Diario de Lucy Rumsfeld (Esposa de Sir Arthur)
Me encuentro realmente preocupada por Arthur. Luce aislado del hogar, como si estuviera pendiente de asuntos externos cada día. Su mirada se proyecta hacia un vacío infinito y su silencio es la más triste sentencia. ¿Nos estaremos alejando? Ya no me observa va como antes, lo encuentro distante, sin emitir sus habituales cálidas palabras que enrojecerían de honor a cualquier mujer. ¿Dónde está mi esposo? Sin dudas, no es aquel quien se pasea fantasmalmente por nuestro hogar, de mirada apagada y rostro sospechoso.
Diario de Lucy Rumsfeld (Esposa de Sir Arthur)
Pd: Por cierto, mañana realizaremos una gran cena debido a los excelentes y esperados resultados de estudios de Keeley. La agasajaremos con una deliciosa comida a la cual asistirán algunos de sus compañeros de estudio y amistades relacionadas estrechamente con la familia. Espero que todos luzcan impactantes, y ansío ver en el rostro de mi esposo, aquella particular y encantadora sonrisa.
Diario de Sir Arthur Rumsfeld (Padre de la familia Rumsfeld)
Narraré los peculiares hechos que sucedieron esta noche…..
El motivo de nuestra cena se debe al exitoso desempeño de nuestra hija en sus estudios, y a modo de congratularla, decidimos obsequiarle una velada con sus amistades, las personas más cercanas a la familia y su círculo íntimo compuesto por el mismo.
La noche encendió prontamente el fulgor de las estrellas, reconociendo la velada que se aproximaba y esculpiendo un paisaje de lo más ancestral en los cielos. Lucy me acompañó destellando tan llamativa como de costumbre, con su sobrio vestido de gala que llamó la atención de los jóvenes que rondaban por el hogar. Aunque debo confesar que quien acaparó todas las miradas fue la dulce, inocente y seductora Jo, proseguida de mi hija quien expuso esta noche la cara de una verdadera mujer. Nuestra criada parecía algo nerviosa, como si tramara algo, había en su silencio una incómoda confesión que amenazaba sus labios con condenarla. Resolví estar atento a esta cuestión sin perderme los detalles de la noche.
Mi hijo, lucía imponente, con su traje oscuro ensayando una silueta fornida y vigorosa. ¡Oh como extraño la dulce juventud, el momento en cuando uno más cerca está de la inmortalidad!.
La música se oía claramente, llegando a todos los rincones del comedor central, asumiendo el rol pasivo de la animación. Distintos aromas se apreciaban en el aire. El de las muchachas jóvenes con sus pieles vírgenes y esplendorosas, el aroma de sus cabellos agitándose en su andar, encandilando a cada uno con sus brillantes e inocentes sonrisas. Sonreír es una gracia que se le da bien a pocos, puesto que realmente conmueve a aquel que dentro de sus intenciones anhelaba anonadar y arremeter contra el acostumbrado resonar de los latidos del corazón. Y en estas jovencitas, el sonreír era un arte perfectamente interpretado.
La cena transcurrió velozmente, los platos danzaron frente a nuestros ojos en una correcta participación de los sirvientes, quienes no demoraron en largos hiatos en aproximar el próximo plato a la mesa. Las acaloradas risas continuaron y el cuchicheo mujeril se acentuó en la sobremesa.
Cerca de la medianoche, los invitados se retiraron. Ya no danzaban alrededor mío, piernas esculpidas a la perfección y los aromas parecían perderse en la noche. Una ventisca irrumpió en la sala procurando sentir aquel aroma impactante de las jóvenes muchachas que llevaron sus risas bajo el cielo estrellado.
Permanecí unos momentos tumbado en el sofá meditando sobre los acontecimientos. Hasta el momento, la noche había sido increíble. No recordaba haberme deleitado tanto desde hace mucho tiempo. Lentamente mis ojos se fueron cerrando y perdí la noción del tiempo, para cuando me levanté, la casa se hallaba en penumbras y el silencio había instaurado un clima de suspenso y tensión. Había algo en el aire que me resultaba incomodo. Como si estuvieran susurrando a mis espaldas, o como si algo particular fuese a ocurrir.
Anduve sigilosamente por el corredor hasta apreciar una pequeña luz dentro del cuarto de mi esposa. Supuse que Lucy se encontraba sumida en sus horas de lectura por lo cual decidí acompañarla.
