Era una cálida noche de septiembre, más concretamente era sábado. Mi novia Cristina y yo planeábamos que hacer esa noche, si nos íbamos a cenar a un restaurante chino o si pedíamos unas pizzas y nos quedábamos viendo alguna película. El sonido del teléfono nos interrumpió, era la hermana de mi novia, mi cuñada Lorena, una preciosa mujer de 32 años con un cuerpo que deja con la boca abierta a todo el que se cruza en su camino. Lorena vivía sola en un pequeño apartamento y nos llamó porque sus amigas no iban a salir esa noche y estaba bastante aburrida, así que si finalmente no salíamos y nos quedábamos en casa, ella vendría.
Cristina aceptó sin consultarme. La idea de quedarme en casa me gustaba pues por esas fechas andaba algo escaso de presupuesto y mejor no salir para no hacer demasiado gasto, sin embargo, mi idea de aprovechar la ausencia de los padres de mi novia para echar un polvote se iba al garete al venir mi cuñada. Aunque en un principio puse mala cara, Cristina me devolvió la sonrisa como solamente ella sabe, un par de arrumacos y algunos dulces besos y ya me tenía contento de nuevo.
Mi novia se dispuso a preparar una ensalada mientras yo me acomodaba en el sofá ante el televisor a ver el partido. Cuando todavía no llevábamos ni diez minutos sonó el timbre, era mi cuñada Lorena. Había traído patatas fritas y una botella de vino rosado, entró directamente a la cocina y dejó allí todo lo que tenía en sus manos, bueno todo menos una pequeña bolsa de deporte que se llevó al baño. En dos minutos volvió a salir con un pijama compuesto de un pequeño pantaloncito estampado y una blusa de tirantes a juego. Coger ropa cómoda cuando iba a pasar la tarde o la noche a casa de sus padres era algo que Lorena solía hacer con frecuencia. Por unos instantes, me olvidé del partido y solo tenía ojos para observar a mi cuñada, que rápidamente volvió a la cocina para echarle una mano a Cristina con los preparativos de la cena. Seguí viendo la tele hasta que Cristina irrumpió en el salón con el plato de ensalada que dejó encima de la mesa, dio media vuelta y se volvió a la cocina. Pasados unos instantes llegó Lorena con el plato de patatas fritas y lo dejó de igual manera encima de la mesa, pero el gesto de inclinarse para hacerlo propició que su escote de abriese dejando entrever gran parte de sus hermosos pechos. No eran grandes, pero tampoco pequeños, podría decirse que tenían un tamaño ideal. La visión duró poco, quizá un par de segundos que no me permitieron ver mucho pero ahora ya estaba prevenido para otra posible ocasión.
Y no tardó en llegar de nuevo Lorena con otro plato en sus manos. Mi puse alerta, atento a todo lo que pudiese ver. El escote volvió a abrirse al dejar el plato sobre la mesa pero vi lo mismo que en la anterior ocasión, por más que lo intenté, no llegué a verle completamente los pechos y sus pezones, aunque si que los podía imaginar por como se marcaban debajo de la tela. Llegó también Cristina con los vasos y como un resorte giré mi cabeza hacia la televisión para que no sospechase mis intenciones. Ambas se volvieron a la cocina. Estaba claro que si quería ver algo más debería subir mi nivel, ver desde más arriba, así que al oír de nuevo los pasos de Lorena por el pasillo, (que pude distinguir porque ella iba con babuchas mientras que Cristina llevaba tacones) me levanté como bostezando y fingiendo que me había cansado de estar sentado y necesitaba estirar las piernas. Ya estaba de pie cuando llegó mi cuñada con los cubiertos y se dispuso a repartirlos por la mesa, inclinándose de nuevo, pero esta vez pude ver sus redondos pechos por completo, rematados por unos pequeños y rosados pezones. La escena se prolongó durante los segundos que Lorena tardó en repartir los tres cubiertos, tiempo suficiente para que mi pene se pusiese duro como una piedra.
