A Flor la conocí por unos amigos. La pendeja (tiene 19 años) y es amiga de una amiga de la novia de un amigo mío (se entendió?). Nos presentaron en un asado, y al toque hubo onda. A ella se ve que le gustaban los tipos más grandes que la trataran medio como unan nena, y a mi me encantó su inocencia. Match perfecto.
Me mató que sea tímida (se ponía colorada si le hacía un chiste medio zarpado), como bajaba la mirada cuando yo se la sostenía. Me encantó su cuerpito delgado (tetitas chiquitas paraditas y un culito igual), su pelito corto, los ojos grandes marrones y esa bocota divina. Una nena.
La volví a ver una semana después en un boliche y me la chamuyé a lo bestia. “Me encantás!”, le dije. Ella se puso fucsia. “Sos hermosa, me matan tus ojos, tu boca, y este culito…”, dije mientras le manoteaba una nalga que se quedó atrapada por mi mano que no la soltó. Ella levantó la vista y me miró a los ojos.
“En serio te gusta, no es muy chiquita?. “No, me encanta así, me la llevo como viene…”, le contesté sin soltarle el culo. Se río. La besé. “Hoy me la llevo para casa esta colita”, le dije y le comí la boca. Me dio varios besitos secos. “Es una nenaaaa!”, dije para mi con la voz de Francella en la cabeza.
Cuando ya llevabamos media hora entre besos y charla, y el reloj acusaba las cinco de la mattina, apuré la cosa para ir a mi casa. Se puso toda colorada. “No puedo hacer nada, me vino ayer”.”No me importa nada”, le dije.
Era verdad, con la calentura que tenía me chupaba un huevo si me pintaba la pija de rojo o manchábamos las sábanas. De última un forro y el telo eran la solución y listo. “No en serio, además no estoy depilada, soy un desastre”.
Lo de la depilación para ellas es cosa seria. Era obvio que con todo eso en contra era imposible que se diera, y más la primera vez. “Ok, te llamo en la semana y nos vemos”, le dije. A los 15 minutos se estaba yendo con sus amigas. Pero antes intercambiamos celulares.
La semana con el laburo se pasó volando y ni bola le di. Pero el jueves me mandó un mensaje. “Ya está, se me fue”. No lo podía creer, la pendeja tenía doble personalidad. Y así era, de golpe le decías algo y se bloqueaba de la timidez, pero si la sabías llevar le sacabas lo que quisieras.
Esa noche la invité a comer, cenamos sushi de delivery y champán. Las burbujas hicieron todo el trabajo y a la hora me la estaba garchando. Antes me hice un festín con esas tetitas tipo copito y me comí apasionadamente la argollita (la más chiquita y apretada que prové en mi vida) hasta que se le mojó toda.
Después me la garché en cuanta posición se me ocurrió por casi media hora. Patitas al hombro, ella arriba, en cuatro, ella de coté... No suelo tener problemas para aguantar pero esta vez se me complicó. Esa conchita cerrada me la exprimía de tal manera que tuve que parar varias veces (aprovechaba y cambiaba de posición y le pegaba otra lamida, degustando de paso ese culito en el que no cabía un alfiler).
Los huevos se me fueron inflando y al final llené el capuchón del forro con una cantidad notable de semen. Cuando ví el volumen de la descarga me arrepentí de no haberle pintado la cara con esa leche. Hubiese quedado divina esa carita inocente bañada en mi pegote. Para la próxima pensé.
Después comimos helado y ella me despertó la pija con una lamiditas de su lengua congelada. La chupaba lindo. No una pro, pero me mataba que de vez en cuando me miraba. No era para provocar si no para ver si venía bien. Y a mi era mirada vidriosa, fruto de atragantarse con mi pija me puso loco.
Le hice lamerla sacando la lengua, y por primera vez según me dijo después, lamió un par de huevos. A tope la pija y se la clavé otra vez tipo perrito. Por primera vez la oí gritar de placer y le seguí dando bien fuerte y a fondo hasta que acabó una vez más.
Cuando acabé yo, nos quedamos un rato abrazados. Ella me lleno de besos desde el pecho hasta la boca. Me dijo que nunca había acabado dos veces seguidas. Le pregunté qué experiencia tenía. Yo era el tercero, los otros eran dos pendejos. Uno de su edad el primero, el otro uno de 25 con el que había durado un par de meses. Había debutado hacía un año.
