Aquella tarde Lucía estaba muy contenta, pues iba a asistir por primera vez al cumpleaños de su querido Fran. Así que se arregló y bajó pronto para ayudar en los preparativos de la merienda a Ángeles.
Fran estaba muy ilusionado con todo, inflaron globos y compraron bolsas de cotillón, tal vez algo infantiles para su edad, pero es que a Fran le gustaba toda esa parafernalia, así que, ¿por qué no hacerlo?
Poco a poco fueron llegando los invitados, los amigos de Fran, con los que había ido al colegio de educación especial desde pequeño y algunos de ellos con los que ahora trabajaba en los jardines de la ciudad, a través del proyecto social que los empleaba. Chicos y chicas especiales como él, que disfrutaron de la fiesta y le hicieron disfrutar con sus risas y sus juegos.
Casi todos venían acompañados por sus madres, así que pronto se formaron dos corrillos, uno con Fran, sus amigos y amigas y otro de madres.
A medida que la tarde fue cayendo y el sol terminó ocultándose tras el horizonte, los invitados comenzaron a abandonar la fiesta y poco a poco los círculos se fueron reduciendo en número. La algarabía inicial se fue dando paso a la intimidad y conversaciones relajadas.
Al final sólo quedaron Lucía, Carmen y su hija Gisela, que eran amigas de la familia desde que sus hijos eran pequeños. Gisela y Fran tenían prácticamente la misma edad, así que en unos meses asistirían al cumple de Gisela.
Como se hacía tarde Carmen dijo de marcharse ya, pero ante la hora que era Ángeles insistió en que se quedasen las dos a cenar con ellos y se marchasen ya después, de manera que con lo pesada que se ponía Ángeles con estas cuestiones no les quedó otra que aceptar. Cenaron algo ligero, pues habían comido muchos dulces y chocolate durante la tarde, así que después se pusieron a ver la tele.
Fran y Gisela estaban tirados en el suelo con una especie de juego de madera para hacer construcciones que al parecer los tenía muy entretenidos. El muchacho preguntó a su madre si podía ir a su habitación a enseñarle sus libros de animales a su amiga y ambas madres dieron su aprobación a la petición, así que ellas tres siguieron en el salón conversando.
Lucía, había estado muy entretenida toda la tarde con tanta gente. No estaba acostumbrada ya a estas celebraciones familiares y se lo pasó francamente bien, primero jugando con los niños y luego conversando con las madres. Eso si, alguna mirada curiosa, alguna pregunta indiscreta perturbaron levemente su diversión, pero Lucía tenía reflejos y en seguida salía al paso de temas indiscretos, como: ¿Estudias o trabajas?, ¿de donde eres?, ¿vives sola?, y ¿cómo te lo puedes permitir con lo caros que están los alquileres? Esta última fue la que más le costó esquivar, pero Lucía, con su sonrisa perfecta y muy diplomática respondió a todas sin perderla en ningún momento.
Carmen era una mujer prudente, se notaba en su porte y saber estar con diferencia respecto a las otras madres que estuvieron allí aquella tarde. Era divorciada, a diferencia de Ángeles, que era viuda, y vivía también con su hija Gisela sola casi desde que era pequeña. No había vuelto ha rehacer su vida, como ella admitía, los hombres al ver a su pequeña ponían pies en polvorosa ante todo lo que significase "compromiso" o "carga". Así que ya estaba muy compenetradas las dos.
Se veía que Ángeles y Carmen se conocían desde mucho tiempo, pues entre ellas había complicidad, incluso para los chistes. Lucía sintió cierta envidia de su relación de amistad, aunque a ella le constaba que Ángeles le tenía mucho cariño y aprecio, tanto o más que ella.
Conversaban plácidamente después de cenar, cuando un grito de la niña las alertó. Inmediatamente su madre se puso en pie de un respingo, como activada por un resorte automático y sin pensarlo dos veces acudió por el pasillo a ver qué había pasado. Detrás de ella fue Ángeles y Lucía las siguió.
La escena que vieron en el cuarto de Fran fue de impacto... La niña estaba echada en la cama con sus braguitas quitadas y su falda levantada hasta la cintura, mostrando su chochito cubierto de bello púbico negro y aterciopelado, con las piernas sacadas por un lado de la cama apoyadas contra el suelo. Fran, de rodillas junto a ella, estaba colocado entre sus piernas y a calzón bajado, mostraba su tremendo pene en erección, apuntando a la oculta oquedad entre los muslos de la muchacha.
Impactada y atónita, la madre se llevó la mano derecha a su boca, sujetándose con la otra al marco de la puerta y apoyándose en él, sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Ángeles, se asomó detrás suyo y vio casi al mismo tiempo la escena, pero ella sí se atrevió a entrar dispuesta a poner calma en la tensa situación que se avecinaba. Lucía por su parte se quedó junto a la puerta, contemplando como simple testigo todo.
- ¡Mamá yo no quería hacerle daño, lo prometo! -se apresuró decir Fran que empezaba a llorar a lágrima partida.
- ¡Si cariño lo sé!, anda vístete -respondió su madre ayudándole a levantarse y subiéndole los calzoncillos para tapar su enorme polla en erección-. ¡Carmen, no sabes cuanto lo siento! ¡Perdona a mi hijo, él no sabe lo que hace, ya lo ves, ellos no razonan como nosotros! -comenzó a decir mientras le ayudaba a vestirse.
- ¡Oh mi niña! -gritó finalmente Carmen acercándose a ella al tiempo que Ángeles retiraba de la escena a su hijo-. ¿Qué te ha ocurrido? -preguntó arrodillándose a su lado en la cama.
- ¡Mamá, es que Fran y yo estábamos jugando y sin saber por qué me dolió! -admitió la joven Gisela incorporándose ayudada por su madre.
- ¿Pero hija, a qué jugabais? -preguntó su madre mientras le ponía las braguitas que estaban tiradas a sus pies.
- Pues... jugábamos a mayores, Fran me dijo que sabía jugar y yo quería jugar mamá. Me hacía cosquillas y me gustaba... -asintió aquella niña en su inocencia, a pesar de sus dieciocho años cumplidos hacía ya tiempo, en su mente seguía siendo inocente y pura.
Mientras Ángeles consolaba a un asustado Fran que la abrazaba y se apoyaba en su hombro, Carmen vestía a su hija Gisela, cuando vio la sangre en la cama del muchacho.
- ¡Mira Ángeles, tu hijo ha intentado...! -ahí se le rompió la voz y no pudo seguir hablando.
- ¡Lo sé Carmen, cuanto lo siento, si lo llego a saber no los dejo venir aquí! No pensé que ellos fuesen ha hacer algo así -se lamentó Ángeles con impotencia.
- ¡Pero es que tu hijo...! -dijo Carmen sin querer seguir.
- ¡Si Carmen, mi hijo ha hecho lo que la naturaleza le dictaba y bueno... supongo que ella también sentía curiosidad! No lo digo para exculparlo, pero entiéndelos mujer tanto mi Fran como tu hija son ya adultos aunque queramos seguir viéndolos como unos niños. Tiene cuerpos de hombre y de mujer, aunque sus mentes sigan siendo inocentes, los impulsos actúan y los empujan ha expolrar y curiosear el uno con el otro, al igual que nosotras cuando éramos niñas. Acuérdate lo buenos amigos que han sido siempre desde pequeños -explicó Ángeles intentando aliviar la presión que veía en los ojos de su amiga Carmen.
- Si lo sé, de verdad siento rabia, pero no quiero culpar a tu hijo. Es que para mi esto es un poco fuerte, se que todo esto es un accidente y que los pobres tampoco es que hayan hecho nada malo, la naturaleza manda y supongo que aunque ellos sean especiales, sienten la atracción del sexo opuesto. Es sólo que es duro para una madre enfrentarse a algo así -respondió Carmen con lágrimas en sus ojos.
- Escuchad, yo creo que lo mejor es que lo dejéis por esta noche y si queréis habléis otro día con mas calma antes de que digáis algo de lo que después os podáis arrepentir. Venga Carmen, os acompaño a ti y a tu hija a casa, ¿vale? -intervino Lucía que hasta ese momento se había limitado a escuchar y permanecer en segundo plano.
Lucía tomó del brazo a la madre y ésta de la mano a su hija, y las tres abandonaron el domicilio de Ángeles, que se quedó consolando a su hijo.
Bajaron en el ascensor, con el ambiente cargado por la emoción. La madre se reponía, aunque en cambio la hija no parecía afectada por lo que había ocurrido momentos antes aunque no sonreía porque veía a la madre con las lágrimas saltadas.
- ¡Mamá Fran no ha querido hacerme daño, él no es malo! -exclamó de repente la pequeña viendo a su madre apesadumbrada-. Él es bueno mamá... -añadió con voz melódica y suave en forma de ruego.
