Este relato es real. Él me lo contó. Y, mientras lo hacía, su voz transmitía todos los matices de esa espléndida mamada que recibió.
Es un chico joven, cuando esto ocurrió tenía unos veinticinco años. Es musculoso porque practica mucho deporte y lleva una vida muy saludable. Tiene un cuerpo muy equilibrado y un rostro varonil. Su pene es grueso. Sus ojos son marrones, profundos y su mirada es dura.
Tiene sentido del humor pero es gélidamente serio cuando debe serlo y muy inteligente, tal vez demasiado. Peligrosamente seductor, pero siempre sin buscarlo. Inspira confianza. Pero aún más, inspira respeto.
"Era una noche cualquiera. Uno de esos viernes en los que yo trabajaba en el bar. Camarero otro mes más de otro año más, para financiarme mis estudios universitarios.
Había un concierto de un grupo local de rock. Era una jornada ajetreada. Había bastante gente, sin llegar a ser agobiante. Por eso al menos esa noche no estaba tan aburrido como cuando toca estar toda la noche parado como un pasmarote.
Como siempre, yo observaba lo que ocurría en el bar y a todos los personajes que por las noches salen de sus escondrijos para acudir a alcoholizarse.
No tardé demasiado en reparar en la novia del cantante. Él era un pelanas de esos que llaman la atención a las chicas por su aspecto macarra. Pero ella era impresionante. Una auténtica beldad. De esas mujeres de bandera que cuando pasan por la calle deslumbran a todos los hombres.
Alta y delgada. Ni le sobraba ni le faltaba nada. Pechos perfectos, grandes como a mí me gustan. Ojos verdes de tigresa. Piel canela. Morena. Con un culo de vértigo.
Llevaba una falda corta de color negro y una camiseta blanca con escote generoso. Unos tacones altos.
A pesar de su atuendo destapado irradiaba elegancia. Poseía esa elegancia natural propia de las mujeres más exquisitas.
La pareja llevaba toda la noche discutiendo y en un momento dado se acercaron a la barra y pude oír su conversación:
-Eres un capullo. Prefieres quedarte con tus amigotes a ir conmigo a casa. Y yo estoy muy cansada.
-Cómo quieres que te lo diga. Yo soy el cantante. No puedo cantar cuatro canciones y desaparecer. Tengo que estar con la peña que ha venido a verme. Con los chicos del grupo.
La chica parecía muy disgustada y se dio cuenta de que los miraba. Sin compasión, intentó hacerme su cómplice mirándome fijamente, hipnóticamente, con sus ojos aceitunados.
-¿Tú qué opinas?, ¿La novia o los amigos?
Yo me quedé balbuceando mientras ambos me miraban expectantes. Sin saber que decir. Así que solté:
-Os invito a una copa.
Ellos se echaron a reír y luego pasé casi una hora charlando con ellos de cuando en cuando, en los momentos en que no servía. Invitándolos a unas cuantas más. Ella se reía mucho con mis bromas.
Al tiempo observé que discutían de nuevo. Esta vez él se perdía entre la multitud, en busca de sus amigos.
Ella estaba indignada. Con toda la furia de una hembra salvaje traicionada. Permanecía junto a la barra.
Me miró de nuevo con una idea maléfica cabalgando esa mirada.
Me acerqué y le pregunté que tal andaba de su borrachera. Le puse otra mientras iba a echar a un malote que andaba buscando bronca.
Cuando volví hacia ella, se inclinó dejándome ver su escote y me susurró al oído:
-Vamos al baño.
Yo no me lo pensé y me la llevé allí. Por suerte, los baños de mi curro son espaciosos. Nos metimos en uno de las chicas y cerramos la puerta. Sin decirle ni una palabra más me abrí la bragueta y me la saqué.
La empujé hacia abajo para ponerla de rodillas y le acerqué la polla a la boca.
Ella no necesitó más indicaciones. Empezó a recorrerla con su lengua jugueteando y me la cogió con una de sus manos.
La movía con destreza, como toda una profesional. Me dijo:
-Llevo toda la noche deseando metérmela en la boca.
-Pues venga.
Entonces abrió bien sus sugerentes labios, bien barnizados de carmín rojo, y se la metió de golpe. Apenas le cabía, porque la tengo bastante gorda.
Estaba muy excitado. Sentía un cosquilleo tremendo. Estaba muy duro. La metía y la sacaba sin dejar de acariciar con su lengua.
Me miraba a los ojos poniendo cara de zorra.
Sentía que pronto me correría y la cogí de la melena fuerte. Acercándola a mi cuerpo. Metiéndole mi pene hasta la garganta.
Ella tenía arcadas y tal vez le costase respirar. Sus contracciones aumentaban mi excitación. A pesar de todo, ella no paraba de mamar. Cada vez que ella se la metía yo la atraía agarrando su pelo.
Literalmente "me la estaba follando por la boca". Miraba el rebotar de sus tetas y sus labios tragándose todo mi pene.
Tenía que continuar trabajando así que le pegué un buen tirón hacia mí y estallé bien dentro de ella. Mientras ella ponía los ojos en blanco y temblaba.
Luego me abroché la bragueta y volví a la barra dejándola allí recomponiéndose.
Al rato la vi de nuevo con su novio. Se reconciliaron con un amoroso morreo. Y ambos se acercaron hacia donde yo estaba sonrientes.
Estuvieron charlando conmigo como antes. Aunque ella me dirigía discretas miradas de complicidad.
Se levantaron para irse, pero antes ella se acercó a mi oído y me susurró:
-Luego vuelvo y me follas.
