esta es la chica de los relatos:
Pies muy cachondos
Llegué al edificio harto conocido. Toqué el timbre del departamento donde iba por los pies más dóciles, hábiles y profesionales que alguna vez me habían cogido. Los de mi amiga Gina.
Era mi cumpleaños, y pensaba regalarme con los pies, bonitos, tentadores, siempre dispuestos de mi propia profesional del sexo. Así es le como gusta que la llamen. No soy puta, prostituta ni ramera, dice. Soy una profesional del sexo, mi tarea es darle placer a los hombres como me lo pidan, para eso estudio, practico y me perfecciono. Y vaya si es así, sabe hacer de todo y como se lo pidan, con una muy selecta clientela, entre la que hay dos o tres mujeres además. Hasta un matrimonio de mediana edad, donde él coge y ella saca fotos. Le pagan muy bien. Se cotiza muy bien. Tiene 34 años y es muy elegante, en la calle no la diferencias de otra elegante mujer que ande de compras.
Yo la conocí hace tres años, nos caímos bien de inmediato, yo buscaba sus pies. No me defraudó, lindos pies, no los más perfectos, pero muy atractivos. Bien cuidados, de dedos de longitud justa para abrazar la cabeza de mi miembro, tamaño de pie descalzo como para chupar todos los deditos juntos. Uñas, las uñas, perfectas, de tamaño conforme al pie, siempre barnizadas, de rojo cuando voy yo, aunque me sorprendió sin laca, celeste, negro y de color blanco con brillitos. Piel suave, si durezas, bien cuidada, olor a piel de pies, talones redondeados y tobillos delgados, armonizando con una excelentes pantorrilas y unos muy lindos muslos. Cintura delgada, pechos generosos pero no exagerados, carita dulce, pero de rasgos firmes y decididos, algunas marcas de sufrimiento, pero casi imperceptibles. Manos con uñas no muy largas, no uñas de actriz porno, que de tan largas incómodas, sino uñas largas de mujer trabajadora pero ocupada de su cuerpo.
Le caí tan bien, que de cliente fijo y fiel pasé a confidente, amigo y paño de lágrimas. No somos pareja, nuestra relación está bien así. Es justa. Nunca me besó ni yo a ella, sólo le hice el amor muchas veces. Bah, unas muy buenas cogidas para sacarse las ganas, aunque yo diría cogidas porfesionales. Nunca llega al orgasmo con los clientes. Sale y coge con quien le gusta, pero yo la hago gozar especialmente, se saca las ganas por semanas enteras con una sola cogida, hago lo que me pide, y cómo ella lo quiere. Eso la satisface mucho, al máximo. Es como si yo fuera un profesional del sexo que le da lo que va a buscar. Yo nunca termino dentro suyo, no puedo, ni lo haría, sólo puedo con los pies. Hasta me ha llamado para que le saque las ganas. Se concentra en su orgasmo y se desentiende de mí. Relación profesional le llama ella. Yo acuerdo. Lo que ella hace con sus pies en mi cuerpo es perfecto y muy profesional también. La quiero mucho, además, es una excelente amiga, da consejos, escucha y nada la asombra.
Con esas ideas en la mente es que fui a festejar mi cumpleaños con ella. Una, pasarla bien con un autoregalo de pies hábiles, lo otro cenar juntos, tomar unas copas y cantar el cumpleaños feliz en voz baja.
Previamente llamé por teléfono para verificar si estaba. Era la tarde de un lunes, su día de descanso. El día antes me felicitó por mi cumple, me dijo que me esperaba, mis cumpleaaños siempre los festejaba con ella, y viceversa.
Llegué al piso y me franqueó la entrada, me besó en la mejilla y me deseó un feliz cumpleaños. Me hizo sentar en la sala y me dijo que tenía que buscar mi regalo, personal de ella para mí. Regresó del dormitorio con una caja donde había una muy delicada y cara camisa de mi talla.
Volvió al dormitorio y me dijo que la siguiera, que tenía algo más. Supuse regalo con sus pies, estaba de sandalias de taco muy bajito, con los primorosos deditos asomando con las delicadas uñas pintadas de rojo sangre.
Entré y estaba a oscuras, me hizo tender en el suelo, frente a la cama y me vendó los ojos. Me desnudó personalmente, y me rozó con la punta de uno de sus pies los testículos, como para aumentar la erección ya iniciada.
Encendió la música y los acordes de un sensual blues llenaron la estancia. Subió el volumen, pero percibí algo más, como un rumor de algo moviéndose. Sentí que se acomodaba a mi lado sentándose en una silla, supuse, pero también sentí algo moverse sobre la cama. De pronto un pie descalzo se apoyó en mi pecho, y su compañero sobre el estómago, pero rápidamente, otro y otro, y otro más, hasta que perdí la cuenta, plantas de pies se fueron asentando sobre mi cuerpo desnudo. Unos deditos de pie descalzo me sacaron la venda de los ojos y lo que ví no lo podía creer, alcancé a contar siete mujeres sentadas a mi alrededor, con sus pies descalzos apoyados en distintas partes de mi cuerpo. Todas sonreían y me cantaban suavecito el cumpleaños feliz, mi amiga estaba detrás de mi cabeza, y fue su pie el que me quitó la venda.
Cuando terminaron de cantar, los pies de mi sorprendente amiga se posaron en mi cara. Sus talones suaves apoyados en mi frente, sus arcos dando cuna y lugar a mi nariz, el nacimiento de sus deditos en mis labios, y sus dulces dedos en mi mentón, como tocando el piano. A esa señal, los demás pies, los otros doce, comenzaron un sabio y ya ensayado trabajo. Suavemente acariciaron mi torso, mis piernas mis manos, mi vientre, mis muslos, pero niguno de ellos tocó mi enhiesto miembro, se acercaban al vello púbico, lo tomaban con los deditos, tironeaban cariñosamente un poco, pero nada más. Gina colocó los piececitos a ambos lados de mi cara, sobre las orejas, y sus deditos tocaban suavemente mi cuello. Una impresionante morocha de piel trigueña, metió sus dedos en mi boca, mientras con el otro portentoso pie me acariciaba la frente con la planta. El masaje continuó con el agregado del salado aunque suave sabor de los deditos de la morocha. En un momento sentí todos los pies, salvo los de la morocha y los de mi amiga acercándose muy suavemente a mi miembro, hasta que Gina colocó un espejo sobre mi, y con el ángulo adecuado vi veinte deditos deslizándose suavemente por mi vientre, cadera y muslos hacia mi verga desesperada. La calentura era como fiebre, más porque ya llevaba como una eternidad, sólo quince minutos de masajes y tocaditas únicamente en el cuerpo. Mi verga necesitaba desesperadamente el contacto de un pie femenino. Y llegó el momento, desde los cuatro puntos cardinales, los deditos deslizantes me tocaron la base del miembro. Gina me acariciaba los hombros con ambos pies, la morocha metía sus deditos en mi boca mientras que con el otro pie me acariciaba la cabeza.
Y sucedió lo anhelado, incontables deditos en mi deseperada verga, era tal la marea de sensaciones que sentía y tantos pies tocaban mi miembro que sentía como un baño de piel de pies que me rodeaba, sin tener noción de cuál era cual. Incontables deditos, decía me acariciaron el miembro desde abajo hasta arriba, muy suavemente y por incontables minutos.
La sensación era indescriptible, diez pies de mujer me acariciaban el miembro desde todas las direcciones, hasta que después de un piempo larguísimo en el que me llevaban sabiamente al borde y me dejaban volver, todo se organizó para probar todos los pies. Sentí que cuatro plantas, una de cada punto cardinal se apoyaban sobre mi verga sin moverse, pero sentía la presión de los deditos en la cabeza, las plantas en el tronco y los deliciosos talones en la base. El otro pie de las cuatro mujeres se apoyó en mi cuerpo. La morocha retiró sus pies de mi cara y boca y una rubia menudita de piececitos de muñeca, perfumados con el perfume de Gina ocupó su lugar y me dió a comer los más pequeños, delicados y graciosos deditos que alguna vez probé, los saboreé con pasión de gourmet. Eran pequeñitos, por lo que no tuve dificultad en chuparle varios deditos de ambos pies a la vez. ¡Que sabrosos y suaves que eran!
La rubita se retiró y cedió su lugar a una joven delgada y muy alta, con pies grandes, delgados sus dedos largos y con barniz violeta se introdujeron en mi boca, deliciosos pies con olor a piel de pies de mujer. Cambió con una morena, de piel blanca, con pies regordetes y algo toscos, de dedos cortos pero suaves, con piel como de manteca y las uñas rojo sangre, suave perfume a pie recién lavado, y delicioso sabor saladito, a pie de mujer, sabía deliciosamente a pie de mujer.
Los maravillosos y delicados pies de Gina tomaron su lugar y se metieron entre mis labios para moverse contra mi ávida lengua que los recorrió a todos. Así todas pasaron por mi boca con sus pies. Preparados para mí por Gina como regalo maravilloso de cumpleaños. A pesar del movimentoy el intercambio, nunca dejó de haber cuatro pies contra mi verga, siempre sin moverse, pero manteniendo la erección.
Cuando hube probado todos los pies, con sus dueñas muy dispuestas, casi diría con afecto, a darme lo que más me gusta, los deditos de los pies de las profesionales, llegó el momento, la rubia pequeñita se ocupó de mis testículos, amasándolos suavemente, la morocha grandota acariciando entre mis muslos y pubis, junto a la de los pies regordetes del otro lado, Sandra, la más joven, una castaña de pies de deditos largos y con las uñas sin pintar, pero bellísimos como ninguna de las presentes tenía, sentada en una silla me aprisionó delicadamente la cabeza del miembro entre sus preciosos dedos, la flaca y alta se dedicó al tronco desde un lado, tomándolo entre los dedos mayor y el que le sigue. Otra rubita más alta se colocó en la misma posición del otro lado de mi verga, sentada sobre la cama, y la última, Gina, se dedicó a mi cara y a mi boca.
Todo era lento, suave y cadencioso, como la música, yo no daba más, hasta que el lento subir y bajar de los pies dedicados a mi verga, el trabajo de los deditos de Gina, la presión de la rubita en los testículos, las caricias en pubis y cara interna de mis muslos de las otras dos, y la presión de los deditos de Sandra en la cabeza de la verga, me llevaron al más suave, intenso y profundo de los orgasmos que alguna vez tuve, la leche saltaba a chorritos espasmódicos ayudando a lubricar los deditos que iban y venían. Las chicas, muy profesionales, continuaron con las caricias hasta que mi cuerpo se relajó y nada más salió, Se quedaron son sus pies apoyados en mi cuerpo, mirándome con ternura, gracia o sorna, esperando a que yo me relajara del todo.
¡¡¡¡Feliz cumpleaños!!!! dijeron a coro.
Cuando pude levantarme, Gina me besó en la mejilla, juntos limpiamos sus pies de mi leche pegajosa, y las chicas, descalzas, sentadas y con la piernas cruzadas fueron limpiadas por mí, con papel perfumado, de las huellas de mi orgasmo.
Pasamos a la sala a brindar, no me dejaron vestir ni se calzaron, y conmigo sentado en el suelo, rodeado de catorce hermosos pies, que se movían, me tocaban y se balanceaban en el aire brindamos por otro año más para mí.
Fue una velada muy linda, divertida y entretenida. Ya entrada la madrugada, las chicas, todas profesionales, se fueron, despidiéndome con una caricia de sus pies descalzos en mi verga, boca o cara antes de ponerse las sandalias.
Y llegó el agradecimiento personal de mí a Gina. Como nunca antes, la cogí profesionalmente sobre unos almohadones en la alfombra de la sala, ella con los ojos cerrados, como siempre, olvidada de mí y concentrada en su orgasmo, que fue violento y animal. Cuando recuperó el resuello, nos acostamos desnudos en el balcón y, con la luna como testigo, me cogió con sus magníficos e incomparables pies, sus dedos profesionales sabían qué parte de mi miembro tocar, cuánto y cómo. Al final fue un orgasmo suave, con poco semen, las chicas me habían ordeñado totalmente, pero lento, largo y muy profundo. Estábamos satisfechos. Nos dormimos en la alfombra.
Mi concuñada y yo
Soy un hombre normal en cuanto a mi vida sexual y cotidiana pero desde muy temprana edad y no se por que, he desarrollado un fetichismo obsesivo por la ropa interior de mujer. He llegado a buscar la forma de robar a una mujer sus panties y lo he logrado, incluso aun con su olor y sabor al cuerpo de la propietaria. Esta es una de esas historias.
En una ocasión fui de visita a casa de un hermano que vive en otra ciudad y nos sentamos con el y su esposa a departir una agradable tertulia acompañada de unos buenos tequilas. Su esposa se encontraba vestida con una falda algo corta y bien ceñida al cuerpo, delineando un bello y contorneado trasero el cual siempre me gusto. En el sitio donde nos hallábamos había tres sillas tipo plalleras con una mesa de cristal transparente en el centro, sobre la cual había puesto un delicado mantel que no alcanzaba a cubrirla por completo, razón por la cual ella que estaba sentada casi enfrente de mí quedaba ofreciéndome en determinados momentos una vista inigualable de su tesoro, cubierto por unos panties de lycra blancos con encajes en los bordes y cuya textura dejaba entrever cierta transparencia que dibujaba parte de su feminidad.
Entre tequila y tequila ella se levantaba traer zumo de limón o algo para comer y ese momento era realmente glorioso porque por lo ceñido de su falda se le subía hasta un punto que era inevitable ver con mayor claridad aquel hermoso panorama, contando con la fortuna de que mi hermano al estar sentado a su lado no se percataba de lo sucedido en ningún momento, situación que yo pude manejar tratando con gran esfuerzo de no dejar notar las fijaciones de mis miradas, que casi la penetraban.
