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Todo queda en familia

Apretaba los ojos con fuerza, la luz había retornado con la misma velocidad con la que se fue. Llevaba despierto un rato pero la negrura era total. Oí unos pasos bajando por las escaleras, lentamente fui abriendo de nuevo los ojos dándole tiempo para que se acostumbrasen a la luz. Giré el cuello para ver quien bajaba, aunque me lo imaginaba, era el que se había autodenominado mi amo. Bajaba con una bata y unas zapatillas de estar en casa. Se acercó al potro en el que había pasado la noche atado no si n antes pasar por la estantería a recoger el taser.

-¿Qué tal has dormido, eh perrito? – dijo con cara de sueño

-¿Qué hora es? – le dije tratando de ubicarme.

-Eso no te importa, para ti el tiempo ha desaparecido.

Tenía la sensación de haber dormido muchísimas horas llevaba dos días sin casi pegar ojo. Empezó a desatarme del potro, cuando estuve suelto se sacó el taser del bolsillo y caminó hasta la puerta que había debajo de la escalera, metió una llave en la cerradura y la abrió, abría para fuera, de modo que no vi en ese momento lo que ocultaba aquella misteriosa puerta.

-Ven aquí perro.

-¿Qué es lo que quieres? – le dije con miedo.

-He dicho que vengas ¡ahora!.- gritó.

Me incorporé, mis brazos me dolían de estar estirados y las piernas igual, el consolador del culo no había dejado de molestarme. La piel de mi torso se había pegado completamente al potro, haciendo un ruido característico, me estiré arqueándome, gozaba de algo de libertad de movimientos y no quería desperdiciarlo, me crujió la espalda por completo, me dolía. Me acerqué hasta donde estaba él, miré la escalera y tuve una fugaz idea de escapar, pero me encontraría con la puerta cerrada, ya al bajar de nuevo un fuerte calambrazo estaría esperándome.

-¡Entra ahí! –me dijo apuntando con el taser al interior del cuarto.

Cuando llegué miré lo que había, era un pequeño cuarto de baño, con un plato de ducha, un lavabo y un váter. Me quedé mirando aquello un poco sorprendido, durante la noche había pensado que quizás una de mis posibilidades de huir pasaría por tener que subir en algún momento a la planta de arriba para hacer uso del baño, pero mi amo se había adelantado.

Entré obedeciendo y me quedé parado mirándole.

-Tienes cinco minutos para lavarte, apestas, y me gustan los perros limpios, ah, y no se te ocurra sacarte el consolador.

Acto seguido cerró la puerta y me dejó encerrado dentro. Miré alrededor y había gel y champú, incluso una toalla. Lo primero que hice fue mear, estaba casi al límite y creí que por un momento tendría que hacérmelo encima. Me costó manejarme la polla con dentro aquel artilugio transparente, pero estaba bien pensado para que aquella función fuese posible. Cuando terminé me quité como pude los calcetines ya que estaban trizados con las correas, me duché a toda prisa y me sequé con una toalla grande, aunque las correas de cuero habían aún estaban algo húmedas. Volví a ponerme los calcetines, era lo único que me quedaba de mi anterior vida y quería conservarlos.

-¿Ya estás limpito perro? – dijo mi amo abriendo la puerta de aquel minúsculo baño de par en par.

-Sí, ya está.

-Bien, sal de ahí – me dijo mirándome de arriba a abajo.

Salí del baño reparando en sus manos, que aún portaban el taser. Él cerró el cuarto alicatado y se guardó la llave en la bata.

-Muy bien, estás presentable, así me gusta, hoy vendrá alguien a verte y quiero que estés decente.

-¿Alguien?, ¿cómo que alguien? – dije algo asustado.

-Ya lo sabrás puto perro, no tengo porqué darte explicaciones, vamos camina – dijo señalándome el potro.

Me quedé por un momento parado desafiante, pero un leve movimiento de la mano portadora del taser me hizo reaccionar y caminar hacia el potro.

-Colócate en él – me dijo desde atrás.

Sin más remedio me volví a poner sobre él, aún estaba caliente. Se paré las piernas y dejé caer mis brazos. Mi amo me ató de nuevo al potro, primero las manos y después los pies.

-Vamos a continuar abriéndote el culito – dijo dejando el taser en la estantería y rebuscando en ella.

-¡Noo! Por favor, amo, no me hagas eso, aún me duele.

