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Sacerdote caliente

Chequen el relato haber que les parece y comenten

Regresábamos mi novia Blanca y yo en coche hacia Huelva desde Badajoz, era de noche, era la primera vez que hacíamos ese trayecto, el camino resultaba ser muy tortuoso, ya que habíamos cogido para acortar un atajo que nos recomendaron por la sierra, la cual estaba cubierta por vegetación frondosa, que incluso impedía ver normalmente el cielo. Al rato de circular por la sierra, empezamos a sospechar que nos habíamos perdido, estábamos fatigados, y según parecía perdidos. Durante veinte minutos más continuamos en el camino, hasta que se tornó recto y dar a llegar a un monasterio.

Al llegar a este, me bajé del coche para ver si en el monasterio había alguien que me pudiera guiar, y de camino estirar las piernas y tomar un poco de aire fresco. Segundos después, oí los pasos de mi novia acercándose a mí. Blanca es una mujer hermosa, 22 años, con un gran cuerpo donde resaltaba especialmente su cintura, sus caderas y su bello trasero, su rostro era atractivo, con grandes ojos azules, y una piel entre blanca y rojiza, encuadrada en una copiosa y prolongada cabellera rubia, es más en ocasiones, la habían confundido con extranjera. Llevaba un vestido rojo muy femenino, acinturado y con una caída extensa que le alcanzaba ligeramente la parte superior de sus rodillas.

Nos dirigimos a un costado del templo, donde se apercibía una luz encendida, golpeamos una puerta de madera con la ilusión de que nos escucharan. Al momento, oímos como descorrían la cerradura y nos acercamos a la puerta, esta se abrió y apareció un sacerdote calvo con lentes, con un hábito oscuro.

- Buenas noches, ¿qué desean?- Preguntó el sacerdote. – Disculpe la molestia a estas horas, pero queríamos solicitarle un pequeño favor. Contestó Blanca. – Sí, ¿en qué puedo servirles? – Nos hemos perdido, llevamos muchos kilómetros y no sabemos dónde estamos. – ¿Se han perdido?, dijo, normal, si no conocen la carretera, es fácil despistarse y más de noche. – Sí, dije yo, podía guiarnos, estamos cansados, muertos de sed y hambrientos, queremos llegar a Huelva lo antes posible. – Lo mejor que pueden hacer es quedarse a dormir aquí hoy, y continuar mañana por el día, es mejor en vuestra situación que partáis por el día, que será más fácil, además aquí hay camas de sobra, pues solo estoy yo en el convento.

Después de mirarnos, decidimos hacer eso, y le dijimos que vale, que nos quedábamos. Pasamos, él cerró la puerta y lo seguimos entrando a uno de los cuartos laterales de la iglesia, que tenía el aspecto de una menuda oficina, con muebles bastante sencillos, algunas sillas, un añejo escritorio de madera y un estante con libros debajo de la única ventana. Él nos comentaba que estaba solo porque las demás personas habían tenido que ir a la diócesis a no sé que cuestión y estarían fuera unos días. El cura nos ofreció café, ya que alimentos no tenía, lo que tomamos ambos con sumo gusto, él nos acompañó tomando algo de vino e inicio una alegre plática en la que nos distrajimos por un buen rato. Pronto se acabó el café y el padre nos brindó un poco de vino que era lo único que quedaba, sonreímos y aceptamos. Él fue a por dos vasos y por más vino, el hombre era atrayente en su trato, de mediana estatura, algo obeso, con pocos pelos negros debido a su calvicie, ojos castaños, piel clara y velluda, y con algo de papada, no como yo que era más alto que él, peso normal, moreno, ojos negros y piel tostadita.

La charla continuó, al igual que el consumo del vino, que mezclado con el cansancio del viaje, hizo que nos sintiéramos relajados y cómodos, la conversación y el consumo de vino continuaban, y sin darnos cuenta, los tres estábamos ya algo contentos, empezando a decirnos el sacerdote que era muy común que él estuviera solo en grandes lapsos de tiempo, que nuestra inesperada visita era un bálsamo para su habitual soledad, unido a las durezas que impone la vida religiosa, algunas de ellas durísimas de soportar.

- ¿Cuál es la más difícil? Preguntó Blanca terminándose de beber otro vaso de vino. – El lograr mantener con voto de castidad a este pobre. Respondió él, levantándose la parte delantera del hábito y enseñándonos que no llevaba ropa interior.