La madre la abrazó y asintió con la cabeza siseando en clara confirmación de lo que las palabras de su hija habían expresado...
- Lo sé mi niña, ambos sois muy buenos...
Cuando llegaron a la planta baja salieron inmediatamente del portal, huyendo del ambiente viciado del ascensor. Acceder a la calle fue como una liberación, la suave brisa que corría los refrescó y ayudó a serenar los ánimos.
- Bueno Lucía, no tienes por qué acompañarnos, si quieres te puedes subir ya -le ofreció Carmen.
- No tengo nada mejor que hacer, además hace muy buena noche y me vendrá bien un paseo antes de dormir, no vives lejos ¿verdad? -preguntó.
- No mucho, a unos veinte minutos de aquí andando más o menos.
- ¡Estupendo, entonces os acompaño! -exclamó Lucía con ánimo.
Así que ante la insistencia de aquella chica rubia Carmen se dejó acompañar. Lucía quería hacerlo para intentar calmarla durante el camino, aunque parecía que ya no era necesario pues la madre se estaba recuperando...
- ¿Mejor? -preguntó Lucía, mientras la acompañaba cogida del brazo como si fuesen una pareja.
- Si, hace muy buena noche, con un fresquito muy agradable -contestó Carmen que ya estaba repuesta.
- Tienes razón, me gustan las noches de primavera, cuando hace calor durante el día pero refresca por la noche y se puede dormir bien -afirmó Lucía mirando las pocas estrellas que no eran eclipsadas por las farolas de la avenida.
- En el fondo son niños, ¿verdad? Ángeles tenía razón, no saben lo que hacen, pero al igual que nosotros tienen deseos y curiosidad por saciarlos -afirmó de repente Carmen.
- Si, es así, Fran es un chico muy noble y últimamente su madre me ha contado que lo nota inquieto, ya sabes, por el tema de las hormonas. Ella no sabe qué hacer con él, pues se excita y anda por ahí en calzoncillos por la casa con aquello tieso... -se rió Lucía provocando la hilaridad también en su interlocutora consiguiendo que los restos de tensión que quedaban se desvaneciesen por fin, ganándose un poco más la confianza de aquella mujer.
- La entiendo Lucía, tal vez en los chicos sea más acusado el cambio hormonal que en las chicas. Mi Gisela también está ahora más irritable en su carácter, también lo he notado. Y bueno... también la he descubierto mirándose al espejo, como reconociendo su cuerpo desnudo, a mi me hacía gracia la verdad pero bueno tampoco le había dado mayor importancia hasta ahora.
- Cierto, las mujeres llevamos el sexo de otra manera que los hombres, menos demostrativa en cuanto a actos externos, pero más reflexivas respecto a actos internos -añadió Lucía.
Las tres caminaban por la acera, cogidas como si de una familia se tratase. Gisela cogía a su madre de la mano y Lucía del bracete. A aquellas horas, ya no quedaba casi gente por las calles y eran menos los coches que discurrían por la avenida a otras horas colapsada, ya que era laborable y la gente tenía que trabajar al día siguiente.
- Yo creo que mañana o pasado debéis quedar Ángeles y tú para hablar sobre esto. Ya se que ambas lo olvidaréis, pero nunca está de más aclarar las cosas, ¿no crees? Se os ve muy buenas amigas y es una pena que esto pueda hacer mella en vuestra amistad -sugirió Lucía.
- Tienes razón, mañana la llamaré para tomar café y hablar. Todo esto ha sido un pequeño accidente una travesura de nuestros hijos que se hacen mayores -admitió Carmen.
- Sin duda... -se limitó a añadir Lucía.
- Eres muy buena gente Lucia, apenas te conozco desde esta tarde y ya creo que se puede confiar en ti -afirmó Carmen sorprendiéndola.
- ¡Oh gracias! Bueno me gusta ser amiga de las amigas de mis amigas -rió-. También creo que hemos congeniado bien nosotras, te veo muy puesta en tu sitio, muy discreta. No como las otras que quería averiguarme hasta el número del DNI.
- Si, ya lo vi esta tarde... En fin, ya hemos llegado -dijo parándose en un portal.
- Bueno, me ha gustado el paseo y me alegro que se te haya pasado el disgusto. A ti también te veo muy bien pequeña -dijo Lucía pellizcando suavemente la mejilla de Gisela.
- Bueno pues mañana si quieres os invito a merendar a mi casa a ti, a Ángeles y a Fran, ¿vale?
- ¡Muy buena idea! -exclamó Lucía sonrientemente.
Lucía dio sendos besos tanto a la madre como a la hija y se despidió de ellas en el portal, emprendiendo el regreso a casa.
19
Al día siguiente ya por la tarde, Lucía, Ángeles y Fran se acercaban a la casa de Carmen y Gisela, para tomar esa merienda de reconciliación, no es que estuviesen peleadas, ni enfadadas por lo ocurrido, pero como decía Lucía, tenían que hablarlo y no guardar resentimientos que pudiesen enturbiar una amistad que ya duraba años.
Nada más llegar todo fueron sonrisas y cordialidad. La tarde se presentaba algo calurosa, así que pusieron el aire acondicionado y se sirvieron algunas bebidas y dulces caseros que había preparado Carmen para la ocasión. En un principio la conversación versó sobre temas intrascendentes y cuando ya tenían un poco más de azúcar en la sangre entraron a comentar lo sucedido durante la jornada anterior.
- Bueno Carmen, quería disculparme por lo que ocurrió ayer, Fran como te dije no tenía intenciones de hacerle daño a Gisela, de echo la quiere mucho... -confesó Ángeles en primer lugar.
- ¡Oh Ángeles, le he dado muchas vueltas a lo ocurrido! Y sé que Fran es muy cariñoso con Gisela, míralos aquí mismo delante nuestro, se les ve tan compenetrados y tan amigos como siempre -dijo señalando a los niños, que estaban jugando al parchís en una mesita contigua, sentados en el suelo, ajenos a la conversación-. Pero yo se que ya no es lo mismo que cuando eran pequeños, ahora son un hombre y una mujer, con sus hormonas y sus instintos básicos. Mi Gisela, es ya una señorita y me consta que siente deseos como cualquier otra chica de su edad.
- ¡Te entiendo Carmen, Fran también siente esos deseos! En él yo creo que son más fuertes, pues hasta a mi se me insinuaba, verás me da mucha vergüenza admitirlo, pero he tenido que llegar a masturbarlo para aplacar sus ansias y sus hormonas -reconoció Ángeles con algo de vergüenza.
- ¿En serio? Eso si que tiene que haber sido difícil para ti, ¿no? -preguntó Carmen apoyando su mano en el hombro de Ángeles.
- Bueno, al principio si, Lucía me ayudó a superarlo y me aconsejó que lo hiciera, porque mi Fran me tenía ya desesperada con sus insinuaciones. Se me ponía en pelotas en casa con su pene erecto y no veas el papelón.
- Te entiendo querida amiga, yo he visto como Gisela se retorcía algunas noches en su cama, inquieta, sin poder dormir y abrazada a la almohada, con ella cogida entre las piernas, moviéndose insinuante y yo no podía hacer nada por ayudarla. Ahora entiendo lo que pasó ayer entre los dos, sólos en la habitación, se encendió la chispa del deseo entre ellos y no pudieron evitar experimentar. Lo que pasa es que no tienen experiencia y la cosa no salió como ellos pensaban que saldría, pues mi Gisela es virgen aún y sin duda Fran intentó penetrarla y a la pobre le dolió, era inevitable que ocurriese. Luego llegamos nosotras irrumpiendo en su intimidad -relató Carmen con voz pausada, reflexionando antes de pronunciar cada palabra.
- Pues si, sin duda eso fue lo que ocurrió, mi Fran seguro que trató de hacerlo con suavidad, pero cuando una es virgen al principio duele, no importa el cuidado que se tenga -añadió Ángeles a su explicación de los hechos.
- ¡Oye! Perdonadme si me meto donde no me llaman, ya se que tal vez os resulte muy fuerte lo que os voy a proponer, pero es que os estoy oyendo y es lo que pienso, ¿no creéis que los pobres se merecen continuar lo que empezaron ayer? Yo podría hacer de "monitora" y enseñarles a disfrutar del sexo entre ellos -propuso por sorpresa Lucía, asombrando a ambas madres.
Ellas se miraron inicialmente y después se volvieron hacia Lucía, los segundos se hicieron eternos, la chica llegó a pensar que Carmen desaprobaría su ofrecimiento o algo peor y le echaría en cara su poca vergüenza al proponer algo así. Ángeles seguro que la apoyaba, pues ella deseaba que su Fran fuese feliz y como cualquier persona tuviese acceso esa gran fuente de placer y felicidad que es el sexo. Finalmente fue Carmen quien habló.
- Pues verás, no me parece una tontería lo que acabas de decir... yo creo que sería una buena idea chica, ¿en serio les ayudarías? -preguntó para sorpresa de Lucía que esperaba una severa represión por su propuesta.
