Comparto este pequeño escrito sobre violencia de genero simbólica, por que mas de una poringera oculta su identidad, porque sabe que la sociedad la castigaría por expresar su sexualidad de una manera tan abierta, siempre caemos en la misma que el tipo con 20 minas es un re pirata copado y una mina con un chongo es una atorranta ninfomana, y no gente...no es así...eso también es violencia.
Gracias por pasar.
En nuestras sociedades , ha habido una importante sensibilización social a raíz de los acontecimientos ocurridos en los últimos años: difusión de los problemas de violencia doméstica por parte de los medios de comunicación de masas, publicación de algunas sentencias judiciales referentes a casos de agresiones sexuales, inclusión del acoso sexual en el nuevo Código Penal, etc. Todos los actores sociales e instituciones dan extrema importancia a este problema social y buscan la manera de solucionarlo o prevenirlo, pero..¿Qué se entiende por violencia de género?
Cuando se habla de violencia de género, doméstica o familiar nos viene a la cabeza la imagen de un hombre agrediendo a una mujer. Hay un imaginario colectivo y unos implícitos ideológicos cuando hablamos de este tema, pero si realmente queremos acercarnos a él, deberíamos hacer todo lo contrario: alejarnos. Alejarnos de todos los estereotipos, ideas preconcebidas y creencias sociales que se tienen sobre este tipo de violencia para descubrir realmente lo que alberga.
“todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”
“Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer” (Res. A.G. 48/104, ONU, 1994)
Parte de la población construye sus opiniones a través de las noticias que ofrecen los medios de comunicación. Por lo tanto, si se me permite, aunaré ambas esferas sociales. Televisión, radio y prensa hacen hincapié en dos únicos pilares: en el suceso concreto en sí y en el número de mujeres muertas al cabo del un año. Nos informan del modus operandi –“le dio 5 navajazos, la roció con gasolina y la prendió fuego” -, del agresor – hombre, de 40 años..-, del barrio donde se ha producido –en un barrio de de las afueras-, de la opinión de los vecinos – “era un hombre muy amable, siempre me ayudaba a subir las bolsas de la compra” – factores ambientales, etc. La victima tiene más protagonismo como número que engrosa la lista de mujeres asesinadas – “Jessica Pérez es la mujer asesinada número 52 en lo que va de año”- que como sujeto individual en sí. Esta es el clásico recorte de información que puede ofrecer cualquier medio de comunicación.
Por lo tanto, el tipo de información que se nos ofrece desde los medios de comunicación solo nos hablan de la violencia sufrida por un grupo social concreto – mujeres- por las conductas agresivas de otros actores sociales – hombres-, pero en ningún caso trata de explicarnos el porqué de estas actitudes violentas ni el marco en que se desarrollan. Para entender estos patrones concretos de conducta podemos hacer sociología y, para no caer en las típicas tertulias y charlas comunes de cafeterías y mercados, es necesario hacer una ruptura epistemológica. Así pues, ni en los medios de comunicación de masas ni en las opiniones de transeúntes se puede encontrar elementos de reflexión ni factores explicativos de la violencia de género; tan solo podemos encontrar que representaciones sociales se tienen frente a este hecho social y como es visto por la mayoría de ciudadanos.