Nos quedamos sorprendidos al dejar su paquete al descubierto, por debajo de su grueso y peludo vientre tendía un miembro sumamente rollizo, que contaba con una gran mata de vello púbico que le coronaba, debajo quedaban unos testículos grandes. Según parecía, el hecho de mostrar su miembro con mi esposa ahí presente había causado cierto grado de excitación en ellos, y mi novia comenzó a exponer interés en esa polla, se percibía un brillo en su mirada. Arrimándose al sacerdote con cara de admiración, extendió su brazo derecho y con su mano albergó y mimó sus testículos, lo que produjo que la verga comenzara a erguirse, adquiriendo más longitud y más grosor.

Blanca se acuclillaba frente al padre, flexionando sus piernas y separando generosamente sus rodillas. Esto me dejaba pasmado, más que nada por el hecho de ver a mi esposa manoseándole las bolas a un cura, mostrándole su entrepierna cubierta con unas bragas blancas y aproximando cada vez más su rostro hacia ese pene. Me miró como solicitándome mi consentimiento, y yo dentro de mi asombro, asentí con un liviano movimiento de cabeza. Inmediatamente, sacando su lengua aspiró la pequeña gota de humedad de la punta del glande, exclamando, ¡Delicioso!.

Comenzó a darle lengüetazos a la base de la polla, lamiendo posteriormente el tronco a lo largo, hasta llegar a los testículos, donde se deleitó dándole con la lengua por todos sitios, metiéndose por turnos los testículos en la boca, mientras con su mano derecha le hacía la paja al párroco, el cual se mantenía parado pero plegando con ambas manos el frente del hábito. Ella viajaba con su lengua de forma ascendente, hasta llegar a la enorme cabeza de la verga, la cual engulló, fijando la cara de zorra que tenía en la cara del padre, instante en el que el sacerdote echó su cabeza hacia atrás y abrió la boca en un gesto de gozo. Blanca mamaba gozosamente el cipote, encajando sonoramente cada vez mayores porciones, observando con cara pícara su efecto en el rostro del sacerdote. La verga logró su máximo tamaño y dureza, el cura empezó a flexionar acompasadamente sus piernas metiendo grandes trozos del pene en la boca de mi esposa, deformándole a veces sus cachetes, ella como buena hembra, resistía los embates tragando la ración que le decretaba el padre, ensalivando con sus labios aquella polla.

El párroco comenzó a robar el control del escenario, estiró su brazo izquierdo para levantar el cabello de Blanca y manteniendo la correcta posición para seguir follándosela. La visión de ver a mi novia, acuclillada, con las piernas separadas y dejando ver sus mojadas bragas blancas, mamándosela a un representante de la Iglesia, era una visión muy caliente, esto hizo, que mi polla mostrara actividad, la mezcla de emoción, excitación y nervios había logrado excitarme al máximo, más aun cuando el único ruido que se escuchaba era el húmedo sonido del machacar la verga en la lagrimosa boca de ella.

Ella nos sonrió gozosamente, vanidosa por su gesto, su rostro estaba muy ensalivado, y con aquel miembro enfrente de su rostro. No aguanté más, la llevé hacia el viejo escritorio acostándola, situé su pierna izquierda en mi hombro, separando como podía la entrepierna de su braga, y le empotré mi polla en su inundada concha, mientras su pierna derecha estaba pegada a la mesa del escritorio. Mi pene entraba y salía fácilmente de ese jugoso coño, estaba más caliente y húmedo que nunca, el párroco logró adaptarse encima de la cara de mi novia, para que ella le retornara a lamer, volviéndole a encajarle la polla. Durante un gran rato conservamos la posición, solo alterada por él, que a veces cogía su verga y con ella azotaba el rostro de Blanca, quien con cierta desesperación esperaba a que se atajara el dulce castigo para retornar alegremente a seguir mamando, viendo como la calva cabeza del padre se llenaba de gotas.