Mi petición cayó en saco roto como era de esperar y regresó con otro consolador también color carne, algo más grande que el que ya portaba en aquel momento, unos 16 centímetros aproximadamente debía tener. Sin mediar palabra empezó a sacarme del culo el de 14 con más rapidez de la deseada.

-Aaaaaah duele.

-Ya te acostumbrarás – dijo mi amo terminando de sacármelo.

Noté cómo mi culo trataba de cerrarse rápidamente pero no tuvo esa oportunidad, la gorda cabeza del consolador ya estaba dentro.

-AAAAAAAAAAhhhh, para no me metas ese por favoooor.

-SSsssssh calla.

Apretó un poco más, este era algo más grueso y apenas conseguía entrar.

-Va a necesitar lubricación – dijo sacándome de golpe lo que había logrado introducir.

Se colocó detrás de mí y me lo puso en la boca.

-Venga chúpalo un poco.

Lo miré con asco giré la cabeza negándome. Sin embargo, la cabeza me volvió al lado opuesto en cuanto recibió un brutal tortazo.

-Aaaauuuuuuu.

-Te pones a chuparlo ya o te pego otro.

Saqué la lengua y lo chupé un poco, mi amo aprovechó para metérmelo entero y empaparlo con mis babas. Con la misma rapidez que me lo metió lo sacó. Se fue hasta mi culo que se había cerrado por fin y de un tirón metió la punta.

-AAAAAAAAAAAAaaah –grité haciendo fuerza con los brazos y piernas.

Siguió apretando centímetro a centímetro fue entrando entero, los últimos fueron especialmente dolorosos, era terreno inexplorado aún y me dolía horrores.

-Por favor, no metas más, me duele muchísimo –le supliqué.

-Esto es muy pequeño todavía, cuando acabemos este te parecerá un palillo.

Dio un último empujoncito y el consolador entró del todo.

-¡Perfecto! – dijo con aire triunfal, y colocándose delante de mí.

Se agachó y me desato del potro las manos y los pies, de nuevo estaba libre. Aquella operación había sido simplemente para dilatarme más el culo. Yo le miraba con miedo, con ganas de abalanzarme sobre él pero siempre que me desataba tenía preparado el taser. Caminó a la celda y la abrió.

-¡Entra!.

Entré a la diminuta celda y la puerta se cerró tras de mí.

-Me voy a marchar un rato, si cuando regrese te lo has sacado no te gustará nada lo que te haré ¿está claro?.

-Sí, sí, muy claro – dije mirándole con cierto recelo.

-Muy bien, adiós perro.

Se dio la vuelta y se marchó escaleras arriba. Parecía ir en serio la noche anterior cuando me advirtió que no me daría de comer en castigo por no tragarme su corrida. Me senté con mucho cuidado en el suelo, el culo me dolía aún, aproveché las migas que había dejado del trozo de pan que había que había tenido la suerte de degustar la pasada noche.

No supe cuanto tiempo estuve encerrado en aquella pequeña celda sin más compañía que mis propios pensamientos, trazando algún plan para poder escapar de aquello, aunque todas las posibilidades chocaban con el taser, las ataduras y puertas cerradas. Tras más que probablemente varias horas, la puerta volvió a abrirse. Aunque esta vez había novedades, no era una única presencia silenciosa la que bajaba, sino al menos dos.

-Qué ganas tengo, ¿y dices que está bien? – dijo una voz joven que jamás antes había oído.

-Sí tío, está muy bien, ahora lo ves, lleva todo día esperándote – dijo la más que conocida voz de mi amo.

Cuando por fin vi algo, fue a un chico moreno de unos 18 ó 19 años, con el pelo de punta, mediría en torno al metro ochenta y algo y tenía buen cuerpo, venía con una camiseta negra, unos vaqueros y unas zapatillas deportivas nike también de color negro. Detrás venía mi amo con una camisa blanca abierta por dos botones, un vaquero de marca y unas deportivas blancas que ya me eran familiares. Clavó su mirada en mí, yo miré al suelo y me encogí un poco más, queriendo hacerme transparente.

-Bueno primito, que te parece mi nuevo perro – le preguntó mi amo al otro chico poniéndole la mano sobre el hombro.

-¡Genial!, y no está nada mal, ¿y dices que no está estrenado aún?.

-Nada de nada, solo los consoladores como hago siempre, pero este te lo he reservado para ti como habíamos quedado.

-¿De qué coño estáis hablando? – irrumpí de repente en aquella conversación.

Estaba empezando a asustarme con lo que estaba oyendo y me costaba mucho mantenerme callado escuchando cómo hablaban de mí como si yo no estuviera.

