Mi tia no logro su cometido.
Después de aquella tarde me pajeaba varias veces al dia, recordando lo que había pasado. Su cuerpo, sus besos, y de la forma que me había hecho acabar, me resultaban estímulo suficiente para estar al palo todo el dia.
Durante la semana siguiente nuestro primer encuentro, no tuve novedades de ella. Era habitual que arreglara con mi madre para visitarnos el fin de semana y así fue.
Al verla llegar me la comí con la mirada, temeroso que lo de aquella tarde hubiese sido algo pasajero, y que ahora habiendo pensado mejor las cosas no tuviese intenciones de “ser mía” como me había prometido.
El almuerzo pasó como de costumbre. La ansiedad me comía la cabeza.
Mis padres solían aprovechar la tarde de los domingos para ir al cine, y al igual que la semana anterior supiese que ése sería nuestro momento.
Pero no fue así, cuando ellos comentaron de ir al cine, mi tia Marta se mostró encantada de ir con ellos.
Yo sentía que se me caían las lágrimas, ella estaba evitando estar conmigo a solas. Toda mi estrategia de quedarnos a ver la tele se derrumbaba.
Me tomó del brazo, y viendo mi cara de tristeza, me dijo:
“Dale, acompañame, dejamos a los vejetes viendo una de amor y nosotros nos metemos en ésa de las carreras de autos, que me dijeron que está buenísima”
Volví a sonreir. Rapidamente ayudé a levantar la mesa, y nos fuimos los cuatro al shopping.
Al ver la cartelera, entre una película y otra había una hora y media de diferencia. La de mis viejos empezaba antes.
El la discusión de si esperarnos o no, o de si ir a ver los cuatro la misma, mi tía volvió a intervenir.
“Hagan sus cosas, cuando nosotros salimos, nos tomamos un remís, paso por casa, agarro algo de ropa, y mañana me voy a trabajar desde tu casa”, le dijo a mi madre.
Creo que mi excitación era notoria.
Mis padres dudaron un poco, pero terminaron accediendo.
Los acompañamos hasta la entrada del cine, y mi tia y yo, nos fuimos al patio de comidas a hacer tiempo.
Yo no sabía como volver a sacar la conversación.
“Pensé que te habías arrepentido de lo del otro día”, comencé diciendo.
“Para nada, pero por varios motivos, no quiero que esto se transforme en vernos, mentir y coger”
“Como te dije, mi intención es poder llegar a ser tuya, pero para eso también quiero tener tiempo de poder disfrutar de tu compañía”
“No me gustaría estar en la situación de la veterana que se come al pendejo”
“Pero vos me gustás”, le dije casi implorando.
“ Y yo voy a hacer todo lo posible, para gustarte más, pero también quiero que me guste a mi”
Nos quedamos charlando de boludeces, haciendo tiempo. Yo no dejaba de mirarla, y estaba al palo. Inclusive si bien la diferencia de edad era notoria, algunas personas nos miraban como si estuviéramos de tranza.
Habrá sido mi mirada, o se me notaria el bulto, no sé, pero hasta me pareció ver algunas risitas burlonas de algunas mesas.
Nos levantamos y fuimos a nuestro cine. Mientras subía por los escalones hasta encontrar una buena ubicación, dejé clavados mis ojos, en el bonito culo de mi tía, que se mostraba generoso debajo de su falda de jean y que inclusive dejaba ver las marcas producidas por borde de su tanga.
Comenzó la película, y aparado por la oscuridad de la sal, apoyé mi mano sobre sus muslos, ella no dijo nada, y pasó su brazo por debajo del mio, mientras que con su otra mano agarró el brazo a la altura del bíceps.
Nos quedamos en ésa posición tranquilos viendo la película.
Yo no sabía como tocarla. Me moría de ganas de pasarle la manos por debajo de la falda.
Ella dejó caer su mano sobre mi regazo, y sentí que la apoyaba sobre mi verga. Rozó con la palma de su mano mi erección y disimuladamente apretó mi pija, para sentirla parada.
