Desde pequeña siempre ha sido así, cuando algo no me agradaba, me encerraba en mi dormitorio y entonces me imaginaba a mi misma como el personaje principal de una historia que inventaba.
Una historia recurrente donde era la bella dama que esperaba paciente - mientras vivía una situación complicada- que el amor, bajo la forma del hombre de sus sueños llegase a llevarla a un mundo pleno de momentos felices.
Todo cambia en la vida - al menos para mi-, todo ha cambiado, menos esa forma de abstraerme al sufrimiento imaginando una fantasía; claro que no me paso los días encerrada pensando esas historias que fabulaba de pequeña, pero a veces me consiento, y surgen bellos recuerdos de mis fantasías infantiles.
He dejado mucho de lado para construir el imperio que poseo. ¡Si! puede sonar vanidoso, pero es la verdad. Es un imperio donde siendo su presidente tengo un grupo de asesores, y ellos se encargan que los negocios que encaramos, siempre me permitan triunfar y mantener una sonrisa (mezcla de complacencia y orgullo por quitar posibles adversarios del camino que me he trazado).
Llegar a los treinta y cinco años y sentir que mi nombre es pronunciado con respeto, y que para muchas otras ejecutivas soy un modelo a seguir, me hace sentir orgullosa.
La virtud, (mi virtud) está en ver negocios donde otros no los encuentran – es instinto natural en mi – sin embargo, sólo es estar atenta a las variables del mercado y dar el zarpazo a tiempo. Mis asesores dicen que parezco una tigresa al acecho de su presa y que disfruto – en verdad lo hago – cuando hundo mis garras en el nuevo trofeo conquistado.
Hasta allí llego yo, luego es tarea de ellos que las ganancias se multipliquen y me permitan vivir con los lujos que tanto me agradan.
Tengo todo lo que deseo, inteligencia, buen porte, estatura normal, un rostro agradable donde mis ojos, según dicen , dado el caso pueden hipnotizar; también poseo una mansión con un parque inmenso, piscina climatizada, amplios salones de recepción que los utilizo, dos veces al año, para celebrar las fiestas temáticas más comentadas en las revistas dedicadas al cotilleo (me divierte ver luego las fotografías que toman los periodistas de espectáculos), pero también tengo, - esto pocos lo saben- un piso sencillo donde refugiarme, donde mi nombre no es conocido.
Lo compré hace un tiempo cuando mantuve un “affaire” con Sergio y nuestra exposición pública nos impedía ya todo tipo de intimidad. Era nuestro nido, el lugar que guardaba toda nuestra pasión y las palabras esas –las especiales, a veces cursis, o un tanto escandalosas - que como pareja enamorada podíamos decirnos.
Cumplió esa función hasta que descubrí que Sergio mantenía una situación paralela, y mis ilusiones y proyectos se derrumbaron para siempre.
Permanecí por ese entonces encerrada los doce peores días de mi vida. Doce días para velar cada uno de los meses que habían sido del más intenso amor vivido, y al cabo de ellos resurgí fuerte y bella como ahora soy.
Cuado reaparecí frente a Mónica y Graciela (al cabo de mi duelo) era un despojo humano, demacrada, con ojeras y mucho más delgada porque mi único alimento había sido el té de menta y cantidades industriales de cigarrillos.
Se encargaron de mi, me llevaron al mejor SPA de la ciudad y en una semana, entre médicos, dermatólogos, estilistas, masajistas y demás consiguieron que mi apariencia cambiase por completo.
Analizarme frente al espejo -con la piel tan suave, los cabellos lacios y brillantes, los ojos maquillados de forma de resaltar aún más su verde natural, las manos perfectamente cuidadas, unos pantalones que parecían mi segunda piel y una chaqueta entallada que sólo permitía el uso de un sujetador debajo- hizo que me viese como un ser deseable y desde entonces cambié mi forma de vivir. Nunca fui de las que dudan de si mismas, pero debo reconocer que la apariencia exterior refuerza la imagen mental, y desde entonces continúo el culto por la misma.
Hoy he decidido concederme una licencia -en mi vida y en mi trabajo- por varios días. Le aviso a Mariano que no iré a la empresa y, que dejo en sus manos las decisiones que sean necesarias tomar.
Mariano es “mi mano derecha”, y la izquierda también. Se unió, a mi por entonces mediana empresa, cuando buscaba trabajo recién recibido. Es ambicioso, inteligente y capaz; le reconozco una cualidad fundamental, disfruta de su trabajo y es hábil en el uso de las zonas indefinidas de las leyes. Además es uno de los ejecutivos que pueden disputarse las mejores empresas a cualquier costo.
La experiencia me ha enseñado que él jamás tomará una decisión que me perjudique, porque le privaría del placer que le produce ver a nuestras “víctimas” firmar las cesiones de derecho. Mariano es un abogado brillante sabe cuanto lo aprecio, aún cuando le diga que es “mi gourka personal”, y lo es; es salvaje como el que más puesto en el terreno de cumplir un objetivo y nada lo detiene hasta la concreción del mismo. En realidad somos, uno el complemento exacto del otro, yo los cazo y él los despedaza para mí.
Luego de comunicarle mi descanso a Mariano, he decidido que no seré yo, la de todos los días, la que salga a ver el mundo. Seré una aventurera en busca de algo. ¡Ya determinaré qué!.
Jeans elastizados, una camisa blanca atada en la cintura con unas pequeñas manchas de pintura, el típico maletín para óleos y pinceles, mi cabello recogido, apenas de maquillaje y me lanzo a caminar.
Así vestida soy una persona más que recorre las calles de la ciudad, me voy alejando hacia las avenidas que la circunvalan porque tengo un propósito, y es encontrar un hombre apuesto, uno que me atraiga realmente.
Me he acostumbrado que yo decido, qué quiero, cómo lo quiero, con quién lo quiero, y para ello, esta apariencia de chica bohemia y sencilla es el mejor anzuelo.
Tengo bien en claro los motivos por los cuales pienso en hallar un hombre. Sucede que, a los jóvenes hay que enseñarles, aún cuando ellos crean que lo saben todo, y yo ¡no tengo vocación para maestra!, en cambio con un hombre todo es más sencillo, se dan cuenta de forma rápida, de qué va la cosa y, como siempre tienen obligaciones que cumplir, se dejan llevar por una experiencia diferente.
Me detengo en una parada para autobuses y miro los coches que circulan, observo a sus conductores puesto que, en esta zona, deben disminuir la velocidad.
Mi presa se acerca conduciendo un BMW ( al menos aprendí a diferenciar las marcas, porque de modelos y todo el resto de los detalles, entiendo nada, y este es de los que tienen tapizados de piel y tablero de madera lustrada, en definitiva como todos los de esa marca) es tal como lo deseo, no excede los cuarenta años y ya me ha visto. Le hago señas y se detiene (era seguro eso) le pregunto si puede acercarme unos kilómetros más adelante y accede.
- Gracias guapo. Digo mientras me acomodo en el asiento del acompañante.
- Te atreves a todo, ¿verdad?
- ¿Por qué?
