Meneando su lindo culito
Cuando uno acaba una carrera de filología hispánica tiene bastante claro que el mercado laboral no está a la puerta esperando para ofrecerle una oportunidad. Ese era mi caso y tampoco me lo tomaba demasiado a pecho. Preparar oposiciones para ser profesor era el paso natural en estos casos y eso es lo que hice, con santa resignación. Ayudaba a mi padre en su trabajo por las mañanas y estudiaba (más o menos) por las tardes, hasta que llegó el día de las oposiciones.
Aquel día me levanté, desayuné y me fui para allá. Como éramos tropecientosmil para hacer el examen nos habían dividido en distintos grupos según el apellido. Busqué la aula de la M y cuando llegué me encontré con Rocio M.
A Rocio la había conocido en el instituto, y era una chica un poco contradictoria. No es que fuera rara, al contrario, tendía más bien a pasar desapercibida, pero había algunas cosas en ella que no encajaban. Para empezar, era andaluza, pero no era nada graciosa. Entendedme, no es que fuera aburrida, ni que no tuviera sentido del humor. Simplemente es que el gracejo y la simpatía andaluza brillaban por su ausencia.
Lo suyo era más bien el comentario irónico y con un poco de mala leche. Era muy inteligente, o por lo menos los estudios los í dominados con aparente poco esfuerzo. Sabía quien era Dostoievski, sabía hacer raíces cuadradas sin calculadora… pero cuando te acercabas a su mesa pensando que era una niña buena, te encontrabas dibujos sobre los Sex Pistols. Jugaba brutalmente bien al baloncesto. Y estaba muy buena, ya en aquella época.
Esto último no lo hubieras dicho a primera vista. El lugar donde vivo es bastante frío, y las chicas no suelen lucir palmito, y desde luego no lo hacía Rocio, que como he dicho solía ser bastante discreta. Pero el primer día en la clase de gimnasia, cuando hacíamos los equipos para un partidillo de baloncesto, pensé que no estaba nada mal, y cuando comenzó a moverse decidí que, aunque las tías buenas oficiales de la clase eran otras, Rocio estaba como un tren. Desde entonces, lunes y miércoles, los días que teníamos gimnasia, volver a casa y hacerse una paja pensando en Rocío se convirtió casi en una tradición.
Esto es lo que recordaba de Rocio. Al comenzar el segundo año que ella estaba en el instituto su familia volvió a Andalucía y no la había visto hasta aquel día. La verdad es que me alegró la mañana, porque la perspectiva de un examen como aquel me hacía bien poca gracia. No había cambiado nada, o eso me pareció. Me acerqué a ella y le dije:
- Vaya, Rocio, parece que la hija prodiga vuelve a casa. - Es lo que tiene el proletariado intelectual, tenemos que buscar trabajo donde lo ofrecen. - Pues yo no me haría demasiadas ilusiones.
Nos dimos dos besos, pero ya iba a empezar el examen y tuvimos que entrar en clase. Solo tuve tiempo para comprobar que aquel culito que tanto me ponía en el instituto seguía bien puesto. Mi polla se mostró de acuerdo y dio un tirón en los pantalones, pero por mucho que me gustara el culo de Rocio, había que concentrarse en el examen. Mi futuro dependía de ello.
Llevábamos un rato de examen y yo casi había olvidado que Rocio estaba en el pupitre de al lado, hasta que se le cayó el boli y se agachó a recogerlo. Volví la vista y solo de mirarla se veía que la cosa no iba bien, que no sabía por donde coger la pregunta del examen. Me dio un poco de lástima. Y en ese momento entró otro profesor para ver si todo iba bien, y se puso a hablar con el que nos vigilaba. No se que pasó por mi cabeza, pero aprovechando el despiste, le pasé el esquema que había hecho para contestar el examen. Ella me miró y me dio las gracias sin decir nada, comenzó a escribir. Continuamos haciendo el examen sin ni siquiera mirarnos.
Acabé uno de los últimos el examen, y después de comentarlo con la gente me fui a coger el coche para volver a casa. Cuando estaba a punto de entrar me vi venir a Rocio. La verdad es que estaba bastante orgulloso de lo que había hecho. Ayudarla en el examen era como devolverle el favor por todas las bonitas pajas que me habían proporcionado aquellos partidos de baloncesto. Así que le puse mi mejor cara y esperé a que dijera algo: - La verdad es que no se como agradecerte lo de antes.