Inmediatamente llegó Cristina con la comida, me senté para disimular el enorme paquete que se podía apreciar en mi pantalón. Mi estado de excitación era inmenso, hasta el extremo de que estuve a punto de marchar al baño para masturbarme pensando en los hermosos pechos de mi cuñada, pero pude resistir y poco a poco me calmé. Empezamos a comer y me costaba mucho hablar con mi cuñada, cuando la miraba a los ojos me venía a la mente de nuevo aquel par de tetas. Y de esta manera pasé toda la cena. Una vez acabamos de tomar el café, nos levantamos y empezamos a recoger la mesa. De nuevo, volví a fijarme en el escote de Lorena y pude ver una vez más aquellos deseados pechos.
Cuando habíamos dejado limpio todo aquello, mi cuñada cogió su ropa y volvió al baño. Después de unos minutos salió de nuevo vestida y con la bolsa de deporte en la mano. Nos comentó que se iría ya a casa, pues a la mañana siguiente había quedado temprano con una amiga y quería irse ya a dormir. Me alegré ya que si se iba, todavía podría echar un polvo con mi novia y sinceramente, después del calentón que llevaba encima, lo necesitaba. Pero todo se fue al traste cuando mi novia me dijo que se encontraba bastante cansada y que estaba pensando en acostarse y así yo podría acercar a su hermana a casa en coche. No pude hacer otra cosa que hacerme la idea de que aquella noche no iba a mojar. Mi cuñada comenzó a bajar las escaleras mientras no me despedía de Cristina.
Los cinco minutos que duró el trayecto hasta casa de Lorena fueron infinitos. Seguía pensando en aquellos pechos al descubierto que poco antes había tenido frente a mis ojos y me encontraba incómodo. Por fin llegamos a la puerta de su edificio, le di las buenas noches a mi cuñada, pero ella me pidió un último favor que me dejó inmóvil por unos instantes. Me dijo si podía acompañarla hasta el apartamento porque tenía miedo de encontrarse con alguien en la escalera o en el ascensor. Obviamente no tenía otra opción, bajé del coche y la seguí hasta su portal, abrió y nos metimos en el ascensor que por casualidad se encontraba en la planta baja. Mientras el ascensor subía hasta el sexto piso donde tenía Lorena el apartamento, yo seguía reproduciendo la escena del escote en mi mente. Por mi mente llegó a pasar la idea de abalanzarme sobre ella y comerle cada parte de su escultural cuerpo pero era la hermana de mi novia y debía contenerme.
Una vez arriba abrió la puerta de su apartamento y entramos dentro. Me intenté despedir para irme en ese mismo instante pero Lorena me dijo que ya que le había hecho el favor de acompañarla, lo menos que podía hacer era invitarme a una cerveza antes de marchar. No me dio opción a contestarle ya que rápidamente se marchó por el pasillo. Durante un par de minutos me quedé solo en el salón, luego oí como mi cuñada estaba en la cocina y abría el frigorífico. Pronto hizo su aparición en el salón con dos cervezas en sus manos y de nuevo con el mismo pijama estampado que había llevado puesto durante la cena. Solamente verla así me provocó de nuevo una erección. Me senté en el sofá para disimular el bulto que tenía en mis pantalones. Mi cuñada se sentó justo a mi lado y se inclinó hasta dejar las dos cervezas sobre una pequeña mesa de café, cosa que aproveché para volver a mirar por su escote. Le vi completamente los pechos de la misma forma que ya había hecho anteriormente, pero esta vez su movimiento fue más lento y pude percatarme como sus pezones estaban duros y muy erguidos. Recuperó su posición sobre el sofá y la fina tela de la blusa volvió a pegarse a su cuerpo, dejando ver como sus afilados pezones se marcaban claramente. Esto me hizo sospechar que posiblemente mi cuñada estaba provocándome y sus movimientos para que se abriese el escote fuesen intencionados. Estaba realmente confuso y no sabía como actuar.
