Diario de Ryu hi Hye (La criada más antigua)
¿Cómo he de decirlo? ¿Cómo guardar silencio cuando en nuestro hogar vuela un ave obscura, asesina y despiadada? ¿Cómo manifestarle a la señora que la nueva criada anda luciendo sus vestidos a sus espaldas y probándose las más brillantes perlas, para luego apropiárselas en un silencio sepulcral?
No sé cuanto podré domar mis labios, pues esta infinita calma que reina el hogar me acuchilla lentamente, me ahoga y me tiñe como un ruin cómplice. ¿Debo hablar con la joven Jo? ¿O ir directamente hacia la señora? Oh mi querida señora, si supieras que tus joyas ahora resplandecen en el rostro de Jo ¿Cuán grande será su ira?.
Desearía que esto fuera todo, pero siento que además de sus centelleantes joyas, podría perder a su amado señor, puesto que lo he visto hurgar con sus ojos, en el atrevido y sugestivo escote de la criada. ¿Será este un simple síntoma de admiración masculina o un deseo oculto, encerrando en el más oscuro calabozo de la perversión?
No puedo permitirlo mi señora, no cuando usted me ha rescatado de la miseria y me ha otorgado un hogar donde descansar y servirle. Me mantendré alerta y realizaré mi primer movimiento en el escenario oportuno. ¿Mientras tanto? Guardaré silencio, a pesar de que mi alma se sienta traicionera y cómplice de aquella arpía a quien los hombres de esta morada tanto desean.
Diario de Aaron Rumsfeld (Hijo de la familia Rumsfeld)
La tengo en mis manos. Si, por fin señor has iluminado mi camino hacia la victoria, he visto como la señorita Jo se apoderaba de uno de los elegantes collares de mi madre. Su mirada teñida de codicia refulgió desde su interior y transformó sus dulces rasgos en una serpiente asesina, fría y calculadora. Pude haber interrumpido en la escena del crimen, no obstante ¿Qué obtendría con eso? Simplemente un rápido despido por parte de mi madre quien no toleraría su presencia en nuestro hogar ni por un segundo más. Y de haber movido las piezas apresuradamente, me vería sin la posibilidad de contemplar la belleza pura de Jo, y admirar sus sonrisa de primavera, indistintamente de la estación en la que nos encontráramos. La deseaba intensamente, hasta el punto de cegarme y formar parte de aquel crimen, formando parte tras guardar silencio como si jamás hubiera visto el asesinato. El chuchillo jamás atravesó el cuerpo de la víctima y no hubo ningún alarido de horror y de desesperación. El silencio lo enmudeció todo. Sin embargo, había encontrado la manera indicada de acercarme a Jo. De ahora en adelante nuestras charlas se prolongarían y ella se vería obligada a seguir mis órdenes, por más perversas que fuesen. Al fin y al cabo, ahora poseía en mis manos, un determinado fundamento para expulsarla por siempre del hogar. Mi corazón late desesperadamente por acorralarla al final de los pasillos con el fin de poseerla, examinando sus curvas y oliendo su delicado perfume emanar de aquellos cabellos tan oscuros como sus intenciones.
Diario de Sir Arthur Rumsfeld
Lucy se encuentra insoportable por estos días. En lo único que acentúa su esfuerzo es en nombrar cada una de las minuciosas falencias de nuestra nueva criada.¡Qué mujer más celosa!. Como si no supiera que la razón que viste su amargura es la poco sutil vestimenta de la inferioridad. ¡Qué ridículo!. Tantos años casados y aun no conquista la seguridad y confianza que deberían reinar en ella, aunque debo admitirlo, nuestra criada es absolutamente hermosa, con sus rasgos orientales tan exóticos para nuestra vista. Es ciertamente un flamante paisaje, donde cualquiera desearía explorar.
Últimamente he sentido fuertes deseos de ordenarle algo absurdo para comprobar aun más su figura, pero con Lucy revoloteando incesantemente con su desconfianza, solo lograría ocasionarme un gran problema. Me contentaré con observarla fugazmente a la hora del almuerzo, después de todo, es un deleite saborear los platos preparados por los sirvientes mientras contemplo aquellas ligeras y sensuales inclinación de Jo.
Sir Arthur Rumsfeld.
Diario de Keeley Rumsfeld ( Hija de la familia Rumsfeld)
Mi corazón aun galopa furiosamente, colmado de una pasión que jamás habia vestido mi cuerpo y quiero confesarte querido diario cada uno de los momentos que abarrotan mi mente desde esta tarde.
El sol caía lentamente, despidiéndose con sus últimos destellos de luz, en un amanecer digno de un cuadro, con el sol extendiéndose en la lejanía para ocultarse detrás de las copas de los árboles, allí donde nuestros ojos jamás alcanzarían a escudriñar que maravillas se esconden.
