Capítulo VI
“De cómo proyecté mi venganza”
Inmediatamente después de declarar mi venganza. Declaración que jamás había llegado a los oídos de aquellas dos mujeres lujuriosas, comencé a idear un vil plan para finalizar como vencedor en esta historia. Pronto recordé, en lo más sucio e indecente de mi alma que algún tercero, es decir, un nuevo personaje, debía entrar en la historia para inclinar la balanza hacía mí.
El nombre de mi primo no posee relevancia, pero si su persona y su más grande perversión jamás realizada. No emitiré mayores detalles sobre él (por el momento), solo diré que llevaba en su interior una pasión desenfrenada, una deuda sexual tan profunda como la mía.
Decidí contactarlo y relatarle la situación, omití algunos detalles para ser aun más favorable mi discurso y para ocultar algunos detalles que pudiesen exponerme a una situación de burla y evitar que él se mofara.
Mi primo aceptó el plan trazado con mucho gusto. Se vió a si mismo frente a una chance inigualable de apaciguar su deseo sexual irrefrenable, y finalmente acordamos vernos las caras por la noche, luego de que el reloj señalara las doce. Mis padres se hallarían ausentes, por lo que el plan sería sumamente sencillo de llevar a cabo.
Mientras tanto, las dos jóvenes sensuales continuaba disfrutando de su paraíso sexual e impúdico. Se manifestaba como dos ángeles de la perversión, disfrutando de sus cuerpos en cada roce, en los besos húmedos y desenfrenados, se adulaban mutuamente sus esplendorosos rasgos femeninos y jugueteaban dócilmente con sus largos y suaves cabellos.
Muy pronto Dios expulsaría a esos dos bellos y pecadores ángeles del paraíso. Y ese rol, ese ser endiosado que las condenaría sería yo. Y realmente me hallaba excitado con solo pensar en esa posibilidad. Las odiaba y las deseaba al mismo tiempo, incluso creo que llegué a desear a mi hermana, no obstante, poco me importaba por ese entonces, por sobre todo, ambas tenían que pagar por los intensos daños a los que me habían sometido.
“Ya verán, mis preciosas” les susurré desde lejos, al tiempo que las contemplaba con una mano sumida en el interior de mis pantalones.
Escrito por, TheEroticWriter
Continuará en el Capítulo VII
“De cómo proyecté mi venganza”
Inmediatamente después de declarar mi venganza. Declaración que jamás había llegado a los oídos de aquellas dos mujeres lujuriosas, comencé a idear un vil plan para finalizar como vencedor en esta historia. Pronto recordé, en lo más sucio e indecente de mi alma que algún tercero, es decir, un nuevo personaje, debía entrar en la historia para inclinar la balanza hacía mí.
El nombre de mi primo no posee relevancia, pero si su persona y su más grande perversión jamás realizada. No emitiré mayores detalles sobre él (por el momento), solo diré que llevaba en su interior una pasión desenfrenada, una deuda sexual tan profunda como la mía.
Decidí contactarlo y relatarle la situación, omití algunos detalles para ser aun más favorable mi discurso y para ocultar algunos detalles que pudiesen exponerme a una situación de burla y evitar que él se mofara.
Mi primo aceptó el plan trazado con mucho gusto. Se vió a si mismo frente a una chance inigualable de apaciguar su deseo sexual irrefrenable, y finalmente acordamos vernos las caras por la noche, luego de que el reloj señalara las doce. Mis padres se hallarían ausentes, por lo que el plan sería sumamente sencillo de llevar a cabo.
Mientras tanto, las dos jóvenes sensuales continuaba disfrutando de su paraíso sexual e impúdico. Se manifestaba como dos ángeles de la perversión, disfrutando de sus cuerpos en cada roce, en los besos húmedos y desenfrenados, se adulaban mutuamente sus esplendorosos rasgos femeninos y jugueteaban dócilmente con sus largos y suaves cabellos.
Muy pronto Dios expulsaría a esos dos bellos y pecadores ángeles del paraíso. Y ese rol, ese ser endiosado que las condenaría sería yo. Y realmente me hallaba excitado con solo pensar en esa posibilidad. Las odiaba y las deseaba al mismo tiempo, incluso creo que llegué a desear a mi hermana, no obstante, poco me importaba por ese entonces, por sobre todo, ambas tenían que pagar por los intensos daños a los que me habían sometido.
“Ya verán, mis preciosas” les susurré desde lejos, al tiempo que las contemplaba con una mano sumida en el interior de mis pantalones.
Escrito por, TheEroticWriter
Continuará en el Capítulo VII
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