Socia de su propio jefe

Ale y Luly habían salido como casi cualquier otro sábado. La idea era tomar una cerveza en algún lugar y luego ir a bailar. Ale, hacia unos días, le había contado sobre una fantasía suya, se trataba de encontrarse en un boliche, como si fueran desconocidos, mientras Luly vestía para matar, como esas mujeres que se visten así, para conseguir a su hombre, él se acercaba, se la levantaba y se la llevaba a su casa.







Luly miro su reloj y tomo el ultimo sorbo de campari, se paró, le dio un beso a Ale y se retiró, mientras Ale esperaba la otra pinta que ya había encargado.
El taxi la dejo a unos metros de la puerta del boliche, antes de entrar ya había ganado la mirada de varios flacos que esperaban para entrar. –Ya estoy adentro. –Decía el mensaje de Whats App que recibió Ale mientras tomaba aun en el Bar.





Luly se abrió paso a través de la pista para llegar a la barra, pidió un campari y se acomodó en un costadito, para que no la empujaran tanto. Antes de terminar el trago sintió una mano que se posó sobre su hombro con cierta amabilidad. Sintió bastante tranquilidad al pensar que su novio ya estaba ahí, las miradas ya la estaban incomodando. Escucha una voz familiar decir: – ¿Qué haces vos acá?
–Jajaja. ¿Qué haces VOS acá? –Pegunta riendo, con nervios, desconcertada. Era su jefe.
–Tengo una reunión con los de Los Tres Robles.
–Ah, sí. Acá?
–Jajaja, si, son unos “fantásticos” estos. Me llamaron hoy a las siete de la tarde para decirme que en vez de ir a cenar preferían venir a acá porque ya tenían reservado un vip room para otra reunión que tienen más tarde.
–Ah, bueno, mientras que salga todo bien.
–Sí. ¿Y vos que haces acá? ¿Estás sola?
–No, va, sí, estoy esperando a unas amigas. –Contesto Luly sin saber que decirle. No le iba a decir que esperaba al novio, estaba vestida como una zorra.
–Aaah, bien. Queres subir? Así no te quedas sola acá y de paso te los presento.







Luly lo pensó una fracción de segundo, quedarse ahí sola no estaba bueno, subía, los conocía, quedaba bien con su jefe, y cuando Ale le avisara que había llegado, bajaba, le decía lo de su jefe y se iban a otro lugar. –Bueno, dale, un segundo, hasta que lleguen las chicas.
–Vamos. Veni por acá. –Esta vez rodearon la pista y llegaron a una escalera, custodiada por dos patovicas. Subía por uno de los lados del boliche hasta llegar a un pasillo angosto con varias puertas. Caminaron unos metros cuando su jefe la detuvo agarrándola del brazo. –Sabes que esta reunión muy importante, no?
–Si.
–Bueno, te digo, para que estés atenta viste. Se amable, nada más.
–Si Pablo, no te hagas problema.
–Bueno, dale, es la tercera puerta.
Primero entro Pablo. –Ella es mi secretaria. Luly. Miren donde la encuentro jaja. Luly, ellos son Gabriel, Diego y Mauro. Son los socios de Los Tres Robles.







La habitación era un lujo. Tenía un gran ventanal espejado que daba a la pista, una mesa de reuniones en el centro, un living en un costado y una barra propia. En la mesa que se suponía de reuniones había algunas botellas abiertas y varios vasos, más que la cantidad de personas que había en esa habitación.





Se saludaron y rápidamente le ofrecieron tomar algo. –No, gracias, ya tome bastante jaja.
–Dale, mira te preparo un fernet, suavecito. –Dice uno de los socios mientras agarraba uno de los vasos.
–Bueno, está bien. –Contesta Luly mirando a su jefe.





Se sentaron en el living, Luly estaba sola sentada en el medio, en un sillón de tres cuerpos, en un sillón individual su jefe, y enfrentado al de Luly, los tres socios. Luly estaba disfrutando un poco todo eso, era bastante extraño, más parecido a una película que a la realidad. Podía imaginar lo que sucedería como respuesta a cada uno de sus posibles actos. Sabía que si terminaba el trago le ofrecerían otro, si iba al baño posiblemente hablarían de sus curvas, si le decía a su jefe que era hora de irse, este no lo permitiría. Asique decidido divertirse, tomarlo como un juego, como si fuera la protagonista de esta película.











