Muerto de frío y de hambre, Jesús salió del coche antes de que amaneciera y deambuló otro par de horas más antes de sentarse en un banco a reflexionar sobre lo que le estaba sucediendo. No tenía a quien acudir, su orgullo no le permitía pedirle favores a sus amigos o conocidos, tampoco a los compañeros de trabajo después de que le hubieran abierto un expediente para suspenderle de empleo. Podía convertirse en un hazmerreír, en un cornudo del que todo el mundo se burlaría. Por muy fuerte y sucio que fuera el comportamiento de su esposa, no podría contarlo porque resultaría escandaloso y bochornoso. Sólo veía una alternativa, hablar con ella, tratar de encauzar la situación, suplicarle algo de ayuda, le había dejado en la calle sin un trozo de pan que llevarse a la boca. Fue caminando hasta el edificio donde residía y tuvo la suerte de que vio salir a su sobrino Lucas. Los celos le machacaron el alma al verle. Estaba follándose a su esposa. Se montó en su moto y se alejó por la avenida. Unos minutos más tarde fue su hija Marta quien salió de la casa hacia la parada de autobús. Pasaría toda la mañana en la universidad. Su esposa se hallaba sola en el piso. Trató de armarse de valor, aunque los nervios le traicionaban y le provocaron los temblores en las piernas y en las manos, pero tenía que hacerlo, y cruzó la avenida y se adentró en el edificio.
Tras entrar en su piso, avanzó por el pasillo y encontró a su mujer sentada a la mesa de la cocina, desayunando unas tostadas y un café, tan campante, como si nada pasara. Estaba cubierta por una bata de seda blanca y no llevaba nada debajo a juzgar por las transparencias de la tela. Pilar levantó la mirada hacia él, pero continuó masticando como si su presencia le importara un carajo. Jesús sintió que aquella mirada le menospreciaba aún más, que le convertía en un ser aún más inferior. Se mantuvo de pie bajo el arco de la puerta, con su aspecto descuidado y su expresión fatigosa.
¿Qué haces aquí? – le preguntó ella -. Quiero que te vayas inmediatamente.
¿Qué te he hecho, Pilar? ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo has podido?
¿Quieres que te lo diga? Eres un hijo de puta que me ha estado engañando durante mucho tiempo.
¿Cómo? -. Jesús arqueó las cejas.
Sé que te acostabas con Reme, que te has tirado a Olalla y a unas pocas más que si quieres escribimos en una lista, y has ido de putas cada vez que te ha dado la gana. Una vez te seguí, ¿sabes? ¿Quieres ver la foto en el móvil? Y luego venías a casa y hacías el amor conmigo, y me decías que me querías, eres un cerdo, marido, un jodido cerdo de mierda.
Eso son mentiras…
No seas cobarde, ten valor para reconocerlo.
Te estás tirando a tu sobrino.
Es más hombre que tú – le soltó con descaro.
Eres una puta y la gente va a saber lo que estás haciendo. Hablaré con tu hermana…
Hazlo y todos tus amigos y compañeros del hospital recibirán por email unas fotos mías y de mi sobrino muy sugerentes. Voy a convertirte en un maricón, diré lo poco hombre que eras. Olvida las amenazas, maricón.
No te reconozco, Pilar, ¿qué te ha pasado?
Ya te lo he dicho, me casé con un mamón como tú. Quiero que te vayas, no quiero volver a verte, quiero el divorcio.
Me has dejado sin nada.
Lo quiero todo, hasta el último euro.
Por favor, Pilar -. Su mirada se vio abordada por una expresión de súplica -. Te ruego que recapacites…
Quiero que te largues.
Necesito ayuda – reconoció con los ojos lagrimosos, teniéndose que agarrar al canto de la puerta para soportar los terribles temblores de sus piernas.
Pilar se levantó para dejar el plato y la taza en el fregadero. Luego se volvió hacia él.
Puedes quedarte el fin de semana, pero el lunes quiero que te marches y te ocupes de preparar el divorcio. ¿Entendido?
Me han suspendido en el trabajo…
Eso no es problema mío. Tienes hasta el lunes. Y no quiero que te acerques a mí. Me das asco y te odio. ¿Lo has entendido?
Sí. ¿Puedes prestarme algo de dinero?
A lo mejor cuando te largues…
Y no le dejó replicar, abandonó la cocina y se encerró en la habitación. Jesús comió y bebió un poco, hizo algunas llamadas al hospital para ver cómo iba su expediente y se dio una ducha para poder afeitarse y quitarse el mal olor. Luego se encerró en el cuarto de invitados con una botella de whisky a la que tan sólo le dio un par de tragos. Necesitaba serenar sus nervios e impulsos, pero no quería refugiarse en el alcohol. Su hija Marta llegó al mediodía, pero rechazó hablar con él cuando intentó detenerla y su esposa le advirtió de que no se le ocurriera molestarla. A media tarde, Marta salió de la casa. Había quedado con su novio. Le había convencido para salir esa noche.
Sobre las 19,00 horas oyó a su esposa hablar con su amiga Lucy. Lucy era una amiga de la infancia con la que hablaba habitualmente y con la que tenía mucha confianza, seguro que le estaría contando el episodio de la separación. A pesar de la amistad que las unían, casi nunca se veían ni salían porque a Jesús nunca le cayó bien ni ella ni su marido, Lolo, le parecía un fantasma y un macarra de pacotilla, además de que era bastante baboso por las cosas que Pilar le había contado de cuando eran jóvenes. También Lucy y Lolo veían en Jesús a un pijo de mierda que alardeaba de su puesto como médico. Simplemente, no se caían bien. Pero para colmo, Pilar invitó a su amiga Lucy a cenar esa noche y entonces agudizó el oído.
No pasa nada, Lucy, él está encerrado en otro cuarto y no saldrá. ¿Lolo? Que venga, claro, sí, sí, y Lucho también puede venir, claro… Vosotros el vino y yo la cena, ¿ok?
Menuda vergüenza iba a tener que pasar, su mujer estaba llevando hasta las últimas consecuencias su ansiada venganza. Precisó de otros dos tragos de la botella para aplacar la avalancha de celos que circulaba por sus venas.
Ese viernes por la noche madre e hija iban a vivir unas experiencias únicas simultáneamente, la madre en casa con sus amigos de la infancia y la hija con su novio. Pilar se puso muy guapa para recibir la visita. Jesús la estuvo espiando mientras se vestía. Se atavió con un vestido-jersey de cuello vuelto color azul turquesa, con la base muy por encima de la mitad de los muslos, tipo minifalda, con unas medias negras brillantes y zapatos de tacón aguja que le daban un toque muy sensual. Se peinó el cabello con gomina y se maquilló con glamour, con tonos fuertes, labios y uñas de un rojo chillón. Al verla tan atractiva, a Jesús se le aceleró el pulso, muerto de celos al pensar en el marido de Lucy cuando la viera así vestida, sabía que iba a devorarla y que se aprovecharía de la delicada situación por la que atravesaba el matrimonio. Se cruzaron por el pasillo y ella le miró con asco, sin embargo él sí se fijó en la pinta de puta que llevaba con aquel jersey largo tan sugerente y aquel peinado engominado. Cuando oyó el timbre, se encerró en su cuarto. Pilar ya había puesto la mesa para cuando llegara la visita. Lucy venía acompañada de su marido, Lolo, y de un amigo de la pareja, Lucho, al que Pilar conocía de vista. Su amiga Lucy iba igual de sugerente con un pantaloncito muy corto de color blanco y un jersey azul marino con escote a pico, muy ajustado al tórax, con tacones a juego y medias color crema. Lucy era alta y muy delgada, con la melena lisa y larga de color negro, culo fino y estrecho y pequeñas tetitas picudas de pezones afilados. Lolo vestía con su habitual pinta de macarra, tejanos negros, camiseta negra de tirantes que dejaban a la vista los músculos de sus brazos y los múltiples tatuajes y chupa de cuero. Era de media estatura, piel dorada, con una ligera barriga dura, bigote muy curvado y una melena de cabello rizado. Lucho era alto y robusto, rubio con el pelo muy cortito, parecía un militar ruso, ataviado de manera más formal que su amigo, con unos chinos y una camisa blanca de marca. Tras las presentaciones y los besos, Pilar les invitó a pasar. Lolo no dejaba de decirle lo guapa y sexy que estaba, Jesús pudo oírlo cuando les vio pasar por el pasillo en dirección al salón. Los dos hombres se deleitaban con los movimientos sensuales de su mujer.
Durante las dos horas siguientes no dejó de escuchar el alto murmullo procedente del salón, las risas, la música, las idas y venidas de su mujer y Lucy hacia la cocina, cómo se confesaban confidencias al oído y cómo los hombres iban al baño a mear. Sólo en aquella habitación, los celos le iban a reventar la cabeza. En el salón, el grupo de amigos pasaba una velada muy divertida. No habían parado de beber vino, luego unos chupitos, champán y por último habían abierto una botella de ron. Lolo y Lucho se acomodaron en un sofá mientras ellas se echaron un baile muy pegadas, poniendo en guardia el pene de cada uno de ellos, que se miraban con complicidad al verlas pegaditas y manoseándose. Terminó la canción y Lucy se sentó en un sillón que había frente al sofá donde se encontraba su marido y el amigo.