Solo les cuento que fueron bastantes los momentos tortuosos porque ante aquella visión mi pene se encontraba al máximo; estaba tan lubricado por tantas erecciones, que los fluidos preseminales me alcanzaban ya a pasar mis pantalones, lo que no me preocupaba porque en mi posición nadie alcanzaba a notarlo.
En alguna de las levantadas de mi concuñada, la mire de manera tan descarada ya que los tragos estaban bastante subidos (especialmente en mi hermano), que se dio plena cuenta de ello y mi sorpresa fue que en lugar de taparse o hacer defensa de su pudor, abrió un poco mas de la cuenta las piernas y se levanto entrando a la cocina la cual estaba separada del lugar donde estábamos por una puerta de correr con cristal templado. Mi sorpresa llego al extremo cuando ella junto al lavaplatos dándole la espalda a mi hermano fingió que algo se le derramaba tras lo cual levanto por completo su falda ante mis ojos sin mirarme para supuestamente limpiarla con una toalla de cocina.
En ese momento estuve a punto de cometer una locura y de abalanzarme sobre ella para limpiarle con mi lengua su “accidental derrame“, pero me contuve porque mi hermano aunque estaba bastante ebrio, aun se encontraba despierto, además porque mi moral me decía que no debía hacerlo. Finalmente después de tantas calenturas, ella se retiro a su cuarto en la segunda planta de la casa a acostar a su ebrio esposo y yo me quede allí tan empalmado que tenia que hacer algo. Rápidamente entre en el cuarto de ropas y vi. que sobre las cuerdas se hallaban tres de sus panties colgados pero ya secos. Sin pensarlo dos veces y sin medir las consecuencias de lo que sucedería si me descubrieran, tome unos transparentes color Beige, baje mis pantalones y cubriéndome el pene con ellos comencé a masturbarme lo cual no tardo mucho por el grado de excitación que tenia. Solo recuerdo que sentí cuando cerro la puerta de su cuarto y entro al baño social de arriba, seguramente para no despertarlo a el; en ese momento sentí terror pero simultáneamente los espasmos de una impresionante eyaculacion, la cual fue tan abundante y tan intensa que casi no logro limpiar por completo con los panties.
Rápidamente los deje en un cesto que se encontraba en el piso con todo mi semen y corrí al sitio donde habíamos estado durante toda la noche. Ella bajo y me ofreció una copa mas sugiriendo que fuera la ultima, a lo cual le dije que si, que ya estaba bastante cansado y que era suficiente.
Al día siguiente yo tenia que viajar a las horas del medio día, pero ni mi hermano ni yo nos levantamos en toda la mañana, mientras ella estuvo organizando el desorden de la noche anterior. Cuando recordé que había dejado sus panties en el cesto ya era tarde para hacer algo, solo esperaba el momento del reclamo pero no me dijo nada. A la hora de vestirme para irme tuve un momento en que ella se encontraba en la cama en un pequeño descanso y me dirigí rápidamente al patio de ropas pero ya no estaban en el cesto, se encontraban lavados y colgados y entonces aproveche y tome unos de los que había visto la noche anterior y rápidamente los metí entre mi pantalón tratando de que no se notara.
Espiando a un hetero
Tenía 18 años cuando mis tíos me invitaron a pasar un fin de semana en su finca a las afueras de la ciudad. No era un plan que me agradara mucho puesto que mis dos primos (sus hijos) aunque tienen la misma edad mía y los quiero, no me agradan mucho y los conozco poco. Ante la insistencia de mis tíos acepte finalmente la invitación. La finca era pequeña y tenía una casa para mis tíos, sus hijos y los huéspedes, y una zona social aparte, compuesta por la piscina, un baño para quienes la usaran y, justo detrás de ese baño, una habitación y otro baño privado para el señor que cuidaba la casa.
Llegamos a la finca y nos instalamos en nuestras respectivas habitaciones. Posteriormente salí a la piscina y me cambie en el baño antes de entrar al agua con mis primos. Mientras estábamos jugando en la piscina, vi con extrañeza a un hombre joven, de unos 23 o 24 años, que estaba limpiando la zona verde alrededor de la casa. Me fijé también en su torso, ya que él estaba sin camisa. Los músculos de su pecho, sus brazos y su abdomen estaban bastante marcados. Era delgado, atlético y no tenía ningún bello en su torso. Se notaba que llevaba ya algunas horas trabajando pues estaba bastante sudado. Desde donde estaba, él levantó la mano saludando a mis primos y ellos le respondieron. Posteriormente me contaron que se trataba de Joaquín, el nuevo encargado de cuidar la finca. No le presté mucha atención al tema y seguí disfrutando del agua.
Pasamos toda la tarde en la piscina hasta que mi tía nos llamo a comer. Mis primos entraron corriendo a la casa y yo me quedé en la piscina para recoger algunos implementos que habíamos utilizado. Para no entrar con la pantaloneta mojada a la casa, decidí secarme y cambiarme primero en el baño de la piscina, el mismo que queda detrás de la habitación de Joaquín.
Estaba ya en el baño y me había quitado la pantaloneta cuando escuché que, del otro lado de la pared, se abría el agua de una ducha. Era Joaquín quien tomaba un baño. Llegó entonces a mi mente un pensamiento extraño. Me imaginé al trabajador del torso perfecto duchándose desnudo. Se me ocurrió que debería tener unas piernas acorde con su marcado torso, también pasó por mi mente una imagen de sus partes íntimas. No se por qué llegó a mi este pensamiento. No se por qué me interesó por un momento la imagen desnuda de un hombre. Tal vez sería la oscuridad y el ambiente de la finca. Tal vez sería el cansancio de una tarde en la piscina y sus efectos en mi ahora relajado cuerpo. No lo se.
Terminé de secarme y me vestí de nuevo. Estaba ya dispuesto a salir, cuando mi mente volvió a comandar mi cuerpo y lanzó otro pensamiento: El orificio de ventilación en la pared que separaba a mi baño de la ducha de Joaquín. Era una pequeña ventana ubicada en la parte superior de la pared. Estaba muy alta, a dos metros del suelo para cumplir su función de ventilar y no interferir con la privacidad de ambos baños. Esas ideas que me llegaban, parecían producto de mi subconsciente, como si estuviera tratando de discurrir la forma de ver desnudo a Joaquín. En ese momento me quedé pensativo, un temor recorrió mi cuerpo por lo que estaba pensando. No sabia que debía hacer: salir del baño y olvidarme de todo eso o… con algo de debilidad en las piernas por el temor que sentía, y con una confusión que nunca había experimentado, me subí al sanitario con cuidado de no hacer ningún ruido.
Lentamente me incorporé hasta que mis ojos quedaron en el borde inferior de aquella ventana de ventilación. Lo pensé nuevamente y me decidí: en un siguiente impulso terminé de erguir mi cuerpo y de esa forma me asomé lentamente a la ducha de Joaquín. Lo primero que vi fue su cabeza. La llave de la ducha estaba justo en la pared en la que yo me apoyaba y Joaquín estaba parado bajo el chorro de agua, mirando hacia el piso mientras pasaba sus manos por su torso. Eso ayudó a que él no pudiera verme. Mi adrenalina subía poco a poco ante el temor de ser descubierto. Hubiera podido irme ya. Ya había cumplido mi objetivo de verlo mientras se duchaba. Pero algo me detenía, no entendía por qué, pero quería ver todo su cuerpo, no solo su cabeza desde arriba.
Joaquín cerró la llave del agua y sacudió su cabello. Estuve atento a esconderme si él llegara a elevar su mirada. Retrocedió un poco y tomó la toalla. Secó primero su cabeza. En ese momento, Joaquín me dio una vista privilegiada de la parte frontal de todo su cuerpo. Tal como lo imaginaba, sus piernas eran fuertes y marcadas como su torso. Sus caderas y su cintura eran pequeñas y… me fijé en su verga, mis ojos pasaron por las partes íntimas de Joaquín y llamaron mi atención.
No era la primera vez que veía a un hombre desnudo: había visto a mis amigos de la liga y a los de mi equipo de fútbol cuando estábamos en los lockers. Pero era la primera vez que yo le imprimía un poco de malicia y morbo a la desnudez de un hombre. Además, nunca había visto un pene como el de Joaquín: era grande, sin ser de un tamaño exagerado. Estaba rodeado por pelos un poco escasos y colgaba sobre dos guevas redondas y no muy grandes. Nunca me había fijado en el pene de un hombre. Nunca había sentido deseos de observar a un hombre desnudo. Pero en ese momento, sintiendo los intensos latidos de mi corazón repicar en todo mi cuerpo, con los ojos abiertos a mas no poder y con un poco de temblor en mi cuerpo, estaba allí, viendo desnudo a un hombre mayor que yo. Un hombre fuerte, viril. Un hombre que, de haberse enterado de mi imprudencia, seguramente me hubiera atacado con sus fuertes puños. Allí estaba yo sin saber por qué y, sin darme cuenta, había retirado una de mis manos que me servía de apoyo en la pared, y estaba acariciando con ella mi pene… que estaba en erección.
Unos instantes después, sin hacer ningún ruido bajé del sanitario. Acomodé mi pene de tal forma que no se notara la erección y salí del baño hacia la casa para comer. Llevaba cierto temor por lo que acaba de hacer, estaba nervioso y confundido, pero también dispuesto a olvidar ese tema de espiar a un hombre en la ducha. Sentía vergüenza de mi mismo y algo de culpa.
Esa noche, después de la cena mi tío propuso hacer una fogata. Para ello me pidieron a mi el favor de ir hasta la habitación de Joaquín y pedirle prestado un poco de combustible, fósforos especiales para fogatas…en fin, todos los implementos necesarios. Caminé en medio de la oscuridad de la noche hasta llegar a la habitación del trabajador. Por la ventana veía las luces emitidas por su televisor y supuse entonces que él todavía estaría despierto. Ya por mi mente no pasaban los recuerdos de lo que había hecho más temprano mientras el se duchaba, todo estaba en orden ahora en mi mente y había superado ese momento de confusión. Me acerqué a la puerta de la forma más natural y toqué dos veces. A los pocos segundos Joaquín corrió un poco la cortina para ver quien tocaba, le hice una seña con mi mano. Pocos instantes después se abrió la puerta.
Joaquín: A la orden Joven
Joaquín estaba de pie preguntándome con la mayor naturalidad del mundo en que podía ayudarme. Yo, que trate de disimular al máximo, no pude contener una expresión de asombro que volvió a confundirme, al ver a ese hombre luciendo solamente unos pequeños pantaloncillos que bordeaban sus caderas y bajaban para abrazar su verga y formar un bulto bastante pronunciado. Su torso fuerte estaba ahora frente a mí. Pasé la mirada rápidamente por sus pantaloncillos y por sus piernas, volviéndola a subir a sus ojos que esperaban atentos mis instrucciones. Pero, al parecer, Joaquín notó mi gesto de sorpresa y se avergonzó un poco.
Joaquín: Joven que pena con Usted…es que salí rápido a abrirle y pues como no vi a la señora sino solo a usted entonces no me cubrí mas.
Yo: No tranquilo Joaquín, no hay problema – le dije recuperándome un poco de mi asombro – vengo porque vamos a hacer una fogata y necesitamos que por favor nos prestes los fósforos, el combustible y lo demás.
Joaquín: Si Joven, pase y siéntese mientras yo le alisto todo.
Entre en su habitación y me acomodé en una silla que estaba en una esquina y que él mismo Joaquín me ofreció. Inmediatamente él se puso a buscar los materiales por todo el recinto y yo lo seguí disimuladamente con mi mirada. No entendía que me pasaba. Yo que tenía una novia. Yo que desde que tengo uso de razón deseaba con todos los órganos de mi cuerpo a las mujeres. Yo que era tan seguro de todos los aspectos de mi vida, me sentía ahora un poco interesado en ver a un hombre en pantaloncillos. Pero lo que más me llamaba la atención era el bulto que formaba aquella verga que había visto más temprano. Se veía grande, no era nada al lado del bulto normal de mis amigos. Algo me pasaba conmigo. Decidí entonces iniciar una charla con Joaquín.
Yo: Practicas algún deporte Joaquín? - pregunté aparentando poco interés en el tema.
Joaquín: No Joven, por qué lo pregunta?
Joaquín: Lo digo porque tienes todos los músculos del cuerpo marcados, como si fueras atleta, o como si lo hubieras sido antes.
Joaquín: No joven, en realidad es el trabajo de aquí de la finca el que lo mantiene a uno en forma. Joaquín no prestaba mucha atención, seguía recorriendo su habitación en busca de lo que yo necesitaba para la fogata. A los pocos segundos preguntó:
Joaquín: Y usted joven? Es deportista?
Yo: Si, practico fútbol todo el día.
Joaquín: Y cuantos años tiene Joven?
Yo: 18 y tu?
Joaquín: 23
Joaquín seguía caminando por la habitación en sus sexy pantaloncillos.
Yo: Bueno Joaquín y no te aburres aquí todo el tiempo?
Joaquín: Pues… más o menos… a veces entre semana voy al pueblo, pero mientras están aquí los patrones me toca quedarme.
Yo: Y tienes novia en el pueblo?
Joaquín: Si, tengo una noviecita, la veo una vez por semana.
Yo: Solo una vez por semana? Y el resto de la semana…?
Joaquín: Pues nada Joven, toca aguantarse jaja.
Yo: Ya me vas a decir que te aguantas toda una semana, no te creo, me imagino que además traes amiguitas aquí o no?
Joaquín: Ja ja bueno… pues… no le cuente a sus tíos eso, pero si ja ja, si he traído algunas amiguitas. Es que usted sabe… a veces hace falta darse un gustito.