Cogí mi cerveza y di un largo trago, luego Lorena se inclinó sobre mi para poder alcanzar el mando del televisor que se encontraba al otro extremo de la mesa. Uno de sus pechos se descargó sobre el dorso de mi mano. Estaba caliente. Ella no se levantaba, hacía gestos como si le costase alcanzar el mando mientras seguía restregando su teta. No pude contenerme ni un segundo más. Mi mano giró hasta colocar la palma sobre su pecho y lentamente empecé a acariciarlo. Lorena quedó inmóvil, supuse que le estaba gustando y seguí con su otro pecho.
Mi cuñada comenzó a retorcerse de placer. A continuación le levanté la blusa dejando al descubierto sus pechos, mientras sus manos desabrochaban apresuradamente mi pantalón. No tardó en coger mi polla y meterla en su boca.
Metí una de mis manos por debajo del pequeño pantalón que llevaba y advertí que ni siquiera llevaba bragas. Le apretaba fuertemente las nalgas mientras ella seguía disfrutando y dándome placer. Sus carnosos labios se deslizaban con una maestría innata sobre mis genitales. El continuo movimiento de su cabellera producía unos excitantes cosquilleos sobre mi vientre.
Mis dedos masajeaban el peludo coño de mi cuñada que de vez en cuando soltaba algún suave gemido. Con delicadeza aparte mi polla de la cara de Lorena y la ayudé a recostarse en el sofá. Abrí sus piernas y mi lengua se introdujo en su vagina mientras la movía a toda velocidad. Ella me sujetaba del pelo mientras me pedía más. Durante un buen rato seguí lamiendo su coño mientras mis dedos lo abrían completamente.
Durante aquella mamada de coño, los pies de Lorena se restregaban sobre mi polla que estaba ya impaciente por practicar la arqueología y explorar las profundidades de mi cuñada. No tardé demasiado en penetrarla. Mientras sus piernas se atenazaban fuertemente a mi por mi espalda. Mi puse de pie, manteniendo a Lorena sobre mis brazos. Mis dientes mordisqueaban uno de sus pezones mientras el otro pecho golpeaba mi cara repetidamente. Llegué con ella encima hasta la cocina. Mis brazos empezaban a flaquear, así que sin sacar mi polla de su interior, la dejé con cuidado sobre la mesa. Mi tumbé sobre ella y nuestras lenguas se entrecruzaron durante un larga espacio de tiempo. Mis manos seguían sobando sus pechos y ella se movía cada vez más rápido y sus gemidos ya tomaban un volumen más que considerable, sin duda estaba a punto de llegar al orgasmo. Yo también estaba a punto de correrme, así que saqué el pene del coño de Lorena. Inmediatamente mi semen se esparció sobre su copiosa mata de vello. Me volví a inclinar sobre ella y le dí otro beso. Ambos estábamos agotados. Lorena se levantó y al verse cubierta de semen optó por darse una ducha. Me invitó a acompañarla. Nos metimos bajo un chorro de agua helada que no fue suficiente para calmar nuestra calentura. Mi cuñada me enjabonó todo el cuerpo, poniendo especial interés en mi pene, que limpió a conciencia. Lo mismo hice yo con su coño. Poco faltó para volver a repetir pero ambos sabíamos que era mejor dejarlo ya. Salimos de la ducha y nos secamos. Recorrimos desnudos el pasillo hasta llegar al salón donde habíamos dejado la ropa. Empecé a vestirme, por supuesto mi cuñada me ayudó a ponerme los boxer y delicadamente metió mi polla que pese a todo seguía erecta. Una vez acabado de vestir nos dirigimos a la puerta. Lorena seguía desnuda.