- ¡Claro que sí! Es más a mi me encantaría hacerlo, conozco a Fran, ya sabía de sus ardores juveniles por Ángeles y lo difícil que resultaba para ella la idea de "consolar" a su hijo en ese aspecto y ahora, al ver que puede tener una "novia" tan dulce como Gisela, no puedo evitar sentir cierta emoción -contestó Lucía exultante ante la respuesta de Carmen.
- Está bien, me gusta cómo lo cuentas, yo se que tú les serás de mucha ayuda. Y bueno, ¿cuando creéis que podrían hacerlo? -preguntó Carmen un tanto avergonzada.
- Bueno si no tenéis inconveniente podéis hacerlo ahora, aquí en tu casa. Yo la verdad es que tengo que ir a la compra, pues tengo la nevera vacía y no me puedo quedar, pero oye, ¿por qué no te quedas tú con ellos y ves cómo les guía Lucía? -propuso Ángeles.
- ¿Yo?, no sé, había pensado que estuviesen ellos tres en la intimidad. Si acaso les dejo mi dormitorio, que tiene una cama de matrimonio para que estén más cómodos.
- ¡Claro mujer! Yo estoy segura de que te gustará ver cómo tu hija disfruta del amor por primera vez, ¿verdad? -dijo Lucía con su entusiasmo habitual.
- No sé, ¡es que me da mucha vergüenza! -admitió Carmen tapando su boca en acto instintivo, mostrando cierto bochorno por la idea.
- Te entiendo mujer, a mi me pasó lo mismo con mi Fran y gracias a Lucía vencí mi timidez y pude ayudarle con sus hormonas... -la animó Ángeles.
Carmen comenzó a sonreír, tal vez en ese momento ya sabía que lo haría y a partir de ahí un simple "vale", fue la confirmación que esperaba Lucía para poner en práctica la fantasía que había expresado en voz alta minutos antes. Ángeles se despidió y se marchó discretamente, Lucía sospechaba que se quitó de en medio para "no estorbar", aunque le hubiese gustado que se quedara para ver lo que iba a ocurrir a continuación.
Quedaron en que la madre entrara con la hija al baño y la aseara un poco y luego Lucía haría lo mismo con Fran, encontrándose los cuatro al fondo del pasillo, en el dormitorio de Carmen.
Lucía estaba emocionada, se sentía excitada y le daba mucho morbo la situación. Aunque Fran, podríamos decir que ya no era virgen, lo cierto es que en cierta medida seguía siendo inocente y cándido y la joven Gisela, también era dulce y noble. Sin duda harían buenas migas y disfrutarían juntos de las mieles del sexo, bajo la batuta de la experta Lucía.
Cuando accedieron al lavabo Lucía desnudó a Fran, y lo introdujo en la ducha. Allí con un poco de agua y jabón, lavó sus genitales, centrándose en su glande, asegurándose de que quedaba limpio y reluciente. Mientras su polla palpitaba en su mano, ésta fue creciendo a la vez que el agua fresca caía sobre ella lavándola. De manera que cuando hubo terminado, el instrumento brillaba en todo su esplendor y plenitud. La chica, orgullosa de su amigo, no pudo evitar degustar primero el género e introduciéndoselo en la boca, chupándolo con gran gozo por su parte, llenándola con aquella hermosa polla, saboreándola con sus labios y su lengua.
Tuvo que hacer un esfuerzo por apartar la vista de aquella maravillosa tentación que tanto le gustaba, pues no quería estropear el momento y provocar una eyaculación a destiempo, así que se serenó y volvió a enjuagarla con agua fresca, secándola finalmente con la toalla.
En la habitación, la penumbra lo inundaba todo, aunque unas rendijas abiertas en la parte superior de la persiana hacían que el sol se colara en haces de luz a través de ellas, proyectándose sobre la cómoda y el suelo, a medida que se acostumbraron a la tenue luz, descubrieron a Carmen y a Gisela, semirecostadas en la cama. Gisela aún llevaba puestas sus braguitas blancas y el sujetador en el mismo tono. Al ver a Fran, sin ropa, Carmen se impactó un poco al contemplar su hermoso miembro en erección.
- ¡Vaya pollón! -exclamó Carmen sin poder evitarlo.
- No te preocupes Carmen, todo lo que tiene de grande lo tiene de cariñoso, a Gisela le encantará.
- ¡Buf, pobrecita mía, estrenarse con una cosa así! -añadió-. ¿Qué hacemos?
- Bueno, primero vamos ha hacer que se acaricien sensualmente, así se excitarán y tu hija estará más lubricada cuando lo intentemos.
- Si claro, me parece bien. ¿Yo me sentaré en la silla si quieres para no molestaros?
- ¿Por qué?, tú quédate junto a Gisela, sin duda esto la tranquilizará -protestó, haciendo que permaneciera junto a ellos.
Lucía hizo que ambos se pusieran uno frente al otro y que se acariciasen y se dieran castos besos en las mejillas, lo que provocó las risas de los jóvenes aliviando la tensión general del inicio. Luego les indicó que lo hiciesen en la boca, momento en el que se serenaron un poco. Ella y su madre estaban a su lado de manera que también quedaban una frente a la otra, los cuatro formaban un cuadrado en el centro de la cama.
La experta Lucía tomó finalmente la mano de Gisela y la colocó en el miembro viril de Fran, haciendo que ésta lo acariciase. La chica sonrió y retiró la mano al primer contacto con él, muestra de una vergüenza inocente ante aquella parte de la anatomía masculina desconocida para ella. Entonces Lucía tomó la mano de su madre y ante su sorpresa, la posó en el miembro de Fran. Ésta se resistió al principio pero Lucía, sin soltarle la mano la obligó ha hacerlo para darle ejemplo a su pequeña. Luego cogió de nuevo la de su hija y las juntó de manera que madre e hija la acariciaron juntas.
Lucía, como maestra de ceremonias quitó el sujetador a la chica, e indicó al joven Fran que mamara de sus pechos, sin dientes le advirtió, y el chico, tan grande como era se agachó para tomarlos con sus labios. Esto gustó a la muchacha que rió mientras se agarraba al pelo de Fran, enredándolo entre sus finos dedos.
Luego hizo que se tumbase, sacándole las braguitas por sus tersos muslos. En ese momento ella misma fue quien acarició primero su chochito sin depilar, con un bello largo y esponjoso, apartándolo accedió a sus finos labios vaginales y escurrió su dedo corazón entre ellos abriéndolos, notando como la excitación palpitaba ya en aquel chochito virginal.
- Está ya muy excitada, pero aún queremos que se excite más -susurró Lucía a su madre.
Indicó al muchacho que le acariciase los muslos y se los abriera suavemente, luego puso su mano grandota en su vulva y le hizo acariciar sus pelillos y acceder a su chochito, ella lo guió con su experta mano. A continuación lo tomó del cuello y lo hizo inclinarse acercándose cada vez más a aquel chochito. Nunca lo había enseñado a comer un coño así que permaneció junto a su oído y le susurró las instrucciones precisas: <<bésalo, saca la lengua y despacio lámelo, sigue dándole besitos, así muy bien...>>.
El muchacho se portó y la joven que estaba rendida ante él comenzó a gemir estrepitosamente ante el asombro de su madre, quien la tenía reclinada en su pecho, contemplando desde atrás la caliente escena.
- Yo creo que ya podemos probar la penetración, voy a ponerle el condón a Fran, ¿vale?
- Vale -se limitó a asentir la madre, dando el consentimiento por su hija.
Lucía echó mano al bolsillo de sus shorts y ante la atenta mirada de madre e hija actuó con presteza, extrajo el anillo de látex de su envoltorio y lo colocó sobre el pene de Fran, deslizándolo hacia atrás con maestría incomparable.
Con la hija reclinada sobre la madre y ésta a su vez con los muslos abiertos acogiendo el joven cuerpo de su hija, Fran se acercó ayudado por Lucía e intentó acoplarse con la chica que era más pequeña que él. De manera que cuando su pene rozó su chochito, en realidad su cabeza estaba más cerca de la cara de la madre que de su hija. La situación fue algo incómoda para Carmen, pero no lo calculó antes de que empezaran, así que ya metidos en faena no quiso interrumpir y se aguantó en esa posición.
Lucía, con su mano cogió el pene de Fran desde atrás y lo condujo hasta el joven chochito mientras le susurraba que lo hiciera muy despacio y siguiese sus indicaciones. El joven obedecía con cierta parsimonia sus instrucciones, y así su glande entró un poco en el chochito, momento en el que Gisela se quejó, provocando que parase en seco.
- No pasa nada cariño, ya verás como te va a gustar, tú aguanta un poquito -le dijo su madre consolándola mientras le acariciaba el pelo.
