A los cuarenta y ocho años, sentía caminar sobre la línea de la madures obligada de la cual no tenía muy en claro de dónde me pondría... un Maduro o un pendeviejo, de lo que estaba seguro es que de un lado u otro no quería hacer el papel de pelotudo.
Hacía unos meses que nos conocíamos con Belen, desde una aplicación. Ella con la mitad de mí edad, apenas cumplido los 26, era la fantasía perfecta de un hombre, pero obviamente existían temores de mí parte por dicha discrepancia.
Ella convencida que los hombres maduros era su deleite ya que su novio actual no cubría sus expectativas, con el tiempo entendí del porque lo describía como un pendejo pajero. Ella soltera, con un novio pajero yo en un matrimonio ambiguo sin mucho potencial. Empezamos complementarnos perfectamente en la cama...ella buscaba todo lo que un Maduro podía darle y yo recibía todo lo que un Maduro espera de una piba de 26 con un potencial terrible y así fuimos fortaleciendo la relación durante un par de años hasta que a mis cuenta y con la seguridad de su compañía, decidimos compartir nuestras vidas, desde ese momento y de cara al futuro. Nos separamos de nuestras respectivas parejas y decidimos mudarnos juntos.
Como toda convivencia hubo ajustes obligatorios, que no valen la pena comentar...pasaron los meses y nos fuimos asentando…increíble!! Para un tipo como yo había todo un diccionario de datos, palabras actitudes y demás cosas que debía aprender para no quedar fuera de juego o como un boludo, igual el desafío me gustaba y a ella le agradaba ser en parte mí coaching social.
Un día sin mayores situaciones que pudieran anticipar nada raro...me indica por mensaje que quería charlar conmigo por la noche...debo reconocer que me llamo la atención y algunas conjeturas no muy gratas llenaron el espacio en mí pensamiento...las horas hasta llegar a casa fueron más largas de lo normal.
Hacía unos meses que nos conocíamos con Belen, desde una aplicación. Ella con la mitad de mí edad, apenas cumplido los 26, era la fantasía perfecta de un hombre, pero obviamente existían temores de mí parte por dicha discrepancia.
Ella convencida que los hombres maduros era su deleite ya que su novio actual no cubría sus expectativas, con el tiempo entendí del porque lo describía como un pendejo pajero. Ella soltera, con un novio pajero yo en un matrimonio ambiguo sin mucho potencial. Empezamos complementarnos perfectamente en la cama...ella buscaba todo lo que un Maduro podía darle y yo recibía todo lo que un Maduro espera de una piba de 26 con un potencial terrible y así fuimos fortaleciendo la relación durante un par de años hasta que a mis cuenta y con la seguridad de su compañía, decidimos compartir nuestras vidas, desde ese momento y de cara al futuro. Nos separamos de nuestras respectivas parejas y decidimos mudarnos juntos.
Como toda convivencia hubo ajustes obligatorios, que no valen la pena comentar...pasaron los meses y nos fuimos asentando…increíble!! Para un tipo como yo había todo un diccionario de datos, palabras actitudes y demás cosas que debía aprender para no quedar fuera de juego o como un boludo, igual el desafío me gustaba y a ella le agradaba ser en parte mí coaching social.
Un día sin mayores situaciones que pudieran anticipar nada raro...me indica por mensaje que quería charlar conmigo por la noche...debo reconocer que me llamo la atención y algunas conjeturas no muy gratas llenaron el espacio en mí pensamiento...las horas hasta llegar a casa fueron más largas de lo normal.
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