SEDUCIENDO A MIS JEFES
Luly hacia dos meses que había empezado a trabajar en un pequeño estudio de abogacía. Era un trabajo de 4 horas, por la mañana, como secretaria y si bien el sueldo era algo escaso le dejaba la tarde libre. El estudio era de Damián Deler y Marcelo Cuts, dos socios de unos cuarenta años, que se conocían desde hacía varios años, cuando eran estudiantes. Cada uno tenía una secretaria y Luly entraba como una secretaria extra que ayudaría a los dos y a su vez oficiaría de recepcionista. Un poco de todo.
Era un buen ambiente de trabajo, bastante tranquilo y ordenado, que hacía más fácil el trabajo diario y como incentivo extra, Luly había encontrado bastante estimulante ver todas las mañanas a sus jefes, que iban a la oficina, con traje, camisa y corbata. Los dos eran bastante altos, lo que les hacía lucir muy bien sus trajes, siempre mantenían una buena postura y solo al llegar el mediodía se sacaban el saco y arremangaban sus camisas, que por lo general coincidía con el horario del almuerzo. Estos ya habían formado parte de diversas fantasías sexuales de Luly que la hacía llegar orgasmos muy relajantes.
Una mañana Luly se encontraba en el despacho del Dr. Deler, había llevado unas carpetas con unos expedientes para firmar, que dejo en un rincón del escritorio, sin que Deler le dirigiese la palabra ni la más mínima atención, mientras continuaba leyendo el diario. Luly gira media vuelta, algo incomoda, y comienza a caminar hacia la salida, cuando ve por un espejo, que se encontraba junto a la puerta, como el Dr. bajaba un poco las páginas del diario y asoma su cabeza por arriba para espiar la cola de Luly y prácticamente acompañarla hasta perderla de vista. Luly volvió a su escritorio algo sorprendida, pudo ver en los ojos de ese hombre tan correcto y gentil, una bestia que solo era contenida por una pizca de moralidad. Y eso comenzó a dar vueltas en su cabeza.
Con el correr de las semanas y la ayuda del espejo vio que su cola era bastante admirada por su jefe y comenzó a jugar con eso. Una mañana, mientras se retiraba de la oficina escucho el sonido de la cámara de foto de un celular y en ese momento vio por el espejo como su jefe automáticamente bajaba la cabeza, haciéndose el distraido, mientras ella se retiraba sin decir nada. Y así comenzó por parte de ella un especie de coqueteo.
Luly estaba yendo cada vez más provocativa al estudio, y si bien se mantenía dentro de lo formal, sabia en que momento explotar sus atributos. Un día salió algo apurada de su casa, llevaba puesto una blusa y un saco tipo torerita, un jean y unos zapatos con taco chino. Cuando llego y se sentó en su escritorio, se dio cuenta que se había olvidado de poner el cinto, y el jean no paraba de bajarse dejándo ver la diminuta tanguita que llevaba puesta. Mucho no se preocupó ya que la gente que entrara no le vería, las dos secretarias prácticamente no se movían de sus lugares y si, los únicos que podían verla eran los dos socios, que se acercaban frecuentemente al escritorio de Luly, caminando por un largo pasillo que desembocaba justo detrás de ella.
Mientras completaba un escrito reclinada sobre el escritorio, fue sorprendida por los pasos de uno de los socios que se acercaba por el pasillo, estaba segura que eran los del Dr. Cuts, ya que tenía una forma particular de caminar, algo pesada. No le había dado tiempo a acomodarse. Repentinamente, sintió una mano sobre su hombro izquierdo que permaneció allí algunos segundos mientras terminaba de escribir las últimas palabras, junto a ella estaba parado el Dr. Cuts, que sin emitir palabra alguna espero que terminara la oración. Luly aun tendida sobre el escritorio, sin cambiar de postura, giro la cabeza para ver quién era.
–Dr. –Dice Luly, esperando algún pedido.
–Disculpame que te moleste, ¿eso es del legajo de Carlos Fernandez?
–Si Dr., ¿por qué?
–Ni bien lo termines ¿me la podes alcanzar? Así la mando a sellar esta misma tarde.
–Si Dr. enseguida se la alcanzo. –Y mientras Luly contestaba, pudo ver como a Cuts se le deslizaban los ojos directo a la tanguita que asomaba.
–Bueno, lo espero. –Contesta seriamente mientras se retiraba.