Me encontraba sumergida en uno de mis más fervorosas pasiones. Pintaba un cuadro con el fin de representar e inmortalizar el dulce rostro de Jo. Aunque debo admitirlo, a pesar de mis extensos años de estudio, no pude hacerle justicia en grabar con mis pinceladas, cada facción única y esplendorosa de nuestra criada.
De pronto, sentí que alguien llamaba a la puerta con cierto resguardo. Me aproximé hasta comprobar (para mi vergüenza) que quien se posaba insinuante en el umbral era la mismísima Jo. Para mi asombro, Jo se aproximó hasta rozar mis labios, distancia poco prudente para una sirvienta, puesto que estaba violando las leyes no escritas de la servidumbre. No obstante, agradecí para mis adentros que así lo hiciera. Ella cerró los ojos, sin éxito, puesto que fracasó en su afán por contener unas brillantes lágrimas que bordearon su rostro, luciendo como un ángel caído, un ángel al cual se le había negado el ingreso al cielo.
“Protégeme” susurró
No logré inquirirle de quien o que se debía esa extraña petición. Ella tomó mi rostro y besó tiernamente mis labios enmudeciendo mi corazón, mi alma y encendiendo mis libidinosos deseos femeninos. Jo besó tiernamente mi labio inferior hasta consumirlo y empezar con el superior, que ardía de deseos por sentir sus húmedos labios desenfrenados por una pasión lésbica. La criada continuó besándome en el umbral ahora con fiereza y dulcificando mi paladar con el andar de su lengua. Era la primera vez que había recibido un beso tan apasionado y demostrativo. Sostuve su rostro que tal como lo había soñado, era suave y tallado a la perfección.
“Debe de ser un honor para ti, una simple criada, besar los labios de una elegante señorita, digna de la decencia de las clases más altas de esta nación” Susurré con malicia, aquella sensación que desborda desde la pasión misma, que hablaba en un lenguaje dañino y cruel para exaltar la fogosidad de la escena.
“Por supuesto que lo es, señorita Keeley” “Le pido humilde y cordialmente que me proteja de su vil hermano”, Oh siento llamarlo así, es que ha estado jugando cruelmente con mi cuerpo y piensa acusarme con la señora de haber cometido un sucio y bajo crimen” “Se lo ruego señorita, soy inocente, protéjame, me encuentro sola sin nadie que me resguarde, se lo agradeceré de por vida”.
En aquella turbulencia de pasión, sus súplicas se adentraron en mi corazón que ardió y emanó piedad por la bella e inocente Jo. Y aceptando todas y cada una de sus palabras manifeste: “Lo haré, te protegeré querida, pero ahora guarda silencio y disfruta de mi cuerpo, pues jamás encontrarás semejante decencia y linaje en la piel de una mujer”
"Oh le agradezco señorita, mi dulce ama, permítame complacerme con su cuerpo, un digno regalo de los dioses".
Jo, besó por última vez mis labios y se dirigió hacía mi vestido. Levantó la parte inferior, quitó mis bragas y finalmente colocó con extrema delicadeza una de mis suaves y excitantes piernas por entre sus hombros hasta alcanzar los límites del pórtico, posando mi figura en el extremo opuesto y liberando mi sexo que ahora se encontraba a merced de su sinuosa lengua que comenzó a hurgar en el exterior de mi escena de mujer con una docilidad impensada, como si estuviera bebiendo el vino más puro, directo de la copa de los dioses. Sus labios húmedos exploraron aquella zona femenina, al tiempo que sus dedos juguetearon con sapiencia con mi clítoris, expandiendo el calor de aquella pasión irrefrenable y libidinosa hacia todos los sentidos y rincones de mi cuerpo. Finalmente exploté en un mar de gemidos hasta enmudecer los alaridos que deseaban imperiosamente librarse de mis manos opresoras.
Jo jamás se detuvo, incluso, continuó a pesar de haberle pedido en lágrimas de satisfacción que era suficiente, continuó alimentando su ser con mi inconfundible aroma, con el inconfundible vino de mujer, de la cosecha que ella había sembrado desde su llegada.
Escrito por, TheEroticWriter,
Continuará
¿Cómo he de decirlo? ¿Cómo guardar silencio cuando en nuestro hogar vuela un ave obscura, asesina y despiadada? ¿Cómo manifestarle a la señora que la nueva criada anda luciendo sus vestidos a sus espaldas y probándose las más brillantes perlas, para luego apropiárselas en un silencio sepulcral?