Un último beso precedió al cierre de su puerta. Cogí el ascensor y me marché. Pese a todo lo sucedido, yo amaba a Cristina. No supe controlar mi instinto. Desde esa noche nunca he vuelto a ir solo a casa de mi cuñada y he evitado situaciones como la que viví aquella noche intentando ver por el escote de Lorena. Me costó mucho volver a tratar con ella con normalidad pero hoy por hoy ya lo he conseguido. Ahora solo arrastro un ligero temor a que llegue el día en el que de nuevo las circunstancias hagan que mi cuñada y yo volvamos a quedarnos solos y que no sea capaz de volver a caer en la tentación.
Cristina aceptó sin consultarme. La idea de quedarme en casa me gustaba pues por esas fechas andaba algo escaso de presupuesto y mejor no salir para no hacer demasiado gasto, sin embargo, mi idea de aprovechar la ausencia de los padres de mi novia para echar un polvote se iba al garete al venir mi cuñada. Aunque en un principio puse mala cara, Cristina me devolvió la sonrisa como solamente ella sabe, un par de arrumacos y algunos dulces besos y ya me tenía contento de nuevo.
Mi novia se dispuso a preparar una ensalada mientras yo me acomodaba en el sofá ante el televisor a ver el partido. Cuando todavía no llevábamos ni diez minutos sonó el timbre, era mi cuñada Lorena. Había traído patatas fritas y una botella de vino rosado, entró directamente a la cocina y dejó allí todo lo que tenía en sus manos, bueno todo menos una pequeña bolsa de deporte que se llevó al baño. En dos minutos volvió a salir con un pijama compuesto de un pequeño pantaloncito estampado y una blusa de tirantes a juego. Coger ropa cómoda cuando iba a pasar la tarde o la noche a casa de sus padres era algo que Lorena solía hacer con frecuencia. Por unos instantes, me olvidé del partido y solo tenía ojos para observar a mi cuñada, que rápidamente volvió a la cocina para echarle una mano a Cristina con los preparativos de la cena. Seguí viendo la tele hasta que Cristina irrumpió en el salón con el plato de ensalada que dejó encima de la mesa, dio media vuelta y se volvió a la cocina. Pasados unos instantes llegó Lorena con el plato de patatas fritas y lo dejó de igual manera encima de la mesa, pero el gesto de inclinarse para hacerlo propició que su escote de abriese dejando entrever gran parte de sus hermosos pechos. No eran grandes, pero tampoco pequeños, podría decirse que tenían un tamaño ideal. La visión duró poco, quizá un par de segundos que no me permitieron ver mucho pero ahora ya estaba prevenido para otra posible ocasión.
Y no tardó en llegar de nuevo Lorena con otro plato en sus manos. Mi puse alerta, atento a todo lo que pudiese ver. El escote volvió a abrirse al dejar el plato sobre la mesa pero vi lo mismo que en la anterior ocasión, por más que lo intenté, no llegué a verle completamente los pechos y sus pezones, aunque si que los podía imaginar por como se marcaban debajo de la tela. Llegó también Cristina con los vasos y como un resorte giré mi cabeza hacia la televisión para que no sospechase mis intenciones. Ambas se volvieron a la cocina. Estaba claro que si quería ver algo más debería subir mi nivel, ver desde más arriba, así que al oír de nuevo los pasos de Lorena por el pasillo, (que pude distinguir porque ella iba con babuchas mientras que Cristina llevaba tacones) me levanté como bostezando y fingiendo que me había cansado de estar sentado y necesitaba estirar las piernas. Ya estaba de pie cuando llegó mi cuñada con los cubiertos y se dispuso a repartirlos por la mesa, inclinándose de nuevo, pero esta vez pude ver sus redondos pechos por completo, rematados por unos pequeños y rosados pezones. La escena se prolongó durante los segundos que Lorena tardó en repartir los tres cubiertos, tiempo suficiente para que mi pene se pusiese duro como una piedra.
