Ya hace casi un año que nos escribimos? un año de palabras sin sonidos, de guiños imaginados, de insinuaciones cargadas de silencios, de imaginarte entre mis brazos, y al fin te tengo frente a mí. Tus ojos chispeantes se reflejan en los míos, mientras mis manos oprimen las tuyas, y nuestros alientos se saludan. Por fin nos escuchamos, por fin nos tenemos cara a cara, por fin aspiro tu perfume y el terciopelo de tu piel se desliza entre mis dedos. Pero aún no alcanzamos nuestra meta. Aun somos dos viejos amigos que ríen contentos por su encuentro pero se comportan con la corrección esperable en personas educadas que se relacionan socialmente.
Apenas una mirada algo más intensa hace que afirmes, tenue pero inequívocamente, con tu sonrisa, y nuestros pasos se dirijan, cautos pero firmes hacia una habitación, digna del estilo que ambos poseemos. Ya en el largo pasillo, completamente solos, te giro y beso larga, profundamente, nuestro primer beso, como si concentrara en un solo instante toda la excitación de un año de mensajes. Te ciño fuertemente y aceleramos el paso, la llave se resiste, pero al fin cede y entramos como una tromba. Apenas la puerta se ha cerrado cuando se desata una tempestad de besos y gemidos que nos brindamos mutuamente. Las ropas son casi arrancadas, tal es la urgencia de nuestro deseo reprimido tanto tiempo, que por fin nos desborda y nos desploma juntos y desnudos sobre el lecho, donde nos devoramos al unísono y nos unimos de forma salvaje, sin preliminares, sin preparación, sólo queremos ser uno al fin. Entro en ti como una ardiente barra de carne palpitante, y nos disolvemos en una pasión que nos inflama y nos conduce a un gigantesco y casi inesperado por lo repentino, estallido de placer y conquista, que agazapado lleva toda una era creciendo entre nuestros deseos.
No sé cuánto hemos dormido, ni si lo hemos hecho siquiera. El tiempo se licúa entre tus brazos, pero de repente siento que me estoy hundiendo de nuevo en tus ojos. Te beso los labios, me acaricias la cara, y, cuanto antes fue urgencia, ahora es calma, cuanto antes fue pasión, ahora es ternura, y en vez de devorarnos con ansia, nos acariciamos con deleite. En lugar de fundirnos violentamente en un crisol volcánico, nos disolvemos lentamente en un mar de cariño, y en vez de atravesarte clavándote en las sábanas, ahora eres tú quien me envuelve amorosamente, y siento tu tibieza abrazarme hasta de nuevo hacernos uno siendo dos, y de nuevo me disuelvo en tu interior, pero ahora dulce, tierna, amorosa, naturalmente.
Nuevamente el sopor, nuevamente la sorpresa de despertar reflejado en tus pupilas, que ahora resplandecen de alegría más que nunca. Saciados de placer, ahítos de unión, corremos a la ducha, cuya fresca lluvia termina de despejarnos, haciendo más gratos los besos y caricias a que nos entregamos incesantemente.
Sin necesidad de ataduras física, obedezco tu exigencia de pasividad mientras lentamente acabas de mostrarte en todo tu glorioso esplendor, hasta que al fin, pura y natural te sientas sobre mis muslos y me obsequias con un largo, profundo y eterno beso que provoca el que mis manos desobedezcan tus órdenes , te abracen y te opriman como si quisieran fundir tu torso con el mío. Te vuelvo, te tumbo sobre la cama. Repito tu juego, y siempre que me acerco a alguno de tus puntos más sensibles, acto seguido me retiro rápidamente, dejándote anhelante y estremecida. Pero es tanta la excitación, tanto el deseo, tanta el ansia por fundirnos de nuevo, que al fin volvemos a hacerlo, llevando a nuestra fusión el mismo impulso de juego y fantasía que en los últimos minutos nos gobierna. No nos conformamos ya con simples empujones, con elementales bombeos. Por el contrario, son los giros, los pulsos, los infinitos juegos a que la unión de la carne da lugar, los que alcanzan el máximo protagonismo, los que dominan nuestro acto, arrojándonos a una vorágine de placer que nos subyuga y nos encamina a un negro agujero en el que perdemos la consciencia y la individualidad para fundirnos más allá de nuestras pieles en un solo sentimiento, que aparentemente nos anula, pero en realidad nos sublima, y nos conduce tan dulcemente como la propia muerte a un profundo sueño compartido.