No sé cuanto podré domar mis labios, pues esta infinita calma que reina el hogar me acuchilla lentamente, me ahoga y me tiñe como un ruin cómplice. ¿Debo hablar con la joven Jo? ¿O ir directamente hacia la señora? Oh mi querida señora, si supieras que tus joyas ahora resplandecen en el rostro de Jo ¿Cuán grande será su ira?.
Desearía que esto fuera todo, pero siento que además de sus centelleantes joyas, podría perder a su amado señor, puesto que lo he visto hurgar con sus ojos, en el atrevido y sugestivo escote de la criada. ¿Será este un simple síntoma de admiración masculina o un deseo oculto, encerrando en el más oscuro calabozo de la perversión?
No puedo permitirlo mi señora, no cuando usted me ha rescatado de la miseria y me ha otorgado un hogar donde descansar y servirle. Me mantendré alerta y realizaré mi primer movimiento en el escenario oportuno. ¿Mientras tanto? Guardaré silencio, a pesar de que mi alma se sienta traicionera y cómplice de aquella arpía a quien los hombres de esta morada tanto desean.
Diario de Aaron Rumsfeld (Hijo de la familia Rumsfeld)
La tengo en mis manos. Si, por fin señor has iluminado mi camino hacia la victoria, he visto como la señorita Jo se apoderaba de uno de los elegantes collares de mi madre. Su mirada teñida de codicia refulgió desde su interior y transformó sus dulces rasgos en una serpiente asesina, fría y calculadora. Pude haber interrumpido en la escena del crimen, no obstante ¿Qué obtendría con eso? Simplemente un rápido despido por parte de mi madre quien no toleraría su presencia en nuestro hogar ni por un segundo más. Y de haber movido las piezas apresuradamente, me vería sin la posibilidad de contemplar la belleza pura de Jo, y admirar sus sonrisa de primavera, indistintamente de la estación en la que nos encontráramos. La deseaba intensamente, hasta el punto de cegarme y formar parte de aquel crimen, formando parte tras guardar silencio como si jamás hubiera visto el asesinato. El chuchillo jamás atravesó el cuerpo de la víctima y no hubo ningún alarido de horror y de desesperación. El silencio lo enmudeció todo. Sin embargo, había encontrado la manera indicada de acercarme a Jo. De ahora en adelante nuestras charlas se prolongarían y ella se vería obligada a seguir mis órdenes, por más perversas que fuesen. Al fin y al cabo, ahora poseía en mis manos, un determinado fundamento para expulsarla por siempre del hogar. Mi corazón late desesperadamente por acorralarla al final de los pasillos con el fin de poseerla, examinando sus curvas y oliendo su delicado perfume emanar de aquellos cabellos tan oscuros como sus intenciones.
Diario de Sir Arthur Rumsfeld
Lucy se encuentra insoportable por estos días. En lo único que acentúa su esfuerzo es en nombrar cada una de las minuciosas falencias de nuestra nueva criada.¡Qué mujer más celosa!. Como si no supiera que la razón que viste su amargura es la poco sutil vestimenta de la inferioridad. ¡Qué ridículo!. Tantos años casados y aun no conquista la seguridad y confianza que deberían reinar en ella, aunque debo admitirlo, nuestra criada es absolutamente hermosa, con sus rasgos orientales tan exóticos para nuestra vista. Es ciertamente un flamante paisaje, donde cualquiera desearía explorar.
Últimamente he sentido fuertes deseos de ordenarle algo absurdo para comprobar aun más su figura, pero con Lucy revoloteando incesantemente con su desconfianza, solo lograría ocasionarme un gran problema. Me contentaré con observarla fugazmente a la hora del almuerzo, después de todo, es un deleite saborear los platos preparados por los sirvientes mientras contemplo aquellas ligeras y sensuales inclinación de Jo.
Sir Arthur Rumsfeld.
Diario de Keeley Rumsfeld ( Hija de la familia Rumsfeld)
Mi corazón aun galopa furiosamente, colmado de una pasión que jamás habia vestido mi cuerpo y quiero confesarte querido diario cada uno de los momentos que abarrotan mi mente desde esta tarde.
El sol caía lentamente, despidiéndose con sus últimos destellos de luz, en un amanecer digno de un cuadro, con el sol extendiéndose en la lejanía para ocultarse detrás de las copas de los árboles, allí donde nuestros ojos jamás alcanzarían a escudriñar que maravillas se esconden.
Me encontraba sumergida en uno de mis más fervorosas pasiones. Pintaba un cuadro con el fin de representar e inmortalizar el dulce rostro de Jo. Aunque debo admitirlo, a pesar de mis extensos años de estudio, no pude hacerle justicia en grabar con mis pinceladas, cada facción única y esplendorosa de nuestra criada.