Guapita, por qué no nos pones otra copita – le pidió Lolo a Pilar.
Gracias por lo de guapita.
Es que lo eres.
Los hombres volvieron a mirarse cuando ella les dio la espalda para servirles la copa. Qué buena estaba, con aquel culo ancho cubierto por el erótico jersey, aquellas piernas macizas con las medias negras, el inmenso volumen de sus pechos bajo la tela, y encima estaba un poco tontona y bebida con el asunto de la separación. También la circunstancia de que su marido estuviera en alguna parte de la casa y de que fuera a separarse de él acrecentaba el morbo. Lucy también la miraba con atracción, como si el hecho de ver excitado a su marido con otra mujer le calentara la vagina. Además, se había excitado al tocarla, al sentir sus pechos, su aroma, sus labios tan de cerca. Les entregó la copa y se sentó justo al lado de Lolo, erguida, ladeada ligeramente hacia él, con las piernas cruzadas y exhibiendo sus muslos despampanantes, con aquella piel blanca bajo la tela fina y transparente de las medias. El jersey era tan cortito que al sentarse sólo faltaban unos centímetros para que sus bragas vieran la luz. A los dos se le iban los ojos descaradamente hacia su figura. Lucy estaba pendiente del acecho de su marido. Intercambió una sonrisa con su amiga.
Entonces, amiga, has mandado a tu marido a tomar por culo – le dijo Lolo.
Me tenía harta, bueno, ya os he contado. Lo he dejado pasar mucho tiempo, pero ya no aguantaba más.
Se iba de putas el muy cabrón – le comentó a su amigo. Volvió la cabeza hacia ella -. Y tú a dos velas, ¿no?
Tú verás.
Pobrecita, el cabrón venía sin ganas y con dolor de cabeza, y tú al rojo vivo, ¿eh?
Demasiado he aguantado – respondió con ingenuidad.
Tú, tanto tiempo sin probarlo -. Lolo le acarició la cara con el dorso de la mano -. Con lo putita que tú eras de joven, ¿verdad, Pilar? -. Pilar, algo sonrojada, encogió los hombros y él miró de nuevo a su amigo -. Le gustaba calentarnos la polla -, volvió a mirarla, esta vez fijándose en sus muslos -. Eras muy putita, me la pusiste dura más de una vez. Te gustaba ponérmela dura, ¿verdad, putita? -. Sólo sonrió, pero él le atizó una pequeña bofetada en la mejilla -. Dímelo, putita, ¿te gustaba?
Sí – contestó seria, aunque con ojos lujuriosos.
¿Desde cuando no te folla ese maricón? – se interesó Lucho pasándose la mano por la zona de la bragueta.
Uff, ya hace tiempo.
Está muy necesitada, Lucho. Tiene ganas de probar una buena polla, ¿verdad, putita? – volvió a atizarle una débil bofetada en la mejilla -. Estás muy buena, una putita como tú no puede pasar mucho tiempo sin probarla. ¿Tienes ganas de polla, putita?
Miró a su amiga antes de contestar y también a Lucho. Sus mejillas seguían sonrosadas, pero ante la dominación de Lolo su vagina estaba sufriendo un calentón.
Bueno, ha pasado mucho tiempo, yo, no sé…
¿Te pongo cachonda? – acometió Lolo con bravura.
Cómo sois…
Dímelo, ¿te pongo cachonda?
Sí – contestó mirando hacia Lucy.
¿Te gusta mi mujer, putita?
Sí, es muy guapa.
¿Quieres tirártela?
Anda, calla…
¿Por qué no te quitas las braguitas? A mi mujer le gusta oler las braguitas de las putas, ¿verdad, Lucía?
Me encantan – contestó su esposa.
¿Quieres sus bragas, Lucía?
Sí.
Lolo le atizó una tercera bofetada en la mejilla, esta vez algo más fuerte.
Quítate las bragas, mi mujer quiere olerlas.
Con obediencia y muy despacio, se metió las manos bajo el jersey y elevó el trasero del asiento para deslizar un tanguita blanco por sus piernas hasta quitárselo. Lucho había comenzado a desabrocharse el pantalón y ya se había bajado la bragueta, sin dejar de manosearse toda la zona. Pilar le tiró el tanguita a su amiga, que lo cogió al vuelo, e inmediatamente se lo llevó a la nariz para olerlo con profundidad.
Déjanos verte el coño – le pidió Lolo.
Trago saliva al tirarse del jersey muy lentamente hasta descubrir su chocho. Se lo dejó enrollado en la cintura. Lucho se bajó los pantalones exhibiendo una polla delgada y larga, con una destacada curvatura y un glande enrojecido, rodeada de un vello rubio. Enseguida se la sacudió con la vista puesta en la entrepierna de Pilar. Lolo le acarició los muslos con la palma abierta, por encima de las medias, hasta que el canto de la mano le rozó el vello vaginal.
Sácame la verga, zorrita, sé que estás deseando, sé que estás muy cachonda.
Antes miró a su amiga, quien continuaba oliendo el tanga mientras comenzaba a desnudarse con la otra mano. Se inclinó hacia Lolo y poco a poco le fue desvistiendo hasta dejarle sólo con el slip. Después de que le sacó los pantalones por los pies, se lo bajó muy despacio descubriendo su polla gruesa y corta, con venas pronunciadas y glande adiposo, con unos huevos gordos y oscuros, totalmente rasurado.
¿Te gusta mi polla? – le preguntó tocándosela.
Sí.
¿Por qué no te sacas las tetas? -. Ya con la vagina ardiendo, se sacó el jersey por la cabeza y se quedó desnuda, salvo por las medias negras que cubrían sus piernas. Sus dos tetazas blandas sufrieron un ligero vaivén con el movimiento. Ambos hombres se la sacudieron -. ¿Has visto, Lucho, qué tetas tiene nuestra putita?
Pilar vio que su amiga también estaba desnuda de cintura para abajo y se refregaba el tanga por el coño, masturbándose con la escena que acontecía ante sus ojos.
Haznos unas pajas – le ordenó Lucho.
Envuelta en su insólita sumisión, bajó del sofá y se arrodilló entre las piernas depiladas y morenas de Lolo, erguida, de espaldas a su amiga. Extendió los brazos, con la izquierda agarró la verga gruesa de Lolo y con la derecha la fina y curvada de Lucho, y comenzó a sacudir las dos a un ritmo pausado. Ellos resoplaban muertos de placer y ella les miraba sumisamente, con sus tetas meciéndose al son de las agitaciones de los brazos. En pocos segundos notó que Lucy se arrodillaba tras ella, notó sus tetas picudas aplastadas en la espalda y las caricias del vello del coño por el culo. La rodeó con los brazos y le deformó las tetas a base de fuertes achuchones, besuqueándola por el cuello y olisqueándole el cabello. Pilar continuaba machacando despacio las dos pollas. Jesús lo veía todo desde la oscuridad del pasillo, veía a su mujer como centro de atención de aquella orgía, el objeto de deseo de aquellas tres personas. No se podía creer que se prestara a semejante situación. Los celos no dejaban de machacarle los nervios, pero no podía hacer nada por evitarlo, ella tenía las riendas de su vida. Pilar volvió la cabeza y ambas mujeres se besaron con pasión. Su amiga continuaba magreándole las tetas y rozándole el chocho por el culo y ella no dejaba de agitar las vergas. Después Lucy le tiró del pelo hacia atrás.
¿Te gusta la polla de mi marido, zorra?
Sí.
Chúpasela… - le ordenó su amiga.
Soltó la verga de Lucho y se curvó hacia Lolo, ahora con sus tetazas colgando hacia abajo. Sacó la lengua dejándola pegada sobre la barbilla y se puso a sacudirle la polla sobre ella velozmente, manchándola de babas, con los ojos vueltos, provocando fuertes alaridos en Lolo y contracciones en todo su cuerpo ante la increíble mamada. Lucho se la sacudía él mismo y Lucy le acariciaba el culo y simulaba que la follaba dándole golpes con la pelvis. Lolo parecía electrizado ante los tirones que sufría su verga y elevaba la cadera del sillón para contener la avalancha de placer. Con la barbilla y los labios llenos de babas, Pilar elevó la cabeza hacia él. Un hilo de saliva unía el labio inferior y la punta de la verga.
¿Quieres que te chupe el culo?
Jodida guarra, ¿me quieres chupar el culo?
Sí, levanta las piernas.
Lolo se recostó aún más en el sofá y elevó las piernas para que sus nalgas sobresalieran por el canto. Pilar primero le dio unas pasadas a sus huevos gordos y después se sentó sobre sus talones bajando todo el tórax y acercando la punta de la lengua al ano impoluto de Lolo, un agujero sin vello, de esfínteres muy arrugados. Y empezó a mojárselo, a tratar de meterle la lengua y degustar su sabor hediondo. Lucy, fascinada por el cerdo comportamiento de su amiga, se levantó para sentarse a la derecha de su marido y así poder pajearle mientras su amiga le chupaba el culo. Lolo gemía ante los tirones de su esposa y la humedad de la lengua. Lucho, igualmente hechizado por aquella perra, se reclinó todo lo que pudo elevando sus piernas y flexionándolas sobre sus hombros, con toda la raja abierta y sobresaliendo por el canto del sofá.