Cuando entreví el interior del cuarto, inconscientemente dificultando mi respiración y sin comprender porque percibía un aura extraña en el ambiente, espíe en el interior de la habitación y me llevé un gran desconcierto. A decir verdad fue un placentero desconcierto…
Observé con los ojos abiertos de un cazador, como Jo en un acto de bajeza digna de su clase, tomaba en un rostro lleno de apetencia por lo material, unas delicadas joyas que brillaron en la semi-oscuridad del cuarto para lucirlas en su pecho al cual desee fervorosamente poseer.
Aspiraba imperiosamente a poseerla, para sentirme joven nuevamente. Necesitaba sentir el calor de los ríos sanguíneos recorrer sinuosamente mi cuerpo y darle un motivo a mi corazón por el cual estallar de regocijo.
Diario de Lucy Rumsfeld (Esposa de Sir Arthur)
Keeley me ha llamado luego de la cena para platicar en privado en su alcoba. Debo confesar que hace mucho tiempo no teníamos una conversación de madre a hija y me siento afortunada de, a pesar de la intimidad que anhela ella en sus relaciones personales, me haya confesado que se encuentra enamorada de alguien, y digo alguien pues no me ha confesado mucho más. Sé que es una persona encantadora, de pocas palabras y que en sus ojos brilla un intenso deseo sexual. Tras aconsejarle como madre, regresé a mi cuarto para descansar en mi mullida cama, y fue doloroso encontrar a ese ser extraño que aparentaba ser mi Arthur. Nuevamente contemplé como naufragaba en su interior, en pensamientos que me eran difíciles de comprender, su rostro no manifestaba más que una gran postura de meditación. No obstante, pude vislumbrar en su boca, una ligera sonrisa de triunfo y un destello de maldad en el espejo de sus ojos.
Escrito por, TheEroticWriter.
Continuará.
Nota del autor: Siento no haber involucrado escenas sexuales explícitas en esta entrega...aunque honestamente pienso que la historia se encuentra en el ojo de la tormenta y por ello en una calma aparente, pronto todo se convertirá en fuertes conmociones emocionales. La historia necesita de esta transición y espero que uds como lectores lo comprenda.
Saludos cordiales.
Giuseppe.
Me encuentro realmente preocupada por Arthur. Luce aislado del hogar, como si estuviera pendiente de asuntos externos cada día. Su mirada se proyecta hacia un vacío infinito y su silencio es la más triste sentencia. ¿Nos estaremos alejando? Ya no me observa va como antes, lo encuentro distante, sin emitir sus habituales cálidas palabras que enrojecerían de honor a cualquier mujer. ¿Dónde está mi esposo? Sin dudas, no es aquel quien se pasea fantasmalmente por nuestro hogar, de mirada apagada y rostro sospechoso.
Diario de Lucy Rumsfeld (Esposa de Sir Arthur)
Pd: Por cierto, mañana realizaremos una gran cena debido a los excelentes y esperados resultados de estudios de Keeley. La agasajaremos con una deliciosa comida a la cual asistirán algunos de sus compañeros de estudio y amistades relacionadas estrechamente con la familia. Espero que todos luzcan impactantes, y ansío ver en el rostro de mi esposo, aquella particular y encantadora sonrisa.
Diario de Sir Arthur Rumsfeld (Padre de la familia Rumsfeld)
Narraré los peculiares hechos que sucedieron esta noche…..
El motivo de nuestra cena se debe al exitoso desempeño de nuestra hija en sus estudios, y a modo de congratularla, decidimos obsequiarle una velada con sus amistades, las personas más cercanas a la familia y su círculo íntimo compuesto por el mismo.
La noche encendió prontamente el fulgor de las estrellas, reconociendo la velada que se aproximaba y esculpiendo un paisaje de lo más ancestral en los cielos. Lucy me acompañó destellando tan llamativa como de costumbre, con su sobrio vestido de gala que llamó la atención de los jóvenes que rondaban por el hogar. Aunque debo confesar que quien acaparó todas las miradas fue la dulce, inocente y seductora Jo, proseguida de mi hija quien expuso esta noche la cara de una verdadera mujer. Nuestra criada parecía algo nerviosa, como si tramara algo, había en su silencio una incómoda confesión que amenazaba sus labios con condenarla. Resolví estar atento a esta cuestión sin perderme los detalles de la noche.
