Necesito una buena cogida. Quedar medio muerta, transpirada y jadeando; necesito cansarme de contar orgasmos, y lo necesito terriblemente. Mi chongo oficial se tomó la noche, pero tiene la deferencia de enviarme un franquero, que en estos momentos entrevisto vía MSN. Me invita a su casa y yo voy, sin dudarlo, pese a que no lo conozco en persona y lo único que nos contacta es una ventanita de MSN con un avatar poco claro. Mi razonamiento es el siguiente: si el Chongo Oficial está bueno, su amigo también lo estará. Los hombres lindos tienen amigos lindos, todos lo saben.
Me tomo un taxi y voy para allá. Me abre un bombonazo de un metro ochenta y pico, con lindo cuerpo y una carita preciosa. Lo mato. Suerte que tengo un escote que casi me llega al ombligo, medias de liga y tacos.
Recuerdo que El Chongo Oficial una vez me había comentado de un amigo de él que tenía una Expo de porongas en su casa. Siempre tenía el mismo procedimiento antes de garchar: arrancaba mostrando fotos de minas en bolas que guardaba en su celular hasta que súbitamente, pelaba las porongas. Recuerdo la anécdota, justo cuando El Franquero exhibe su celular. Mirá, me dice. Y adivinen qué.
¿Vos sos el tipo de las porongas? le pregunto. Él me señala una repisa con una pequeña comunidad de penes de goma. A ver cómo besas, me dice antes de que pueda comentar algo al respecto. Me agarra del cuello, siento su lengua en mi boca y me sube encima de él. Me agito. Cuando me tira para atrás y me acuesta sobre otra silla, me mareo tanto que por un instante siento que me voy a desmayar.
Me levanta las piernas como en las películas porno, me corre la bombacha y lo veo pasarme la lengua. Me relamo, le chupo los dedos. Me pasa un vaso frío de Fernet por la concha, antes de seguir chupándome; cuando creo que se está poniendo bueno, trae una poronga de goma y me la mete mientras me sigue lamiendo.
No lo puedo creer. Agarra gel y me mete los dedos en la cola. Voy a acabar en cualquier momento, pienso y lo veo traer una poronga más grande. Le acabo toda la silla. Aún sintiendo las cosquillas en todo el cuerpo, me subo encima de él y me froto contra su pija aún oculta. Me cuela los dedos y lo escucho respirarme al oído.
Le saco los pantalones con una desesperación oculta, pero soy gratificada: encuentro una pija hermosa. Una pija que no permite que mis dedos se toquen cuando cierro la mano alrededor de ella. Una pija para lamer toda la vida. Se la chupo con devoción hasta que me susurra que quiere cogerme. Me pongo en cuatro, porque claramente, yo también quiero que me coja. Antes de meterme el termo, me lengüetea un buen rato la concha y el culo. Le pido por favor, que en nombre de todo lo sagrado me la meta y no puedo completar la frase porque ya la metió toda hasta el final.
Me coge fuerte, me hace gritar. Me chupa la oreja y me dice “qué puta que sos” en el oído; eso, directamente, me afloja las piernas. Me agarra fuerte de la cintura mientras me repite que mi culo es hermoso, espero que ni se le ocurra porque odio la personalidad del ortero.
Quería terminar transpirada y jadeando, y eso logré. El Franquero me levanta por aire y me acuesta boca abajo sobre la mesa del living. Me sigue cogiendo fuerte, pero ahora me cachetea la cola y me hace doler. Termino pidiendo tregua, así que El Franquero se saca el forro y se pajea frenéticamente para acabarme en la cara, pero algo falla en la puntería y quedo temporalmente ciega del ojo izquierdo.
Me lavo la cara rápido en el baño y me apuro en pedir un taxi, porque presiento que El Franquero vendrá por más y ya no puedo ver ni acabar más. Por favor.
Suena el timbre. Agarro mis cosas y me despido. El Franquero me da una golosina para el viaje y me despide, desnudo, en la puerta de su departamento. Dame un beso, me dice, antes de agacharse para besarme. Y bésalo a “él “ también.