Cerca del mediodía Luly termino, era viernes y faltaban diez minutos para irse, pero le pareció bien regalarle otra miradita a su jefe. Se paró, acomodo su tanguita, y coloco el jean unos centímetros por debajo de esta en un costado, la blusa llegaba justo a su cintura por lo que quedaba a la vista ese pequeño “descuido”. Se acercó al despacho del Dr. Cuts para entregarle la carpeta sin saber que en ese momento estaba reunido con su socio discutiendo un caso .Golpea la puerta suavemente, con un dedo, sosteniendo con los dos brazos la pesada carpeta junto a su cuerpo y espera a que le dé permiso. Cuts abre la puerta y para su sorpresa encuentra al Dr. Deler en la oficina también, y con los brazos ocupados no podía acomodar su pantalón. –Pasa, déjalo sobre mi escritorio. –Dice Cuts con un tono imperativo. Unos 6 metros lo separaban de la puerta. Baja la cabeza al ingresar, mientras caminaba podía escuchar como retumbaba en el lugar los tacos de sus zapatos golpeando el suelo. Sentía como a cada paso el jean bajaba un poquito más y quedaba cada vez más expuesta su tanguita.
Frente a ella se encontraba el Dr. Deler, que con una sonrisa seguía sus pasos y el movimiento de su cadera, por detrás sentía como la mirada de Cuts se clavaba en ella. Al llegar al escritorio, se reclino sobre él para apoyar la carpeta que pesaba muchísimo y al dejarla soltó un pequeño suspiro antes de levantarse lo que despertó los ratones en la cabeza de los dos que desde atrás veían semejante espectáculo de “inocencia”.
–Hay Dr. que pasado, no sé cómo hace usted para poder levantarlo.
–Luly, podría por hoy quedarse un rato más, necesitaría que me desocupara aquel cajón del archivador. –Mientras con la mano señalaba cerca del piso.
–Si Dr. no hay problema, mientras me page, jaja. –Dice Luly, junto a una pequeña risa.
El Dr. Cuts cerró la puerta de la oficina, empujo con el pie una caja de cartón que había en el piso, la que se deslizo justo hasta el cajón que había que vaciar y camino a su escritorio donde se sentó en su sillón, era de esos antiguos, de madera, que se reclinaba hacia atrás acompañado del rechinar de las maderas. Su socio lo acompaño, sentándose en la punta del escritorio, sin ninguna intención de aparentar estar trabajando. Ninguno le dijo nada, Luly en ese momento se encontraba a unos metros del escritorio, parada en su lugar, con las piernas juntas y las manos entrecruzadas adelante, a la altura de su cadera. Comenzó a caminar, lentamente, de una manera muy sensual hasta llegar al archivador. Mientras caminaba podía escuchar el silencio en el lugar, y sentía como le clavaban la mirada los socios desde el escritorio, justo detrás de ella. Llego al lugar, se arrodillo en el suelo, acomodo su pelo, llevándolo hacia adelante por arriba del hombro, giro la cabeza y en cuclillas pregunto.
– ¿Este Dr.? –Los dos levantaron la vista al unísono, y mientras Cuts contestaba su socio Deler no le quitaba la vista de encima. En ese momento el jean estaba bastante bajo por la postura, casi podía verse la mitad de su cola, el cual quiso levantar pero era imposible. Todo su juego de había dado vuelta, siempre ella había llevado las riendas de que mostrar y que no. Ahora estaba arrodillada, frente a sus jefes y le resultaba imposible subir aunque sea un poco el jean. Eso comenzó a acalorarla de la vergüenza.
Mientras seguía ordenando el cajón y seleccionando que tirar y que guardar escucha que golpean la puerta. –Adelante. –Dice el Dr. Cuts, e inmediatamente entran las dos secretarias, por un segundo no la vieron, hasta que un ruido llama l atención de ellas que girado las cabezas juntas ven a Luly, arrodillada frente a ellos, con la tanguita a la vista, en una posición de sumisión absoluta, y haciendo contacto visual con ella la rebajan inmediatamente, para luego, entre ellas, con una mirada cómplice, reírse. En ese momento Luly se sintió muy avergonzada. Se acercan al escritorio, le dejan unas carpetas y salen, para nuevamente mirarla con cierto desprecio.
Luly se dio cuenta que sus jefes disfrutaban tener el poder y hacer que ella pasara por semejante humillación y eso le pareció excitante, algo morboso, distinto, dos jefes que se aprovechaban de ella prácticamente por dinero. Se sentía una prostituta con la diferencia que ella cumplía órdenes de sus superiores.