El orto obviamente lo tenía virgen y le daba miedo entregarlo porque sabía que le iba a doler un montón (y yo sabía que tenía razón por lo cerrado que estaba).
A mi hacer culos es lo que más me gusta y el prospecto de estrenar ese aunque me costase unos meses o dos me pareció que valía la pena. Además la pendeja tenía un no se qué que me encantaba, aunque mis amigos insistían que había veinte mejores. Sólo Ale me dio la derecha avalando mi morbo, según él, de convertir en una putita a la nena de mamá.
Y así fue que el mes siguiente nos empezamos a ver dos veces por semana. Generalmente venía a casa entre semana, ya que ella vivía con la vieja y dos hermanos (una de 14 y otro de 12). Los fines de semana no me rompía las bolas y yo feliz de hacer la mía.
Al mes más o menos le descorché el orto. Hubo vino, gel con xilocaína, deditos, un chiche de gel, dedos de nuevo, mucho lubricante, y al final de una hora de cogida por la concha (y dilatador anal en el culo) y con mucha paciencia y cuidado, le mandé la verga adentro. Yo estaba tan al palo y ese culo tan apretado que en 10 o 15 bombeadas suaves le llené la colita de leche.
Ella, que estaba con miedo de que le doliera, se quedó contenta de haberme dado el gusto sin demasiada agonía, y a los dos días y en un telo, se vino otra culiada, y otra más el lunes siguiente en mi casa. La excusa era aprovechar que no se cerrara del todo y darle hasta que se acostumbrara al grosor de mi chota.
Cucharita era la posición que más le gustaba para eso, mientras con un vibro chiquito le trabajaba el clítoris manteniéndola calentita. Le encantaba y ella misma entró a pajearse, primero con el chiche, después directamente con los dedos, mientras me pedía que le sobara las tetitas y le mordiera el cuello o le chupara las orejas desde atrás.
Así logré robarle el primer polvito por el culo, y relajarla para que se la comiera por el orto en otras posiciones, hasta poderle dar en cuatro y mandarle toda la pija en el marrón (aunque así todavía le dolía). En el medio la cosa permitía probar otra gaurraditas. Cumplí mi sueño de pintarle la carita de leche. De sacarsela del culo (limpita) y mandársela en la boca, y otras cosas más.
Y pagué el precio convirtiéndome en algo así como su novio, aunque tampoco me absorbía todo mi tiempo (aunque si bastante de mi leche, jajaja).
Y conocí a la familia. La hermana, Maru, con catorce era mucho más despierta y agrandada que Flor. El hermano, Bruno, un pendejo divertido fanático del skate. La vieja, separada del viejo que vive en el Tigre y se volvió a casar, una copada y una divina. Claudia, 42, la misma estatura que Flor pero más carnosa. Adicta al running, culo durito de gimnasio y las tetas hechas.
Con el hermano y la vieja había onda. Con la hermana menos. Pero estaba de novia con un pibe, Alan, y casi no pintaba cuando iba al depto donde viven en Caballito. Lo único, que le vieja empezó a insistir con que fuera a comer de vez en cuando, porque decía que si no Flor entre la Facu, el gimnasio, y que de vez en cuando se iba a verlo al viejo, no estaba nunca.
Una pequeña concesión, pensé, y accedí. Fui a comer dos veces un miércoles, y al final un domingo. Después del almuerzo y sobremesa Flor tiró que íbamos al cine a ver Shrek 4, y la vieja preguntó si ella y el hermanito se podían colar. Y fuimos los cuatro.
La peli medio garcha y además traducida. Lo mejor de todo fue el comentario de la vieja cuando salíamos del cine: “la voz del gato parece de una porno gallega!”. Yo me reí, y Flor también, aunque ella nunca había visto una porno gallega.
“Te deschavaste Clau”, le dije. “Bueno, che!”, dijo ella, que se puso colorada y se cagó también de la risa. “Es la voz de Antonio Banderas”, acotó el pendejo. “Debe haber trabajado en una porno entonces”, siguió la vieja tentada. Flor decía “mamá!”. Pero la vieja estaba muerta de la risa con el chiste de la porno y yo la seguía gastando.