Yo: Ja ja, si yo entiendo… y no te debe ir mal con las niñas no? Lo digo porque eres alto y tienes los músculos marcados, como te decía ahora…
Joaquín: Ja ja Joven, pues ahí trato de conseguir lo que se pueda
A mi me estaba empezando a gustar el tono de la conversación y hubiera querido prolongarla pero Joaquín termino rápidamente de recoger los elementos necesarios y se acercó donde yo estaba entregándome una bolsa con todo. Depositó la bolsa en el suelo frente a mi y se sentó en una orilla de la cama, como queriendo continuar la charla.
Yo: Oye Joaquín, y aquí en confianza… cuéntame por que no traes a tu novia en lugar de traer a las otras amigas?
Joaquín: Bueno…pues si quiere la verdad Joven, usted sabe…las mujeres no son iguales todas y pues…algunas prefieren hacer unas cosas y otras no se dejan.
Yo: Como así Joaquín, no entiendo - en realidad estaba confundido
Joaquín: Joven, me da pena contarle esas cosas… ja ja - Joaquín sonreía tímidamente.
Yo: No para nada Joaquín, dale, dime con confianza que yo no soy un santo…
Joaquín: Bueno… es que a mi me gusta mucho… con las mujeres… algunas poses mas que otras… usted sabe - y Joaquín se quedó un momento en silencio, algo avergonzado, como esperando mi reacción.
Yo: Y como cuales…si te puedo preguntar.
Joaquín: Joven… usted alguna vez ha estado con una mujer y… le ha dado por atrás?
Yo: Es eso lo que te gusta?… entonces tu novia…
Joaquín: Mi novia no me deja hacer eso.
Yo: Ja ja, entiendo, entiendo Joaquín. Entonces calmas tus ganas con tus amigas.
Joaquín: Claro Joven! - respondió algo mas tranquilo ahora que yo había reaccionado amablemente a su comentario - usted no se las imagina.
Yo: Ja ja, les gusta mucho?
Joaquín: Les encanta - respondió interesándose por el tema - les tiene que doler porque se quejan cuando les doy por atrás. pero les gusta porque aquí vuelven.
Me gustaba mucho el rumbo que había tomado la conversación. Joaquín ya estaba hablando como el macho que era, el tipo que le gusta someter a las mujeres. Esa forma de hablar iba muy bien con su viril apariencia. Además, verlo sentado frente a mi, en sus pequeños pantaloncillos y hablando de sexo, estaba logrando en mi sensaciones intensas. Me preguntaba porque me había contado algo tan íntimo, es cierto que yo indagué bastante, pero no pensé que fuera a revelar sus secretos sexuales. Imaginé entonces que, dada su soledad, le era bastante placentero encontrar en mí a un amigo con quien conversar un rato. Las cosas se estaban poniendo muy interesantes, pero en ese momento (y para mi pesar) escuché el grito de mi tío desde la casa, quien me llamaba para que me apresurara.
Yo: Ah! Ahí está mi tío gritándome - le dije a Joaquín mientras me ponía de pie - luego seguimos la conversación Joaquín, me tienes que presentar algunas de esas amigas jeje - y me dirigí hacia la puerta pensando que era mejor salir de allí y no despertar alguna sospecha en Joaquín con mis preguntas indiscretas.
Cuando estuve a punto de abrir la puerta de la habitación, Joaquín se puso de pie:
Joaquín: Espere un momento Joven!, es que se me olvidó darle los fósforos para la fogata. Déme un segundo ya se los traigo, los tengo aquí en el baño.
Y Joaquín entro rápidamente al baño para buscarlos. Yo me quede esperándolo donde estaba. Tras unos instantes, se asomó a la puerta del baño y me dijo:
Joaquín: Joven, puede venir un momento, es que las cajas de los fósforos están escritas en ingles y no se cuales son los de fogatas.
Caminé entonces para entrar la baño y escoger los fósforos. Joaquín se quedo de pie bajo el marco de la puerta del baño y con su mano me indicó que siguiera yo primero. Pasé por su lado, la entrada del baño era algo estrecha y nuestros cuerpos se rozaron un poco. Sentí claramente como una de mis piernas rozó el enorme bulto de Joaquín y sentí su calor y su respiración casi sobre mí. Incluso me pareció como si él mismo hubiera propiciado ese encuentro bajo el marco de la puerta, pero decidí no mencionar nada al respecto y pregunté:
Yo: Donde están los fósforos?
Joaquín: Allí joven - respondió señalando un armario en una esquina del baño. El se quedó de pie bajo de la puerta.
Me acerqué al armario. Estaba de espaldas a Joaquín pero sentía que él me observaba. Rápidamente encontré los fósforos que necesitaba. Camine de nuevo hacia la puerta y me pareció extraño que Joaquín siguiera allí, inmóvil. Decidí no darle importancia y volví a pasar al lado suyo para salir. En ese momento volvió a darse otro roce como el anterior. Pero esta vez, fue evidente que Joaquín empujó su cuerpo y su bulto hacia mi cuerpo, por mucho que lo hubiera disimulado. No tuve tiempo de reaccionar cuando sentí su pesada mano en mi hombro, deteniendo mi paso.
Joaquín: Que pena joven - se disculpó Joaquín en un tono nada convincente y mirándome a los ojos. Yo, en cambio, dirigí mi mirada hacia el frente, todo se me hacia muy raro, sentía temor.
Yo: Tranquilo Joaquín - respondí para olvidar lo sucedido
Traté de seguir pero él no soltó mi hombro. Volteé a mirarlo como reclamándole mirada y Joaquín me observaba totalmente serio.
Joaquín: Joven, le puedo hacer una pregunta? - sin darme tiempo a responder prosiguió - ¿por que me estaba mirando cuando yo estaba en la ducha más temprano?
En ese momento me puse pálido del miedo y él debió notarlo. Me quedé inmóvil y no fui capaz de mirarlo a los ojos. Joaquín me había descubierto.
Joaquín: Pero tranquilo Joven - se apresuró a decir, aunque en un tono casi de burla. Después de un breve silencio, y sin soltar todavía mi hombro, me preguntó en voz baja, acercando un poco su boca a mi oído.
Joaquín: ¿Que es lo que quería ver?
Ante mi silencio, producto de mi temor, Joaquín tomo mi mano derecha llevándola a su pronunciado bulto y oprimiéndola fuertemente contra este, al tiempo que me preguntaba en un tono algo amenazante.
Joaquín: Esto es lo que quería verme joven?, Ah? - yo permanecía en silencio - Pues ya lo vio… además lo está sintiendo… que le parece? - me hablaba a mi oído, en un tono bajo, pero firme - Pero contésteme joven, o es que le tiene miedo de los hombres de verdad, como yo?
Me sentía extraño, debo admitir que había un poco de excitación en mi cuerpo, tenía mi mano sobre la gran verga de Joaquín, no estaba en erección pero se notaba algo despierta. El me hablaba al oído con rudeza y sentía su gran cuerpo casi sobre el mió. Pero también sentía mucho, mucho temor y confusión. Reaccioné con un poco de ira quitándome de encima su brazo y alejándome de él.
Yo: Yo mejor me voy Joaquín, yo no se de que estas hablando.
Y Joaquín respondió con absoluta tranquilidad.
Joaquín: Por qué no me espera joven, vamos juntos donde sus tíos y yo les cuento que su sobrino me estaba espiando - y entonces adopto un tono amenazante - Que el sobrino que tienen es un mariconcito de primera. Que además se le olvido apagar la luz mientras me espiaba y yo me di cuenta de todo.
Yo: A mi no me dices marica! - le respondí en un tono severo.
Joaquín: Eso dígaselo a ellos joven
Joaquín me estaba amenazando, no sabia que responderle.
Yo: Y que quieres entonces que haga Joaquín, discúlpame… fue algo involuntario… yo no.
Joaquín: Tranquilícese joven - me interrumpió - mejor no hablemos ahora de eso. Vaya, haga la fogata con sus tíos que lo están esperando y cuando terminen y se vayan a dormir usted se viene para acá sin que nadie se de cuenta. Yo aquí lo voy a estar esperando y hablamos del asunto mientras nos tomamos unos tragos.
Esa noche, después de la fogata, mientras estaba acostado en la cama del cuarto de huéspedes pensaba que yo era el único que debería estar despierto. Lo que había vivido aquel día no era algo normal. Sentía miedo de ir a encontrarme con Joaquín. Me sentía sucio por haber querido ver a un hombre desnudo, por haber permitido que él pusiera mi mano en su pene. Estuve a punto de renunciar al pacto que tenía con Joaquín, pero no sabia que les diría al día siguiente a mis tíos, cuando él les contara lo que yo hice. Me decidí. Me puse mis tenis y salí del cuarto de huéspedes con mi ropa de dormir: unos boxers y una camiseta. Salí de la casa sin hacer ningún ruido y empecé a caminar hacia la habitación del trabajador. ¿Que iba hacer? no lo sabía. Estuve a punto de devolverme mil veces mientras caminaba, pero finalmente llegué. Pudo más el miedo a lo que él pudiera decir. Toqué en la puerta y él me abrió sin decir nada. En su mano tenía una botella de ron casi por la mitad. Entré nuevamente en esa habitación con muchos nervios pero, al verlo nuevamente en sus pantaloncillos, volví a sentir una leve curiosidad.
Joaquín: Que bien Joven, que bueno que vino - saludo Joaquín de forma natural - pero lo noto nervioso, venga, tome un poco de ron para que se relaje.
Yo: No gracias, no bebo. Dime que es lo que quieres Joaquín – pregunté bastante serio.
Joaquín: Que lástima, porque a mi si me gusta beber mucho - y tomó otro trago.
Yo: Me vas a decir que es lo que quieres?
Joaquín: Primero tranquilícese joven - y me miro de pies a cabeza mientras puso la botella en el piso - esa es su ropa de dormir Joven?
Yo: Si, por qué?
Joaquín dedico unos momentos a observarme de arriba abajo.
Joaquín: Me dice que entrena fútbol joven?
Yo: Si
Joaquín: Se nota, tiene las piernas fuertes… se las afeita?
Yo: No, solo que me salen pocos pelos.
Joaquín: Arriba tampoco le salen? En la parte de arriba de sus muslos?.
Yo: No tampoco, porque preguntas?.
Joaquín: Por que no me deja ver - me interrumpió - súbase un poco sus boxers, déjeme ver sus piernas.
Yo: Pero Joaquín, que es lo que…
Joaquín: Tranquilo Joven - volvió a interrumpirme - hágalo tranquilo.
Me quedé en silencio y después obedecí subiendo mis boxers para que todas mis piernas quedaran descubiertas.
Joaquín: Y por qué mejor no se los quita - Abrí mis ojos sorprendido - Si joven, quítese la ropa, usted ya me vio desnudo pero yo a usted no. No creo que le incomode mucho… los dos somos hombres… y usted es bien machito - estaba algo ebrio, era claro.
Y tras decir esto, Joaquín tomo sus pantaloncillos y los deslizó por sus piernas quedando totalmente desnudo frente a mi, mostrándome de nuevo su enorme verga, en estado de relajación, que aun así se veía muy grande.
Joaquín: Otra vez me ve desnudo joven…a ver, lo estoy esperando a Usted, no me diga que le da pena.
Tímidamente me quité los tenis y la camiseta, me iba a quitar los boxers pero me detuve en ese momento, me avergoncé. Joaquín dijo entonces:
Joaquín: Déjeme ayudarle joven si no puede.
Joaquín camino rápidamente hasta pararse tras de mi. Retiró mis manos que aun sujetaban el resorte de mis boxers y las suyas tomaron ese lugar. Posteriormente los deslizó bruscamente y en un solo movimiento por mis piernas descubriendo, ante si, todo mi culo.
Joaquín: Es cierto joven, casi no tiene pelos en su cuerpo… - guardé silencio, sentía muchos nervios. Joaquín se arrodilló tras de mi. Puso una mano en cada una de mis piernas y, tras acariciarlas rápida y bruscamente las subió hasta mi culo. No sabia que me pasaba, primero no quería encontrarme con él y ahora, debía admitir que sus bruscas caricias me empezaban a excitar. Tomó mis nalgas con firmeza mientras yo sentí que mi verga empezó a reaccionar. Posteriormente, separó mis nalgas abriendo mi culo mientras decía en voz baja:
Joaquín: Este culito se parece a muchos de los que he comido: blanco, pequeño, durito, redondo… sabe cual es la diferencia joven? Que nunca me he comido el culito de un hombre.
Joaquín seguía arrodillado masajeando mis nalgas y abriéndolas de vez en cuando.
Joaquín: Y usted joven? A usted que sí le gustan los hombres, alguna vez ha tenido sexo con uno?
Yo: No me gustan - respondí secamente, con un evidente temblor en mi voz fruto de la excitación que empezaba a crecer en mi. Que ironía, aparentando virilidad al tiempo que mi verga se ponía dura de placer con ese hombre.
Joaquín: Yo tampoco… y nunca pensé hacerlo… pero usted me trajo la oportunidad. No me gustan los hombres… pero me gusta el sexo, y más cuando he bebido.
Joaquín se puso de pie.
Joaquín: Voltéese joven, quiero verlo de frente.
Tímidamente me di vuelta y me encontré cara a cara con Joaquín. Ambos estábamos en la misma situación: desnudos, mirando nuestros cuerpos, con una semi erección en nuestros penes. El mío era normal pero el de Joaquín se veía ya bastante grande.