“Los responsables de la mitad de las muertes violentas de mujeres en el mundo son los maridos, ex cónyuges, novios y convivientes”
(Informe Mundial sobre Violencia y Salud de la OMS, Bruselas, Oct. 2002)
La agresión puede producirse como un intento de dominación que descansa en un un imaginario colectivo provienente de una cultura patriarcal: los roles sexuales están estereotipados en la supremacía del hombre y en la inferioridad de la mujer, incluso negándola en su condición de persona y rebajándola a la condición de objeto o cosa a la que el hombre puede y debe controlar. La misogínia juega un papel importante cuando se habla acerca de este tema. Al género femenino se le han inculcado unas características que no son biológicas pero sí definidas por una visión masculina y machista del mundo, me refiero a tareas sociales reproductoras (ser madres, esposas y amas de casa, es decir, limpiar, criar, educar, cuidar, etc. No es casualidad que un porcentaje muy elevado de matriculación en las carreras de magisterio y medicina sean mujeres). Si una mujer escapa de este estereotipo, es autónoma y autosuficiente, puede producir rechazo o frustración a su pareja masculina, si este tiene pensamientos anclados en el patriarcado, y puede convertirse en el objeto de una agresión violenta, quedando esta naturalizada (el hombre puede llegar a creer que la mujer merecía esta agresión, que era ‘justa’) ante estos cánones. La violencia de género puede ser un recurso de poder del género masculino en una cultura basada en la desigualdad de géneros, quedando desfavorecida claramente la mujer. Aquí juega un papel importante las representaciones sociales, puede que esta violencia esté inmersa en la historia cultural, pues no surge nada espontáneo, y pertenezca a tradiciones e imaginarios colectivos. La decadencia del sistema patriarcal puede haber generado un sentimiento de inferioridad en el hombre, pues los dos pilares en los que se apoyaba (control de la natalidad de las mujeres por parte de los hombres y la división sexual del trabajo) se están desmoronando.
«la violencia contra las mujeres es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres, que han conducido a la dominación de la mujer por el hombre, la discriminación contra la mujer y a la interposición de obstáculos contra su pleno desarrollo. La violencia contra la mujer a lo largo de su ciclo vital dimana especialmente de pautas culturales, en particular de los efectos perjudiciales de algunas prácticas tradicionales o consuetudinarias y de todos los actos de extremismo relacionados con la raza, el sexo, el idioma o la religión que perpetúan la condición inferior que se le asigna a la mujer en la familia, el lugar de trabajo, la comunidad y la sociedad» (ONU, declaración en Beijing, 1995 ).
Las actitudes agresivas y las acciones violentas dirigidas contra las mujeres no son producto de una falta de educación o un nivel social bajo, sino que son originadas por una ideología machista que considera a la mujer objeto de propiedad de un hombre sobre la que se puede ejercer cualquier tipo de autoridad indiscriminadamente, castigándola si es necesario si su actitud es desobediente.
Históricamente, el reconocimiento de la violencia hacia las mujeres ha sido invisibilizado y naturalizado, hecho que dificulta la percepción de este problema social. Un obstáculo epistemológico, es el hecho de que esta violencia ocurre dentro del ámbito familiar, es decir, dentro de un espacio privado e idealizado, ya que representa una institución social con los valores asociados que todos conocemos. Ante esta visión sesgada de la realidad, a veces resulta difícil observar la cara ‘no amable ni harmoniosa’ de la familia y verla como un espacio reproductor de desigualdad donde puede producirse una resolución violenta de conflictos entre sus miembros. A estos factores, hay que sumarle la naturalización de la violencia dentro del ámbito familiar: cuantas veces habremos escuchado que un bofetón a un hijo a tiempo puede resolver muchos problemas futuros en su educación, si se le puede pegar a un hijo, por extensión, también se le puede pegar a un miembro adulto de la familia.
Pierre Bourdieu explica la reproducción de las relaciones de dominación por la violencia simbólica que se ejerce sobre los dominados y que hace aparecer como aceptables unas condiciones de existencia absolutamente intolerables. Así pues, la dominación masculina y la manera en la que se impone es una consecuencia de la violencia simbólica, un tipo de violencia invisible, incluso, para sus propias víctimas. Hay mujeres que exculpan o consideran que no es muy grave el hecho de que su pareja le haya puesto la mano encima o, si queremos poner un ejemplo más amable, que comente con sus amigas que gracioso y que ‘apañado’ es su marido cuando, por ejemplo, se pone a fregar los platos o a barrer la casa. Como podemos ver, la fuerza de esta dominación reside en que es admitida y reconocida por los dominados, en este caso, las mujeres. A este aspecto de la dominación masculina hace referencia Bourdieu cuando habla de violencia simbólica, a la aceptación ideológica a través de las creencias y de los sentimientos en la producción y la reproducción de la superioridad masculina como aspecto central del orden establecido.