Los invité a comer empanadas. Con la mamá compartimos un vino. Y después fuimos para el depto de ellos en mi auto. La vieja me invitó a tomar un café. “Café no, me saca el sueño y después doy vueltas en la cama hasta las cuatro”, dije. “Hay, pareces un tipo grande con ese comentario”, me dijo. “Té o wisky?”, ofreció. “Para el wisky no me da, vas a pensar que soy un borracho”, dije, “Nada que ver, yo te acompaño”. La vieja cada vez me caía mejor.
“Tu vieja es una copada”, le dije a Flor. “Le caés re bien”, dijo contenta. La vieja volvió con la botella y dos vasos. Flor se hizo un té. El hermanito se fue a ver tele a su cuarto. De la otra hermana ni noticia. Seguro el novio de 17 se la estaba comiendo.
Seguimos de gran charla, hablando de economía y política, mientras salió otro wiscacho. Nosotros re enganchados (la vieja es abogada), pero Flor se dormía. “Gor, no doy más, me voy a dormir”, dijo a la hora.
Ya eran las 12 y pico. “Uyy, si, perdón, me voy que mañana hay que madrugar”. “No gor, todo bien, quedáte charlando un rato más con mamá…Así le hacés el aguante hasta que llegue mi hermana. Me llamás mañana?”. Me dijo mientras me daba un piquito. Después rumbeó para el cuarto que compartía con la hermanita.
“Sorry, te cagué la noche…”, dijo la mamá al rato para cortar el silencio que se había dado. Estaba medio en curda y era todavía más divertida. Se ve que le gustaba un cacho el chupi y que se ponía medio pícara.
“Para nada, además me venía bien el descanso”, contesté en el mismo tono y con una sonrisa. “La verdad, por lo que se últimamente vienen a full ustedes dos”, tiró. Y yo me puse colorado y me quedé sin palabras.
“Quedáte tranquilo, yo no soy una madre cuida. Es más, me gusta que Flor salga con vos, ella es muy tímida, pero al lado tuyo se está soltando un montón”, dijo con tono maternal. “Yo trato de alentarla a que se suelte, y pruebe, la vida es para disfrutarla. Por suerte con los tres tengo buena relación y me cuentan todo. Yo soy súper abierta, saben que conmigo pueden hablar de sexo sin problemas. A la que le tengo que cortar un poco el vuelo es a Maru, la pendeja si fuera por ella ya hubiese debutado, anda loquita con el novio. Pero la convencí de que esperara un poco más, por lo menos hasta los quince”.
“Yo si fuera vos la mato”, le dije. “No se puede, los chicos hoy crecen más rápido que en nuestra época”, me dijo. “Perdonáme que te empareje conmigo pero estás más cerca de mi edad que la de Maru, jajajaja”, dijo riéndose mientras se mandaba otro sorbo de wisky.
“Ocho años nos llevamos no?”, pregunto sabiendo la respuesta. Asentí. “Con Maru son veinte entonces…”, dijo. “Podría ser el padre querés decir, ahora si me cagaste la noche, jajajaj”, me reí. Ella también. “Jajajaj, no está todo bien, te dije, me encanta que Flor salga con vos, le abrís un montón la cabeza… bueno, y otras cosas también…”, dijo volviendo a su tono pícaro.
“Qué me querés decir?”, tiré medio haciéndome el boludo, y medio de curioso para ver cuánto sabía, o si quería sacarme info. “Te dije, Flor me cuenta todo”. “Qué te contó?”, pregunté dije abriendo los ojos y mirándola sorprendido (no podía creer que le hubiese dicho a la vieja que le había hecho el orto).
“Todo, nene, todo…… por suerte tiene confianza y me vino a preguntar qué se sentía hacerlo por atrás… y yo le dije la verdad, que al principio dolía pero que si el tipo era canchero y te lo sabía hacer estaba bueno. Que lo único que se tenía que cuidar de no alternar con la concha porque se podía agarrar una infección, pero que seguro eso vos lo sabías y no ibas a ser tan torpe”.
La respuesta me mató y cuando la oí decir concha dejé de verla como la mamá de Flor para verla como mina (aunque estaba buena y era cachondera, antes, posta, no me había pasado).