La dejó un rato apoyada, sin dejar de apretarme.
Acercó su boca a mi oido, y susurró
“Después vamos a ver que hacemos con esto”, al mismo tiempo que apretaba fuerte el tronco.
De la película, me aucuerdo poco y nada. Tenía ganas de pedirle que nos fuéramos, pero por otro lado tenía miedo que mis viejos se hubiesen arrepentido y nos esperaran afuera.
Sentí que mis jugos estaban mojando mis calzoncillos, sentí vergüenza que pudieran pasarse al jean. La mano de mi tia, seguía apoyada en mi entrepierna.
Por fin la película terminó. Al levantarme, instintivamente miré mi entrepierna. Una mancha húmeda delataba que me había mojado.
Salimos del shopping en busca de un remis. Mi tia vivia a una 20 cuadras de mi casa.
Llegamos a su departamento.
Al entrar, ni bien cerró la puerta, quise abrazarla y besarla.
Ella me dijo que esperara, y sólo me premió con un profundo beso en la boca.
Esperame.
Yo me quedé parado, como esperando instrucciones. Había estado varias veces en ése departamento, pero para hacer tiempo me detuve a mirar las cosas de la biblioteca.
Fue al baño. Sentí correr el agua. Se estaba dando una ducha.
A los 5 minutos volvió al living apenas envuelta en un kimono azul.
“No tenemos todo el tiempo del mundo ni el que me gustaría darte, pero es mejor que apretarse en un cine”
Se acercó a mí, me abrazó y su boca buscó la mía, metió su lengua.
Yo por fin pude meter mi mano por debajo del borde del kimono, palpé el interior de sus muslos, su piel todavía estaba húmeda, subí por su entrepierna, acerque mi mano a su sexo, y noté que no tenía puesta la bombacha.
Al acaricirle la vulva, sus beso se transformaron en pequeños mordiscos, mis dedos buscaron abrir sus labios, sentí toda la humedad y un juguito viscoso que se pegaba a mis dedos.
Al igual que la otra vez, retiré mis dedos y me los llevé a la boca. Su sabor era exquisito.
Mi tía me sacó a los tirones mi remera, como pude me desabroché los pantalones, zapatillas, calzoncillos, todo quedó tirado en el living.
Ella se había sacado el kimono, y ahora estábamos los dos abrazados, comiéndonos a besos
en el medio del living.
Me pidió que me sentara en uno de los sillones. Se montó sobre mis piernas, de forma tal que sus tetas quedaron a merced de mi boca. Su culo se frotaba contra mi verga, y en tantas subidas y bajadas parecía que la iba a penetrar en cualquier momento.
Ella manejaba los movimientos de forma tal de jugar con mi verga, sin tocarla, la hacía resbalar por su concha o por su cola, a su antojo. Cada tanto bajaba su boca par besar la mía y de esa forma desplazaba mi verga hacia delante, se deslizaba por los labios de su concha, y volvia a incorporarse para que pasara hacía atrás y quedara frotándole la raya de su cola.
“Mucho más no vamos a aguantar así” dijo.
Me beso, en la boca. “Esperá un segundo”
Fue hasta la biblioteca y de entre los cajones sacó un forro. Me extrañó que tuviera forros, pero estaba muy caliente como para preguntar.
Volvió a montarse. Separo apenas su cuerpo y dejó a la vista toda mi pija que a esta altura, ya había largado una buena cantidad de jugos.
Me colocó el forro con maestría. De un solo movimiento lo llevó hasta el fondo.
Volvío con su juego de balancearse sobre mi pija, sólo que esta vez, a la tercera o cuarta pasada, arqueó la cadera, y la cabeza quedó colocada entre sus labios, no volteó hacía atrás sino que lentamente bajo su cuerpo sobre mi verga.
Podía disfrutar la sensación de penetrarla, ella con un ritmo lento me hacía disfrutar de la sensación de sentir abrirse sus pliegues.