Chúpamelo a mí, puta, vamos, joder…
Pilar se irguió y se desplazó hacia Lucho. Lolo bajó las piernas y su esposa continuó moviéndole la verga, inspirados con la nueva escena. Volvió a curvarse para lamer aquel culo blanco y velludo, un vello amarillento como su cabello, de nalgas blancas y robustas. Le pasaba toda la lengua por encima, impregnándolo de saliva y hurgando con la punta en el orificio, percibiendo el hedor procedente del interior. Lucho se la sacudía y los huevos le daban en la frente. Olisqueaba como una perra, con toda la lengua fuera, baboseando sobre aquel ano, hasta que Lucho bajó las piernas para bajarse del sofá y colocarse arrodillado tras ella. Primeramente le atizó unas palmadas, luego le abrió la raja y luego le clavó aquella polla curvada en el chocho, comenzando a follarla con potencia y velocidad. Pilar comenzó a chillar como loca, con medio tórax sobre el sofá y sus tetas aplastadas contra los cojines. Lucho le atizaba fuerte y la agarró de los pelos obligándola a levantar la cabeza.
¿Te gusta, puta?
Sí…
Aceleró bombeando con mucha velocidad, haciendo que el choque contra el culo resonara en toda la sala. Lucy se la agitaba más fuerte a su marido ante el modo en que la follaba Lucho. Las embestidas eran tan severas que la polla resbaló y salió del coño. En ese momento comenzó a manar un líquido viscoso y transparente de entre los labios vaginales, goteando incesantemente contra el suelo. Pilar acezaba con la cabeza vuelta hacia el matrimonio, contemplando cómo su amiga le movía la polla a su marido, inspirada con el lujurioso sufrimiento.
Mirad cómo se corre la hija de puta – comentó Lucho.
Lucho se la clavó ahora en el culo, con la misma severidad, tirándole de los pelos para elevarle la cabeza del sofá, para que sus tetas botaran ante los ojos de la otra pareja, pero se corrió enseguida, le vertió leche en abundancia, en varios chorros, ella pudo percibir cómo se lo llenaba de una leche fresca. Y al sacar la polla, Pilar no pudo contenerse ante la oleada de placer que la invadía y terminó meándose, un chorro fluyó de su chocho inundando las baldosas alrededor de sus rodillas y salpicando los genitales de Lucho, que se levantó retrocediendo. Lolo y Lucy se levantaron a la vez para ver cómo se meaba, aunque ella continuaba machacando el pollón de su marido.
Sí que estaba necesitada – dijo Lolo impresionado.
Se está meando, la muy guarra – añadió Lucho ante la sonrisa de Lucy -. ¿estás bien, muchacha?
Pilar, acezando aún para expulsar la lujuria, asintió dándose la vuelta y posando el culo sobre el charco de orín, con la espalda apoyada en el canto del sofá. Les miró sumisamente, los tres la rodeaban, de pie, con Lucy masturbando a su marido con la inédita escena. Lucho se inclinó hacia Pilar y con una mano le apretujó las mejillas sudorosas.
¿Te gusta la lluvia dorada, cerda? -. No contestó, pero su mirada desprendía el vicio, y mantuvo sus ojos suplicantes -. Te gusta, jodida.
Jesús lloraba en la oscuridad del pasillo ante aquella patética situación. Lucho volvió a incorporarse, se sujetó la polla y se la bajó apuntando hacia ella. Pilar miró hacia él y en unos segundos se puso a mearla, un potente chorro estrellándose contra su frente y salpicando hacia todos lados. Pilar hizo una mueca con los ojos cerrados y la boca un poco abierta, saboreando aquel caldo amarillento que le resbalaba por la cara, que le humedecía el cabello y todo su cuerpo. Las hileras le corrían veloces por las tetas y el vientre hasta humedecer el vello vaginal. Fue una gran meada, la dejó empapada. Lucho se inclinó dándole unas palmadas en las mejillas.
¿Te ha gustado, cabrona? Contesta…
Sí – dijo jadeante.
Te gusta lamer culos y que te meen encima, me gustas, cabrona.
Volvió a incorporarse cuando Lolo jadeaba con presura. Lucy aceleró las sacudidas de la verga y apuntó hacia el cuerpo de su amiga. Pilar ladeó la cara hacia ellos y al instante, gruesas salpicaduras de nata le llovieron sobre la cara, aguándose con el orín que le resbalaba del cabello. Lucy mantuvo la polla dirigida hacia ella.
Lo está deseando, cariño – animó a su marido.
Le bajó un poco más la polla y meó sobre el chocho, un chorro fino que le empapó todo el vello y le anegó la rajita, aumentando el charco donde permanecía sentada. Tras escurrírsela con salpicones sobre las tetas, Lucy se colocó encima de ella separando las piernas, a la altura de su cara. Las flexionó ligeramente y Pilar miró hacia el coño de su amiga con la boca abierta. Y aguardó hasta que un chorro disperso le llovió sobre la cara, llenándole la boca y poniéndola aún más perdida, con el rimel corriéndole por la cara, así como el carmín de los labios, todo mezclado con las hileras de orina. Algo tuvo que tragarse, pero el resto lo vomitó sobre las tetas. Lucy se apartó. Jesús retrocedió hacia el cuarto, dejó a su mujer duchada por las tres meadas y la corrida de Lolo, sentada sobre un gran charco de orín y rodeada de todos ellos, que gozaban con aquella humillación. Jesús pasó toda la noche sentado en el borde de la cama con la frente reclinada sobre la mano, abrigado por el pánico que le producía aquella dantesca situación. Su esposa se había vuelto loca, se había vuelto una ninfómana descontrolada, y él estaba pagando las consecuencias, estaría pagándolas toda la vida.
Ese mismo viernes, Marta y Pablo se encontraban en la discoteca Thumb y allí se encontraron con su primo Lucas y su amigo Curro, el chico al que unos días antes le había hecho una mamada en el coche. Ante los efusivos saludos de ella y Curro, Pablo se sintió celoso y algo apocado. El amigo de Lucas no dejaba de mirarle y tirarle sonrisitas. La noche fue animándose, fueron bebiendo copas, fumando porros y aspirando alguna raya de coca. Pablo comenzó a sentirse a gusto, estaba pasándoselo bien y Curro, a pesar de las miraditas que le echaba a su novia, se comportaba de forma amble con él. Marta iba preciosa con un traje suelto de hilo, color negro, con el escote a pico y finos tirantes. Lucas sacó a bailar a su prima y se fueron a la pista bailando muy pegados, con sus rostros mirándose intensamente, como dos tortolitos enamorados. Pablo se encontraba con Curro en la barra. Marta cuando bebía se ponía muy tonta y ya había comenzado con las risas y la confianza. Curro señaló a la pareja.
Parecen dos tortolitos, ¿eh? Cualquiera diría que son primos -. Pablo desplegó una sonrisa boba -. ¿te pone celoso verla bailar con otro hombre?
Tuvo que darle un trago a la copa.
No pasa nada – dijo avergonzado por la pregunta.
Mira cómo la toca – le acechó Curro -. Es muy guapa y está muy buena, ¿verdad?
Sí.
A cualquier tío le entran ganas de tirársela, está como un tren, ¿verdad?
Sí.
Tú también eres muy guapo.
Gracias.
¿Follas mucho con ella?
De nuevo la sonrisa idiota antes de encoger los hombros.
Bueno, no tenemos mucho tiempo ni mucho sitio.
Está para comérsela. Lo siento, tío – le dio unos golpecitos en la espalda -, pero tu novia me pone cachondo, qué puedo hacer, no pasa nada, ¿no?
No.
Tiene un polvazo. El otro día me hice una paja pensando en ella. No te importa, ¿verdad?
No pasa nada.
Ambos bebieron de la copa a la vez ante la subida de tono de la conversación.
Seguro que tú has hecho lo mismo con gente que conoces, ¿o no? -. Mostró una nueva sonrisa nerviosa -. Seguro que hasta te has pajeado pensando en algún tío…
Cómo eres… - le dijo con voz temblorosa, con los nervios a flor de piel.
Tienes pinta de marica, pero no pasa nada…
Lucas y Marta regresaron de la pista y se unieron a ellos dos, rebajando así el tono de la conversación. Lucas aún le tenía un brazo por la cintura como si fuera suya, gesto que alertó la descomposición nerviosa que sufría Pablo. Pero Curro ya estaba lanzado y tras unos nuevos porros y un par de copas más, propuso subir a una de las salas reservadas de la primera planta. Le dio una palmadita a Pablo en la mejilla.
Venga, machote, es temprano y allí estaremos más cómodos, podremos hablar, hay música y todo. Tu novia estuvo con nosotros dos el sábado pasado -. Pablo la miró de reojo y ella evitó su mirada -. ¿Cómo te lo pasaste, monada? Díselo a este machote.
Uy, fenomenal.
Pues venga – animó Lucas -. A qué esperamos.
Contrataron la misma sala del sábado pasado. Pablo continuaba inmerso en su actitud retraída, aunque fruto de los nervios no paraba de beber. Curro se sentó en un extremo del sofá y le pidió que se sentara a su lado, a su izquierda. Lucas se ocupó de poner la música, una balada lenta con la que bailar.