Es un chico joven, cuando esto ocurrió tenía unos veinticinco años. Es musculoso porque practica mucho deporte y lleva una vida muy saludable. Tiene un cuerpo muy equilibrado y un rostro varonil. Su pene es grueso. Sus ojos son marrones, profundos y su mirada es dura.
Tiene sentido del humor pero es gélidamente serio cuando debe serlo y muy inteligente, tal vez demasiado. Peligrosamente seductor, pero siempre sin buscarlo. Inspira confianza. Pero aún más, inspira respeto.
"Era una noche cualquiera. Uno de esos viernes en los que yo trabajaba en el bar. Camarero otro mes más de otro año más, para financiarme mis estudios universitarios.
Había un concierto de un grupo local de rock. Era una jornada ajetreada. Había bastante gente, sin llegar a ser agobiante. Por eso al menos esa noche no estaba tan aburrido como cuando toca estar toda la noche parado como un pasmarote.
Como siempre, yo observaba lo que ocurría en el bar y a todos los personajes que por las noches salen de sus escondrijos para acudir a alcoholizarse.
No tardé demasiado en reparar en la novia del cantante. Él era un pelanas de esos que llaman la atención a las chicas por su aspecto macarra. Pero ella era impresionante. Una auténtica beldad. De esas mujeres de bandera que cuando pasan por la calle deslumbran a todos los hombres.
Alta y delgada. Ni le sobraba ni le faltaba nada. Pechos perfectos, grandes como a mí me gustan. Ojos verdes de tigresa. Piel canela. Morena. Con un culo de vértigo.
Llevaba una falda corta de color negro y una camiseta blanca con escote generoso. Unos tacones altos.
A pesar de su atuendo destapado irradiaba elegancia. Poseía esa elegancia natural propia de las mujeres más exquisitas.
La pareja llevaba toda la noche discutiendo y en un momento dado se acercaron a la barra y pude oír su conversación:
-Eres un capullo. Prefieres quedarte con tus amigotes a ir conmigo a casa. Y yo estoy muy cansada.
-Cómo quieres que te lo diga. Yo soy el cantante. No puedo cantar cuatro canciones y desaparecer. Tengo que estar con la peña que ha venido a verme. Con los chicos del grupo.
La chica parecía muy disgustada y se dio cuenta de que los miraba. Sin compasión, intentó hacerme su cómplice mirándome fijamente, hipnóticamente, con sus ojos aceitunados.
-¿Tú qué opinas?, ¿La novia o los amigos?
Yo me quedé balbuceando mientras ambos me miraban expectantes. Sin saber que decir. Así que solté:
-Os invito a una copa.
Ellos se echaron a reír y luego pasé casi una hora charlando con ellos de cuando en cuando, en los momentos en que no servía. Invitándolos a unas cuantas más. Ella se reía mucho con mis bromas.
Al tiempo observé que discutían de nuevo. Esta vez él se perdía entre la multitud, en busca de sus amigos.
Ella estaba indignada. Con toda la furia de una hembra salvaje traicionada. Permanecía junto a la barra.
Me miró de nuevo con una idea maléfica cabalgando esa mirada.
Me acerqué y le pregunté que tal andaba de su borrachera. Le puse otra mientras iba a echar a un malote que andaba buscando bronca.
Cuando volví hacia ella, se inclinó dejándome ver su escote y me susurró al oído:
-Vamos al baño.
Yo no me lo pensé y me la llevé allí. Por suerte, los baños de mi curro son espaciosos. Nos metimos en uno de las chicas y cerramos la puerta. Sin decirle ni una palabra más me abrí la bragueta y me la saqué.
La empujé hacia abajo para ponerla de rodillas y le acerqué la polla a la boca.
Ella no necesitó más indicaciones. Empezó a recorrerla con su lengua jugueteando y me la cogió con una de sus manos.
La movía con destreza, como toda una profesional. Me dijo:
-Llevo toda la noche deseando metérmela en la boca.
-Pues venga.
Entonces abrió bien sus sugerentes labios, bien barnizados de carmín rojo, y se la metió de golpe. Apenas le cabía, porque la tengo bastante gorda.
Estaba muy excitado. Sentía un cosquilleo tremendo. Estaba muy duro. La metía y la sacaba sin dejar de acariciar con su lengua.
Me miraba a los ojos poniendo cara de zorra.
Sentía que pronto me correría y la cogí de la melena fuerte. Acercándola a mi cuerpo. Metiéndole mi pene hasta la garganta.
Ella tenía arcadas y tal vez le costase respirar. Sus contracciones aumentaban mi excitación. A pesar de todo, ella no paraba de mamar. Cada vez que ella se la metía yo la atraía agarrando su pelo.
Literalmente "me la estaba follando por la boca". Miraba el rebotar de sus tetas y sus labios tragándose todo mi pene.
Tenía que continuar trabajando así que le pegué un buen tirón hacia mí y estallé bien dentro de ella. Mientras ella ponía los ojos en blanco y temblaba.
Luego me abroché la bragueta y volví a la barra dejándola allí recomponiéndose.
Al rato la vi de nuevo con su novio. Se reconciliaron con un amoroso morreo. Y ambos se acercaron hacia donde yo estaba sonrientes.
Estuvieron charlando conmigo como antes. Aunque ella me dirigía discretas miradas de complicidad.
Se levantaron para irse, pero antes ella se acercó a mi oído y me susurró:
-Luego vuelvo y me follas.
2 comentarios - Una belleza mamada