“No puedo creer que tengan esa charla entre madre e hija, sos lo más Clau, la tenés re clara”, le dije. “Gracias….Bah, es lo menos que me podés decir, te la regalé, jajaja”. “Después de esto te debo un regalo groso”, le contesté.
Se rió. “Bueno, por suerte tenía razón, y vos te portaste bien…”, dijo tirando un pie. Yo me subí a esa para ver a dónde iba. “Si tenías razón, le terminó gustando, pero supongo que sabías que iba a ser así, de tal palo tal astilla”, retruqué. La idea de que a la madre les gustaba lo mismo hacía unos minutos que me rondaba la capocha.
“Bueno, tampoco es que soy una adicta al sexo anal, jajajaj”, tiro la vieja que estaba relajadísima por el alcohol. “Y a que sos adicta?”, dije con tono juguetón. “No se, un poco de todo”, contestó. Silencio de unos segundos que llené tirando una jugada: “No se porqué pero me imagino que debés ser muy petera”.
A mi el alcohol y la calentura me habían deschavetado mal. Me miró sorprendida, pero al ver mi sonrisa pícara se relajó. “Bueeeeennnnno, ya me perdiste todo el respeto!”, dijo jodiendo. “Está bien, la culpa es mía por sacar ésta charla”, agregó.
“Perdón, estoy medio borracho y no se lo que digo”. “Me fui a la mierda”, dije después. “Esta todo bien Max, prefiero que me hables así y no de usted como al principio, parecías un nene…”. “Nene seguro que no soy, ya lo dijiste vos, estoy más cerca de vos que de Flor”. “Pero es inevitable, para mi sos un pendejo”, dijo provocándome y haciéndose la superada.
Así que la corrí un poco más. “No me digas que nunca te comiste un pendejo vos…”. “No. En general siempre fueron más grandes. El papá de flor me llevaba diez años. Se ve que de ahí viene…”, me dijo devolviéndomela. “Nunca entonces? Me dijo Flor que te gustaba tu profe del gimnasio”, le dije tirando una que me había contado Flor alguna vez.
“Pero no cuenta, tiene 38”, dijo. “Te lo comiste?”, insistí. “No, pero como vengo de calentona me parece que en cualquier momento…”, dijo otra vez en joda pero provocando. “Hace mucho que no?”, indagué. “Seis meses, ya se siente mal…”, dijo. Me gustaba que hablaba como una mina más joven. Super canchera la veterana.
Y yo para entonces ya la veía como un objetivo. “Bueno, si no se te da con el profe ya sabés”, dije redoblando la apuesta a ver que decía. “Mmmm, no se, con lo sequito que te deja mi hija no creo que te de el cuero…”, retrucó. A la hija de puta le gustaba tener la última palabra. Típico de abogado. Pero a mi en vez de calmarme me puso loco.
Me paré y me le fui al lado. Me miró sorprendida. “Entonces aprovechá ahora que vengo bien cargadito”, tiré pudriendo la cosa. Para colmo estaba al palo y se notaba. Y la muy puta se dio cuenta y me miró la pija que se marcaba inflando el bolsillo del jean. Me le fui al humo y agarrándole la cara le metí un beso que ella contestó chupándome la lengua. Vieja puta pensé, y la pija pegó un saltito más en el pantalón despegándose del cuerpo e inflando más la carpa.
“No, no, no, no puedo ser tan hija de puta”, dijo cortando el beso de golpe y después de haberme transado ella a mi durante un minuto. A los 40 o a los 20 son todas un cachito histéricas. Aunque acá había motivos reales para poner un freno.
Pero estaba claro que ella también estaba agitada. “Ayy, cómo me calentaste pendejo!”, me dijo a la cara. “Vos también, mirá como me pusiste la pija”, le dije para motivarla. Estaba claro que verme el bulto la calentaba. Me la agarro por encima del jean. “Que buena que está”, dijo.
“Más te va a gustar cuando la tengas adentro”, le contesté. Ella me la frotó un cacho admirando la dureza de mi trozo. Pero depués la soltó y se pasó las manos por el pelo como acomodándose. Exhaló y trató de calmarse. Yo quise agarrarla de nuevo pero me frenó. “No, no puedo… basta, basta, paremos acá”, dijo. Y supe que tenía que bajar un cambio. Le pedí disculpas pero me dijo que estaba todo bien. Yo me despedí con un beso en la mejilla. Y me fui.