Vamos, Martita, una copa para cada uno -. Obediente, se giró hacia el minibar y se curvó para rebuscar dentro en busca de vasos y hielo. Curro le dio un pequeño codazo a Pablo -. Mira qué culito tiene tu novia. Ummm, qué rico tiene que estar. Me vuelve loco la hija puta, tú no sabes bien lo cachondo que me pone tu novia…
Pablo no dijo nada y se limitó a sonreír como un imbécil, mirando de reojo hacia el bulto que palpitaba bajo el pantalón de Curro. Martita, como una sirvienta de todos ellos, les entregó una copa a cada uno y enseguida se fue hacia la posición de su primo Lucas, quien se volvió hacia ella susurrándole cositas al oído y provocando su risa, alisándole el cabello y tocándola por la espalda. La sacó a bailar enfrente de ellos, muy pegados, con las tetas aplastadas contra los pectorales, mirándose seriamente.
Mira, Pablito, su primo tiene ganas de tirársela. Tienes suerte, está muy buena, ¿no te pone cachondo verla con su primo?
La pregunta le dejó helado y precisó de unos segundos para serenar sus nervios.
Pff, está un poco bebida – dijo alelado.
Lucas fue deslizando lentamente las manos hasta plantarlas en el culo de su prima, por encima del vestido, manoseándolo suavemente.
Mira cómo la toca, la está poniendo cachonda. ¿Estás cachondo, cabrón?
No sé, estoy un poco mareado.
¿O te has corrido ya? Tu novia dice que eres un poco mariconcete, que te corres antes de un suspiro -. Pablo le miró serio justo en el momento en que Lucas se lanzaba a besar con pasión a su prima y ella le correspondía de la misma manera, sin importarle la presencia de su novio -. Mira cómo se besan, no me digas que no estás cachondo -. Se tocó la zona de la bragueta -. Qué dura la tengo, ¿quieres verme la polla, nenita?
Me da corte…
Sin dejar de besarse, Lucas le fue metiendo las manos bajo el vestido y elevándoselo hasta la cintura, dejando expuesto el culo macizo de su novia, con la fina tira del tanga metida por la raja. Le sobó las nalgas a modo de pellizcos sin dejar de besarse. Curro se desabrochó el cinturón y tardó poco en bajarse los pantalones y el bóxer dejando a la vista su enorme polla erecta.
Anda, nenita, hazme una paja mientras Lucas le toca el culo a tu novia.
Entre el pánico y la vergüenza, también ante la dosis de placer que le proporciona su profunda y retraída vena homosexual, extendió el brazo izquierdo y rodeó aquella grandiosa verga, agitándola tímidamente, excitándole mientras veía cómo Lucas sobaba el culo de su novia.
Dame más fuerte, nenita.
Pablo aceleró la agitación del brazo para machacársela más fuerte. Veía cómo sus huevos se movían con los tirones. Lucas le dio la vuelta a Martita abrazándola por detrás.
Mira lo marica que es tu novio, mira cómo se la sacude -. La agarró de la mano y se acercaron juntos al otro extremo del sofá, a escasos centímetros donde Pablo pajeaba a Curro -. Anda, putita, chúpamela, quiero ver a este maricón.
Mientras Lucas terminaba de desnudarse de cintura para abajo, Marta aguardó de pie observando cómo su novio meneaba la polla de Curro. Se miraron a la cara. Pablo se sintió humillado, un ser inferior y manejado, pero ya no había marcha atrás. Lucas se sentó reclinado en el sofá, con las piernas separadas y la polla completamente erecta. Marta se arrodilló, le cogió la polla por la base y se curvó para lamerla, con el vestido en la cintura y el culo al aire, sólo con la tira del tanga oculta en el fondo de la raja. Pablo podía oír los chupetones y los chasquidos de la saliva, el movimiento de su cabeza al mamar, aunque por el cabello no podía ver cómo lo hacía.
¿Quieres chupármela tú también, nenita, como tu novia? – le preguntó Curro -. Anda, arrodíllate y hazme una mamada como ella.
Los dos novios en la misma postura, arrodillados entre las piernas, mamando pollas. Marta se había lanzado a lamerle los huevos vertiendo sobre ellos mucha saliva. Pablo sólo descendía con los labios por el grueso tallo y volvía a subir hasta el glande, siempre al mismo ritmo. Lucas elevó las piernas para que el culo sobresaliera por el canto.
Chúpame el culo, que tu novio vea lo guarra que eres…
Les dio tiempo a mirarse antes de que ella se pusiera a chupar el culo de su primo. La vio sacar la lengua y humedecerle el ano velludo a base de gruesas pasadas. Los segundos transcurrían, el novio continuaba mamando la polla de Curro y la novia mojando el ano de Lucas. Hasta que el primo bajó las piernas y se levantó de repente dejando a Marta arrodillada, con toda la boca baboseada de tanto expulsar saliva. Le tiró del vestido hacia arriba sacándoselo por la cabeza y dejándola sólo con el tanguita y las tetas al aire, que sufrieron un vaivén ante el movimiento. Lucas caminó hasta arrodillarse detrás de Pablo y comenzó a darle tirones al pantalón para bajárselo. Pablo continuaba mamando la polla de Curro. Marta caminó arrodillada hacia el culo de su novio y se lo abrió severamente para que su primo le acercara la polla al ano. Le ayudó a sumergirla, fue clavándosela poco a poco, hasta que Pablo irguió el tórax dolorido, dejando de mamar. Lucas se puso a follarle, en presencia de su novia, sacando la mitad de la polla y clavándola secamente. Al mismo tiempo, Marta ordeñaba la pollita de su novio, hasta que escupió unas gotitas de semen sobre el suelo.
Ya se ha corrido el maricón – dijo Curro levantándose, dejando que Pablo se apoyara con las manos en el canto del sofá para soportar las embestidas.
Las tetas de su novia le rozaban la espalda. Les oía burlarse, pero él mantenía la cabeza en alto soportando la dilatación de su ano. Lucas extrajo la polla y Marta se curvó para chupársela. Estaba calentita, recién salida del culo de su novio, con el sabor a heces. Lucas no pudo aguantar y derramó leche en la boca de su prima, leche que ella fue tragándose sin derramar una gota. Luego fue Curro quien se arrodilló tras Pablo para abrirle el culo con su polla gruesa, follándolo ágilmente sin detenerse, mientras Marta observaba el veloz avance y retroceso de la verga al entrar y salir del ano de su novio. Curro jadeó cómo un loco cuando le inundaba el culo de leche y al sacar la polla Marta se la sacudió antes de chupársela para atrapar los resquicios, resquicios de semen y resquicios procedentes del culo de su novio. Curro le atizó una palmada en el culo a Pablo. De su ano brotaba semen gelatinoso que le resbalaba hacia sus huevitos.
La puta maricona…
Curro y Lucas se levantaron y ayudaron a Marta a incorporarse. Entre los dos la rodearon baboseándole todo el cuerpo, tirando y desgarrando su tanga, zarandeándole las tetas y abriéndole el culo, agarrándole el coño y deslizando sus lenguas por todo su cuerpo. Ella les agarraba las pollas, dejándose zarandear como una muñeca de trapo. Pablo, aún echado sobre el sofá, tras haber sido follado por dos hombres en presencia de su novia, les miró por encima del hombro y se sintió como la mayor mierda del mundo. La baboseaban y tocaban por todos lados, se la iban a follar. Tras haber sido humillado, supo que allí terminaba su historia con Marta. Sería un tormento para el resto de su vida.
Oía gemir a su esposa en la habitación de al lado, follando con su sobrino Lucas. Era sábado por la noche y Jesús hacía una pequeña maleta. Tenía que irse, ya no aguantaba más. Ella se había empeñado en humillarle una y otra vez. Pilar le había dejado un sobre con tres mil euros de propina. La cerró y echó la llave. Colocaba los objetos del baño en un neceser cuando oyó la puerta de la calle. Seguro que era su hija y seguro que descubriría el pastel, que su esposa se llevaría un chasco cuando su hija la viera follando con su sobrino. Entreabrió la puerta y la vio pasar en dirección al cuarto donde ellos estaban. Marta irrumpió sin avisar y les pilló en la cama. Ambos estaban desnudos, tumbados de costado, con Lucas meneándose sobre el culo de su madre, follándola con diligencia. Los dos gemían locamente. Lucas le asestaba fuerte abriéndole el chocho, apretujándole las tetas, besuqueándola por la nuca.
¡Mamá!
Los dos amantes se volvieron de repente hacia ella, quedando tumbados boca arriba. Pilar se irguió boquiabierta, cruzando los brazos sobre los pechos, como para taparse.
¡Hija!
Lucas permaneció tirado, con la polla humedecida por los flujos vaginales.
Tu madre te desea. ¿Quieres unirte a nosotros?