Cuando la tuvo toda adentro, se quedó quieta, buscó mi cara, me regaló una sonrisa y me besó apasionadamente.
Escuché sus gemidos, y un susurro delicioso
“Ahora me tenés toda para vos”
Como si el soltar aquellas palabras la hubiese motivado, comenzó a subir y bajar de mi pija, con fuerza, con ganas, sentía sus nalgas rebotar contra mis muslos.
Gotas de sudor comenzaron a surcarle las tetas. Pequeñas perlas bañaron su cuerpo.
Yo no aguantaba más. Pegué mi cara a sus tetas, la abracé lo más fuerte que pude, y solté toda mi leche en su interior, sentí que gritaba y que se aferraba a mi espalda. El olor de nuestros cuerpos llenó el ambiente.
Nos quedamos en ésa posición un rato más. Ninguno de los dos quería separarse.
El teléfono nos sacó del trance. Era mi mamá que quería saber si ya habíamos llegado.
Mi tía le explicó que se había demorado eligiendo sus cosas, pero que en unos minutos salíamos para allá. Corto.
Creo que lo dos queríamos más.
Me quité el forro, y juntos nos fuimos a la ducha.
La consigna fue no mojarse el pelo.
Disfruté de los último minutos de su cuerpo.
Antes de abrir la puerta para irnos, nos dimos un beso apasionado.
“Guardá tus ganas para mi, y si alguna vez te cansás de ésta vieja chota, decimelo, no me mientas, sólo decímelo” “Me dás tu palabra?”
Se me hizo un nudo en la garganta, sentía que me estaba enamorando de mi tia.
Lo que ella no sabía es que aquella tarde me había devirgado, pero no sólo sexualmente sino que había desvirgado mi corazón y que por primera vez me sentía capaz de dárselo a una mujer.
“Palabra”, le dije.
Después de aquella tarde me pajeaba varias veces al dia, recordando lo que había pasado. Su cuerpo, sus besos, y de la forma que me había hecho acabar, me resultaban estímulo suficiente para estar al palo todo el dia.
Durante la semana siguiente nuestro primer encuentro, no tuve novedades de ella. Era habitual que arreglara con mi madre para visitarnos el fin de semana y así fue.
Al verla llegar me la comí con la mirada, temeroso que lo de aquella tarde hubiese sido algo pasajero, y que ahora habiendo pensado mejor las cosas no tuviese intenciones de “ser mía” como me había prometido.
El almuerzo pasó como de costumbre. La ansiedad me comía la cabeza.
Mis padres solían aprovechar la tarde de los domingos para ir al cine, y al igual que la semana anterior supiese que ése sería nuestro momento.
Pero no fue así, cuando ellos comentaron de ir al cine, mi tia Marta se mostró encantada de ir con ellos.
Yo sentía que se me caían las lágrimas, ella estaba evitando estar conmigo a solas. Toda mi estrategia de quedarnos a ver la tele se derrumbaba.
Me tomó del brazo, y viendo mi cara de tristeza, me dijo:
“Dale, acompañame, dejamos a los vejetes viendo una de amor y nosotros nos metemos en ésa de las carreras de autos, que me dijeron que está buenísima”
Volví a sonreir. Rapidamente ayudé a levantar la mesa, y nos fuimos los cuatro al shopping.
Al ver la cartelera, entre una película y otra había una hora y media de diferencia. La de mis viejos empezaba antes.
El la discusión de si esperarnos o no, o de si ir a ver los cuatro la misma, mi tía volvió a intervenir.
“Hagan sus cosas, cuando nosotros salimos, nos tomamos un remís, paso por casa, agarro algo de ropa, y mañana me voy a trabajar desde tu casa”, le dijo a mi madre.
Creo que mi excitación era notoria.
Mis padres dudaron un poco, pero terminaron accediendo.
Los acompañamos hasta la entrada del cine, y mi tia y yo, nos fuimos al patio de comidas a hacer tiempo.