No sé qué hora puede ser, la oscuridad y el silencio son totales, pero algo me ha hecho despertar. Un impreciso cosquilleo, un leve y húmedo roce con algo de felino, que siento allá por donde más placer puedo recibir me ha traído desde el reino de las sombras. Dirijo allí mi mano y tropiezo con tu pelo, mientras tus manos comienzan a revolotear por mis muslos y costados. Poco a poco vuelvo a la conciencia y al fin entiendo. Es tu lengua, tu deliciosa lengua la que recorre mi entrepierna y sus accidentes, es el calor y la humedad de tu boca lo que siento alrededor de mi más preciada proyección, que vuelve a endurecerse como el granito de un cruceiro. Me dejo llevar por las oleadas de placer que me regalas, pero al tiempo que acaricio tu suave espalda, voy atrayéndote hacia mí, de manera que la poco tiempo, y sin que pierdas tu postura, puede mi boca enfrentarse a tu mórbido desfiladero del placer, que comienzo a honrar a mi vez del mismo modo que tú haces. Dedicamos así nuestros esfuerzos a la aritmética más placentera y desarrollamos las posibilidades del místico sesenta y nueve, que en nosotros cobra todo su sentido de cifra cabalística del deleite. Siempre en silencio, como corresponde a la noche, proseguimos en nuestros esfuerzos hasta que nuestras bocas se ven inundados por nuestros efluvios respectivos, de manera que nos bebemos y degustamos mutuamente. Entonces, con firmeza pero al tiempo con suavidad, te agarro del pelo y acerco tu cara a la mía, hasta fundirnos en un nuevo beso, más íntimo que nunca, en el que nos compartimos hasta el extremo, y así de nuevo, con toda dulzura y en un silencio absoluto volvemos a sumergirnos en el mundo de los sueños, del que quizá no hemos salido nunca?
La luz de la alborada comienza tímidamente a extenderse por la habitación y sin saber cómo vuelvo a despertar. Miro el reloj, es temprano, todavía queda bastante tiempo hasta la hora del compromiso laboral. Y tú no tienes ninguna prisa. Te contemplo arrobado mientras duermes, desnuda y boca abajo, como ofreciéndome tu sinuosa y atractiva orografía de suaves valles y colinas. No quiero despertarte, pero tampoco soy capaz de resistir la tentación de acariciarte, y así lo hago muy suavemente. Mis dedos se deslizan ligeros como plumas por tus costados, arrancándote algún dulce gemido insuficiente sin embargo para sacarte de tu ensueño. Prosigo las exploraciones, recorro la suave curvatura de tus nalgas y tu espalda, y cada vez te agitas más, sin que pudiera asegurar que sigues dormida, has despertado definitivamente, o te resistes a hacerlo, feliz y arropada en la cálida duermevela. Creo más bien en esto último, pues al tiempo que tu respiración se agita, te mueves, al principio casi imperceptiblemente, pero después con más claridad, hasta que tu firme y hermosa grupa comienza a levantarse, y tus manos, ya claramente conscientes, agarran tus redondos glúteos y los separan ligeramente, como invitándome a entrar por alguna de tus puertas placenteras.
Es mi lengua la primera que responde y visita ambas, dejando tras de sí un rastro de saliva y goce inefable, que se refleja en tu sonrisa, aún con los ojos siempre cerrados, y cuando a ella se une el copioso manantial de tus entrañas, veo que es el momento, y decido también visitarlas, acelerando movimientos, aferrándome a tus caderas, mientras tus gemidos ya se están transformando en gritos que preludian un estallido salvaje, mientras tus ojos han abandonado por fin la calidez de la penumbra y se abren como platos anunciando la cumbre de la dicha que no tarda en producirse para ambos, tras lo que volvemos a rodar por el lecho desmadejados. Pero la magia de la hora y la noche compartida hace que, en lugar de sumirnos en nuevas navegaciones oníricas, resultemos más despiertos que nunca, lo que expresamos con una franca y poderosa risa, que compartimos en nuestros besos continuos e incansables. Juntos, unidos, sumidos en el mundo de las sombras, compartimos nuestros sueños, como hemos hecho con nuestras fantasías y ahora mismo con nuestros cuerpos. No quiero que pase la noche, no quiero que esto acabe nunca, y me sumo en una honda negrura en la que pierdo toda orientación, no queriendo despertar ya nunca.