-Perdona primo, aún estoy domesticándolo y es un maleducado, pero te prometo que cuando vuelvas otras veces estará perfectamente educado, como sabes que suelo hacer.

El supuesto primo le devolvió una sonrisa cómplice.

-Me vale así – le dijo el moreno.

-A ver perro, – dijo m amo dando un paso hacia la celda y sacando una llave del bolsillo- este es mi primo Eric, al que deberás respetar igual que me respetas a mí.

Me quedé callado mirándole desafiante, le respetaba solo bajo el yugo de su estúpida arma y las ataduras.

-Tráeme la correa de la estantería – le dijo a Eric, mientras abría mi celda.

Cualquier plan por cogido de los pelos que tuviera para intentar una hipotética huida se me acababa de venir abajo, con dos no tendría nada que hacer. Eric volvió con la correa y mi amo ya me esperaba con el taser en la mano.

-Sal, pero a cuatro patas, venga –me ordenó Eric.

Yo sorprendido por haber recibido la orden del aquel niñato me quedé parado como si no hubiera oído nada.

-¿Qué pasa perro? ¿no ha oído a mi primo? ¡que salgas de ahí a cuatro patas! – me gritó mi amo.

Me coloqué a cuatro patas con dificultad, me dolía el culo por el enorme consolador que me había metido rato atrás y empecé a caminar, cuando llegué a la puerta donde está el, Eric se acercó a mí y me colocó el collar.

-¿Me dejas que pasee con el perrito? – le pregunto a mi amo.

-¡Claro, haz lo que quieras!

Recibí un fuerte tirón de la correa y Eric comenzó a andar, yo le seguí a cuatro patas, la postura era humillante e incómoda, me hizo caminar en círculos durante un rato por toda la habitación, aproveché para echarle un vistazo a la estantería aunque desde tan abajo no pude ver nada. Mi amo miraba apoyado en el potro cómo su primito pequeño se divertía conmigo.

-Oye Pablo, ¿y qué le has enseñado a hacer? – le preguntó Eric a mi amo.

Luego aquel cabrón se llamaba Pablo, pensé, prefería tener un nombre en quien pensar que amo, hacía que me sintiese algo mejor.

-Pues aún no he tenido tiempo de enseñarle prácticamente nada, pero prueba a ver – le respondió Pablo.

Terminamos de dar otra vuelta más y me hizo parar junto al a cama, donde se sentó y me quitó la correa y se la dejó en la mano.

-¡Quítame las zapatillas! – me ordenó.

Empecé a desatarle los cordones de aquellas nike negras que debían ser aproximadamente un 42, le cogí de un tobillo y le saqué una de ellas, una peste tremenda me subió a la nariz, un calcetín blanco y currado apareció. La dejé en suelo y le saqué la otra exactamente igual y me separé unos centímetros tratando de huir de aquel hedor

-Mira eso si sabe hacerlo –dijo mi amo Pablo.

-Venga perrito lámeme un poco los calcetines que después de dos días los tengo un poco sucios.

-No, por favor - dije mirando aquellos calcetines con cara de asco - no me obligues a eso

La respuesta no tardó en aparecer en forma de un tremendo correazo sobre mi espalda.

-Aaaaaaaaauuuuu.

Me agarró del pelo y me plantó un pie en la cara. Estaba empapado en sudor, debía hacer calor fuera, todos los dedos se marcaban y olían aún peor que las zapatillas.

-¡Vamos perro obedece a mi primo! – dijo mi amo desde el potro.

Abrí la boca con tremendo asco y nada más tocarle la planta del calcetín la retiré de nuevo, me daba mucha repugnancia no podía, pero Eric parecía empeñado en que lo hiciese con otro correazo.

-AAAAAAAAAAaaauuu, vale vale, para para ya lo hago.

Esa fue la buena, sin duda le cogí del tobillo y le lamí la planta, mi saliva se juntaba son su sudor empapando todo el calcetín. Después de un rato me puso el otro pie y repetí el proceso exactamente igual hasta que, para mi alivio, se aburrió y me retiró de la cara ambos pies.

-Quítame los pantalones chucho – me dijo de pronto.

Con el regusto a sus calcetines aún en la boca, me puse a desabrochar el pantalón, le bajé la cremallera y tiré de ellos para atrás. Él colaboró elevando el culo para que pudieran salir con mayor facilidad hasta quitárselos por completo. Llevaba puestos unos bóxer blancos con un bulto que certificaba mi buen trabajo en sus pies.