- Pues no lo hagas, es gratis. Mi buena acción del día…
Sonrío un poco, y nos quedamos como dos imbéciles sin decir nada. Yo tenía las llaves del coche en la mano, así que por decir algo le dije:
- ¿Quieres que te acerque a algún sitio? - Bueno, no quiero abusar, pero la verdad es que me vendría bien. - ¿Donde vives? - Estoy estos días en casa de una tía mía. Iba a llamarla, pero así no la molesto. Si te viene de paso claro.
Ni que decir tiene que donde me dijo que vivía estaba a la otra punta de la ciudad de donde yo vivo. Y ni que decir tiene que le dije que me venía perfectamente de paso. Puestos a ser unos caballeros, lo seríamos hasta el final.
Durante el viaje no hablamos mucho. Yo nunca he tenido mucha facilidad de palabra y ella parecía pensativa. Simplemente me limitaba a echar miradas de reojo, porque vete a saber cuando la volvería a ver. Notaba que la polla comenzaba a reaccionar ligeramente, nada que no pudiera controlar (Rocio, como de costumbre, iba muy recatada), pero pensé que era mejor apartar la vista y hacer como si yo también estuviera pensando en algo. En realidad tenía la mente en blanco, o eso intentaba.
Llegamos a un semáforo cerca de su casa, y por hacer algo me puse a silbar y a mirar a la chica del coche de al lado. Entonces noté la mano de Rocio en la cremallera de mi pantalón. Empezó a sacarme la polla, que ahora ya crecía a ojos vista, y me levantó un poco el brazo que yo tenia en el volante para poder meter su cabeza entre mis piernas, mientras me decía:
- ¿Me permites? Será solo un momento.
Yo estaba flipado. Rocio nunca había dado esa imagen, así que me costó hacerme a la idea que aquella chica que yo conocía me estuviera haciendo una mamada en un semáforo. Pero, allí estaba, y mi polla aceptó la cosa con más naturalidad que yo. En unos momentos, la tenía toda tiesa, mientras Rocío comenzaba a comérmela.
Mentiría si dijera que Rocio era una gran mamadora, y encima el tamaño de mi miembro, modestia aparte, no es apto para aficionadas. Pero joder, ¡que voluntad le ponía! Yo tenía mi mano sobre su pelo mientras ella subía y bajaba, metiéndosela todo lo dentro que podía. Joder, aquello era mejor que todo lo que yo le había hecho en sueños a Rocio en tiempos del instituto. Y encima era real. Yo tenía los ojos cerrados, cuando el coche de detrás empezó a pitar.
El semáforo estaba en verde, estábamos en hora punta y un montón de coches esperaban que arrancara, así que metí la primera como pude y arranqué mientras Rocio aumentaba aún el ritmo. No llegué a meter la segunda antes de correrme en su boca. Ella casi se atraganta con todo lo que le metí en la boca, y comenzó a toser. La verdad es que tenia una cara muy divertida, así que le dije:
- Rocio, deberías beber menos - Que idiota que eres, me contestó medio riendo. Ahora estamos en paz ¿no? - Más o menos - Vivo ahí delante.
Yo me había vuelto a poner la polla dentro de los pantalones como había podido, y comenzaba a conducir más o menos con normalidad, pero maldita la gracia que me hacía dejar a Rocio en aquel momento. Cuando llegamos al edificio que me había indicado, me miró con una media sonrisa y me dijo: - Yo te invitaría a subir, pero no creo que a mi tía le gustara ver las cosas que te iba a hacer.
Aquello cada vez era más frustrante. Cinco minutos antes hubiera dado mi vida por una mamada de Rocio, pero ahora aquello ahora me sabía a poco, y Rocio parecía disfrutar poniéndome aún más caliente. Miré hacia delante para no ver a Rocio y entonces supongo que se me cruzaron los cables. Vi la entrada de un Parking subterráneo en ese mismo edificio, puse la primera y entré en el parking.