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Luly hacia dos meses que había empezado a trabajar en un pequeño estudio de abogacía. Era un trabajo de 4 horas, por la mañana, como secretaria y si bien el sueldo era algo escaso le dejaba la tarde libre. El estudio era de Damián Deler y Marcelo Cuts, dos socios de unos cuarenta años, que se conocían desde hacía varios años, cuando eran estudiantes. Cada uno tenía una secretaria y Luly entraba como una secretaria extra que ayudaría a los dos y a su vez oficiaría de recepcionista. Un poco de todo.
Era un buen ambiente de trabajo, bastante tranquilo y ordenado, que hacía más fácil el trabajo diario y como incentivo extra, Luly había encontrado bastante estimulante ver todas las mañanas a sus jefes, que iban a la oficina, con traje, camisa y corbata. Los dos eran bastante altos, lo que les hacía lucir muy bien sus trajes, siempre mantenían una buena postura y solo al llegar el mediodía se sacaban el saco y arremangaban sus camisas, que por lo general coincidía con el horario del almuerzo. Estos ya habían formado parte de diversas fantasías sexuales de Luly que la hacía llegar orgasmos muy relajantes.
Una mañana Luly se encontraba en el despacho del Dr. Deler, había llevado unas carpetas con unos expedientes para firmar, que dejo en un rincón del escritorio, sin que Deler le dirigiese la palabra ni la más mínima atención, mientras continuaba leyendo el diario. Luly gira media vuelta, algo incomoda, y comienza a caminar hacia la salida, cuando ve por un espejo, que se encontraba junto a la puerta, como el Dr. bajaba un poco las páginas del diario y asoma su cabeza por arriba para espiar la cola de Luly y prácticamente acompañarla hasta perderla de vista. Luly volvió a su escritorio algo sorprendida, pudo ver en los ojos de ese hombre tan correcto y gentil, una bestia que solo era contenida por una pizca de moralidad. Y eso comenzó a dar vueltas en su cabeza.
Con el correr de las semanas y la ayuda del espejo vio que su cola era bastante admirada por su jefe y comenzó a jugar con eso. Una mañana, mientras se retiraba de la oficina escucho el sonido de la cámara de foto de un celular y en ese momento vio por el espejo como su jefe automáticamente bajaba la cabeza, haciéndose el distraido, mientras ella se retiraba sin decir nada. Y así comenzó por parte de ella un especie de coqueteo.
Luly estaba yendo cada vez más provocativa al estudio, y si bien se mantenía dentro de lo formal, sabia en que momento explotar sus atributos. Un día salió algo apurada de su casa, llevaba puesto una blusa y un saco tipo torerita, un jean y unos zapatos con taco chino. Cuando llego y se sentó en su escritorio, se dio cuenta que se había olvidado de poner el cinto, y el jean no paraba de bajarse dejándo ver la diminuta tanguita que llevaba puesta. Mucho no se preocupó ya que la gente que entrara no le vería, las dos secretarias prácticamente no se movían de sus lugares y si, los únicos que podían verla eran los dos socios, que se acercaban frecuentemente al escritorio de Luly, caminando por un largo pasillo que desembocaba justo detrás de ella.
Mientras completaba un escrito reclinada sobre el escritorio, fue sorprendida por los pasos de uno de los socios que se acercaba por el pasillo, estaba segura que eran los del Dr. Cuts, ya que tenía una forma particular de caminar, algo pesada. No le había dado tiempo a acomodarse. Repentinamente, sintió una mano sobre su hombro izquierdo que permaneció allí algunos segundos mientras terminaba de escribir las últimas palabras, junto a ella estaba parado el Dr. Cuts, que sin emitir palabra alguna espero que terminara la oración. Luly aun tendida sobre el escritorio, sin cambiar de postura, giro la cabeza para ver quién era.
–Dr. –Dice Luly, esperando algún pedido.
–Disculpame que te moleste, ¿eso es del legajo de Carlos Fernandez?
–Si Dr., ¿por qué?
–Ni bien lo termines ¿me la podes alcanzar? Así la mando a sellar esta misma tarde.
–Si Dr. enseguida se la alcanzo. –Y mientras Luly contestaba, pudo ver como a Cuts se le deslizaban los ojos directo a la tanguita que asomaba.
–Bueno, lo espero. –Contesta seriamente mientras se retiraba.