- Detener así un coche...
- No quedaba otra alternativa. Respondo apenas sonriendo.
- Ahora, el...¿ por qué? Es mío.
- Pues me he dado cuenta que no tengo dinero y estoy cansada para caminar.
- Ah entonces, ¿me elegiste como “chaufer”?
- Vale. ¡Me has descubierto!, y ¿cuánto me cobrará el “chaufer” por conducirme hasta mi piso?
- Depende. Dice con una sonrisa muy sensual, frente a la cual simulo percatarme de su juego y respondo,
- Wow, escucho tu oferta. Una sonrisa cómplice aflora en mis labios.
- Te llevo hasta tu piso si me invitas una copa y un café ¿te parece?. Nueva sonrisa de su parte y una mirada donde simulo estar totalmente cautivada por él.
- Vale, eso si, al menos dime tu nombre.
- Pablo, y tu te llamas...
- Andrea. Me llamo Andrea, Pablo. Digo con una amplia sonrisa – triunfal, para mi- puesto que he conseguido lo que deseaba.
- Ahora que soy oficialmente tu “chaufer” me indicas el camino.
Le voy indicando el recorrido entre miraditas y comentarios halagadores. Sé su nombre, que tiene cuarenta años (no los aparenta), que viene de una separación y no quiere compromisos (eso me gusta, yo tampoco los quiero), que es ejecutivo de una empresa (finjo no entender nada de todo eso, y eso le divierte), que vive en la parte norte de la ciudad, en la zona residencial y que hace poco tiempo se ha mudado allí (por los datos que me brinda, me doy cuenta que vive medianamente cerca de mi mansión y eso me hace dudar, pero sigo con mi plan). Hay cosas que no necesito preguntar, se nota un cuerpo atlético, cuidado y tiene muy buena presencia.
Así, casi al pasar, una de sus manos se ha posado sobre mi rodilla, acaricia mi muslo, mi respuesta no se ha hecho esperar y con un suave movimiento estudiado, comienzo a acariciar su muslo rozándolo con mis uñas desde su rodilla hacia arriba. Su rostro me demuestra que ha causado el efecto que yo deseaba y eso me pone feliz porque entonces tendré con él, el juego que tanto me agradaba.
Sigue conduciendo según mis indicaciones y también sigue reconociendo el nuevo terreno que se le presenta servido en bandeja. Su mano acaricia, oprime, tacta otra vez no sólo mis piernas, si no también mi espalda, cuello, y mis senos.
Sabe hacerlo - es evidente que sí- porque me está gustando y mucho: lo animo con algunos suspiros, unas miradas y sobre todo con mis manos que se han dado a recorrer su cuello y cuando una sube despacio a través de su cabello, la otra desabrocha un botón de su camisa para acariciar su pecho. Le gusta y sólo dice,
- Ya he probado tus manos, ahora quiero probar tu boca.
- Puede ser peligroso.
- ¿Por qué?
- Estás conduciendo. Digo con una sonrisa plena.
- ¿Siempre tienes una respuesta?
- Lo intento, y tu ¿siempre tienes una pregunta?
Sonreímos ambos, y al detenernos en un semáforo me besó. Digo bien, me besó porque fue absolutamente posesivo en ese beso y exploró mi boca como el mejor espeleólogo que pueda existir. Me agrada que tenga decisión, qué no se quede con los deseos de nada, qué intente dominar la situación, qué demuestre su inteligencia.
Cuando llegamos al edificio donde se encuentra mi piso, el guardia sólo pregunta si el señor me acompañará y si estacionará el coche en el garage; le respondo que si, que el señor estará bastante tiempo en el piso, porque discutiremos de negocios.
Pablo asiente y yo permanezco seria.
Subimos y ambos reímos haciendo mención al negocio que tenemos entre manos, nunca mejor empleado el término, ya que nuestras manos y nuestras bocas reconocen el terreno con gusto.
Entramos y le agrada el lugar, me dice que es muy lujoso para ser yo simplemente una pintora, que debo de vender muy bien mis cuadros, de lo contrario no podría mantener este lugar. Lo miro, pero no doy explicaciones,y sólo me dirijo a buscar algo para beber mientras le invito a tomar asiento en el sofá.
Preparo algo sencillo, whisky con bebida cola y los llevo en una bandeja con una hielera. Él –solícito- ayuda a distribuirlos en la mesa baja que se ubica frente al sofá.
No hay preámbulos, o sí, porque mientras bebemos nos hemos morreado de buena forma y estoy descubriendo que me gusta su boca, sus labios, su forma de besar por momentos posesiva y en otros absolutamente suave y tierna.
Me ha quitado la camisa, le gusta lo que encuentra y acaricia, amasa, echa su aliento y lame sobre el sujetador. Parece saber que eso me gusta y yo he desabrochado ya la suya, he aflojado su corbata y aflojado su cinturón.
Nos miramos en medio de tantas caricias y decido que merecemos el dormitorio. Me paro y tomando su corbata lo llevo como si estuviera guiando a un perro. La idea me gusta, sólo le digo,
- mira, tu corbata es el collar y yo te guío como si fueses mi perrito.
- “Guau, Guau”. Es su respuesta sonriente.
- Vamos perrito sube a la cama de tu ama.
- “Guau”. Nuevamente como respuesta, eso me indica que ha entrado en mi juego.
Se tira sobre la cama, me coloco a horcadas sobre él y le quito la corbata, en cierta forma lo tengo sujeto y a merced de lo que desee hacer. Sonrío con malicia y entrecerrando los ojos digo,
- ¿Te gustaría ser absolutamente dominado, estás dispuesto a que sea yo quién tome la iniciativa?.
- Nunca ha sido así, ¡me encantaría!
- Tu lo dijiste. Has dicho que si.
- Claro que lo he dicho, me gusta mucho experimentar cosas diferentes.
- Vale.
Me vuelco hacia delante y tomo con cada una de mis manos sus muñecas y las aprisiono sobre el colchón, no ofrece resistencia y exclama,
- Eres rápida Andrea para comenzar los juegos.
- Quiero divertirme tanto como tu, y mejor no perdamos tiempo.
- Me gusta que seas así, diferente, imperativa.
- Pues cuídate, no vaya a ser que luego no te agrade.
Su risa retumbó en la habitación, mientras decía “¿acaso piensas secuestrarme?”.
Pienso que mejor que ría, porque si resulta tan agradable será mi compañero de juegos por más que unas horas.
Suelto una de sus manos y estiro la mía hasta llegar al barrote -que a ambos lados de la cabecera de mi cama existe- extiendo y tanteo en busca de la anilla de un juego de esposas y con un movimiento rápido aprisiono su muñeca. Hago lo mismo con su otra mano y así lo tengo seguro para mí.
Sus ojos miran hacia ambos lados y no dan crédito a lo que le está sucediendo, se mira y me mira, nota el cambio en mi, ya no sonrío dulcemente, pero se recompone y se entrega orgullosamente al juego.