Rocio no dijo nada, pero yo ya ni la miraba. Cogí el ticket, bajé un par de plantas y aparqué. En aquel momento me di cuenta de lo que había hecho, pero había que apechugar con lo hecho, así que le dije:
- Bien, ahora puedes irte con tu tía o quedarte aquí a hacer cosas conmigo. Tú eliges.
La cara de felicidad que puso Rocio no se me olvidará en la vida. Se puso encima de mí, con el culo sobre el volante, y me metió la lengua hasta la garganta, sin decir nada. En aquella posición, mis manos se fueron sin pensarlo a por su culo, aquel culo que tanto me gustaba y que ahora podía sobar a manos llenas. Ella llevaba unos pantalones azules de esos desgastados, que yo debí desgastar más de sobarlos tanto y tan fuerte, mientras ella seguía marreándome y al mismo tiempo me sacaba la polla. Separó un momento su boca de la mía y me dijo casi sin aliento:
- Creo que llevas demasiada ropa, y comenzó a sacarme la camiseta.
Yo estaba tan caliente que aproveché que ella se había levantado un poco y eché la cara hacia adelante, sin soltar su culo, y comencé a comerle las tetas, mordiéndolas a través del suéter que llevaba. “que bruto eres, espera”, me dijo, y se quitó el suéter. Otra sorpresa: sostén negro, bien bonito.
Lástima que durara tan poco, porque después de sobarle bien el culo yo tenía un hambre de tetas que no me aguantaba. Y más después de comprobar algo que ya sospechaba: que la delantera de Rocio estaba a la altura de su esplendido trasero. Sus tetas no eran exageradamente grandes, pero tiesas y con unos pezones oscuritos, estaban bien ricas.
Con el banquete que me estaba dando a costa de Rocio, bien estaba que hiciera yo algo por ella. Comencé por desabrocharle los vaqueros, mientras mi boca iba de una teta a la otra. Luego metí la mano dentro de su pantalón y comprobé que estaba muy mojada. La inteligente Rocio estaba bien cachonda, y eso me gustaba. Quería comerle el coño y hacerla gritar de placer, aunque solo fuera para compensarla por su mamada, por su culo, por sus tetas.
Como en aquella posición era imposible, le dije a Rocio que fuéramos al asiento de atrás. Salimos del coche medio desnudos, debíamos tener una pinta bastante cómica (si había alguna cámara de seguridad, el vigilante se debería descojonar), pero nos daba igual. Abrí la puerta de atrás y metí a Rocio. Yo me quedé fuera, ella se echó en el asiento y yo estiré de sus pantalones hasta quitárselos. Ahora Rocio estaba cachonda y desnuda, dos cosas que siempre me habían hecho mucha ilusión.
Me arrodillé, aún fuera del coche, y metí la cabeza entre sus piernas, mientras ella sentada en el asiento pero con las piernas encima de mis hombros, se dejaba ir y comenzaba a gemir. Si Rocio no era una gran mamadora pero me había hecho la mejor mamada de mi vida, yo estaba en el mismo caso. Nunca me había gustado demasiado comer coños, pero aquella vez le puse toda la voluntad del mundo. Y parece que funcionó, porque de unos pocos gemidos Rocio pasó, en pocos minutos, a correrse en mi cara entre gritos nada discretos.
Entonces tuve uno de los pocos momentos de lucidez en la última media hora: estaba en un parking público, medio desnudo, comiéndole el coño a una chica (encantadora, eso sí) y con la polla toda tiesa entre mis manos (mientras se lo comía, no había dejado de masturbarme). Pero que mas daba! Además, bien mirado, follármela lo que se dice follármela, aún no me la había follado. Y no pensaba salir de allí sin hacerlo, así que sin perder tiempo entré en el coche, me eché sobre ella y se la metí hasta el fondo, mientras ella me decía al oído:
- Me encanta tu polla. - Pues aprovecha, porque vas a tener polla hasta que te canses, le dije.
