sin negarle nada. Pedro era feliz simplemente complaciéndola.
Por el momento, no necesitaban más.
FIN
3 comentarios - la urologa 3. el final