Lucía comenzó entonces a mover el pene de Fran arriba y abajo, recorriendo los labios vaginales de Gisela, frotando su clítoris con la punta y llegando hasta su ano. Esto gustó mucho a la muchacha quien volvió a gemir de placer entre los brazos de su madre. Entonces se detuvo de nuevo en la entrada e indicó a Fran que, muy suavemente, la introdujera. Esta vez la cosa fue mejor y aunque Gisela también gritó, su polla entró un poco más y su glande desapareció en su interior.
Su madre volvió a consolarla y sin que ésta lo advirtiera se encontró con la mano de Lucía en las ingles de su hija y palpó la posición de la polla de Fran en el coñito de su hija.
- Ya ha entrado, ¿verdad? -preguntó.
- Si, ahora esperaremos un poquito a que Gisela se adapte y le indicaré que se mueva despacio, ¿te parece?.
- Si, creo que ahora irá bien -admitió su madre.
Efectivamente la experta Lucía le frotó el clítoris a la joven mientras Fran se movía lentamente, provocando que Gisela comenzara a gemir de puro placer de nuevo y ya no gritó más. Su polla entraba y salía sin dificultad de su chochito virgen mientras la madre seguía abrazándola. Los tres estaban acoplados en un coito muy particular, pero a Carmen ya no le importaba, incluso animaba a Fran cariñosamente y le susurraba al oído lo bien que lo estaba haciendo y lo mucho que le gustaba a su hija. Llegando a besarlo en la frente y en la mejilla.
Entonces Lucía detuvo la acción y los hizo desacoplarse de la postura que mantenían hasta el momento.
- Bueno yo creo que ha llegado la hora de que cambien, ¿no te parece? -opinó.
- Vale, que aquí detrás estaba ya incómoda y super sudada, no lo pensé antes de que se colocasen, la verdad -se quejó su madre saliendo de detrás de su hija-. ¿Y ahora cómo quieres que lo hagan?
- No sé, tal vez estilo perrito, ¿no? Así creo que el gustará mucho a tu hija, ¿te gusta así?
- ¡Oh vale, vamos a probar! -exclamó su madre aprobando la sugerencia.
Colocaron a la joven Gisela a cuatro patas y Fran detrás suyo, flanqueado por Lucía y por su madre. Y le indicaron que la penetrase desde atrás. Ahora Gisela no se quejó, más que un grito fue un gemido lo que se oyó en la habitación cuando su pene la atravesó llegando hasta el fondo de su vagina.
El muchacho se aferró a su culo y apretándose contra él fue metiendo y sacando, con rítmicas culadas, su poderoso pene del joven chochito de Gisela, provocándole toda clase de grititos guturales mientras lo hacía, ante las miradas de sus dos instructoras.
Lucía, maliciosamente cogió la mano de Carmen y la colocó en el culo de Fran apretándola contra él, incluso indicándole que le diese palmadas. Carmen sonrió y le dijo que ella no quería hacer algo así, entonces Lucía la reprendió y le dijo que se relajase. Así que al final Carmen también se permitió acariciar un poco a aquel fuerte joven, que tan delicadamente estaba arrancando la virginidad a su hija.
- Gisela se lo está pasando bomba, ¿verdad? -le preguntó Lucía.
- ¡Oh si, parece que está disfrutando de lo lindo! -admitió su madre.
- ¿A que no te arrepientes de haber hecho algo así?
- ¡Claro que no, y más con Fran, que es tan buen chico! -estoy muy contenta por mi hija.
Mientras conversaban sobre los parabienes que estaban disfrutando la joven pareja, esta habló, en forma de gritos incontenidos de Gisela quien se estremeció y sacándose la polla de Fran se tumbó de costado en la cama mientras se aferraba a la almohada que le había servido de apoyo, convulsionándose de puro placer.
Fran se quedó algo estupefacto, como su madre y Lucía, e incluso llegó a preguntar si es que le había hecho daño, pero Lucía lo tranquilizó.
- No Fran, no le has hecho daño, es que Gisela alcanzó su orgasmo y le está gustando tanto ahora que no ha podido resistir más "tu pollita" metida y se la ha tenido que sacar -le explicó.
Carmen acudió en "socorro" de su niña y la consoló en los instantes finales del orgasmo. Lucía se quedó con Fran y para su sorpresa, al palpar su condón, descubrió que éste aún nos e había corrido.
- ¿Sabes que Fran aún no se ha corrido? -informó a Carmen.
- ¿No? ¡Qué máquina está hecho el chico! ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó inocentemente la madre.
- Pues no sé, yo había pensado en que si te apetecía pues podrías darte un gustito, ¿no? -sugirió Lucía con voz pícara, soltando una risita al final de la frase.
- ¡Tú estás loca! ¿Cómo le voy ha hacer algo así a mi amiga Ángeles? -respondió Carmen horrorizada por la idea.
- Vamos mujer, será nuestro secreto, ella sabe que se iba a follar a tu hija, lo que pasa es que tu hija, la pobre, ha durado menos que él y ahora no pensarás dejar así al muchacho, ¿no? Con lo bien que se ha portado con tu hija -insinuó Lucía en tono malicioso.
- Es que moriría de la vergüenza después al mirar a la cara a su madre y saber que yo me lo he tirado -manifestó Carmen rechazando la indecente proposición de Lucia.
- Vamos mujer, ¿desde cuando no haces el amor? El chico es muy cariñoso y a Ángeles no le importaría, estoy segura porque la conozco bien.
Lucía abrazó sorpresivamente a Carmen por detrás y se tiró de espaldas sobre la cama, haciendo que su cuerpo quedase debajo de ella, entonces con su mano le levantó el vestido y la metió bajo sus bragas, cruzando su monte de venus a la velocidad del rallo y reptando por el valle del placer entre sus carnosos y gordos labios vaginales. Allí encontró un mar de jugos que rebosó bajo el empuje de su dedo corazón, mientras éste profundizaba cada vez más hasta introducirse en el agujero en el que terminaban sus labios.
- ¡Pero Lucía qué haces, no...! -se quejó Carmen mientras Lucía la inmovilizaba con sus manos y se aferraba a sus piernas abriéndoselas con sus tobillos.
- ¡Venga ya chica, si te mueres por probar la polla de Fran! Deja que el muchacho se desahogue contigo y disfruta tú también de su verga.
- ¡Bufff, está bien, está bien! Lo haré, pero tienes que prométerme que nunca se lo dirás a su madre -le ordenó.
Carmen se colocó junto a su hija que ya dormitaba después del polvo que había echado con Fran, abriéndose de piernas acogió al fornido muchacho entre sus muslos cálidos y carnosos, como los de su hija.
- ¡Hay que ver lo que me vas ha obligar ha hacer Lucía! No se lo dirás a Ángeles, ¿verdad? -le rogó lastimeramente como si fuese Lucía la que le apuntaba con una pistola para que dejase que Fran se la follara.
- Tranquila mujer este será nuestro secreto -le dijo Lucía mientras le daba una palmada en el trasero.
La polla de Fran accedió al coño maduro y tierno de Carmen, profanando la abertura que largo tiempo había estado sin que nadie la visitara tan íntimamente y con ella entró de nuevo la frescura del sexo, como ya no recordaba aquella mujer pletórica en su madurez, con caderas anchas y grandes pechos, que gozó de aquel regalo del cielo como si fuese su primer novio. Sus gemidos y gestos mientras el muchacho la penetraba con tesón, curiosamente se parecían mucho a los que instantes antes hiciese su niña, sin duda la herencia genética quedaba patente en aquellos comportamientos no aprendidos.
Lucía se quedó junto a ellos y disfrutó viéndolos follar. Ella estaba deseosa de haberse clavado la polla de Fran, pero prefirió verlo follar a la madre, era como compartir el pan con quien tiene más hambre que tú y descubrió lo mucho que le gustaba el voyeurismo, observar a otros mientras follan, sin pretender nada más. Sabía que por dentro le ardía su sexo, pero tiempo tendría de aplacar su fuego interior.
Dejó que Fran terminase su trabajo. Y éste trabajó bien, con fuertes embestidas, animado por Carmen se corrió y siguió con su polla dentro mientras ella se frotaba su clítoris hasta alcanzar su clímax momentos después.
Lucía, al verlos correrse, sintió cierta liberación y pudo darles la espalda y salir de la habitación discretamente. Se encaminó al servicio y allí, en la taza del váter dio rienda suelta a sus expertas manos para que la acariciaran y la penetraran como sabiamente habían hecho ya incontables veces desde la pubertad. Ésta fue de las veces que menos tiempo necesitó para correrse y su orgasmo fue demoledor.
Cuando se repuso se dio cuenta del silencio que reinaba en la casa, sintió curiosidad así que desnuda como una gata atravesó el pasillo y se asomó al dormitorio. Allí tres cuerpos resoplaban, exhaustos tras las emociones y placeres disfrutados, así que no quiso despertarlos y se fue al salón a echarse en el sofá a descansar.
