Un amigo de Ale, Sergio, se fue de vacaciones y le pidió si podía cuidar el depto un par de días, hacer esas cosas que se suelen hacer, regar las plantas, prender las luces; hacer un poco de ruido digamos.
El fin de semana fue con Luly, le preparo algo de comer al mediodía y se acostaron un rato, hasta que bajara un poco el sol, para luego ir a la pileta que tenía el edificio en planta baja, por encima del techo de las cocheras. Cuando se despertaron, vieron por el balcón, que el quincho estaba reservado por un grupo de amigos y que ya habían colmado la pileta.
Dudaron un segundo, no tenían muy claras las reglas del edificio, si se podía ir o si era únicamente para quien lo reservara, pero decidieron ir igual. Mientras se cambiaban, Ale miraba a Luly como caminaba en bikini por el departamento y comenzó a excitarse. Probablemente lo excitaba mucho más la idea de que vieran a su novia semidesnuda que estar viéndola el.
–Mi amor, ¿te puedo pedir un favor? –Pregunta Ale, casi convenciéndose a sí mismo que la pregunta era una joda y que no iba a pasar más de ahí.
–Si Ale, ¿Qué queres?
–Podes bajar vos a ver qué onda allá abajo? –Y antes que contestara… -Nada, digo, para ver, yo te miro desde acá, si vos te sacas el vestido para tomar sol, es una señal de que está todo bien y que puedo bajar. –Todo un chamuyo.
Luly lo miro, se acomodó el vestido, y sin decir una palaba se acercó a Ale que la esperaba con una sonrisa que valía todo, ya sea para decir es un joda, como para decir, listo, te espero acá. Con la mano fue directamente a la pija de Ale.
– ¿Estas excitado? ¿Te gusta que me vean?
–No mi… –No dejo que terminara la frase.
–Si te gusta, no me mientas. Dale, bajo. Pero lo hacemos como yo quiera.
–Bueno, pero... –E interrumpiéndolo nuevamente.
–Pero nada, no estás en posición de poner condiciones. Si queres que baje y me quede en bikini entre siete flacos, las condiciones las pongo yo. –Ale literalmente se quedó con la boca abierta.
–Bueno. –Dijo Luly, y arrastrando una silla hasta el filo de la puerta balcón.
–Anda sacándote la ropa y sentate acá. –Ale, completamente excitado hizo lo que Luly le pidió. –Pone las manos atrás. –Y sacando el cinto de un jean que había por ahí tirado ato sus manos.
– ¿Ves bien de ahí?
–Si mi amor.
–Bueno, ahora voy a bajar y “voy a ver qué onda” y vos te vas a quedar acá viendo qué onda. Si yo vuelvo y vos estas desatado, acabaste o esta dormidita nunca más vuelvo a hacer esto. ¿Se entendió?
–Si mi amor. –Luly sale al balcón abriéndose paso a través de la cortina, esas cortinas blancas, finitas, que por diferencia de luz permite ver hacia afuera y no hacia adentro, y se apoya en el parante de la baranda mientras mira por unos segundos hasta encontrar la mirada de uno de los flacos.
– ¿Se puede? –Pregunta Luly.
–Sí, sí, seguro. –Y dando media vuelta vuelve a entrar al depto.
–Viste mi amor, era cuestión de preguntar. Ahora vengo. –Y antes de salir apago la luz.
Los pocos minutos que le tomo bajar los dos pisos que separaban el departamento de la pileta para Ale fueron eternos, el corazón le latía a mil, sentía que el pene le iba a reventar hasta que sintió un silencio particular, todavía no podía ver si había llegado, pero si veía la reacción de asombro de los flacos que entre ellos se miraban y hasta alguno codeaba a su compañero que todavía no se había dado cuenta.
Si bien la baranda era de vidrio, el piso del balcón solo le permitía ver de un punto hacia adelante. Habían pasado unos minutos y nada, todavía no podía verla. Uno de los flacos, atlético, seguro, por la forma de caminar, sale de la pileta y se dirige hacia el edificio atravesando esa línea imaginaria que separa lo visible de lo invisible.
Los flacos se reían, con picardía, hasta que finalmente la ve entrar. El flaco llevaba el vestido en el hombro, casi como un trofeo de guerra, mientras la escoltaba, caminando unos pasos atrás de ella. Estuvieron hablando un rato hasta que Luly se acerca al borde de la pileta y se acuesta boca abajo en el borde de la pileta para tomar sol y se acerca el fachero con un bronceador.
Ale puedo ver que el flaco se pone bronceador en las manos, froto una con otra y comenzó a pasárselo por la espalda mientras bajaba lentamente hasta llegar a la cola y las piernas. Ale no podía más de la excitación mientras veía como un completo extraño manoseaba a su novia.
Unos minutos más tarde Luly se levanta, le dice algo al flaco y desaparece de la escena hasta entrar por la puerta del departamento.
– ¿Te gusto mi amor?
–Si.
– ¿Sigo? ¿O acabas ahora?