-Sácame el bóxer perrito – dijo acariciándome la cabeza.

Por un momento desee ser un perro de verdad y lanzarme a su cuello, pero no era así, así que le cogí el bóxer de ambos lados de la cintura y tiré de él para atrás, su polla salió como un resorte, debía medir unos 15 centímetros aproximadamente, aunque quizás le faltase algo para estar a tope del todo. Lo dejé junto a sus zapatillas y pantalón y aproveché a mirar a mi amo, que estaba magreándose el paquete apoyado cómodamente sobre el potro.

Eric se cogió la polla y empezó a pajearse unos instantes hasta que se descapulló, su brillante glande lucía hinchado por la erección.

-¿A qué esperas? – me dijo orientando su polla hacia mí.

Vacilé por un instante pero la correa de su mano me puso en marcha, me acerqué a la polla y me la metí en la boca, no me creía lo que estaba haciendo hasta hace tres o cuatro días aquello me parecía horrible, y ya llevaba tres pollas en mi haber. Empecé a lamérsela al igual que lo hiciese la noche anterior con la de Pablo, no tardó en comenzar a lubricar, y aunque me daba asco, no tenía un sabor malo.

-Uffff que bien lo hace el hijo puta – dijo Eric cerrando los ojos.

Empezó a gemir, yo lamía y lamía hasta que de pronto mi cabeza se desprendió de su polla. Me costó unos instantes saber qué pasaba, Pablo me había cogido de mi collar y me estaba arrastrando por todo el lugar hasta el potro.

-EEeeeeei Pablo tío, ¿qué haces? – dijo Eric visiblemente molesto por haberle interrumpido.

-Recuerda a lo que has venido, si te dejo un segundo más así te corres – le respondió mi amo mientras me colocaba de nuevo sobre el potro.

-Vaaale está bien.

Yo no entendía todavía qué juego se traían pero aquello pintaba muy pero que muy mal. Decidido a no darme un minuto de respiro, el amo me ató nuevamente al potro.

-Por favor dejadme ya – les supliqué a ambos.

-Venga ven – le ordenó a Eric.

De reojo pude ver como el muchacho, que estaba pajeándose, se puso en pie y caminó hacia mí. Pablo se colocó frente a mi culo y noté cómo el consolador que llevaba empezó a moverse.

-AAAAAAAAh

-Ponte aquí – le indicó a su primo mientras terminaba de sacármelo.

Apenas había salido, la polla de Eric me penetró casi por completo.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaahhhh paraaa tioo paraaaaaaaa qué haces.

La sensación era completamente nueva, de llevar algo frio y duro a tener dentro una polla, aunque dura, caliente y con otra textura completamente distinta.

-Venga dale – dijo Pablo.

Eric empezó un mete saca torpe, parecía poco experimentado, yo gracias a la dilatación del consolador lo pude soportar con los ojos cerrados y los dientes apretados.

-Eso es, dale fuerte primito.

-Sí, si tío, ufff que ricooo, umm está genial, graciassss

Aumentó el ritmo, se sujetó a mis caderas y me dio más y más fuerte, podía notar cómo sus huevos pegaban en mi escroto. Bajó un poco el ritmo y me clavó un poco las uñas.

-MMMMMmm siiiii oooooh que agustooo – dijo de pronto.

Noté algo extraño dentro de mi culo.

-Noooooo joooder te has corrido cabrón – dije con tono de lamento.

Ese insulto me costó un brutal pescozón por parte de Pablo.

-AAaaaauu – grité mirándole.

-Mañana te quedas sin comer, eso por llamar cabrón a mi primito.

Mientras tanto, el primito se había salido de mi culo y había comenzado a vestirse.

-Gracias tío por dejarme desvirgar a uno de tus perros, ha sido el mejor regalo de cumpleaños que podías hacerme.

-De nada hombre – dijo Pablo mientras me introducía de nuevo el consolador que había tenido puesto. – subamos a celebrarlo por todo lo alto.

Entró sin ninguna dificultad, entre la dilatación y la excelente lubricación que me había proporcionado Eric con su lefa, no hubo problema incluso un lejano y fugaz sentimiento de gusto me recorrió el cuerpo. La luz se apagó y los dos primos se marcharon dejándome a solas con unos pensamientos y unas reflexiones que no me estaban gustando nada.

4 comentarios - Todo queda en familia

aronruiz
Oo date un tiro jaja