Fran estaba muy ilusionado con todo, inflaron globos y compraron bolsas de cotillón, tal vez algo infantiles para su edad, pero es que a Fran le gustaba toda esa parafernalia, así que, ¿por qué no hacerlo?
Poco a poco fueron llegando los invitados, los amigos de Fran, con los que había ido al colegio de educación especial desde pequeño y algunos de ellos con los que ahora trabajaba en los jardines de la ciudad, a través del proyecto social que los empleaba. Chicos y chicas especiales como él, que disfrutaron de la fiesta y le hicieron disfrutar con sus risas y sus juegos.
Casi todos venían acompañados por sus madres, así que pronto se formaron dos corrillos, uno con Fran, sus amigos y amigas y otro de madres.
A medida que la tarde fue cayendo y el sol terminó ocultándose tras el horizonte, los invitados comenzaron a abandonar la fiesta y poco a poco los círculos se fueron reduciendo en número. La algarabía inicial se fue dando paso a la intimidad y conversaciones relajadas.
Al final sólo quedaron Lucía, Carmen y su hija Gisela, que eran amigas de la familia desde que sus hijos eran pequeños. Gisela y Fran tenían prácticamente la misma edad, así que en unos meses asistirían al cumple de Gisela.
Como se hacía tarde Carmen dijo de marcharse ya, pero ante la hora que era Ángeles insistió en que se quedasen las dos a cenar con ellos y se marchasen ya después, de manera que con lo pesada que se ponía Ángeles con estas cuestiones no les quedó otra que aceptar. Cenaron algo ligero, pues habían comido muchos dulces y chocolate durante la tarde, así que después se pusieron a ver la tele.
Fran y Gisela estaban tirados en el suelo con una especie de juego de madera para hacer construcciones que al parecer los tenía muy entretenidos. El muchacho preguntó a su madre si podía ir a su habitación a enseñarle sus libros de animales a su amiga y ambas madres dieron su aprobación a la petición, así que ellas tres siguieron en el salón conversando.
Lucía, había estado muy entretenida toda la tarde con tanta gente. No estaba acostumbrada ya a estas celebraciones familiares y se lo pasó francamente bien, primero jugando con los niños y luego conversando con las madres. Eso si, alguna mirada curiosa, alguna pregunta indiscreta perturbaron levemente su diversión, pero Lucía tenía reflejos y en seguida salía al paso de temas indiscretos, como: ¿Estudias o trabajas?, ¿de donde eres?, ¿vives sola?, y ¿cómo te lo puedes permitir con lo caros que están los alquileres? Esta última fue la que más le costó esquivar, pero Lucía, con su sonrisa perfecta y muy diplomática respondió a todas sin perderla en ningún momento.
Carmen era una mujer prudente, se notaba en su porte y saber estar con diferencia respecto a las otras madres que estuvieron allí aquella tarde. Era divorciada, a diferencia de Ángeles, que era viuda, y vivía también con su hija Gisela sola casi desde que era pequeña. No había vuelto ha rehacer su vida, como ella admitía, los hombres al ver a su pequeña ponían pies en polvorosa ante todo lo que significase "compromiso" o "carga". Así que ya estaba muy compenetradas las dos.
Se veía que Ángeles y Carmen se conocían desde mucho tiempo, pues entre ellas había complicidad, incluso para los chistes. Lucía sintió cierta envidia de su relación de amistad, aunque a ella le constaba que Ángeles le tenía mucho cariño y aprecio, tanto o más que ella.
Conversaban plácidamente después de cenar, cuando un grito de la niña las alertó. Inmediatamente su madre se puso en pie de un respingo, como activada por un resorte automático y sin pensarlo dos veces acudió por el pasillo a ver qué había pasado. Detrás de ella fue Ángeles y Lucía las siguió.
La escena que vieron en el cuarto de Fran fue de impacto... La niña estaba echada en la cama con sus braguitas quitadas y su falda levantada hasta la cintura, mostrando su chochito cubierto de bello púbico negro y aterciopelado, con las piernas sacadas por un lado de la cama apoyadas contra el suelo. Fran, de rodillas junto a ella, estaba colocado entre sus piernas y a calzón bajado, mostraba su tremendo pene en erección, apuntando a la oculta oquedad entre los muslos de la muchacha.
Impactada y atónita, la madre se llevó la mano derecha a su boca, sujetándose con la otra al marco de la puerta y apoyándose en él, sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Ángeles, se asomó detrás suyo y vio casi al mismo tiempo la escena, pero ella sí se atrevió a entrar dispuesta a poner calma en la tensa situación que se avecinaba. Lucía por su parte se quedó junto a la puerta, contemplando como simple testigo todo.
- ¡Mamá yo no quería hacerle daño, lo prometo! -se apresuró decir Fran que empezaba a llorar a lágrima partida.
- ¡Si cariño lo sé!, anda vístete -respondió su madre ayudándole a levantarse y subiéndole los calzoncillos para tapar su enorme polla en erección-. ¡Carmen, no sabes cuanto lo siento! ¡Perdona a mi hijo, él no sabe lo que hace, ya lo ves, ellos no razonan como nosotros! -comenzó a decir mientras le ayudaba a vestirse.
- ¡Oh mi niña! -gritó finalmente Carmen acercándose a ella al tiempo que Ángeles retiraba de la escena a su hijo-. ¿Qué te ha ocurrido? -preguntó arrodillándose a su lado en la cama.
- ¡Mamá, es que Fran y yo estábamos jugando y sin saber por qué me dolió! -admitió la joven Gisela incorporándose ayudada por su madre.
- ¿Pero hija, a qué jugabais? -preguntó su madre mientras le ponía las braguitas que estaban tiradas a sus pies.
- Pues... jugábamos a mayores, Fran me dijo que sabía jugar y yo quería jugar mamá. Me hacía cosquillas y me gustaba... -asintió aquella niña en su inocencia, a pesar de sus dieciocho años cumplidos hacía ya tiempo, en su mente seguía siendo inocente y pura.
Mientras Ángeles consolaba a un asustado Fran que la abrazaba y se apoyaba en su hombro, Carmen vestía a su hija Gisela, cuando vio la sangre en la cama del muchacho.
- ¡Mira Ángeles, tu hijo ha intentado...! -ahí se le rompió la voz y no pudo seguir hablando.
- ¡Lo sé Carmen, cuanto lo siento, si lo llego a saber no los dejo venir aquí! No pensé que ellos fuesen ha hacer algo así -se lamentó Ángeles con impotencia.
- ¡Pero es que tu hijo...! -dijo Carmen sin querer seguir.
- ¡Si Carmen, mi hijo ha hecho lo que la naturaleza le dictaba y bueno... supongo que ella también sentía curiosidad! No lo digo para exculparlo, pero entiéndelos mujer tanto mi Fran como tu hija son ya adultos aunque queramos seguir viéndolos como unos niños. Tiene cuerpos de hombre y de mujer, aunque sus mentes sigan siendo inocentes, los impulsos actúan y los empujan ha expolrar y curiosear el uno con el otro, al igual que nosotras cuando éramos niñas. Acuérdate lo buenos amigos que han sido siempre desde pequeños -explicó Ángeles intentando aliviar la presión que veía en los ojos de su amiga Carmen.
- Si lo sé, de verdad siento rabia, pero no quiero culpar a tu hijo. Es que para mi esto es un poco fuerte, se que todo esto es un accidente y que los pobres tampoco es que hayan hecho nada malo, la naturaleza manda y supongo que aunque ellos sean especiales, sienten la atracción del sexo opuesto. Es sólo que es duro para una madre enfrentarse a algo así -respondió Carmen con lágrimas en sus ojos.
- Escuchad, yo creo que lo mejor es que lo dejéis por esta noche y si queréis habléis otro día con mas calma antes de que digáis algo de lo que después os podáis arrepentir. Venga Carmen, os acompaño a ti y a tu hija a casa, ¿vale? -intervino Lucía que hasta ese momento se había limitado a escuchar y permanecer en segundo plano.
Lucía tomó del brazo a la madre y ésta de la mano a su hija, y las tres abandonaron el domicilio de Ángeles, que se quedó consolando a su hijo.
Bajaron en el ascensor, con el ambiente cargado por la emoción. La madre se reponía, aunque en cambio la hija no parecía afectada por lo que había ocurrido momentos antes aunque no sonreía porque veía a la madre con las lágrimas saltadas.
- ¡Mamá Fran no ha querido hacerme daño, él no es malo! -exclamó de repente la pequeña viendo a su madre apesadumbrada-. Él es bueno mamá... -añadió con voz melódica y suave en forma de ruego.
La madre la abrazó y asintió con la cabeza siseando en clara confirmación de lo que las palabras de su hija habían expresado...
- Lo sé mi niña, ambos sois muy buenos...