Joaquín: A ver joven, veamos con que se defiende usted - y dicho esto tomó mi verga con su mano y empezó a sobarla bruscamente. Alternaba las caricias en mi verga con unos leves apretones en mis guevas
Joaquín: que siente joven? Yo veo que le está creciendo - siguieron unos segundos de silencio - Y por qué no me hace lo mismo joven? Coja mi verga. Tenga el honor de ser el primer hombre que me la toca.
Esas palabras quedaron retumbando en mi mente. También era la primera vez que un hombre me tocaba. Entendí que era mi oportunidad de experimentar con hombres. Tome su verga con firmeza y brusquedad, tal como él lo hacía con la mía. Joaquín emitió un suspiro que no disimuló y cerró sus ojos.
Joaquín: No se siente nada mal, usted tiene buena fuerza en la mano - su verga empezó a crecer poco a poco. Tras unos segundos quedó totalmente dura, yo no la podía abarcar en mi mano. La mía había alcanzado ese estado también.
Pasaron unos instantes de silencio en los que nuestras caricias bruscas se transformaron en francas masturbaciones que iban bastante rápido. Yo recorría toda su verga con mi mano, me impresionaba el tamaño. Al mismo tiempo sentía como el apretaba cada vez mas fuerte la mía, era como si quisiera exprimirla. A juzgar por sus gestos y el tamaño de su verga, su excitación estaba llegando al máximo. Se detuvo entonces. Soltó mi verga y retrocedió para que yo soltara la suya.
Joaquín: Lo veo ya mas tranquilo Joven - era cierto, no solamente tranquilo sino decidido a dejarme llevar por él - Voltéese otra vez joven, deme la espalda - obedecí, él aproximó su cuerpo al mío - Abra un poco las piernas joven - y tomando con fuerza mis nalgas, las abrió - Déjeme sobarle mi verga por su culo joven, a ver que se siente - y dando cortos pasos hacia mi cuerpo, acomodó su dura verga entre mis glúteos.
No era un penetración, Joaquín solo puso su verga entre mis glúteos y empezó a mover sus caderas para frotarla, al tiempo que me abrazaba con fuerza. Se acercó a mi oído y me preguntó en voz baja.
Joaquín: Alguna vez le habían pasado una verga así por su culito joven?
Yo: No - respondí en medio de un suspiro.
Joaquín: Los culitos como el suyo son los que me gustan joven, así duritos, y vírgenes… le gusta como la muevo? - permanecí en silencio - responda joven, le gusta? - Asentí con mi cabeza - Ya es hora de estrenar este culito, lo quiero ver quejándose y sudando como las amigas que traigo aquí - seguía sobando su verga - pero tranquilo, que también va a disfrutar mucho.
Tras unos instantes de frotar su verga entre mis glúteos, Joaquín tomó firmemente mi verga, con su rudeza propia de un trabajador del campo, y empezó a masturbarme rápidamente sin apasionamientos. Alejó su verga de mi culo y en reemplazo llevo su mano a sobar mis nalgas, a abrirlas y a sobar mi ano que se contraía cuando sentía sus caricias.
Joaquín: Relájese joven - me decía en medio de suspiros.
Sin mas preámbulos detuvo sus caricias a mi culo y acerco la punta de uno de sus dedos a mi ano. Apretó más fuerte mi verga y metió su dedo en mi culo un solo impulso. Sentí gran placer en mi verga, pero también un dolor agudo y me queje queriéndome soltar. Él me dominó y me sostuvo firme hasta que fue pasando el dolor. Seguía sintiendo su mano masturbándome y su dedo en el fondo de mi ano masajeando mis entrañas. Nunca había sentido mi propia verga crecer tanto como en ese momento. Joaquín acerco un segundo dedo y nuevamente, sin anunciar, lo metió acompañando al primero y causando en mí más dolor.
Joaquín: Tranquilo joven, eso duele solo al principio.
Y tenía razón, en pocos segundos estaba sintiendo nuevamente placer, de mi verga y de mi ano. Joaquín estaba ahora masajeándome con sus dedos. Hacía círculos en mi ano como tratando de expandirlo. No dejaba de acariciar mi verga, algunas veces rápido y duro, otras veces suave para que mi excitación fuera gradual y no llegara al orgasmo todavía.
Joaquín: que culito tan rico joven, esta bien durito, nuevecito. Ya no le duele cierto? - asentí con mi cabeza - Bien, está portándose bien joven, le gusta todo lo que siente? - volví a asentir en medio de los gestos de malestar y placer de mi cara.
Joaquín siguió trabajando en mi verga y en mi ano, al mismo tiempo que acercaba su cuerpo para sobarlo en el mío, para frotar también su verga que pedía a gritos algo de placer. Seguimos en la misma posición por unos minutos hasta que Joaquín soltó mi verga. Posteriormente separo mis nalgas con una mano y retiro lentamente los dos dedos con los que me estaba penetrando. Suspire cuando me sentí liberado de sus manos.
Joaquín: Ahora ya está listo joven, venga, acuéstese - dijo señalando la cama.
No dije nada, Joaquín me tomó de un hombro y me guió a acostarme en su cama. Yo lo hice un poco nervioso. Posteriormente, el se subió a la cama y se acostó al lado mío.
Joaquín: Acuéstese de lado Joven, dándome su espalda.
Obedecí las instrucciones de Joaquín, gire mi cuerpo hacia un lado dándole la espalda al cuerpo del trabajador y esperé paciente lo que vendría a continuación. Bruscamente, como todos sus movimientos, Joaquín tomo mis piernas y las separó llevando una hacia adelante y abriendo de esa forma mi culo. Llevó entonces su mano nuevamente entre mis glúteos y empezó a masajear, rozando mi ano en todo momento.
Joaquín: Le gusta joven?… Tiene que relajarse… piense en el placer y no vaya a pensar en el dolor.
Todo esto me decía Joaquín mientras me abrazaba contra sí. Tras unos instantes, levantó una de sus pesadas piernas y la puso sobre las mías. En ese momento sentí como su dura verga empezó a tomar posición cerca de mi culo. Una vez estuvo acomodado sobre mi cuerpo, el trabajador tomó su pene con su mano y lo dirigió hacia mi ano.
Joaquín: Cierre los ojos joven y relájese - me dijo en voz baja mientras recargaba todo su peso en mí para dominarme.
Cerré mis ojos y las sensaciones se volvieron mas intensas. Lo siguiente fue sentir la cabeza de su enorme verga, algo húmeda por su excitación, tocando mi ano. Después, sin más esperas, Joaquín empujó con sus caderas su enorme verga y, tomándola con su mano, empezó a abrirse camino por mi culo. Sentí un dolor intenso, peor aun que el que sentí con los dedos de Joaquín. Quise levantarme y salir corriendo. Pero la posición en la que estábamos, donde su pesado cuerpo estaba casi encima del mío, me impidió cualquier movimiento. Estaba atrapado, sometido, no podía hacer nada más que esperar y tratar de relajarme. Joaquín metió un poco de su enorme verga a mi culo al mismo tiempo que suspiraba. Se detuvo entonces y movió un poco sus caderas, tratando de sentir placer.
Joaquín: Si joven, que rico como se va abriendo su culito - me decía el trabajador en medio de suspiros.
Poco a poco me estaba acostumbrando al dolor hasta que, en otro impulso, Joaquín empujo nuevamente sus caderas y profundizó su verga en mi ano. El dolor fue intenso. Por unos instantes sentí que su verga no paró de entrar en mi ano. La sentía enorme, era como si estuviera invadiendo todo mi cuerpo. Yo trataba de acostumbrarme rápidamente a la sensación aunque no era fácil.
Joaquín: Muy bien Joven, vamos muy bien - suspiraba Joaquín en medio de su excitación.
Cuando terminó de poner toda su verga en mi culo, se detuvo para darme tiempo de reponerme. Tras unos segundos de “descanso” empezó a mover sus caderas. Primero los movimientos fueron suaves y mi cuerpo se fue acostumbrando a sentirlos. Los dos gemíamos y suspirábamos. El placer estaba empezando a surgir en nuestros genitales y a irradiarse a todo nuestro cuerpo.
Joaquín: le gusta joven? - preguntaba en voz baja.
Yo: Si - respondía en medio de suspiros.
Joaquín: más rápido?
Yo: si
Mi cuerpo me pedía mas acción y el lo sabía, por eso me había preguntado si quería acelerar la penetración. Empezó a mover sus caderas con un mayor ritmo y el placer empezó a invadirnos a los dos. Nuestros gemidos se transformaban ahora en leves gritos que tratábamos de ahogar. Sus manos bruscas recorriendo mi delgado cuerpo presionándome cada vez mas contra el suyo, sus piernas dominaban las mías, era como si el quisiera penetrar todo mi cuerpo, meterse en mi cuerpo.
Joaquín: Si Joven, que rico - suspiraba el trabajador - aaahhh
El placer en mi cuerpo era indescriptible. Nunca me imaginé que ser penetrado pudiera ser tan intenso. Mi verga estaba a punto de estallar por la erección que tenía. Liberando una de mis manos la deslicé por mi abdomen hasta llevarla entre mis piernas, donde mi verga pedía a gritos algunas caricias. Tan pronto como pude alcanzarla, empecé a masturbar mi verga de una forma frenética, con la misma velocidad con la que Joaquín penetraba mi dilatado ano. Con cada movimiento Joaquín descargaba todo el peso de su cuerpo en el mío. Suspiraba y gemía como debería hacerlo cuando penetraba uno de los culitos que tanto le gustaban. Yo me masturbaba tratando de liberar toda la tensión y todo el deseo contenido de ese día.
Joaquín: Ya casi joven - me dijo Joaquín en medio de suspiros.
Joaquín gemía y respiraba ahora mas rápido, con mas agitación. Pocos instantes después, Joaquín arremetió contra mi cuerpo con todas sus fuerzas. En un solo movimiento hundió su verga hasta el fondo de mi ano y, abrazándome fuerte, la dejo enterrada mientras emitía un leve grito. En ese momento empecé a sentir como mi cuerpo era invadido por el torrente de su leche caliente. Sentí su verga palpitar en mi interior y su semen inundar mi ano con el calor de sus entrañas. Joaquín seguía suspirando y movía lentamente su verga para prolongar su orgasmo. Yo había detenido mi masturbación pues, en su abrazo, Joaquín inmovilizó todo mi cuerpo. Aunque mi verga pedía a gritos un orgasmo, no podía proporcionarle más placer. Estaba dedicado completamente a sentir el orgasmo de Joaquín en mi ano.
Joaquín: ahh joven sii - suspiraba Joaquín mientras llegaba a los últimos momentos de su clímax.
Su verga no dejo de palpitar en ningún momento y todo el tiempo sentí que mas y mas semen invadía mi culo. Joaquín me había convertido en su juguete de esa noche y lo había disfrutado. Yo había sido penetrado por un hombre heterosexual y necesitaba desesperadamente descargar mi verga por todo el placer que había sentido. Poco a poco, el abrazo de Joaquín empezó a perder fuerza y su cuerpo se fue relajando. Después de unos instantes de silencio, llevó una mano a mi culo y separo mis nalgas al tiempo que empezó a retirar su verga. Sentí como su enorme pene iba dejando un vació en mi ano y me hacia retorcer del placer en su retirada. El sudor había invadido nuestros cuerpos. Estábamos impregnados del olor del otro, nos habíamos entregado íntimamente. Joaquín me soltó definitivamente y, girando su cuerpo, quedo acostado boca arriba, extenuado. Su verga empezó a perder tamaño.
Me acosté boca arriba al lado de Joaquín y, sin perder tiempo, llevé mi mano a mi verga que estaba a punto de explotar. Empecé a masturbarme frenéticamente, mi cuerpo era ayudado por las sensaciones que conservaba, y mi mente cooperaba con las imágenes de aquel día. Joaquín suspiraba a mi lado. Joaquín, el hombre grande y macho estaba descansando de su orgasmo mientras yo estaba a punto de llegar al mío. Quería hacerlo participe, quería reconocerle a Joaquín el placer tan intenso que estaba sintiendo en ese momento. Me arrodillé en la cama de frente a Joaquín y seguí masturbándome sin parar, no podía hacerlo era una exigencia de mi cuerpo. Torpemente, sin cambiar su posición, Joaquín llevó su mano a mi verga alejando la mía. Tomó mi verga con toda su fuerza. La sensación fue increíble para mi. Joaquín solo tuvo que agitar mi verga pocas veces y yo, tras un suspiro y una contracción de todos los músculos de mi pecho, empecé a disparar semen contra él.
Su abdomen, su costado, su mano y su brazo. Todo quedo bañado en el semen que yo descargaba producto de la mayor excitación de mi vida. Fueron momentos intensos al sentir la dura mano del trabajador halando mi verga para descargar en su cuerpo el producto de toda mi excitación. No se cuanto tiempo duró mi orgasmo pero me pareció infinito. Joaquín nunca dejó de masturbarme hasta que mi verga empezó a perder tamaño, yo sentía ya más dolor que placer. Finalmente retiró entonces su mano de mi verga y volví a recostarme en la cama. Tras unos instantes de reposo, Joaquín se levantó y buscó la botella de ron. Tras beber un gran trago se encerró en el baño. Pocos segundos después escuché el agua de la ducha (la misma ducha donde había lo había espiado). Entendí que ya todo había terminado, al menos por esa noche y me senté en la orilla de la cama, tomando mi ropa para vestirme nuevamente.
Decidí irme antes que Joaquín saliera nuevamente. Y mientras caminaba bajo la oscuridad, tras un intenso orgasmo y con la sensación de haberle entregado mi cuerpo a un hombre, enfrentaba sentimientos de culpa con confusión y algo de excitación pues ese día había descubierto una nueva faceta del placer sexual.
Solo pensaba en la forma en que le hablaría a Joaquín el día siguiente. Debo admitir también, que ya deseaba volver a verlo.