Cerca del mediodía Luly termino, era viernes y faltaban diez minutos para irse, pero le pareció bien regalarle otra miradita a su jefe. Se paró, acomodo su tanguita, y coloco el jean unos centímetros por debajo de esta en un costado, la blusa llegaba justo a su cintura por lo que quedaba a la vista ese pequeño “descuido”. Se acercó al despacho del Dr. Cuts para entregarle la carpeta sin saber que en ese momento estaba reunido con su socio discutiendo un caso .Golpea la puerta suavemente, con un dedo, sosteniendo con los dos brazos la pesada carpeta junto a su cuerpo y espera a que le dé permiso. Cuts abre la puerta y para su sorpresa encuentra al Dr. Deler en la oficina también, y con los brazos ocupados no podía acomodar su pantalón. –Pasa, déjalo sobre mi escritorio. –Dice Cuts con un tono imperativo. Unos 6 metros lo separaban de la puerta. Baja la cabeza al ingresar, mientras caminaba podía escuchar como retumbaba en el lugar los tacos de sus zapatos golpeando el suelo. Sentía como a cada paso el jean bajaba un poquito más y quedaba cada vez más expuesta su tanguita.
Frente a ella se encontraba el Dr. Deler, que con una sonrisa seguía sus pasos y el movimiento de su cadera, por detrás sentía como la mirada de Cuts se clavaba en ella. Al llegar al escritorio, se reclino sobre él para apoyar la carpeta que pesaba muchísimo y al dejarla soltó un pequeño suspiro antes de levantarse lo que despertó los ratones en la cabeza de los dos que desde atrás veían semejante espectáculo de “inocencia”.
–Hay Dr. que pasado, no sé cómo hace usted para poder levantarlo.
–Luly, podría por hoy quedarse un rato más, necesitaría que me desocupara aquel cajón del archivador. –Mientras con la mano señalaba cerca del piso.
–Si Dr. no hay problema, mientras me page, jaja. –Dice Luly, junto a una pequeña risa.
El Dr. Cuts cerró la puerta de la oficina, empujo con el pie una caja de cartón que había en el piso, la que se deslizo justo hasta el cajón que había que vaciar y camino a su escritorio donde se sentó en su sillón, era de esos antiguos, de madera, que se reclinaba hacia atrás acompañado del rechinar de las maderas. Su socio lo acompaño, sentándose en la punta del escritorio, sin ninguna intención de aparentar estar trabajando. Ninguno le dijo nada, Luly en ese momento se encontraba a unos metros del escritorio, parada en su lugar, con las piernas juntas y las manos entrecruzadas adelante, a la altura de su cadera. Comenzó a caminar, lentamente, de una manera muy sensual hasta llegar al archivador. Mientras caminaba podía escuchar el silencio en el lugar, y sentía como le clavaban la mirada los socios desde el escritorio, justo detrás de ella. Llego al lugar, se arrodillo en el suelo, acomodo su pelo, llevándolo hacia adelante por arriba del hombro, giro la cabeza y en cuclillas pregunto.
– ¿Este Dr.? –Los dos levantaron la vista al unísono, y mientras Cuts contestaba su socio Deler no le quitaba la vista de encima. En ese momento el jean estaba bastante bajo por la postura, casi podía verse la mitad de su cola, el cual quiso levantar pero era imposible. Todo su juego de había dado vuelta, siempre ella había llevado las riendas de que mostrar y que no. Ahora estaba arrodillada, frente a sus jefes y le resultaba imposible subir aunque sea un poco el jean. Eso comenzó a acalorarla de la vergüenza.
Mientras seguía ordenando el cajón y seleccionando que tirar y que guardar escucha que golpean la puerta. –Adelante. –Dice el Dr. Cuts, e inmediatamente entran las dos secretarias, por un segundo no la vieron, hasta que un ruido llama l atención de ellas que girado las cabezas juntas ven a Luly, arrodillada frente a ellos, con la tanguita a la vista, en una posición de sumisión absoluta, y haciendo contacto visual con ella la rebajan inmediatamente, para luego, entre ellas, con una mirada cómplice, reírse. En ese momento Luly se sintió muy avergonzada. Se acercan al escritorio, le dejan unas carpetas y salen, para nuevamente mirarla con cierto desprecio.
Luly se dio cuenta que sus jefes disfrutaban tener el poder y hacer que ella pasara por semejante humillación y eso le pareció excitante, algo morboso, distinto, dos jefes que se aprovechaban de ella prácticamente por dinero. Se sentía una prostituta con la diferencia que ella cumplía órdenes de sus superiores.
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85 comentarios - Fantasia de mi novia Luly
saludos
excelente post, gracias por compartir
buenisimas fotos.. .y me agarre una calentura impresionante!!
la quiero ya de secretaria!!!
fueron puntos!
Aunque la protagonista está muchísimo más buena
Que pedazo de hembrón, a favs para mirarlo con todo el tiempo del punto y van puntos
Hermosa Cola,Divina
Besos
Fernanda