Me mató que sea tímida (se ponía colorada si le hacía un chiste medio zarpado), como bajaba la mirada cuando yo se la sostenía. Me encantó su cuerpito delgado (tetitas chiquitas paraditas y un culito igual), su pelito corto, los ojos grandes marrones y esa bocota divina. Una nena.
La volví a ver una semana después en un boliche y me la chamuyé a lo bestia. “Me encantás!”, le dije. Ella se puso fucsia. “Sos hermosa, me matan tus ojos, tu boca, y este culito…”, dije mientras le manoteaba una nalga que se quedó atrapada por mi mano que no la soltó. Ella levantó la vista y me miró a los ojos.
“En serio te gusta, no es muy chiquita?. “No, me encanta así, me la llevo como viene…”, le contesté sin soltarle el culo. Se río. La besé. “Hoy me la llevo para casa esta colita”, le dije y le comí la boca. Me dio varios besitos secos. “Es una nenaaaa!”, dije para mi con la voz de Francella en la cabeza.
Cuando ya llevabamos media hora entre besos y charla, y el reloj acusaba las cinco de la mattina, apuré la cosa para ir a mi casa. Se puso toda colorada. “No puedo hacer nada, me vino ayer”.”No me importa nada”, le dije.
Era verdad, con la calentura que tenía me chupaba un huevo si me pintaba la pija de rojo o manchábamos las sábanas. De última un forro y el telo eran la solución y listo. “No en serio, además no estoy depilada, soy un desastre”.
Lo de la depilación para ellas es cosa seria. Era obvio que con todo eso en contra era imposible que se diera, y más la primera vez. “Ok, te llamo en la semana y nos vemos”, le dije. A los 15 minutos se estaba yendo con sus amigas. Pero antes intercambiamos celulares.
La semana con el laburo se pasó volando y ni bola le di. Pero el jueves me mandó un mensaje. “Ya está, se me fue”. No lo podía creer, la pendeja tenía doble personalidad. Y así era, de golpe le decías algo y se bloqueaba de la timidez, pero si la sabías llevar le sacabas lo que quisieras.
Esa noche la invité a comer, cenamos sushi de delivery y champán. Las burbujas hicieron todo el trabajo y a la hora me la estaba garchando. Antes me hice un festín con esas tetitas tipo copito y me comí apasionadamente la argollita (la más chiquita y apretada que prové en mi vida) hasta que se le mojó toda.
Después me la garché en cuanta posición se me ocurrió por casi media hora. Patitas al hombro, ella arriba, en cuatro, ella de coté... No suelo tener problemas para aguantar pero esta vez se me complicó. Esa conchita cerrada me la exprimía de tal manera que tuve que parar varias veces (aprovechaba y cambiaba de posición y le pegaba otra lamida, degustando de paso ese culito en el que no cabía un alfiler).
Los huevos se me fueron inflando y al final llené el capuchón del forro con una cantidad notable de semen. Cuando ví el volumen de la descarga me arrepentí de no haberle pintado la cara con esa leche. Hubiese quedado divina esa carita inocente bañada en mi pegote. Para la próxima pensé.
Después comimos helado y ella me despertó la pija con una lamiditas de su lengua congelada. La chupaba lindo. No una pro, pero me mataba que de vez en cuando me miraba. No era para provocar si no para ver si venía bien. Y a mi era mirada vidriosa, fruto de atragantarse con mi pija me puso loco.
Le hice lamerla sacando la lengua, y por primera vez según me dijo después, lamió un par de huevos. A tope la pija y se la clavé otra vez tipo perrito. Por primera vez la oí gritar de placer y le seguí dando bien fuerte y a fondo hasta que acabó una vez más.
Cuando acabé yo, nos quedamos un rato abrazados. Ella me lleno de besos desde el pecho hasta la boca. Me dijo que nunca había acabado dos veces seguidas. Le pregunté qué experiencia tenía. Yo era el tercero, los otros eran dos pendejos. Uno de su edad el primero, el otro uno de 25 con el que había durado un par de meses. Había debutado hacía un año.
El orto obviamente lo tenía virgen y le daba miedo entregarlo porque sabía que le iba a doler un montón (y yo sabía que tenía razón por lo cerrado que estaba).