Me siento triunfal. He cazado a mi presa y eso me carga de adrenalina y de deseos -deseos de jugar con él, como si fuese un gato con un ratón que tiene acorralado- disfruto el poder que me brinda tenerlo amarrado y ahora él sabrá lo que es ser besado.
- Te quedas quieto ¡ quiero tu boca cerrada!–digo- porque de ahora en más, sólo harás lo que yo desee ¿entiendes?
- Sí. Fue su lacónica respuesta y acto seguido juntó sus labios.
Me acomodo a su lado, lo miro y decido quitarle su pantalón y su slip. Dejo su pantalón a un lado de la cama en el piso; huelo el slip y colgando de un dedo lo paso apenas rozando su cuerpo. Intenta decir algo y le recuerdo que debe permanecer callado y recibe un pellizco en una de sus tetillas (no le ha agradado mucho, pero a mi me pareció el mínimo castigo por no obedecer).
Tomo con mis manos su rostro y entonces comienzo a besar sus labios, se me antojan miles de besitos y mi lengua sabe que dibujar con ella sus labios, le elevará la temperatura. (Quiero eso, le quiero caliente y deseoso para luego decidir que hacer). Sigo jugando en su boca hasta que sin desearlo, se abre para mi y es entonces donde la que explora soy yo y cuando intenta reaccionar recibe un leve mordisco en su lengua y continúo entonces chupándola con ganas.
Es extraño, cuando todos se desconcentran por el mordisco, a Pablo lo ha estimulado. Su polla ha dado un respingo, ahora la estimulada soy yo, que deseo enloquecerlo hasta el punto de que me pida que lo folle.
Bajo a su mentón y mis dientes lo aprisionan y mi lengua lo humedece. Voy recorriendo su cuello en dirección a su oreja. Llego y muerdo su lóbulo, lo suelto y le digo,
- No tienes idea de cómo te voy a disfrutar. Vas a pedirme por favor que te cabalgue.
- Ajá- dice como única respuesta (me gusta su forma de demostrarme qué, aún atado intenta dominar la situación)
Estoy sumida en un juego de fuerzas, él no se doblega y yo deseo doblegarlo. Disfruto de eso. Es un digno exponente de hombre el que he encontrado, no será sólo un juego sexual será, también, un juego a nivel de inteligencias.
Lamo su pecho y a medida que lo recorro mis uñas dejan sus huellas marcadas en un color rosado que ,poco a poco, se transforma en un tono más subido. Son mis marcas en su piel y las continúo por su vientre, sus caderas, muslos y llego a sus pies.
Me friego en su piel, me deleito sintiendo como su verga está cada vez más dura, rozándola con mis pezones, con mi pubis, con mis muslos, apenas con mis pies.
Estoy parada, ahora, con los pies a ambos lados de su cabeza y he decidido que quiero sentir su lengua lamiéndome, voy bajando y me sostengo del cabezal de la cama y le ordeno,
- lámeme hasta sacarme un orgasmo de lo contrario tu nunca tendrás el tuyo.
Su lengua, comienza a actuar, primero despacio lamiendo mis labios, humedeciéndolos más aún, luego son sus labios los que sorben los míos y tiran de ellos. La punta de su lengua juega, recorre, separa, sube y baja desde mi clítoris a mi vagina.
Por momentos su recorrido es lento, luego vertiginoso, a veces es una punta afilada, otras un lametón donde toda su lengua se desliza por ese canal hasta mi vagina. Juega sobre la entrada, toca con ella, resopla su aliento cálido y se me eriza la piel.
Lo hace de maravillas y tengo unas ganas locas de sentirlo dentro, pero le he pedido un orgasmo y no cederé a mi tentación.
Sus dientes rozan suavemente mi clítoris y se me escapa un gemido, una mar de fuego entonces vuelve a atacarme en forma de lengua, sus dientes sostienen y su lengua roza y roza y cuando creo que ya no aguanto mas, es el momento donde la hunde en mi vagina. Entra y sale de ella se queda acariciándome hasta donde el largo de su lengua lo permite. Regresa a rozar mi clítoris con mayor intensidad, y lo hace muy bien, ambos sabemos que estoy caliente y si sigue de esa forma no podré contenerme. De repente se detiene, intenta rebelarse y vuelvo a ser imperativa. Mientras acerco aún más mi pubis a su boca ordeno,
continúa, no te he dicho en ningún momento que te detengas. ¡Vamos hazlo! Al decirlo he tomado sus cabellos y jalándolo acerco su cabeza a mi coño.
Reacciona y continúa su tarea, esto me reconforta doblemente porque me excita a nivel físico, pero también a nivel mental ya que ha comprendido.
- Muy bien, continúa así. Es un placer saber que me entiendes.
No contesta y siento sus dientes que presionan más mi clítoris (sonrío ante su rebeldía) y vuelvo a jalar sus cabellos para demostrarle la relación de poder existente. La realidad es que me excita no sólo porque actúa magníficamente bien como amante, sino que me excita su rebeldía, ese deseo de imponerse que tiene aún estando maniatado.
- Eres bueno y si lo logras, te demostraré lo buena que puedo ser contigo.
Siento su lengua nuevamente atravesándome, humedeciendo, acariciando e instintivamente me muevo al ritmo que él propone. Lo va a conseguir. Va a lograr que tenga un orgasmo porque mi respiración está agitada, mi pulso se acelera cada vez más y todo mi cuerpo responde al estímulo que recibo. Mis senos están hinchados y, si apenas rozo mis pezones, una sensación de electricidad me recorre y converge en mi pubis. Estoy cada vez más caliente, lo sabe porque ahora su lengua se dedica a entrar en mi vagina. Es un puñal que entra y sale y cada vez logra encenderme más y mejor hasta que estallo y me sacudo y me elevo y me tenso y arqueo y luego, la calma y el relax de los músculos junto a un profundo suspiro.
- lo has logrado y como buen perrito recibirás la recompensa.
Me ha sacado del juego, mentalmente ha conseguido que me aparte del juego propuesto y aún conservando mis habilidades de cazadora estoy deseosa por saborear a mi presa. Resbalo sobre su pecho hasta rozar su mástil y comienza “mi juego” el roce es intenso. Su polla está erecta , caliente y al rozarla contra mi humedad existen nuevas sensaciones que adivino en su rostro.
Continúo por un momento rozándome contra ella, noto que se acelera en algo su respiración y me divierte. Quiero que sienta que va a estallar, que no tiene control de su orgasmo, quiero ser yo la que decide sobre su voluntad y le brinda lo mejor y de una forma diferente.
Abandono el roce contra mis labios y desciendo sobre su cuerpo, mis manos tocan y aprietan su pecho y cuando su miembro está al alcance de mi boca comienza mi festín. Me ubico entre sus piernas y cual dios pagano, lo venero. Desconozco la forma de brindar placer si no es sintiéndolo yo primero, y me gusta solazarme en una buena fellatio.
Disfruto cuando mi lengua recorre la suavidad de su piel, me excita sentir el calor que emana su capullo y deseo apagarlo con unas lamidas que comienzan breves y se transforman en profundas.