Comencé un metisaca frenético, mientras ella cerraba sus piernas tras de mi. Pero la verdad es que aquella posición estaba bien, daba gustito, pero no era la mejor. Yo estaba sobre ella, pero apenas podía ver nada de ella, y quería verle la cara mientras la follaba, así que como pudimos cambiamos de posición. Me senté y ella se empaló sobre mí, y comenzó a cabalgarme. Aquella posición sí que molaba. En ella tenía sus tetas al alcance de mi boca, y mis manos se llenaban de su culo. Ella tampoco parecía pasarlo mal, porque gritaba y sudaba como una loca “siiiiiiiii, fóllame más, más, más. Hasta el fondo, por favor”.
Yo estaba a punto de correrme, pero quería probar todavía una última posición. La giré hacia adelante, mirando hacia la parte delantera del coche, aguantándose en los respaldos de los dos asientos delanteros, me quedé un momento mirando el esplendido panorama, antes de empuñar mi polla y metérsela en su coñito por detrás, hasta el fondo. Sabía que estaba cerca del final así que me dispuse a disfrutar al máximo.
Cogí sus tetas con las dos manos y comencé a follármela tan fuerte como pude, dándole unos empujones que parecía que la quisiera traspasar. Ella llevaba con mi polla metida en su coño, en una u otra postura, un buen rato, y ni se las veces que se había corrido, pero parecía disfrutar como el primer minuto. Cuando ya no pude más, me salí de ella, subí como pude al asiento trasero, mientras ella se arrodillaba delante de mí, de manera que su cara quedó justo delante de mi polla.
Llegó justo a tiempo, porque me corrí casi enseguida, llenándole la cara de semen. En ese momento me di cuenta de lo cansado que estaba, porque las piernas me temblaron. Había follado como nunca en mi vida, pero un pedazo de hembra como Rocio bien lo merecía.
Nos vestimos y salimos del parking (se empeñó en pagar ella). Cuando salía del coche le pregunté si nos volveríamos a ver y me dijo: - Mañana me voy a Sevilla, pero si he aprobado este examen volveré dentro de 15 días para el segundo examen.
- Rezaré por tus notas, le dije. - Yo también, no creas. Además, aún te queda un agujerito mío por descubrir, me dijo sonriendo. Y se fue, meneando su lindo culito.
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Cuando uno acaba una carrera de filología hispánica tiene bastante claro que el mercado laboral no está a la puerta esperando para ofrecerle una oportunidad. Ese era mi caso y tampoco me lo tomaba demasiado a pecho. Preparar oposiciones para ser profesor era el paso natural en estos casos y eso es lo que hice, con santa resignación. Ayudaba a mi padre en su trabajo por las mañanas y estudiaba (más o menos) por las tardes, hasta que llegó el día de las oposiciones.
Aquel día me levanté, desayuné y me fui para allá. Como éramos tropecientosmil para hacer el examen nos habían dividido en distintos grupos según el apellido. Busqué la aula de la M y cuando llegué me encontré con Rocio M.
A Rocio la había conocido en el instituto, y era una chica un poco contradictoria. No es que fuera rara, al contrario, tendía más bien a pasar desapercibida, pero había algunas cosas en ella que no encajaban. Para empezar, era andaluza, pero no era nada graciosa. Entendedme, no es que fuera aburrida, ni que no tuviera sentido del humor. Simplemente es que el gracejo y la simpatía andaluza brillaban por su ausencia.
Lo suyo era más bien el comentario irónico y con un poco de mala leche. Era muy inteligente, o por lo menos los estudios los í dominados con aparente poco esfuerzo. Sabía quien era Dostoievski, sabía hacer raíces cuadradas sin calculadora… pero cuando te acercabas a su mesa pensando que era una niña buena, te encontrabas dibujos sobre los Sex Pistols. Jugaba brutalmente bien al baloncesto. Y estaba muy buena, ya en aquella época.
Esto último no lo hubieras dicho a primera vista. El lugar donde vivo es bastante frío, y las chicas no suelen lucir palmito, y desde luego no lo hacía Rocio, que como he dicho solía ser bastante discreta. Pero el primer día en la clase de gimnasia, cuando hacíamos los equipos para un partidillo de baloncesto, pensé que no estaba nada mal, y cuando comenzó a moverse decidí que, aunque las tías buenas oficiales de la clase eran otras, Rocio estaba como un tren. Desde entonces, lunes y miércoles, los días que teníamos gimnasia, volver a casa y hacerse una paja pensando en Rocío se convirtió casi en una tradición.