A mi hacer culos es lo que más me gusta y el prospecto de estrenar ese aunque me costase unos meses o dos me pareció que valía la pena. Además la pendeja tenía un no se qué que me encantaba, aunque mis amigos insistían que había veinte mejores. Sólo Ale me dio la derecha avalando mi morbo, según él, de convertir en una putita a la nena de mamá.
Y así fue que el mes siguiente nos empezamos a ver dos veces por semana. Generalmente venía a casa entre semana, ya que ella vivía con la vieja y dos hermanos (una de 14 y otro de 12). Los fines de semana no me rompía las bolas y yo feliz de hacer la mía.
Al mes más o menos le descorché el orto. Hubo vino, gel con xilocaína, deditos, un chiche de gel, dedos de nuevo, mucho lubricante, y al final de una hora de cogida por la concha (y dilatador anal en el culo) y con mucha paciencia y cuidado, le mandé la verga adentro. Yo estaba tan al palo y ese culo tan apretado que en 10 o 15 bombeadas suaves le llené la colita de leche.
Ella, que estaba con miedo de que le doliera, se quedó contenta de haberme dado el gusto sin demasiada agonía, y a los dos días y en un telo, se vino otra culiada, y otra más el lunes siguiente en mi casa. La excusa era aprovechar que no se cerrara del todo y darle hasta que se acostumbrara al grosor de mi chota.
Cucharita era la posición que más le gustaba para eso, mientras con un vibro chiquito le trabajaba el clítoris manteniéndola calentita. Le encantaba y ella misma entró a pajearse, primero con el chiche, después directamente con los dedos, mientras me pedía que le sobara las tetitas y le mordiera el cuello o le chupara las orejas desde atrás.
Así logré robarle el primer polvito por el culo, y relajarla para que se la comiera por el orto en otras posiciones, hasta poderle dar en cuatro y mandarle toda la pija en el marrón (aunque así todavía le dolía). En el medio la cosa permitía probar otra gaurraditas. Cumplí mi sueño de pintarle la carita de leche. De sacarsela del culo (limpita) y mandársela en la boca, y otras cosas más.
Y pagué el precio convirtiéndome en algo así como su novio, aunque tampoco me absorbía todo mi tiempo (aunque si bastante de mi leche, jajaja).
Y conocí a la familia. La hermana, Maru, con catorce era mucho más despierta y agrandada que Flor. El hermano, Bruno, un pendejo divertido fanático del skate. La vieja, separada del viejo que vive en el Tigre y se volvió a casar, una copada y una divina. Claudia, 42, la misma estatura que Flor pero más carnosa. Adicta al running, culo durito de gimnasio y las tetas hechas.
Con el hermano y la vieja había onda. Con la hermana menos. Pero estaba de novia con un pibe, Alan, y casi no pintaba cuando iba al depto donde viven en Caballito. Lo único, que le vieja empezó a insistir con que fuera a comer de vez en cuando, porque decía que si no Flor entre la Facu, el gimnasio, y que de vez en cuando se iba a verlo al viejo, no estaba nunca.
Una pequeña concesión, pensé, y accedí. Fui a comer dos veces un miércoles, y al final un domingo. Después del almuerzo y sobremesa Flor tiró que íbamos al cine a ver Shrek 4, y la vieja preguntó si ella y el hermanito se podían colar. Y fuimos los cuatro.
La peli medio garcha y además traducida. Lo mejor de todo fue el comentario de la vieja cuando salíamos del cine: “la voz del gato parece de una porno gallega!”. Yo me reí, y Flor también, aunque ella nunca había visto una porno gallega.
“Te deschavaste Clau”, le dije. “Bueno, che!”, dijo ella, que se puso colorada y se cagó también de la risa. “Es la voz de Antonio Banderas”, acotó el pendejo. “Debe haber trabajado en una porno entonces”, siguió la vieja tentada. Flor decía “mamá!”. Pero la vieja estaba muerta de la risa con el chiste de la porno y yo la seguía gastando.
Los invité a comer empanadas. Con la mamá compartimos un vino. Y después fuimos para el depto de ellos en mi auto. La vieja me invitó a tomar un café. “Café no, me saca el sueño y después doy vueltas en la cama hasta las cuatro”, dije. “Hay, pareces un tipo grande con ese comentario”, me dijo. “Té o wisky?”, ofreció. “Para el wisky no me da, vas a pensar que soy un borracho”, dije, “Nada que ver, yo te acompaño”. La vieja cada vez me caía mejor.
