Hacía rato que lo venía deseando. Ya cumplí los 40 y todavía tenía esa asignatura pendiente: Que me rompieran
bien el culo. Lo deseaba, lo anhelaba, lo necesitaba más que ninguna otra cosa en el mundo. Soy casado, y tengo
dos hijos, pero desde mi más temprana adolescencia mis fantasías sexuales estuvieron plagadas de hombres, de
machos fuertes y viriles, de pijas bien duras y paradas, de inagotables manguerazos de leche, pero nunca me
anime, nunca quise cruzar esa línea y mostrarme tal cuál soy, para bien o para mal decidí aparentar normalidad,
hacer creer a todos mi heterosexualidad, aunque siempre estuvo latente en mí ese deseo, el de sentir a otro
hombre, el de hacer con otro de mi mismo género lo que habitualmente se hace con alguien del sexo opuesto.
Hasta que un buen día me dije a mí mismo, hasta aquí llegué, y me lancé con todo a probar aquello que había
estado anhelando por mucho tiempo.
Esa mañana rumbo a la oficina compre el diario. Llegue temprano, por lo que me instalé en mi escritorio y
comencé a hojear los clasificados, el rubro 59 obviamente. No había demasiadas ofertas respecto a lo que
buscaba, aunque anoté un par de teléfonos para ver que onda. A la hora del almuerzo me instalé en la cabina de
un locutorio e hice las respectivas llamadas. La primera la deseche de inmediato, pero la segunda me quedaba de
paso, en el barrio de Boedo. Se llamaba Héctor y según me dijo tenía muy buena erección, le dije que buscaba
alguien activo, por lo que me aseguro que no había problemas ya que no se dejaba penetrar. Solo daba. Quede
en pasar a la salida del trabajo, después de las seis. Salí unos minutos antes, ya que me sentía verdaderamente
ansioso. Me tomé el 160 hasta la avenida San Juan y de ahí caminé un par de cuadras hasta la dirección que me
paso por teléfono. Era un edificio, toque el portero eléctrico y cuándo contestó me anuncié. Dijo que enseguida
bajaba. Hasta ese momento tenía ciertas reservas con respecto a quién podía ser, si me iba a gustar o no, pero
cuándo lo vi, flashié. Alto, delgado, bien parecido. Nos saludamos con un beso en la mejilla y subimos a su
departamento, en el tercer piso. Entramos, y ya una vez adentro le pague lo que habíamos arreglado por
teléfono. Deje la mochila en la sala y pase al dormitorio, un ambiente prestamente acondicionado para el sexo.
Luces bajas, un sensual aroma flotando en el aire, espejos estratégicamente ubicados. Enseguida entra él tras de
mí y rápidamente empieza a desvestirse. Ya desnudo se tiende en la cama. Me quedo de piedra al ver lo que tiene
entre las piernas. Parece, sin exagerar, la pija de un actor porno. Nada mal para ser mi primera vez. Me desvisto
también, y ya desnudo me tiendo a su lado, aunque con la cabeza para el lado de los pies, acercándome
sigilosamente a sus genitales. La tiene echada hacia un lado, todavía en estado de reposo.
-¡Que buena pija!- exclamo entusiasmado, a la vez que se la agarro con una mano y me pongo a meneársela.
Es la primera vez que le toco la pija a otro hombre y si debo ser sincero confieso que me gusto la sensación del
tacto. Primero le pasé la lengua por arriba, consiguiendo alguna leve reacción, aunque se puso mucho mejor
todavía cuándo me la metí en la boca y se la chupe con esa avidez que tenía contenida desde hacia tanto tiempo.