Termino el trago, hasta la última gota, se paró y apoyando el vaso sobre la mesa ratona miro a los socias – ¿Me preparan otro? –Y camino hacia el baño. Pasaron unos minutos y su jefe discretamente se dirigió al baño para hablar con Luly.
– ¿Vos sos pelotuda o que mierda te pasa? –Luly no podía creer como le estaba hablando.
– ¿No, por qué?
– ¿Te queres poner en pedo? ¿Te crees que es joda esto? Escuchame una cosa, si este negocio se cierra hoy, te doy el 10%. –Luly no decía nada, estaba muda. –Escuchame, ¿vos sabes cuánto es el 10%, no?
–Sí.
–Bueno, si este negocio se cierra hoy te doy el 10%. Déjate de joder. Hace que este negocio se cierre.
Luly saco el teléfono de su cartera y escribió. –Mi amor, mi jefe me ofreció $100.000 para que haga lo que tenga que hacer, para que se cierre un negocio. Quiero hacerlo .La ventana de la habitación en la que estoy es el tercer espejo que se ve desde la pista. Esperame abajo.



Guarda el teléfono, se acerca a su jefe antes de volver a la reunión y le dice: –Vos hace que lo firmen, yo estoy dentro del contrato para lo que haga falta. –Camina hasta la mesa de reuniones y agarrando el contrato vuelve al living, lo deja en el sillón de su jefe y se sienta nuevamente.
Se acerca su jefe, toce para acomodar su voz y dice. –Bueno, como ven el contrato, ¿tienen alguna duda?
–No, no, está perfecto, lo vemos bien. Lo que no terminamos de entender es que hace su secretaria acá, ósea, no pretenderá que creamos que casualmente la encontró en el boliche, vestida así. Eso no nos gusta, a nosotros nos gusta hacer tratos con gente honesta.
–Yo les voy a ser honesta. –Dice Luly para sorpresa de todos. –Es verdad, nos encontramos de casualidad, pero no estaba esperando a unas amigas, estaba esperando a mi novio, quería cumplir su fantasía de encontrarnos en un boliche como dos desconocidos, y que el fuera el ganador, el que me llevaba del boliche. Ahora esta abajo esperando. La cuestión es que yo ahora quiero que se cierre el trato. Tal vez, esta vez, al final mi novio no sea el ganador, no sea quien me lleve a la cama.
Luly se estira para agarrar el contrato. Lo apoya frente a ella y lo arrastra por la mesita hasta dejarlo al alcance de los tres socios.









– ¿Qué más quieren? –Fueron las palabas que salieron de la boca de Luly.
Ese era el pie para cerrar el contrato. Todo o nada. Sentía que le faltaba el aire, el corazón le latía a mil, un profundo calor se apoderaba de su cuello que subiendo por la nuca llegaba hasta sus cachetes, como si tuviera mucha vergüenza, a la vez que una inmensa cantidad de adrenalina corría por su cuerpo.
–Te queremos a vos hasta el final de la noche. Toda para nosotros.
–Ok, pero Pablo se queda. Yo a ustedes no los conozco.
–Ok.
–Yo no me quiero quedar. –Susurra Pablo a Luly.
–Vos te quedas acá, yo a estos no los conozco, o me voy a la mierda, déjate de joder Pablo.









Les alcanzo una lapicera y los tres firmaron el contrato. Lo reviso, estaba todo correcto.
–Está bien. –Dice Pablo y extendiéndole la mano y se dan un apretón. El trato estaba cerrado. Luly ya tenía el dinero, solo quedaba hacer su parte.









Desabrocho el botón de su pantalón, bajo hasta la mitad el cierre y camino hacia ellos. Cada uno procuro quedar frente a una gran porción de ella, finalmente la rodearon. Seis manos comenzaron a acariciarla. Apoyo sus antebrazos en los hombros de Gabriel, que se encontraba de frente, entregando por completo su cuerpo a estos tres tipos.

Les pido si por favor podían acercarse a la ventana, quería ver si Ale ya había llegado.
Gabriel la tomo de uno de sus brazos y bruscamente la llevo contra la ventana espejada, mientras sus socios sonreían, coloco sus manos contra el vidrio, mientras con sus pies hizo que Luly abriera las piernas. Temblaba. Se sentía completamente indefensa, desnuda en frente de su jefe, de los tres socios y delante de toda esa gente, que si bien no la podían ver, sentía que sí.
Luly pudo ver a Ale que estaba en la barra de abajo, sentado, solo, mirando fijamente al espejo para ver si podía verla, si era verdad que estaba ahí. Se notaba que no podía ver absolutamente nada, salvo lapsos de pocos segundos entre que se apagaban las luces de la pista y volvían a encender. Unos reflectores permanecían encendidos apuntando casualmente a los espejos. En uno de esos intervalos pudo ver una figura apoyada sobre la ventana, no podía ver su cara, pero si lograba reconocer la silueta de su novia, con sus brazos extendidos hacia arriba y las piernas abiertas mientras una mano tiraba de su cabello hacia atrás impidiendo que pudiera verlo. –Lo encontraste, ¿no?
–Sí.





Ninguno podía hacer otra cosa, Ale no podría subir aunque quisiera ya que los patovicas se lo impedirían y Luly no podía irse de allí sin pagar lo que debía.