Cuando llegaron a la planta baja salieron inmediatamente del portal, huyendo del ambiente viciado del ascensor. Acceder a la calle fue como una liberación, la suave brisa que corría los refrescó y ayudó a serenar los ánimos.
- Bueno Lucía, no tienes por qué acompañarnos, si quieres te puedes subir ya -le ofreció Carmen.
- No tengo nada mejor que hacer, además hace muy buena noche y me vendrá bien un paseo antes de dormir, no vives lejos ¿verdad? -preguntó.
- No mucho, a unos veinte minutos de aquí andando más o menos.
- ¡Estupendo, entonces os acompaño! -exclamó Lucía con ánimo.
Así que ante la insistencia de aquella chica rubia Carmen se dejó acompañar. Lucía quería hacerlo para intentar calmarla durante el camino, aunque parecía que ya no era necesario pues la madre se estaba recuperando...
- ¿Mejor? -preguntó Lucía, mientras la acompañaba cogida del brazo como si fuesen una pareja.
- Si, hace muy buena noche, con un fresquito muy agradable -contestó Carmen que ya estaba repuesta.
- Tienes razón, me gustan las noches de primavera, cuando hace calor durante el día pero refresca por la noche y se puede dormir bien -afirmó Lucía mirando las pocas estrellas que no eran eclipsadas por las farolas de la avenida.
- En el fondo son niños, ¿verdad? Ángeles tenía razón, no saben lo que hacen, pero al igual que nosotros tienen deseos y curiosidad por saciarlos -afirmó de repente Carmen.
- Si, es así, Fran es un chico muy noble y últimamente su madre me ha contado que lo nota inquieto, ya sabes, por el tema de las hormonas. Ella no sabe qué hacer con él, pues se excita y anda por ahí en calzoncillos por la casa con aquello tieso... -se rió Lucía provocando la hilaridad también en su interlocutora consiguiendo que los restos de tensión que quedaban se desvaneciesen por fin, ganándose un poco más la confianza de aquella mujer.
- La entiendo Lucía, tal vez en los chicos sea más acusado el cambio hormonal que en las chicas. Mi Gisela también está ahora más irritable en su carácter, también lo he notado. Y bueno... también la he descubierto mirándose al espejo, como reconociendo su cuerpo desnudo, a mi me hacía gracia la verdad pero bueno tampoco le había dado mayor importancia hasta ahora.
- Cierto, las mujeres llevamos el sexo de otra manera que los hombres, menos demostrativa en cuanto a actos externos, pero más reflexivas respecto a actos internos -añadió Lucía.
Las tres caminaban por la acera, cogidas como si de una familia se tratase. Gisela cogía a su madre de la mano y Lucía del bracete. A aquellas horas, ya no quedaba casi gente por las calles y eran menos los coches que discurrían por la avenida a otras horas colapsada, ya que era laborable y la gente tenía que trabajar al día siguiente.
- Yo creo que mañana o pasado debéis quedar Ángeles y tú para hablar sobre esto. Ya se que ambas lo olvidaréis, pero nunca está de más aclarar las cosas, ¿no crees? Se os ve muy buenas amigas y es una pena que esto pueda hacer mella en vuestra amistad -sugirió Lucía.
- Tienes razón, mañana la llamaré para tomar café y hablar. Todo esto ha sido un pequeño accidente una travesura de nuestros hijos que se hacen mayores -admitió Carmen.
- Sin duda... -se limitó a añadir Lucía.
- Eres muy buena gente Lucia, apenas te conozco desde esta tarde y ya creo que se puede confiar en ti -afirmó Carmen sorprendiéndola.
- ¡Oh gracias! Bueno me gusta ser amiga de las amigas de mis amigas -rió-. También creo que hemos congeniado bien nosotras, te veo muy puesta en tu sitio, muy discreta. No como las otras que quería averiguarme hasta el número del DNI.
- Si, ya lo vi esta tarde... En fin, ya hemos llegado -dijo parándose en un portal.
- Bueno, me ha gustado el paseo y me alegro que se te haya pasado el disgusto. A ti también te veo muy bien pequeña -dijo Lucía pellizcando suavemente la mejilla de Gisela.
- Bueno pues mañana si quieres os invito a merendar a mi casa a ti, a Ángeles y a Fran, ¿vale?
- ¡Muy buena idea! -exclamó Lucía sonrientemente.
Lucía dio sendos besos tanto a la madre como a la hija y se despidió de ellas en el portal, emprendiendo el regreso a casa.
19
Al día siguiente ya por la tarde, Lucía, Ángeles y Fran se acercaban a la casa de Carmen y Gisela, para tomar esa merienda de reconciliación, no es que estuviesen peleadas, ni enfadadas por lo ocurrido, pero como decía Lucía, tenían que hablarlo y no guardar resentimientos que pudiesen enturbiar una amistad que ya duraba años.
Nada más llegar todo fueron sonrisas y cordialidad. La tarde se presentaba algo calurosa, así que pusieron el aire acondicionado y se sirvieron algunas bebidas y dulces caseros que había preparado Carmen para la ocasión. En un principio la conversación versó sobre temas intrascendentes y cuando ya tenían un poco más de azúcar en la sangre entraron a comentar lo sucedido durante la jornada anterior.
- Bueno Carmen, quería disculparme por lo que ocurrió ayer, Fran como te dije no tenía intenciones de hacerle daño a Gisela, de echo la quiere mucho... -confesó Ángeles en primer lugar.
- ¡Oh Ángeles, le he dado muchas vueltas a lo ocurrido! Y sé que Fran es muy cariñoso con Gisela, míralos aquí mismo delante nuestro, se les ve tan compenetrados y tan amigos como siempre -dijo señalando a los niños, que estaban jugando al parchís en una mesita contigua, sentados en el suelo, ajenos a la conversación-. Pero yo se que ya no es lo mismo que cuando eran pequeños, ahora son un hombre y una mujer, con sus hormonas y sus instintos básicos. Mi Gisela, es ya una señorita y me consta que siente deseos como cualquier otra chica de su edad.
- ¡Te entiendo Carmen, Fran también siente esos deseos! En él yo creo que son más fuertes, pues hasta a mi se me insinuaba, verás me da mucha vergüenza admitirlo, pero he tenido que llegar a masturbarlo para aplacar sus ansias y sus hormonas -reconoció Ángeles con algo de vergüenza.
- ¿En serio? Eso si que tiene que haber sido difícil para ti, ¿no? -preguntó Carmen apoyando su mano en el hombro de Ángeles.
- Bueno, al principio si, Lucía me ayudó a superarlo y me aconsejó que lo hiciera, porque mi Fran me tenía ya desesperada con sus insinuaciones. Se me ponía en pelotas en casa con su pene erecto y no veas el papelón.
- Te entiendo querida amiga, yo he visto como Gisela se retorcía algunas noches en su cama, inquieta, sin poder dormir y abrazada a la almohada, con ella cogida entre las piernas, moviéndose insinuante y yo no podía hacer nada por ayudarla. Ahora entiendo lo que pasó ayer entre los dos, sólos en la habitación, se encendió la chispa del deseo entre ellos y no pudieron evitar experimentar. Lo que pasa es que no tienen experiencia y la cosa no salió como ellos pensaban que saldría, pues mi Gisela es virgen aún y sin duda Fran intentó penetrarla y a la pobre le dolió, era inevitable que ocurriese. Luego llegamos nosotras irrumpiendo en su intimidad -relató Carmen con voz pausada, reflexionando antes de pronunciar cada palabra.
- Pues si, sin duda eso fue lo que ocurrió, mi Fran seguro que trató de hacerlo con suavidad, pero cuando una es virgen al principio duele, no importa el cuidado que se tenga -añadió Ángeles a su explicación de los hechos.
- ¡Oye! Perdonadme si me meto donde no me llaman, ya se que tal vez os resulte muy fuerte lo que os voy a proponer, pero es que os estoy oyendo y es lo que pienso, ¿no creéis que los pobres se merecen continuar lo que empezaron ayer? Yo podría hacer de "monitora" y enseñarles a disfrutar del sexo entre ellos -propuso por sorpresa Lucía, asombrando a ambas madres.
Ellas se miraron inicialmente y después se volvieron hacia Lucía, los segundos se hicieron eternos, la chica llegó a pensar que Carmen desaprobaría su ofrecimiento o algo peor y le echaría en cara su poca vergüenza al proponer algo así. Ángeles seguro que la apoyaba, pues ella deseaba que su Fran fuese feliz y como cualquier persona tuviese acceso esa gran fuente de placer y felicidad que es el sexo. Finalmente fue Carmen quien habló.
- Pues verás, no me parece una tontería lo que acabas de decir... yo creo que sería una buena idea chica, ¿en serio les ayudarías? -preguntó para sorpresa de Lucía que esperaba una severa represión por su propuesta.
