Este es un cuento erotico que en mi adolescencia me ayudo mucho ,generalmente en esa epoca estaba,por lo tanto era tabu,asi que lo lei y es bastante bueno se losa recomiendo
De pronto Carlos se deslizó a un lado de ella y efectuó un ligero movimiento. Sin oposición de parte de Bella pasó su mano por debajo de las enaguas de la muchacha. No satisfecho con el goce que le causó tener a su alcance sus medias de seda, intentó seguir más arriba, y sus inquisitivos dedos entraron en contacto con las suaves y temblorosas carnes de los muslos de la muchacha.
El ritmo de la respiración de Bella se apresuró ante este poco delicado ataque a sus encantos. Estaba, empero, muy lejos de resistirse; indudablemente le placía el excitante jugueteo.
-Tócalo -murmuró—. Te lo permito.
Carlos no necesitaba otra invitación. En realidad se disponía a seguir adelante, y captando en el acto el alcance del permiso, introdujo sus dedos más adentro.
La complaciente muchacha abrió sus muslos cuando él lo hizo, y de inmediato su mano alcanzó los delicados labios rosados de su linda rendija.
Durante los diez minutos siguientes la pareja permaneció con los labios pegados, olvidada de todo. Sólo su respiración denotaba la intensidad de las sensaciones que los embargaba en aquella embriaguez de lascivia. Carlos sintió un delicado objeto que adquiría rigidez bajo sus ágiles dedos, y que sobresalía de un modo que le era desconocido.
En aquel momento Bella cerró sus ojos, y dejando caer su cabeza hacia atrás se estremeció ligeramente, al tiempo que su cuerpo devenía ligero y lánguido, y su cabeza buscaba apoyo en el brazo de su amado.
—¡Oh, Carlos! —murmuró—. ¿Qué me estás haciendo? ¡Qué deliciosas sensaciones me proporcionas!
El muchacho no permaneció ocioso, pero habiendo ya explorado todo lo que le permitía la postura forzada en que se encontraba, se levantó, y comprendiendo la necesidad de satisfacer la pasión que con sus actos había despertado, le rogó a su compañera que le permitiera conducir su mano hacia un objeto querido, que le aseguró era capaz de producirle mucho mayor placer que el que le habían proporcionado sus dedos.
Nada renuente, Bella se asió a un nuevo y delicioso objeto y, ya fuere porque experimentaba la curiosidad que simulaba, o porque realmente se sentía transportada por deseos recién nacidos, no pudo negarse a llevar de la sombra a la luz el erecto objeto de su amigo.
Aquellos de mis lectores que se hayan encontrado en una situación similar, podrán comprender rápidamente el calor puesto en empuñar la nueva adquisición, y la mirada de bienvenida con que acogió su primera aparición en público.
Era la primera vez que Bella contemplaba un miembro masculino en plena manifestación de poderío, y aunque no hubiera sido así, el que yo podía ver cómodamente era de tamaño formidable. Lo que más le incitaba a profundizar en sus conocimientos era la blancura del tronco y su roja cabeza, de la que se retiraba la suave piel cuando ella ejercía presión.
Carlos estaba igualmente enternecido. Sus ojos brillaban y su mano seguía recorriendo el juvenil tesoro del que había tomado posesión.
Mientras tanto los jugueteos de la manecita sobre el juvenil miembro con el que había entrado en contacto habían producido los efectos que suelen observarse en circunstancias semejantes en cualquier organismo sano y vigoroso, como el del caso que nos ocupa.
Arrobado por la suave presión de la mano, los dulces y deliciosos apretones, y la inexperiencia con que la jovencita tiraba hacia atrás los pliegues que cubrían la exuberante fruta, para descubrir su roja cabeza encendida por el deseo, y con su diminuto orificio en espera de la oportunidad de expeler su viscosa ofrenda, el joven estaba enloquecido de .........
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