De tan gorda apenas me entraba en la boca aunque me saque las ganas, mamándosela bien mamada, bajando
incluso hasta sus bolas, peludas y rebosantes, para chupárselas también, pegándoles tantas lamidas que las deje
bien mojadas con mi saliva. Estuve un buen rato disfrutando de tan excelso manjar, poniéndosela bien al palo,
hasta que entre plácidos suspiros me pregunto si quería que me penetrara. Obvio que si. Mientras él se ponía un
preservativo, me puse en cuatro, levantando bien la cola, esperándolo con la ansiedad que tal momento
ameritaba. Cuándo estuvo listo se me acercó por detrás y me empezó a trabajar el agujero del culo.
Habitualmente soy de jugar con mi agujerito, de meterme dedos y alguna que otra cosa, por lo que no lo tenía
tan cerrado, sin embargo me lo lubrico apropiadamente, tras lo cuál se puso en posición y colocó la punta de su
verga justo en la entrada. Cuándo la sentí me puse a temblar de la emoción, y cuándo empezó a empujar ni les
cuento, me miraba en uno de los espejos y no lo podía creer, lo veía ahí, detrás de mí, poniéndomela y alucinaba.
La sentía entrar pedazo por pedazo, y casi lloraba del placer que sentía. Me dolía, claro, pero que me importaba el
dolor cuándo me estaban metiendo semejante pijazo. Cuándo ya alcanzó a meter una porción adentro, me aferró
de la cintura y empezó a moverse.
-¡Siiiiiiiiiii… asiiiiiiiiiiiiiii… ahhhhhhhhhh… dámela toda… ahhhhhhhhh…!- suspiraba yo mientras lo sentía avanzar por mi
recto, llenándome con su lacerante carne viril.
Me estaba cogiendo, ¡y como!, me aniquilaba con cada combazo, abriéndome bien el ojete, partiéndome al medio,
desgarrándome el esfínter tal y como lo anhelaba desde hacía tanto tiempo. Era alucinante sentirlo entrar y salir,
casi en toda su extensión, ya que no me la metía toda porque la tenía muy grande, pero lo que alcanzaba a
meterme era más que suficiente.
Estuvo dándome un buen rato en esa posición, hasta que se me entumecieron las piernas, no estaba
acostumbrado a estar tanto tiempo en cuatro, aunque debería, entonces me la sacó y con la pija todavía en su
plenitud viril, se acostó boca arriba, me le subí encima, a caballito, y ensartándomela de nuevo con su ayuda
empecé a cabalgarlo, ávida y enérgicamente, disfrutando cada pedazo de esa suprema erección que tantos
placeres me dispensaba.
Terminamos confluyendo los dos en un alucinante 69, yo chupándosela a pija pelada, él con preservativo, hasta
hacerme acabar, aunque cuándo fue su turno de descargarse, deje que me echara toda su leche en el cuello y en
el pecho, regocijándome con esa inapreciable sensación del semen discurriendo sobre mi piel desnuda.
Tras un breve descanso nos aseamos y vestimos. La transacción comercial que habíamos llevado a cabo había
finalizado.
Fue mi primera vez con un hombre, y no sería la última, me gustaría contarles en este breve espacio las que
vinieron después y, ¿Por qué no?, las que han de venir.
Si cuento con su apoyo, claro…
bien el culo. Lo deseaba, lo anhelaba, lo necesitaba más que ninguna otra cosa en el mundo. Soy casado, y tengo
dos hijos, pero desde mi más temprana adolescencia mis fantasías sexuales estuvieron plagadas de hombres, de
machos fuertes y viriles, de pijas bien duras y paradas, de inagotables manguerazos de leche, pero nunca me
anime, nunca quise cruzar esa línea y mostrarme tal cuál soy, para bien o para mal decidí aparentar normalidad,
hacer creer a todos mi heterosexualidad, aunque siempre estuvo latente en mí ese deseo, el de sentir a otro
hombre, el de hacer con otro de mi mismo género lo que habitualmente se hace con alguien del sexo opuesto.
Hasta que un buen día me dije a mí mismo, hasta aquí llegué, y me lancé con todo a probar aquello que había
estado anhelando por mucho tiempo.