Yo no sabía como volver a sacar la conversación.
“Pensé que te habías arrepentido de lo del otro día”, comencé diciendo.
“Para nada, pero por varios motivos, no quiero que esto se transforme en vernos, mentir y coger”
“Como te dije, mi intención es poder llegar a ser tuya, pero para eso también quiero tener tiempo de poder disfrutar de tu compañía”
“No me gustaría estar en la situación de la veterana que se come al pendejo”
“Pero vos me gustás”, le dije casi implorando.
“ Y yo voy a hacer todo lo posible, para gustarte más, pero también quiero que me guste a mi”
Nos quedamos charlando de boludeces, haciendo tiempo. Yo no dejaba de mirarla, y estaba al palo. Inclusive si bien la diferencia de edad era notoria, algunas personas nos miraban como si estuviéramos de tranza.
Habrá sido mi mirada, o se me notaria el bulto, no sé, pero hasta me pareció ver algunas risitas burlonas de algunas mesas.
Nos levantamos y fuimos a nuestro cine. Mientras subía por los escalones hasta encontrar una buena ubicación, dejé clavados mis ojos, en el bonito culo de mi tía, que se mostraba generoso debajo de su falda de jean y que inclusive dejaba ver las marcas producidas por borde de su tanga.
Comenzó la película, y aparado por la oscuridad de la sal, apoyé mi mano sobre sus muslos, ella no dijo nada, y pasó su brazo por debajo del mio, mientras que con su otra mano agarró el brazo a la altura del bíceps.
Nos quedamos en ésa posición tranquilos viendo la película.
Yo no sabía como tocarla. Me moría de ganas de pasarle la manos por debajo de la falda.
Ella dejó caer su mano sobre mi regazo, y sentí que la apoyaba sobre mi verga. Rozó con la palma de su mano mi erección y disimuladamente apretó mi pija, para sentirla parada.
La dejó un rato apoyada, sin dejar de apretarme.
Acercó su boca a mi oido, y susurró
“Después vamos a ver que hacemos con esto”, al mismo tiempo que apretaba fuerte el tronco.
De la película, me aucuerdo poco y nada. Tenía ganas de pedirle que nos fuéramos, pero por otro lado tenía miedo que mis viejos se hubiesen arrepentido y nos esperaran afuera.
Sentí que mis jugos estaban mojando mis calzoncillos, sentí vergüenza que pudieran pasarse al jean. La mano de mi tia, seguía apoyada en mi entrepierna.
Por fin la película terminó. Al levantarme, instintivamente miré mi entrepierna. Una mancha húmeda delataba que me había mojado.
Salimos del shopping en busca de un remis. Mi tia vivia a una 20 cuadras de mi casa.
Llegamos a su departamento.
Al entrar, ni bien cerró la puerta, quise abrazarla y besarla.
Ella me dijo que esperara, y sólo me premió con un profundo beso en la boca.
Esperame.
Yo me quedé parado, como esperando instrucciones. Había estado varias veces en ése departamento, pero para hacer tiempo me detuve a mirar las cosas de la biblioteca.
Fue al baño. Sentí correr el agua. Se estaba dando una ducha.
A los 5 minutos volvió al living apenas envuelta en un kimono azul.
“No tenemos todo el tiempo del mundo ni el que me gustaría darte, pero es mejor que apretarse en un cine”
Se acercó a mí, me abrazó y su boca buscó la mía, metió su lengua.
Yo por fin pude meter mi mano por debajo del borde del kimono, palpé el interior de sus muslos, su piel todavía estaba húmeda, subí por su entrepierna, acerque mi mano a su sexo, y noté que no tenía puesta la bombacha.
Al acaricirle la vulva, sus beso se transformaron en pequeños mordiscos, mis dedos buscaron abrir sus labios, sentí toda la humedad y un juguito viscoso que se pegaba a mis dedos.