Seguidamente, el cura se acostó en el escritorio y Blanca se colocó encima, se recogió su falda en la cintura, y tomando la verga con la mano derecha la dirigió a la entrada del depilado coño, el padre ayudaba, retirando con la mano sus braguitas hacia la nalga izquierda de ella, gradualmente pero fácilmente se introducía, hasta que solo quedaron los testículos fuera. El sacerdote situó sus manos en cada glúteo de mi novia, abrió ampliamente sus piernas, colocándose Blanca en los huecos, aprisionándola él con sus piernas, ambos quedaron encajados. La sala se inundó de jadeos y olor a sexo, yo me senté en una silla, contemplando la follada y pajeándome, podía ver el rojizo trasero de Blanca manoseado por el padre, quien le apartaba las nalgas abriéndole la hendidura del culo, mostrándome con total lujo de detalle la follada.

Observando como el cura proseguía gozando de Blanca con singular enjundia, continuaba masturbándome, cuando hubo un cambio de estrategia, deshicieron su abrazo y ella sin sacarse la polla, apoyándose sobre sus pies y manos sobre el escritorio, inició a subir y bajar sus caderas con movimientos cada vez más rápidos, daba gozo el ver las nalgas estrellarse contra los muslos del padre, tragando aquel jugoso coño el pene del sacerdote, era ella la que se lo follaba gozosamente, giró su cabeza y fijó su vista alegre en mí, mostrándome con su culo al aire la forma en que se tiraba al cura.

Me acerqué a ellos, situé una mano en las nalgas de Blanca, y ensalivándome el dedo medio de la otra mano recogía parte de los flujos de ellos con los que lubricaba el pequeño ano de mi novia, el párroco volvió a sujetar y separar las nalgas de ella, facilitándome el trabajo, introduje mi dedo en el ano de Blanca, no perturbándose ella, luego le metí dos e igual. Me quité mis pantalones y slip y con cuidado me subí también sobre el escritorio, acomodándome apropiadamente encima del trasero de ella, situé la punta de mi verga en el pequeño orificio y el diligente padre separó más el culo para facilitar la penetración, doblé las rodillas y efectué presión sobre el culo, entraba muy lentamente por la pequeña hendidura de las nalgas, hasta que la penetración resultó perfecta, quedando solo fuera mis testículos, gritando Blanca con ansia gozando de la doble penetración.

Esta enculada era diferente, no era como otras. Gradualmente sincronizamos e incrementamos nuestro martilleo sobre ella, las vergas entraban y salían cada una en su respectivo agujero, mi novia usando sus brazos se empujaba y mecía hacia atrás, deseosa de recibir la mayor ración posible de pollas. Seguimos reventando intensamente a Blanca, el apretado ano me oprimía deliciosamente el pene y a la vez sentía la polla del sacerdote, la cual alcanzó su primera eyaculación, pude sentir a través de mi pene como anegaba de leche la vagina de mi novia, convulsionándose ella, teniendo un gran orgasmo al sentirlo, que crearon pequeñas contracciones de su ano sobre mi polla. La cantidad de semen arrojada fue bestial, su verga ocupaba tan plenamente el coño de ella, que la leche empezó a escurrir fuera, deslizándose por el tronco del miembro, dejando pringoso el todavía embutido cipote, junto con los testículos del clérigo.

Yo continuaba castigando el culo de Blanca como al quitarme yo, él bombeó un poco a mi novia, y enseguida le dijo que se arrodillara para darle su bendición, ella así lo hizo, abrió la boca, sacó la lengua, y el sacerdote restregó la verga en ella, pajeándose a la vez, hasta que empezó a correrse, la primera leche bendita cruzó la cara de Blanca llegando incluso al cabello, después un flujo más lento y espeso que depositó en la lengua de ella, Blanca la metió de vuelta en su boca y lo degustó tragándoselo todo, después ella volvió a tragar la polla del cura, chupándola hasta sorberle los últimos restos de leche.

Después nos vestimos, y nos fuimos a dormir, partiendo el día siguiente hacia Huelva por donde nos recomendó el sacerdote, llegando sin problemas.

Autor: Fary

3 comentarios - Sacerdote caliente

TIMO1983
si quieres me prestas a tu mujer y hacemos un duo perfecto
virgentodavia1972
Ja, no me extraña de los curas ya que son unos putos asquerosos. Seguro que se pajean todo el día.
Si no son putos, son pedofilos, pajeros o se cojen a alguna monja para sacarse las ganas.
Por eso creo que los curas deberían casarse así se les pasarían las perversiones
the_fer
hola muy bueno el relato y coinsido en algunas cosas con virgentodavia1972. saludos