“Tu vieja es una copada”, le dije a Flor. “Le caés re bien”, dijo contenta. La vieja volvió con la botella y dos vasos. Flor se hizo un té. El hermanito se fue a ver tele a su cuarto. De la otra hermana ni noticia. Seguro el novio de 17 se la estaba comiendo.
Seguimos de gran charla, hablando de economía y política, mientras salió otro wiscacho. Nosotros re enganchados (la vieja es abogada), pero Flor se dormía. “Gor, no doy más, me voy a dormir”, dijo a la hora.
Ya eran las 12 y pico. “Uyy, si, perdón, me voy que mañana hay que madrugar”. “No gor, todo bien, quedáte charlando un rato más con mamá…Así le hacés el aguante hasta que llegue mi hermana. Me llamás mañana?”. Me dijo mientras me daba un piquito. Después rumbeó para el cuarto que compartía con la hermanita.
“Sorry, te cagué la noche…”, dijo la mamá al rato para cortar el silencio que se había dado. Estaba medio en curda y era todavía más divertida. Se ve que le gustaba un cacho el chupi y que se ponía medio pícara.
“Para nada, además me venía bien el descanso”, contesté en el mismo tono y con una sonrisa. “La verdad, por lo que se últimamente vienen a full ustedes dos”, tiró. Y yo me puse colorado y me quedé sin palabras.
“Quedáte tranquilo, yo no soy una madre cuida. Es más, me gusta que Flor salga con vos, ella es muy tímida, pero al lado tuyo se está soltando un montón”, dijo con tono maternal. “Yo trato de alentarla a que se suelte, y pruebe, la vida es para disfrutarla. Por suerte con los tres tengo buena relación y me cuentan todo. Yo soy súper abierta, saben que conmigo pueden hablar de sexo sin problemas. A la que le tengo que cortar un poco el vuelo es a Maru, la pendeja si fuera por ella ya hubiese debutado, anda loquita con el novio. Pero la convencí de que esperara un poco más, por lo menos hasta los quince”.
“Yo si fuera vos la mato”, le dije. “No se puede, los chicos hoy crecen más rápido que en nuestra época”, me dijo. “Perdonáme que te empareje conmigo pero estás más cerca de mi edad que la de Maru, jajajaja”, dijo riéndose mientras se mandaba otro sorbo de wisky.
“Ocho años nos llevamos no?”, pregunto sabiendo la respuesta. Asentí. “Con Maru son veinte entonces…”, dijo. “Podría ser el padre querés decir, ahora si me cagaste la noche, jajajaj”, me reí. Ella también. “Jajajaj, no está todo bien, te dije, me encanta que Flor salga con vos, le abrís un montón la cabeza… bueno, y otras cosas también…”, dijo volviendo a su tono pícaro.
“Qué me querés decir?”, tiré medio haciéndome el boludo, y medio de curioso para ver cuánto sabía, o si quería sacarme info. “Te dije, Flor me cuenta todo”. “Qué te contó?”, pregunté dije abriendo los ojos y mirándola sorprendido (no podía creer que le hubiese dicho a la vieja que le había hecho el orto).
“Todo, nene, todo…… por suerte tiene confianza y me vino a preguntar qué se sentía hacerlo por atrás… y yo le dije la verdad, que al principio dolía pero que si el tipo era canchero y te lo sabía hacer estaba bueno. Que lo único que se tenía que cuidar de no alternar con la concha porque se podía agarrar una infección, pero que seguro eso vos lo sabías y no ibas a ser tan torpe”.
La respuesta me mató y cuando la oí decir concha dejé de verla como la mamá de Flor para verla como mina (aunque estaba buena y era cachondera, antes, posta, no me había pasado).
“No puedo creer que tengan esa charla entre madre e hija, sos lo más Clau, la tenés re clara”, le dije. “Gracias….Bah, es lo menos que me podés decir, te la regalé, jajaja”. “Después de esto te debo un regalo groso”, le contesté.