Pies muy cachondos
Llegué al edificio harto conocido. Toqué el timbre del departamento donde iba por los pies más dóciles, hábiles y profesionales que alguna vez me habían cogido. Los de mi amiga Gina.
Era mi cumpleaños, y pensaba regalarme con los pies, bonitos, tentadores, siempre dispuestos de mi propia profesional del sexo. Así es le como gusta que la llamen. No soy puta, prostituta ni ramera, dice. Soy una profesional del sexo, mi tarea es darle placer a los hombres como me lo pidan, para eso estudio, practico y me perfecciono. Y vaya si es así, sabe hacer de todo y como se lo pidan, con una muy selecta clientela, entre la que hay dos o tres mujeres además. Hasta un matrimonio de mediana edad, donde él coge y ella saca fotos. Le pagan muy bien. Se cotiza muy bien. Tiene 34 años y es muy elegante, en la calle no la diferencias de otra elegante mujer que ande de compras.
Yo la conocí hace tres años, nos caímos bien de inmediato, yo buscaba sus pies. No me defraudó, lindos pies, no los más perfectos, pero muy atractivos. Bien cuidados, de dedos de longitud justa para abrazar la cabeza de mi miembro, tamaño de pie descalzo como para chupar todos los deditos juntos. Uñas, las uñas, perfectas, de tamaño conforme al pie, siempre barnizadas, de rojo cuando voy yo, aunque me sorprendió sin laca, celeste, negro y de color blanco con brillitos. Piel suave, si durezas, bien cuidada, olor a piel de pies, talones redondeados y tobillos delgados, armonizando con una excelentes pantorrilas y unos muy lindos muslos. Cintura delgada, pechos generosos pero no exagerados, carita dulce, pero de rasgos firmes y decididos, algunas marcas de sufrimiento, pero casi imperceptibles. Manos con uñas no muy largas, no uñas de actriz porno, que de tan largas incómodas, sino uñas largas de mujer trabajadora pero ocupada de su cuerpo.
Le caí tan bien, que de cliente fijo y fiel pasé a confidente, amigo y paño de lágrimas. No somos pareja, nuestra relación está bien así. Es justa. Nunca me besó ni yo a ella, sólo le hice el amor muchas veces. Bah, unas muy buenas cogidas para sacarse las ganas, aunque yo diría cogidas porfesionales. Nunca llega al orgasmo con los clientes. Sale y coge con quien le gusta, pero yo la hago gozar especialmente, se saca las ganas por semanas enteras con una sola cogida, hago lo que me pide, y cómo ella lo quiere. Eso la satisface mucho, al máximo. Es como si yo fuera un profesional del sexo que le da lo que va a buscar. Yo nunca termino dentro suyo, no puedo, ni lo haría, sólo puedo con los pies. Hasta me ha llamado para que le saque las ganas. Se concentra en su orgasmo y se desentiende de mí. Relación profesional le llama ella. Yo acuerdo. Lo que ella hace con sus pies en mi cuerpo es perfecto y muy profesional también. La quiero mucho, además, es una excelente amiga, da consejos, escucha y nada la asombra.
Con esas ideas en la mente es que fui a festejar mi cumpleaños con ella. Una, pasarla bien con un autoregalo de pies hábiles, lo otro cenar juntos, tomar unas copas y cantar el cumpleaños feliz en voz baja.
Previamente llamé por teléfono para verificar si estaba. Era la tarde de un lunes, su día de descanso. El día antes me felicitó por mi cumple, me dijo que me esperaba, mis cumpleaaños siempre los festejaba con ella, y viceversa.
Llegué al piso y me franqueó la entrada, me besó en la mejilla y me deseó un feliz cumpleaños. Me hizo sentar en la sala y me dijo que tenía que buscar mi regalo, personal de ella para mí. Regresó del dormitorio con una caja donde había una muy delicada y cara camisa de mi talla.
Volvió al dormitorio y me dijo que la siguiera, que tenía algo más. Supuse regalo con sus pies, estaba de sandalias de taco muy bajito, con los primorosos deditos asomando con las delicadas uñas pintadas de rojo sangre.
Entré y estaba a oscuras, me hizo tender en el suelo, frente a la cama y me vendó los ojos. Me desnudó personalmente, y me rozó con la punta de uno de sus pies los testículos, como para aumentar la erección ya iniciada.
Encendió la música y los acordes de un sensual blues llenaron la estancia. Subió el volumen, pero percibí algo más, como un rumor de algo moviéndose. Sentí que se acomodaba a mi lado sentándose en una silla, supuse, pero también sentí algo moverse sobre la cama. De pronto un pie descalzo se apoyó en mi pecho, y su compañero sobre el estómago, pero rápidamente, otro y otro, y otro más, hasta que perdí la cuenta, plantas de pies se fueron asentando sobre mi cuerpo desnudo. Unos deditos de pie descalzo me sacaron la venda de los ojos y lo que ví no lo podía creer, alcancé a contar siete mujeres sentadas a mi alrededor, con sus pies descalzos apoyados en distintas partes de mi cuerpo. Todas sonreían y me cantaban suavecito el cumpleaños feliz, mi amiga estaba detrás de mi cabeza, y fue su pie el que me quitó la venda.
Cuando terminaron de cantar, los pies de mi sorprendente amiga se posaron en mi cara. Sus talones suaves apoyados en mi frente, sus arcos dando cuna y lugar a mi nariz, el nacimiento de sus deditos en mis labios, y sus dulces dedos en mi mentón, como tocando el piano. A esa señal, los demás pies, los otros doce, comenzaron un sabio y ya ensayado trabajo. Suavemente acariciaron mi torso, mis piernas mis manos, mi vientre, mis muslos, pero niguno de ellos tocó mi enhiesto miembro, se acercaban al vello púbico, lo tomaban con los deditos, tironeaban cariñosamente un poco, pero nada más. Gina colocó los piececitos a ambos lados de mi cara, sobre las orejas, y sus deditos tocaban suavemente mi cuello. Una impresionante morocha de piel trigueña, metió sus dedos en mi boca, mientras con el otro portentoso pie me acariciaba la frente con la planta. El masaje continuó con el agregado del salado aunque suave sabor de los deditos de la morocha. En un momento sentí todos los pies, salvo los de la morocha y los de mi amiga acercándose muy suavemente a mi miembro, hasta que Gina colocó un espejo sobre mi, y con el ángulo adecuado vi veinte deditos deslizándose suavemente por mi vientre, cadera y muslos hacia mi verga desesperada. La calentura era como fiebre, más porque ya llevaba como una eternidad, sólo quince minutos de masajes y tocaditas únicamente en el cuerpo. Mi verga necesitaba desesperadamente el contacto de un pie femenino. Y llegó el momento, desde los cuatro puntos cardinales, los deditos deslizantes me tocaron la base del miembro. Gina me acariciaba los hombros con ambos pies, la morocha metía sus deditos en mi boca mientras que con el otro pie me acariciaba la cabeza.
Y sucedió lo anhelado, incontables deditos en mi deseperada verga, era tal la marea de sensaciones que sentía y tantos pies tocaban mi miembro que sentía como un baño de piel de pies que me rodeaba, sin tener noción de cuál era cual. Incontables deditos, decía me acariciaron el miembro desde abajo hasta arriba, muy suavemente y por incontables minutos.
La sensación era indescriptible, diez pies de mujer me acariciaban el miembro desde todas las direcciones, hasta que después de un piempo larguísimo en el que me llevaban sabiamente al borde y me dejaban volver, todo se organizó para probar todos los pies. Sentí que cuatro plantas, una de cada punto cardinal se apoyaban sobre mi verga sin moverse, pero sentía la presión de los deditos en la cabeza, las plantas en el tronco y los deliciosos talones en la base. El otro pie de las cuatro mujeres se apoyó en mi cuerpo. La morocha retiró sus pies de mi cara y boca y una rubia menudita de piececitos de muñeca, perfumados con el perfume de Gina ocupó su lugar y me dió a comer los más pequeños, delicados y graciosos deditos que alguna vez probé, los saboreé con pasión de gourmet. Eran pequeñitos, por lo que no tuve dificultad en chuparle varios deditos de ambos pies a la vez. ¡Que sabrosos y suaves que eran!
La rubita se retiró y cedió su lugar a una joven delgada y muy alta, con pies grandes, delgados sus dedos largos y con barniz violeta se introdujeron en mi boca, deliciosos pies con olor a piel de pies de mujer. Cambió con una morena, de piel blanca, con pies regordetes y algo toscos, de dedos cortos pero suaves, con piel como de manteca y las uñas rojo sangre, suave perfume a pie recién lavado, y delicioso sabor saladito, a pie de mujer, sabía deliciosamente a pie de mujer.
Los maravillosos y delicados pies de Gina tomaron su lugar y se metieron entre mis labios para moverse contra mi ávida lengua que los recorrió a todos. Así todas pasaron por mi boca con sus pies. Preparados para mí por Gina como regalo maravilloso de cumpleaños. A pesar del movimentoy el intercambio, nunca dejó de haber cuatro pies contra mi verga, siempre sin moverse, pero manteniendo la erección.
Cuando hube probado todos los pies, con sus dueñas muy dispuestas, casi diría con afecto, a darme lo que más me gusta, los deditos de los pies de las profesionales, llegó el momento, la rubia pequeñita se ocupó de mis testículos, amasándolos suavemente, la morocha grandota acariciando entre mis muslos y pubis, junto a la de los pies regordetes del otro lado, Sandra, la más joven, una castaña de pies de deditos largos y con las uñas sin pintar, pero bellísimos como ninguna de las presentes tenía, sentada en una silla me aprisionó delicadamente la cabeza del miembro entre sus preciosos dedos, la flaca y alta se dedicó al tronco desde un lado, tomándolo entre los dedos mayor y el que le sigue. Otra rubita más alta se colocó en la misma posición del otro lado de mi verga, sentada sobre la cama, y la última, Gina, se dedicó a mi cara y a mi boca.
Todo era lento, suave y cadencioso, como la música, yo no daba más, hasta que el lento subir y bajar de los pies dedicados a mi verga, el trabajo de los deditos de Gina, la presión de la rubita en los testículos, las caricias en pubis y cara interna de mis muslos de las otras dos, y la presión de los deditos de Sandra en la cabeza de la verga, me llevaron al más suave, intenso y profundo de los orgasmos que alguna vez tuve, la leche saltaba a chorritos espasmódicos ayudando a lubricar los deditos que iban y venían. Las chicas, muy profesionales, continuaron con las caricias hasta que mi cuerpo se relajó y nada más salió, Se quedaron son sus pies apoyados en mi cuerpo, mirándome con ternura, gracia o sorna, esperando a que yo me relajara del todo.
¡¡¡¡Feliz cumpleaños!!!! dijeron a coro.
Cuando pude levantarme, Gina me besó en la mejilla, juntos limpiamos sus pies de mi leche pegajosa, y las chicas, descalzas, sentadas y con la piernas cruzadas fueron limpiadas por mí, con papel perfumado, de las huellas de mi orgasmo.
Pasamos a la sala a brindar, no me dejaron vestir ni se calzaron, y conmigo sentado en el suelo, rodeado de catorce hermosos pies, que se movían, me tocaban y se balanceaban en el aire brindamos por otro año más para mí.
Fue una velada muy linda, divertida y entretenida. Ya entrada la madrugada, las chicas, todas profesionales, se fueron, despidiéndome con una caricia de sus pies descalzos en mi verga, boca o cara antes de ponerse las sandalias.
Y llegó el agradecimiento personal de mí a Gina. Como nunca antes, la cogí profesionalmente sobre unos almohadones en la alfombra de la sala, ella con los ojos cerrados, como siempre, olvidada de mí y concentrada en su orgasmo, que fue violento y animal. Cuando recuperó el resuello, nos acostamos desnudos en el balcón y, con la luna como testigo, me cogió con sus magníficos e incomparables pies, sus dedos profesionales sabían qué parte de mi miembro tocar, cuánto y cómo. Al final fue un orgasmo suave, con poco semen, las chicas me habían ordeñado totalmente, pero lento, largo y muy profundo. Estábamos satisfechos. Nos dormimos en la alfombra.
Mi concuñada y yo
Soy un hombre normal en cuanto a mi vida sexual y cotidiana pero desde muy temprana edad y no se por que, he desarrollado un fetichismo obsesivo por la ropa interior de mujer. He llegado a buscar la forma de robar a una mujer sus panties y lo he logrado, incluso aun con su olor y sabor al cuerpo de la propietaria. Esta es una de esas historias.
En una ocasión fui de visita a casa de un hermano que vive en otra ciudad y nos sentamos con el y su esposa a departir una agradable tertulia acompañada de unos buenos tequilas. Su esposa se encontraba vestida con una falda algo corta y bien ceñida al cuerpo, delineando un bello y contorneado trasero el cual siempre me gusto. En el sitio donde nos hallábamos había tres sillas tipo plalleras con una mesa de cristal transparente en el centro, sobre la cual había puesto un delicado mantel que no alcanzaba a cubrirla por completo, razón por la cual ella que estaba sentada casi enfrente de mí quedaba ofreciéndome en determinados momentos una vista inigualable de su tesoro, cubierto por unos panties de lycra blancos con encajes en los bordes y cuya textura dejaba entrever cierta transparencia que dibujaba parte de su feminidad.
Entre tequila y tequila ella se levantaba traer zumo de limón o algo para comer y ese momento era realmente glorioso porque por lo ceñido de su falda se le subía hasta un punto que era inevitable ver con mayor claridad aquel hermoso panorama, contando con la fortuna de que mi hermano al estar sentado a su lado no se percataba de lo sucedido en ningún momento, situación que yo pude manejar tratando con gran esfuerzo de no dejar notar las fijaciones de mis miradas, que casi la penetraban.