Esto es lo que recordaba de Rocio. Al comenzar el segundo año que ella estaba en el instituto su familia volvió a Andalucía y no la había visto hasta aquel día. La verdad es que me alegró la mañana, porque la perspectiva de un examen como aquel me hacía bien poca gracia. No había cambiado nada, o eso me pareció. Me acerqué a ella y le dije:
- Vaya, Rocio, parece que la hija prodiga vuelve a casa. - Es lo que tiene el proletariado intelectual, tenemos que buscar trabajo donde lo ofrecen. - Pues yo no me haría demasiadas ilusiones.
Nos dimos dos besos, pero ya iba a empezar el examen y tuvimos que entrar en clase. Solo tuve tiempo para comprobar que aquel culito que tanto me ponía en el instituto seguía bien puesto. Mi polla se mostró de acuerdo y dio un tirón en los pantalones, pero por mucho que me gustara el culo de Rocio, había que concentrarse en el examen. Mi futuro dependía de ello.
Llevábamos un rato de examen y yo casi había olvidado que Rocio estaba en el pupitre de al lado, hasta que se le cayó el boli y se agachó a recogerlo. Volví la vista y solo de mirarla se veía que la cosa no iba bien, que no sabía por donde coger la pregunta del examen. Me dio un poco de lástima. Y en ese momento entró otro profesor para ver si todo iba bien, y se puso a hablar con el que nos vigilaba. No se que pasó por mi cabeza, pero aprovechando el despiste, le pasé el esquema que había hecho para contestar el examen. Ella me miró y me dio las gracias sin decir nada, comenzó a escribir. Continuamos haciendo el examen sin ni siquiera mirarnos.
Acabé uno de los últimos el examen, y después de comentarlo con la gente me fui a coger el coche para volver a casa. Cuando estaba a punto de entrar me vi venir a Rocio. La verdad es que estaba bastante orgulloso de lo que había hecho. Ayudarla en el examen era como devolverle el favor por todas las bonitas pajas que me habían proporcionado aquellos partidos de baloncesto. Así que le puse mi mejor cara y esperé a que dijera algo: - La verdad es que no se como agradecerte lo de antes.
- Pues no lo hagas, es gratis. Mi buena acción del día…
Sonrío un poco, y nos quedamos como dos imbéciles sin decir nada. Yo tenía las llaves del coche en la mano, así que por decir algo le dije:
- ¿Quieres que te acerque a algún sitio? - Bueno, no quiero abusar, pero la verdad es que me vendría bien. - ¿Donde vives? - Estoy estos días en casa de una tía mía. Iba a llamarla, pero así no la molesto. Si te viene de paso claro.
Ni que decir tiene que donde me dijo que vivía estaba a la otra punta de la ciudad de donde yo vivo. Y ni que decir tiene que le dije que me venía perfectamente de paso. Puestos a ser unos caballeros, lo seríamos hasta el final.
Durante el viaje no hablamos mucho. Yo nunca he tenido mucha facilidad de palabra y ella parecía pensativa. Simplemente me limitaba a echar miradas de reojo, porque vete a saber cuando la volvería a ver. Notaba que la polla comenzaba a reaccionar ligeramente, nada que no pudiera controlar (Rocio, como de costumbre, iba muy recatada), pero pensé que era mejor apartar la vista y hacer como si yo también estuviera pensando en algo. En realidad tenía la mente en blanco, o eso intentaba.
Llegamos a un semáforo cerca de su casa, y por hacer algo me puse a silbar y a mirar a la chica del coche de al lado. Entonces noté la mano de Rocio en la cremallera de mi pantalón. Empezó a sacarme la polla, que ahora ya crecía a ojos vista, y me levantó un poco el brazo que yo tenia en el volante para poder meter su cabeza entre mis piernas, mientras me decía:
- ¿Me permites? Será solo un momento.
Yo estaba flipado. Rocio nunca había dado esa imagen, así que me costó hacerme a la idea que aquella chica que yo conocía me estuviera haciendo una mamada en un semáforo. Pero, allí estaba, y mi polla aceptó la cosa con más naturalidad que yo. En unos momentos, la tenía toda tiesa, mientras Rocío comenzaba a comérmela.