El deseo por rendirle culto crece en mi cuando lo recorro con mis labios cuan largo sea y al retornar mi lengua deja su señal de humedad en ella.
En el momento en el que decido una profunda comunión comienzo a chupar y succionar, me place sentir como invade mi boca, allí me dedico a mojarla completamente con mi saliva y la recorro de forma que innumerables veces entre y salga de mi boca.
Nada existe tan especial, único y placentero como el sentirla en mi boca y brindarle el trato y la adoración que merece.
No he perdido el toque mágico. Sé que ya no se controla cuando le escucho decir,
- ¡No aguanto más!
Es el momento que esperaba y las palabras adecuadas, lo retiro de mi boca y soplo sobre su pene, la reacción no se hace esperar,
- ¡¿Qué haces?!
- Prolongar mi diversión y tu goce, acaso ¿puedes decirme que se ha sentido feo?
- Feo no. Extraño quizá, ajeno a todo lo que esperaba.
- Nunca esperes lo común de mi. Dije mientras mis dedos pulgar e índice puestos en forma de anilla trataban de abarcar el grosor de su falo y se deslizaban a través del mismo.
Volví a introducir su pene en mi boca y esta vez le produje la sensación de vibraciones simplemente al reverberar en mi cavidad bucal el sonido de una eme, sólo obtuve de él un,
- fóllame ya por favor. Me entrego, ya no me resistiré más.
He logrado lo que quiero y me alzo triunfante a montarlo como una hembra en celo. Lo cabalgo a mi gusto, de a ratos me inclino para que mis pezones rozaran su piel, luego me yergo, subo y bajo de forma rauda, hasta que por fin mi orgasmo es incentivado por un río de lava candente que me inunda por dentro y termino recostándome sobre su pecho.
Así recostada encima de Pablo, me estiro para quitarle las esposas, luego voy a tomar una ducha.
- Anda, ¡ven aquí perrito lindo!, te mereces un buen baño.
- Como tu digas.
Le escucho y sonrío, me gusta que siga este juego.
Entra en la ducha diciendo,
- Me ha gustado tu juego, es algo diferente y divertido. Dice sonriendo.
- Me alegra, porque la he pasado muy bien.
- ¿Si?
- Si ¿por qué? Y mientras lo digo toma mis y las ata con su corbata diciendo,” Tu juego me demostró que el privarme de tocarte ha sido una experiencia donde tuve que aprender a recibir placer sin poder intervenir directamente en ello. Ahora tu serás, en la ducha, quien recibas de tu misma medicina.”
El agua cae sobre mi cuerpo y al mismo tiempo sus manos me recorren. Me acaricia, pellizca mis pezones, muerde mis labios antes de besarme y luego lo hace siendo absolutamente posesivo.
Jalando mi cabello consigue que me arrodille, lo beso y chupo pero no me permite mucho más. Me indica que me pare y me gira quedando de espaldas a él. Besa mi nuca, me modisquea mientras acaricia desde atrás mi sexo, me inclina hacia delante y siento su polla penetrarme,
- te gusta ¿verdad? Te gusta el sentir que no posees el control.
- ¡Si que me gusta!
- Aprendí rápido tu juego y se disfruta mucho.
Le siento entrar y salir y me humedezco. Hace ya tiempo que había olvidado como se sentía dejarse llevar por el otro. Disfruto de un orgasmo que no esperaba y sus últimas estocadas las da sujetándome fuerte contra él al mismo tiempo que besa y mordisquea mi cuello.
Vuelve a girarme, desata mis manos y ahora me besa con una suavidad increíble. Nos miramos a los ojos y sonreímos.
Envueltos cada uno en una toalla salimos del baño y sin pensarlo me dirijo a preparar café, mientras lo bebemos, ambos tenemos deseos de hablar, pero nos reprimimos.
En mi mente se suceden flashes de lo que ocurrió hace poco tiempo atrás y también vislumbro una posibilidad, la de tener frente a mi al hombre que tenga mis mismos gustos. Es evidente que congeniamos, de lo contrario o se hubiera ido o hubiese dicho algo.
En este momento aflora en mi ese instinto que me llevó a ser buena empresaria y pregunto:
- ¿lo disfrutaste?
- ¿Qué?
- ¿El estar maniatado?
- Definitivamente ,sí.
- Y tu ¿disfrutaste lo de la ducha?
- Ajá. ¿Puedo proponerte algo?
- Te escucho...
- Tu no sabes nada de mi, de la misma forma que yo no se nada de ti, pero es evidente que ambos disfrutamos de los juegos sexuales y nos entregamos a ellos sin prejuicios ni inhibiciones, ¿aceptarías compartir regularmente días para tener encuentros como estos o quizá mejores?
- Eres directa, de eso no hay duda, y también rápida para tomar decisiones. No estoy acostumbrado a estas proposiciones, que por cierto es la primera que recibo, pero te diré que sí.
- Ahora dime ¿por qué has aceptado?
- Por el mismo motivo que tuve para detener mi coche. Eres bella y no me resisto a ello, me demostraste ser inteligente y eso me gustó mucho más y ahora me demuestras que cuando algo te interesa lo dices, sin mas.
- Por lo visto hablamos el mismo idioma ¿quieres algo de todo esto por escrito?
- ¿Lo consideras necesario?
- Sólo para ejercer mis derechos si te arrepientes.
- Tomas recaudos para todo, no tienes la bohemia de una artista.
- Estoy acostumbrada a ser precavida.
- Ni que fueras esa maldita ejecutiva con la que discutiré negocios dentro de tres días.
- ¿Quién?
- Andrea Sinclair.
- ¿Le tienes miedo?
- No, aún no, pero me han dicho que es implacable y nunca deja nada librado al azar, que todo debe quedar por escrito y que, cuando quiere algo no ceja hasta conseguirlo.
- Eso me parece perfecto, y ¿qué mas sabes de ella?
- Los corrillos de siempre, que es bonita, inteligente, astuta y hábil para conseguir lo que desea.
- Ah, como yo.
- Cierto has demostrado tener sus mismas cualidades.
Prefiero callar, porque por lo visto en pocos días nos encontraremos frente a frente por algún negocio especial.
Será divertido ver su rostro cuando negociemos. Esta vez la situación tendrá algo que ni me lo esperaba. He conocido a mi próxima “víctima” sin que supiera quién soy.
- ¿En qué piensas?
- Tonterías, sólo me gustaría saber como será Andrea Sinclair en la cama.
- Seguro una mujer tradicional, sin ideas, absolutamente previsible, incapaz de proponer nada a su pareja. Esa clase de mujeres que ponen toda la libido en el trabajo y en su casa son rutinarias al máximo.
- ¿Te parece?
(Hablaré con Mariano para que posponga la entrevista hasta que logre que Pablo y yo lleguemos a un acuerdo en cuanto a nuestros juegos. En caso de que no acepte estoy dispuesta a chantajearlo con el video de todo lo ocurrido en el dormitorio. Ya sabía yo que grabar con esa cámara oculta alguna vez brindaría sus frutos).
Ya no tejo fantasías en mi mente, no necesito de príncipes que me rescaten. Me rescato a mi misma cada vez que tomo dos días de descanso en mi trabajo.