Solo les cuento que fueron bastantes los momentos tortuosos porque ante aquella visión mi pene se encontraba al máximo; estaba tan lubricado por tantas erecciones, que los fluidos preseminales me alcanzaban ya a pasar mis pantalones, lo que no me preocupaba porque en mi posición nadie alcanzaba a notarlo.
En alguna de las levantadas de mi concuñada, la mire de manera tan descarada ya que los tragos estaban bastante subidos (especialmente en mi hermano), que se dio plena cuenta de ello y mi sorpresa fue que en lugar de taparse o hacer defensa de su pudor, abrió un poco mas de la cuenta las piernas y se levanto entrando a la cocina la cual estaba separada del lugar donde estábamos por una puerta de correr con cristal templado. Mi sorpresa llego al extremo cuando ella junto al lavaplatos dándole la espalda a mi hermano fingió que algo se le derramaba tras lo cual levanto por completo su falda ante mis ojos sin mirarme para supuestamente limpiarla con una toalla de cocina.
En ese momento estuve a punto de cometer una locura y de abalanzarme sobre ella para limpiarle con mi lengua su “accidental derrame“, pero me contuve porque mi hermano aunque estaba bastante ebrio, aun se encontraba despierto, además porque mi moral me decía que no debía hacerlo. Finalmente después de tantas calenturas, ella se retiro a su cuarto en la segunda planta de la casa a acostar a su ebrio esposo y yo me quede allí tan empalmado que tenia que hacer algo. Rápidamente entre en el cuarto de ropas y vi. que sobre las cuerdas se hallaban tres de sus panties colgados pero ya secos. Sin pensarlo dos veces y sin medir las consecuencias de lo que sucedería si me descubrieran, tome unos transparentes color Beige, baje mis pantalones y cubriéndome el pene con ellos comencé a masturbarme lo cual no tardo mucho por el grado de excitación que tenia. Solo recuerdo que sentí cuando cerro la puerta de su cuarto y entro al baño social de arriba, seguramente para no despertarlo a el; en ese momento sentí terror pero simultáneamente los espasmos de una impresionante eyaculacion, la cual fue tan abundante y tan intensa que casi no logro limpiar por completo con los panties.
Rápidamente los deje en un cesto que se encontraba en el piso con todo mi semen y corrí al sitio donde habíamos estado durante toda la noche. Ella bajo y me ofreció una copa mas sugiriendo que fuera la ultima, a lo cual le dije que si, que ya estaba bastante cansado y que era suficiente.
Al día siguiente yo tenia que viajar a las horas del medio día, pero ni mi hermano ni yo nos levantamos en toda la mañana, mientras ella estuvo organizando el desorden de la noche anterior. Cuando recordé que había dejado sus panties en el cesto ya era tarde para hacer algo, solo esperaba el momento del reclamo pero no me dijo nada. A la hora de vestirme para irme tuve un momento en que ella se encontraba en la cama en un pequeño descanso y me dirigí rápidamente al patio de ropas pero ya no estaban en el cesto, se encontraban lavados y colgados y entonces aproveche y tome unos de los que había visto la noche anterior y rápidamente los metí entre mi pantalón tratando de que no se notara.
Espiando a un hetero
Tenía 18 años cuando mis tíos me invitaron a pasar un fin de semana en su finca a las afueras de la ciudad. No era un plan que me agradara mucho puesto que mis dos primos (sus hijos) aunque tienen la misma edad mía y los quiero, no me agradan mucho y los conozco poco. Ante la insistencia de mis tíos acepte finalmente la invitación. La finca era pequeña y tenía una casa para mis tíos, sus hijos y los huéspedes, y una zona social aparte, compuesta por la piscina, un baño para quienes la usaran y, justo detrás de ese baño, una habitación y otro baño privado para el señor que cuidaba la casa.
Llegamos a la finca y nos instalamos en nuestras respectivas habitaciones. Posteriormente salí a la piscina y me cambie en el baño antes de entrar al agua con mis primos. Mientras estábamos jugando en la piscina, vi con extrañeza a un hombre joven, de unos 23 o 24 años, que estaba limpiando la zona verde alrededor de la casa. Me fijé también en su torso, ya que él estaba sin camisa. Los músculos de su pecho, sus brazos y su abdomen estaban bastante marcados. Era delgado, atlético y no tenía ningún bello en su torso. Se notaba que llevaba ya algunas horas trabajando pues estaba bastante sudado. Desde donde estaba, él levantó la mano saludando a mis primos y ellos le respondieron. Posteriormente me contaron que se trataba de Joaquín, el nuevo encargado de cuidar la finca. No le presté mucha atención al tema y seguí disfrutando del agua.
Pasamos toda la tarde en la piscina hasta que mi tía nos llamo a comer. Mis primos entraron corriendo a la casa y yo me quedé en la piscina para recoger algunos implementos que habíamos utilizado. Para no entrar con la pantaloneta mojada a la casa, decidí secarme y cambiarme primero en el baño de la piscina, el mismo que queda detrás de la habitación de Joaquín.
Estaba ya en el baño y me había quitado la pantaloneta cuando escuché que, del otro lado de la pared, se abría el agua de una ducha. Era Joaquín quien tomaba un baño. Llegó entonces a mi mente un pensamiento extraño. Me imaginé al trabajador del torso perfecto duchándose desnudo. Se me ocurrió que debería tener unas piernas acorde con su marcado torso, también pasó por mi mente una imagen de sus partes íntimas. No se por qué llegó a mi este pensamiento. No se por qué me interesó por un momento la imagen desnuda de un hombre. Tal vez sería la oscuridad y el ambiente de la finca. Tal vez sería el cansancio de una tarde en la piscina y sus efectos en mi ahora relajado cuerpo. No lo se.
Terminé de secarme y me vestí de nuevo. Estaba ya dispuesto a salir, cuando mi mente volvió a comandar mi cuerpo y lanzó otro pensamiento: El orificio de ventilación en la pared que separaba a mi baño de la ducha de Joaquín. Era una pequeña ventana ubicada en la parte superior de la pared. Estaba muy alta, a dos metros del suelo para cumplir su función de ventilar y no interferir con la privacidad de ambos baños. Esas ideas que me llegaban, parecían producto de mi subconsciente, como si estuviera tratando de discurrir la forma de ver desnudo a Joaquín. En ese momento me quedé pensativo, un temor recorrió mi cuerpo por lo que estaba pensando. No sabia que debía hacer: salir del baño y olvidarme de todo eso o… con algo de debilidad en las piernas por el temor que sentía, y con una confusión que nunca había experimentado, me subí al sanitario con cuidado de no hacer ningún ruido.
Lentamente me incorporé hasta que mis ojos quedaron en el borde inferior de aquella ventana de ventilación. Lo pensé nuevamente y me decidí: en un siguiente impulso terminé de erguir mi cuerpo y de esa forma me asomé lentamente a la ducha de Joaquín. Lo primero que vi fue su cabeza. La llave de la ducha estaba justo en la pared en la que yo me apoyaba y Joaquín estaba parado bajo el chorro de agua, mirando hacia el piso mientras pasaba sus manos por su torso. Eso ayudó a que él no pudiera verme. Mi adrenalina subía poco a poco ante el temor de ser descubierto. Hubiera podido irme ya. Ya había cumplido mi objetivo de verlo mientras se duchaba. Pero algo me detenía, no entendía por qué, pero quería ver todo su cuerpo, no solo su cabeza desde arriba.
Joaquín cerró la llave del agua y sacudió su cabello. Estuve atento a esconderme si él llegara a elevar su mirada. Retrocedió un poco y tomó la toalla. Secó primero su cabeza. En ese momento, Joaquín me dio una vista privilegiada de la parte frontal de todo su cuerpo. Tal como lo imaginaba, sus piernas eran fuertes y marcadas como su torso. Sus caderas y su cintura eran pequeñas y… me fijé en su verga, mis ojos pasaron por las partes íntimas de Joaquín y llamaron mi atención.
No era la primera vez que veía a un hombre desnudo: había visto a mis amigos de la liga y a los de mi equipo de fútbol cuando estábamos en los lockers. Pero era la primera vez que yo le imprimía un poco de malicia y morbo a la desnudez de un hombre. Además, nunca había visto un pene como el de Joaquín: era grande, sin ser de un tamaño exagerado. Estaba rodeado por pelos un poco escasos y colgaba sobre dos guevas redondas y no muy grandes. Nunca me había fijado en el pene de un hombre. Nunca había sentido deseos de observar a un hombre desnudo. Pero en ese momento, sintiendo los intensos latidos de mi corazón repicar en todo mi cuerpo, con los ojos abiertos a mas no poder y con un poco de temblor en mi cuerpo, estaba allí, viendo desnudo a un hombre mayor que yo. Un hombre fuerte, viril. Un hombre que, de haberse enterado de mi imprudencia, seguramente me hubiera atacado con sus fuertes puños. Allí estaba yo sin saber por qué y, sin darme cuenta, había retirado una de mis manos que me servía de apoyo en la pared, y estaba acariciando con ella mi pene… que estaba en erección.
Unos instantes después, sin hacer ningún ruido bajé del sanitario. Acomodé mi pene de tal forma que no se notara la erección y salí del baño hacia la casa para comer. Llevaba cierto temor por lo que acaba de hacer, estaba nervioso y confundido, pero también dispuesto a olvidar ese tema de espiar a un hombre en la ducha. Sentía vergüenza de mi mismo y algo de culpa.
Esa noche, después de la cena mi tío propuso hacer una fogata. Para ello me pidieron a mi el favor de ir hasta la habitación de Joaquín y pedirle prestado un poco de combustible, fósforos especiales para fogatas…en fin, todos los implementos necesarios. Caminé en medio de la oscuridad de la noche hasta llegar a la habitación del trabajador. Por la ventana veía las luces emitidas por su televisor y supuse entonces que él todavía estaría despierto. Ya por mi mente no pasaban los recuerdos de lo que había hecho más temprano mientras el se duchaba, todo estaba en orden ahora en mi mente y había superado ese momento de confusión. Me acerqué a la puerta de la forma más natural y toqué dos veces. A los pocos segundos Joaquín corrió un poco la cortina para ver quien tocaba, le hice una seña con mi mano. Pocos instantes después se abrió la puerta.
Joaquín: A la orden Joven
Joaquín estaba de pie preguntándome con la mayor naturalidad del mundo en que podía ayudarme. Yo, que trate de disimular al máximo, no pude contener una expresión de asombro que volvió a confundirme, al ver a ese hombre luciendo solamente unos pequeños pantaloncillos que bordeaban sus caderas y bajaban para abrazar su verga y formar un bulto bastante pronunciado. Su torso fuerte estaba ahora frente a mí. Pasé la mirada rápidamente por sus pantaloncillos y por sus piernas, volviéndola a subir a sus ojos que esperaban atentos mis instrucciones. Pero, al parecer, Joaquín notó mi gesto de sorpresa y se avergonzó un poco.
Joaquín: Joven que pena con Usted…es que salí rápido a abrirle y pues como no vi a la señora sino solo a usted entonces no me cubrí mas.
Yo: No tranquilo Joaquín, no hay problema – le dije recuperándome un poco de mi asombro – vengo porque vamos a hacer una fogata y necesitamos que por favor nos prestes los fósforos, el combustible y lo demás.
Joaquín: Si Joven, pase y siéntese mientras yo le alisto todo.
Entre en su habitación y me acomodé en una silla que estaba en una esquina y que él mismo Joaquín me ofreció. Inmediatamente él se puso a buscar los materiales por todo el recinto y yo lo seguí disimuladamente con mi mirada. No entendía que me pasaba. Yo que tenía una novia. Yo que desde que tengo uso de razón deseaba con todos los órganos de mi cuerpo a las mujeres. Yo que era tan seguro de todos los aspectos de mi vida, me sentía ahora un poco interesado en ver a un hombre en pantaloncillos. Pero lo que más me llamaba la atención era el bulto que formaba aquella verga que había visto más temprano. Se veía grande, no era nada al lado del bulto normal de mis amigos. Algo me pasaba conmigo. Decidí entonces iniciar una charla con Joaquín.
Yo: Practicas algún deporte Joaquín? - pregunté aparentando poco interés en el tema.
Joaquín: No Joven, por qué lo pregunta?
Joaquín: Lo digo porque tienes todos los músculos del cuerpo marcados, como si fueras atleta, o como si lo hubieras sido antes.
Joaquín: No joven, en realidad es el trabajo de aquí de la finca el que lo mantiene a uno en forma. Joaquín no prestaba mucha atención, seguía recorriendo su habitación en busca de lo que yo necesitaba para la fogata. A los pocos segundos preguntó:
Joaquín: Y usted joven? Es deportista?
Yo: Si, practico fútbol todo el día.
Joaquín: Y cuantos años tiene Joven?
Yo: 18 y tu?
Joaquín: 23
Joaquín seguía caminando por la habitación en sus sexy pantaloncillos.
Yo: Bueno Joaquín y no te aburres aquí todo el tiempo?
Joaquín: Pues… más o menos… a veces entre semana voy al pueblo, pero mientras están aquí los patrones me toca quedarme.
Yo: Y tienes novia en el pueblo?
Joaquín: Si, tengo una noviecita, la veo una vez por semana.
Yo: Solo una vez por semana? Y el resto de la semana…?
Joaquín: Pues nada Joven, toca aguantarse jaja.
Yo: Ya me vas a decir que te aguantas toda una semana, no te creo, me imagino que además traes amiguitas aquí o no?
Joaquín: Ja ja bueno… pues… no le cuente a sus tíos eso, pero si ja ja, si he traído algunas amiguitas. Es que usted sabe… a veces hace falta darse un gustito.
