El Cornudo Feliz

Empezó como una fantasía, una visión un capricho de la mente. Continúo con el chat. Se excitaba con los relatos de anónimos internautas que le contaban todo lo que harían con Karina, su bella mujer, si la tuvieran en cuatro paredes. Las narraciones calentaron durante meses la cama matrimonial. Entre jadeos Fabián le confeso a su esposa que quería verla gozar con otro hombre. Y el insistió tanto que, Un buen día, ella le dio el gusto por partida doble.
Fabián. 35 años, oficinista, y Karina, 32, empleada de un mayorista de golosinas, están casados y viven en Ituzaingo. A simple vista, una pareja como cualquier otra en ese conglomerado de sueños y frustraciones que llamamos Gran Buenos Aires.
Tiempo atrás. Un viernes, Karina volvió inusualmente temprano al volante de una camioneta fiorino. Le explico al marido que se la habían prestado en el trabajo para que la usara el fin de semana. Con unos mimos lo convenció muy rápido de salir y lo llevo sin escalas aun albergue e transitorio del Acceso Oeste.
Entre besos y un rosario de obscenidades, Karina lo fue desvistiendo. De pronto hurgo en su cartera y saco unas esposas. Fabián se sorprendió por el adminiculo policial, pero lo acepto contento y quedo sujeto a un toallero metálico.
De todas formas Karina se aseguro de que Fabián, desde el baño, tuviera una visión panorámica de cuanto ocurriera el la cama, el jacuzzi, y el sillón anatómico.
Luego ella llamo a conserjería. Dijo que había olvidado algo en el auto y que saldría a buscarlo. Se entiende: cuando se abre la puerta de una habitación, en el control central del telo se enciende una luz que marca la salida de la pareja. Y si esto ocurre a los cinco minutos de indicado el turno, es sospechoso.
Una vez avisado el encargado, Karina tomo el celular y marco un número que sabia de memoria. “Pueden entrar”, fue lo único que dijo.
Entonces corrió la puerta y la abrió. De inmediato entraron Pablo, un compañero de trabajo de Karina que de vez en cuando la alcanzaba en auto hasta la casa de Ituzaingo, y otro tipo que Fabián nunca había visto. “Un amigo”, lo presentaron.
Fabián comprendió de inmediato: Pablo y ese tal Marcelo habían hecho todo el viaje hasta el hotel en la parte trasera de la camioneta, la misma parte, en la anatomía de su mujer, que ahora era acariciada con fricción por el dúo de polizones.
Pablo tenia en la mano una bolsa de un negocio de Once. Karina saco de ahí un casco de vikingo de cotillón y se lo calzo a su marido, nombrándolo oficialmente cornudo. Fabián sonreía como un chico. El bombeo del corazón le decía que su sueño estaba a punto de convertirse en realidad, y como…
Primero Pablo le conto la larga lista de varones que habían conocido íntimamente a su señora esposa. Y lo verdugueo a discreción. Después siguieron todas las tropelías que dos hombres pueden cometer con una mujer que tiene el Si a flor de labios.
Sin embargo, de todo cuanto presencio sin posibilidad de moverse. Lo que mas llamo la atención de Fabián fue una frase de Pablo que al principio no comprendió. “Veni, mostrale a tu marido como me cuidas el tapizado del auto”. Un fanático de los coches “tuneados”, como es el caso del compañerito de Karina, esa expresión podría interpretarse como la prohibición tajante de no fumar, beber o no comer a bordo, durante las excursiones en las que gentilmente la llevaba hasta la casa. Pero no.
Fabián recordó que el auto en cuestión era un Ford Fiesta (que ironía), y después recién entendió el significado oculto de la alusión al tapizado. Con suma sabiduría, Karina engullo el miembro de Pablo, lo trabajo con esmero y no lo soltó ni siquiera cuando las contorsiones y los gritos del muchacho anunciaron el final. A la alfombra no cayo nada. Lo que se dice calidad, servicio y limpieza.
-¿Cómo te sentiste, Fabián, al ver eso?
-me sentí el hombre mas feliz del mundo.
Sobre gustos no hay nada escrito…
[/font]