- ¡Claro que sí! Es más a mi me encantaría hacerlo, conozco a Fran, ya sabía de sus ardores juveniles por Ángeles y lo difícil que resultaba para ella la idea de "consolar" a su hijo en ese aspecto y ahora, al ver que puede tener una "novia" tan dulce como Gisela, no puedo evitar sentir cierta emoción -contestó Lucía exultante ante la respuesta de Carmen.
- Está bien, me gusta cómo lo cuentas, yo se que tú les serás de mucha ayuda. Y bueno, ¿cuando creéis que podrían hacerlo? -preguntó Carmen un tanto avergonzada.
- Bueno si no tenéis inconveniente podéis hacerlo ahora, aquí en tu casa. Yo la verdad es que tengo que ir a la compra, pues tengo la nevera vacía y no me puedo quedar, pero oye, ¿por qué no te quedas tú con ellos y ves cómo les guía Lucía? -propuso Ángeles.
- ¿Yo?, no sé, había pensado que estuviesen ellos tres en la intimidad. Si acaso les dejo mi dormitorio, que tiene una cama de matrimonio para que estén más cómodos.
- ¡Claro mujer! Yo estoy segura de que te gustará ver cómo tu hija disfruta del amor por primera vez, ¿verdad? -dijo Lucía con su entusiasmo habitual.
- No sé, ¡es que me da mucha vergüenza! -admitió Carmen tapando su boca en acto instintivo, mostrando cierto bochorno por la idea.
- Te entiendo mujer, a mi me pasó lo mismo con mi Fran y gracias a Lucía vencí mi timidez y pude ayudarle con sus hormonas... -la animó Ángeles.
Carmen comenzó a sonreír, tal vez en ese momento ya sabía que lo haría y a partir de ahí un simple "vale", fue la confirmación que esperaba Lucía para poner en práctica la fantasía que había expresado en voz alta minutos antes. Ángeles se despidió y se marchó discretamente, Lucía sospechaba que se quitó de en medio para "no estorbar", aunque le hubiese gustado que se quedara para ver lo que iba a ocurrir a continuación.
Quedaron en que la madre entrara con la hija al baño y la aseara un poco y luego Lucía haría lo mismo con Fran, encontrándose los cuatro al fondo del pasillo, en el dormitorio de Carmen.
Lucía estaba emocionada, se sentía excitada y le daba mucho morbo la situación. Aunque Fran, podríamos decir que ya no era virgen, lo cierto es que en cierta medida seguía siendo inocente y cándido y la joven Gisela, también era dulce y noble. Sin duda harían buenas migas y disfrutarían juntos de las mieles del sexo, bajo la batuta de la experta Lucía.
Cuando accedieron al lavabo Lucía desnudó a Fran, y lo introdujo en la ducha. Allí con un poco de agua y jabón, lavó sus genitales, centrándose en su glande, asegurándose de que quedaba limpio y reluciente. Mientras su polla palpitaba en su mano, ésta fue creciendo a la vez que el agua fresca caía sobre ella lavándola. De manera que cuando hubo terminado, el instrumento brillaba en todo su esplendor y plenitud. La chica, orgullosa de su amigo, no pudo evitar degustar primero el género e introduciéndoselo en la boca, chupándolo con gran gozo por su parte, llenándola con aquella hermosa polla, saboreándola con sus labios y su lengua.
Tuvo que hacer un esfuerzo por apartar la vista de aquella maravillosa tentación que tanto le gustaba, pues no quería estropear el momento y provocar una eyaculación a destiempo, así que se serenó y volvió a enjuagarla con agua fresca, secándola finalmente con la toalla.
En la habitación, la penumbra lo inundaba todo, aunque unas rendijas abiertas en la parte superior de la persiana hacían que el sol se colara en haces de luz a través de ellas, proyectándose sobre la cómoda y el suelo, a medida que se acostumbraron a la tenue luz, descubrieron a Carmen y a Gisela, semirecostadas en la cama. Gisela aún llevaba puestas sus braguitas blancas y el sujetador en el mismo tono. Al ver a Fran, sin ropa, Carmen se impactó un poco al contemplar su hermoso miembro en erección.
- ¡Vaya pollón! -exclamó Carmen sin poder evitarlo.
- No te preocupes Carmen, todo lo que tiene de grande lo tiene de cariñoso, a Gisela le encantará.
- ¡Buf, pobrecita mía, estrenarse con una cosa así! -añadió-. ¿Qué hacemos?
- Bueno, primero vamos ha hacer que se acaricien sensualmente, así se excitarán y tu hija estará más lubricada cuando lo intentemos.
- Si claro, me parece bien. ¿Yo me sentaré en la silla si quieres para no molestaros?
- ¿Por qué?, tú quédate junto a Gisela, sin duda esto la tranquilizará -protestó, haciendo que permaneciera junto a ellos.
Lucía hizo que ambos se pusieran uno frente al otro y que se acariciasen y se dieran castos besos en las mejillas, lo que provocó las risas de los jóvenes aliviando la tensión general del inicio. Luego les indicó que lo hiciesen en la boca, momento en el que se serenaron un poco. Ella y su madre estaban a su lado de manera que también quedaban una frente a la otra, los cuatro formaban un cuadrado en el centro de la cama.
La experta Lucía tomó finalmente la mano de Gisela y la colocó en el miembro viril de Fran, haciendo que ésta lo acariciase. La chica sonrió y retiró la mano al primer contacto con él, muestra de una vergüenza inocente ante aquella parte de la anatomía masculina desconocida para ella. Entonces Lucía tomó la mano de su madre y ante su sorpresa, la posó en el miembro de Fran. Ésta se resistió al principio pero Lucía, sin soltarle la mano la obligó ha hacerlo para darle ejemplo a su pequeña. Luego cogió de nuevo la de su hija y las juntó de manera que madre e hija la acariciaron juntas.
Lucía, como maestra de ceremonias quitó el sujetador a la chica, e indicó al joven Fran que mamara de sus pechos, sin dientes le advirtió, y el chico, tan grande como era se agachó para tomarlos con sus labios. Esto gustó a la muchacha que rió mientras se agarraba al pelo de Fran, enredándolo entre sus finos dedos.
Luego hizo que se tumbase, sacándole las braguitas por sus tersos muslos. En ese momento ella misma fue quien acarició primero su chochito sin depilar, con un bello largo y esponjoso, apartándolo accedió a sus finos labios vaginales y escurrió su dedo corazón entre ellos abriéndolos, notando como la excitación palpitaba ya en aquel chochito virginal.
- Está ya muy excitada, pero aún queremos que se excite más -susurró Lucía a su madre.
Indicó al muchacho que le acariciase los muslos y se los abriera suavemente, luego puso su mano grandota en su vulva y le hizo acariciar sus pelillos y acceder a su chochito, ella lo guió con su experta mano. A continuación lo tomó del cuello y lo hizo inclinarse acercándose cada vez más a aquel chochito. Nunca lo había enseñado a comer un coño así que permaneció junto a su oído y le susurró las instrucciones precisas: <<bésalo, saca la lengua y despacio lámelo, sigue dándole besitos, así muy bien...>>.
El muchacho se portó y la joven que estaba rendida ante él comenzó a gemir estrepitosamente ante el asombro de su madre, quien la tenía reclinada en su pecho, contemplando desde atrás la caliente escena.
- Yo creo que ya podemos probar la penetración, voy a ponerle el condón a Fran, ¿vale?
- Vale -se limitó a asentir la madre, dando el consentimiento por su hija.
Lucía echó mano al bolsillo de sus shorts y ante la atenta mirada de madre e hija actuó con presteza, extrajo el anillo de látex de su envoltorio y lo colocó sobre el pene de Fran, deslizándolo hacia atrás con maestría incomparable.
Con la hija reclinada sobre la madre y ésta a su vez con los muslos abiertos acogiendo el joven cuerpo de su hija, Fran se acercó ayudado por Lucía e intentó acoplarse con la chica que era más pequeña que él. De manera que cuando su pene rozó su chochito, en realidad su cabeza estaba más cerca de la cara de la madre que de su hija. La situación fue algo incómoda para Carmen, pero no lo calculó antes de que empezaran, así que ya metidos en faena no quiso interrumpir y se aguantó en esa posición.
Lucía, con su mano cogió el pene de Fran desde atrás y lo condujo hasta el joven chochito mientras le susurraba que lo hiciera muy despacio y siguiese sus indicaciones. El joven obedecía con cierta parsimonia sus instrucciones, y así su glande entró un poco en el chochito, momento en el que Gisela se quejó, provocando que parase en seco.
- No pasa nada cariño, ya verás como te va a gustar, tú aguanta un poquito -le dijo su madre consolándola mientras le acariciaba el pelo.
Lucía comenzó entonces a mover el pene de Fran arriba y abajo, recorriendo los labios vaginales de Gisela, frotando su clítoris con la punta y llegando hasta su ano. Esto gustó mucho a la muchacha quien volvió a gemir de placer entre los brazos de su madre. Entonces se detuvo de nuevo en la entrada e indicó a Fran que, muy suavemente, la introdujera. Esta vez la cosa fue mejor y aunque Gisela también gritó, su polla entró un poco más y su glande desapareció en su interior.