Una historia recurrente donde era la bella dama que esperaba paciente - mientras vivía una situación complicada- que el amor, bajo la forma del hombre de sus sueños llegase a llevarla a un mundo pleno de momentos felices.
Todo cambia en la vida - al menos para mi-, todo ha cambiado, menos esa forma de abstraerme al sufrimiento imaginando una fantasía; claro que no me paso los días encerrada pensando esas historias que fabulaba de pequeña, pero a veces me consiento, y surgen bellos recuerdos de mis fantasías infantiles.
He dejado mucho de lado para construir el imperio que poseo. ¡Si! puede sonar vanidoso, pero es la verdad. Es un imperio donde siendo su presidente tengo un grupo de asesores, y ellos se encargan que los negocios que encaramos, siempre me permitan triunfar y mantener una sonrisa (mezcla de complacencia y orgullo por quitar posibles adversarios del camino que me he trazado).
Llegar a los treinta y cinco años y sentir que mi nombre es pronunciado con respeto, y que para muchas otras ejecutivas soy un modelo a seguir, me hace sentir orgullosa.
La virtud, (mi virtud) está en ver negocios donde otros no los encuentran – es instinto natural en mi – sin embargo, sólo es estar atenta a las variables del mercado y dar el zarpazo a tiempo. Mis asesores dicen que parezco una tigresa al acecho de su presa y que disfruto – en verdad lo hago – cuando hundo mis garras en el nuevo trofeo conquistado.
Hasta allí llego yo, luego es tarea de ellos que las ganancias se multipliquen y me permitan vivir con los lujos que tanto me agradan.
Tengo todo lo que deseo, inteligencia, buen porte, estatura normal, un rostro agradable donde mis ojos, según dicen , dado el caso pueden hipnotizar; también poseo una mansión con un parque inmenso, piscina climatizada, amplios salones de recepción que los utilizo, dos veces al año, para celebrar las fiestas temáticas más comentadas en las revistas dedicadas al cotilleo (me divierte ver luego las fotografías que toman los periodistas de espectáculos), pero también tengo, - esto pocos lo saben- un piso sencillo donde refugiarme, donde mi nombre no es conocido.
Lo compré hace un tiempo cuando mantuve un “affaire” con Sergio y nuestra exposición pública nos impedía ya todo tipo de intimidad. Era nuestro nido, el lugar que guardaba toda nuestra pasión y las palabras esas –las especiales, a veces cursis, o un tanto escandalosas - que como pareja enamorada podíamos decirnos.
Cumplió esa función hasta que descubrí que Sergio mantenía una situación paralela, y mis ilusiones y proyectos se derrumbaron para siempre.
Permanecí por ese entonces encerrada los doce peores días de mi vida. Doce días para velar cada uno de los meses que habían sido del más intenso amor vivido, y al cabo de ellos resurgí fuerte y bella como ahora soy.
Cuado reaparecí frente a Mónica y Graciela (al cabo de mi duelo) era un despojo humano, demacrada, con ojeras y mucho más delgada porque mi único alimento había sido el té de menta y cantidades industriales de cigarrillos.
Se encargaron de mi, me llevaron al mejor SPA de la ciudad y en una semana, entre médicos, dermatólogos, estilistas, masajistas y demás consiguieron que mi apariencia cambiase por completo.
Analizarme frente al espejo -con la piel tan suave, los cabellos lacios y brillantes, los ojos maquillados de forma de resaltar aún más su verde natural, las manos perfectamente cuidadas, unos pantalones que parecían mi segunda piel y una chaqueta entallada que sólo permitía el uso de un sujetador debajo- hizo que me viese como un ser deseable y desde entonces cambié mi forma de vivir. Nunca fui de las que dudan de si mismas, pero debo reconocer que la apariencia exterior refuerza la imagen mental, y desde entonces continúo el culto por la misma.
Hoy he decidido concederme una licencia -en mi vida y en mi trabajo- por varios días. Le aviso a Mariano que no iré a la empresa y, que dejo en sus manos las decisiones que sean necesarias tomar.
Mariano es “mi mano derecha”, y la izquierda también. Se unió, a mi por entonces mediana empresa, cuando buscaba trabajo recién recibido. Es ambicioso, inteligente y capaz; le reconozco una cualidad fundamental, disfruta de su trabajo y es hábil en el uso de las zonas indefinidas de las leyes. Además es uno de los ejecutivos que pueden disputarse las mejores empresas a cualquier costo.
La experiencia me ha enseñado que él jamás tomará una decisión que me perjudique, porque le privaría del placer que le produce ver a nuestras “víctimas” firmar las cesiones de derecho. Mariano es un abogado brillante sabe cuanto lo aprecio, aún cuando le diga que es “mi gourka personal”, y lo es; es salvaje como el que más puesto en el terreno de cumplir un objetivo y nada lo detiene hasta la concreción del mismo. En realidad somos, uno el complemento exacto del otro, yo los cazo y él los despedaza para mí.
Luego de comunicarle mi descanso a Mariano, he decidido que no seré yo, la de todos los días, la que salga a ver el mundo. Seré una aventurera en busca de algo. ¡Ya determinaré qué!.
Jeans elastizados, una camisa blanca atada en la cintura con unas pequeñas manchas de pintura, el típico maletín para óleos y pinceles, mi cabello recogido, apenas de maquillaje y me lanzo a caminar.
Así vestida soy una persona más que recorre las calles de la ciudad, me voy alejando hacia las avenidas que la circunvalan porque tengo un propósito, y es encontrar un hombre apuesto, uno que me atraiga realmente.
Me he acostumbrado que yo decido, qué quiero, cómo lo quiero, con quién lo quiero, y para ello, esta apariencia de chica bohemia y sencilla es el mejor anzuelo.
Tengo bien en claro los motivos por los cuales pienso en hallar un hombre. Sucede que, a los jóvenes hay que enseñarles, aún cuando ellos crean que lo saben todo, y yo ¡no tengo vocación para maestra!, en cambio con un hombre todo es más sencillo, se dan cuenta de forma rápida, de qué va la cosa y, como siempre tienen obligaciones que cumplir, se dejan llevar por una experiencia diferente.
Me detengo en una parada para autobuses y miro los coches que circulan, observo a sus conductores puesto que, en esta zona, deben disminuir la velocidad.
Mi presa se acerca conduciendo un BMW ( al menos aprendí a diferenciar las marcas, porque de modelos y todo el resto de los detalles, entiendo nada, y este es de los que tienen tapizados de piel y tablero de madera lustrada, en definitiva como todos los de esa marca) es tal como lo deseo, no excede los cuarenta años y ya me ha visto. Le hago señas y se detiene (era seguro eso) le pregunto si puede acercarme unos kilómetros más adelante y accede.
- Gracias guapo. Digo mientras me acomodo en el asiento del acompañante.
- Te atreves a todo, ¿verdad?
- ¿Por qué?
- Detener así un coche...
- No quedaba otra alternativa. Respondo apenas sonriendo.