Jesús no lograba oír nada, sólo veía el resplandor procedente del cuarto, pero era evidente de que les había descubierto. Caminó despacio para asomarse, y allí se llevó el gran chasco de su vida. Marta estaba tumbada boca arriba encima de la cama con las piernas separadas, completamente desnuda. Lucas estaba arrodillado encima de su cara y ella alzaba la cabeza para chuparle el culo y los huevos mientras él se la sacudía. Su esposa permanecía arrodillada entre las piernitas de su hija, sentada sobre sus talones y curvada hacia la entrepierna de Marta, mojándole el chocho con la lengua, abriéndole la rajita y escupiéndole en el interior para luego esparcir la saliva. Una escena dantesca que terminó por destrozar el alma de Jesús. Se fue de casa. Le echaron del trabajo. Terminó tirado en la calle como un vagabundo mientras su sobrino Lucas se follaba a su esposa y a su hija y se aprovechaba de todos sus bienes. FIN DE LA HISTORIA
Tras entrar en su piso, avanzó por el pasillo y encontró a su mujer sentada a la mesa de la cocina, desayunando unas tostadas y un café, tan campante, como si nada pasara. Estaba cubierta por una bata de seda blanca y no llevaba nada debajo a juzgar por las transparencias de la tela. Pilar levantó la mirada hacia él, pero continuó masticando como si su presencia le importara un carajo. Jesús sintió que aquella mirada le menospreciaba aún más, que le convertía en un ser aún más inferior. Se mantuvo de pie bajo el arco de la puerta, con su aspecto descuidado y su expresión fatigosa.
¿Qué haces aquí? – le preguntó ella -. Quiero que te vayas inmediatamente.
¿Qué te he hecho, Pilar? ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo has podido?
¿Quieres que te lo diga? Eres un hijo de puta que me ha estado engañando durante mucho tiempo.
¿Cómo? -. Jesús arqueó las cejas.
Sé que te acostabas con Reme, que te has tirado a Olalla y a unas pocas más que si quieres escribimos en una lista, y has ido de putas cada vez que te ha dado la gana. Una vez te seguí, ¿sabes? ¿Quieres ver la foto en el móvil? Y luego venías a casa y hacías el amor conmigo, y me decías que me querías, eres un cerdo, marido, un jodido cerdo de mierda.
Eso son mentiras…
No seas cobarde, ten valor para reconocerlo.
Te estás tirando a tu sobrino.
Es más hombre que tú – le soltó con descaro.
Eres una puta y la gente va a saber lo que estás haciendo. Hablaré con tu hermana…
Hazlo y todos tus amigos y compañeros del hospital recibirán por email unas fotos mías y de mi sobrino muy sugerentes. Voy a convertirte en un maricón, diré lo poco hombre que eras. Olvida las amenazas, maricón.
No te reconozco, Pilar, ¿qué te ha pasado?
Ya te lo he dicho, me casé con un mamón como tú. Quiero que te vayas, no quiero volver a verte, quiero el divorcio.
Me has dejado sin nada.
Lo quiero todo, hasta el último euro.
Por favor, Pilar -. Su mirada se vio abordada por una expresión de súplica -. Te ruego que recapacites…
Quiero que te largues.
Necesito ayuda – reconoció con los ojos lagrimosos, teniéndose que agarrar al canto de la puerta para soportar los terribles temblores de sus piernas.
Pilar se levantó para dejar el plato y la taza en el fregadero. Luego se volvió hacia él.
Puedes quedarte el fin de semana, pero el lunes quiero que te marches y te ocupes de preparar el divorcio. ¿Entendido?
Me han suspendido en el trabajo…
Eso no es problema mío. Tienes hasta el lunes. Y no quiero que te acerques a mí. Me das asco y te odio. ¿Lo has entendido?
Sí. ¿Puedes prestarme algo de dinero?
A lo mejor cuando te largues…
Y no le dejó replicar, abandonó la cocina y se encerró en la habitación. Jesús comió y bebió un poco, hizo algunas llamadas al hospital para ver cómo iba su expediente y se dio una ducha para poder afeitarse y quitarse el mal olor. Luego se encerró en el cuarto de invitados con una botella de whisky a la que tan sólo le dio un par de tragos. Necesitaba serenar sus nervios e impulsos, pero no quería refugiarse en el alcohol. Su hija Marta llegó al mediodía, pero rechazó hablar con él cuando intentó detenerla y su esposa le advirtió de que no se le ocurriera molestarla. A media tarde, Marta salió de la casa. Había quedado con su novio. Le había convencido para salir esa noche.
Sobre las 19,00 horas oyó a su esposa hablar con su amiga Lucy. Lucy era una amiga de la infancia con la que hablaba habitualmente y con la que tenía mucha confianza, seguro que le estaría contando el episodio de la separación. A pesar de la amistad que las unían, casi nunca se veían ni salían porque a Jesús nunca le cayó bien ni ella ni su marido, Lolo, le parecía un fantasma y un macarra de pacotilla, además de que era bastante baboso por las cosas que Pilar le había contado de cuando eran jóvenes. También Lucy y Lolo veían en Jesús a un pijo de mierda que alardeaba de su puesto como médico. Simplemente, no se caían bien. Pero para colmo, Pilar invitó a su amiga Lucy a cenar esa noche y entonces agudizó el oído.
No pasa nada, Lucy, él está encerrado en otro cuarto y no saldrá. ¿Lolo? Que venga, claro, sí, sí, y Lucho también puede venir, claro… Vosotros el vino y yo la cena, ¿ok?
Menuda vergüenza iba a tener que pasar, su mujer estaba llevando hasta las últimas consecuencias su ansiada venganza. Precisó de otros dos tragos de la botella para aplacar la avalancha de celos que circulaba por sus venas.
Ese viernes por la noche madre e hija iban a vivir unas experiencias únicas simultáneamente, la madre en casa con sus amigos de la infancia y la hija con su novio. Pilar se puso muy guapa para recibir la visita. Jesús la estuvo espiando mientras se vestía. Se atavió con un vestido-jersey de cuello vuelto color azul turquesa, con la base muy por encima de la mitad de los muslos, tipo minifalda, con unas medias negras brillantes y zapatos de tacón aguja que le daban un toque muy sensual. Se peinó el cabello con gomina y se maquilló con glamour, con tonos fuertes, labios y uñas de un rojo chillón. Al verla tan atractiva, a Jesús se le aceleró el pulso, muerto de celos al pensar en el marido de Lucy cuando la viera así vestida, sabía que iba a devorarla y que se aprovecharía de la delicada situación por la que atravesaba el matrimonio. Se cruzaron por el pasillo y ella le miró con asco, sin embargo él sí se fijó en la pinta de puta que llevaba con aquel jersey largo tan sugerente y aquel peinado engominado. Cuando oyó el timbre, se encerró en su cuarto. Pilar ya había puesto la mesa para cuando llegara la visita. Lucy venía acompañada de su marido, Lolo, y de un amigo de la pareja, Lucho, al que Pilar conocía de vista. Su amiga Lucy iba igual de sugerente con un pantaloncito muy corto de color blanco y un jersey azul marino con escote a pico, muy ajustado al tórax, con tacones a juego y medias color crema. Lucy era alta y muy delgada, con la melena lisa y larga de color negro, culo fino y estrecho y pequeñas tetitas picudas de pezones afilados. Lolo vestía con su habitual pinta de macarra, tejanos negros, camiseta negra de tirantes que dejaban a la vista los músculos de sus brazos y los múltiples tatuajes y chupa de cuero. Era de media estatura, piel dorada, con una ligera barriga dura, bigote muy curvado y una melena de cabello rizado. Lucho era alto y robusto, rubio con el pelo muy cortito, parecía un militar ruso, ataviado de manera más formal que su amigo, con unos chinos y una camisa blanca de marca. Tras las presentaciones y los besos, Pilar les invitó a pasar. Lolo no dejaba de decirle lo guapa y sexy que estaba, Jesús pudo oírlo cuando les vio pasar por el pasillo en dirección al salón. Los dos hombres se deleitaban con los movimientos sensuales de su mujer.
Durante las dos horas siguientes no dejó de escuchar el alto murmullo procedente del salón, las risas, la música, las idas y venidas de su mujer y Lucy hacia la cocina, cómo se confesaban confidencias al oído y cómo los hombres iban al baño a mear. Sólo en aquella habitación, los celos le iban a reventar la cabeza. En el salón, el grupo de amigos pasaba una velada muy divertida. No habían parado de beber vino, luego unos chupitos, champán y por último habían abierto una botella de ron. Lolo y Lucho se acomodaron en un sofá mientras ellas se echaron un baile muy pegadas, poniendo en guardia el pene de cada uno de ellos, que se miraban con complicidad al verlas pegaditas y manoseándose. Terminó la canción y Lucy se sentó en un sillón que había frente al sofá donde se encontraba su marido y el amigo.
Guapita, por qué no nos pones otra copita – le pidió Lolo a Pilar.
Gracias por lo de guapita.
Es que lo eres.