Su madre volvió a consolarla y sin que ésta lo advirtiera se encontró con la mano de Lucía en las ingles de su hija y palpó la posición de la polla de Fran en el coñito de su hija.
- Ya ha entrado, ¿verdad? -preguntó.
- Si, ahora esperaremos un poquito a que Gisela se adapte y le indicaré que se mueva despacio, ¿te parece?.
- Si, creo que ahora irá bien -admitió su madre.
Efectivamente la experta Lucía le frotó el clítoris a la joven mientras Fran se movía lentamente, provocando que Gisela comenzara a gemir de puro placer de nuevo y ya no gritó más. Su polla entraba y salía sin dificultad de su chochito virgen mientras la madre seguía abrazándola. Los tres estaban acoplados en un coito muy particular, pero a Carmen ya no le importaba, incluso animaba a Fran cariñosamente y le susurraba al oído lo bien que lo estaba haciendo y lo mucho que le gustaba a su hija. Llegando a besarlo en la frente y en la mejilla.
Entonces Lucía detuvo la acción y los hizo desacoplarse de la postura que mantenían hasta el momento.
- Bueno yo creo que ha llegado la hora de que cambien, ¿no te parece? -opinó.
- Vale, que aquí detrás estaba ya incómoda y super sudada, no lo pensé antes de que se colocasen, la verdad -se quejó su madre saliendo de detrás de su hija-. ¿Y ahora cómo quieres que lo hagan?
- No sé, tal vez estilo perrito, ¿no? Así creo que el gustará mucho a tu hija, ¿te gusta así?
- ¡Oh vale, vamos a probar! -exclamó su madre aprobando la sugerencia.
Colocaron a la joven Gisela a cuatro patas y Fran detrás suyo, flanqueado por Lucía y por su madre. Y le indicaron que la penetrase desde atrás. Ahora Gisela no se quejó, más que un grito fue un gemido lo que se oyó en la habitación cuando su pene la atravesó llegando hasta el fondo de su vagina.
El muchacho se aferró a su culo y apretándose contra él fue metiendo y sacando, con rítmicas culadas, su poderoso pene del joven chochito de Gisela, provocándole toda clase de grititos guturales mientras lo hacía, ante las miradas de sus dos instructoras.
Lucía, maliciosamente cogió la mano de Carmen y la colocó en el culo de Fran apretándola contra él, incluso indicándole que le diese palmadas. Carmen sonrió y le dijo que ella no quería hacer algo así, entonces Lucía la reprendió y le dijo que se relajase. Así que al final Carmen también se permitió acariciar un poco a aquel fuerte joven, que tan delicadamente estaba arrancando la virginidad a su hija.
- Gisela se lo está pasando bomba, ¿verdad? -le preguntó Lucía.
- ¡Oh si, parece que está disfrutando de lo lindo! -admitió su madre.
- ¿A que no te arrepientes de haber hecho algo así?
- ¡Claro que no, y más con Fran, que es tan buen chico! -estoy muy contenta por mi hija.
Mientras conversaban sobre los parabienes que estaban disfrutando la joven pareja, esta habló, en forma de gritos incontenidos de Gisela quien se estremeció y sacándose la polla de Fran se tumbó de costado en la cama mientras se aferraba a la almohada que le había servido de apoyo, convulsionándose de puro placer.
Fran se quedó algo estupefacto, como su madre y Lucía, e incluso llegó a preguntar si es que le había hecho daño, pero Lucía lo tranquilizó.
- No Fran, no le has hecho daño, es que Gisela alcanzó su orgasmo y le está gustando tanto ahora que no ha podido resistir más "tu pollita" metida y se la ha tenido que sacar -le explicó.
Carmen acudió en "socorro" de su niña y la consoló en los instantes finales del orgasmo. Lucía se quedó con Fran y para su sorpresa, al palpar su condón, descubrió que éste aún nos e había corrido.
- ¿Sabes que Fran aún no se ha corrido? -informó a Carmen.
- ¿No? ¡Qué máquina está hecho el chico! ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó inocentemente la madre.
- Pues no sé, yo había pensado en que si te apetecía pues podrías darte un gustito, ¿no? -sugirió Lucía con voz pícara, soltando una risita al final de la frase.
- ¡Tú estás loca! ¿Cómo le voy ha hacer algo así a mi amiga Ángeles? -respondió Carmen horrorizada por la idea.
- Vamos mujer, será nuestro secreto, ella sabe que se iba a follar a tu hija, lo que pasa es que tu hija, la pobre, ha durado menos que él y ahora no pensarás dejar así al muchacho, ¿no? Con lo bien que se ha portado con tu hija -insinuó Lucía en tono malicioso.
- Es que moriría de la vergüenza después al mirar a la cara a su madre y saber que yo me lo he tirado -manifestó Carmen rechazando la indecente proposición de Lucia.
- Vamos mujer, ¿desde cuando no haces el amor? El chico es muy cariñoso y a Ángeles no le importaría, estoy segura porque la conozco bien.
Lucía abrazó sorpresivamente a Carmen por detrás y se tiró de espaldas sobre la cama, haciendo que su cuerpo quedase debajo de ella, entonces con su mano le levantó el vestido y la metió bajo sus bragas, cruzando su monte de venus a la velocidad del rallo y reptando por el valle del placer entre sus carnosos y gordos labios vaginales. Allí encontró un mar de jugos que rebosó bajo el empuje de su dedo corazón, mientras éste profundizaba cada vez más hasta introducirse en el agujero en el que terminaban sus labios.
- ¡Pero Lucía qué haces, no...! -se quejó Carmen mientras Lucía la inmovilizaba con sus manos y se aferraba a sus piernas abriéndoselas con sus tobillos.
- ¡Venga ya chica, si te mueres por probar la polla de Fran! Deja que el muchacho se desahogue contigo y disfruta tú también de su verga.
- ¡Bufff, está bien, está bien! Lo haré, pero tienes que prométerme que nunca se lo dirás a su madre -le ordenó.
Carmen se colocó junto a su hija que ya dormitaba después del polvo que había echado con Fran, abriéndose de piernas acogió al fornido muchacho entre sus muslos cálidos y carnosos, como los de su hija.
- ¡Hay que ver lo que me vas ha obligar ha hacer Lucía! No se lo dirás a Ángeles, ¿verdad? -le rogó lastimeramente como si fuese Lucía la que le apuntaba con una pistola para que dejase que Fran se la follara.
- Tranquila mujer este será nuestro secreto -le dijo Lucía mientras le daba una palmada en el trasero.
La polla de Fran accedió al coño maduro y tierno de Carmen, profanando la abertura que largo tiempo había estado sin que nadie la visitara tan íntimamente y con ella entró de nuevo la frescura del sexo, como ya no recordaba aquella mujer pletórica en su madurez, con caderas anchas y grandes pechos, que gozó de aquel regalo del cielo como si fuese su primer novio. Sus gemidos y gestos mientras el muchacho la penetraba con tesón, curiosamente se parecían mucho a los que instantes antes hiciese su niña, sin duda la herencia genética quedaba patente en aquellos comportamientos no aprendidos.
Lucía se quedó junto a ellos y disfrutó viéndolos follar. Ella estaba deseosa de haberse clavado la polla de Fran, pero prefirió verlo follar a la madre, era como compartir el pan con quien tiene más hambre que tú y descubrió lo mucho que le gustaba el voyeurismo, observar a otros mientras follan, sin pretender nada más. Sabía que por dentro le ardía su sexo, pero tiempo tendría de aplacar su fuego interior.
Dejó que Fran terminase su trabajo. Y éste trabajó bien, con fuertes embestidas, animado por Carmen se corrió y siguió con su polla dentro mientras ella se frotaba su clítoris hasta alcanzar su clímax momentos después.
Lucía, al verlos correrse, sintió cierta liberación y pudo darles la espalda y salir de la habitación discretamente. Se encaminó al servicio y allí, en la taza del váter dio rienda suelta a sus expertas manos para que la acariciaran y la penetraran como sabiamente habían hecho ya incontables veces desde la pubertad. Ésta fue de las veces que menos tiempo necesitó para correrse y su orgasmo fue demoledor.
Cuando se repuso se dio cuenta del silencio que reinaba en la casa, sintió curiosidad así que desnuda como una gata atravesó el pasillo y se asomó al dormitorio. Allí tres cuerpos resoplaban, exhaustos tras las emociones y placeres disfrutados, así que no quiso despertarlos y se fue al salón a echarse en el sofá a descansar.
7 comentarios - soy puta parte 9
un abrzo muchas gracais muy buen post
estaria bueno que subas unas fotos que mostraran como es lucia 😃 😃 😃