De pronto, sentí que alguien llamaba a la puerta con cierto resguardo. Me aproximé hasta comprobar (para mi vergüenza) que quien se posaba insinuante en el umbral era la mismísima Jo. Para mi asombro, Jo se aproximó hasta rozar mis labios, distancia poco prudente para una sirvienta, puesto que estaba violando las leyes no escritas de la servidumbre. No obstante, agradecí para mis adentros que así lo hiciera. Ella cerró los ojos, sin éxito, puesto que fracasó en su afán por contener unas brillantes lágrimas que bordearon su rostro, luciendo como un ángel caído, un ángel al cual se le había negado el ingreso al cielo.
“Protégeme” susurró
No logré inquirirle de quien o que se debía esa extraña petición. Ella tomó mi rostro y besó tiernamente mis labios enmudeciendo mi corazón, mi alma y encendiendo mis libidinosos deseos femeninos. Jo besó tiernamente mi labio inferior hasta consumirlo y empezar con el superior, que ardía de deseos por sentir sus húmedos labios desenfrenados por una pasión lésbica. La criada continuó besándome en el umbral ahora con fiereza y dulcificando mi paladar con el andar de su lengua. Era la primera vez que había recibido un beso tan apasionado y demostrativo. Sostuve su rostro que tal como lo había soñado, era suave y tallado a la perfección.
“Debe de ser un honor para ti, una simple criada, besar los labios de una elegante señorita, digna de la decencia de las clases más altas de esta nación” Susurré con malicia, aquella sensación que desborda desde la pasión misma, que hablaba en un lenguaje dañino y cruel para exaltar la fogosidad de la escena.
“Por supuesto que lo es, señorita Keeley” “Le pido humilde y cordialmente que me proteja de su vil hermano”, Oh siento llamarlo así, es que ha estado jugando cruelmente con mi cuerpo y piensa acusarme con la señora de haber cometido un sucio y bajo crimen” “Se lo ruego señorita, soy inocente, protéjame, me encuentro sola sin nadie que me resguarde, se lo agradeceré de por vida”.
En aquella turbulencia de pasión, sus súplicas se adentraron en mi corazón que ardió y emanó piedad por la bella e inocente Jo. Y aceptando todas y cada una de sus palabras manifeste: “Lo haré, te protegeré querida, pero ahora guarda silencio y disfruta de mi cuerpo, pues jamás encontrarás semejante decencia y linaje en la piel de una mujer”
"Oh le agradezco señorita, mi dulce ama, permítame complacerme con su cuerpo, un digno regalo de los dioses".
Jo, besó por última vez mis labios y se dirigió hacía mi vestido. Levantó la parte inferior, quitó mis bragas y finalmente colocó con extrema delicadeza una de mis suaves y excitantes piernas por entre sus hombros hasta alcanzar los límites del pórtico, posando mi figura en el extremo opuesto y liberando mi sexo que ahora se encontraba a merced de su sinuosa lengua que comenzó a hurgar en el exterior de mi escena de mujer con una docilidad impensada, como si estuviera bebiendo el vino más puro, directo de la copa de los dioses. Sus labios húmedos exploraron aquella zona femenina, al tiempo que sus dedos juguetearon con sapiencia con mi clítoris, expandiendo el calor de aquella pasión irrefrenable y libidinosa hacia todos los sentidos y rincones de mi cuerpo. Finalmente exploté en un mar de gemidos hasta enmudecer los alaridos que deseaban imperiosamente librarse de mis manos opresoras.
Jo jamás se detuvo, incluso, continuó a pesar de haberle pedido en lágrimas de satisfacción que era suficiente, continuó alimentando su ser con mi inconfundible aroma, con el inconfundible vino de mujer, de la cosecha que ella había sembrado desde su llegada.
Escrito por, TheEroticWriter,
Continuará
8 comentarios - Novela erótica: “La criada” [Capítulo IV]
Gracias por compartir.
Besos y Lamiditas !!!
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
Me gustan los capitulos asi cortos, muy agradable tu forma de escribir no repites palabras ni eventos, tu literatura a mi no
me cansa, al contrario logra hacerme trasladar y haces generar el deseo de leer más.
Excelente final de capitulo 🙎♂️
Felicitaciones!
definitivamente hermoso!!! me encantó este capítulo y pienso.....vamos a conocer los crueles juegos de Aaron con el cuerpo de Jo??? me encanta el destello turbio que se oculta detrás de tus palabras bellas Giussepe..felicitaciones esta noche vuelvo por el capitulo 5!! besos!!!
Karina.
Te agradezco por tan cálidas palabras. Recientemente he subido el capítulo VI, espero que sea de tu agrado tanto como tus palabras lo expresan por el episodio IV.
Besos,
Giuseppe.
tu novela fue terriblemente buena