Se rió. “Bueno, por suerte tenía razón, y vos te portaste bien…”, dijo tirando un pie. Yo me subí a esa para ver a dónde iba. “Si tenías razón, le terminó gustando, pero supongo que sabías que iba a ser así, de tal palo tal astilla”, retruqué. La idea de que a la madre les gustaba lo mismo hacía unos minutos que me rondaba la capocha.
“Bueno, tampoco es que soy una adicta al sexo anal, jajajaj”, tiro la vieja que estaba relajadísima por el alcohol. “Y a que sos adicta?”, dije con tono juguetón. “No se, un poco de todo”, contestó. Silencio de unos segundos que llené tirando una jugada: “No se porqué pero me imagino que debés ser muy petera”.
A mi el alcohol y la calentura me habían deschavetado mal. Me miró sorprendida, pero al ver mi sonrisa pícara se relajó. “Bueeeeennnnno, ya me perdiste todo el respeto!”, dijo jodiendo. “Está bien, la culpa es mía por sacar ésta charla”, agregó.
“Perdón, estoy medio borracho y no se lo que digo”. “Me fui a la mierda”, dije después. “Esta todo bien Max, prefiero que me hables así y no de usted como al principio, parecías un nene…”. “Nene seguro que no soy, ya lo dijiste vos, estoy más cerca de vos que de Flor”. “Pero es inevitable, para mi sos un pendejo”, dijo provocándome y haciéndose la superada.
Así que la corrí un poco más. “No me digas que nunca te comiste un pendejo vos…”. “No. En general siempre fueron más grandes. El papá de flor me llevaba diez años. Se ve que de ahí viene…”, me dijo devolviéndomela. “Nunca entonces? Me dijo Flor que te gustaba tu profe del gimnasio”, le dije tirando una que me había contado Flor alguna vez.
“Pero no cuenta, tiene 38”, dijo. “Te lo comiste?”, insistí. “No, pero como vengo de calentona me parece que en cualquier momento…”, dijo otra vez en joda pero provocando. “Hace mucho que no?”, indagué. “Seis meses, ya se siente mal…”, dijo. Me gustaba que hablaba como una mina más joven. Super canchera la veterana.
Y yo para entonces ya la veía como un objetivo. “Bueno, si no se te da con el profe ya sabés”, dije redoblando la apuesta a ver que decía. “Mmmm, no se, con lo sequito que te deja mi hija no creo que te de el cuero…”, retrucó. A la hija de puta le gustaba tener la última palabra. Típico de abogado. Pero a mi en vez de calmarme me puso loco.
Me paré y me le fui al lado. Me miró sorprendida. “Entonces aprovechá ahora que vengo bien cargadito”, tiré pudriendo la cosa. Para colmo estaba al palo y se notaba. Y la muy puta se dio cuenta y me miró la pija que se marcaba inflando el bolsillo del jean. Me le fui al humo y agarrándole la cara le metí un beso que ella contestó chupándome la lengua. Vieja puta pensé, y la pija pegó un saltito más en el pantalón despegándose del cuerpo e inflando más la carpa.
“No, no, no, no puedo ser tan hija de puta”, dijo cortando el beso de golpe y después de haberme transado ella a mi durante un minuto. A los 40 o a los 20 son todas un cachito histéricas. Aunque acá había motivos reales para poner un freno.
Pero estaba claro que ella también estaba agitada. “Ayy, cómo me calentaste pendejo!”, me dijo a la cara. “Vos también, mirá como me pusiste la pija”, le dije para motivarla. Estaba claro que verme el bulto la calentaba. Me la agarro por encima del jean. “Que buena que está”, dijo.
“Más te va a gustar cuando la tengas adentro”, le contesté. Ella me la frotó un cacho admirando la dureza de mi trozo. Pero depués la soltó y se pasó las manos por el pelo como acomodándose. Exhaló y trató de calmarse. Yo quise agarrarla de nuevo pero me frenó. “No, no puedo… basta, basta, paremos acá”, dijo. Y supe que tenía que bajar un cambio. Le pedí disculpas pero me dijo que estaba todo bien. Yo me despedí con un beso en la mejilla. Y me fui.
24 comentarios - Casi me garcho a mi suegra
y tu avatar esta de lujo... jaja
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ HIJO DE PUTA TE COGISTE A MI VIEJA, HIJO DE PUTA !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
nunca me rei tanto en toda mi vida
Jaja un capo Troesma!