Esa mañana rumbo a la oficina compre el diario. Llegue temprano, por lo que me instalé en mi escritorio y
comencé a hojear los clasificados, el rubro 59 obviamente. No había demasiadas ofertas respecto a lo que
buscaba, aunque anoté un par de teléfonos para ver que onda. A la hora del almuerzo me instalé en la cabina de
un locutorio e hice las respectivas llamadas. La primera la deseche de inmediato, pero la segunda me quedaba de
paso, en el barrio de Boedo. Se llamaba Héctor y según me dijo tenía muy buena erección, le dije que buscaba
alguien activo, por lo que me aseguro que no había problemas ya que no se dejaba penetrar. Solo daba. Quede
en pasar a la salida del trabajo, después de las seis. Salí unos minutos antes, ya que me sentía verdaderamente
ansioso. Me tomé el 160 hasta la avenida San Juan y de ahí caminé un par de cuadras hasta la dirección que me
paso por teléfono. Era un edificio, toque el portero eléctrico y cuándo contestó me anuncié. Dijo que enseguida
bajaba. Hasta ese momento tenía ciertas reservas con respecto a quién podía ser, si me iba a gustar o no, pero
cuándo lo vi, flashié. Alto, delgado, bien parecido. Nos saludamos con un beso en la mejilla y subimos a su
departamento, en el tercer piso. Entramos, y ya una vez adentro le pague lo que habíamos arreglado por
teléfono. Deje la mochila en la sala y pase al dormitorio, un ambiente prestamente acondicionado para el sexo.
Luces bajas, un sensual aroma flotando en el aire, espejos estratégicamente ubicados. Enseguida entra él tras de
mí y rápidamente empieza a desvestirse. Ya desnudo se tiende en la cama. Me quedo de piedra al ver lo que tiene
entre las piernas. Parece, sin exagerar, la pija de un actor porno. Nada mal para ser mi primera vez. Me desvisto
también, y ya desnudo me tiendo a su lado, aunque con la cabeza para el lado de los pies, acercándome
sigilosamente a sus genitales. La tiene echada hacia un lado, todavía en estado de reposo.
-¡Que buena pija!- exclamo entusiasmado, a la vez que se la agarro con una mano y me pongo a meneársela.
Es la primera vez que le toco la pija a otro hombre y si debo ser sincero confieso que me gusto la sensación del
tacto. Primero le pasé la lengua por arriba, consiguiendo alguna leve reacción, aunque se puso mucho mejor
todavía cuándo me la metí en la boca y se la chupe con esa avidez que tenía contenida desde hacia tanto tiempo.
De tan gorda apenas me entraba en la boca aunque me saque las ganas, mamándosela bien mamada, bajando
incluso hasta sus bolas, peludas y rebosantes, para chupárselas también, pegándoles tantas lamidas que las deje
bien mojadas con mi saliva. Estuve un buen rato disfrutando de tan excelso manjar, poniéndosela bien al palo,
hasta que entre plácidos suspiros me pregunto si quería que me penetrara. Obvio que si. Mientras él se ponía un
preservativo, me puse en cuatro, levantando bien la cola, esperándolo con la ansiedad que tal momento
ameritaba. Cuándo estuvo listo se me acercó por detrás y me empezó a trabajar el agujero del culo.
Habitualmente soy de jugar con mi agujerito, de meterme dedos y alguna que otra cosa, por lo que no lo tenía
tan cerrado, sin embargo me lo lubrico apropiadamente, tras lo cuál se puso en posición y colocó la punta de su
verga justo en la entrada. Cuándo la sentí me puse a temblar de la emoción, y cuándo empezó a empujar ni les
cuento, me miraba en uno de los espejos y no lo podía creer, lo veía ahí, detrás de mí, poniéndomela y alucinaba.
La sentía entrar pedazo por pedazo, y casi lloraba del placer que sentía. Me dolía, claro, pero que me importaba el
dolor cuándo me estaban metiendo semejante pijazo. Cuándo ya alcanzó a meter una porción adentro, me aferró
de la cintura y empezó a moverse.