- Ahora, el...¿ por qué? Es mío.
- Pues me he dado cuenta que no tengo dinero y estoy cansada para caminar.
- Ah entonces, ¿me elegiste como “chaufer”?
- Vale. ¡Me has descubierto!, y ¿cuánto me cobrará el “chaufer” por conducirme hasta mi piso?
- Depende. Dice con una sonrisa muy sensual, frente a la cual simulo percatarme de su juego y respondo,
- Wow, escucho tu oferta. Una sonrisa cómplice aflora en mis labios.
- Te llevo hasta tu piso si me invitas una copa y un café ¿te parece?. Nueva sonrisa de su parte y una mirada donde simulo estar totalmente cautivada por él.
- Vale, eso si, al menos dime tu nombre.
- Pablo, y tu te llamas...
- Andrea. Me llamo Andrea, Pablo. Digo con una amplia sonrisa – triunfal, para mi- puesto que he conseguido lo que deseaba.
- Ahora que soy oficialmente tu “chaufer” me indicas el camino.
Le voy indicando el recorrido entre miraditas y comentarios halagadores. Sé su nombre, que tiene cuarenta años (no los aparenta), que viene de una separación y no quiere compromisos (eso me gusta, yo tampoco los quiero), que es ejecutivo de una empresa (finjo no entender nada de todo eso, y eso le divierte), que vive en la parte norte de la ciudad, en la zona residencial y que hace poco tiempo se ha mudado allí (por los datos que me brinda, me doy cuenta que vive medianamente cerca de mi mansión y eso me hace dudar, pero sigo con mi plan). Hay cosas que no necesito preguntar, se nota un cuerpo atlético, cuidado y tiene muy buena presencia.
Así, casi al pasar, una de sus manos se ha posado sobre mi rodilla, acaricia mi muslo, mi respuesta no se ha hecho esperar y con un suave movimiento estudiado, comienzo a acariciar su muslo rozándolo con mis uñas desde su rodilla hacia arriba. Su rostro me demuestra que ha causado el efecto que yo deseaba y eso me pone feliz porque entonces tendré con él, el juego que tanto me agradaba.
Sigue conduciendo según mis indicaciones y también sigue reconociendo el nuevo terreno que se le presenta servido en bandeja. Su mano acaricia, oprime, tacta otra vez no sólo mis piernas, si no también mi espalda, cuello, y mis senos.
Sabe hacerlo - es evidente que sí- porque me está gustando y mucho: lo animo con algunos suspiros, unas miradas y sobre todo con mis manos que se han dado a recorrer su cuello y cuando una sube despacio a través de su cabello, la otra desabrocha un botón de su camisa para acariciar su pecho. Le gusta y sólo dice,
- Ya he probado tus manos, ahora quiero probar tu boca.
- Puede ser peligroso.
- ¿Por qué?
- Estás conduciendo. Digo con una sonrisa plena.
- ¿Siempre tienes una respuesta?
- Lo intento, y tu ¿siempre tienes una pregunta?
Sonreímos ambos, y al detenernos en un semáforo me besó. Digo bien, me besó porque fue absolutamente posesivo en ese beso y exploró mi boca como el mejor espeleólogo que pueda existir. Me agrada que tenga decisión, qué no se quede con los deseos de nada, qué intente dominar la situación, qué demuestre su inteligencia.
Cuando llegamos al edificio donde se encuentra mi piso, el guardia sólo pregunta si el señor me acompañará y si estacionará el coche en el garage; le respondo que si, que el señor estará bastante tiempo en el piso, porque discutiremos de negocios.
Pablo asiente y yo permanezco seria.
Subimos y ambos reímos haciendo mención al negocio que tenemos entre manos, nunca mejor empleado el término, ya que nuestras manos y nuestras bocas reconocen el terreno con gusto.
Entramos y le agrada el lugar, me dice que es muy lujoso para ser yo simplemente una pintora, que debo de vender muy bien mis cuadros, de lo contrario no podría mantener este lugar. Lo miro, pero no doy explicaciones,y sólo me dirijo a buscar algo para beber mientras le invito a tomar asiento en el sofá.
Preparo algo sencillo, whisky con bebida cola y los llevo en una bandeja con una hielera. Él –solícito- ayuda a distribuirlos en la mesa baja que se ubica frente al sofá.
No hay preámbulos, o sí, porque mientras bebemos nos hemos morreado de buena forma y estoy descubriendo que me gusta su boca, sus labios, su forma de besar por momentos posesiva y en otros absolutamente suave y tierna.
Me ha quitado la camisa, le gusta lo que encuentra y acaricia, amasa, echa su aliento y lame sobre el sujetador. Parece saber que eso me gusta y yo he desabrochado ya la suya, he aflojado su corbata y aflojado su cinturón.
Nos miramos en medio de tantas caricias y decido que merecemos el dormitorio. Me paro y tomando su corbata lo llevo como si estuviera guiando a un perro. La idea me gusta, sólo le digo,
- mira, tu corbata es el collar y yo te guío como si fueses mi perrito.
- “Guau, Guau”. Es su respuesta sonriente.
- Vamos perrito sube a la cama de tu ama.
- “Guau”. Nuevamente como respuesta, eso me indica que ha entrado en mi juego.
Se tira sobre la cama, me coloco a horcadas sobre él y le quito la corbata, en cierta forma lo tengo sujeto y a merced de lo que desee hacer. Sonrío con malicia y entrecerrando los ojos digo,
- ¿Te gustaría ser absolutamente dominado, estás dispuesto a que sea yo quién tome la iniciativa?.
- Nunca ha sido así, ¡me encantaría!
- Tu lo dijiste. Has dicho que si.
- Claro que lo he dicho, me gusta mucho experimentar cosas diferentes.
- Vale.
Me vuelco hacia delante y tomo con cada una de mis manos sus muñecas y las aprisiono sobre el colchón, no ofrece resistencia y exclama,
- Eres rápida Andrea para comenzar los juegos.
- Quiero divertirme tanto como tu, y mejor no perdamos tiempo.
- Me gusta que seas así, diferente, imperativa.
- Pues cuídate, no vaya a ser que luego no te agrade.
Su risa retumbó en la habitación, mientras decía “¿acaso piensas secuestrarme?”.
Pienso que mejor que ría, porque si resulta tan agradable será mi compañero de juegos por más que unas horas.
Suelto una de sus manos y estiro la mía hasta llegar al barrote -que a ambos lados de la cabecera de mi cama existe- extiendo y tanteo en busca de la anilla de un juego de esposas y con un movimiento rápido aprisiono su muñeca. Hago lo mismo con su otra mano y así lo tengo seguro para mí.
Sus ojos miran hacia ambos lados y no dan crédito a lo que le está sucediendo, se mira y me mira, nota el cambio en mi, ya no sonrío dulcemente, pero se recompone y se entrega orgullosamente al juego.
Me siento triunfal. He cazado a mi presa y eso me carga de adrenalina y de deseos -deseos de jugar con él, como si fuese un gato con un ratón que tiene acorralado- disfruto el poder que me brinda tenerlo amarrado y ahora él sabrá lo que es ser besado.