Mentiría si dijera que Rocio era una gran mamadora, y encima el tamaño de mi miembro, modestia aparte, no es apto para aficionadas. Pero joder, ¡que voluntad le ponía! Yo tenía mi mano sobre su pelo mientras ella subía y bajaba, metiéndosela todo lo dentro que podía. Joder, aquello era mejor que todo lo que yo le había hecho en sueños a Rocio en tiempos del instituto. Y encima era real. Yo tenía los ojos cerrados, cuando el coche de detrás empezó a pitar.
El semáforo estaba en verde, estábamos en hora punta y un montón de coches esperaban que arrancara, así que metí la primera como pude y arranqué mientras Rocio aumentaba aún el ritmo. No llegué a meter la segunda antes de correrme en su boca. Ella casi se atraganta con todo lo que le metí en la boca, y comenzó a toser. La verdad es que tenia una cara muy divertida, así que le dije:
- Rocio, deberías beber menos - Que idiota que eres, me contestó medio riendo. Ahora estamos en paz ¿no? - Más o menos - Vivo ahí delante.
Yo me había vuelto a poner la polla dentro de los pantalones como había podido, y comenzaba a conducir más o menos con normalidad, pero maldita la gracia que me hacía dejar a Rocio en aquel momento. Cuando llegamos al edificio que me había indicado, me miró con una media sonrisa y me dijo: - Yo te invitaría a subir, pero no creo que a mi tía le gustara ver las cosas que te iba a hacer.
Aquello cada vez era más frustrante. Cinco minutos antes hubiera dado mi vida por una mamada de Rocio, pero ahora aquello ahora me sabía a poco, y Rocio parecía disfrutar poniéndome aún más caliente. Miré hacia delante para no ver a Rocio y entonces supongo que se me cruzaron los cables. Vi la entrada de un Parking subterráneo en ese mismo edificio, puse la primera y entré en el parking.
Rocio no dijo nada, pero yo ya ni la miraba. Cogí el ticket, bajé un par de plantas y aparqué. En aquel momento me di cuenta de lo que había hecho, pero había que apechugar con lo hecho, así que le dije:
- Bien, ahora puedes irte con tu tía o quedarte aquí a hacer cosas conmigo. Tú eliges.
La cara de felicidad que puso Rocio no se me olvidará en la vida. Se puso encima de mí, con el culo sobre el volante, y me metió la lengua hasta la garganta, sin decir nada. En aquella posición, mis manos se fueron sin pensarlo a por su culo, aquel culo que tanto me gustaba y que ahora podía sobar a manos llenas. Ella llevaba unos pantalones azules de esos desgastados, que yo debí desgastar más de sobarlos tanto y tan fuerte, mientras ella seguía marreándome y al mismo tiempo me sacaba la polla. Separó un momento su boca de la mía y me dijo casi sin aliento:
- Creo que llevas demasiada ropa, y comenzó a sacarme la camiseta.
Yo estaba tan caliente que aproveché que ella se había levantado un poco y eché la cara hacia adelante, sin soltar su culo, y comencé a comerle las tetas, mordiéndolas a través del suéter que llevaba. “que bruto eres, espera”, me dijo, y se quitó el suéter. Otra sorpresa: sostén negro, bien bonito.
Lástima que durara tan poco, porque después de sobarle bien el culo yo tenía un hambre de tetas que no me aguantaba. Y más después de comprobar algo que ya sospechaba: que la delantera de Rocio estaba a la altura de su esplendido trasero. Sus tetas no eran exageradamente grandes, pero tiesas y con unos pezones oscuritos, estaban bien ricas.
Con el banquete que me estaba dando a costa de Rocio, bien estaba que hiciera yo algo por ella. Comencé por desabrocharle los vaqueros, mientras mi boca iba de una teta a la otra. Luego metí la mano dentro de su pantalón y comprobé que estaba muy mojada. La inteligente Rocio estaba bien cachonda, y eso me gustaba. Quería comerle el coño y hacerla gritar de placer, aunque solo fuera para compensarla por su mamada, por su culo, por sus tetas.