Inmediatamente llegó Cristina con la comida, me senté para disimular el enorme paquete que se podía apreciar en mi pantalón. Mi estado de excitación era inmenso, hasta el extremo de que estuve a punto de marchar al baño para masturbarme pensando en los hermosos pechos de mi cuñada, pero pude resistir y poco a poco me calmé. Empezamos a comer y me costaba mucho hablar con mi cuñada, cuando la miraba a los ojos me venía a la mente de nuevo aquel par de tetas. Y de esta manera pasé toda la cena. Una vez acabamos de tomar el café, nos levantamos y empezamos a recoger la mesa. De nuevo, volví a fijarme en el escote de Lorena y pude ver una vez más aquellos deseados pechos.
Cuando habíamos dejado limpio todo aquello, mi cuñada cogió su ropa y volvió al baño. Después de unos minutos salió de nuevo vestida y con la bolsa de deporte en la mano. Nos comentó que se iría ya a casa, pues a la mañana siguiente había quedado temprano con una amiga y quería irse ya a dormir. Me alegré ya que si se iba, todavía podría echar un polvo con mi novia y sinceramente, después del calentón que llevaba encima, lo necesitaba. Pero todo se fue al traste cuando mi novia me dijo que se encontraba bastante cansada y que estaba pensando en acostarse y así yo podría acercar a su hermana a casa en coche. No pude hacer otra cosa que hacerme la idea de que aquella noche no iba a mojar. Mi cuñada comenzó a bajar las escaleras mientras no me despedía de Cristina.
Los cinco minutos que duró el trayecto hasta casa de Lorena fueron infinitos. Seguía pensando en aquellos pechos al descubierto que poco antes había tenido frente a mis ojos y me encontraba incómodo. Por fin llegamos a la puerta de su edificio, le di las buenas noches a mi cuñada, pero ella me pidió un último favor que me dejó inmóvil por unos instantes. Me dijo si podía acompañarla hasta el apartamento porque tenía miedo de encontrarse con alguien en la escalera o en el ascensor. Obviamente no tenía otra opción, bajé del coche y la seguí hasta su portal, abrió y nos metimos en el ascensor que por casualidad se encontraba en la planta baja. Mientras el ascensor subía hasta el sexto piso donde tenía Lorena el apartamento, yo seguía reproduciendo la escena del escote en mi mente. Por mi mente llegó a pasar la idea de abalanzarme sobre ella y comerle cada parte de su escultural cuerpo pero era la hermana de mi novia y debía contenerme.
Una vez arriba abrió la puerta de su apartamento y entramos dentro. Me intenté despedir para irme en ese mismo instante pero Lorena me dijo que ya que le había hecho el favor de acompañarla, lo menos que podía hacer era invitarme a una cerveza antes de marchar. No me dio opción a contestarle ya que rápidamente se marchó por el pasillo. Durante un par de minutos me quedé solo en el salón, luego oí como mi cuñada estaba en la cocina y abría el frigorífico. Pronto hizo su aparición en el salón con dos cervezas en sus manos y de nuevo con el mismo pijama estampado que había llevado puesto durante la cena. Solamente verla así me provocó de nuevo una erección. Me senté en el sofá para disimular el bulto que tenía en mis pantalones. Mi cuñada se sentó justo a mi lado y se inclinó hasta dejar las dos cervezas sobre una pequeña mesa de café, cosa que aproveché para volver a mirar por su escote. Le vi completamente los pechos de la misma forma que ya había hecho anteriormente, pero esta vez su movimiento fue más lento y pude percatarme como sus pezones estaban duros y muy erguidos. Recuperó su posición sobre el sofá y la fina tela de la blusa volvió a pegarse a su cuerpo, dejando ver como sus afilados pezones se marcaban claramente. Esto me hizo sospechar que posiblemente mi cuñada estaba provocándome y sus movimientos para que se abriese el escote fuesen intencionados. Estaba realmente confuso y no sabía como actuar.
Cogí mi cerveza y di un largo trago, luego Lorena se inclinó sobre mi para poder alcanzar el mando del televisor que se encontraba al otro extremo de la mesa. Uno de sus pechos se descargó sobre el dorso de mi mano. Estaba caliente. Ella no se levantaba, hacía gestos como si le costase alcanzar el mando mientras seguía restregando su teta. No pude contenerme ni un segundo más. Mi mano giró hasta colocar la palma sobre su pecho y lentamente empecé a acariciarlo. Lorena quedó inmóvil, supuse que le estaba gustando y seguí con su otro pecho.