- Te quedas quieto ¡ quiero tu boca cerrada!–digo- porque de ahora en más, sólo harás lo que yo desee ¿entiendes?
- Sí. Fue su lacónica respuesta y acto seguido juntó sus labios.
Me acomodo a su lado, lo miro y decido quitarle su pantalón y su slip. Dejo su pantalón a un lado de la cama en el piso; huelo el slip y colgando de un dedo lo paso apenas rozando su cuerpo. Intenta decir algo y le recuerdo que debe permanecer callado y recibe un pellizco en una de sus tetillas (no le ha agradado mucho, pero a mi me pareció el mínimo castigo por no obedecer).
Tomo con mis manos su rostro y entonces comienzo a besar sus labios, se me antojan miles de besitos y mi lengua sabe que dibujar con ella sus labios, le elevará la temperatura. (Quiero eso, le quiero caliente y deseoso para luego decidir que hacer). Sigo jugando en su boca hasta que sin desearlo, se abre para mi y es entonces donde la que explora soy yo y cuando intenta reaccionar recibe un leve mordisco en su lengua y continúo entonces chupándola con ganas.
Es extraño, cuando todos se desconcentran por el mordisco, a Pablo lo ha estimulado. Su polla ha dado un respingo, ahora la estimulada soy yo, que deseo enloquecerlo hasta el punto de que me pida que lo folle.
Bajo a su mentón y mis dientes lo aprisionan y mi lengua lo humedece. Voy recorriendo su cuello en dirección a su oreja. Llego y muerdo su lóbulo, lo suelto y le digo,
- No tienes idea de cómo te voy a disfrutar. Vas a pedirme por favor que te cabalgue.
- Ajá- dice como única respuesta (me gusta su forma de demostrarme qué, aún atado intenta dominar la situación)
Estoy sumida en un juego de fuerzas, él no se doblega y yo deseo doblegarlo. Disfruto de eso. Es un digno exponente de hombre el que he encontrado, no será sólo un juego sexual será, también, un juego a nivel de inteligencias.
Lamo su pecho y a medida que lo recorro mis uñas dejan sus huellas marcadas en un color rosado que ,poco a poco, se transforma en un tono más subido. Son mis marcas en su piel y las continúo por su vientre, sus caderas, muslos y llego a sus pies.
Me friego en su piel, me deleito sintiendo como su verga está cada vez más dura, rozándola con mis pezones, con mi pubis, con mis muslos, apenas con mis pies.
Estoy parada, ahora, con los pies a ambos lados de su cabeza y he decidido que quiero sentir su lengua lamiéndome, voy bajando y me sostengo del cabezal de la cama y le ordeno,
- lámeme hasta sacarme un orgasmo de lo contrario tu nunca tendrás el tuyo.
Su lengua, comienza a actuar, primero despacio lamiendo mis labios, humedeciéndolos más aún, luego son sus labios los que sorben los míos y tiran de ellos. La punta de su lengua juega, recorre, separa, sube y baja desde mi clítoris a mi vagina.
Por momentos su recorrido es lento, luego vertiginoso, a veces es una punta afilada, otras un lametón donde toda su lengua se desliza por ese canal hasta mi vagina. Juega sobre la entrada, toca con ella, resopla su aliento cálido y se me eriza la piel.
Lo hace de maravillas y tengo unas ganas locas de sentirlo dentro, pero le he pedido un orgasmo y no cederé a mi tentación.
Sus dientes rozan suavemente mi clítoris y se me escapa un gemido, una mar de fuego entonces vuelve a atacarme en forma de lengua, sus dientes sostienen y su lengua roza y roza y cuando creo que ya no aguanto mas, es el momento donde la hunde en mi vagina. Entra y sale de ella se queda acariciándome hasta donde el largo de su lengua lo permite. Regresa a rozar mi clítoris con mayor intensidad, y lo hace muy bien, ambos sabemos que estoy caliente y si sigue de esa forma no podré contenerme. De repente se detiene, intenta rebelarse y vuelvo a ser imperativa. Mientras acerco aún más mi pubis a su boca ordeno,
continúa, no te he dicho en ningún momento que te detengas. ¡Vamos hazlo! Al decirlo he tomado sus cabellos y jalándolo acerco su cabeza a mi coño.
Reacciona y continúa su tarea, esto me reconforta doblemente porque me excita a nivel físico, pero también a nivel mental ya que ha comprendido.
- Muy bien, continúa así. Es un placer saber que me entiendes.
No contesta y siento sus dientes que presionan más mi clítoris (sonrío ante su rebeldía) y vuelvo a jalar sus cabellos para demostrarle la relación de poder existente. La realidad es que me excita no sólo porque actúa magníficamente bien como amante, sino que me excita su rebeldía, ese deseo de imponerse que tiene aún estando maniatado.
- Eres bueno y si lo logras, te demostraré lo buena que puedo ser contigo.
Siento su lengua nuevamente atravesándome, humedeciendo, acariciando e instintivamente me muevo al ritmo que él propone. Lo va a conseguir. Va a lograr que tenga un orgasmo porque mi respiración está agitada, mi pulso se acelera cada vez más y todo mi cuerpo responde al estímulo que recibo. Mis senos están hinchados y, si apenas rozo mis pezones, una sensación de electricidad me recorre y converge en mi pubis. Estoy cada vez más caliente, lo sabe porque ahora su lengua se dedica a entrar en mi vagina. Es un puñal que entra y sale y cada vez logra encenderme más y mejor hasta que estallo y me sacudo y me elevo y me tenso y arqueo y luego, la calma y el relax de los músculos junto a un profundo suspiro.
- lo has logrado y como buen perrito recibirás la recompensa.
Me ha sacado del juego, mentalmente ha conseguido que me aparte del juego propuesto y aún conservando mis habilidades de cazadora estoy deseosa por saborear a mi presa. Resbalo sobre su pecho hasta rozar su mástil y comienza “mi juego” el roce es intenso. Su polla está erecta , caliente y al rozarla contra mi humedad existen nuevas sensaciones que adivino en su rostro.
Continúo por un momento rozándome contra ella, noto que se acelera en algo su respiración y me divierte. Quiero que sienta que va a estallar, que no tiene control de su orgasmo, quiero ser yo la que decide sobre su voluntad y le brinda lo mejor y de una forma diferente.
Abandono el roce contra mis labios y desciendo sobre su cuerpo, mis manos tocan y aprietan su pecho y cuando su miembro está al alcance de mi boca comienza mi festín. Me ubico entre sus piernas y cual dios pagano, lo venero. Desconozco la forma de brindar placer si no es sintiéndolo yo primero, y me gusta solazarme en una buena fellatio.
Disfruto cuando mi lengua recorre la suavidad de su piel, me excita sentir el calor que emana su capullo y deseo apagarlo con unas lamidas que comienzan breves y se transforman en profundas.
El deseo por rendirle culto crece en mi cuando lo recorro con mis labios cuan largo sea y al retornar mi lengua deja su señal de humedad en ella.