Apenas una mirada algo más intensa hace que afirmes, tenue pero inequívocamente, con tu sonrisa, y nuestros pasos se dirijan, cautos pero firmes hacia una habitación, digna del estilo que ambos poseemos. Ya en el largo pasillo, completamente solos, te giro y beso larga, profundamente, nuestro primer beso, como si concentrara en un solo instante toda la excitación de un año de mensajes. Te ciño fuertemente y aceleramos el paso, la llave se resiste, pero al fin cede y entramos como una tromba. Apenas la puerta se ha cerrado cuando se desata una tempestad de besos y gemidos que nos brindamos mutuamente. Las ropas son casi arrancadas, tal es la urgencia de nuestro deseo reprimido tanto tiempo, que por fin nos desborda y nos desploma juntos y desnudos sobre el lecho, donde nos devoramos al unísono y nos unimos de forma salvaje, sin preliminares, sin preparación, sólo queremos ser uno al fin. Entro en ti como una ardiente barra de carne palpitante, y nos disolvemos en una pasión que nos inflama y nos conduce a un gigantesco y casi inesperado por lo repentino, estallido de placer y conquista, que agazapado lleva toda una era creciendo entre nuestros deseos.
No sé cuánto hemos dormido, ni si lo hemos hecho siquiera. El tiempo se licúa entre tus brazos, pero de repente siento que me estoy hundiendo de nuevo en tus ojos. Te beso los labios, me acaricias la cara, y, cuanto antes fue urgencia, ahora es calma, cuanto antes fue pasión, ahora es ternura, y en vez de devorarnos con ansia, nos acariciamos con deleite. En lugar de fundirnos violentamente en un crisol volcánico, nos disolvemos lentamente en un mar de cariño, y en vez de atravesarte clavándote en las sábanas, ahora eres tú quien me envuelve amorosamente, y siento tu tibieza abrazarme hasta de nuevo hacernos uno siendo dos, y de nuevo me disuelvo en tu interior, pero ahora dulce, tierna, amorosa, naturalmente.
Nuevamente el sopor, nuevamente la sorpresa de despertar reflejado en tus pupilas, que ahora resplandecen de alegría más que nunca. Saciados de placer, ahítos de unión, corremos a la ducha, cuya fresca lluvia termina de despejarnos, haciendo más gratos los besos y caricias a que nos entregamos incesantemente.
Sin necesidad de ataduras física, obedezco tu exigencia de pasividad mientras lentamente acabas de mostrarte en todo tu glorioso esplendor, hasta que al fin, pura y natural te sientas sobre mis muslos y me obsequias con un largo, profundo y eterno beso que provoca el que mis manos desobedezcan tus órdenes , te abracen y te opriman como si quisieran fundir tu torso con el mío. Te vuelvo, te tumbo sobre la cama. Repito tu juego, y siempre que me acerco a alguno de tus puntos más sensibles, acto seguido me retiro rápidamente, dejándote anhelante y estremecida. Pero es tanta la excitación, tanto el deseo, tanta el ansia por fundirnos de nuevo, que al fin volvemos a hacerlo, llevando a nuestra fusión el mismo impulso de juego y fantasía que en los últimos minutos nos gobierna. No nos conformamos ya con simples empujones, con elementales bombeos. Por el contrario, son los giros, los pulsos, los infinitos juegos a que la unión de la carne da lugar, los que alcanzan el máximo protagonismo, los que dominan nuestro acto, arrojándonos a una vorágine de placer que nos subyuga y nos encamina a un negro agujero en el que perdemos la consciencia y la individualidad para fundirnos más allá de nuestras pieles en un solo sentimiento, que aparentemente nos anula, pero en realidad nos sublima, y nos conduce tan dulcemente como la propia muerte a un profundo sueño compartido.