Los hombres volvieron a mirarse cuando ella les dio la espalda para servirles la copa. Qué buena estaba, con aquel culo ancho cubierto por el erótico jersey, aquellas piernas macizas con las medias negras, el inmenso volumen de sus pechos bajo la tela, y encima estaba un poco tontona y bebida con el asunto de la separación. También la circunstancia de que su marido estuviera en alguna parte de la casa y de que fuera a separarse de él acrecentaba el morbo. Lucy también la miraba con atracción, como si el hecho de ver excitado a su marido con otra mujer le calentara la vagina. Además, se había excitado al tocarla, al sentir sus pechos, su aroma, sus labios tan de cerca. Les entregó la copa y se sentó justo al lado de Lolo, erguida, ladeada ligeramente hacia él, con las piernas cruzadas y exhibiendo sus muslos despampanantes, con aquella piel blanca bajo la tela fina y transparente de las medias. El jersey era tan cortito que al sentarse sólo faltaban unos centímetros para que sus bragas vieran la luz. A los dos se le iban los ojos descaradamente hacia su figura. Lucy estaba pendiente del acecho de su marido. Intercambió una sonrisa con su amiga.
Entonces, amiga, has mandado a tu marido a tomar por culo – le dijo Lolo.
Me tenía harta, bueno, ya os he contado. Lo he dejado pasar mucho tiempo, pero ya no aguantaba más.
Se iba de putas el muy cabrón – le comentó a su amigo. Volvió la cabeza hacia ella -. Y tú a dos velas, ¿no?
Tú verás.
Pobrecita, el cabrón venía sin ganas y con dolor de cabeza, y tú al rojo vivo, ¿eh?
Demasiado he aguantado – respondió con ingenuidad.
Tú, tanto tiempo sin probarlo -. Lolo le acarició la cara con el dorso de la mano -. Con lo putita que tú eras de joven, ¿verdad, Pilar? -. Pilar, algo sonrojada, encogió los hombros y él miró de nuevo a su amigo -. Le gustaba calentarnos la polla -, volvió a mirarla, esta vez fijándose en sus muslos -. Eras muy putita, me la pusiste dura más de una vez. Te gustaba ponérmela dura, ¿verdad, putita? -. Sólo sonrió, pero él le atizó una pequeña bofetada en la mejilla -. Dímelo, putita, ¿te gustaba?
Sí – contestó seria, aunque con ojos lujuriosos.
¿Desde cuando no te folla ese maricón? – se interesó Lucho pasándose la mano por la zona de la bragueta.
Uff, ya hace tiempo.
Está muy necesitada, Lucho. Tiene ganas de probar una buena polla, ¿verdad, putita? – volvió a atizarle una débil bofetada en la mejilla -. Estás muy buena, una putita como tú no puede pasar mucho tiempo sin probarla. ¿Tienes ganas de polla, putita?
Miró a su amiga antes de contestar y también a Lucho. Sus mejillas seguían sonrosadas, pero ante la dominación de Lolo su vagina estaba sufriendo un calentón.
Bueno, ha pasado mucho tiempo, yo, no sé…
¿Te pongo cachonda? – acometió Lolo con bravura.
Cómo sois…
Dímelo, ¿te pongo cachonda?
Sí – contestó mirando hacia Lucy.
¿Te gusta mi mujer, putita?
Sí, es muy guapa.
¿Quieres tirártela?
Anda, calla…
¿Por qué no te quitas las braguitas? A mi mujer le gusta oler las braguitas de las putas, ¿verdad, Lucía?
Me encantan – contestó su esposa.
¿Quieres sus bragas, Lucía?
Sí.
Lolo le atizó una tercera bofetada en la mejilla, esta vez algo más fuerte.
Quítate las bragas, mi mujer quiere olerlas.
Con obediencia y muy despacio, se metió las manos bajo el jersey y elevó el trasero del asiento para deslizar un tanguita blanco por sus piernas hasta quitárselo. Lucho había comenzado a desabrocharse el pantalón y ya se había bajado la bragueta, sin dejar de manosearse toda la zona. Pilar le tiró el tanguita a su amiga, que lo cogió al vuelo, e inmediatamente se lo llevó a la nariz para olerlo con profundidad.
Déjanos verte el coño – le pidió Lolo.
Trago saliva al tirarse del jersey muy lentamente hasta descubrir su chocho. Se lo dejó enrollado en la cintura. Lucho se bajó los pantalones exhibiendo una polla delgada y larga, con una destacada curvatura y un glande enrojecido, rodeada de un vello rubio. Enseguida se la sacudió con la vista puesta en la entrepierna de Pilar. Lolo le acarició los muslos con la palma abierta, por encima de las medias, hasta que el canto de la mano le rozó el vello vaginal.
Sácame la verga, zorrita, sé que estás deseando, sé que estás muy cachonda.
Antes miró a su amiga, quien continuaba oliendo el tanga mientras comenzaba a desnudarse con la otra mano. Se inclinó hacia Lolo y poco a poco le fue desvistiendo hasta dejarle sólo con el slip. Después de que le sacó los pantalones por los pies, se lo bajó muy despacio descubriendo su polla gruesa y corta, con venas pronunciadas y glande adiposo, con unos huevos gordos y oscuros, totalmente rasurado.
¿Te gusta mi polla? – le preguntó tocándosela.
Sí.
¿Por qué no te sacas las tetas? -. Ya con la vagina ardiendo, se sacó el jersey por la cabeza y se quedó desnuda, salvo por las medias negras que cubrían sus piernas. Sus dos tetazas blandas sufrieron un ligero vaivén con el movimiento. Ambos hombres se la sacudieron -. ¿Has visto, Lucho, qué tetas tiene nuestra putita?
Pilar vio que su amiga también estaba desnuda de cintura para abajo y se refregaba el tanga por el coño, masturbándose con la escena que acontecía ante sus ojos.
Haznos unas pajas – le ordenó Lucho.
Envuelta en su insólita sumisión, bajó del sofá y se arrodilló entre las piernas depiladas y morenas de Lolo, erguida, de espaldas a su amiga. Extendió los brazos, con la izquierda agarró la verga gruesa de Lolo y con la derecha la fina y curvada de Lucho, y comenzó a sacudir las dos a un ritmo pausado. Ellos resoplaban muertos de placer y ella les miraba sumisamente, con sus tetas meciéndose al son de las agitaciones de los brazos. En pocos segundos notó que Lucy se arrodillaba tras ella, notó sus tetas picudas aplastadas en la espalda y las caricias del vello del coño por el culo. La rodeó con los brazos y le deformó las tetas a base de fuertes achuchones, besuqueándola por el cuello y olisqueándole el cabello. Pilar continuaba machacando despacio las dos pollas. Jesús lo veía todo desde la oscuridad del pasillo, veía a su mujer como centro de atención de aquella orgía, el objeto de deseo de aquellas tres personas. No se podía creer que se prestara a semejante situación. Los celos no dejaban de machacarle los nervios, pero no podía hacer nada por evitarlo, ella tenía las riendas de su vida. Pilar volvió la cabeza y ambas mujeres se besaron con pasión. Su amiga continuaba magreándole las tetas y rozándole el chocho por el culo y ella no dejaba de agitar las vergas. Después Lucy le tiró del pelo hacia atrás.
¿Te gusta la polla de mi marido, zorra?
Sí.
Chúpasela… - le ordenó su amiga.
Soltó la verga de Lucho y se curvó hacia Lolo, ahora con sus tetazas colgando hacia abajo. Sacó la lengua dejándola pegada sobre la barbilla y se puso a sacudirle la polla sobre ella velozmente, manchándola de babas, con los ojos vueltos, provocando fuertes alaridos en Lolo y contracciones en todo su cuerpo ante la increíble mamada. Lucho se la sacudía él mismo y Lucy le acariciaba el culo y simulaba que la follaba dándole golpes con la pelvis. Lolo parecía electrizado ante los tirones que sufría su verga y elevaba la cadera del sillón para contener la avalancha de placer. Con la barbilla y los labios llenos de babas, Pilar elevó la cabeza hacia él. Un hilo de saliva unía el labio inferior y la punta de la verga.
¿Quieres que te chupe el culo?
Jodida guarra, ¿me quieres chupar el culo?
Sí, levanta las piernas.
Lolo se recostó aún más en el sofá y elevó las piernas para que sus nalgas sobresalieran por el canto. Pilar primero le dio unas pasadas a sus huevos gordos y después se sentó sobre sus talones bajando todo el tórax y acercando la punta de la lengua al ano impoluto de Lolo, un agujero sin vello, de esfínteres muy arrugados. Y empezó a mojárselo, a tratar de meterle la lengua y degustar su sabor hediondo. Lucy, fascinada por el cerdo comportamiento de su amiga, se levantó para sentarse a la derecha de su marido y así poder pajearle mientras su amiga le chupaba el culo. Lolo gemía ante los tirones de su esposa y la humedad de la lengua. Lucho, igualmente hechizado por aquella perra, se reclinó todo lo que pudo elevando sus piernas y flexionándolas sobre sus hombros, con toda la raja abierta y sobresaliendo por el canto del sofá.
Chúpamelo a mí, puta, vamos, joder…
Pilar se irguió y se desplazó hacia Lucho. Lolo bajó las piernas y su esposa continuó moviéndole la verga, inspirados con la nueva escena. Volvió a curvarse para lamer aquel culo blanco y velludo, un vello amarillento como su cabello, de nalgas blancas y robustas. Le pasaba toda la lengua por encima, impregnándolo de saliva y hurgando con la punta en el orificio, percibiendo el hedor procedente del interior. Lucho se la sacudía y los huevos le daban en la frente. Olisqueaba como una perra, con toda la lengua fuera, baboseando sobre aquel ano, hasta que Lucho bajó las piernas para bajarse del sofá y colocarse arrodillado tras ella. Primeramente le atizó unas palmadas, luego le abrió la raja y luego le clavó aquella polla curvada en el chocho, comenzando a follarla con potencia y velocidad. Pilar comenzó a chillar como loca, con medio tórax sobre el sofá y sus tetas aplastadas contra los cojines. Lucho le atizaba fuerte y la agarró de los pelos obligándola a levantar la cabeza.