La diferencia natural entre hombres y mujeres se traslada a la sociedad en forma de una desigualdad y jerarquía que pivota en el eje género. Se condensa y fusiona lo biológico y lo social para justificar la desigualdad creada por los hombres y ratificada por la cultura, haciendo creer que es necesaria y positiva para la organización social. Generación tras generación, se convence a hombres y a mujeres de que eso es así, ha sido siempre así y deberá seguir siéndolo. Estas relaciones que tienden a la perpetuidad se mantiene gracias al papel de ciertas instituciones y esferas sociales: desde la escuela hasta el mercado laboral. Por eso hay que darle excesiva importancia a los procesos de socialización , es decir, a la construcción social diferenciada entre hombres y mujeres
En este sentido, se presenta como responsable al hombre que comete este tipo de actos violentos y agresiones y a las ideas, creencias y valores que sustentan al sistema patriarcal, ya que pueden naturalizar o legitimar este tipo de acciones. Aunque el hombre llegue a agredir a una mujer, puede que piense que no está haciendo nada malo simplemente que está actuando como debe. Por lo tanto este tipo de comportamiento puede ser fruto de ciertas normas, estereotipos, mitos, valores y expectativas que sobresalen en la sociedad occidental y patriarcal, basados en la dominación del hombre sobre la mujer.
José Gutiérrez,
Sociólogo colaborador en Asociación CONVOZ
Gracias por pasar.
En nuestras sociedades , ha habido una importante sensibilización social a raíz de los acontecimientos ocurridos en los últimos años: difusión de los problemas de violencia doméstica por parte de los medios de comunicación de masas, publicación de algunas sentencias judiciales referentes a casos de agresiones sexuales, inclusión del acoso sexual en el nuevo Código Penal, etc. Todos los actores sociales e instituciones dan extrema importancia a este problema social y buscan la manera de solucionarlo o prevenirlo, pero..¿Qué se entiende por violencia de género?
Cuando se habla de violencia de género, doméstica o familiar nos viene a la cabeza la imagen de un hombre agrediendo a una mujer. Hay un imaginario colectivo y unos implícitos ideológicos cuando hablamos de este tema, pero si realmente queremos acercarnos a él, deberíamos hacer todo lo contrario: alejarnos. Alejarnos de todos los estereotipos, ideas preconcebidas y creencias sociales que se tienen sobre este tipo de violencia para descubrir realmente lo que alberga.
“todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”
“Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer” (Res. A.G. 48/104, ONU, 1994)
Los medios de comunicación y la opinión pública
Parte de la población construye sus opiniones a través de las noticias que ofrecen los medios de comunicación. Por lo tanto, si se me permite, aunaré ambas esferas sociales. Televisión, radio y prensa hacen hincapié en dos únicos pilares: en el suceso concreto en sí y en el número de mujeres muertas al cabo del un año. Nos informan del modus operandi –“le dio 5 navajazos, la roció con gasolina y la prendió fuego” -, del agresor – hombre, de 40 años..-, del barrio donde se ha producido –en un barrio de de las afueras-, de la opinión de los vecinos – “era un hombre muy amable, siempre me ayudaba a subir las bolsas de la compra” – factores ambientales, etc. La victima tiene más protagonismo como número que engrosa la lista de mujeres asesinadas – “Jessica Pérez es la mujer asesinada número 52 en lo que va de año”- que como sujeto individual en sí. Esta es el clásico recorte de información que puede ofrecer cualquier medio de comunicación.
Por lo tanto, el tipo de información que se nos ofrece desde los medios de comunicación solo nos hablan de la violencia sufrida por un grupo social concreto – mujeres- por las conductas agresivas de otros actores sociales – hombres-, pero en ningún caso trata de explicarnos el porqué de estas actitudes violentas ni el marco en que se desarrollan. Para entender estos patrones concretos de conducta podemos hacer sociología y, para no caer en las típicas tertulias y charlas comunes de cafeterías y mercados, es necesario hacer una ruptura epistemológica. Así pues, ni en los medios de comunicación de masas ni en las opiniones de transeúntes se puede encontrar elementos de reflexión ni factores explicativos de la violencia de género; tan solo podemos encontrar que representaciones sociales se tienen frente a este hecho social y como es visto por la mayoría de ciudadanos.