Créditos:
Relato escrito por Chanelle Noir. Publicado en revista Maxim en octubre de 2009
Modelo: Chanelle Noir
Fotógrafo: Germán Saez
Me tomo un taxi y voy para allá. Me abre un bombonazo de un metro ochenta y pico, con lindo cuerpo y una carita preciosa. Lo mato. Suerte que tengo un escote que casi me llega al ombligo, medias de liga y tacos.
Recuerdo que El Chongo Oficial una vez me había comentado de un amigo de él que tenía una Expo de porongas en su casa. Siempre tenía el mismo procedimiento antes de garchar: arrancaba mostrando fotos de minas en bolas que guardaba en su celular hasta que súbitamente, pelaba las porongas. Recuerdo la anécdota, justo cuando El Franquero exhibe su celular. Mirá, me dice. Y adivinen qué.
¿Vos sos el tipo de las porongas? le pregunto. Él me señala una repisa con una pequeña comunidad de penes de goma. A ver cómo besas, me dice antes de que pueda comentar algo al respecto. Me agarra del cuello, siento su lengua en mi boca y me sube encima de él. Me agito. Cuando me tira para atrás y me acuesta sobre otra silla, me mareo tanto que por un instante siento que me voy a desmayar.
Me levanta las piernas como en las películas porno, me corre la bombacha y lo veo pasarme la lengua. Me relamo, le chupo los dedos. Me pasa un vaso frío de Fernet por la concha, antes de seguir chupándome; cuando creo que se está poniendo bueno, trae una poronga de goma y me la mete mientras me sigue lamiendo.
No lo puedo creer. Agarra gel y me mete los dedos en la cola. Voy a acabar en cualquier momento, pienso y lo veo traer una poronga más grande. Le acabo toda la silla. Aún sintiendo las cosquillas en todo el cuerpo, me subo encima de él y me froto contra su pija aún oculta. Me cuela los dedos y lo escucho respirarme al oído.
Le saco los pantalones con una desesperación oculta, pero soy gratificada: encuentro una pija hermosa. Una pija que no permite que mis dedos se toquen cuando cierro la mano alrededor de ella. Una pija para lamer toda la vida. Se la chupo con devoción hasta que me susurra que quiere cogerme. Me pongo en cuatro, porque claramente, yo también quiero que me coja. Antes de meterme el termo, me lengüetea un buen rato la concha y el culo. Le pido por favor, que en nombre de todo lo sagrado me la meta y no puedo completar la frase porque ya la metió toda hasta el final.
Me coge fuerte, me hace gritar. Me chupa la oreja y me dice “qué puta que sos” en el oído; eso, directamente, me afloja las piernas. Me agarra fuerte de la cintura mientras me repite que mi culo es hermoso, espero que ni se le ocurra porque odio la personalidad del ortero.
Quería terminar transpirada y jadeando, y eso logré. El Franquero me levanta por aire y me acuesta boca abajo sobre la mesa del living. Me sigue cogiendo fuerte, pero ahora me cachetea la cola y me hace doler. Termino pidiendo tregua, así que El Franquero se saca el forro y se pajea frenéticamente para acabarme en la cara, pero algo falla en la puntería y quedo temporalmente ciega del ojo izquierdo.
Me lavo la cara rápido en el baño y me apuro en pedir un taxi, porque presiento que El Franquero vendrá por más y ya no puedo ver ni acabar más. Por favor.
Suena el timbre. Agarro mis cosas y me despido. El Franquero me da una golosina para el viaje y me despide, desnudo, en la puerta de su departamento. Dame un beso, me dice, antes de agacharse para besarme. Y bésalo a “él “ también.
Créditos:
Relato escrito por Chanelle Noir. Publicado en revista Maxim en octubre de 2009
Modelo: Chanelle Noir
Fotógrafo: Germán Saez
8 comentarios - "El Franquero"
Yo diría "una escritora con aires de puta". Besote y gracias por tu comentario!