No sé qué hora puede ser, la oscuridad y el silencio son totales, pero algo me ha hecho despertar. Un impreciso cosquilleo, un leve y húmedo roce con algo de felino, que siento allá por donde más placer puedo recibir me ha traído desde el reino de las sombras. Dirijo allí mi mano y tropiezo con tu pelo, mientras tus manos comienzan a revolotear por mis muslos y costados. Poco a poco vuelvo a la conciencia y al fin entiendo. Es tu lengua, tu deliciosa lengua la que recorre mi entrepierna y sus accidentes, es el calor y la humedad de tu boca lo que siento alrededor de mi más preciada proyección, que vuelve a endurecerse como el granito de un cruceiro. Me dejo llevar por las oleadas de placer que me regalas, pero al tiempo que acaricio tu suave espalda, voy atrayéndote hacia mí, de manera que la poco tiempo, y sin que pierdas tu postura, puede mi boca enfrentarse a tu mórbido desfiladero del placer, que comienzo a honrar a mi vez del mismo modo que tú haces. Dedicamos así nuestros esfuerzos a la aritmética más placentera y desarrollamos las posibilidades del místico sesenta y nueve, que en nosotros cobra todo su sentido de cifra cabalística del deleite. Siempre en silencio, como corresponde a la noche, proseguimos en nuestros esfuerzos hasta que nuestras bocas se ven inundados por nuestros efluvios respectivos, de manera que nos bebemos y degustamos mutuamente. Entonces, con firmeza pero al tiempo con suavidad, te agarro del pelo y acerco tu cara a la mía, hasta fundirnos en un nuevo beso, más íntimo que nunca, en el que nos compartimos hasta el extremo, y así de nuevo, con toda dulzura y en un silencio absoluto volvemos a sumergirnos en el mundo de los sueños, del que quizá no hemos salido nunca?
La luz de la alborada comienza tímidamente a extenderse por la habitación y sin saber cómo vuelvo a despertar. Miro el reloj, es temprano, todavía queda bastante tiempo hasta la hora del compromiso laboral. Y tú no tienes ninguna prisa. Te contemplo arrobado mientras duermes, desnuda y boca abajo, como ofreciéndome tu sinuosa y atractiva orografía de suaves valles y colinas. No quiero despertarte, pero tampoco soy capaz de resistir la tentación de acariciarte, y así lo hago muy suavemente. Mis dedos se deslizan ligeros como plumas por tus costados, arrancándote algún dulce gemido insuficiente sin embargo para sacarte de tu ensueño. Prosigo las exploraciones, recorro la suave curvatura de tus nalgas y tu espalda, y cada vez te agitas más, sin que pudiera asegurar que sigues dormida, has despertado definitivamente, o te resistes a hacerlo, feliz y arropada en la cálida duermevela. Creo más bien en esto último, pues al tiempo que tu respiración se agita, te mueves, al principio casi imperceptiblemente, pero después con más claridad, hasta que tu firme y hermosa grupa comienza a levantarse, y tus manos, ya claramente conscientes, agarran tus redondos glúteos y los separan ligeramente, como invitándome a entrar por alguna de tus puertas placenteras.
Es mi lengua la primera que responde y visita ambas, dejando tras de sí un rastro de saliva y goce inefable, que se refleja en tu sonrisa, aún con los ojos siempre cerrados, y cuando a ella se une el copioso manantial de tus entrañas, veo que es el momento, y decido también visitarlas, acelerando movimientos, aferrándome a tus caderas, mientras tus gemidos ya se están transformando en gritos que preludian un estallido salvaje, mientras tus ojos han abandonado por fin la calidez de la penumbra y se abren como platos anunciando la cumbre de la dicha que no tarda en producirse para ambos, tras lo que volvemos a rodar por el lecho desmadejados. Pero la magia de la hora y la noche compartida hace que, en lugar de sumirnos en nuevas navegaciones oníricas, resultemos más despiertos que nunca, lo que expresamos con una franca y poderosa risa, que compartimos en nuestros besos continuos e incansables. Juntos, unidos, sumidos en el mundo de las sombras, compartimos nuestros sueños, como hemos hecho con nuestras fantasías y ahora mismo con nuestros cuerpos. No quiero que pase la noche, no quiero que esto acabe nunca, y me sumo en una honda negrura en la que pierdo toda orientación, no queriendo despertar ya nunca.
11 comentarios - De lo virtual a lo real
te dejo mis 10 de hoy... mereces salir a la luz!!! y te recomiendo para que te lean mis seguidores!!! por favor seguí escribiendo así!!! me encanto!!saludos
Muy bien escrito, erótico, caliente !!!
Felicitaciones y seguí así !!!
Gracias por compartir.
Besos y Lamiditas !!!
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
Gracias Lady por recomendar...
http://www.todorelatos.com/relato/65059/
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOBAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
paaaaaaaaa estas pasadoooooooo!!!!!!!!!!!!
y yo te recomende como la mas pelotuda!!!mmmmm que feo !!!!!
]