Conceptos y aspectos vinculados a este tipo de violencia
“Los responsables de la mitad de las muertes violentas de mujeres en el mundo son los maridos, ex cónyuges, novios y convivientes”
(Informe Mundial sobre Violencia y Salud de la OMS, Bruselas, Oct. 2002)
La agresión puede producirse como un intento de dominación que descansa en un un imaginario colectivo provienente de una cultura patriarcal: los roles sexuales están estereotipados en la supremacía del hombre y en la inferioridad de la mujer, incluso negándola en su condición de persona y rebajándola a la condición de objeto o cosa a la que el hombre puede y debe controlar. La misogínia juega un papel importante cuando se habla acerca de este tema. Al género femenino se le han inculcado unas características que no son biológicas pero sí definidas por una visión masculina y machista del mundo, me refiero a tareas sociales reproductoras (ser madres, esposas y amas de casa, es decir, limpiar, criar, educar, cuidar, etc. No es casualidad que un porcentaje muy elevado de matriculación en las carreras de magisterio y medicina sean mujeres). Si una mujer escapa de este estereotipo, es autónoma y autosuficiente, puede producir rechazo o frustración a su pareja masculina, si este tiene pensamientos anclados en el patriarcado, y puede convertirse en el objeto de una agresión violenta, quedando esta naturalizada (el hombre puede llegar a creer que la mujer merecía esta agresión, que era ‘justa’) ante estos cánones. La violencia de género puede ser un recurso de poder del género masculino en una cultura basada en la desigualdad de géneros, quedando desfavorecida claramente la mujer. Aquí juega un papel importante las representaciones sociales, puede que esta violencia esté inmersa en la historia cultural, pues no surge nada espontáneo, y pertenezca a tradiciones e imaginarios colectivos. La decadencia del sistema patriarcal puede haber generado un sentimiento de inferioridad en el hombre, pues los dos pilares en los que se apoyaba (control de la natalidad de las mujeres por parte de los hombres y la división sexual del trabajo) se están desmoronando.
«la violencia contra las mujeres es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres, que han conducido a la dominación de la mujer por el hombre, la discriminación contra la mujer y a la interposición de obstáculos contra su pleno desarrollo. La violencia contra la mujer a lo largo de su ciclo vital dimana especialmente de pautas culturales, en particular de los efectos perjudiciales de algunas prácticas tradicionales o consuetudinarias y de todos los actos de extremismo relacionados con la raza, el sexo, el idioma o la religión que perpetúan la condición inferior que se le asigna a la mujer en la familia, el lugar de trabajo, la comunidad y la sociedad» (ONU, declaración en Beijing, 1995 ).
Las actitudes agresivas y las acciones violentas dirigidas contra las mujeres no son producto de una falta de educación o un nivel social bajo, sino que son originadas por una ideología machista que considera a la mujer objeto de propiedad de un hombre sobre la que se puede ejercer cualquier tipo de autoridad indiscriminadamente, castigándola si es necesario si su actitud es desobediente.
Violencia simbólica
Históricamente, el reconocimiento de la violencia hacia las mujeres ha sido invisibilizado y naturalizado, hecho que dificulta la percepción de este problema social. Un obstáculo epistemológico, es el hecho de que esta violencia ocurre dentro del ámbito familiar, es decir, dentro de un espacio privado e idealizado, ya que representa una institución social con los valores asociados que todos conocemos. Ante esta visión sesgada de la realidad, a veces resulta difícil observar la cara ‘no amable ni harmoniosa’ de la familia y verla como un espacio reproductor de desigualdad donde puede producirse una resolución violenta de conflictos entre sus miembros. A estos factores, hay que sumarle la naturalización de la violencia dentro del ámbito familiar: cuantas veces habremos escuchado que un bofetón a un hijo a tiempo puede resolver muchos problemas futuros en su educación, si se le puede pegar a un hijo, por extensión, también se le puede pegar a un miembro adulto de la familia.