-¡Siiiiiiiiiii… asiiiiiiiiiiiiiii… ahhhhhhhhhh… dámela toda… ahhhhhhhhh…!- suspiraba yo mientras lo sentía avanzar por mi
recto, llenándome con su lacerante carne viril.
Me estaba cogiendo, ¡y como!, me aniquilaba con cada combazo, abriéndome bien el ojete, partiéndome al medio,
desgarrándome el esfínter tal y como lo anhelaba desde hacía tanto tiempo. Era alucinante sentirlo entrar y salir,
casi en toda su extensión, ya que no me la metía toda porque la tenía muy grande, pero lo que alcanzaba a
meterme era más que suficiente.
Estuvo dándome un buen rato en esa posición, hasta que se me entumecieron las piernas, no estaba
acostumbrado a estar tanto tiempo en cuatro, aunque debería, entonces me la sacó y con la pija todavía en su
plenitud viril, se acostó boca arriba, me le subí encima, a caballito, y ensartándomela de nuevo con su ayuda
empecé a cabalgarlo, ávida y enérgicamente, disfrutando cada pedazo de esa suprema erección que tantos
placeres me dispensaba.
Terminamos confluyendo los dos en un alucinante 69, yo chupándosela a pija pelada, él con preservativo, hasta
hacerme acabar, aunque cuándo fue su turno de descargarse, deje que me echara toda su leche en el cuello y en
el pecho, regocijándome con esa inapreciable sensación del semen discurriendo sobre mi piel desnuda.
Tras un breve descanso nos aseamos y vestimos. La transacción comercial que habíamos llevado a cabo había
finalizado.
Fue mi primera vez con un hombre, y no sería la última, me gustaría contarles en este breve espacio las que
vinieron después y, ¿Por qué no?, las que han de venir.
Si cuento con su apoyo, claro…
7 comentarios - Mi primera vez gay
Gracias por los puntos monica_love, seguiremos contando entonces.
excelente
http://www.poringa.net/posts/relatos/1398901/Con-el-suegro,-es-incesto-Mi-primera-vez.html
"La sentía entrar pedazo por pedazo, y casi lloraba del placer que sentía. Me dolía, claro, pero que me importaba el dolor cuándo me estaban metiendo semejante pijazo. Cuándo ya alcanzó a meter una porción adentro, me aferró de la cintura y empezó a moverse.
-¡Siiiiiiiiiii… asiiiiiiiiiiiiiii… ahhhhhhhhhh… dámela toda… ahhhhhhhhh…!- suspiraba yo mientras lo sentía avanzar por mi recto, llenándome con su lacerante carne viril.
Me estaba cogiendo, ¡y como!, me aniquilaba con cada combazo, abriéndome bien el ojete, partiéndome al medio, desgarrándome el esfínter tal y como lo anhelaba desde hacía tanto tiempo. Era alucinante sentirlo entrar y salir, casi en toda su extensión, ya que no me la metía toda porque la tenía muy grande, pero lo que alcanzaba a meterme era más que suficiente.
Estuvo dándome un buen rato en esa posición, hasta que se me entumecieron las piernas, no estaba acostumbrado a estar tanto tiempo en cuatro, aunque debería, entonces me la sacó y con la pija todavía bien dura, se acostó boca arriba, me le subí encima, a caballito, y ensartándomela de nuevo con su ayuda empecé a cabalgarlo, ávida y enérgicamente, disfrutando cada pedazo de esa suprema erección que tantos placeres me dispensaba.
Terminamos confluyendo los dos en un alucinante 69, yo chupándosela a pija pelada, él con preservativo, hasta hacerme acabar, aunque cuándo fue su turno de descargarse, deje que me echara toda su leche en el cuello y en el pecho, regocijándome con esa inapreciable sensación del semen discurriendo sobre mi piel desnuda. "