Como en aquella posición era imposible, le dije a Rocio que fuéramos al asiento de atrás. Salimos del coche medio desnudos, debíamos tener una pinta bastante cómica (si había alguna cámara de seguridad, el vigilante se debería descojonar), pero nos daba igual. Abrí la puerta de atrás y metí a Rocio. Yo me quedé fuera, ella se echó en el asiento y yo estiré de sus pantalones hasta quitárselos. Ahora Rocio estaba cachonda y desnuda, dos cosas que siempre me habían hecho mucha ilusión.
Me arrodillé, aún fuera del coche, y metí la cabeza entre sus piernas, mientras ella sentada en el asiento pero con las piernas encima de mis hombros, se dejaba ir y comenzaba a gemir. Si Rocio no era una gran mamadora pero me había hecho la mejor mamada de mi vida, yo estaba en el mismo caso. Nunca me había gustado demasiado comer coños, pero aquella vez le puse toda la voluntad del mundo. Y parece que funcionó, porque de unos pocos gemidos Rocio pasó, en pocos minutos, a correrse en mi cara entre gritos nada discretos.
Entonces tuve uno de los pocos momentos de lucidez en la última media hora: estaba en un parking público, medio desnudo, comiéndole el coño a una chica (encantadora, eso sí) y con la polla toda tiesa entre mis manos (mientras se lo comía, no había dejado de masturbarme). Pero que mas daba! Además, bien mirado, follármela lo que se dice follármela, aún no me la había follado. Y no pensaba salir de allí sin hacerlo, así que sin perder tiempo entré en el coche, me eché sobre ella y se la metí hasta el fondo, mientras ella me decía al oído:
- Me encanta tu polla. - Pues aprovecha, porque vas a tener polla hasta que te canses, le dije.
Comencé un metisaca frenético, mientras ella cerraba sus piernas tras de mi. Pero la verdad es que aquella posición estaba bien, daba gustito, pero no era la mejor. Yo estaba sobre ella, pero apenas podía ver nada de ella, y quería verle la cara mientras la follaba, así que como pudimos cambiamos de posición. Me senté y ella se empaló sobre mí, y comenzó a cabalgarme. Aquella posición sí que molaba. En ella tenía sus tetas al alcance de mi boca, y mis manos se llenaban de su culo. Ella tampoco parecía pasarlo mal, porque gritaba y sudaba como una loca “siiiiiiiii, fóllame más, más, más. Hasta el fondo, por favor”.
Yo estaba a punto de correrme, pero quería probar todavía una última posición. La giré hacia adelante, mirando hacia la parte delantera del coche, aguantándose en los respaldos de los dos asientos delanteros, me quedé un momento mirando el esplendido panorama, antes de empuñar mi polla y metérsela en su coñito por detrás, hasta el fondo. Sabía que estaba cerca del final así que me dispuse a disfrutar al máximo.
Cogí sus tetas con las dos manos y comencé a follármela tan fuerte como pude, dándole unos empujones que parecía que la quisiera traspasar. Ella llevaba con mi polla metida en su coño, en una u otra postura, un buen rato, y ni se las veces que se había corrido, pero parecía disfrutar como el primer minuto. Cuando ya no pude más, me salí de ella, subí como pude al asiento trasero, mientras ella se arrodillaba delante de mí, de manera que su cara quedó justo delante de mi polla.
Llegó justo a tiempo, porque me corrí casi enseguida, llenándole la cara de semen. En ese momento me di cuenta de lo cansado que estaba, porque las piernas me temblaron. Había follado como nunca en mi vida, pero un pedazo de hembra como Rocio bien lo merecía.
Nos vestimos y salimos del parking (se empeñó en pagar ella). Cuando salía del coche le pregunté si nos volveríamos a ver y me dijo: - Mañana me voy a Sevilla, pero si he aprobado este examen volveré dentro de 15 días para el segundo examen.
- Rezaré por tus notas, le dije. - Yo también, no creas. Además, aún te queda un agujerito mío por descubrir, me dijo sonriendo. Y se fue, meneando su lindo culito.
comenten...!!!!!
7 comentarios - meneando su lindo culito...
Me excite mucho leyendo... ahhhhh Quiero conocer a Rocio...
Excelente post!!!