Mi hijo, lucía imponente, con su traje oscuro ensayando una silueta fornida y vigorosa. ¡Oh como extraño la dulce juventud, el momento en cuando uno más cerca está de la inmortalidad!.
La música se oía claramente, llegando a todos los rincones del comedor central, asumiendo el rol pasivo de la animación. Distintos aromas se apreciaban en el aire. El de las muchachas jóvenes con sus pieles vírgenes y esplendorosas, el aroma de sus cabellos agitándose en su andar, encandilando a cada uno con sus brillantes e inocentes sonrisas. Sonreír es una gracia que se le da bien a pocos, puesto que realmente conmueve a aquel que dentro de sus intenciones anhelaba anonadar y arremeter contra el acostumbrado resonar de los latidos del corazón. Y en estas jovencitas, el sonreír era un arte perfectamente interpretado.
La cena transcurrió velozmente, los platos danzaron frente a nuestros ojos en una correcta participación de los sirvientes, quienes no demoraron en largos hiatos en aproximar el próximo plato a la mesa. Las acaloradas risas continuaron y el cuchicheo mujeril se acentuó en la sobremesa.
Cerca de la medianoche, los invitados se retiraron. Ya no danzaban alrededor mío, piernas esculpidas a la perfección y los aromas parecían perderse en la noche. Una ventisca irrumpió en la sala procurando sentir aquel aroma impactante de las jóvenes muchachas que llevaron sus risas bajo el cielo estrellado.
Permanecí unos momentos tumbado en el sofá meditando sobre los acontecimientos. Hasta el momento, la noche había sido increíble. No recordaba haberme deleitado tanto desde hace mucho tiempo. Lentamente mis ojos se fueron cerrando y perdí la noción del tiempo, para cuando me levanté, la casa se hallaba en penumbras y el silencio había instaurado un clima de suspenso y tensión. Había algo en el aire que me resultaba incomodo. Como si estuvieran susurrando a mis espaldas, o como si algo particular fuese a ocurrir.
Anduve sigilosamente por el corredor hasta apreciar una pequeña luz dentro del cuarto de mi esposa. Supuse que Lucy se encontraba sumida en sus horas de lectura por lo cual decidí acompañarla.
Cuando entreví el interior del cuarto, inconscientemente dificultando mi respiración y sin comprender porque percibía un aura extraña en el ambiente, espíe en el interior de la habitación y me llevé un gran desconcierto. A decir verdad fue un placentero desconcierto…
Observé con los ojos abiertos de un cazador, como Jo en un acto de bajeza digna de su clase, tomaba en un rostro lleno de apetencia por lo material, unas delicadas joyas que brillaron en la semi-oscuridad del cuarto para lucirlas en su pecho al cual desee fervorosamente poseer.
Aspiraba imperiosamente a poseerla, para sentirme joven nuevamente. Necesitaba sentir el calor de los ríos sanguíneos recorrer sinuosamente mi cuerpo y darle un motivo a mi corazón por el cual estallar de regocijo.
Diario de Lucy Rumsfeld (Esposa de Sir Arthur)
Keeley me ha llamado luego de la cena para platicar en privado en su alcoba. Debo confesar que hace mucho tiempo no teníamos una conversación de madre a hija y me siento afortunada de, a pesar de la intimidad que anhela ella en sus relaciones personales, me haya confesado que se encuentra enamorada de alguien, y digo alguien pues no me ha confesado mucho más. Sé que es una persona encantadora, de pocas palabras y que en sus ojos brilla un intenso deseo sexual. Tras aconsejarle como madre, regresé a mi cuarto para descansar en mi mullida cama, y fue doloroso encontrar a ese ser extraño que aparentaba ser mi Arthur. Nuevamente contemplé como naufragaba en su interior, en pensamientos que me eran difíciles de comprender, su rostro no manifestaba más que una gran postura de meditación. No obstante, pude vislumbrar en su boca, una ligera sonrisa de triunfo y un destello de maldad en el espejo de sus ojos.
Escrito por, TheEroticWriter.
Continuará.
Nota del autor: Siento no haber involucrado escenas sexuales explícitas en esta entrega...aunque honestamente pienso que la historia se encuentra en el ojo de la tormenta y por ello en una calma aparente, pronto todo se convertirá en fuertes conmociones emocionales. La historia necesita de esta transición y espero que uds como lectores lo comprenda.
Saludos cordiales.
Giuseppe.
4 comentarios - Novela erótica: “La criada” [Capítulo VI]
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