¿Te gusta, puta?
Sí…
Aceleró bombeando con mucha velocidad, haciendo que el choque contra el culo resonara en toda la sala. Lucy se la agitaba más fuerte a su marido ante el modo en que la follaba Lucho. Las embestidas eran tan severas que la polla resbaló y salió del coño. En ese momento comenzó a manar un líquido viscoso y transparente de entre los labios vaginales, goteando incesantemente contra el suelo. Pilar acezaba con la cabeza vuelta hacia el matrimonio, contemplando cómo su amiga le movía la polla a su marido, inspirada con el lujurioso sufrimiento.
Mirad cómo se corre la hija de puta – comentó Lucho.
Lucho se la clavó ahora en el culo, con la misma severidad, tirándole de los pelos para elevarle la cabeza del sofá, para que sus tetas botaran ante los ojos de la otra pareja, pero se corrió enseguida, le vertió leche en abundancia, en varios chorros, ella pudo percibir cómo se lo llenaba de una leche fresca. Y al sacar la polla, Pilar no pudo contenerse ante la oleada de placer que la invadía y terminó meándose, un chorro fluyó de su chocho inundando las baldosas alrededor de sus rodillas y salpicando los genitales de Lucho, que se levantó retrocediendo. Lolo y Lucy se levantaron a la vez para ver cómo se meaba, aunque ella continuaba machacando el pollón de su marido.
Sí que estaba necesitada – dijo Lolo impresionado.
Se está meando, la muy guarra – añadió Lucho ante la sonrisa de Lucy -. ¿estás bien, muchacha?
Pilar, acezando aún para expulsar la lujuria, asintió dándose la vuelta y posando el culo sobre el charco de orín, con la espalda apoyada en el canto del sofá. Les miró sumisamente, los tres la rodeaban, de pie, con Lucy masturbando a su marido con la inédita escena. Lucho se inclinó hacia Pilar y con una mano le apretujó las mejillas sudorosas.
¿Te gusta la lluvia dorada, cerda? -. No contestó, pero su mirada desprendía el vicio, y mantuvo sus ojos suplicantes -. Te gusta, jodida.
Jesús lloraba en la oscuridad del pasillo ante aquella patética situación. Lucho volvió a incorporarse, se sujetó la polla y se la bajó apuntando hacia ella. Pilar miró hacia él y en unos segundos se puso a mearla, un potente chorro estrellándose contra su frente y salpicando hacia todos lados. Pilar hizo una mueca con los ojos cerrados y la boca un poco abierta, saboreando aquel caldo amarillento que le resbalaba por la cara, que le humedecía el cabello y todo su cuerpo. Las hileras le corrían veloces por las tetas y el vientre hasta humedecer el vello vaginal. Fue una gran meada, la dejó empapada. Lucho se inclinó dándole unas palmadas en las mejillas.
¿Te ha gustado, cabrona? Contesta…
Sí – dijo jadeante.
Te gusta lamer culos y que te meen encima, me gustas, cabrona.
Volvió a incorporarse cuando Lolo jadeaba con presura. Lucy aceleró las sacudidas de la verga y apuntó hacia el cuerpo de su amiga. Pilar ladeó la cara hacia ellos y al instante, gruesas salpicaduras de nata le llovieron sobre la cara, aguándose con el orín que le resbalaba del cabello. Lucy mantuvo la polla dirigida hacia ella.
Lo está deseando, cariño – animó a su marido.
Le bajó un poco más la polla y meó sobre el chocho, un chorro fino que le empapó todo el vello y le anegó la rajita, aumentando el charco donde permanecía sentada. Tras escurrírsela con salpicones sobre las tetas, Lucy se colocó encima de ella separando las piernas, a la altura de su cara. Las flexionó ligeramente y Pilar miró hacia el coño de su amiga con la boca abierta. Y aguardó hasta que un chorro disperso le llovió sobre la cara, llenándole la boca y poniéndola aún más perdida, con el rimel corriéndole por la cara, así como el carmín de los labios, todo mezclado con las hileras de orina. Algo tuvo que tragarse, pero el resto lo vomitó sobre las tetas. Lucy se apartó. Jesús retrocedió hacia el cuarto, dejó a su mujer duchada por las tres meadas y la corrida de Lolo, sentada sobre un gran charco de orín y rodeada de todos ellos, que gozaban con aquella humillación. Jesús pasó toda la noche sentado en el borde de la cama con la frente reclinada sobre la mano, abrigado por el pánico que le producía aquella dantesca situación. Su esposa se había vuelto loca, se había vuelto una ninfómana descontrolada, y él estaba pagando las consecuencias, estaría pagándolas toda la vida.
Ese mismo viernes, Marta y Pablo se encontraban en la discoteca Thumb y allí se encontraron con su primo Lucas y su amigo Curro, el chico al que unos días antes le había hecho una mamada en el coche. Ante los efusivos saludos de ella y Curro, Pablo se sintió celoso y algo apocado. El amigo de Lucas no dejaba de mirarle y tirarle sonrisitas. La noche fue animándose, fueron bebiendo copas, fumando porros y aspirando alguna raya de coca. Pablo comenzó a sentirse a gusto, estaba pasándoselo bien y Curro, a pesar de las miraditas que le echaba a su novia, se comportaba de forma amble con él. Marta iba preciosa con un traje suelto de hilo, color negro, con el escote a pico y finos tirantes. Lucas sacó a bailar a su prima y se fueron a la pista bailando muy pegados, con sus rostros mirándose intensamente, como dos tortolitos enamorados. Pablo se encontraba con Curro en la barra. Marta cuando bebía se ponía muy tonta y ya había comenzado con las risas y la confianza. Curro señaló a la pareja.
Parecen dos tortolitos, ¿eh? Cualquiera diría que son primos -. Pablo desplegó una sonrisa boba -. ¿te pone celoso verla bailar con otro hombre?
Tuvo que darle un trago a la copa.
No pasa nada – dijo avergonzado por la pregunta.
Mira cómo la toca – le acechó Curro -. Es muy guapa y está muy buena, ¿verdad?
Sí.
A cualquier tío le entran ganas de tirársela, está como un tren, ¿verdad?
Sí.
Tú también eres muy guapo.
Gracias.
¿Follas mucho con ella?
De nuevo la sonrisa idiota antes de encoger los hombros.
Bueno, no tenemos mucho tiempo ni mucho sitio.
Está para comérsela. Lo siento, tío – le dio unos golpecitos en la espalda -, pero tu novia me pone cachondo, qué puedo hacer, no pasa nada, ¿no?
No.
Tiene un polvazo. El otro día me hice una paja pensando en ella. No te importa, ¿verdad?
No pasa nada.
Ambos bebieron de la copa a la vez ante la subida de tono de la conversación.
Seguro que tú has hecho lo mismo con gente que conoces, ¿o no? -. Mostró una nueva sonrisa nerviosa -. Seguro que hasta te has pajeado pensando en algún tío…
Cómo eres… - le dijo con voz temblorosa, con los nervios a flor de piel.
Tienes pinta de marica, pero no pasa nada…
Lucas y Marta regresaron de la pista y se unieron a ellos dos, rebajando así el tono de la conversación. Lucas aún le tenía un brazo por la cintura como si fuera suya, gesto que alertó la descomposición nerviosa que sufría Pablo. Pero Curro ya estaba lanzado y tras unos nuevos porros y un par de copas más, propuso subir a una de las salas reservadas de la primera planta. Le dio una palmadita a Pablo en la mejilla.
Venga, machote, es temprano y allí estaremos más cómodos, podremos hablar, hay música y todo. Tu novia estuvo con nosotros dos el sábado pasado -. Pablo la miró de reojo y ella evitó su mirada -. ¿Cómo te lo pasaste, monada? Díselo a este machote.
Uy, fenomenal.
Pues venga – animó Lucas -. A qué esperamos.
Contrataron la misma sala del sábado pasado. Pablo continuaba inmerso en su actitud retraída, aunque fruto de los nervios no paraba de beber. Curro se sentó en un extremo del sofá y le pidió que se sentara a su lado, a su izquierda. Lucas se ocupó de poner la música, una balada lenta con la que bailar.
Vamos, Martita, una copa para cada uno -. Obediente, se giró hacia el minibar y se curvó para rebuscar dentro en busca de vasos y hielo. Curro le dio un pequeño codazo a Pablo -. Mira qué culito tiene tu novia. Ummm, qué rico tiene que estar. Me vuelve loco la hija puta, tú no sabes bien lo cachondo que me pone tu novia…
Pablo no dijo nada y se limitó a sonreír como un imbécil, mirando de reojo hacia el bulto que palpitaba bajo el pantalón de Curro. Martita, como una sirvienta de todos ellos, les entregó una copa a cada uno y enseguida se fue hacia la posición de su primo Lucas, quien se volvió hacia ella susurrándole cositas al oído y provocando su risa, alisándole el cabello y tocándola por la espalda. La sacó a bailar enfrente de ellos, muy pegados, con las tetas aplastadas contra los pectorales, mirándose seriamente.