El fin de semana fue con Luly, le preparo algo de comer al mediodía y se acostaron un rato, hasta que bajara un poco el sol, para luego ir a la pileta que tenía el edificio en planta baja, por encima del techo de las cocheras. Cuando se despertaron, vieron por el balcón, que el quincho estaba reservado por un grupo de amigos y que ya habían colmado la pileta.
Dudaron un segundo, no tenían muy claras las reglas del edificio, si se podía ir o si era únicamente para quien lo reservara, pero decidieron ir igual. Mientras se cambiaban, Ale miraba a Luly como caminaba en bikini por el departamento y comenzó a excitarse. Probablemente lo excitaba mucho más la idea de que vieran a su novia semidesnuda que estar viéndola el.
–Mi amor, ¿te puedo pedir un favor? –Pregunta Ale, casi convenciéndose a sí mismo que la pregunta era una joda y que no iba a pasar más de ahí.
–Si Ale, ¿Qué queres?
–Podes bajar vos a ver qué onda allá abajo? –Y antes que contestara… -Nada, digo, para ver, yo te miro desde acá, si vos te sacas el vestido para tomar sol, es una señal de que está todo bien y que puedo bajar. –Todo un chamuyo.
Luly lo miro, se acomodó el vestido, y sin decir una palaba se acercó a Ale que la esperaba con una sonrisa que valía todo, ya sea para decir es un joda, como para decir, listo, te espero acá. Con la mano fue directamente a la pija de Ale.
– ¿Estas excitado? ¿Te gusta que me vean?
–No mi… –No dejo que terminara la frase.
–Si te gusta, no me mientas. Dale, bajo. Pero lo hacemos como yo quiera.
–Bueno, pero... –E interrumpiéndolo nuevamente.
–Pero nada, no estás en posición de poner condiciones. Si queres que baje y me quede en bikini entre siete flacos, las condiciones las pongo yo. –Ale literalmente se quedó con la boca abierta.
–Bueno. –Dijo Luly, y arrastrando una silla hasta el filo de la puerta balcón.
–Anda sacándote la ropa y sentate acá. –Ale, completamente excitado hizo lo que Luly le pidió. –Pone las manos atrás. –Y sacando el cinto de un jean que había por ahí tirado ato sus manos.
– ¿Ves bien de ahí?
–Si mi amor.
–Bueno, ahora voy a bajar y “voy a ver qué onda” y vos te vas a quedar acá viendo qué onda. Si yo vuelvo y vos estas desatado, acabaste o esta dormidita nunca más vuelvo a hacer esto. ¿Se entendió?
–Si mi amor. –Luly sale al balcón abriéndose paso a través de la cortina, esas cortinas blancas, finitas, que por diferencia de luz permite ver hacia afuera y no hacia adentro, y se apoya en el parante de la baranda mientras mira por unos segundos hasta encontrar la mirada de uno de los flacos.
– ¿Se puede? –Pregunta Luly.
–Sí, sí, seguro. –Y dando media vuelta vuelve a entrar al depto.
–Viste mi amor, era cuestión de preguntar. Ahora vengo. –Y antes de salir apago la luz.
Los pocos minutos que le tomo bajar los dos pisos que separaban el departamento de la pileta para Ale fueron eternos, el corazón le latía a mil, sentía que el pene le iba a reventar hasta que sintió un silencio particular, todavía no podía ver si había llegado, pero si veía la reacción de asombro de los flacos que entre ellos se miraban y hasta alguno codeaba a su compañero que todavía no se había dado cuenta.
Si bien la baranda era de vidrio, el piso del balcón solo le permitía ver de un punto hacia adelante. Habían pasado unos minutos y nada, todavía no podía verla. Uno de los flacos, atlético, seguro, por la forma de caminar, sale de la pileta y se dirige hacia el edificio atravesando esa línea imaginaria que separa lo visible de lo invisible.
Los flacos se reían, con picardía, hasta que finalmente la ve entrar. El flaco llevaba el vestido en el hombro, casi como un trofeo de guerra, mientras la escoltaba, caminando unos pasos atrás de ella. Estuvieron hablando un rato hasta que Luly se acerca al borde de la pileta y se acuesta boca abajo en el borde de la pileta para tomar sol y se acerca el fachero con un bronceador.
Ale puedo ver que el flaco se pone bronceador en las manos, froto una con otra y comenzó a pasárselo por la espalda mientras bajaba lentamente hasta llegar a la cola y las piernas. Ale no podía más de la excitación mientras veía como un completo extraño manoseaba a su novia.
Unos minutos más tarde Luly se levanta, le dice algo al flaco y desaparece de la escena hasta entrar por la puerta del departamento.
– ¿Te gusto mi amor?
–Si.
– ¿Sigo? ¿O acabas ahora?
55 comentarios - Espiando a mi novia Luly
Me voló la cabeza el post!
Dejo puntos, sigan así
que delicia de putita
💦 💦 :wink2:
Rica colita paradita
van puntos y reco
Yo, no se la prestaría a nadie, pero bueh, ud sabrá mi amigo
+ 10
Me encantó chicos, las fotos y el relato!!
Van cinco puntos
nos quedamos sin puntos, luego les dejamos