Yo: Ja ja, si yo entiendo… y no te debe ir mal con las niñas no? Lo digo porque eres alto y tienes los músculos marcados, como te decía ahora…
Joaquín: Ja ja Joven, pues ahí trato de conseguir lo que se pueda
A mi me estaba empezando a gustar el tono de la conversación y hubiera querido prolongarla pero Joaquín termino rápidamente de recoger los elementos necesarios y se acercó donde yo estaba entregándome una bolsa con todo. Depositó la bolsa en el suelo frente a mi y se sentó en una orilla de la cama, como queriendo continuar la charla.
Yo: Oye Joaquín, y aquí en confianza… cuéntame por que no traes a tu novia en lugar de traer a las otras amigas?
Joaquín: Bueno…pues si quiere la verdad Joven, usted sabe…las mujeres no son iguales todas y pues…algunas prefieren hacer unas cosas y otras no se dejan.
Yo: Como así Joaquín, no entiendo - en realidad estaba confundido
Joaquín: Joven, me da pena contarle esas cosas… ja ja - Joaquín sonreía tímidamente.
Yo: No para nada Joaquín, dale, dime con confianza que yo no soy un santo…
Joaquín: Bueno… es que a mi me gusta mucho… con las mujeres… algunas poses mas que otras… usted sabe - y Joaquín se quedó un momento en silencio, algo avergonzado, como esperando mi reacción.
Yo: Y como cuales…si te puedo preguntar.
Joaquín: Joven… usted alguna vez ha estado con una mujer y… le ha dado por atrás?
Yo: Es eso lo que te gusta?… entonces tu novia…
Joaquín: Mi novia no me deja hacer eso.
Yo: Ja ja, entiendo, entiendo Joaquín. Entonces calmas tus ganas con tus amigas.
Joaquín: Claro Joven! - respondió algo mas tranquilo ahora que yo había reaccionado amablemente a su comentario - usted no se las imagina.
Yo: Ja ja, les gusta mucho?
Joaquín: Les encanta - respondió interesándose por el tema - les tiene que doler porque se quejan cuando les doy por atrás. pero les gusta porque aquí vuelven.
Me gustaba mucho el rumbo que había tomado la conversación. Joaquín ya estaba hablando como el macho que era, el tipo que le gusta someter a las mujeres. Esa forma de hablar iba muy bien con su viril apariencia. Además, verlo sentado frente a mi, en sus pequeños pantaloncillos y hablando de sexo, estaba logrando en mi sensaciones intensas. Me preguntaba porque me había contado algo tan íntimo, es cierto que yo indagué bastante, pero no pensé que fuera a revelar sus secretos sexuales. Imaginé entonces que, dada su soledad, le era bastante placentero encontrar en mí a un amigo con quien conversar un rato. Las cosas se estaban poniendo muy interesantes, pero en ese momento (y para mi pesar) escuché el grito de mi tío desde la casa, quien me llamaba para que me apresurara.
Yo: Ah! Ahí está mi tío gritándome - le dije a Joaquín mientras me ponía de pie - luego seguimos la conversación Joaquín, me tienes que presentar algunas de esas amigas jeje - y me dirigí hacia la puerta pensando que era mejor salir de allí y no despertar alguna sospecha en Joaquín con mis preguntas indiscretas.
Cuando estuve a punto de abrir la puerta de la habitación, Joaquín se puso de pie:
Joaquín: Espere un momento Joven!, es que se me olvidó darle los fósforos para la fogata. Déme un segundo ya se los traigo, los tengo aquí en el baño.
Y Joaquín entro rápidamente al baño para buscarlos. Yo me quede esperándolo donde estaba. Tras unos instantes, se asomó a la puerta del baño y me dijo:
Joaquín: Joven, puede venir un momento, es que las cajas de los fósforos están escritas en ingles y no se cuales son los de fogatas.
Caminé entonces para entrar la baño y escoger los fósforos. Joaquín se quedo de pie bajo el marco de la puerta del baño y con su mano me indicó que siguiera yo primero. Pasé por su lado, la entrada del baño era algo estrecha y nuestros cuerpos se rozaron un poco. Sentí claramente como una de mis piernas rozó el enorme bulto de Joaquín y sentí su calor y su respiración casi sobre mí. Incluso me pareció como si él mismo hubiera propiciado ese encuentro bajo el marco de la puerta, pero decidí no mencionar nada al respecto y pregunté:
Yo: Donde están los fósforos?
Joaquín: Allí joven - respondió señalando un armario en una esquina del baño. El se quedó de pie bajo de la puerta.
Me acerqué al armario. Estaba de espaldas a Joaquín pero sentía que él me observaba. Rápidamente encontré los fósforos que necesitaba. Camine de nuevo hacia la puerta y me pareció extraño que Joaquín siguiera allí, inmóvil. Decidí no darle importancia y volví a pasar al lado suyo para salir. En ese momento volvió a darse otro roce como el anterior. Pero esta vez, fue evidente que Joaquín empujó su cuerpo y su bulto hacia mi cuerpo, por mucho que lo hubiera disimulado. No tuve tiempo de reaccionar cuando sentí su pesada mano en mi hombro, deteniendo mi paso.
Joaquín: Que pena joven - se disculpó Joaquín en un tono nada convincente y mirándome a los ojos. Yo, en cambio, dirigí mi mirada hacia el frente, todo se me hacia muy raro, sentía temor.
Yo: Tranquilo Joaquín - respondí para olvidar lo sucedido
Traté de seguir pero él no soltó mi hombro. Volteé a mirarlo como reclamándole mirada y Joaquín me observaba totalmente serio.
Joaquín: Joven, le puedo hacer una pregunta? - sin darme tiempo a responder prosiguió - ¿por que me estaba mirando cuando yo estaba en la ducha más temprano?
En ese momento me puse pálido del miedo y él debió notarlo. Me quedé inmóvil y no fui capaz de mirarlo a los ojos. Joaquín me había descubierto.
Joaquín: Pero tranquilo Joven - se apresuró a decir, aunque en un tono casi de burla. Después de un breve silencio, y sin soltar todavía mi hombro, me preguntó en voz baja, acercando un poco su boca a mi oído.
Joaquín: ¿Que es lo que quería ver?
Ante mi silencio, producto de mi temor, Joaquín tomo mi mano derecha llevándola a su pronunciado bulto y oprimiéndola fuertemente contra este, al tiempo que me preguntaba en un tono algo amenazante.
Joaquín: Esto es lo que quería verme joven?, Ah? - yo permanecía en silencio - Pues ya lo vio… además lo está sintiendo… que le parece? - me hablaba a mi oído, en un tono bajo, pero firme - Pero contésteme joven, o es que le tiene miedo de los hombres de verdad, como yo?
Me sentía extraño, debo admitir que había un poco de excitación en mi cuerpo, tenía mi mano sobre la gran verga de Joaquín, no estaba en erección pero se notaba algo despierta. El me hablaba al oído con rudeza y sentía su gran cuerpo casi sobre el mió. Pero también sentía mucho, mucho temor y confusión. Reaccioné con un poco de ira quitándome de encima su brazo y alejándome de él.
Yo: Yo mejor me voy Joaquín, yo no se de que estas hablando.
Y Joaquín respondió con absoluta tranquilidad.
Joaquín: Por qué no me espera joven, vamos juntos donde sus tíos y yo les cuento que su sobrino me estaba espiando - y entonces adopto un tono amenazante - Que el sobrino que tienen es un mariconcito de primera. Que además se le olvido apagar la luz mientras me espiaba y yo me di cuenta de todo.
Yo: A mi no me dices marica! - le respondí en un tono severo.
Joaquín: Eso dígaselo a ellos joven
Joaquín me estaba amenazando, no sabia que responderle.
Yo: Y que quieres entonces que haga Joaquín, discúlpame… fue algo involuntario… yo no.
Joaquín: Tranquilícese joven - me interrumpió - mejor no hablemos ahora de eso. Vaya, haga la fogata con sus tíos que lo están esperando y cuando terminen y se vayan a dormir usted se viene para acá sin que nadie se de cuenta. Yo aquí lo voy a estar esperando y hablamos del asunto mientras nos tomamos unos tragos.
Esa noche, después de la fogata, mientras estaba acostado en la cama del cuarto de huéspedes pensaba que yo era el único que debería estar despierto. Lo que había vivido aquel día no era algo normal. Sentía miedo de ir a encontrarme con Joaquín. Me sentía sucio por haber querido ver a un hombre desnudo, por haber permitido que él pusiera mi mano en su pene. Estuve a punto de renunciar al pacto que tenía con Joaquín, pero no sabia que les diría al día siguiente a mis tíos, cuando él les contara lo que yo hice. Me decidí. Me puse mis tenis y salí del cuarto de huéspedes con mi ropa de dormir: unos boxers y una camiseta. Salí de la casa sin hacer ningún ruido y empecé a caminar hacia la habitación del trabajador. ¿Que iba hacer? no lo sabía. Estuve a punto de devolverme mil veces mientras caminaba, pero finalmente llegué. Pudo más el miedo a lo que él pudiera decir. Toqué en la puerta y él me abrió sin decir nada. En su mano tenía una botella de ron casi por la mitad. Entré nuevamente en esa habitación con muchos nervios pero, al verlo nuevamente en sus pantaloncillos, volví a sentir una leve curiosidad.
Joaquín: Que bien Joven, que bueno que vino - saludo Joaquín de forma natural - pero lo noto nervioso, venga, tome un poco de ron para que se relaje.
Yo: No gracias, no bebo. Dime que es lo que quieres Joaquín – pregunté bastante serio.
Joaquín: Que lástima, porque a mi si me gusta beber mucho - y tomó otro trago.
Yo: Me vas a decir que es lo que quieres?
Joaquín: Primero tranquilícese joven - y me miro de pies a cabeza mientras puso la botella en el piso - esa es su ropa de dormir Joven?
Yo: Si, por qué?
Joaquín dedico unos momentos a observarme de arriba abajo.
Joaquín: Me dice que entrena fútbol joven?
Yo: Si
Joaquín: Se nota, tiene las piernas fuertes… se las afeita?
Yo: No, solo que me salen pocos pelos.
Joaquín: Arriba tampoco le salen? En la parte de arriba de sus muslos?.
Yo: No tampoco, porque preguntas?.
Joaquín: Por que no me deja ver - me interrumpió - súbase un poco sus boxers, déjeme ver sus piernas.
Yo: Pero Joaquín, que es lo que…
Joaquín: Tranquilo Joven - volvió a interrumpirme - hágalo tranquilo.
Me quedé en silencio y después obedecí subiendo mis boxers para que todas mis piernas quedaran descubiertas.
Joaquín: Y por qué mejor no se los quita - Abrí mis ojos sorprendido - Si joven, quítese la ropa, usted ya me vio desnudo pero yo a usted no. No creo que le incomode mucho… los dos somos hombres… y usted es bien machito - estaba algo ebrio, era claro.
Y tras decir esto, Joaquín tomo sus pantaloncillos y los deslizó por sus piernas quedando totalmente desnudo frente a mi, mostrándome de nuevo su enorme verga, en estado de relajación, que aun así se veía muy grande.
Joaquín: Otra vez me ve desnudo joven…a ver, lo estoy esperando a Usted, no me diga que le da pena.
Tímidamente me quité los tenis y la camiseta, me iba a quitar los boxers pero me detuve en ese momento, me avergoncé. Joaquín dijo entonces:
Joaquín: Déjeme ayudarle joven si no puede.
Joaquín camino rápidamente hasta pararse tras de mi. Retiró mis manos que aun sujetaban el resorte de mis boxers y las suyas tomaron ese lugar. Posteriormente los deslizó bruscamente y en un solo movimiento por mis piernas descubriendo, ante si, todo mi culo.
Joaquín: Es cierto joven, casi no tiene pelos en su cuerpo… - guardé silencio, sentía muchos nervios. Joaquín se arrodilló tras de mi. Puso una mano en cada una de mis piernas y, tras acariciarlas rápida y bruscamente las subió hasta mi culo. No sabia que me pasaba, primero no quería encontrarme con él y ahora, debía admitir que sus bruscas caricias me empezaban a excitar. Tomó mis nalgas con firmeza mientras yo sentí que mi verga empezó a reaccionar. Posteriormente, separó mis nalgas abriendo mi culo mientras decía en voz baja:
Joaquín: Este culito se parece a muchos de los que he comido: blanco, pequeño, durito, redondo… sabe cual es la diferencia joven? Que nunca me he comido el culito de un hombre.
Joaquín seguía arrodillado masajeando mis nalgas y abriéndolas de vez en cuando.
Joaquín: Y usted joven? A usted que sí le gustan los hombres, alguna vez ha tenido sexo con uno?
Yo: No me gustan - respondí secamente, con un evidente temblor en mi voz fruto de la excitación que empezaba a crecer en mi. Que ironía, aparentando virilidad al tiempo que mi verga se ponía dura de placer con ese hombre.
Joaquín: Yo tampoco… y nunca pensé hacerlo… pero usted me trajo la oportunidad. No me gustan los hombres… pero me gusta el sexo, y más cuando he bebido.
Joaquín se puso de pie.
Joaquín: Voltéese joven, quiero verlo de frente.
Tímidamente me di vuelta y me encontré cara a cara con Joaquín. Ambos estábamos en la misma situación: desnudos, mirando nuestros cuerpos, con una semi erección en nuestros penes. El mío era normal pero el de Joaquín se veía ya bastante grande.