Mi cuñada comenzó a retorcerse de placer. A continuación le levanté la blusa dejando al descubierto sus pechos, mientras sus manos desabrochaban apresuradamente mi pantalón. No tardó en coger mi polla y meterla en su boca.
Metí una de mis manos por debajo del pequeño pantalón que llevaba y advertí que ni siquiera llevaba bragas. Le apretaba fuertemente las nalgas mientras ella seguía disfrutando y dándome placer. Sus carnosos labios se deslizaban con una maestría innata sobre mis genitales. El continuo movimiento de su cabellera producía unos excitantes cosquilleos sobre mi vientre.
Mis dedos masajeaban el peludo coño de mi cuñada que de vez en cuando soltaba algún suave gemido. Con delicadeza aparte mi polla de la cara de Lorena y la ayudé a recostarse en el sofá. Abrí sus piernas y mi lengua se introdujo en su vagina mientras la movía a toda velocidad. Ella me sujetaba del pelo mientras me pedía más. Durante un buen rato seguí lamiendo su coño mientras mis dedos lo abrían completamente.
Durante aquella mamada de coño, los pies de Lorena se restregaban sobre mi polla que estaba ya impaciente por practicar la arqueología y explorar las profundidades de mi cuñada. No tardé demasiado en penetrarla. Mientras sus piernas se atenazaban fuertemente a mi por mi espalda. Mi puse de pie, manteniendo a Lorena sobre mis brazos. Mis dientes mordisqueaban uno de sus pezones mientras el otro pecho golpeaba mi cara repetidamente. Llegué con ella encima hasta la cocina. Mis brazos empezaban a flaquear, así que sin sacar mi polla de su interior, la dejé con cuidado sobre la mesa. Mi tumbé sobre ella y nuestras lenguas se entrecruzaron durante un larga espacio de tiempo. Mis manos seguían sobando sus pechos y ella se movía cada vez más rápido y sus gemidos ya tomaban un volumen más que considerable, sin duda estaba a punto de llegar al orgasmo. Yo también estaba a punto de correrme, así que saqué el pene del coño de Lorena. Inmediatamente mi semen se esparció sobre su copiosa mata de vello. Me volví a inclinar sobre ella y le dí otro beso. Ambos estábamos agotados. Lorena se levantó y al verse cubierta de semen optó por darse una ducha. Me invitó a acompañarla. Nos metimos bajo un chorro de agua helada que no fue suficiente para calmar nuestra calentura. Mi cuñada me enjabonó todo el cuerpo, poniendo especial interés en mi pene, que limpió a conciencia. Lo mismo hice yo con su coño. Poco faltó para volver a repetir pero ambos sabíamos que era mejor dejarlo ya. Salimos de la ducha y nos secamos. Recorrimos desnudos el pasillo hasta llegar al salón donde habíamos dejado la ropa. Empecé a vestirme, por supuesto mi cuñada me ayudó a ponerme los boxer y delicadamente metió mi polla que pese a todo seguía erecta. Una vez acabado de vestir nos dirigimos a la puerta. Lorena seguía desnuda.
Un último beso precedió al cierre de su puerta. Cogí el ascensor y me marché. Pese a todo lo sucedido, yo amaba a Cristina. No supe controlar mi instinto. Desde esa noche nunca he vuelto a ir solo a casa de mi cuñada y he evitado situaciones como la que viví aquella noche intentando ver por el escote de Lorena. Me costó mucho volver a tratar con ella con normalidad pero hoy por hoy ya lo he conseguido. Ahora solo arrastro un ligero temor a que llegue el día en el que de nuevo las circunstancias hagan que mi cuñada y yo volvamos a quedarnos solos y que no sea capaz de volver a caer en la tentación.
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