Pierre Bourdieu explica la reproducción de las relaciones de dominación por la violencia simbólica que se ejerce sobre los dominados y que hace aparecer como aceptables unas condiciones de existencia absolutamente intolerables. Así pues, la dominación masculina y la manera en la que se impone es una consecuencia de la violencia simbólica, un tipo de violencia invisible, incluso, para sus propias víctimas. Hay mujeres que exculpan o consideran que no es muy grave el hecho de que su pareja le haya puesto la mano encima o, si queremos poner un ejemplo más amable, que comente con sus amigas que gracioso y que ‘apañado’ es su marido cuando, por ejemplo, se pone a fregar los platos o a barrer la casa. Como podemos ver, la fuerza de esta dominación reside en que es admitida y reconocida por los dominados, en este caso, las mujeres. A este aspecto de la dominación masculina hace referencia Bourdieu cuando habla de violencia simbólica, a la aceptación ideológica a través de las creencias y de los sentimientos en la producción y la reproducción de la superioridad masculina como aspecto central del orden establecido.
La diferencia natural entre hombres y mujeres se traslada a la sociedad en forma de una desigualdad y jerarquía que pivota en el eje género. Se condensa y fusiona lo biológico y lo social para justificar la desigualdad creada por los hombres y ratificada por la cultura, haciendo creer que es necesaria y positiva para la organización social. Generación tras generación, se convence a hombres y a mujeres de que eso es así, ha sido siempre así y deberá seguir siéndolo. Estas relaciones que tienden a la perpetuidad se mantiene gracias al papel de ciertas instituciones y esferas sociales: desde la escuela hasta el mercado laboral. Por eso hay que darle excesiva importancia a los procesos de socialización , es decir, a la construcción social diferenciada entre hombres y mujeres
En este sentido, se presenta como responsable al hombre que comete este tipo de actos violentos y agresiones y a las ideas, creencias y valores que sustentan al sistema patriarcal, ya que pueden naturalizar o legitimar este tipo de acciones. Aunque el hombre llegue a agredir a una mujer, puede que piense que no está haciendo nada malo simplemente que está actuando como debe. Por lo tanto este tipo de comportamiento puede ser fruto de ciertas normas, estereotipos, mitos, valores y expectativas que sobresalen en la sociedad occidental y patriarcal, basados en la dominación del hombre sobre la mujer.
José Gutiérrez,
Sociólogo colaborador en Asociación CONVOZ
15 comentarios - Violencia de genero simbólica
Felicitaciones por el aporte!!!!
Muy buena la info y muy interesante el tema Pao...!!! Excelente post!!! 👏 👏 👏
La violencia se legitima con el paso del tiempo, y nosotras cómo mujeres, somos las que debemos romper con esos esquemas!
Excelente Pao!!
pero por suerte se estan viendo cambios y el rumbo creo que esta trazado
reco ,puntos y besos Misko
Muy buen aporte
Gracias por compartir
Micromachismo hay en mujeres que llaman PUTA a otra, por su comportamiento sexual y/o social, por su vestimenta, por su forma de hablar, por tener muchos amigos varones.
Y si sumamos esos micromachismos llegamos a conformar el gran arbol misogino que hay en esta sociedad heteropatriarcal (porque no nos olvidemos la degradación que sufren las personas homosexuales), y nosotras siempre, pero SIEMPRE somos señaladas, quemadas, golpeadas, humilladas, vejadas, etc.
Gracias por tu post Pao.
Te felicito
El poder arbitrario constituye una tentación natural para un príncipe, como el vino o las mujeres para un hombre joven, o el soborno para un juez, o la avaricia para el viejo, o la vanidad para la mujer.
sigue así y jamas pierdas la humildad, solo los grandes dan las gracias.