En el momento en el que decido una profunda comunión comienzo a chupar y succionar, me place sentir como invade mi boca, allí me dedico a mojarla completamente con mi saliva y la recorro de forma que innumerables veces entre y salga de mi boca.
Nada existe tan especial, único y placentero como el sentirla en mi boca y brindarle el trato y la adoración que merece.
No he perdido el toque mágico. Sé que ya no se controla cuando le escucho decir,
- ¡No aguanto más!
Es el momento que esperaba y las palabras adecuadas, lo retiro de mi boca y soplo sobre su pene, la reacción no se hace esperar,
- ¡¿Qué haces?!
- Prolongar mi diversión y tu goce, acaso ¿puedes decirme que se ha sentido feo?
- Feo no. Extraño quizá, ajeno a todo lo que esperaba.
- Nunca esperes lo común de mi. Dije mientras mis dedos pulgar e índice puestos en forma de anilla trataban de abarcar el grosor de su falo y se deslizaban a través del mismo.
Volví a introducir su pene en mi boca y esta vez le produje la sensación de vibraciones simplemente al reverberar en mi cavidad bucal el sonido de una eme, sólo obtuve de él un,
- fóllame ya por favor. Me entrego, ya no me resistiré más.
He logrado lo que quiero y me alzo triunfante a montarlo como una hembra en celo. Lo cabalgo a mi gusto, de a ratos me inclino para que mis pezones rozaran su piel, luego me yergo, subo y bajo de forma rauda, hasta que por fin mi orgasmo es incentivado por un río de lava candente que me inunda por dentro y termino recostándome sobre su pecho.
Así recostada encima de Pablo, me estiro para quitarle las esposas, luego voy a tomar una ducha.
- Anda, ¡ven aquí perrito lindo!, te mereces un buen baño.
- Como tu digas.
Le escucho y sonrío, me gusta que siga este juego.
Entra en la ducha diciendo,
- Me ha gustado tu juego, es algo diferente y divertido. Dice sonriendo.
- Me alegra, porque la he pasado muy bien.
- ¿Si?
- Si ¿por qué? Y mientras lo digo toma mis y las ata con su corbata diciendo,” Tu juego me demostró que el privarme de tocarte ha sido una experiencia donde tuve que aprender a recibir placer sin poder intervenir directamente en ello. Ahora tu serás, en la ducha, quien recibas de tu misma medicina.”
El agua cae sobre mi cuerpo y al mismo tiempo sus manos me recorren. Me acaricia, pellizca mis pezones, muerde mis labios antes de besarme y luego lo hace siendo absolutamente posesivo.
Jalando mi cabello consigue que me arrodille, lo beso y chupo pero no me permite mucho más. Me indica que me pare y me gira quedando de espaldas a él. Besa mi nuca, me modisquea mientras acaricia desde atrás mi sexo, me inclina hacia delante y siento su polla penetrarme,
- te gusta ¿verdad? Te gusta el sentir que no posees el control.
- ¡Si que me gusta!
- Aprendí rápido tu juego y se disfruta mucho.
Le siento entrar y salir y me humedezco. Hace ya tiempo que había olvidado como se sentía dejarse llevar por el otro. Disfruto de un orgasmo que no esperaba y sus últimas estocadas las da sujetándome fuerte contra él al mismo tiempo que besa y mordisquea mi cuello.
Vuelve a girarme, desata mis manos y ahora me besa con una suavidad increíble. Nos miramos a los ojos y sonreímos.
Envueltos cada uno en una toalla salimos del baño y sin pensarlo me dirijo a preparar café, mientras lo bebemos, ambos tenemos deseos de hablar, pero nos reprimimos.
En mi mente se suceden flashes de lo que ocurrió hace poco tiempo atrás y también vislumbro una posibilidad, la de tener frente a mi al hombre que tenga mis mismos gustos. Es evidente que congeniamos, de lo contrario o se hubiera ido o hubiese dicho algo.
En este momento aflora en mi ese instinto que me llevó a ser buena empresaria y pregunto:
- ¿lo disfrutaste?
- ¿Qué?
- ¿El estar maniatado?
- Definitivamente ,sí.
- Y tu ¿disfrutaste lo de la ducha?
- Ajá. ¿Puedo proponerte algo?
- Te escucho...
- Tu no sabes nada de mi, de la misma forma que yo no se nada de ti, pero es evidente que ambos disfrutamos de los juegos sexuales y nos entregamos a ellos sin prejuicios ni inhibiciones, ¿aceptarías compartir regularmente días para tener encuentros como estos o quizá mejores?
- Eres directa, de eso no hay duda, y también rápida para tomar decisiones. No estoy acostumbrado a estas proposiciones, que por cierto es la primera que recibo, pero te diré que sí.
- Ahora dime ¿por qué has aceptado?
- Por el mismo motivo que tuve para detener mi coche. Eres bella y no me resisto a ello, me demostraste ser inteligente y eso me gustó mucho más y ahora me demuestras que cuando algo te interesa lo dices, sin mas.
- Por lo visto hablamos el mismo idioma ¿quieres algo de todo esto por escrito?
- ¿Lo consideras necesario?
- Sólo para ejercer mis derechos si te arrepientes.
- Tomas recaudos para todo, no tienes la bohemia de una artista.
- Estoy acostumbrada a ser precavida.
- Ni que fueras esa maldita ejecutiva con la que discutiré negocios dentro de tres días.
- ¿Quién?
- Andrea Sinclair.
- ¿Le tienes miedo?
- No, aún no, pero me han dicho que es implacable y nunca deja nada librado al azar, que todo debe quedar por escrito y que, cuando quiere algo no ceja hasta conseguirlo.
- Eso me parece perfecto, y ¿qué mas sabes de ella?
- Los corrillos de siempre, que es bonita, inteligente, astuta y hábil para conseguir lo que desea.
- Ah, como yo.
- Cierto has demostrado tener sus mismas cualidades.
Prefiero callar, porque por lo visto en pocos días nos encontraremos frente a frente por algún negocio especial.
Será divertido ver su rostro cuando negociemos. Esta vez la situación tendrá algo que ni me lo esperaba. He conocido a mi próxima “víctima” sin que supiera quién soy.
- ¿En qué piensas?
- Tonterías, sólo me gustaría saber como será Andrea Sinclair en la cama.
- Seguro una mujer tradicional, sin ideas, absolutamente previsible, incapaz de proponer nada a su pareja. Esa clase de mujeres que ponen toda la libido en el trabajo y en su casa son rutinarias al máximo.
- ¿Te parece?
(Hablaré con Mariano para que posponga la entrevista hasta que logre que Pablo y yo lleguemos a un acuerdo en cuanto a nuestros juegos. En caso de que no acepte estoy dispuesta a chantajearlo con el video de todo lo ocurrido en el dormitorio. Ya sabía yo que grabar con esa cámara oculta alguna vez brindaría sus frutos).
Ya no tejo fantasías en mi mente, no necesito de príncipes que me rescaten. Me rescato a mi misma cada vez que tomo dos días de descanso en mi trabajo.
1 comentarios - El Rescate