Al igual que la otra vez, retiré mis dedos y me los llevé a la boca. Su sabor era exquisito.
Mi tía me sacó a los tirones mi remera, como pude me desabroché los pantalones, zapatillas, calzoncillos, todo quedó tirado en el living.
Ella se había sacado el kimono, y ahora estábamos los dos abrazados, comiéndonos a besos
en el medio del living.
Me pidió que me sentara en uno de los sillones. Se montó sobre mis piernas, de forma tal que sus tetas quedaron a merced de mi boca. Su culo se frotaba contra mi verga, y en tantas subidas y bajadas parecía que la iba a penetrar en cualquier momento.
Ella manejaba los movimientos de forma tal de jugar con mi verga, sin tocarla, la hacía resbalar por su concha o por su cola, a su antojo. Cada tanto bajaba su boca par besar la mía y de esa forma desplazaba mi verga hacia delante, se deslizaba por los labios de su concha, y volvia a incorporarse para que pasara hacía atrás y quedara frotándole la raya de su cola.
“Mucho más no vamos a aguantar así” dijo.
Me beso, en la boca. “Esperá un segundo”
Fue hasta la biblioteca y de entre los cajones sacó un forro. Me extrañó que tuviera forros, pero estaba muy caliente como para preguntar.
Volvió a montarse. Separo apenas su cuerpo y dejó a la vista toda mi pija que a esta altura, ya había largado una buena cantidad de jugos.
Me colocó el forro con maestría. De un solo movimiento lo llevó hasta el fondo.
Volvío con su juego de balancearse sobre mi pija, sólo que esta vez, a la tercera o cuarta pasada, arqueó la cadera, y la cabeza quedó colocada entre sus labios, no volteó hacía atrás sino que lentamente bajo su cuerpo sobre mi verga.
Podía disfrutar la sensación de penetrarla, ella con un ritmo lento me hacía disfrutar de la sensación de sentir abrirse sus pliegues.
Cuando la tuvo toda adentro, se quedó quieta, buscó mi cara, me regaló una sonrisa y me besó apasionadamente.
Escuché sus gemidos, y un susurro delicioso
“Ahora me tenés toda para vos”
Como si el soltar aquellas palabras la hubiese motivado, comenzó a subir y bajar de mi pija, con fuerza, con ganas, sentía sus nalgas rebotar contra mis muslos.
Gotas de sudor comenzaron a surcarle las tetas. Pequeñas perlas bañaron su cuerpo.
Yo no aguantaba más. Pegué mi cara a sus tetas, la abracé lo más fuerte que pude, y solté toda mi leche en su interior, sentí que gritaba y que se aferraba a mi espalda. El olor de nuestros cuerpos llenó el ambiente.
Nos quedamos en ésa posición un rato más. Ninguno de los dos quería separarse.
El teléfono nos sacó del trance. Era mi mamá que quería saber si ya habíamos llegado.
Mi tía le explicó que se había demorado eligiendo sus cosas, pero que en unos minutos salíamos para allá. Corto.
Creo que lo dos queríamos más.
Me quité el forro, y juntos nos fuimos a la ducha.
La consigna fue no mojarse el pelo.
Disfruté de los último minutos de su cuerpo.
Antes de abrir la puerta para irnos, nos dimos un beso apasionado.
“Guardá tus ganas para mi, y si alguna vez te cansás de ésta vieja chota, decimelo, no me mientas, sólo decímelo” “Me dás tu palabra?”
Se me hizo un nudo en la garganta, sentía que me estaba enamorando de mi tia.
Lo que ella no sabía es que aquella tarde me había devirgado, pero no sólo sexualmente sino que había desvirgado mi corazón y que por primera vez me sentía capaz de dárselo a una mujer.
“Palabra”, le dije.
12 comentarios - Mi tia siempre jugó conmigo "2"
BUEN RELATO, GRACIAS POR COMPARTIR
m gusto, te van mis 10 points del dia
Saludos!!! 😀
grazz 🆒