Joaquín: A ver joven, veamos con que se defiende usted - y dicho esto tomó mi verga con su mano y empezó a sobarla bruscamente. Alternaba las caricias en mi verga con unos leves apretones en mis guevas
Joaquín: que siente joven? Yo veo que le está creciendo - siguieron unos segundos de silencio - Y por qué no me hace lo mismo joven? Coja mi verga. Tenga el honor de ser el primer hombre que me la toca.
Esas palabras quedaron retumbando en mi mente. También era la primera vez que un hombre me tocaba. Entendí que era mi oportunidad de experimentar con hombres. Tome su verga con firmeza y brusquedad, tal como él lo hacía con la mía. Joaquín emitió un suspiro que no disimuló y cerró sus ojos.
Joaquín: No se siente nada mal, usted tiene buena fuerza en la mano - su verga empezó a crecer poco a poco. Tras unos segundos quedó totalmente dura, yo no la podía abarcar en mi mano. La mía había alcanzado ese estado también.
Pasaron unos instantes de silencio en los que nuestras caricias bruscas se transformaron en francas masturbaciones que iban bastante rápido. Yo recorría toda su verga con mi mano, me impresionaba el tamaño. Al mismo tiempo sentía como el apretaba cada vez mas fuerte la mía, era como si quisiera exprimirla. A juzgar por sus gestos y el tamaño de su verga, su excitación estaba llegando al máximo. Se detuvo entonces. Soltó mi verga y retrocedió para que yo soltara la suya.
Joaquín: Lo veo ya mas tranquilo Joven - era cierto, no solamente tranquilo sino decidido a dejarme llevar por él - Voltéese otra vez joven, deme la espalda - obedecí, él aproximó su cuerpo al mío - Abra un poco las piernas joven - y tomando con fuerza mis nalgas, las abrió - Déjeme sobarle mi verga por su culo joven, a ver que se siente - y dando cortos pasos hacia mi cuerpo, acomodó su dura verga entre mis glúteos.
No era un penetración, Joaquín solo puso su verga entre mis glúteos y empezó a mover sus caderas para frotarla, al tiempo que me abrazaba con fuerza. Se acercó a mi oído y me preguntó en voz baja.
Joaquín: Alguna vez le habían pasado una verga así por su culito joven?
Yo: No - respondí en medio de un suspiro.
Joaquín: Los culitos como el suyo son los que me gustan joven, así duritos, y vírgenes… le gusta como la muevo? - permanecí en silencio - responda joven, le gusta? - Asentí con mi cabeza - Ya es hora de estrenar este culito, lo quiero ver quejándose y sudando como las amigas que traigo aquí - seguía sobando su verga - pero tranquilo, que también va a disfrutar mucho.
Tras unos instantes de frotar su verga entre mis glúteos, Joaquín tomó firmemente mi verga, con su rudeza propia de un trabajador del campo, y empezó a masturbarme rápidamente sin apasionamientos. Alejó su verga de mi culo y en reemplazo llevo su mano a sobar mis nalgas, a abrirlas y a sobar mi ano que se contraía cuando sentía sus caricias.
Joaquín: Relájese joven - me decía en medio de suspiros.
Sin mas preámbulos detuvo sus caricias a mi culo y acerco la punta de uno de sus dedos a mi ano. Apretó más fuerte mi verga y metió su dedo en mi culo un solo impulso. Sentí gran placer en mi verga, pero también un dolor agudo y me queje queriéndome soltar. Él me dominó y me sostuvo firme hasta que fue pasando el dolor. Seguía sintiendo su mano masturbándome y su dedo en el fondo de mi ano masajeando mis entrañas. Nunca había sentido mi propia verga crecer tanto como en ese momento. Joaquín acerco un segundo dedo y nuevamente, sin anunciar, lo metió acompañando al primero y causando en mí más dolor.
Joaquín: Tranquilo joven, eso duele solo al principio.
Y tenía razón, en pocos segundos estaba sintiendo nuevamente placer, de mi verga y de mi ano. Joaquín estaba ahora masajeándome con sus dedos. Hacía círculos en mi ano como tratando de expandirlo. No dejaba de acariciar mi verga, algunas veces rápido y duro, otras veces suave para que mi excitación fuera gradual y no llegara al orgasmo todavía.
Joaquín: que culito tan rico joven, esta bien durito, nuevecito. Ya no le duele cierto? - asentí con mi cabeza - Bien, está portándose bien joven, le gusta todo lo que siente? - volví a asentir en medio de los gestos de malestar y placer de mi cara.
Joaquín siguió trabajando en mi verga y en mi ano, al mismo tiempo que acercaba su cuerpo para sobarlo en el mío, para frotar también su verga que pedía a gritos algo de placer. Seguimos en la misma posición por unos minutos hasta que Joaquín soltó mi verga. Posteriormente separo mis nalgas con una mano y retiro lentamente los dos dedos con los que me estaba penetrando. Suspire cuando me sentí liberado de sus manos.
Joaquín: Ahora ya está listo joven, venga, acuéstese - dijo señalando la cama.
No dije nada, Joaquín me tomó de un hombro y me guió a acostarme en su cama. Yo lo hice un poco nervioso. Posteriormente, el se subió a la cama y se acostó al lado mío.
Joaquín: Acuéstese de lado Joven, dándome su espalda.
Obedecí las instrucciones de Joaquín, gire mi cuerpo hacia un lado dándole la espalda al cuerpo del trabajador y esperé paciente lo que vendría a continuación. Bruscamente, como todos sus movimientos, Joaquín tomo mis piernas y las separó llevando una hacia adelante y abriendo de esa forma mi culo. Llevó entonces su mano nuevamente entre mis glúteos y empezó a masajear, rozando mi ano en todo momento.
Joaquín: Le gusta joven?… Tiene que relajarse… piense en el placer y no vaya a pensar en el dolor.
Todo esto me decía Joaquín mientras me abrazaba contra sí. Tras unos instantes, levantó una de sus pesadas piernas y la puso sobre las mías. En ese momento sentí como su dura verga empezó a tomar posición cerca de mi culo. Una vez estuvo acomodado sobre mi cuerpo, el trabajador tomó su pene con su mano y lo dirigió hacia mi ano.
Joaquín: Cierre los ojos joven y relájese - me dijo en voz baja mientras recargaba todo su peso en mí para dominarme.
Cerré mis ojos y las sensaciones se volvieron mas intensas. Lo siguiente fue sentir la cabeza de su enorme verga, algo húmeda por su excitación, tocando mi ano. Después, sin más esperas, Joaquín empujó con sus caderas su enorme verga y, tomándola con su mano, empezó a abrirse camino por mi culo. Sentí un dolor intenso, peor aun que el que sentí con los dedos de Joaquín. Quise levantarme y salir corriendo. Pero la posición en la que estábamos, donde su pesado cuerpo estaba casi encima del mío, me impidió cualquier movimiento. Estaba atrapado, sometido, no podía hacer nada más que esperar y tratar de relajarme. Joaquín metió un poco de su enorme verga a mi culo al mismo tiempo que suspiraba. Se detuvo entonces y movió un poco sus caderas, tratando de sentir placer.
Joaquín: Si joven, que rico como se va abriendo su culito - me decía el trabajador en medio de suspiros.
Poco a poco me estaba acostumbrando al dolor hasta que, en otro impulso, Joaquín empujo nuevamente sus caderas y profundizó su verga en mi ano. El dolor fue intenso. Por unos instantes sentí que su verga no paró de entrar en mi ano. La sentía enorme, era como si estuviera invadiendo todo mi cuerpo. Yo trataba de acostumbrarme rápidamente a la sensación aunque no era fácil.
Joaquín: Muy bien Joven, vamos muy bien - suspiraba Joaquín en medio de su excitación.
Cuando terminó de poner toda su verga en mi culo, se detuvo para darme tiempo de reponerme. Tras unos segundos de “descanso” empezó a mover sus caderas. Primero los movimientos fueron suaves y mi cuerpo se fue acostumbrando a sentirlos. Los dos gemíamos y suspirábamos. El placer estaba empezando a surgir en nuestros genitales y a irradiarse a todo nuestro cuerpo.
Joaquín: le gusta joven? - preguntaba en voz baja.
Yo: Si - respondía en medio de suspiros.
Joaquín: más rápido?
Yo: si
Mi cuerpo me pedía mas acción y el lo sabía, por eso me había preguntado si quería acelerar la penetración. Empezó a mover sus caderas con un mayor ritmo y el placer empezó a invadirnos a los dos. Nuestros gemidos se transformaban ahora en leves gritos que tratábamos de ahogar. Sus manos bruscas recorriendo mi delgado cuerpo presionándome cada vez mas contra el suyo, sus piernas dominaban las mías, era como si el quisiera penetrar todo mi cuerpo, meterse en mi cuerpo.
Joaquín: Si Joven, que rico - suspiraba el trabajador - aaahhh
El placer en mi cuerpo era indescriptible. Nunca me imaginé que ser penetrado pudiera ser tan intenso. Mi verga estaba a punto de estallar por la erección que tenía. Liberando una de mis manos la deslicé por mi abdomen hasta llevarla entre mis piernas, donde mi verga pedía a gritos algunas caricias. Tan pronto como pude alcanzarla, empecé a masturbar mi verga de una forma frenética, con la misma velocidad con la que Joaquín penetraba mi dilatado ano. Con cada movimiento Joaquín descargaba todo el peso de su cuerpo en el mío. Suspiraba y gemía como debería hacerlo cuando penetraba uno de los culitos que tanto le gustaban. Yo me masturbaba tratando de liberar toda la tensión y todo el deseo contenido de ese día.
Joaquín: Ya casi joven - me dijo Joaquín en medio de suspiros.
Joaquín gemía y respiraba ahora mas rápido, con mas agitación. Pocos instantes después, Joaquín arremetió contra mi cuerpo con todas sus fuerzas. En un solo movimiento hundió su verga hasta el fondo de mi ano y, abrazándome fuerte, la dejo enterrada mientras emitía un leve grito. En ese momento empecé a sentir como mi cuerpo era invadido por el torrente de su leche caliente. Sentí su verga palpitar en mi interior y su semen inundar mi ano con el calor de sus entrañas. Joaquín seguía suspirando y movía lentamente su verga para prolongar su orgasmo. Yo había detenido mi masturbación pues, en su abrazo, Joaquín inmovilizó todo mi cuerpo. Aunque mi verga pedía a gritos un orgasmo, no podía proporcionarle más placer. Estaba dedicado completamente a sentir el orgasmo de Joaquín en mi ano.
Joaquín: ahh joven sii - suspiraba Joaquín mientras llegaba a los últimos momentos de su clímax.
Su verga no dejo de palpitar en ningún momento y todo el tiempo sentí que mas y mas semen invadía mi culo. Joaquín me había convertido en su juguete de esa noche y lo había disfrutado. Yo había sido penetrado por un hombre heterosexual y necesitaba desesperadamente descargar mi verga por todo el placer que había sentido. Poco a poco, el abrazo de Joaquín empezó a perder fuerza y su cuerpo se fue relajando. Después de unos instantes de silencio, llevó una mano a mi culo y separo mis nalgas al tiempo que empezó a retirar su verga. Sentí como su enorme pene iba dejando un vació en mi ano y me hacia retorcer del placer en su retirada. El sudor había invadido nuestros cuerpos. Estábamos impregnados del olor del otro, nos habíamos entregado íntimamente. Joaquín me soltó definitivamente y, girando su cuerpo, quedo acostado boca arriba, extenuado. Su verga empezó a perder tamaño.
Me acosté boca arriba al lado de Joaquín y, sin perder tiempo, llevé mi mano a mi verga que estaba a punto de explotar. Empecé a masturbarme frenéticamente, mi cuerpo era ayudado por las sensaciones que conservaba, y mi mente cooperaba con las imágenes de aquel día. Joaquín suspiraba a mi lado. Joaquín, el hombre grande y macho estaba descansando de su orgasmo mientras yo estaba a punto de llegar al mío. Quería hacerlo participe, quería reconocerle a Joaquín el placer tan intenso que estaba sintiendo en ese momento. Me arrodillé en la cama de frente a Joaquín y seguí masturbándome sin parar, no podía hacerlo era una exigencia de mi cuerpo. Torpemente, sin cambiar su posición, Joaquín llevó su mano a mi verga alejando la mía. Tomó mi verga con toda su fuerza. La sensación fue increíble para mi. Joaquín solo tuvo que agitar mi verga pocas veces y yo, tras un suspiro y una contracción de todos los músculos de mi pecho, empecé a disparar semen contra él.
Su abdomen, su costado, su mano y su brazo. Todo quedo bañado en el semen que yo descargaba producto de la mayor excitación de mi vida. Fueron momentos intensos al sentir la dura mano del trabajador halando mi verga para descargar en su cuerpo el producto de toda mi excitación. No se cuanto tiempo duró mi orgasmo pero me pareció infinito. Joaquín nunca dejó de masturbarme hasta que mi verga empezó a perder tamaño, yo sentía ya más dolor que placer. Finalmente retiró entonces su mano de mi verga y volví a recostarme en la cama. Tras unos instantes de reposo, Joaquín se levantó y buscó la botella de ron. Tras beber un gran trago se encerró en el baño. Pocos segundos después escuché el agua de la ducha (la misma ducha donde había lo había espiado). Entendí que ya todo había terminado, al menos por esa noche y me senté en la orilla de la cama, tomando mi ropa para vestirme nuevamente.
Decidí irme antes que Joaquín saliera nuevamente. Y mientras caminaba bajo la oscuridad, tras un intenso orgasmo y con la sensación de haberle entregado mi cuerpo a un hombre, enfrentaba sentimientos de culpa con confusión y algo de excitación pues ese día había descubierto una nueva faceta del placer sexual.
Solo pensaba en la forma en que le hablaría a Joaquín el día siguiente. Debo admitir también, que ya deseaba volver a verlo.
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