Mira, Pablito, su primo tiene ganas de tirársela. Tienes suerte, está muy buena, ¿no te pone cachondo verla con su primo?
La pregunta le dejó helado y precisó de unos segundos para serenar sus nervios.
Pff, está un poco bebida – dijo alelado.
Lucas fue deslizando lentamente las manos hasta plantarlas en el culo de su prima, por encima del vestido, manoseándolo suavemente.
Mira cómo la toca, la está poniendo cachonda. ¿Estás cachondo, cabrón?
No sé, estoy un poco mareado.
¿O te has corrido ya? Tu novia dice que eres un poco mariconcete, que te corres antes de un suspiro -. Pablo le miró serio justo en el momento en que Lucas se lanzaba a besar con pasión a su prima y ella le correspondía de la misma manera, sin importarle la presencia de su novio -. Mira cómo se besan, no me digas que no estás cachondo -. Se tocó la zona de la bragueta -. Qué dura la tengo, ¿quieres verme la polla, nenita?
Me da corte…
Sin dejar de besarse, Lucas le fue metiendo las manos bajo el vestido y elevándoselo hasta la cintura, dejando expuesto el culo macizo de su novia, con la fina tira del tanga metida por la raja. Le sobó las nalgas a modo de pellizcos sin dejar de besarse. Curro se desabrochó el cinturón y tardó poco en bajarse los pantalones y el bóxer dejando a la vista su enorme polla erecta.
Anda, nenita, hazme una paja mientras Lucas le toca el culo a tu novia.
Entre el pánico y la vergüenza, también ante la dosis de placer que le proporciona su profunda y retraída vena homosexual, extendió el brazo izquierdo y rodeó aquella grandiosa verga, agitándola tímidamente, excitándole mientras veía cómo Lucas sobaba el culo de su novia.
Dame más fuerte, nenita.
Pablo aceleró la agitación del brazo para machacársela más fuerte. Veía cómo sus huevos se movían con los tirones. Lucas le dio la vuelta a Martita abrazándola por detrás.
Mira lo marica que es tu novio, mira cómo se la sacude -. La agarró de la mano y se acercaron juntos al otro extremo del sofá, a escasos centímetros donde Pablo pajeaba a Curro -. Anda, putita, chúpamela, quiero ver a este maricón.
Mientras Lucas terminaba de desnudarse de cintura para abajo, Marta aguardó de pie observando cómo su novio meneaba la polla de Curro. Se miraron a la cara. Pablo se sintió humillado, un ser inferior y manejado, pero ya no había marcha atrás. Lucas se sentó reclinado en el sofá, con las piernas separadas y la polla completamente erecta. Marta se arrodilló, le cogió la polla por la base y se curvó para lamerla, con el vestido en la cintura y el culo al aire, sólo con la tira del tanga oculta en el fondo de la raja. Pablo podía oír los chupetones y los chasquidos de la saliva, el movimiento de su cabeza al mamar, aunque por el cabello no podía ver cómo lo hacía.
¿Quieres chupármela tú también, nenita, como tu novia? – le preguntó Curro -. Anda, arrodíllate y hazme una mamada como ella.
Los dos novios en la misma postura, arrodillados entre las piernas, mamando pollas. Marta se había lanzado a lamerle los huevos vertiendo sobre ellos mucha saliva. Pablo sólo descendía con los labios por el grueso tallo y volvía a subir hasta el glande, siempre al mismo ritmo. Lucas elevó las piernas para que el culo sobresaliera por el canto.
Chúpame el culo, que tu novio vea lo guarra que eres…
Les dio tiempo a mirarse antes de que ella se pusiera a chupar el culo de su primo. La vio sacar la lengua y humedecerle el ano velludo a base de gruesas pasadas. Los segundos transcurrían, el novio continuaba mamando la polla de Curro y la novia mojando el ano de Lucas. Hasta que el primo bajó las piernas y se levantó de repente dejando a Marta arrodillada, con toda la boca baboseada de tanto expulsar saliva. Le tiró del vestido hacia arriba sacándoselo por la cabeza y dejándola sólo con el tanguita y las tetas al aire, que sufrieron un vaivén ante el movimiento. Lucas caminó hasta arrodillarse detrás de Pablo y comenzó a darle tirones al pantalón para bajárselo. Pablo continuaba mamando la polla de Curro. Marta caminó arrodillada hacia el culo de su novio y se lo abrió severamente para que su primo le acercara la polla al ano. Le ayudó a sumergirla, fue clavándosela poco a poco, hasta que Pablo irguió el tórax dolorido, dejando de mamar. Lucas se puso a follarle, en presencia de su novia, sacando la mitad de la polla y clavándola secamente. Al mismo tiempo, Marta ordeñaba la pollita de su novio, hasta que escupió unas gotitas de semen sobre el suelo.
Ya se ha corrido el maricón – dijo Curro levantándose, dejando que Pablo se apoyara con las manos en el canto del sofá para soportar las embestidas.
Las tetas de su novia le rozaban la espalda. Les oía burlarse, pero él mantenía la cabeza en alto soportando la dilatación de su ano. Lucas extrajo la polla y Marta se curvó para chupársela. Estaba calentita, recién salida del culo de su novio, con el sabor a heces. Lucas no pudo aguantar y derramó leche en la boca de su prima, leche que ella fue tragándose sin derramar una gota. Luego fue Curro quien se arrodilló tras Pablo para abrirle el culo con su polla gruesa, follándolo ágilmente sin detenerse, mientras Marta observaba el veloz avance y retroceso de la verga al entrar y salir del ano de su novio. Curro jadeó cómo un loco cuando le inundaba el culo de leche y al sacar la polla Marta se la sacudió antes de chupársela para atrapar los resquicios, resquicios de semen y resquicios procedentes del culo de su novio. Curro le atizó una palmada en el culo a Pablo. De su ano brotaba semen gelatinoso que le resbalaba hacia sus huevitos.
La puta maricona…
Curro y Lucas se levantaron y ayudaron a Marta a incorporarse. Entre los dos la rodearon baboseándole todo el cuerpo, tirando y desgarrando su tanga, zarandeándole las tetas y abriéndole el culo, agarrándole el coño y deslizando sus lenguas por todo su cuerpo. Ella les agarraba las pollas, dejándose zarandear como una muñeca de trapo. Pablo, aún echado sobre el sofá, tras haber sido follado por dos hombres en presencia de su novia, les miró por encima del hombro y se sintió como la mayor mierda del mundo. La baboseaban y tocaban por todos lados, se la iban a follar. Tras haber sido humillado, supo que allí terminaba su historia con Marta. Sería un tormento para el resto de su vida.
Oía gemir a su esposa en la habitación de al lado, follando con su sobrino Lucas. Era sábado por la noche y Jesús hacía una pequeña maleta. Tenía que irse, ya no aguantaba más. Ella se había empeñado en humillarle una y otra vez. Pilar le había dejado un sobre con tres mil euros de propina. La cerró y echó la llave. Colocaba los objetos del baño en un neceser cuando oyó la puerta de la calle. Seguro que era su hija y seguro que descubriría el pastel, que su esposa se llevaría un chasco cuando su hija la viera follando con su sobrino. Entreabrió la puerta y la vio pasar en dirección al cuarto donde ellos estaban. Marta irrumpió sin avisar y les pilló en la cama. Ambos estaban desnudos, tumbados de costado, con Lucas meneándose sobre el culo de su madre, follándola con diligencia. Los dos gemían locamente. Lucas le asestaba fuerte abriéndole el chocho, apretujándole las tetas, besuqueándola por la nuca.
¡Mamá!
Los dos amantes se volvieron de repente hacia ella, quedando tumbados boca arriba. Pilar se irguió boquiabierta, cruzando los brazos sobre los pechos, como para taparse.
¡Hija!
Lucas permaneció tirado, con la polla humedecida por los flujos vaginales.
Tu madre te desea. ¿Quieres unirte a nosotros?
Jesús no lograba oír nada, sólo veía el resplandor procedente del cuarto, pero era evidente de que les había descubierto. Caminó despacio para asomarse, y allí se llevó el gran chasco de su vida. Marta estaba tumbada boca arriba encima de la cama con las piernas separadas, completamente desnuda. Lucas estaba arrodillado encima de su cara y ella alzaba la cabeza para chuparle el culo y los huevos mientras él se la sacudía. Su esposa permanecía arrodillada entre las piernitas de su hija, sentada sobre sus talones y curvada hacia la entrepierna de Marta, mojándole el chocho con la lengua, abriéndole la rajita y escupiéndole en el interior para luego esparcir la saliva. Una escena dantesca que terminó por destrozar el alma de Jesús. Se fue de casa. Le echaron del trabajo. Terminó tirado en la calle como un vagabundo mientras su sobrino Lucas se follaba a su esposa y a su hija y se aprovechaba de todos sus bienes. FIN DE LA HISTORIA
3 comentarios - Encuentros inmorales con su prima y su tia